jueves, 26 de marzo de 2009

Minas errantes. En África el preservativo, en Brasil el aborto

"...el conflicto no es solamente entre la Iglesia y el Estado, sino también dentro de la jerarquía. Roma desautoriza a una arquidiócesis brasileña, y ésta responde acusando al Vaticano de no conocer los hechos y de poner en duda la doctrina. Los documentos de la colisión."

Por Sandro Magister

En los medios de comunicación de Europa y de América, el viaje de Benedicto XVI a Camerún y Angola que concluye hoy ha sido prácticamente oscurecido por las polémicas desatadas por una frase pronunciada por él al comienzo del viaje, en el avión que lo llevaba a Yaoundé, en respuesta a la pregunta de un periodista:

"No se puede resolver el flagelo del SIDA con la distribución de preservativos. Al contrario, existe el riesgo de aumentar el problema".

Contemporáneamente, una segunda polémica ha estallado desde otro país del sur del mundo, Brasil, con motivo del aborto practicado en una niña muy joven.

Anticonceptivos y aborto son dos cuestiones entre las más controvertidas en la relación entre la Iglesia y la modernidad. La Iglesia se ha pronunciado en particular contra los anticonceptivos con la encíclica "Humanae vitae", de Pablo VI; sobre el aborto con la encíclica "Evangelium vitae" de Juan Pablo II.

Respecto a la primera cuestión, la polémica de los días pasados fue agigantada sobre todo por las fastidiosas reacciones contra las palabras del Papa, procedentes de los gobiernos de Francia, Alemania, Bélgica, España, la Comisión Europea, de dirigentes de la Organización de las Naciones Unidas y del Fondo Monetario Internacional.

Por el contrario, en el caso del aborto de la niña brasileña, a la polémica entre el Estado y la Iglesia se ha superpuesto un conflicto dentro de la misma jerarquía católica, en los más altos niveles.

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A propósito del SIDA, la acusación que ha sido lanzada por enésima vez contra la Iglesia ha sido la de que ella favorece su difusión, al prohibir el preservativo.

Pero los hechos dicen que, en África, casi un tercio de las iniciativas contra la propagación del SIDA son obra de los católicos. Los preservativos son objeto de difusión masiva por parte de gobiernos, entes internacionales y ONGs, y no tiene éxito la oposición de los católicos obstaculizando la distribución y el uso, especialmente entre los cónyuges en los que uno de ellos es portador de contagio. Pero todo operador experimentado sabe que los preservativos no bastan, como lo prueba la difusión del SIDA en los países ricos del norte, donde los preservativos están a disposición de todos. El juicio de la Iglesia, confirmado por la experiencia de campo, es que por sí solos los preservativos no frenan la promiscuidad sexual, la cual es la verdadera causa de la propagación del flagelo, inclusive a veces la alientan, haciendo gala de una seguridad engañosa.

En consecuencia, frente al problema del SIDA, la Iglesia Católica se prodiga sobre todo en dos formas, las que Benedicto XVI ha recordado en la respuesta que ha incentivado la polémica: con una "humanización de la sexualidad", alentando su ejercicio sólo dentro del amor conyugal fiel, y con el cuidado de los enfermos. Las investigaciones prueban que los resultados son reconfortantes, allí donde al uso del preservativo se le anteponen una guía para el control de la sexualidad y los cuidados adecuados y gratuitos.

Al encontrarse en Yaoundé con los operadores contra el SIDA y luego con los enfermos que son cuidados, Benedicto XVI ha comparado la acción de la Iglesia con la de Simón de Cirene, el campesino africano que ayudó a Jesús a llevar la cruz.

Esta imagen de proximidad con el que sufre lleva directamente al segundo conflicto desatado los días pasados, sobre el aborto practicado en una niña.

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"A favor de la niña brasileña": así ha titulado "L'Osservatore Romano" del 15 de marzo una nota en primera página, firmada por el arzobispo Rino Fisichella, presidente de la Pontifica Academia para la Vida, además de ser rector de la Pontificia Universidad Lateranense.

