...Recibió el Santo Viático y la sagrada Unción, no consintió que ninguna mujer, aunque fuese de sus privadas, le tocase sus carnes, ni le descubriese sus pies, y pidiendo perdón de sus culpas, dio su alma a Dios en 27 de noviembre de dicho año de 1504, habiendo veintinueve años y cinco meses y catorce días que reinaba, siendo de edad de cincuenta y tres y siete meses y tres días...
Recopilación, textos e imágenes y edición de Gabriel Pautasso
NOTAS SOBRE ALTA GRACIA
Al pie de la vertiente oriental de la SIERRA CHICA, y a cuarenta kms. De Córdoba, se levanta hoy la ciudad y el primitivo pueblo de ALTA GRACIA, cabeza del departamento de SANTA MARÍA. El arroyo de Alta Gracia, pasa bordeando el costado sud del pueblo, y uniéndose allí al río ANISACATE va a morir a Río II.
Su origen fue, el que tuvieron todos los pueblos de la CONQUISTA española, MERCEDES de tierra repartidas por el Rey de España a los conquistadores. El punto de partida de nuestra estancia, fue D. JUAN NIETO, a quien le correspondió la posesión de esta tierra en 1588 hasta 1609. Consta en su testamento que fue hijo natural del capitán SANTOS BLÁZQUEZ, español y avecindado en Santiago del Estero. Se casó JUAN NIETO con Doña ESTEFANÍA DE CASTAÑEDA (1587) y como hijo de conquistador – pues su padre figura como compañero de JERÓNIMO LUIS DE CABRERA, fundador de Córdoba en 1573- recibió en 1588, como merced las tierras que hoy forman el núcleo de Alta Gracia.
El fundamento historiográfico de estas notas se basan en el libro, que lleva por título, “ALTA GRACIA”. Documentos históricos, por el P. PEDRO GRENÓN S. J. Córdoba, 1929.
Tal el origen e historia inicial de ALTA GRACIA.
La estatua de D. JUAN NIETO SE HALLA EN LA PLAZA SOLARES DE LA CIUDAD DE ALTA GRACIA.
JOAQUÍN GRACIA
Documento 1. PBRO. LUIS EUGENIO SILVA CUEVAS. U.CAT.CHILE
El Catolicismo como motivación y herencia del Descubrimiento del Nuevo Mundo.
Cada país es a la vez un todo y una síntesis de varias culturas, Así lo era España de los Reyes Católicos, la que descubrió y evangelizó América. Y si bien la identidad no la hace.
Un solo elemento por importante, por importante que sea, la fe católica aglutinó a las Españas medievales en su lucha contra el Islam y las marcó. Guerra de Reconquista y de Fe fueron las notas características de esta nación en su época previa al Descubrimiento. En el ciclo de la expansión de Europa y en España, los descubrimientos se volvían a unir con la fe en la empresa colombina, cuando desapareció la medieval ecumene de la fe y nacía el mundo de la Reforma, entre las miserias y esplendores del llamado Renacimiento.
¿Sólo la fe? Sin duda que no, pues mundanos intereses estaban mezclados con los altos y superiores que significaban extender el Reino de Jesucristo. Se ascendía en la escala social; se conquistaban mundos para el César y, a la vez, se servía al Rey de Reyes, Jesucristo el Señor. Cristóbal Colón y todos los descubridores, conquistadores y pobladores fueron creyentes. Algunos excelentes y otros, como lo son la mayoría de los fieles ahora, en el pasado y posiblemente en el futuro, mediocres. Pero la fe estaba mezclada en lo íntimo de la empresa. La cruz que el Almirante clavó en tierra americana hace más de 500 años no era un símbolo menor, resabio de otras épocas. Era el inicio del sacramento que fecundaría las nuevas tierras con la savia evangélica y con la vida misteriosa de los sacramentos.
Era el inicio de la fe que, aparejada, traía un humanismo trascendente. Después del violento choque inicial, la fe y sus consecuencias despertará entre los mismos rudos y codiciosos españoles, como entre los nobles y generosos misioneros y pobladores, una preocupación por la justicia, por la causa de los vencidos. Era la fe que desde 1511 iniciaba, con el sermón de Fray Antón de Montesinos, y seguida por la obra de Bartolomé de las Casas (1484-1551), Motolinia, Diego de Landa, Vasco de Quiroga (1470-1565), José de Acosta, del tercer Obispo de Santiago Fray Diego de Medellín y tantos más, la lucha por la justicia en América. Gloria de una lucha que nacía al amparo de España, pero que viviría de la tierra y de los hispanoamericanos.
Es cierto que la contradicción se dio en los inicios de la América cristiana. Guerra, violencia y crueldad se conjugaron con altos gestos de amor y bondad, en los orígenes de nuestra América cristiana. Era el precio de la Historia. Es la constatación de la síntesis de gracia y pecado que divide el corazón del creyente. La fe motivó todo el intento legislativo que pretendía hacer justicia, desde las Leyes de 1512-1513 hasta la Recopilación del siglo XVII. La fe buscó templar el modo de trabajo al que se sometió al indio, especialmente el sistema de las encomiendas, donde se daba en no pocas partes injusticia y mal trato. La fe implantada en la conciencia de los indios fue capaz de crear unas hermosas, aunque no pocas veces impuras, formas religiosas que se expresaron en cofradías, bailes, procesiones, novenas y tantas otras formas, pero sobre todo en la fe sincera en Jesucristo el Hijo de Dios.
Nacía una religiosidad del pueblo que representaría a todos los estratos sociales por siglos. Se unían las savias hispánicas, indígena y negra y surgía, en ese conflictivo crisol de razas, el mundo americano, variado hasta infinito en sus múltiples expresiones.
La fe, a pesar del choque entre vencedores y vencidos, iba haciendo nacer el mundo maravilloso del la cultura del Barroco, donde vida y fe, se sintetizarían. Espacio infinito, multiplicidades lingüísticas y religiosas, geografías y faunas fantásticas, poco a poco iban dando la forma, variada y colorida al ser hispano-americano. Los Reyes y la Iglesia Católica iban consiguiendo un milagro: los dominios de las tres Américas formaban el más rico florón de la corona de Castilla, donde una literatura, un arte y un modo de vivir, en una palabra una cultura, expresaban el ser del nuevo español de las Américas. Una vez más, la raíz de la fe generaba cultura como anteriormente gestó el medioevo cristiano, con su arte y expresiones superiores.
La capilla de Rosario de la Catedral de Puebla de los Ángeles; la Iglesia del Triunfo en Cuzco, o en las modestas iglesitas de barro o madera del Norte argentino son la muestra evidente del efecto de la fe en estas tierras. Se vivía en chozas o simples ranchos aderezados como casa, pero la Casa del Señor era el más rico de los palacios de la villa o ciudad.
Los motivos para venir fueron muchos: oro, aventuras, servicio al rey, ascenso social. Pero el motivo que primó, sin suprimir a los anteriores, fue el sentido trascendente, religioso, hidalgo que el español daba a su vida: esto es, su visión religiosa de la realidad y su sentido misionero. El motivo pasó, de este modo, a ser herencia. Lo afirmado no quita el lado negativo de todo proceso histórico civilizador y evangelizador. Los VEINTE siglos de Cristianismo Católico lo prueban.
Así, América se fragua con un fuego sobrenatural. Junto con esa fe católica, que entrañaba un amor a CRISTO y a MARÍA, venían las peculiaridades de las formas andaluzas, extremeñas, vascas, castellanas de la cultura cívica y religiosa del español que entregó a estas tierras. El amor a la tierra se trasplantó aquí. En Córdoba fuimos la Nueva Andalucía; en otras latitudes los otros nobles nombres de las regiones de España fueron el nombre de bautismo de otras regiones de América.
Pero el particularismo no triunfó totalmente, pues el vínculo fue la fe que se expreso en la lengua de Castilla. El rey era el primero de los creyentes y su deber era extender el Reino de Jesucristo entre los infieles, como lo decían las Bulas Alejandrinas. La singularidad de España, a la vez multiplicidad de regiones, encontró aquí un terreno fértil para hacer surgir, después de siglos de unión, la mancomunidad de los países hispano-americanos. La fe inicial se había revestido, con el pasar de los siglos, de un conjunto teológicos, jurídicos y políticos que fueron capaces de conformarnos como naciones. España era deudora de tarsios, íberos y celtas, como de la civilización de Grecia y Roma; la Germania, Sepharat, y del Islam. Su síntesis, obra cristiana, pasaba a estas tierras. Daría fruto. Así se ha visto con el andar de estos quinientos años.
Motivo y herencia son dos palabras que pueden aplicarse a la fe cristiana, pues ella incentivó grandemente el proceso histórico de civilización y de evangelización, y porque la fe católica se constituyó en el fundamento ético de la cultura hispano-criolla que aquí se formó. Lima tuvo 6 concilios provinciales, entre 1551 y 1732. México 3 en el siglo XVI. Ellos marcaron la pauta evangelizadora para toda América. Buscaban entregar, junto con la fe, las formas civilizadas de convivencia a los indios.
La fe se unía con la cultura, y la universidad, sede y centro del saber hispano, era receptado en América, donde Lima y México fueron centros de esplendor. En los comienzos, Juan de Zumárraga, primer obispo de México, – Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de América se apareció por primera vez el 9 de diciembre de 1531 a un pobre y sencillo indiecito, llamado Juan Diego en el cerro Tepeyac, no lejos de la ciudad de México – pedía a Carlos V se fundase en su sede un centro superior de cultura. Seguirán las Universidades Menores, que jalonaron toda la geografía hispanoamericano, en número de 30 hasta albores del siglo XIX.
La intención evangelizadora llevó también al misionero culto y preparado a interesarse por la historia de los naturales, salvándose así sus lenguas y tradiciones. Juan de Zumárraga y Diego de Landa destacaron en ello en México, como Luis de Valdivia entre los araucanos. Sin duda hubo una profunda espiritualidad en el núcleo central y más virtuoso de los evangelizadores.
La fe y sus responsabilidades morales llevó a la Escuela de Salamanca a gestar el futuro el futuro Derecho de Gentes, cuando se defendía la capacidad del indio para ser hombre libre. ¿Ha muerto la Leyenda Negra? No. Porque lo que ella pretendió, por razones políticas, no fue tanto atacar a la poderosa España del siglo XVI, sino al Catolicismo vigoroso y renovado de la Contrarreforma Tridentino.
Documento 2. JUAN DE CONTRERAS, marqués de Lozoya.
El día 26 de noviembre del año de gracia de 1504 entregó a Dios su excelso espíritu en sus palacios de Medina la buena Reina ISABEL. Pedro Mártir de Anghiera buscó en su mejor latín las ponderaciones más elegantes para dejar a la posteridad un cuadro de dolor de la corte. En una peregrinación que duró casi un mes, el féretro de la reina fue llevado en viaje postrero por aquellos campos de Castilla y Andalucía que tantas veces ISABEL había corrido en su afán de cumplir con el deber que el cielo le entregara con la corona: de Medina a Arévalo; de aquí a Cardeñosa, a Cebreros, A Toledo, a Manzanares, a Palacios, a En Viso, a Barcas de Espelúy,y, por Jaén y Torre-Campo, al convento de San Francisco de la Alhambra. Las lluvias del otoño convertían en fangales los campos y los caminos en torrenteras. De las aldeas y de los caseríos los campesinos salían a contemplar en la desolación de los días otoñales el arca que contenía aquel gran corazón que había amado sobre todo a los pobres y desamparados de la tierra.
Fernando aún corrió tierras y pasó mares; aún guerreó y enredó a otros príncipes en las sutiles redes de su ingenio; al cabo, en 23 de enero de 1516, errante, como había vivido; casi solitario, como placía a su espíritu, acudió a aquella solemne cita que en su testamento le hiciera su enamorada mujer:
“Porque siempre se acuerde de que ha de morir, e que le espero en el otro siglo; e con esta memoria pueda más santa y justamente vivir”. Allí en la capilla real de Granada, duermen eternamente ayuntados así como la ternura de Isabel quería, “porque el ayuntamiento que tovimos viviendo, e que nuestras ánimas espero en la misericordia de Dios ternan en el cielo, lo tengan e representen nuestros cuerpos en el suelo”. ¿Quién recuerda que Fernando conoció otros amores y fue por algún tiempo infiel al signo de la unidad? Fernando e Isabel pasan a la Historia juntos y enlazados, como sus emblemas en el blasón de España, como el haz y el yugo de sus divisas, como sus bustos en las monedas. Sus cualidades, tan diversos, se concertaron en una obra común: unir a España y lanzarla por los caminos del Imperio.
Bien pudieron, al dormirse para siempre, inundar su espíritu en la paz de los que han cumplido valientemente con un deber inmenso, difícil siempre, a veces doloroso e ingrato. No hubo sendero trazado por la Historia que ellos no siguieran; a ellos les toco en suerte consumar los ideales de sus antepasados habían alentado durante siglos: la unidad nacional, la creación de un Estado fuerte, la consumación de la Reconquista, la unificación religiosa, el dominio del Mediterráneo y de la costa de África. Pero al mismo tiempo que habían cerrado unos caminos, otros quedaban abiertos para saciar la inquietud de España. La ruta de carabelas de Colón y aquella cláusula del testamento de ISABEL que designaba para suceder en el reino a Juana, esposa de Felipe de Austria y madre ya de un niño nacido con el siglo, bajo signo cesáreo, dejaban ya tarea preparada para el afán de muchas generaciones.
Documento 3. JUAN DE CONTRERAS, marqués de Lozoya.
LOS ORÍGENES DEL IMPERIO – La España de Fernando e Isabel.
Pero en el título y en el texto he respetado la palabra IMPERIO porque me sigue pareciendo la más exacta para definir el régimen que se organiza a fines del siglo XV y persevera – en avance triunfal o en incontenible declive – hasta 1808. Esa palabra, a fuerza de ser empleada de un modo profuso e irreflexivo, ha diluido su significado. Para que se pueda hablar no basta la existencia de un poder político eficaz, sino que se requiere en los que mandan un concepto militar – mejor militante – de la vida, pues el IMPERATOR es, ante todo, un caudillo castrense. La idea de imperio supone, además, el intento de aunar comarcas diversas en una “UNIDAD DE DESTINO”, de manera que, conservando cada una su propia personalidad, se convierten en el sistema imperial. Hay otra característica del imperio que viene a ser la suprema justificación de esta idea política: su carácter MISIONAL; el afán de unificar a los diversos países congregados en un tipo de vida y de cultura que, desde la metrópoli, irradia intensamente en las provincias y llega, en ondas cada vez más débiles, a las lejanas colonias.
...el dictado de “Reyes Católicos”,y son y serán siempre ejemplo de gobernantes porque concibieron la política como una entrega total al servicio de sus pueblos y fueron mártires de una tarea que les consintió ni un instante de distensión ni de reposo.
La clave de la Historia de España está en la lucha entre el signo de la unidad, representado, a sus tiempos, por el Imperio de Roma, por la monarquía de Leovigildo, por el califato de Córdoba, por la política de los sucesores de Sancho el Mayor, por Fernando e Isabel, por Austrias y Borbones; y el germen de la diversidad, siempre en actividad morbosa, aunque a veces oculta, que engendra la multiplicidad de tribus de la Hispania pre-romana, los reinos de Taifa y los reinecillos rivales de la Edad Media, la fiebre separatista de 1640, las Juntas locales de 1808, los cantones de 1873, la república de 1931.
Desde la muerte de San Fernando, y sobre todo desde el advenimiento de la dinastía de Trastamara, este principio de la diversidad parece triunfar de la labor unificadora que trabajosamente se habían impuesto los grandes reyes de Castilla, que nunca habían dejado de sentirse herederos de los reyes godos de Toledo, señores de toda España. La monarquía castellano-leonesa había encontrado este ideal con la Reconquista, que congregaba a reyes y vasallos, a nobles y plebeyos, en un anhelo: el de volver a la cristiandad las tierras de sus antepasados disgregadas por la invasión musulmana del siglo VIII. Pero desde la muerte de San Fernando este ideal se siente cada vez con menos fuerza y acaba por extinguirse casi por completo. Dominaba toda la baja Andalucía por el gran rey, conquistada Valencia por su amigo y aliado Don Jaime de Aragón, los moros dejan de ser un peligro y los cristianos acaban por no pensar en ellos. En verdad que queda todavía en ángulo SE. El pequeño reino de Granada, regido por monarcas hábiles y decididos, erizado de castillos en sus breñas como una inmensa fortaleza, con sus puertos de Málaga y de Almería, puertas abiertas a las invasiones africanas; pero a los moros granadinos ya no se les considera como extraños, ni casi como enemigos. Los reyes Nazaries son vasallos y tributarios de Castilla, y como tales confirman los privilegios rodados. En los largos períodos de paz los granadinos comercian en los mercados castellanos, y los caballeros de uno y otro reino alternan en justas, torneos y cacerías. La guerra de reconquista no es ya un ideal colectivo; interesa solamente a los pueblos fronterizos, cuyos adalides organizan de vez en cuando alguna algarada para robar ganados o talar mieses, y solamente en ciertos momentos en que un príncipe quiere probar con alguna hazaña el valor de los caballeros – como en las empresas de Antequera y de Higueruela – recobra momentáneamente su categoría de gran tarea nacional.