A causa de la fama del autor, de los cargos que ocupa y más todavía por los contenidos, el artículo estaba seguramente entre los controlados y autorizados por la Secretaría de Estado vaticana.

El artículo partía del caso de una niña brasileña en edad fértil ya a los nueve años, violada muchas veces por su joven padrastro, quien quedó encinta de dos gemelos y que luego fue obligada a abortar en el cuarto mes de la gestación.

El caso, escribió Fisichella, "ha ganado las páginas de los diarios, sólo porque el arzobispo de Olinda y Recife se ha apresurado a declarar la excomunión para los médicos que la han ayudado a interrumpir el embarazo", cuando por el contrario, "antes que pensar en la excomunión", la niña "debía en primer lugar ser defendida, abrazada, acariciada" con esa "humanidad de la que nosotros, hombres de Iglesia, debemos ser expertos anunciadores y maestros". Pero "no ha sido así".

El ataque al arzobispo de Olinda y Recife – la diócesis en la que Helder Cámara fue su pastor – no podía ser más duro.

En efecto, las declaraciones del arzobispo sobre la excomunión de los que llevaron a cabo el doble aborto ocasionaron el exacerbamiento del conflicto ya en curso desde hace tiempo en Brasil entre la Iglesia y el gobierno, la primera empeñada en una gran campaña en defensa de la vida naciente, el segundo orientado a liberalizar el aborto más de cuanto ya lo está.

Desde Roma, el cardenal Giovanni Battista Re, prefecto de la Congregación vaticana para los Obispos, en una entrevista publicada en el diario "La Stampa", defendió al arzobispo de Olinda y Recife.

Otro tanto había hecho en Brasil la Conferencia Episcopal, con una nota difundida el 13 de marzo y con declaraciones de su presidente, el arzobispo Geraldo Lyrio Rocha, y su secretario, Dimas Lara.

También el nuevo arzobispo de Rio de Janeiro, Orani João Tempesta, se había expresado en el mismo sentido, remarcando entre otras cosas que la madre de la niña había atestiguado que "el único lugar en el que no se había sentido maltratada, sino respetada, había sido la oficina de Caritas".

Inclusive desde Francia había llegado un notable apoyo a lo hecho por la Iglesia brasileña. El obispo de Toulon, Dominique Rey, de visita en ese país, había declarado que vio con sus ojos "los múltiples testimonios de misericordia llevados a cabo por las comunidades cristianas que se habían acercado y acompañado a la niña y a su madre".

Pero la Santa Sede se ha comportado en forma diferente. Al publicar el artículo de Fisichella en el "L'Osservatore Romano", ha mostrado que antepone a la defensa de la Iglesia brasileña y de su campaña "pro vita" el objetivo de apaciguar las disidencias con la opinión laica, con el presidente Luiz Inácio Lula da Silva y su gobierno.

Con esta forma de proceder se ha llevado íntegramente el conflicto al interior de la jerarquía, suscitando además una controversia al insinuar la autorización del aborto en casos como el que está en discusión.

En efecto, el artículo de Fisichella continuaba de este modo:

"A causa de la más que joven edad y de las condiciones precarias de su salud, la vida [de la niña] estaba en serio peligro a causa del embarazo en curso. ¿Cómo actuar en estos casos? Decisión ardua para el médico y para la misma ley moral. Opciones como ésta [...] se repiten cotidianamente [...] la conciencia del médico se encuentra sola consigo misma en el acto de verse obligado a decidir qué es lo mejor que se debe hacer".

Al final del artículo Fisichella elogiaba a quienes "han permitido vivir" a la niña.

Es verdad que, en otro pasaje, el presidente de la Pontificia Academia para la Vida acentuaba que "el aborto provocado ha sido condenado siempre por la ley moral como un acto intrínsecamente malo. Esta enseñanza permanece inmutable hasta nuestros días".

Pero las dudas antes asomadas quedaron intactas, y dieron la impronta a todo el artículo. Dudas que contrastan visiblemente con la granítica solidez de este pasaje del parágrafo 62 de la encíclica "Evangelium vitae", de Juan Pablo II:

"Ninguna circunstancia, ninguna finalidad, ninguna ley del mundo podrá jamás hacer lícito un acto que es intrínsecamente ilícito, por ser contrario a la Ley de Dios, escrita en el corazón de cada hombre, reconocible por la misma razón, y proclamada por la Iglesia".