Tímidamente apuntan, al final de este período, orientaciones que un siglo después habían de prevalecer con vigor y prestigio arrolladores. El fino y enérgico espíritu de Enrique el Doliente quiso marcar nuevos rumbos a la inquietud de sus vasallos señalándoles gloriosas rutas en el mar. Hacia 1393 el rey autoriza la empresa de algunos osados marinos andaluces, vizcaínos y guipuzcoanos, que, en Sevilla, se asocian para explorar las Islas Afortunadas, y consiguen posesionarse de Lanzarote, y pocos años más tarde toma la protección real las exploraciones por el archipiélago del caballero normando Juan de Bethencourt, con las cuales se intensifica la conquista y colonización de aquellos países, no menos interesantes, aunque menos divulgadas, que las de América. La curiosidad viajera de los castellanos se despierta con aquellas famosas embajadas a la corte de Tamerlan, cuyos relatos, que a veces parecen arrancados de un libro de caballerías, nos traen una visión fantástica de las riquezas de Oriente. En la segunda mitad del siglo XV eran frecuentes los viajes de los marinos de los puertos atlánticos del sur de España hacia las costas de Guinea. “La Mina de Oro”, para hacer con los indígenas comercio del precioso metal. “Esta fama – escribe Hernando del Pulgar – se extendió tanto por aquellos puertos de Andalucía, que todos trabajaban por ir a aquella tierra; e acaeció haber de un viage diez mil pesos de oro, que era cada peso valor de dos florines de Aragón”. Claro es que estas expediciones aventureras para trocar ropas viejas y cobre por oro no fueron una empresa de las que bastan para vigorizar a un pueblo, pero fomentaron en un pequeño núcleo el interés por los descubrimientos, crearon nidadas de expertos navegantes y explican muchos puntos oscuros de la gran aventuras de Colón.
No tenían tampoco las Españas, como otros países del centro de Europa, una unidad de raza que, al reaccionar al contacto con pueblos vecinos, congregase a los habitantes del país creando entre ellos recios vínculos, y la diversidad de religiones era en ellas un poderoso elemento de dispersión. Porque la división fundamental que el mismo reparto político en diferentes reinos, está en la convivencia en todos ellos de hombres de tres religiones: los cristianos viejos, descendientes de los reconquistadores, de raza goda o hispano-romana; los judíos y los musulmanes, todos los cuales, siguiendo los principios del particularismo medieval, conservan su religión, sus leyes, sus magistrados, sus trajes, sus lenguas y sus costumbres. Nada más complejo, más abigarrado, más pintoresco que una villa o ciudad, en Castilla o en Aragón, al apuntar el siglo XV. Ni aun los propios vestigios monumentales bastan para darnos alguna idea de esta complejidad, cuya riqueza de matices debió de ser inmensa. Si queremos imaginar lo que eran Córdoba, Toledo, Segovia o Daroca en el 1400 no recordemos, sino como una vaga indicación topográfica, las ciudades actuales, sometidas a un ritmo de vida monótono; pero situemos en el mismo lugar con la imaginación una población marroquí, hacia 1930, Tetuán, por ejemplo; como en Tetuán, los cristianos, casta dominadora, convivían con los moros en sus barrios de retorcidas callejuelas, en cuyas casas, de herméticos exterior, se hacinaban hombres consagrados a los oficios de construir; alarifes, carpinteros, albañiles, yeseros; mujeres retraídas que conservaban con cuidado sus viejos ritos, ensalmos y conjuros. Y aparte de unos y de otros, viviendo a expensas de todos, por todos humillados y ejerciendo, sin embargo, sobre ellos poderosa influencia, los judíos de la Aljama.
Los judíos son acaso la pieza más importante de cuantas juegan en el complicado tablero español del 1400. Sin estudiarla bien, y sin valuar exactamente su intervención, no es posible conocer el período. La primera actividad de los judíos en España es tan lejana que se remonta a muchos siglos antes de Jesucristo y se confunde con las persistentes emigraciones sirias de nuestra Edad Antigua. Después de la dispersión o diáspora del pueblo de Israel debieron de llegar a la Península fuertes contingentes, y sin duda en todo el bajo Imperio la inmigración debió de ser constante. En el momento en que hay en España una monarquía católica, a partir de Recaredo, adivinamos la influencia secreta y fuerte de los judíos en las mismas reacciones violentas de los monarcas y de los Concilios. Fue Sisebuto el primero que les presentó la alternativa de bautizarse o de emigrar. Egica, al presentar el “Tomo Regio” al Concilio XVII de Toledo, justificó las durísimas medidas que contenía contra los judíos en una conspiración de éstos para entregar a España a sus correligionarios del otro lado del Estrecho. Cuando pocos años después sobreviene la ruina de la patria goda, los judíos eran suficientemente poderosos para apoyar eficazmente a los invasores y entregarles ciudades importantes, y, sobre todo, la misma ciudad regia: Toledo. En el tiempo en que los avances de la Reconquista van restaurando en España la monarquía católica se encuentra ésta a los judíos bien establecidos en las ciudades reconquistadas, viviendo en sus barrios separados al estilo de Oriente. En general no se oponen a la monarquía, antes bien cooperan con ella, porque el criterio de extrema tolerancia que imponían los tiempos, en que los cristianos no eran sino una minoría dominadora, les permitía vivir a su guisa y hacerse cada vez más fuertes. Muchos reyes fueron grandes protectores de los judíos y fueron servidos por ellos lealmente. En la batalla de Zalaca tomaron parte, a favor de Alfonso VI, tropas judías con sus distintivos especiales. La protección de Alfonso VI a las aljamas ha dado lugar a un venero legendario, y en su tiempo las juderías aumentan y se levantan las más suntuosas sinagogas. El reinado de Pedro el Cruel fue de tal esplendor y prosperidad para el pueblo sin patria hasta 1948, que pensó encontrar en Toledo otra Jerusalén y en el consejero Samuel Levi al mismo Mesías.
El último siglo de la Edad Media presencia la reacción violenta contra los judíos y sus hábiles defensas, sus procedimientos sutiles para seguir dominando sea como sea. La nueva dinastía de los Trastamara persigue a los judíos por antítesis a la política de Pedro el Cruel; el pueblo se venga ahora de la altanería y de las rapiñas de los hebreos en el tiempo en que gozaron del favor real. Los asaltos a las juderías, las matanzas de judíos se suceden con cierta periodicidad. Las leyes en que se les ordena el uso de distintivos, o se les imponen nuevos tributos, se reiteran en cada reinado. Las aljamas, sin embargo, viven y prosperan; sus habitadores se consagran a oficios tranquilos y lucrativos; no hay entre ellos labradores, soldados ni obreros de rudos oficios; son muchos de ellos contadores, médicos, plateros, latoneros, zapateros; otros comercian en ropas viejas y casi todos prestan dinero cuando se les ofrece ocasión. Y así viven años y años, íntimamente compenetrados con el pueblo español, pero sin confundirse nunca con él. Y en los malos tiempos, cuando la persecución arrecia, todavía conservan influencia en las altas esferas del Estado por medio de los conversos, que conservaban todas las cualidades de penetración de la raza y no tenían ya obstáculo ninguno que les apartarse de los altos cargos. Acaso se ha dado una extensión excesiva a la palabra “CONVERSO”. Para algunos extranjeros, como WALSH, es converso todo aquel que por algunos de sus linajes tenía algunas gotas de sangre judía, como Don Juan Pacheco o Andrés Cabrera; pero no cabe poner en duda la existencia de familias poderosas de clara de clara y próxima ascendencia judaicas, como los Santa María, y los Coronel, en Castilla, y los Sánchez, los Santángel y los Caballería, en Aragón.
En segunda mitad del siglo XV el PODER REAL, personificación entonces del Estado, llega a la máxima decadencia, y en momentos parece eclipsarse por completo. Los juristas, penetrados del romanismo renacentista, afirman en sus Tratados que la voluntad del príncipe es la suprema ley y que la autoridad regia, como el sol, vivifica todos los miembros y organismos del reino; pero en la práctica estaba esta autoridad tan mediatizada por entidades y personalidades poderosas que apenas era otra cosa que un factor más – a veces no el más importante – en el juego de tantos factores. Momentos hay en la historia peninsular de este período en que, extinguido de hecho el Poder real, el Estado no existe y es sustituido por tantos Estados como maestrazgos hay de las órdenes militares, grandes señoríos, consejos poderosos y dignidades eclesiásticas. La corona castellano-leonesa, la de Aragón-Cataluña y la de Navarra están entonces en príncipes de la Casa de Trastamara, y sobre todas ellas pesa el signo de la dispersión. Dos reyes hermanos, Enrique y Alfonso, se disputan la corona de Castilla, y sus partidarios riñen en batallas campales; en Navarro, agramonteses y beamonteses alientan la enemistad entre Juana Enriquez y el príncipe de Viana; en Levante, los catalanes sublevados, buscan reyes que oponer a Juan II. Todos son bandos y querellas, conjuras y particiones; cada noble, cada maestre, cada consejo sigue su partido, y de hecho no reconoce supremacía de poder alguno.
Eran harto distintos de condición los dos monarcas, parientes tan cercanos, que ceñían las coronas de Castilla, de Aragón y de Navarra en este campo; pero ninguno estaba hecho para servir a la causa de la Unidad. En Enrique IV de Castilla, uno de los ejemplares humanos más interesantes en la historia de España, se concreta toda la corrupción de tantas decadencias. No se advierten en él ciertamente los vicios de aquella moribunda caballería, con su afición al lujo, a los paramentos, a los motes, a una especie de liturgia erótica, sensiblera y sensual; pero, en cambio, se exarceban en él morbosamente otros indicios de degeneración: un NATUTALISMO, no sin contacto con la sensibilidad russoniana del siglo XVIII. En la segunda mitad del siglo XV, época barroca por excelencia, hay como un intento de vuelta a la naturaleza, un gusto particular por lo selvático y montuno. En la decoración de los castillos se fingen los ramajes de las florestas, y la flora y la fauna de la selva virgen palpitan en la hojarasca del último gótico. Los caballeros se visten de salvajes en fiestas y torneos, y hombres de las selvas, velludos, figuran esculpidos en infinidad de monumentos – la fachada de San Gregorio, de Valladolid; la capilla del Condestable, en Burgos -. Este rey Don Enrique, antecesor de Fernando y Isabel, encarna maravillosamente este ideal selvático. Un historiador francés, Lebreton, le ha llamado “Le roi sauvege”. Tenía, según el cronista Enriquez, “aspecto feroz, casi a semejante del león”. “Era gran cazador de todo linaje de animales y bestias fieras; su mayor deporte era andar por los montes, y en aquellos hacer edificios e sitios cercados de diversas maneras de animales”. Y juntamente con esta corrupción prendieron en él todos los usos y los vicios del Oriente. Un viajero bohemio, León de Rosmithal, vio la corte de Enrique en Olmedo y advirtió que el rey parecía en su vestido y en sus maneras; en sus fábricas, a las que era tan aficionado, campea el más exuberante mudejarismo; su afición a los moros ocasionó graves disturbios en su reinado; prefería la gineta morisca a la más noble brida castellana.
Como su padre, Juan II, Enrique IV es un desertor que aborrece su oficio de rey; ciertamente durísimo e ingratísimo, pero es el único capaz de llenar un corazón grande por sus inmensas posibilidades de gloria. Como su padre, abandona el gobierno en manos de privados, a los que da cuanto quieren: castillos, rentas y ciudades, con tal de que le quiten el afán de gobierno y le dejen el tiempo libre para vagar por los bosques, contemplar sus bestias salvajes y dedicarse en soledad a sus ensueños. “Toda conversación de gentes le daba pena. A sus pueblos pocas veces se mostraba; huía de los negocios, despachábalos muy tarde... Todo canto triste le daba deleite: preciábase de tener cantores y con ellos cantaba muchas veces... Estaba siempre retraído; tañía dulcemente el laud; sentía bien la perfección la perfección de la música”. Y este pobre rey romántico, de deserción en deserción, llegó a renunciar a su propia dignidad de varón y a caer en la Historia envuelto en inmenso ludibrio.
Tampoco era Juan II de Aragón el príncipe destinado a crear un imperio. Tenía virtudes varoniles de que careció su pariente el de Castilla, y en astucia, y en fina y constante energía, podía equipararse con su contemporáneo y enemigo Luis XI de Francia; pero su sino fue una lucha constante, lucha pequeña, de menudas intrigas, en que el amigo de hoy es el enemigo de mañana, en que toda cautela es precisa para adivinar los designios, no ya del adversario, sino del parcial. Así es la contienda, que dura lustros, de “los infantes de Aragón” contra Don Álvaro de Luna; ni aún acaba esta guerra cuando Don Juan, el más audaz de los infantes, viene a parar en rey de Navarra. La política de Navarra, dividida entonces entre agramonteses y beamonteses, se complica y entrelaza con la de Castilla, y más cuando el rey de Navarra, buscando apoyo en la nobleza castellana, casa en segundas nupcias con Doña Juana Enríquez, la ricahembra ambiciosa y tenaz, y de aquí la lucha sin tregua contra su propio hijo, el primogénito del primer matrimonio, el príncipe de Viana, otro soñador y otro indeciso, y como consecuencia de esto – porque en el reinado de este rey las guerras nacen de las guerras y las intrigas de las intrigas – el espantable conflicto con Cataluña: todo un pueblo, el más tozudo de los pueblos de la tierra, puesto en frente de él, suscitándole en su desesperación en su desesperación adversarios en todas partes. Y, por último, ya octogenario, en los extremos de la vida, la defensa contra las sutiles artes del rey de Francia, que de este río revuelto quería sacar ganancia el condado de Rosellón. Buen guerrero y buen político, Juan II de Aragón no tuvo fuerzas para desembarazarse de esta red de querellas mezquinas, de pequeñas guerras, para las que parecía nacido, y que envolvió e hizo estéril el largo combate de su vida.
En estos años de la BAJA EDAD MEDIA, en que toda Europa asiste a la lucha trágica entre la corona y los grandes señores, la nobleza, ya agonizante, y al cabo vencida, despliega su máximo esplendor. La misma lucha desarrolla en los nobles energías y actividades inmensas y es propicia en ellos a la formación de grandes caracteres, de individualidades poderosas. En Castilla, las circunstancias en que asciende a la realeza la Casa de Trastamara aumentan extraordinariamente el poder, la riqueza y el influjo de la alta nobleza, pues la nueva dinastía, de tan dudosa legitimidad, empleó como uno de los medios más eficaces para su consolidación el repartir pródigamente tierras, señoríos y juros, no sólo para ganarse amigos con las mercedes, sino, sobre todo, para ligar poderosos intereses a su fortuna; método eficaz que fue luego empleado con provecho por los ministros de Doña Isabel II. Se Introdujo en Castilla por entonces la jerarquía nobiliaria del centro de Europa, tardía floración de un feudalismo que nunca arraigo en tierras castellanas, y los señores de muchos vasallos comenzaron a obtener de los reyes licencia para titularse duques, marqueses, condes y vizcondes. La institución de mayorazgos se fue haciendo cada vez más frecuente y contribuyó a consolidar y perpetuar la riqueza en los grandes familias. Los castillos adquirieron prestancia palaciana, unas veces contendiendo el palacio, con su patio de complicadas y sus maravillosos artesonados mudéjares dentro de las viejas murallas, como en el castillo de Escalona, que fue de Don Álvaro de Luna, o el de Cuellar, de Don Beltrán de la Cueva; otras veces fundiendo ya el palacio y el castillo en un mismo impulso constructivo, sin que sea ya posible precisar si torres, matacanes o barbacanas se emplean se emplean como gala o como defensa, como sucede en Coca, de los Fonseca; en Manzanares, de los Mendoza, o en Belmonte, de los Villena. También en las ciudades tenían los grandes señores palacios suntuosos en que los esplendores del último gótico se complican con las tracerías moriscas. Son cada vez más frecuentes los torneos, en que se agota el ingenio en la invención de cimeras, de motes, paramentos y divisas, en justas y en saraos, y aun algunos señores, como un lujo supremo, comienzan a coleccionar en sus bibliotecas códices miniados.