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Al artículo de Fisichella publicado en "L'Osservatore Romano", la arquidiócesis de Olinda y Recife le ha replicado el 16 de marzo con las "Aclaraciones" oficiales, publicadas en forma bien visible en la home page de su sitio web.

Por parte de Roma no ha habido ningún gesto de recibimiento. Ni siquiera cuando el 21 de marzo se ha pronunciado nuevamente sobre el episodio el director de la sala de prensa de la Santa Sede, el padre Federico Lombardi.

Ese día el padre Lombardi estaba en Luanda, acompañando el viaje de Benedicto XVI en Camerún y en Angola.

El día anterior, hablando al cuerpo diplomático y haciendo referencia al artículo 14 del Protocolo de Maputo sobre la "salud materna y reproductiva", el Papa había se había pronunciado polémicamente:

"¡Qué amarga es la ironía de aquellos que promueven el aborto como una cura de la salud materna! Qué desconcertante resulta la tesis de aquellos para quienes la supresión de la vida sería una cuestión de salud reproductiva!".

El padre Lombardi, al encontrarse con los periodistas, ha excluido cualquier relación entre las palabras del Papa y el episodio de la niña brasileña. Y continuó de esta manera:

"Sobre esta cuestión, son válidas las consideraciones de monseñor Rino Fisichella, quien en 'L'Osservatore Romano' ha lamentado la excomunión declarada demasiado rápidamente por el arzobispo de Recife. Ningún caso límite debe oscurecer el verdadero sentido del discurso del Santo Padre, quien se refirió a algo diferente en extremo. [...] El Papa no ha hablado en absoluto del aborto terapéutico y no ha dicho que debe ser rechazado siempre".

Ha sido un golpe que, luego de casi una semana de la difusión de las "Aclaraciones" de la arquidiócesis brasileña, el portavoz oficial de la Santa Sede haya mostrado que la ignora totalmente, tanto en la opuesta reconstrucción de los hechos como en las objeciones de carácter doctrinal y moral.

A continuación, íntegro, el documento de la arquidiócesis brasileña:


Esclarecimientos de la arquidiócesis de Olinda y Recife

Respecto al artículo titulado "Dalla parte della bambina brasiliana", publicado en "L'Osservatore Romano" el día 15 de marzo, nosotros abajo firmantes declaramos:

1. El acto de estupro no aconteció en Recife, como dice el artículo, sino en la ciudad de Alagoinha, diócesis de Pesqueira. El aborto sí fue practicado en Recife.

2. Todos nosotros – comenzando por el párroco de Alagoinha, abajo firmante – tratamos a la niña embarazada y a su familia con toda caridad y ternura. El párroco, ejerciendo su celo pastoral, al conocer la noticia en su residencia, se dirigió de inmediato a la casa de la familia, donde se encontró con la criatura para prestarle apoyo y acompañamiento, frente a la grave y difícil situación en la que se encontraba la niña. Esta actitud se repitió a lo largo de todos los días, desde Alagoinha hasta Recife, donde se produjo el triste final del aborto de dos inocentes. Por lo tanto, fue evidente e inequívoco que nadie pensó en primer lugar en la "excomunión". Usamos todos los medios a nuestro alcance para evitar el aborto y salvar así las tres vidas. El párroco acompañó personalmente al Consejo tutelar de la ciudad en todas las iniciativas que buscaban el bien de la niña y de sus hijos. En el hospital y en las visitas diarias demostró actitudes de cariño y atención que dieron a entender, tanto a la criatura como a su madre, que ambas no estaban solas, sino que la Iglesia, allí representada por el párroco local, les garantizaba la asistencia necesaria y la certeza que todo se haría para el bien de la niña y para salvar a sus dos hijos.