El dominio, la riqueza, la ausencia de un poder público fuerte fomentan la formación exuberante de caracteres enérgicos, a veces magníficos tipos humanos, que se malgastan por la falta de una gran tarea colectiva. Y estas energías se pierden en luchas estériles y en empresas egoístas. Y estas energías se pierden en luchas estériles y en empresas egoístas. Con la astucia, con la tensión continuada y fuerte que emplea un Don Juan Pacheco, marqués de Villena, en aumentar prodigiosamente su patrimonio familiar podría haberse fundado y sostenido un imperio. Los mejores, como el marqués de Cádiz y el duque de Medina Sidonia, suspenden alguna vez su inacabable lucha para hacer la guerra al moro; guerra menuda, en que apenas hay tiempo para conquistar algún castillo fronterizo. Cada uno de estos grandes señores tiene a su alrededor una nube de parientes, de caballeros de acostamiento, de escuderos, de soldados que les ayudan a asolar el país. La caballería ciudadana, verdadera clase media blasonada y armada, aprovecha cualquier pretexto para dividirse en bandos, si no lo estaba ya desde los días de la Reconquista, y se hace la guerra de calle a calle y de casa a casa, guerra en que se llevan a cabo estériles actos de valor heroico de generosidad, de desprecio a la vida y la hacienda. Y de todo ese conjunto de individualidades desencadenadas, de apetencias y de ambiciones, sin más freno que las fuerzas rivales, se origina aquel estado caótico de la Castilla enriqueña de 1473, que se refleja en la carta, tan citada, de Hernando del Pulgar al obispo de Coria. En Andalucía era tan cruda la guerra que se hacían el duque y el marqués que hasta empleábanse moros en ella, y en Sevilla era un campo de batalla cada plaza y una emboscada cada calle; tenían a Córdoba en la misma situación las gentes de Don Alfonso de Aguilar y de su pariente el conde de Cabra. El reino de Murcia, feudo de los Fajardos, hacía cinco años que no se comunicaba con los demás de Castilla. Todo el reino de León y la Tierra de Campos corrían y asolaban el maestre de Alcántara, Don Alonso de Monroy, y el alcalde de Castroñudo, Pedro de Mendaña, el cual cobraba regularmente contribuciones – precio de la paz – a muchas ciudades, como los señores del Atlas a los poblados marroquíes. “Las guerras de Galicia, de que solíamos espeluznar, ya las reputamos ceviles e torerables, sinno lícitas”. Y cuenta que andaban por el Arzobispado de Santiago aquel Pedro Madruga, conde de Camiña, y el mariscal Pedro Pardo, capaces por sí solos de deshacer un reino. Reñían Silvas y Ayalas por las callejas moriscas de Toledo, y las gentes del condestable y del conde de Treviño alteraban las tierras altas de Burgos. “No hay más Castilla – escribe el cronista - , sinno, más guerras havría”. Y al escritor no le interesaban aquellas espantables contiendas entre oñacinos y gamboinos que nos describió en sus en sus Bienandanzas e fortunas Lope de García de Salazar, ni caían en su jurisdicción las tenaces hostilidades de agramonteses y beamonteses en Navarra, ni la guerra de payeses de remensa contra sus señores en Cataluña.
De aquí que en 1473, cuando el pobre Rey ENRIQUE iba buscando por los bosques reales, como las alimañas acosadas, una guarida donde morir, hubiera desaparecido en CASTILLA el concepto de ESTADO. Cada cual labraba moneda cómo y dónde quería y a nadie se ahorcaba por JUSTICIA, aunque, como afirmaba PULGAR, “algunos se ahorcan con injusticia”. Y nada nos la idea de lo que aquello era como aquel ir y venir de Don FERNANDO y de Doña ISABEL, príncipes entonces, en desavenencia con el rey su hermano, con su pequeña corte, alentando la resistencia contra los mandamientos reales, como en Sepúlveda, y jurando fueros y privilegios, como hicieron en Vizcaya. Ayuntábanse en Cortes los procuradores para buscar amparo de una autoridad, sin la cual no pueden vivir las sociedades, mas “MIRAD – escribe PULGAR – CUÁN CRUDO ESTÁ EL HUMOR E CUÁN REBELDE QUE NUNCA HALLARON MEDICINA PARA LE CURAR, DE MANERA QUE DESESPERADOS YA SE HAN DEJADO DELLO”.
Juntábanse con el mismo fin los obispos; pero el escéptico cronista concluía: “MENOS SE PRESUME QUE APROVECHA ESTO”.
Desesperaban los hombres; pero ya la Providencia tenía dispuesto quien trajese a las ESPAÑAS:
“UNA LEY, UN IMPERIO Y UNA ESPADA”.
I. FERNANDO E ISABEL
Documento 4. JUAN DE CONTRERAS, marqués de Lozoya.
La aspiración a la unidad religiosa y política en los años en que la misma Cristiandad aparecía como rota con el Cisma de Occidente, es un anhelo tenaz, casi doloroso, en los espíritus más selectos y clarividentes de ESPAÑA, una tendencia más vaga, pero persistente siempre en la entraña del pueblo.
Es este anhelo el que inspira, en las postrimerías del siglo XIV, la poesía amarga de Pedro López de Ayala y la prosa pesimista de los moralizadores contemporáneos.
Esta tendencia general se hace eficaz en la primera mitad del siglo XV en un fraile valenciano y en un caballero de Castilla. San VICENTE FERRER había nacido en Valencia – conquistada primero por castellanos y por catalanes luego -, y quizá en su misma tierra nativa, tierra de dos hablas, se dio cuenta de esta aspiración popular e hizo de ella la norma y el oculto designio de su vida. San VICENTE FERRER, predicador incansable por tierras hispánicas, orador cuya palabra pintoresca y expresiva encontraba fácilmente los caminos del corazón, sabía como nadie penetrar en la entraña misma del PUEBLO y sabía su dolor ante las disputas que dividían la Iglesia, su repugnancia a la convivencia con moros y judíos.
A muerte de Martín el Humano, el fogoso dominicano viene a ser el árbitro del Congreso de Caspe, encargado de dar un rey a la corona de Aragón.
Y al fraile valenciano se debe la solución castellana del conflicto que abría los caminos para fundir aquellos dos grupos de Estados que venían siguiendo derroteros distintos.
Desde que el compromiso de Caspe coloca en el trono aragonés a FERNANDO de TRASTAMARA, la fusión está lograda virtualmente, y no en vano las moderna cultura separatista catalana atacaba furiosamente al hecho de CASPE y a su ilustre propugnador.
Castellano de sangre aragonesa y nacido en un castillo fronterizo, Don ALVARO DE LUNA fue otro de los paladines de la UNIDAD. Como no era REY, le fue preciso, con artes sutiles y mañas tortuosas, entrometerse en el lugar del rey.
La cosa no era difícil, pues en Castilla reinaba Don JUAN II, de la especie de los REYES desertores que del reinar quieren solamente la facilidad para los goces de la vida, pero huyen del duro y espinoso afán del oficio y lo entregan, con el dominio, a cualquiera que tenga hombros suficientes para aceptar la carga.
Ya conseguido su primer intento, Don ALVARO se enfrenta con aquella maraña de señoríos, maestrazgos y consejos y consagra su vida entera a concertarlos bajo una voluntad, que es la suya, puesto que el Rey no la tiene.
Para esto le es preciso ser el más fuerte, y se hace investir del MAESTRAZGO de SANTIAGO – territorios inmensos y milicias disciplinadas y aguerridas – y de las más enhiestas fortalezas del reino.
Lucha contra todos y a todos vence: a los astutos infantes de ARAGÓN, a los MENDOZA, refinados y elocuentes; a ZÚÑIGAS, PACHECOS, PIMENTELES; lleva sus banderas victoriosas hasta el pie mismo de los muros de GRANADA y ampara en NAVARRA a los beamonteses adictos a CASTILLA.
Pero no puede vencer a un enemigo que él mismo ha introducido en la Corte: a ISABEL de PORTUGAL, por sus propios manejos esposa del rey. Es la REINA, tenaz y obsesionada, quien va urdiendo la red que el VALIDO no puede romper, la trama irresistible en la cual el condestable pierde al cabo sus castillos, su poder y su vida.
Cuando en el día 22 de JUNIO de 1453 rodó en la plaza de VALLODOLID la cabeza de Don ALVARO de LUNA, rompióse la amarra fuerzas que contenía fuerzas tan diversas y se disgregaron para luchar luego entre sí y deshacer todo vestigio de IMPERIO y toda posibilidad de GRANDEZA.
Eran años aquellos preñados de inquietudes fecundas, de enormes posibilidades. Casi en los mismos días de la caída del Condestable se rendía CONSTANTINOPLA (29 de MAYO de 1453) al poder de MOHAMED II y el IMPERIO DE ORIENTE se hundía en los abismos de la Historia; quedaba cerrado al comercio de Occidente el viejo camino de las caravanas.
Los tesoros y la especiería de los países descritos por MARCO POLO quedaban para los europeos tan lejanos como un espejismo inaccesible, y comienza la comezón de buscar nuevas rutas por mares ignorados.
Todos los países de la Cristiandad trabajan por establecer un SISTEMA POLÍTICO más fuerte que permita más fácilmente a cada uno de ellos el llenar su MISIÓN HISTÓRICA. Un nuevo afán de saber aguijonea las almas; arden los corazones jóvenes con la fiebre de las exploraciones de MUNDOS NUEVOS, que en la GEOGRAFÍA y en la FILOSOFÍA se ofrecen con una sugestión irresistible:
MAGNUS AB INTEGRO SAECLORUM NASCITUR ORDO.
Este es el momento escogido por la PROVIDENCIA para dar entrada en el teatro de la vida a quien había de consumar la aspiración dolorosa hacia la UNIDAD en que se abrasaban las ESPAÑAS. El día 23 de ABRIL de 1451 el rey Don JUAN de Castilla escribía a los consejos de sus reinos comunicándoles que la reina ISABEL había dado a luz una NIÑA el JUEVES antecedente – esto es, el 22 del mismo mes -. No es de creer que esta noticia hiciese en los pueblos impresión notable, Nunca fueron populares los reyes eruditos, y Don JUAN no era joven y había reinado nominalmente muchos años. A la reina portuguesa nadie la conocía, y una neurastenia que había de degenerar la tenía demasiadamente retirada. En aquella niña, sin embargo, recién nacida en MADRIGAL, estaba entonces la esperanza toda de la redención de España.
La primera infancia de ISABEL transcurrió en los palacios – caserones destartalados a cuyas estancias daban los aposentadores una momentánea magnificencia – de Madrigal y de Arévalo, con su madre, pronto caída en el desvarío, y que fue uno de los grandes amores de su vida.
Acaso no ha sido suficientemente valorada la HERENCIA portuguesa en la formación del carácter de ISABEL. La infantita de Madrigal había de ser la antítesis de lo que había hasta entonces manifestado su sangre paterna de Trastamara. Si acaso, en su abuelo ENRIQUE III puede encontrarse puede encontrarse algún precedente de la tenaz energía, de las amplias miras IMPERIALES de la infanta; pero, en cambio, nada más opuesto al puro clasicismo de su figura que la abulia de “vencidos por la vida”, la deserción de todos los deberes, la aceptación de todos los fracasos de su padre, JUAN II, y de su hermano, ENRIQUE IV (el IMPOTENTE).
Por el contrario, la Casa de AVIS, de la que provenía ISABEL de PORTUGAL – hija del infante Don JUAN, nieto del Rey FUNDADOR -, era como nidada de azores en vuelo sobre el mar ; una dinastía joven, dinámica, enamorada de la nobleza del poder, llena de anhelos IMPERIALES, bien penetrada del sentido de la responsabilidad que hace grandes a los príncipes. El maestre de AVIS, bisabuelo de ISABEL, conquista un reino con su ESPADA, y no bien pacificado todavía, le señala en ÁFRICA sus vías de expansión. Sus hijos integran aquella
INCLITA GERACAO D´ALTOS INFANTES,
Que cantó CAMOËNS en LAS LUSIADAS: DUARTE, legislador y literato; ENRIQUE “el navegante”, el iniciador de los grandes DESCUBRIMIENTOS geográficos, el creador en el extremo de Europa de la escuela de SAGRES, el gran precursor que envía con rumbos misteriosos a las carabelas de Portugal; Don FERNANDO, el mártir, el príncipe CONSTANTE; Don Pedro, explorador infatigable de las tenebrosas comarcas del PRESTE JUAN.
La misma Doña ISABEL demuestra, apenas introducida por su matrimonio con JUAN II en la corte de CASTILLA, que sabe adonde va y lo que quiere. Viuda al poco tiempo, sin posibilidades de acción, acaso el malogro de tanta energía acumulada produzca en ella la locura. Pero el fracaso de los padres es, quizá, la gloria de los hijos, y los sueños de la pobre loca de Arévalo (ISABEL DE PORTUGAL) habían tener realidad en la niña recién nacida (ISABEL LA CATÓLICA), tan pronto huérfana, pero que lleva en su sangre el sentido de la dignidad humana y de la responsabilidad regia.
Cuando la Infanta ISABEL aún no había cumplido los cuatro años, en 13 de noviembre de 1453, le nació un hermanito, al cual pusieron por nombre ALFONSO, que había de ser su malogrado compañero en la fortuna. La corte andaba entonces andariega, de ciudad en ciudad y de villa en villa. El infante nació en Tordesillas, y pocos meses después, (20 de julio de 1454) murió su padre el rey Don JUAN, doliéndose en los umbrales temerosos de las Eternidad de no haber nacido hijo de un menestral para haber sido fraile del Abrojo y no rey de CASTILLA. Hubo mudanza, y la reina portuguesa, que lo había sido todo, vino a ser nada, si una pobre enferma recluida con sus hijos niños, hembra y varón, en castillos perdidos en la meseta castellana.
CASTILLA había acogido al nuevo rey con el fervor con que recibir las novedades el pueblo que “face a los hombres e los gasta”, y el buen ENRIQUE goza de un prestigio y de una autoridad y que, según la hipérbole del cronista DIEGO ENRIQUEZ, superaba a la de los reyes sus pasados. El nuevo rey, embriagado con la próspera fortuna, no se cuidaba sino de fiestas y cacerías, en algaradas inútiles contra los moros de GRANADA, en prosperar a sus favoritos, en preparar sus bodas con JUANA de PORTUGAL y en celebrarlas con fiestas con fiestas en que el lujo oriental se mezclaba con los esplendores de la agonizante caballería, a la manera que se entrelazan los adornos de la agonizante caballería, a la manera que se entrelazan los adornos moriscos y flamígeros en el mudéjar enriqueño. De su madrasta loca y de sus hermanillos no se acordaba más, sin duda, que de las nubes de antaño.
Aquellos años de pobreza y de olvido en MADRIGAL, en Tordesillas, en Escalona, en Cuellar, en Arévalo, fueron sin duda los definitivos en la formación de la infanta de ISABEL. HIDALGUÍA y POBREZA son grandes maestros, pues la una enseña a soñar grandes cosas y la otra templa el ánimo y le esfuerza para llevarlas a cabo: hidalgos pobres han hecho la historia de ESPAÑA. En el corazón de Castilla, la mente de ISABEL, en los años en que suelen formarse definitivamente los caracteres, se va impregnando de un sentido austero y militante de la vida. En el corazón de Castilla, más católica porque tiene que mantener su fe en tensión constante para librarse del contagio de MOROS y JUDÍOS, su fe se hace FUERTE, CLARA y SENCILLA, no turbada por ilusiones ni fantasmagorías.
Años después, su nieto rey de romanos, FERNANDO, decía a los protestantes de ALEMANIA, que intentaban envolverle con sus sofismas teológicos: “¿Cómo queréis turbarme si me criado entre los cristianos viejos de Medina?”.
En los lugarones castellanos, donde el trato de nobles y plebeyos es fácil y cordial, ISABEL aprendió a “SENTIR” al pueblo; contemplando desde los adarves de los castillos las lejanías de mieses y de pinares en el ambiente diáfano de las meseta se acostumbró a ver claro, a valorar las cosas dando a cada una su proporción exacta.
De estos primeros años de olvido apenas sabemos nada. Se dice que estudió, no nos dicen con qué CLÉRIGOS eruditos; sin duda aprendió sabe Dios con qué MONJAS y en qué monasterios todas las artes de una buena ama de casa y todos los primores de las haciendas femeniles, a que fue aficionada toda su vida. De su piadosa solicitud en atender a su madre loca tenemos el testimonio de EL CARRO DE LAS DONNAS, en que se lee: “Esto me dijo quien lo vido con sus propios ojos: que la reina doña Isabel, nuestra señora, cuando estaba en Arévalo visitando a su madre, ella misma por su persona servía a su misma madre”. Honda y recatada preparación para una vida que aún no se sabía cuál hubiese de ser, si de rectora de un convento, de un hogar o de UN IMPERIO.
Esta preparación no fue muy larga. Cuando la infanta hubo cumplido los diez años y su hermano por los siete, comenzó a crecer su nombre y a tomar un primer puesto en la vida política de CASTILLA.
Poco habían durado las peripecias del rey Don ENRIQUE, fracasado en su empeño de contentar a todos, lo cual, según cierto cronista, ni aún al Cielo consienten los afectos humanos. Aquella farsa de corte y aquella apariencia de Estado se derrumbaban por momentos. Se murmuraba, ya a las claras, de la privanza de Don BELTRÁN de la CUEVA, de la protección excesiva a los MOROS, del DESGOBIERNO, y de la INJUSTICIA. Se formaba una oposición poderosa, y como esta oposición necesitaba un núcleo en el cual apoyarse, fuese concretando en torno de los infantes pueblerinos. Era ya dudosa, después de los escándalos del divorcio con BLANCA de NAVARRA, la sucesión de ENRIQUE, y la figura de los dos infantes, hijos indiscutibles de rey y reina de CASTILLA, se proyectaba hacia el porvenir.
El cronista DIEGO ENRÍQUEZ, abogado defensor en el pleito histórico del rey, atribuye la llamada a la corte de los infantes a manejos malévolos del arzobispo de Toledo, CARRILLO, y del marqués de VILLENA, sombra fatídica de ENRIQUE: “E como el arzobispo de Toledo y el marqués de Villena tenían algunos siniestros motivos, agenos de lo que al estado del rey convenía, insistieron con el rey que mandase traer a los infantes sus hermanos para que de contino anduviesen por la corte, porque allí serían mejor criados y aprenderían virtuosas costumbres que estando apartados del rey. El rey, aviendo por bueno su consejo, mandó que les truxesen; e traidos, dio cargo del infante a DIEGO de RIBERA, caballero de limpia sangre e crianza de mucha virtud, para que su ayo e le doctrinase como a hijo de rey pertenescia; e mandó que la infanta doña Isabel de contino estuviese con la reyna, de la qual con mucho amor e hermandad fué siempre tratada”. Desde entonces vemos a los infantes seguir a todas partes a la reina, trabajando su imaginación todos los días con impresiones nuevas y adquiriendo esa precocidad de comprensión de los niños obligados a vivir entre mayores, y más cuando son objeto de atención especial. Puede decirse que acabó entonces la infancia de ISABEL y de ALFONSO. A comienzos del año 1462, ISABEL es madrina de la hija presunta del rey, aquella JUANA “la Beltraneja”, cuya adversaria había de ser más adelante, y poco más tarde ella y su hermano asisten a la jura de la recién nacida como princesa heredera de CASTILLA. Después van de ciudad en ciudad y de villa en villa, a veces como huida, siguiendo a la corte, cuya situación se hace cada día más angustiosa.
Es el tiempo de los funestos augurios, cuando en tierras toledanas manan sangre las espigas y en la leonera de Segovia se comen al más rico león los leones chicos, y en otras partes hablan chicos de pecho pronosticando desdichas o se ve en el cielo como un choque de ejércitos en batalla.
Hacia sus doce años, ISABEL asistió a las vistas del Puente del Arzobispo con ALFONSO V de PORTUGAL, en las que vio prometida al rey, ya viudo, soñador y romancesco, el cual, años más tarde, había de ser para ella “el adversario” por excelencia.
Las personas de ambos hermanos comenzaron a ser objeto de codicia por parte de los nobles rebeldes, de recelo por parte del rey; un día, en el Alcázar de Madrid, estuvieron a punto de caer en manos del marqués de Villena y de los suyos, que asaltaron aquel alcázar; otro día, en el palacio de Segovia, se tramó una vasta conjura para apoderarse de reyes e infantes. Desde entonces los hermanos del rey viven casi siempre en Segovia, en el alcázar o en el palacio real “que fue de RUI DÍAZ”, CASI COMO CAUTIVOS. Debieron entonces de aprender a recelar de todos, a estudiar y componer sus ademanes y sus palabras, aquellos niños entristecidos por un prematuro conocimiento de los hombres y de la vida.
Es harto dudoso que en la corte de ENRIQUE, cuartel de los siete pecados capitales, y en la compañía de la livianísima reina JUANA, pudiese ISABEL aprender “más virtuosas costumbres”, como suponía el cándido DIEGO ENRÍQUEZ. Y, sin embargo, la corte contribuyó poderosamente – aparte del doctorado en hablas galanas y en pulidas maneras, necesario a un príncipe – a la formación del carácter de ISABEL. Contribuyó “por reacción”, por oposición constante, mantenida tenazmente, en lucha de cada hora, de cada momento. Probablemente ISABEL, a los doce años, tendría ya definida su posición moral. En los pueblos de CASTILLA es muy precoz en los niños la iniciación en los misterios de la vida, y aun más lo sería en el siglo XV, en que la EDUCACIÓN corría por normas tan diferentes, y la infantita, con plena consciencia, pudo haber cultivado ya en su alma esa CASTIDAD admirable que había de ungir y embellecer su existencia toda, que había de ser el origen de todas sus virtudes y, sobre todo, germen de su fortaleza. El firme clasicismo sencillo, austero, del alma de ISABEL se va templando para la lucha en aquella CASTILLA BARROCA y degenerada, en la reacción contra el mundo que la rodeada: el rey envilecido, la reina disoluta, los clérigos deshonestos, los nobles rapaces. En nadie una IDEA NOBLE, en nadie un sueño levantado.
Y en los años sucesivos se va viendo más claro el DESIGNIO PROVIDENCIAL de llevar al primer plano la figura de la infanta; el levantamiento contra el REY, la muerte de su hermano Don ALFONSO – pobre niño que nunca supo de las alegrías de la infancia -, la abyección suprema de ENRIQUE en los Toros de Guisando hacen de ella la UNICA ESPERANZA de CASTILLA.
Entonces es llegado el momento de elegir al que ha de soportar con ella el peso enorme de la RESPONSABILIDAD de reinar. “Escoge”, ciertamente, y no se enamora, porque el enamorado carece de libertad para elegir. A pesar de la leyenda, fundada en los pormenores romancescos de aquella novela de caballería que fueron sus bodas, ISABEL no podía estar enamorada de quien no conocía, y, además, su concepto de la REALEZA no consentía uno de esos matrimonios de amor que han deshecho en nuestro tiempo tantas monarquías seculares.
Pretendían la mano de la heredera de la heredera de CASTILLA el viejo rey de PORTUGAL ALFONSO “EL AFRICANO”, por su terquedad en pretenderla otro “PRÍNCIPE CONSTANTE”, y el joven rey de SICILIA, heredero de ARAGÓN. Es el momento en que de la decisión de ISABEL depende el que ESPAÑA mire hacia OCCIDENTE, unida a PORTUGAL, o que reciba, integrada por las CORONAS CASTELLANA y ARAGONESA, la TRADICIÓN itálica y mediterránea.
La princesa, sin duda después de pensarlo mucho, se decidió por una ESPAÑA CASTELLANO-ARAGONESA, acaso porque para su obra formidable le era más útil tener a su lado al PRÍNCIPE FUERTE, ASTUTO y POLÍTICO que aquel sempiterno y voluble soñador que es en la Historia el último de los reyes caballeros.
El amor vino después, por añadidura, como se dan las buenas cosas a los que saben sacrificarlas todas al cumplimento de su deber. Amor conyugal, que es un deber también, el más dulce de los deberes a quien tantos tomó sobre sí. El amor a su esposo llenó la vida toda de ISABEL de CASTILLA, y nos llega aún como un eco de ultratumba desde las páginas mismas de su testamento.
De un modo consciente o inconsciente ISABEL había elegido maravillosamente su complemento. El príncipe que, disfrazado de mozo de mulas, llega a Valladolid para ser su esposo, no tenía apenas gotas de la sangre de los reyes-condes, conquistadores del mar.
FERNANDO, único varón y heredero de JUAN II de ARAGÓN, era, aunque nacido en la villa aragonesa de SOS, más castellano que la misma REINA, pues por su padre era un TRASTAMARA y por su madre un ENRÍQUEZ. Si buceamos en la genealogía del Rey de SICILIA para encontrar los antecedentes de su carácter, nos hemos de detener en el más modesto de sus cuatro linajes, en aquellos AYALAS oriundos de las montañas de ALAVA, de tan fino paisaje: FERNÁN PÉREZ DE AYALA “el Varón”, PEDRO LÓPEZ DE AYALA “el Canciller”, el otro FERNÁN PÉREZ “el Honesto”, sutilísimos diplomáticos, diestrísimos en todas las ARTES que pueden conducir a un hombre a conseguir sus designios y a clavar la rueda de la FORTUNA.
El ángel tutelar de FERNANDO consiguió para él el don de que todo le fuese difícil desde los comienzos.
No tuvo niñez; sus estudios fueron pocos – dicen que desfloró algún tanto la GRAMÁTICA con VIDAL de NOYA – y sus juegos ninguno. Nunca pudo, de mayor, referirse a nadie con la ternura con que nombramos a los compañeros de nuestros juegos infantiles. Había nacido en SOS el 2 de marzo de 1452, “estando su planeta e signo en muy alto triunfo de bienaventuranza” (BERNÁLDEZ), y desde que se pudo formar alguna idea de las cosas no oyó hablar sino de conjuras y guerras, de bandos y alianzas. Hervía Navarra en banderías de agramonteses y beamonteses, y Doña JUANA ENRÍQUEZ, madre de FERNANDO, tenía que ganar cada día, por habilidad o por la fuerza, su derecho a la corona y aún a la vida. No tenía entonces otros títulos que el de hijo del rey viudo de NAVARRA, heredero de ARAGÓN. La muerte de su tío ALFONSO V (1458) le da derechos de infante de ARAGÓN, y la de su hermano, el erudito príncipe de VIANA, para cuya memoria fue fortuna el que no llegase a reinar, le sitúa en el primer plano de la sucesión aragonesa.
Pero los catalanes se sublevan contra el rey, y FERNANDO. Con la reina, su madre, tiene que huir de BARCELONA, y, de fortaleza en fortaleza, refugiarse en la GIRONELLA, esperando cada día caer en poder de sus enemigos. A los trece años, ciego y anciano su padre, tiene que tomar el mando del ejército y reñir batallas campales (1465). Desde entonces, Don FERNANDO ha de trabajar cada día en ganar palmo a palmo la tierra de CATALUÑA, unas veces con buena fortuna, con fracasos otras, pero nunca sin enseñanza.
No llegaba a los veinte años y era ya viejo en el SABER y en el EGOÍSMO. Apenas pasaba de esta edad en que los mozos no piensan sino en amores y en deportes cuando acaeció aquel caso que cuenta su panegirista mosén Diego de Valera en su Memorial de diversas hazañas.
Había en ZARAGOZA un demagogo llamado XIMENO GORDO, el cual “TENÍA LA LENGUA MUY DESPIERTA E DULCE CON QUE ATRAÍA A SÍ AL PUEBLO”. En una de sus estancias en la ciudad, el príncipe se enteró de las fechorías de este hombre y determinó perderle; pero la cosa no era fácil, por el prestigio de XIMENO entre la plebe, en tiempos en que aún el rey Don JUAN no había recobrado todos sus Estados. Entonces “desimuló con él mostrándole muy buena cara e mandaba que hiciese algunas cosas, llamándole muchas veces; e como de aquello XIMENO GORDO estuviese muy contento, el primero que el palacio venía era él, no sospechando que siniestra cosa le pudiese venir”. Hasta que un día, conversando tranquilamente de asuntos que le tenía encomendados “el príncipe, respondió e replicó diciendo que haría mejor de se arrepentir de sus pecados, pues le convenía luego desta vida partir”. Puso, como es natural, el desprevenido personaje, el grito en el cielo, pero los criados de FERNANDO le hicieron callar para siempre, y siguieron a ésta otras tremendas injusticias “con grande admiración del pueblo, e no menos de los regidores e nobles de aquella ciudad, de que todos concibieron temor, como nunca oviesen visto en sus tiempos semejantes justicias facerse”.
Dios le había dotado de todas las cualidades morales y físicas de dominador de hombres. Según el retrato de Hernando del Pulgar, que se concierta admirablemente con los documentos gráficos contemporáneos, “este rey era home de mediana estatura, bien proporcionado en sus miembros, en las facciones de su rostro bien compuesto, los ojos rientes, los cabellos prietos e llanos”. Grande era su soltura para la guerra y los deportes: “Cabalgaba muy bien a caballo, en silla de la brida o de la gineta; justaba sueltamente e con tanta e con tanta destreza, que ninguno en todos los reynos lo facía mejor. Era gran cazador de aves, e home de buen esfuerzo, e gran trabajador en las guerras”. Hombre impasible, “PORQUE NI LA IRA NI EL PLACER FACÍAN EN ÉL ALTERACIÓN”; GRAN CONOCEDOR DE LAS ARTES DE LOS PRÍNCIPES PARA GANAR CORAZONES: “E había una gracia singular, que cualquiera que con él fablase, luego le amaba e le deseaba servir”. No seguro en su palabra; escasísimo en su dávidas, era la antítesis de su antecesor ENRIQUE el de las Mercedes. Hasta MAQUIEVELO recoge la fama de su avaricia, y su panegirista PULGAR conviene en ello con este eufemismo: NO PODEMOS DECIR QUE ERA FRANCO”.
Uno de los recursos de la historiografía romántica – arte más que ciencia – consiste en la contraposición de caracteres, y al historiar al ilustre matrimonio solía oponer las cualidades de ISABEL a las de FERNANDO, casi a la manera que el conde de BUFÓN, un prerromántico, situaba al león frente al tigre y al perro frente al gato. Ambos cónyuges se parecían en una cosa: EN SU AMOR Y DEVOCIÓN AL OFICIO DE REINAR, EN SU CONSAGRACIÓN AL IMPERIO; pero para servirle tenían, en efecto, condiciones bien diversas que se complementan maravillosamente.
Intentaremos hacer aquí, una vez más, el retrato de la gran reina. Físicamente la conocemos, sobre todo por el retrato de las Huelgas, últimamente en el palacio Real de Madrid: una de las fisonomías de la gran señora castellana que respiran INTELIGENCIA y BONDAD, penetradas de una majestad serena y afable, como SANTA TERESA DE JESÚS en el retrato de fray Juan de la Miseria.
No era ciertamente bella, aunque poetas y cronistas la adulasen excesivamente:
Estaba conmigo la Naturaleza;
Su gesto, con mano sotil, adornaba
De tan radiante y clara belleza,
Que todos los gestos humanos sobraba.
Sus miembros ebúrneos así conformaba
En tal proporción, grandeza y mensura,
Que quien las contempla verá en su figura
Beldades que ver jamás no pensaba.
Estos son versos de Diego Guillén Dávila. PULGAR nos la describe así:
“Esta reyna era de mediana estatura, bien compuesta en su persona y en la proporción de sus miembros; muy blanca e rubia; los ojos entre verdes e azules, el mirar gracioso e honesto, las facciones del rostro bien puestas, la cara muy fermosa e alegre”.
De sus cualidades morales hay una que sobresale ante todas, que fue la clave de su vida entera: RELIGIOSIDAD: “Era católica e devota..., honraba las casas de oración; visitaba con voluntad los monasterios e casas de religión, en especial aquellas do conocía se hacía vida honesta”. RELIGIOSIDAD FIRME y LUMINOSA, no contaminada de SUPERSTICIONES: “Aborrecía extrañada sortilegios e adivinos, e todas personas de semejantes de ARTES e INVENCIONES”. El amor a su marido es otra de las direcciones se su vida: “Amaba mucho al rey su marido, e celábalo fuera de toda medida”. Fue el suyo un amor lleno de secretas espinas, hondo y atormentado, pues FERNANDO era un príncipe del RENACIMIENTO, dado a los fáciles amoríos. “Amaba de tanto manera a SU MARIDO – escribe LUCIO MARINEO SICULO - , que andaba sobre aviso con celos a ver si él amaba a otras, y si sentía que miraba a alguna dama o doncella de su casa con señal de amores, con mucha prudencia buscaba medios y maneras con que despedir a aquella persona tal persona de su casa con mucha honra y provecho”. Con los celos de su madre había de disculparse después de los suyos la desventurada Doña JUANA. Del largo retrato moral de PULGAR resaltan estas cualidades con más salientes: AMOR A LA JUSTICIA IMPLACABLE, HASTA LLEGAR A LA DUREZA; DOMINIO PERFECTO SOBRE SÍ MISMA; AMOR A LA VERDAD; CONCIENCIA CONSTANTE DE LOS DEBERES DE SU PUESTO y REVERANCIA QUE LE ERA DEBIDA, y sobre todo GRANDEZA DE ALMA para concebir empresas enormes y voluntad indomable para llevarlas hasta el fin.
Para medir la cooperación de ambas personalidades históricas en la obra del IMPERIO , es preciso seguir el proceso de su reinado en los CRONISTAS. Oficialmente, la coordinación de las dos voluntades se establece en la CONDORDIA de SEGOVIA, en los primeros días de 1475. Pocos días antes, los regidores segovianos han colocado la corona de CASTILLA sobre las sienes de ISABEL. El Rey viene, a marchas forzadas, desde ARAGÓN, y es recibido alegremente por los segovianos, y sólo Dios con qué alegría por la enamoradísima ISABEL; pero aquel hermoso ejemplar de la raza humana es, ante todo, frío, egoísta, calculador. Por el camino, parientes y cortesanos han ido alentando sutilmente sus pasiones. ¿Por qué ha de someterse al papel secundario de rey consorte? El desciende de JUAN I de CASTILLA en el mismo grado que ISABEL y, como ella, por línea de varón. En ARAGÓN, donde él ha visto la luz, la costumbre excluye a las hembras de reinar; es nacido para el mando, para el IMPERIO, y cuando cae en los brazos de su esposa, que no piensa sino en él, viene lleno de reservas mentales y detrás de su noble frente anidan los pensamientos hostiles. ¡Grandes conflictos, doloroso conflicto para ISABEL¡ Como mujer, no querría sino lo que quiere su marido, y para ella la única felicidad posible en el mundo sería dejarle hacer y pasar la vida admirándole a él y criando a sus hijos; pero esto, que le es concedido a la mujer del más pobre de sus vasallos, a ella le es vedado.
ISABEL ha recibido del cielo el IMPERIO a través de una serie de circunstancias maravillosas, y renunciar al IMPERIO es deserción. Cuando fue ungida, juró guardar y defender las leyes de CASTILLA, y lo que pretende su marido es contrario a la costumbre del reino y a la ley. Además no tiene entonces sino una hija, la infanta Doña ISABEL, y lo que pretende FERNANDO equivaldría a desheredar a su hija. Su deber es resistir a su marido.