3. Después que la niña fuera transferida hacia un hospital de la ciudad de Recife, intentamos utilizar todos los medios legales para evitar el aborto. En algún momento la Iglesia fue omitida en el hospital. El párroco de la niña realizó visitas diarias al hospital, desplazándose de la ciudad que dista 230 km de Recife, sin escatimar esfuerzo alguno, para que tanto la criatura como su madre sintiesen la presencia de Jesús, el Buen Pastor que va al encuentro de las ovejas que más precisan de su apoyo. De este modo el caso fue tratado con toda la atención debida por parte de la Iglesia y no "en forma apresurada" como dice el artículo.

4. No estamos de acuerdo con la afirmación que "la decisión es ardua… para la propia ley moral". Nuestra Santa Iglesia sigue proclamando que la ley moral es clarísima: nunca es lícito eliminar la vida de un inocente para salvar otra vida. Los hechos objetivos son éstos: hay médicos que declaran explícitamente que practican y continuarán practicando el aborto, en tanto otros declaran con la misma firmeza que jamás practicarán el aborto. Ésta es la declaración escrita y firmada por un médico católico brasileño: "Como médico obstetra durante 50 años, formado por la Facultad Nacional de Medicina de la Universidad de Brasil, y como ex jefe de la Clínica Obstétrica del Hospital de Andarai, donde serví durante 35 años hasta que me jubilé y me consagré al diaconado, y habiendo realizado 4.524 (cuatro mil quinientos veinticuatro) partos, muchos en menores de edad, nunca necesité recurrir al aborto para 'salvar vidas', al igual que todos mis colegas íntegros y honestos en su profesión y cumplidores de su juramento hipocrático".

5. Es falsa la afirmación de que el hecho fue divulgado en los diarios solamente porque el arzobispo de Olinda y Recife se apresuró a declarar la excomunión. Basta ver que el caso salió a la luz en Alagoinha el día 25 de febrero, el arzobispo hizo declaraciones a la prensa el día 3 de marzo y el aborto se llevó a cabo el día 4 de marzo. Sería un exceso imaginar que la prensa brasileña, frente a un hecho de tamaña gravedad, lo hubiese silenciado durante un intervalo de seis días. De la misma manera, la noticia de la niña ("Carmen") embarazada fue divulgada en los días anteriores a la consumación del aborto. Sólo entonces, interrogado por los periodistas el día 3 de marzo, el arzobispo mencionó el canon 1398 [del código de derecho canónico]. Estamos convencidos que la divulgación de esta pena medicinal, la excomunión, hará bien a muchos católicos, al llevarlos a evitar este pecado gravísimo. El silencio de la Iglesia sería muy perjudicial, sobre todo al constatarse que en el mundo entero están aconteciendo cincuenta millones de abortos cada año y sólo en Brasil se suprime un millón de vidas inocentes. El silencio puede ser interpretado como connivencia o complicidad. Si algún médico tiene "conciencia perpleja" antes de practicar un aborto (lo que nos parece extremadamente improbable), él, si es católico y desea observar la ley de Dios, debe consultar a un director espiritual.

6. En otras palabras, el artículo es una afrenta directa a la defensa de la vida de las tres criaturas, defensa llevada a cabo en forma vehemente por Dom José Cardoso Sobrinho y demuestra que el autor no tiene bases ni informaciones necesarias para hablar sobre el tema, a causa del total desconocimiento de los detalles del hecho. El hospital que realizó el aborto en la niña es uno de los dos que realizan siempre este procedimiento en nuestro Estado, bajo el manto de la "legalidad". Los médicos que actuaron en el aborto de los dos gemelos declararon y continúan declarando en los medios nacionales que hicieron lo que ya estaban acostumbrados a hacer "con mucho orgullo". Uno de ellos, inclusive, declaró: "Ya fui, entonces, excomulgado varias veces".

7. El autor se arrogó el derecho de hablar sobre lo que no conocía, sin siquiera hacer el esfuerzo de conversar previamente de modo fraternal y evangélico con el arzobispo, y por esta actitud imprudente, está causando una gran confusión a los fieles católicos de Brasil. En vez de consultar a su hermano, prefirió creerle a nuestra prensa muchas veces anticlerical.