Es maravillosa, en este pasaje, la exquisita intuición femenil de ISABEL. La solución que encontró en sus desvelos en la cámara del palacio morisco de Segovia revela al mismo tiempo delicadeza y sagacidad. En la ley se mantendría su derecho, y la herencia de la Reina quedaría a salvo, dando, sin embargo, aún en la misma ley, todas las prerrogativas y satisfacciones posibles a Don FERNANDO, el cual al mismo tiempo recibía a su mujer todas las seguridades imaginables de que a él correspondería de hecho el predominio. “SÓLO SERÉ REINA DONDE FUÉREDES REY – dice que le dijo la crónica de Colmenares -; los vasallos sabrán que sois dueño mío y de mis cosas y sabrán que os han de obedecer como a su rey y mi rey”. ¿ Quién pudiera resistir a estas razones? Para darlas forma legal fueron designados el cardenal de ESPAÑA y el arzobispo de TOLEDO. ELLOS REDACTARON LA “CONCORDIA DE SEGOVIA”, modelo de sabiduría política que el cimiento del gran reinado. El reino pertenecía a ISABEL por herencia y a ella rendirían homenaje los alcaldes de las fortalezas, pero gobernarían conjuntamente.
En los documentos, que ambos firmarían, el nombre de Don FERNANDO se pondría en primer lugar; sellos y monedas llevarían las armas de ambos; pero en lugar preferente, según la heráldica, las de CASTILLA. Ambos administrarían justicia: juntos, cuando estuviesen juntos, y cada uno por separado, cuando dispersos anduviesen. Los nombramientos de jefes para los ejércitos y funcionarios para el Estado se harían en nombre de los dos, pero a voluntad de la Reina. Probablemente se imaginó entonces el blasón, el más bello de la heráldica española, que al codificar bajo el águila de SAN JUAN las armas de CASTILLA-LEÓN con las de ARAGÓN-SICILIA alternadas vino a ser el primer emblema de la ESPAÑA IMPERIAL. Probablemente se dibujaron con esta ocasión los emblemas de la haz y el yugo. Corresponden estos signos a una costumbre caballeresca muy en boga en las postrimerías medievales, cuando la decadente caballería lanzaba para morir sus últimos resplandores. Eran como una síntesis de la directriz de una vida, de pensamiento fundamental de un reinado. A ellos habían sido muy aficionados los TRASTAMARA y los AVIS. Así, ALFONSO V de ARAGÓN usaba un trono en llamas con el mote SIN PERILLOS, y ENRIQUE IV de CASTILLO las granadas del “agridulce reinar”. El panteón de BATALHA está lleno de estos jeroglíficos. Rara vez estaba ausente de ellos algún simbolismo amatorio, y así la inicial de la palabra FLECHA es la misma de la FERNANDO, la del nombre de la reina. Pero ahondando en estas trivialidades, ¡qué hondo y bello simbolismo¡ Dos voluntades aunadas en el yugo de una empresa inmensa y trabajosa, en la pesadumbre de un deber abrumador; reinos y fuerzas dispersas que era preciso reunir en un HAZ, ligado con el LAZO de oro de un mismo IDEAL.
En su vida de reina y de esposa, la gran intuición de ISABEL consiste en haber sabido darse cuenta exacta del papel del hombre y de la mujer en la sociedad y en el hogar. Hay en la historia de la cultura dos “constantes” – EUGENIO D´ORS lo ha expuesto maravillosamente -: lo femenino y lo viril. A cada una de ellas corresponde su tarea. ISABEL tenía a su lado a uno de los representantes más puros del “eon” varonil. FERNANDO era egoísta, como suelen serlo los príncipes, acostumbrados a confundir su propio bien con el bien del Estado, y tenía aquella suprema condición viril de anteponer un fin superior y abstracto a las sensiblerías del momento. FERNANDO perseguía sus objetivos de un modo duro e implacable, y ninguna consideración de ternura y sensibilidad le hacía detenerse en su camino. Por esto fue ingrato – ingrato con ISABEL, con COLÓN, con GONZALO de CORDOBA, con CISNEROS.
La INGRATITUD, más diademas o lambrequines, es el distintivo de los grandes señores. Pero la vida en las alturas sería de una terrible aridez si no existiese en ellas la mujer. ISABEL sabe cuál es su oficio, y lo desempeña maravillosamente. A su marido corresponden los cálculos de la política y la diplomacia, pero el soñar le corresponde a ella. Bien está que FERNANDO regatee a COLÓN los medios para llevar a cabo su empresa, que al cabo su empresa, que al cabo fue una afortunada LOCURA; a la reina toca entusiasmarse con ella, estimularse con ella, estimular el genio de aquel poeta visionario, ofrecer sus joyas si es preciso; la tortuosa y a menudo amoral diplomacia de FERNANDO va preparando sabiamente, como admirables jugadas de ajedrez, la CONQUISTA de GRANADA y la CONQUISTA de NÁPOLES; a ISABEL corresponde encender el entusiasmo con su palabra y con su sonrisa en capitanes y soldados.
A ISABEL se debe el ESPÍRITU MISIONAL que se dio a la colonización española – DESCUBRIMIENTO, CONQUISTA y POBLAMIENTO DEL NUEVO MUNDO – en AMÉRICA, cuanto hay de más puro, de más noble en el gran reinado.
FERNANDO e ISABEL protegieron y estimularon la artesanía en sus reales pragmáticas. Acaso porque ellos se sentían ARTESANOS en una OBRA que anhelaban acabada y perfecta en todas sus partes, como los bordados, las rejas y las tallas que labraban sus menestrales de las ciudades de CASTILLA: el IMPERIO.
Documento 5. JUAN DE CONTRERAS, marqués de Lozoya.
PARA UNA CULTURA MILITANTE
Cuando FERNANDO e ISABEL ascienden al Trono de CASTILLA triunfaba en toda EUROPA un gigantesco movimiento filosófico y cultural, un NUEVO SENTIDO DE LA VIDA, al cual se da el nombre de RENACIMIENTO porque su más visible característica externa está en el apasionado y exclusivista favor que se concede en todos los órdenes A LOS VESTIGIOS DE LA ANTIGÜEDAD GRIEGA Y ROMANA.
No es, sin embargo, exacto este punto de vista, pues a lo largo de toda la EDAD MEDIA se habían dado diversos momentos en que la atención de EUROPA se dirigió a uno u otro aspecto de la CULTURA ANTIGUA. Lo característica el gran movimiento de mediados del SIGLO XV es la atención preferente hacia el mundo exterior y hacia las ciencias humanas y un relativo desvío hacia la Teología, centro que irradiaba sobre toda la vida MEDIEVAL.
Esta es la clave de la cuestión, ya vieja, de si en ESPAÑA HUBO O NO Renacimiento. Lo hubo ciertamente y muy brillante en el aspecto externo de atención a la CULTURA DE GRECIA Y DE ROMA, y así en la Península tuvo HORACIO una fortuna no igualada en país aluno, y los arquitectos se sabían su Vitrubio mejor que los de Francia y de Alemania, que en esto les fueron a la zaga. Pero el sentido más hondo del Renacimiento no penetró en España, que se singulariza entre las demás naciones occidentales porque en ella la cultura MEDIEVAL continúa sin trabas su evolución en otras partes interrumpida y de la cual son brillantes testimonios la escultura policroma, los autos sacramentales y el gran teatro del siglo de oro, en gran parte expresión escénica del romancero. Este sentido “LAICO” DE LA REVOLUCIÓN RENACENTISTA no conmueve de un modo hondo el espíritu español hasta la segunda mitad del SIGLO XVIII.
Pero aun en su forma externa, el Renacimiento fue tardío en España por las especiales condiciones que creaba en la Península la convivencia de razas y por la regresión a lo MUDÉJAR que supone el largo el largo reinado de ENRIQUE IV. Fueron los REYES CATÓLICOS los que abrieron ampliamente el cauce del HUMANISMO en ESPAÑA, no como los PRÍNCIPES ITALIANOS, para deleite suyo y de su corte, confinado en los ámbitos palatinos, sino para decoro del IMPERIO que estaban fundando y que debía presentarse ante EUROPA con un atuendo digno, y para elevar el nivel moral de los ciudadanos de la ESPAÑA IMPERIAL.
Esta fue la obra principal de ISABEL. Aún cuando FERNANDO había sido educado en las letras humanas por FRANCISCO VIDAL de NOYA, traductor de SALUSTIO, demostró siempre mayor afición a los ejercicios CABALLERESCOS que al manejo de las letras. Una tradición muy recibida cuenta que ISABEL aprendió LATÍN en los estudios de las villas castellanas en que transcurrió su niñez. Si, ya reina, dedicó parte su tiempo a estudiar GRAMÁTICA con Doña BEATRIZ GALINDO, llamada “LA LATINA”, mujer de FRANCISCO RAMÍREZ “EL ARTILLERO”, fue, sin duda, más que por afán de saber, para ejemplaridad de su corte, y de que lo logró es testimonio aquella frase tan citada de una epístola de JUAN de LUCENA : “ESTUDIA LA REINA, SOMOS AGORA ESTUDIANTES”. Como bien sabía ISABEL el extraordinario poder de la corte para orientar al pueblo, estableció en ella una SCHOLA PALATINA, siguiendo el viejo ejemplo de CARLOMAGNO, otro fundador de IMPERIO. Para educar a las infantas vienen de ITALIA ANTONIO y ALESSANDRO GERALDINI (el que había de acabar su vida como OBISPO de SANTO DOMINGO, y yace en aquella catedral, PRIMADA de América, en un maravilloso sarcófago renacentista). Grandes humanistas fueron también PEDRO MÁRTIR DE ANGHIERA, llamado de ANGLERIA, nacido en Arona, cerca del Lago Mayor, a quien trajo a España el segundo conde de TENDILLA, y que había de ser en sus cartas el más grande divulgador de las glorias del gran reinado, y LUCA MARINEO DE BADINO, siciliano, autor de la primera HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA, escrita para saciar la curiosidad de los extranjeros sobre los orígenes de aquel pueblo que tan violentamente venía a irrumpir en los campos de EUROPA.
Así fue refinadamente HUMANÍSTICA la EDUCACIÓN de los príncipes. A Don JUAN, EL ÚNICO VARÓN, ofreció JUAN de ENZIMA su traducción de las bucólicas de VIRGILIO con estas palabras: “Favoresceis tanto la ciencia andando acompañado de tantos e tan doctísimos varones, que no menos dejaréis perdurable memoria de haber alargado e extendido los límites e términos de la ciencia que los del IMPERIO”.
Cartas latinas del príncipe se conservan en el epistolario de LUCIO MARINEO SICULO. El mismo ERASMO de RÓTTERDAM y el valenciano JUAN LUIS VIVES elogian la CULTURA de las Doña JUANA y Doña CATALINA, reinas que habían de ser de España e INGLATERRA. De la primera se cuenta que improvisaba discursos en LATÍN para contestar a las arengas de los magistrados de los Países Bajos. La infanta ISABEL, luego reina de PORTUGAL, había sido educada por ANTONIO GERALDINI, y ALESSANDRO, su hermano, enseñó HUMANIDADES a las otras infantas.
De esta EDUCACIÓN de los PRÍNCIPES participaban los JÓVENES de la CORTE, hijos de grandes señores, y de esta manera se preparaba una ARISTOCRACIA que no deleitase ya solamente en las ARTES de la CAZA y de la GUERRA. PEDRO MÁRTIR DE ANGLERIA, que a poco de llegado a ESPAÑA había dado alguna conferencia en la Universidad de SALAMANCA, fue encargado por la reina de dirigir la EDUCACIÓN del Príncipe y de algunos mozos de la primera NOBLEZA.
El mismo escribía lo que sigue en 1492, el año de la conquista de GRANADA y de la REVELACIÓN del ORBE NUEVO: “Mi casa está todo el día llena de jóvenes NOBLES que, apartados de las diversiones vulgares por el ESTUDIO, están ya convencidos de que las LETRAS, lejos de ser un obstáculo, son una ayuda en la carrera de las ARMAS. Ha complacido mucho a nuestra real señora, modelo de todas las virtudes, que su primo hermano el Duque de GUIMARAES y el joven Duque de VILLEHERMOSA, sobrino del rey, estén en mi casa todo el día, ejemplo que siguen ya los principales CABALLEROS de la CORTE”. A su regreso de la embajada a EGIPTO (1501), PEDRO MÁRTIR recibió de la Reina el nombramiento de “MAESTRO DE LOS CABALLEROS DE MI CORTE EN LAS ARTES LIBERALES”.
Como suele acontecer, las grandes casas prosiguieron el impulso recibido de la CORTE, y bien pronto fue de buen tono el proteger a ARTISTAS y LITERATOS y poseer una buena BIBLIOTECA . A la cabeza de este movimiento va la gran familia de los MENDOZA, de añeja tradición literaria. Ella es la introductoria del Renacimiento arquitectónico en España, y su preferencia por los órdenes grecorromanos indican las tendencias de su espíritu.
Había muerto ya al comenzar el marquéz de los PROVERBIOS, pero sus descendientes continuaron su trayectoria. El gran Cardenal, fundador del Colegio de SANTA CRUZ fue un MECENAS, y a la gloria del Conde de TENDILLA basta para haber traído a España a PEDRO MARTIR. Las familias emparentadas con los MENDOZA, como la de los CONDESTABLES y la de los duques de MEDINACELI, siguieron este ejemplo.
El almirante de CASTILLA Don FABRIQUE ENRÍQUES fue quien hizo venir a LUCIO MARINEO SICULO. En Marqués de los VÉLEZ, el famoso duque de ARCOS, el marqués de DENIA, el de TARIFA, el valenciano conde de OLIVA, fueron amantes de BIBLIOTECAS. Todos los PRELADOS de este tiempo fueron aficionadísimos a LIBROS, y merece mención singular el Obispo de SEGOVIA. Don JUAN ARIAS DÁVILA, que trajo de ROMA, para su catedral, una colección maravillosa de INCUNABLES.
Aún las damas, por primera en la España reconquistada, irrumpen al campo de las letras. A Doña Beatriz GALINDO se atribuyen unos comentarios sobre ARISTÓTELES; Doña JUANA de CONTRERAS dio conferencias en la Universidad de SALAMANCA y escribió elegantes cartas latinas, y análogas actividades desempeño Doña LUCÍA de MEDRANO; FRANCISCA de NEBRIJA sustituía en la enseñanza a su ilustre progenitor.
No es de este lugar el ocuparnos del movimiento científico y literario, que el lector podrá encontrar en cualquier manual de literatura, sino de la actuación del Estado para fomentar, con un fin MISIONAL, la CULTURA ESPAÑOLA, y de sus aciertos o sus fracasos. Acaso el punto más importante de esta política cultural sea la intervención de los reyes en las universidades españolas. Hay en el reinado una copiosa legislación universitaria con tendencia a garantizar la independencia de los votantes en la provisión de cátedras, exigir la obligatoriedad de los estudios universitarios para determinadas profesiones y hacerlos asequibles a los estudiantes pobres. Así, las reales PRAGMÁTICAS establecen que las CÁTEDRAS se provean libremente y que en el proveer y votar de las cátedras y substituciones no se soborne a los votantes con dádivas o promesas, bajo severas penas.
La Pragmática de BURGOS (1496) ordena que ningún letrado pueda tener oficio de justicia, ni de pesquisador, ni de relator, ni receptor sin que haya estudiado en “estudio generale” de estos reinos por lo menos diez años y tenga cumplidos los veintisiete. La Pragmática BURGOS (1496) ordena que ninguno pueda tomar el grado de doctor ni otro cualquiera fuera de los “estudios generales” de estos reinos, y si alguno ganare breve o comisión para que otro le gradúe, alegando que es pobre, y que no puede pagar los estudios, el comisionado le envíe a alguna Universidad para que los examinadores de ella le examinen gratuitamente, y si esto no fuese posible, le examinase y graduase el mismo comisario. Otro Pragmática dispone que “los pobres necesitados sean graduados en los dichos estudios sin que les lleven por ello nada siendo suficientes e idóneos, y a los otros no les lleven más derechos que los que ovieren de aver”. Las Pragmáticas de Santa Fé (1492), Medina del Campo (1493) y Madrid (1497) tienden a evitar los abusos del fuero universitario. La de Valladolid de 1481 intenta moderar los enormes gastos que se hacían con motivo de la provisión de cátedras, disponiendo, con la meticulosidad propia de esta literatura jurídica, que “el rector pueda llevar de los que fueren proveídos de alguna cátedra solamente dos pares de gallinas o de pollos si fuere verano, o d perdices si fuere invierno, y los consejeros la mitad de lo susodicho, y el escribano no lleve nada allende de sus derechos”.
La aspiración de FERNANDO y de ISABEL fue el que las Universidades, al servicio del Estado, fuesen el plantel de los hombres que necesitaba el IMPERIO. El realizador del pensamiento de la REINA fue CISNEROS, que no pudo ver su obra perfecta sino después de la muerte de su Señora. CISNEROS colocó, él mismo, vestido de pontifical, la primera piedra de la UNIVERSIDAD DE ALCALÁ, en 28 de FEBRERO de 1498; pero la inauguración no tuvo lugar hasta el 26 de JULIO de 1508, con el título de “COLEGIO MAYOR DE SAN ILDEFONSO”. Es de notar, que esta Escuela, cuya finalidad, expresaba por el mismo CISNEROS, era formar la selección que había de ser clase directora del IMPERIO, diese preferencia a las HUMANIDADES sobre el DERECHO. CISNEROS estableció veintidós cátedras bien dotadas: seis de Gramática de Gramática latina, cuatro de otras lenguas antiguas, cuatro de Retórica y ocho de Artes, esto es, disciplinas filosóficas. En ALCALÁ se concentró un plantel de humanistas y de doctores en lenguas orientales como acaso no había por entonces en Europa, y en sus laboratorios trabajaban helenistas como ANTONIO de NEBRIJA, DEMETRIO DUCAS de Creta, HERNÁN NÚÑEZ de Toledo y JUAN de VERGARA, y hebraístas como ALFONSO de Alcalá, ALFONSO de Zamora y PABLO CORONEL, capaces entre todos de dar cima a la impresión de la BIBLIA POLIGLOTA en LATÍN, GRIEGO, HEBREO y CALDEO, empresa IMPERIAL de CULTURA LINGÜÍSTICA de primor en el ARTE TIPOGRÁFICO, que, por entonces, no sería capaz de intentar ninguna otra Universidad de Europa.
Está a favor de la nueva Universidad complutense no quiere decir que los reyes no protegiesen a los viejos estudios de SALAMANCA, en cuya fachada principal con justicia figura su efigie. Fue SALAMANCA plantel de juristas y de teólogos, y en ella explica el doctor JUAN DE PALACIOS RUBIOS, que puede considerarse con sus tratados sobre la licitud de la ocupación de AMERICA y de la anexión de NAVARRA como un jurista al servicio del IMPERIO y como el iniciador de aquella preocupación por el derecho de “GENTES” que había de ser gloria de la Universidad salmantina.
Las HUMANIDADES no estaban, sin embargo, olvidadas en el viejo recinto universitario, cuyas cátedras ocuparon PEDRO MÁRTIR de ANGLERÍA, LUCIO MARONEO SICULO y el mismo ANTONIO de NEBRIJA, como tampoco las ciencias MATEMÁTICAS y la ATRONOMÍA, que había explicado el judío ABRAHAM BEN SAMUEL ZACUTH.
El estudio de la MEDICINA, a base principalmente de la lección de los clásicos greco-romanos, era cultivado con predilección en algunas Universidades Españolas, especialmente en la de VALENCIA. En 1490, ANTONIO AMIGUET fundó en Barcelona una Escuela de Cirugía, y dos años antes FERNANDO el CATÓLICO había autorizado la disección de cadáveres a los médicos del Hospital de Gracia, de Tarragona. En CASTILLA, las pragmáticas exigían examen para la expedición de títulos de médico y cirujano, y este menester se confío al Protomedicato. La CASA de CONTRATACIÓN de SEVILLA vino a ser la Universidad en que se cursaba el ARTE IMPERIAL, con sus auxiliares la CARTOGRAFÍA, estudio de instrumentos, etc. En ella explicaban el famoso cartógrafo JUAN DE LA COSA, que trazó el primer mapa de orbe nuevo, y VICENTE YÁNEZ PINZÓN. En 1508 se creó en ella el cargo de PILOTO MAYOR, que tenía por oficio examinar a los pilotos de la carrera de INDIAS. Fue piloto mayor y cosmógrafo de este centro AMÉRICO VESPUCIO (1508-1512), y le sucedieron JUAN DÍAZ DE SOLÍS (1512-1516) y ANDRÉS DE MORALES (1517). Se crearon cátedras de Cosmografía y de Arte de Navegar, Hidrografía, Matemáticas y Artillería. La Casa de Contratación era una importantísima escuela cartográfica que recogía todas las observaciones de los pilotos, los que a vuelta de cada viaje estaban obligados a depositar un memorial con sus observaciones. En ella se construían o se daban normas para construir toda clase de instrumentos científicos: cuadrantes y astrolabios, ballestillas y relojes. Era, en suma, el centro geográfico más importante del mundo.
Es en el reinado de FERNANDO e ISABEL la gran época de las fundaciones particulares de universidades menores y colegios, debidos a la generosidad de algún magnate o prelado.
El gran cardenal MENDOZA funda en VALLADOLID el colegio de la SANTA CRUZ, y maese RODRIGO de SANTAELLA, el famoso de su nombre en SEVILLA. De este tiempo datan las Universidades de SIGÚENZA, TOLEDO, SANTIAGO y AVILA, y en la Corona de Aragón se confirma a BARCELONA el privilegio universitario (1491) y se funda la Universidad de VALENCIA. La gran polémica que había de estallar en Europa, y en la cual España había de representar brillantemente el papel de defensora del CATOLICISMO, encontró a los TEÓLOGOS y a los JURISTAS españoles perfectamente preparados, gracias a la inteligente previsión de los Reyes Católicos y de sus colaboradores. Gracias a ellos también el IMPERIO español tuvo siempre, a lo largo de su historia secular, los hombres de que necesitaba para el gobierno del mundo hispánico.
Coincide casi el advenimiento de ISABEL y de FERNANDO al Trono de CASTILLA. De confirmarse la tesis segoviana, sólidamente establecida, un poco antes de esta fecha, en 1472, se había impreso un sinodal de aquel cabildo; de no ser así, la cuestión quedaría entre ZARAGOZA y VALENCIA, que puede mostrar el más viejo libro impreso ciertamente fechado en las OBRES E TROBES EN LAHORS DE LA VERGE MARÍA, salido de los tórculos de LAMBERTO PALMART. En todo caso, la difusión del nuevo arte es rapidísima, y a ello contribuyen las colonias de mercaderes alemanes e italianos establecidos y que favorecieron la venida y la estancia de sus compatriotas. En el último cuarto del siglo XV pululan por la Península infinidad de artífices de nombres extranjeros: ENRIQUE BOTEL DE EMBICH, JORGE DE HOLZ, JUAN PLANEK, PABLO HORUS, MATEO FLANDRO, JUAN ROSENBACH, MENARDO UNGUT, LADISLAO POLONO, JUAN GENTIL, PEDRO POSA... En aquellas ciudades en que por razones especiales se puede establecer un mercado un mercado permanente de libros, como ZARAGOZA, SALAMANCA o SEVILLA, uno o dos impresores se establecen con caracteres de cierta estabilidad; pero, en general, se trata de una industria ambulante cuyos maestros van de ciudad en ciudad llevando en un carro sus sencillos y rudos artificios, de manera que al final de este período no se había población de alguna importancia que no
supiese DE VISU lo que era el ARTE DE IMPRIMIR.
Ya en 1481 mosén DIEGO DE VALERA , en su CRÓNICA ABREVIADA, impresa en SEVILLA por MICHEL DACHAVER, “DE MARAVILLOSO INGENIO E DOCTRINA”, se dirige a la reina para loar el arte de imprimir “QUE, SIN ERROR, DIVINO DECIR SE PUEDE”, traído a ESPAÑA por “ALEMANES MUY EXPERTOS E CONTINUO INVENTORES”.
La Reina acogió con todo su favor real aquel invento que así venía a servir a su concepción MILITANTE y MISIONAL de la CULTURA. Ella y FERNANDO promovieron la edición de diversas obras, y no es pura adulación la estampa de la VITA CHRISTI de fray AMBROSIO de MONTESINOS (Alcalá, 1502), en que se representa al regio matrimonio benignamente un ejemplar de mano de su autor. En la pragmática de TOLEDO de 3 de JULIO de 1502 formularon una primera y embrionaria “LEY DE IMPRENTA”. En ella se establecía la necesidad de la real licencia para poder imprimir un libro y se determinaban las entidades y personas a quienes estaba encomendaba la censura, que había de impedir se imprimiesen cosas indecentes, vanas o supersticiosas. Siguiendo el mismo criterio que los reyes mantuvieron siempre exigiendo la perfección en las manufacturas, se prohibía la venta de obras incompletas, mutiladas o llenas de erratas.
Más adelante se hizo precisa la licencia de la INQUISIÓN. Bien pronto, dentro del mismo siglo XV, fueron muchos los españoles que rivalizaban en el ARTE de IMPRIMIR con italianos y germanos, y en los contratos o al pie de obras muy bellamente impresas aparecen los nombres perfectamente impresos hispánicos de ALFONSO FERNÁNDEZ de CÓRDOBA, LOPE de la ROCA, - luego su viuda, FRANCISCA LÓPEZ -, ANTÓN MARTÍNEZ, BARTOLOMÉ SEGURA y tantos más. Ejemplo el más glorioso del esplendor de la imprenta hispánica, promovido por los poderes estatales, es la famosa BIBLIA de ALCALÁ. Para su impresión se planteaba un gravísimo problema, pues no había en ESPAÑA, ni en parte alguna, quien supiese FUNDIR caracteres CALDEOS, HEBREOS y GRIEGOS. Se hizo venir al habilísimo alemán ARNALDO GUILLERMO BLOCAR, que fundió los primeros caracteres GRIEGOS y CALDEOS que se labraron en el orbe. La distribución de este monumento poliglota es complicadísima y curiosa. Cada página va repartida en dos espacios; el superior, comprendiendo tres cuartas partes, se distribuye en tres columnas: la de la izquierda para el texto GRIEGO, con la interpretación latina de los SESENTA, interlineada; la del centro, para la versión de San JERÓNIMO, y la derecha, para el HEBREO. La parte inferior se reparte en dos columnas: la de derecha, para el CALDEO, y la izquierda, para la versión LATINA; las márgenes llevan apostillas. Todo ello con variedad de caracteres limpiamente estampados en tinta muy negra. Obra maestra de aquel ARTE TIPOGRÁFICO de comienzos del siglo XVI, que en belleza no ha sido superada todavía.
No es la época de los REYES CATÓLICOS la del mayor esplendor de la LITERATURA ESPAÑOLA, pero sí la de máxima eficacia para la INTEGRACIÓN del IDIOMA. En ella escriben obras de tan perfecto y jugoso lenguaje como la TRAGICOMEDIA de CALIXTO y MELIBEA. Ya el viejo JUAN de NEBRIJA, en el prólogo de su GRAMÁTICA, afirmaba proféticamente ante la reina que la LENGUA es la COMPAÑERA del IMPERIO, y en los años que van de 1474 a 1516 el CASTELLANO adquiere flexibilidad y grandielocuencia, pureza y propiedad en el léxico, gracia y armonía en la construcción de la frase que le hacen apto para ser IDIOMA OFICIAL de un IMPERIO que había de cobijar la mayor parte de un mundo conocido, instrumento preferente en las cancillerías de EUROPA y primera materia para la más rica y una de las más brillantes producciones literarias. Ya en este tiempo se vislumbra la fortuna del castellano en las cortes de EUROPA. Se habla habitualmente por las gentes cultas, no solamente en BARCELONA y en VALENCIA, sino también en LISBOA, DONDE CUARENTA Y UNO DE LOS POETAS DEL cancionero de RESENDE (1516) se expresan en CASTELLANO, Y EN CASTELLANO escribe buena parte de su obra el fundador del TEATRO portugués, GIL VICENTE. En ITALIA, el establecimiento en NÁPOLES de una dinastía oriunda de CASTILLA y luego el advenimiento al Trono pontificio de dos Papas españoles y los éxitos militares del GRAN CAPITÁN, ponen de moda el CASTELLANO en las cortes. En la PONTIFICIA, en el palacio del cardenal JACOBO SERRA, arzobispo de ARBOREA, se representaba en 1513 la égloga de PLACIDA y VICTORIANO, de JUAN del ENZINA, y en toda la península itálica, según aserto de VALDÉS, “así entre las damas como entre caballeros pasaba por gentileza y galanía saber hablar castellano”. Se vislumbraba ya la boga de este IDIOMA en la corte de los últimos VALOIS y los primeros BORBONES.
Aun en arte el ambiente triunfal y optimista que se respiraba en ESPAÑA influye en la creación de un sistema capaz de plasmar en piedra estos anhelos de grandeza. A la REINA cabe la gloria de que con su nombre se haya bautizado un estilo arquitectónico: el ESTILO “ISABEL” , que no es sino la fase castellana del último GÓTICO, matizada por las circunstancias históricas por que atravesaba CASTILLA. Que la grandeza de espíritu de ISABEL y su gusto particular tuvo mucha parte en esta creación lo prueba la historia del convento toledano de SAN JUAN DE LOS REYES, una de las obras más perfectas del estilo. Quería la reina que se levantase en TOLEDO un edificio religioso en conmemoración de la victoria de TORO que viniese a ser la respuesta castellana al Monasterio de BATALHA, elevado en conmemoración de ALJUBARROTA. Al cabo del año estaba ya acabada una construcción que hizo exclamar a la regia fundadora: “ESTA NONADA ME AVEDES FECHO AQUÍ”. Isabel mandó derribar hasta los cimientos aquella fábrica mezquina, y en su lugar hizo que se elevase la creación grandiosa de JUAN GUAS, con aquella capilla mayor en cuyos muros se repiten los enormes paveses heráldicos sostenidos por águilas, como una afirmación del IMPERIO. CASTILLA se llena de monumentos de este ARTE IMPERIAL, labrado con el gusto HISPÁNICO, aunque frecuentemente por mano de extranjeros.
Una de las pruebas más evidentes de la potencia de absorción del genio español en este tiempo esta en el hecho de que los creadores de un estilo inconfundiblemente hispánico sean en gran parte nacidos fuera de ESPAÑA. Del sur de ALEMANIA procede la dinastía de los COLONIA: JUAN, SIMON y FRANCISCO; JUAN GUAS era probablemente francés; y hombres del centro de EUROPA, de la Baja Alemania o de los PAÍSES BAJOS, fueron GIL de SILOÉ, COPIN, los EGAS y mucho más. Venían pertrechados de una gran perfección en el conocimiento de sus oficios según la exuberancia decorativa del último GÓTICO, y la España MUDÉJAR fue para ellos una revelación. En su obra ellos pusieron la mano; pero fue España – los donantes y fundadores españoles, con su afición a lo suntuoso y recargado, con su sentido religioso, con su afán de cubrir con primores decorativos la pobreza de las soluciones constructivas – la que puso el ESPÍRITU.
Pero hay otra fase del estilo “ISABEL” más conforme con el genio austero de la Reina y de CASTILLA que es todo española o, por mejor decir, CASTELLANA. Tiene en ÁVILA y en SEGOVIA sus monumentos principales y medio de expresión es el GRANITO- con la severidad que impone lo dificultoso de su labor -, tan frecuente en las parameras castellanas. Se caracteriza esta modalidad por el empleo como apoyo de columnas o pilares cilíndricos con capitel ochavado. Los arcos suelen ser de medio punto o escarzanos. Como adornos casi exclusivos se emplean la heráldica y sartas de bolas; único vestigio de MUDEJARISMO es el empleo del ALFIZ, moldura quebrada que encuadra los arcos. Hay villas y pueblos en las tierras altas avilesas y segovianos en que aún la masa del caserío presenta estas características. Todavía ISABEL pudo asistir a los primeros albores del Renacimiento, protegido por algunos magnates amigos de novedades, ya en pleno triunfo al final del período.
En la pintura y la escultura la tendencia orientadora de la corte revela direcciones diversas. Con la venida a CASTILLA (1511) del florentino DOMENICO di SANDRO FANCELLI, protegido del Conde de TENDILLA, a quien se dio el encargo de labrar el lecho mortuorio del príncipe Don Juan, en Santo Tomás de Ávila, y después el de los mismos reyes en la capilla real de GRANADA, se desplaza la preponderancia de la escultura centroeuropea, que había llegado a todos los extremos del barroquismo con GIL de SILOÉ. En cambio la reina se mantiene persistentemente fiel a la pintura neerlendesa, cuya fortuna en CASTILLA en la segunda mitad del siglo XV es asombrosa. A su ESPÍRITU CASTELLANO placía el REALISMO y la devoción de los viejos maestros del NORTE más que el pagano culto por la forma de los italianos. La Reina se manifiesta en esto, como en tantas otras cosas, afín con otra avilesa ilustre: TERESA de CEPEDA. Sus pintores de cámara fueron el leton MICHEL SITIUM y el dulce y exquisito JUAN de FLANDES, autores del pequeño retablo de tablitas, no mayores que páginas de un libro de horas, que ISABEL solía llevar consigo. En lo poco que sabemos de las preferencias artísticas de FERNANDO DE ARAGÓN, parece que continuó esta tendencia. El pintor de cámara de CISNEROS fue un hombre del Norte, si bien muy influido por ITALIA: JUAN de BORGOÑA.
Documento 6. JUAN DE CONTRERAS, marqués de Lozoya.
LA INQUISICIÓN – En los orígenes del IMPERIO.
La génesis de este espectro de la INQUISICIÓN española es demasiado conocida para que tengamos que detenernos mucho tiempo en exponerla. Nace en el siglo XVI en los Países Bajos, en Alemania y en Francia para desacreditar la dominación española; en el siglo XVII es ya un lugar común en toda Europa, y en el XVIII los enciclopedistas en su campaña, no ya contra el IMPERIO ESPAÑOL , sino contra el CATOLICISMO. Debemos recordar, por ejemplo, las novelas de VOLTAIRE, de creciente difusión. En esta época se da un fenómeno curioso: los españoles se pasan al enemigo y contribuyen eficazmente a la constitución del MITO (INQUISICIÓN), mostrándose discípulos expertos en el ARTE MASÓNICO de la MENTIRA TENDENCIOSA.