Recife, 16 de marzo de 2009

Edvaldo Bezerra da Silva
Vicario general de la arquidiócesis de Olinda y Recife

Cicero Ferreira de Paula
Canciller de la arquidiócesis de Olinda y Recife

Moisés Ferreira de Lima
Rector del seminario arquidiocesano

Márcio Miranda
Abogado de la arquidiócesis de Olinda y Recife

Edson Rodrigues
Párroco de Alagoinha, diócesis de Pesqueira


El artículo publicado en "L'Osservatore Romano", el 15 de marzo de 2009, objeto de la Declaración de la arquidiócesis de Olinda y Recife:

A favor de la niña brasileña

Por Rino Fisichella


El debate sobre algunas cuestiones se torna muchas veces apretado y las diferentes perspectivas no siempre permiten considerar cuán grande es lo que se pone verdaderamente en juego. Éste es el momento en el que se debe mirar a lo esencial y, por un momento, dejar aparte lo que no remite directamente al problema. El caso es simple en su dramaticidad. Hay una niña de solo nueve años –la llamaremos Carmen- a la que debemos mirar fijo a los ojos, sin apartar la mirada siquiera un segundo, para hacerle entender cuán bien se la quiere. Carmen, en Recife (Brasil), es violentada repetidamente por el joven padrino, queda encinta de dos gemelos y no tendrá más una vida fácil. La herida es profunda, porque la violencia totalmente gratuita la ha destruido por dentro y difícilmente le permitirá en el futuro mirar a los otros con amor.
Carmen representa una historia de violencia cotidiana y ha ganado las páginas de los diarios, sólo porque el arzobispo de Olinda y Recife se ha apresurado a declarar la excomunión para los médicos que la han ayudado a interrumpir el embarazo. Una historia de violencia que, desgraciadamente, había pasado inadvertida, pues se había habituado tanto a sufrir cada día hechos de una gravedad inigualable, si no hubiese sido por el ruido y las reacciones suscitadas por la intervención del obispo. La violencia sobre una mujer, ya grave de por sí, asume un carácter todavía más despreciable cuando la ha sufrido una niña, con el agravante de la pobreza y de la degradación social en la que vive. No hay palabras adecuadas para condenar tales episodios, y los sentimientos que se derivan son muchas veces una mezcla de rabia y rencor, que se adormecen sólo cuando se hace realmente justicia y cuando hay certeza que la pena infligida al delincuente de turno se ha de cumplir.
En primer lugar, Carmen debía ser defendida, abrazada, acariciada con dulzura para hacerle sentir que todos estamos con ella; todos, sin distinción alguna. Antes que pensar en la excomunión era necesario y urgente salvaguardar su vida inocente y elevarla a un nivel de humanidad, de la cual nosotros, hombres de Iglesia, debemos ser expertos anunciadores y maestros. No ha sido así, y desgraciadamente, ello resiente la credibilidad de nuestra enseñanza, que aparece a los ojos de muchos como insensible, incomprensible y carente de misericordia. Es verdad: Carmen llevaba dentro de sí otras vidas inocentes como la suya, aun cuando fruto de la violencia, y han sido eliminados, lo que sin embargo no basta para dar un juicio que pesa como un hacha.
En el caso de Carmen han colisionado la vida y la muerte. A causa de la más que joven edad y de las condiciones precarias de salud, su vida estaba en serio peligro a causa del embarazo en curso. ¿Cómo actuar en estos casos? Decisión ardua para el médico y para la misma ley moral. Opciones como ésta, aun cuando con una casuística diferente, se repiten cotidianamente en las salas de reanimación, en momentos en que la conciencia del médico se encuentra sola consigo misma en el acto de verse obligado a decidir qué es mejor hacer. En todo caso, nadie arriba a una decisión de este género con desenvoltura; el solo pensarlo es injusto y ofensivo.
El respeto debido a la profesionalidad del médico es una regla que debe incluir a todos, y no puede permitir llegar a un juicio negativo sin haber considerado antes en toda su profundidad el conflicto que se ha creado. El médico carga con su historia y su experiencia; una opción como la de tener que salvar una vida, sabiendo que pone en serio riesgo una segunda, jamás se vive con facilidad. Es cierto que algunos se habitúan a las situaciones de tal forma que no ponen a prueba ni siquiera sus emociones, pero en estos casos la decisión de ser médico se degrada al punto de convertirse sólo en un oficio que se practica sin entusiasmo y que se sufre pasivamente. Sin embargo, mezclar conceptos en forma confusa, más que incorrecto sería injusto.