Un clérigo enciclopedista y afrancesado, Don JUAN ANTONIO LLORENTE, valiéndose de la autoridad que le daba el haber sido secretario del SANTO OFICIO, publicó a comienzos del siglo XIX su HISTOIRE DE L´INQUISITION , verdadero cúmulo de falsedades, de calumnias y de tergiversaciones que fue creído como artículo hasta por historiadores tan sensatos como PRESCOTT, que afirma: “Don JUAN ANTONIO LLORENTE es el único que ha conseguido descorrer completamente el velo que cubría a los temibles misterios de la Inquisición”.
El debate sobre la INQUISICIÓN en las Cortes de CADIZ produce una copiosa bibliografía. Todo el Romanticismo se apodera de este motivo que tan se avenía con su gusto literario, y lo difunde por medio de la novela y del drama pseudohistóricio. El fantasma quedaba formado definitivamente, erguido e indestructible, reinando en la mente de muchos millones de europeos bien vestidos y diplomados que se enfadarían si se les dijese que un pastor analfabeto puede estar más cerca de la verdad que ellos con toda su pedantería.
Pero en el fondo de los archivos dormía la INQUISICIÓN verdadera, tal como fue en las ESPAÑAS que van de los REYES CATÓLICOS a las CORTES de CÁDIZ. Allí fueron a encontrarla unos pocos hombres que nadie conoce apenas y en cuyos libros la buscaremos nosotros, dejando campar por su respeto a la fantasía, con todos sus falsos prestigios, ya imperecederos, que hubo en la fundación y en el ejercicio de la INQUISICIÓN grandes está hoy fuera de duda. Nos limitaremos a exponer sencillamente su proceso.
La INQUISICIÓN no era a fines del siglo XV una novedad, ni fueron los REYES CATÓLICOS ni sus consejeros los inventores.
En siglo XII consta ya su existencia como un Tribunal diocesano, y en el XIII funcionaba no solamente en CASTILLA, sino en los Estados de aquellos reyes del “Casal de Catalunya”, más alabados por la amplitud de su espíritu y por su actitud independiente de la corte de ROMA; a fines del siglo XV nadie ponía en duda ni la facultad de la Iglesia para investigar y dictaminar en materia de fe ni la del Estado la de considerar como delito y castigar como tal la herejía, que tantas perturbaciones produce en la sociedad. Lo que hicieron los REYES CATÓLICOS fue unificar y centralizar estas facultades e infundirlas una virtualidad de que antes carecían por medio de una organización nueva, animada por el sentido de eficacia de que dotaban a todos sus creaciones.
Aparte del fervor religioso de los reyes y de su deseo de mantener la Religión Católica en su mayor pureza, el establecimiento de la INQUISICIÓN forma parte del gran sistema unitario que se quiere imponer a toda la monarquía. El motivo principal de su implantación fueron las actividades de los CONVERSOS, cuyo trato y relación con los cristianos constituían un grave peligro para la pureza del dogma católico.
La política de los TRASTAMARA y la misma de FERNANDO E ISABEL había producido innumerables conversiones, a menudo sólo aparentes y frecuentemente no sinceras. Hubo muchos JUDIOS que creyeron compatible el conservar su posición y sus riquezas y practicar en secreto la religión de sus padres; claro es que esto constituía para el CATOLICISMO la más grave de las asechanzas, pues no se trataba ahora la convivencia puramente material con una raza odiada, tenida aparte en barrios amurallados y a cuyos individuos se les obligaba a ostentar en su traje señales bien patentes, sino que los conversos, tan aferrados como antes a la RELIGIÓN MOSAICA, vestían, negociaban y se confundían con los cristianos, emparentaban con ellos y ocupaban cargos importantes en Cabildos y Consejos. La defensa contra estas intromisiones sutiles fue el SANTO OFICIO de la INQUISIÓN.
A instancia de los Reyes, el Papa SIXTO IV expidió una Bula en 1478, según la cual los Reyes podían ELEGIR dos o tres INQUISIDORES que juzgasen a los reos según las leyes de la antigua INQUISICIÓN ROMANA. El enorme revuelo que causó la noticia entre aquellos CONVERSOS acomodaticios es la mejor de la gravedad del mal. Uno de ellos escribió una sátira contra los reyes, que refutó fray HERNANDO de TALAVERA. Fray ALONSO de HOJEDA denunció que varios JUDAIZANTES sevillanos se reunían el día de JUEVES santo en conciliábulos blasfematorios. Los de la baja ANDALUCÍA, muchos de ellos gente principal y poderosa, solían congregarse en la morada del millonario DIEGO de SUXAN, en la parroquia del Salvador, de SEVILLA; reveló el secreto de estas conferencias una hija de SUXAN, a quien llamaban “la fermosa fembra”, a su novio cristiano, y de aquí vino a saberse y a llenarse el convento de San Pablo y el castillo de Triana de presos JUDAIZANTES, algunos de los cuales fueron quemados en el campo de Tablada. Entre tanto se iba organizando el Santo Tribunal, y en 17 de septiembre de 1480 se publican los estatutos y se nombran los primeros jueces según el nuevo sistema. La orden de Santo Domingo, que tenía una brillante tradición en la defensa de la FE, dio los primeros inquisidores: fray MIGUEL MORILLO y fray JUAN de SAN MARTÍN, a los cuales acompañaban el abad JUAN RUIZ de MEDINA, como asesor, y JUAN LÓPEZ del BARCO, como procurador del Fisco, proveyéndoles de reales cédulas para que las autoridades civiles les facilitasen su misión.
Los inquisidores se establecieron primeramente en el convento de San Pablo, de Sevilla, y luego en el castillo de Triana. En 6 de febrero de 1481, el cardenal de España publicó el edicto de Gracia, por el cual se concedía un plazo para los que creyesen culpables se presentasen al Tribunal para recibir una penitencia canónica, y se acogieran a esta concesión 17.000 personas, en tanto otras preferían emigrar a PORTUGAL o a GRANADA. Pasado el plazo se promulgó otro edicto por el cual se ordenaba, bajo pena de excomunión, el DELATAR a las personas culpables de ciertas prácticas judaicas que detallaban en un interrogatorio. Siguió un período de rigor – en cuyos datos están conformes los CRONISTAS contemporáneos -, durante el cual fueron muchos los quemados en persona o en efigie o condenados a diversas penas. Las quejas de los conversos llegaron a ROMA, y el Papa SIXTO IV intervino aconsejando una menor severidad. De acuerdo la corte pontificia con los reyes, continúo la organización del SANTO OFICIO, y en Bula de 31 de enero de 1492 creó el CONSEJO SUPREMO de la INQUISICIÓN, cuyo primer presidente fue el docto dominicano Fray TOMÁS de TORQUEMADA , cuyo nombre ha venido a encarnar en la mentalidad media europea el tipo HUMANO de la INTOLERANCIA y el FANATISMO. Hubo todavía algunos debates entre ambas cortes sobre nombramientos y facultades de los inquisidores, pero de ellos salió fortalecida la autoridad del CONSEJO y de TORQUEMADA, que por Bula de 17 de octubre de 1483 fue nombrado inquisidor de Aragón, Cataluña y Valencia. TORQUEMADA procedió a la creación de cuatro Tribunales subalternos en Sevilla, Córdoba, Jaén, y Ciudad Real – éste se trasladó a Toledo – y nombró como asesores a los letrados JUAN GUTIERREZ de CHAVES y TRISTÁN de MEDINA. Juntamente con estos jurisconsultos redactó la reforma del manual de la INQUISICIÓN antigua, recopilado en el siglo XIV por el inquisidor de Aragón Fray NICOLAS EYMERICH. Estas instrucciones fueron reconocidas y establecidas en Junta general de inquisidores y consejeros, convocada en Sevilla en 1484, y se publicaron en 1488; constaban de veintiocho artículos, a los se añadieron once en 1490 y otros quince en 1498, fecha de la muerte de TORQUEMADA.
Las Instrucciones de la INQUISICIÓN, tal como quedaron a la muerte de TORQUEMADA, son un monumento de DERECHO PROCESAL. En ninguna otra legislación contemporánea se pone tanto cuidado en averiguar la verdad ni se conceden al reo tantos medios de defensa. Nada hay aquí de arbitrario ni de brutal y se procura evitar cuidadosamente el ERROR o la CALUMNIA, partiendo, claro está, de la base de considerar la herejía como delito. Las atribuciones del Santo Oficio no se limitaban a asuntos de fe, sino que se extendían también a los delitos contra loas COSTUMBRES, a las SUPERSTICIONES, extendidísimas en aquel tiempo, y a las faltas y cohechos de sus mismos dependientes. Como en la INQUISICIÓN vieja, cuando los inquisidores llegaban a alguna ciudad y establecían en ella su Tribunal, se anunciaba solemnemente la llegada y se promulgaba el edicto de “GRACIA”, por el cual se daba un plazo para que todos aquellos que a sí mismos se juzgasen incursos en delitos de herejía viniesen a acusarse según ciertas fórmulas, en cuyo caso quedaban libres de toda pena y sujetos solamente a una penitencia canónica.
Publicados los edictos, comenzaban las pesquisas secretas – INQUISICIÓN, propiamente dicha - , obteniendo informes sobre la vida religiosa y civil del sospechado, conversaciones, lecturas, etc. Se admitía la delación, pero la calumnia se castigaba severamente. No podía formarse juicio sobre indicios ni admitir presunciones sobre el secreto de la conciencia, sino que toda actuación había de basarse en hechos notorios y la investigación había de ser “cierta, clara y específica”. Una vez reunidos indicios suficientes se dictaba auto de prisión, que podía ejecutarse sin ser aprobado por el Consejo Supremo. La prisión propiamente inquisitorial era llamada “secreta”, pues el Santo Oficio disponía de otras dos cárceles: la “pública”, en la cual ingresaban los reos de delitos que correspondían a su jurisdicción, pero que eran considerados como comunes, como BIGAMIA, etc, y “media”, que estaba destinada a los funcionarios prevaricadores del mismo Santo Oficio.
En este momento comenzaba propiamente el proceso. En acusado podía nombrar un letrado defensor y para ambos no había secreto en las actuaciones. Dentro de los tres días se concedía la primera audiencia “de monición”, llamada así porque en ella se exhortaba al preso a decir la verdad. Si en ella reconocía su culpa, el proceso se suspendía y se procedía a la sentencia; en caso de que se negase se seguían otras dos audiencias y el interrogatorio y pasaban los autos al fiscal para que formulase la acusación, que era leída al reo, el cual podía contestar a todas sus partes. Había dos procedimientos de prueba: el tormento, que había de verificarse en presencia de uno o dos inquisidores, y el examen de los testigos. Consistía este procedimiento en el interrogatorio por parte de los mismos inquisidores de siete testigos sin tacha. El acusado no conocía sus nombres, pero previamente se le pedía una lista de toda aquellas personas de quien sospechase alguna parcialidad o malevolencia, y si alguna figuraba en la lista de testigos era tachada y sustituida por otra, Se entregaba al reo, para que lo utilizase en su defensa, un extracto de las declaraciones. Venía luego el acto solemne del juicio, en que se congregaban, presididos por el obispo, los inquisidores y los asesores ordinarios, que habían de ser doctores en Derecho, con el fiscal y el secretario, votando la condena o la absolución por orden de antigüedad de menor a mayor y decidiendo el obispo en caso de empate. El voto se refería en todo caso a la existencia de delito. En cuanto a la pena, solían imponerla los Tribunales seculares, y esto era obligado cuando se trataba de pena capital.
Las penas en uso contra el delito de herejía eran muy diversas. Los convictos y confesos de herejía o herejes eran castigados con pena de muerte, que se aplicaba en hoguera si el reo se mantenía impenitente, pero solamente en este caso. El culpable era quemado en efigie si no era habido (ausencia) y si había muerto se arrojaban a la hoguera sus huesos. Había prisión perpetua o temporal y el llevar por cierto tiempo un traje infamante, el sambenito (SACO BENDITO) , especie de túnica amarillo con una gran cruz roja, y la COROZA, gorro cónico pintado de diablos y llamas. Los sambenitos se colgaban después en las iglesias con el nombre del condenado para perpetua afrenta.
La RECONCILIACIÓN era una abjuración solemne de errores de escasa importancia o sostenidos sin malicia, después de lo cual se imponía al reconciliado algún alguna penitencia. En el lenguaje de toda Europa la locución AUTO DE FE (AUTO-DA-FE) ha tomado un significado cruento de castigo por medio de FUEGO. El AUTO de FE era una ceremonia solemnísima y emocionante que buscaba en todos sus detalles el producir una fuerte IMPRESIÓN en el PUEBLO. Consistía en una PROCESIÓN, en un SERMÓN PÚBLICO y en la lectura de la SENTENCIA a los acusados, expuestos en un tablado con sus sambenitos. Las SENTENCIAS CAPITALES se cumplían luego en lugar apartado. La INQUISICIÓN no fue, acaso, POPULAR en un principio como no lo fue en sus comienzos la idea del IMPERIO, que produjo la reacción de las COMUNIDADES; pero una y otro penetraron luego hasta la entraña del pueblo español.
Contribuyó sin duda al primer resultado el rigor excesivo de los primeros de los primeros inquisidores, que motivó las amonestaciones de ALEJANDRO VI a TORQUEMADA. Fue una primera explosión contra los JUDÍOS y CONVERSOS, contra los cuales el SANTO OFICIO era un arma terrible. Esta fama justificaba de rigor motivó las dificultades para la implantación del SANTO OFICIO en ARAGÓN (1485) y en CATALUÑA (1487).
No corresponde a estas páginas el emitir un juicio sobre el fundamento TEOLÓGICO de la INQUISICIÓN ni sobre las facultades de Pontífices y reyes para implantarla, sino simplemente enjuiciarla como institución de DERECHO PÚBLICO a la luz de las ideas de su tiempo. Resalta en primer término la injusticia de hacer recaer exclusivamente sobre ESPAÑA lo que era admitido sin duda ni controversia alguna en toda EUROPA en el siglo XV y en el XVI. FRANCISCO I de FRANCIA, y sus nietos; ENRIQUE VIII, MARÍA e ISABEL TUDOR, en INGLATERRA, persiguieron, encarcelaron y dieron muerte a muchas personas solamente porque no profesaban la RELIGIÓN de REY o del ESTADO. Lo que no hubo en ningún sitio es tantas garantías para el reo ni un DERECHO PROCESAL tan minucioso y tan apropiado para la AVERIGUACIÓN de la VERDAD y la valuación exacta del DELITO.
En cuanto a las PENAS, en ninguna parte fueron tan MODERADAS como en ESPAÑA, que en este punto constituyó en toda la EDAD MODERNA un MODELO de HUMANIDAD. Se recuerdan la muerte del médico español MIGUEL SERVET, tostado a fuego LENTO por orden de CALVINO a orillas del lago de GINEBRA. La descripción de algunas ejecuciones capitales en el siglo XVI en Francia o en Holanda pone los pelos. Una visita al Museo de las TORTURAS en el castillo de Nüremberg nos da idea de cómo se ingeniaba la JUSTICIA ALEMANA del siglo XVI para proporcionar a los desgraciados que caían en sus manos una muerte horrenda. EN ESPAÑA TODO ESTO ERA ABSOLUTAMENTE DESCONOCIDO.
Se empleaba, como en toda EUROPA, la TORTURA como MEDIO de PRUEBA, con ciertas REGLAS y LÍMITES; pero nunca para agravar la suerte de los condenados a la última pena, salvo en el caso de la hoguera, reservada a los impenitentes. Todavía en el siglo XVIII, cuando la INQUISICIÓN española no era otra cosa que una sombra y un recuerdo, el MARQUÉS de POMBAL, un enciclopedista amigo de los filósofos, ponía en práctica las más pavorosas invenciones para hacer morir en una inacabable agonía al DUQUE de AVEIRO y a los TOVORA, y en FRANCIA, en pleno humanitarismo rusoniano, en vísperas de la REVOLUCIÓN, los reos eran despedazados vivos entre cuatro caballos furiosos o deshechos en la RUEDA, y se aplicaba la PENA de MUERTE por el hurto más leve.
Es absolutamente falso el que la INQUISICIÓN haya sido causa del atraso científico de ESPAÑA, como pretendían los historiadores LIBERALES del siglo XIX. Porque es curioso notar que, por el contrario, en los siglos en que el SANTO OFICIO está en su apogeo, ESPAÑA sigue al tanto de todos los adelantos del mundo y la aportación española juega un papel brillante en la CULTURA UNIVERSAL. En cambio, es en los siglos en que la INQUISICIÓN CARECE DE EFICACIA O ESTÁ DEL TODA ABOLIDA cuando comienza efectivamente el retraso de ESPAÑA.
Y la razón está en que el SANTO OFICIO solamente prohibía la profesión de conceptos teológicos contrarios al dogma católico, dejando en libertad completa sobre cualquier otra materia. Como arguye MENÉNDEZ y PELAYO, no se da el caso de que fuese entregado al brazo secular ni se instruyese proceso formal de los grandes valores científicos en los siglos XV y XVI, ni se impidiese el cultivo de las CIENCIAS EXACTAS, FÍSICAS o NATURALES, ni se prohibiese una sola línea de COPÉRNICO, GALILEO o NEWTON.