Carmen ha vuelto a proponer un caso moral que se cuenta entre los más delicados; tratarlo en forma expeditiva no haría justicia ni a su frágil persona ni a cuantos están involucrados en forma diversa en la experiencia. En tal caso, como todo caso singular y concreto merece ser analizado en su peculiaridad, sin generalizaciones. La moral católica tiene principios de los cuales no puede prescindir, aunque quisiera. La defensa de la vida humana desde su concepción pertenece a uno de estos principios y se justifica por la sacralidad de la existencia. En efecto, todo ser humano, desde el primer instante lleva impresa en sí la imagen del Creador, por eso estamos convencidos que se le deben reconocer la dignidad y de los derechos de toda persona, antes que nada el de su intangibilidad e inviolabilidad.
El aborto provocado ha sido condenado siempre por la ley moral como un acto intrínsecamente malo. Ésta es una enseñanza que permanece inmutable hasta nuestros días desde los primeros días de la Iglesia. El Concilio Vaticano II, en la Gaudium et spes -documento de gran apertura y perspicacia respecto al mundo contemporáneo- utiliza en forma inesperada palabras inequívocas y durísimas contra el aborto directo. La misma colaboración formal constituye una culpa grave que, cuando se realiza, lleva automáticamente fuera de la comunidad cristiana. Técnicamente, el Código de Derecho Canónico utiliza la expresión latae sententiae, para indicar que la excomunión se produce precisamente en el momento mismo en el que acontece el hecho.
Consideramos que no era necesaria tanta urgencia y publicidad para declarar un hecho que se produce en forma automática. De lo que se siente mayormente la necesidad en este momento es del signo que testimonie la cercanía con quien sufre, un acto de misericordia que, además de mantener firme el principio, es capaz de mirar más allá de la esfera jurídica para obtener lo que el Derecho mismo prevé como finalidad de su existencia: el bien y la salvación de cuantos creen en el amor del Padre y de cuantos acogen el Evangelio de Cristo como niños, a quienes Jesús llamaba junto a sí y a quienes estrechaba entre sus brazos, diciendo que el Reino de los Cielos pertenece al que es como ellos.
Carmen, estamos de tu parte. Compartimos contigo el sufrimiento que has experimentado, queremos hacer todo lo posible para restituirte la dignidad de la que has sido privada y el amor del que todavía debes tener necesidad. Son otros los que merecen la excomunión y nuestro perdón, no los que te han permitido vivir y te ayudaron a recuperar la esperanza y la confianza, a pesar de la presencia del mal y de la malicia de muchos.


El sitio web del diario de la Santa Sede:

http://www.vatican.va/news services/or/or_quo/index.html


El texto original, en portugués, de la Declaración de la arquidiócesis de Olinda y Recife:
Esclaricimentos sobre o artigo publicado no "L'Osservatore Romano"...
http://www.arquidioceseolindarecife.org.br/notaoficial.htm


El comentario del obispo de Frejus-Toulon, Dominique Rey:
À propos de l’affaire de la petite fille brésilienne
http://www.diocese-frejus-toulon.com/La-verite-de-la-Vie.html


Todos los discursos y las homilías de viaje a África de Benedicto XVI, en el sitio del Vaticano:
Viaje apostólico a Camerún y Angola, 17-23 de marzo de 2009
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/travels/2009/index_camerun-angola_sp.htm


Sobre la Iglesia Católica y el SIDA, en www.chiesa:
Preservativo sì o no: “La Civiltà Cattolica” sbarra la strada
http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1336754

Un aporte del Dr. Roberto Castellano

Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo-com.ar
Diario Pampero Cordubensis
Instituto Eremita Urbanus

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