“Abro los índices – dice el autor de LOS HETERODOXOS – y no encuentro en ellos ningún filósofo de la ANTIGÜEDAD, ninguno de la EDAD MEDIA, NI CRISTIANO, NI ÁRABE, NI JUDÍO; VEO PERMITIDA EN TÉRMINOS EXPRESOS LA GUÍA DE LOS ANDAN, de MAIMONIDES, y en vano busco los nombres de AVERROES, de AVEMPACE y TOFAIL; llegó al siglo XVI y hallo que los españoles podían leer todos los Tratados de POMPONAZZI, incluso el que escribió contra la inmortalidad del ALMA (pues sólo se les prohíbe el de INCAUTATIONIBUS), y podían leer ÍNTEGROS a casi todos los filósofos del Renacimiento italiano: a MARSILIO FICINO, a CAMPANELLA, a TELESIO (estos dos con algunos expurgaciones). ¿Qué más? Aunque parezca increíble, el nombre de GIORDANO BRUNO no está en nuestros índices, como no está el de GALILEO (aunque sí en el ÍNDICE romano), ni el de DESCARTES, ni el de LEIBNITZ, ni, lo que es más peregrino, el de TOMÁS HOBBES, ni el de BENITO ESPINOSA; y sólo para insignificantes enmiendas el de BACON”. En cuanto a las COSTUMBRES, baste decir que en pleno apogeo inquisitorial se imprimen y reimprimen LA CELESTINA y las más LIBRES entre las novelas caballerescas.
La INQUISICIÓN produjo además en ESPAÑA un gran beneficio persiguiendo a BRUJOS, ADIVINOS, SALUDADORES y AGOREROS y extirpando las supersticiones a que daba pábulo la larga convivencia con JUDÍOS y MOROS.
“La América española – escribe el mejicano CARLOS PEREYRA – debió acaso a la INQUISICIÓN el verse libre de un problema judaico y otro morisco. El Tribunal de la Fe salvó al NUEVO MUNDO de profundas desviaciones en las COSTUMBRES, impidió que se propagasen algunos EXTRAVÍOS mentales tan peligrosos como el MOLINISMO y el ILUMINISMO, se opuso con firmeza a todas las supersticiones”, y en este orden lo vemos arrancando desde las beatas revolanderas hasta los hechizos de INDIOS, NEGROS, ZAMBOS y MULATOS.
En ESPAÑA, el Tribunal realizó idéntica tarea a la que consigna en MÉJICO el ilustre historiador: la de LIMPIAR y SANEAR el ambiente MORAL y RELIGIOSO: no tuvieron peor enemigo las MONJAS MILAGRERAS y VISIONARIAS, los FALSOS PENITENTES, los FRAILES PSEUDO-ILUMINADOS y la crédula y andante BEATERÍA.
Pero el servicio mayor que ESPAÑA debe al SANTO OFICIO es el de haberla evitado los horrores de las GUERRAS de RELIGIÓN que ensangrentaron por SIGLO y MEDIO el suelo de FRANCIA y de los PAÍSES BAJOS, de ALEMANIA , y de INGLATERRA; GUERRA de RELIGIÓN que, dado el carácter de nuestro PUEBLO español, hubiera sido sangrienta y terrible. No hubiera sido posible empresa de cuantas se llevaron a cabo en el gran siglo con una ESPAÑA desunida y atormentada en espantosa contienda interior.
El DESCUBRIMIENTO, la CONQUISTA y la COLONIZACIÓN del NUEVO MUNDO; el predominio MILITAR en EUROPA no pudieron realizarse sino por un PUEBLO UNIDO y COMPACTO, en el cual todos los CIUDADANOS pensaban en lo esencial del mismo modo y estaban congregados por un mismo IDEAL.
Acaso el secreto de la supremacía de ESPAÑA esté en que se trataba de la NACIÓN unida y pacífica en una EUROPA en todos los países ardían en guerras religiosas, y por esto la estrella de ESPAÑA comenzó a nublarse cuando las demás potencias resolvieron, BIEN O MAL, hacia 1650, su problema religioso, que el SANTO OFICIO de la INQUISICIÓN consiguió evitar.
Documento 7. ALFREDO SAÉNZ,”HÉROES y SANTOS”, Gladius, 1993.
EL TESTAMENTO DE ISABEL (A. S., p. 175,178)
ISABEL enferma gravemente. Consciente de su estado, el 12 de octubre de 1504, justamente a los doce años de la llegada de COLÓN a las INDIAS, dicta su testamento a un secretario. Se dice que eligió esa fecha por su carácter REMEMORATIVO. El documento, que trasunta una impresionante serenidad ante la muerte, refleja de manera acabada no sólo las profundas convicciones religiosas de la Reina sino también su innegable inteligencia política. ISABEL hace un repaso de su labor de GOBIERNO y del futuro que desea para su PATRIA. Allí habla de la UNIDAD de ESPAÑA, la conservación de GIBRALTAR, las atenciones debidas a su ESPOSO, la SUCESIÓN DINÁSTICA, y, sobre todo, la RELIGIÓN y sus ministros.
Pide ser sepultada en GRANADA, en el convento de San FRANCISCO, vestida con hábito franciscano; pero señala que si su marido eligiera ser enterrado en otro lugar, su cuerpo deberá ser trasladado junto a él, “porque el ayuntamiento que ovimos viviendo e que espero en la misericordia de Dios que nuestras ALMAS tendrán en el cielo, lo tengan e representen nuestros cuerpos en el suelo”.
Dispone una cantidad para la sustentación del Rey, “aunque no puede ser tanto como Su Señorío merece e yo deseo”, y le suplica que se quiera servir de todas sus joyas, “porque viéndolas pueda tener más continua memoria del singular amor que siempre le tuve y ayn porque siempre se acuerde de que ha de morir y que lo espero en el otro siglo y con esta memoria pueda más santa e justamente morir”.
En lo que toca a la sucesión, designa heredera de todos sus reinos y señoríos a la princesa Doña JUANA, su hija, esposa de FELIPE el HERMOSO, archiduque de AUSTRIA, y madre de CARLOS, mandando que a su fallecimiento sea reconocida como REINA DE CASTILLA y de LEÓN. Pero previendo que JUANA “non pudiera entender en la gobernación” – como se sabe, su hija sufría de una enfermedad mental, por lo que la llamaban “JUAN LA LOCA”- , nombra único regente y gobernador de los reinos de CASTILLA a su esposo Don FERNANDO hasta que el Infante Don CARLOS – el hijo de JUANA LA LOCA – cumpla los veinte años “y venga a estos reinos para regirlos y gobernarlos”. Adviértase la inteligente exigencia de que el futuro monarca – CARLOS I de ESPAÑA y V de ALEMANIA – venga a residir a ESPAÑA, con lo que su ABUELA (ISABEL I DE ESPAÑA) se anticipa al riesgo de que, por haber nacido, educado en FLANDES, pudiera no echar raíces en el país que deberá gobernar.
Tres días antes de morir, ISABEL hizo algunos anexos al documento donde, entre otras cosas, encarga a FERNANDO y a sus sucesores, que nombren una junta de letrados y personas doctas, para que recopilen todas las leyes del reino, reduciéndolas a un solo cuerpo, donde estén “ordenadamente por sus títulos, por manera que con menos trabajo se puedan saber”. Agrega, asimismo, especiales recomendaciones en relación que hay de dar a los naturales (INDIOS) del NUEVO MUNDO, rogando al Rey y sus sucesores que pongan toda diligencia “para no consentir ni dar lugar a que los moradores de las INDIAS y Tierra Firme, ganados y por ganar, recibían agravio alguno en sus personas y bienes, sino que sean bien y justamente tratados y si algún agravio hubiesen recibido, se les remediase y proveyese”.
LUIS SUÁREZ FERNÁNDEZ resume así las últimas de la Reina:
PIEZA HISTÓRICA y HUMANA de PRIMER ORDEN. De sus PÁGINAS EMERGE PODEROSA la FE CATÓLICA que, en VIDA, FUE EL EJE EN TORNO AL CUAL GIRÓ EL ENTERO PENSAMIENTO DE LA REINA”.
EL 26 de NOVIEMBRE de 1504 EXPIRÓ. Tenía 53 AÑOS, Y HABÍA CUMPLIDO CASI 30 AÑOS DESDE QUE SUBIÓ AL TRONO. La comitiva de duelo partió de MEDINA del CAMPO, mientras el pueblo, en un silencio dolorido, se agolpaba a su paso. Atravesó las tierras de CASTILLA, tan llenas de reminiscencias para ella. En todas partes, grandes multitudes, a pesar de las tormentas y de las lluvias. Casi un mes duró la marcha por las tierras de CASTILLA, hasta que por fin llegó a GRANADA, “esa ciudad – había escrito la Reina – que la tengo en más que mi vida”. Tal como lo deseo fue enterrada en el monasterio de San Francisco de la Alhambra. Cuando muera FERNANDO, cumpliéndose otra de sus voluntades, sus restos serán traslados a un espléndido mausoleo en la CAPILLA REAL de la CATEDRAL de GRANADA, donde hoy reposan, JUNTOS LOS DOS.
CONCLUSIÓN
En lo que toca a la POLÍTICA de UNIDAD NACIONAL, comenzó ésta a fraguarse con su matrimonio con FERNANDO. Terminada con éxito la GUERRA CIVIL, y habiendo heredado FERNANDO, a la muerte de su padre, la corona de Aragón, queda consumada la integración de los reinos españoles hasta entonces dispersos. Sólo faltaba incorporar a ellos los señoríos islámicos del Sur, sin dejar de lado el reino de NAVARRA, que sería anexado más tarde. Conquistado por fin el reino de GRANADA, ultimándose así la secular epopeya de la RECONQUISTA, la Península quedaba prácticamente bajo la una misma corona, haciéndose realidad el simbolismo heráldico del YUGO y las FLECHAS. La monarquía incrementó el poderío del país, logrando ESPAÑA una notable proyección al exterior. Como dijo SALVADOR de MADARIAGA, ESPAÑA será “LA PRIMERA GRAN NACIÓN QUE ALCANZA TALLA DE TAL”.
ISABEL es un arquetipo de ESTADISTA difícilmente superable. Y como mujer, madre, reina, fue sin fallas, ejemplar. WASHINGTON IRVING, historiador norteamericano, del siglo pasado, tenía razón al llamarla “UNO DE LOS MAS PUROS Y HERMOSOS CARACTERES DE LAS PÁGINAS DE LA HISTORIA”.
Como se sabe, Su CAUSA DE BEATIFICACIÓN está en trámites. La idea de llevarla a los altares nació a fines del XIX. Durante un Congreso Mariano Hispanoamericana, celebrado en Sevilla en 1929, se planteó públicamente el asunto. Y CUANDO SE CONMEMORÓ EL QUINTO CENTENARIO DE SU NACIMIENTO, 1951, el entonces Ministro de Educación visitó en el Vaticano a los dos sustitutos de Estado, TARDINI y MONTINI (luego sería PAULO VI), interesándolos por la incoación de la causa, que por fin se abría en el arzobispado de VALLADOLID, en 1958. Los trabajos históricos terminaron en 1970. En 1972 tuvo lugar la apertura canónico del proceso en la Sagrada Congregación de Ritos.
JUAN PABLO II tuvo la intención de beatificarla solemnemente el año 1992, con ocasión del Quinto Centenario del Descubrimiento de América. Era una gran idea. Y todo un símbolo. Mas una violenta campaña judía y projudía logró de la Santa Sede la postergación del proyecto, según se anunció en Roma EL 28 DE MARZO DE 1991, lo que inmediatamente motivó las felicitaciones del LOBBY judío, especialmente de la “Anti-Diffamation League of B´nai B´rith (Hijos de la Alianza). Esta liga de antidifamación ha cometido una gran difamación frente a una de las más nobles figuras de la Cristiandad.
Sin embargo nosotros, sus hijos de América, “sus vasallos”, la seguimos considerando como a nuestra gran REINA, y nos gozamos en llamarla ISABEL “LA CATÓLICA”, que fue el título otorgado a ella y a su esposo, FERNANDO V, rey de ARAGÓN, por una BULA del 9 de diciembre de 1496, en atención a SU PIEDAD, SENTIDO DE JUSTICIA, VICTORIA SOBRE LOS INFIELES (MUSULMANES), DEFENSA DE LA FE (JUDÍOS Y HEREJES), Y ESPECIAL CELO EN LA PROTECCIÓN DE LA IGLESIA.
¡SANTA ISABEL DE AMÉRICA, ORA PRO NOBIS!
¡POR UNA ESPAÑA Y AMÉRICA, UNA, GRANDE, LIBRE!
Bibliografía consultada:
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- Excelsa – Editorial Difusión, Buenos Aires, 1946. “Introducción: Los Reyes Católicos”. (=)
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- Atlas Histórico Mundial – De los orígenes a la Revolución Francesa, de Hermann Kinder y Werner Hilgemann, Colección Fundamentos 1, Ediciones Istmo, 1970.
- Américo Castro, “Origen, ser y existir de los españoles”, Taurus, Madrid, 1959, 174 págs. Páginas 2 y siguientes.
- Pautasso, Gabriel, “España Fundadora y la Revelación del Nuevo Mundo”, pág. 97 - 111, Filosofar Cristiano, nros. 29-32 –1991-1992, Córdoba. (=)
- Pautasso, Gabriel, “Rubén Darío y la Unidad Americana”, pags. 7-10, Revista Clave, dtor. Octavio Maestu, Dic.1991, Cordoba. (=)
- Jorge L.Street, “Los estudios americanos” – Carlos A. Disandro, El conflicto de las estirpes y el destino político de América”, Ediciones Hostería Volante, colección “Lustrationis kráteras”, La Plata, 1972.
- Cecil Roth, “Los judíos secretos – Historia de los marranos”, Altalena, Madrid, 1979, 273 págs. Felipe Torroba Bernaldo de Quirós, “Historia de los Sefarditas”, Eudeba, 1968, 327 págs.
Documento 8. ATLAS HISTÓRICO UNIVERSAL, tomo 1.
EDAD MODERNA – España. LOS REYES CATÓLICOS (1474-1517)
Durante este reinado decisivo – que coincide con período de desarrollo económico general – tienen lugar la unión dinástica de CASTILLA y ARAGÓN, la anexión de NAVARRA y la conquista de GRANADA, último enclave ISLÁMICO en la península; termina el fraccionamiento medieval y se inicia el ciclo hegemónico de la Corona española (DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA; dinastía Habsbúrgica).
Paralelamente, el proceso de unificación religiosa determina el auge de la INQUISICIÓN (que se prolongará ha. Principios del s. XVIII). Las corrientes renacentistas penetran en la península.
Tras el matrimonio de ISABEL DE CASTILLA (1451-1504) con FERNANDO DE ARAGÓN (1452-1516), en 1469.
1474 ISABEL I ocupa el trono de CASTILLA y
1479 FERNANDO hereda el trono de ARAGÓN: UNIÓN DINÁSTICA. Ambos reinos, que reúnen unos 8 millones de habs. Mantienen sus respectivas Cortes, leyes, moneda, medidas y fronteras.
POLÍTICA INTERIOR. Incorporación de los maestrazgos de las Ordenes Militares a la Corona; disminución de la autonomía municipal (nombramiento de CORREGIDORES) y de las facultades de las Cortes; reforzamiento o ampliación de los Consejos (Ordenes, Aragón, Inquisición); creación de la Sala de Contadores (reorganización de la Hacienda); reforma del ejército (nuevo reclutamiento, soldadas) y de la justicia; consolidación del orden público (SANTA HERMANDAD); sujeción de la nobleza.
1480 Cortes de Toledo. Revocación de concesiones hechas a la nobleza bajo ENRIQUE IV: son restituidas rentas y villas a la Corona, pero se mantienen los privilegios anteriores a 1466. Establecimiento forzoso de judíos y musulmanes en barrios separados (=juderías, morerías). Franquicia para la importación de libros.
1480 ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN EN CASTILLA (BULA DE 1478) y del primer tribunal en SEVILLA. Pragmática (28-10) reduciendo las obligaciones serviles de los solariegos castellanos.
1485 RESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN EN ARAGÓN.
Las Cortes aragonesas piden la supresión del tribunal; al no ser atendidas, unos conjurados asesinan al Inquisidor de Aragón, PEDRO ARBUÉS. Tras la 2ª Guerra remensa,
1486 Sentencia arbitral de GUADALUPE: emancipación parcial de los payeses de remensa catalanes.
1487 Establecimiento de la INQUISICIÓN EN CATALUÑA. Pese a la oposición de los CONCELLERS de la ciudad, y en MALLORCA (1490).
1489 La Real Chancillería de CASTILLA fija su sede permanente en VALLADOLID.
1490 Boda de la primogénita ISABEL con el príncipe ALFONSO de PORTUGAL (y, a su muerte, con el rey MANUEL I) .
31-3-1492 Expulsión (salvo bautismo) de los JUDÍOS. Los CONVERSOS darán origen a una minoría de CRIPTOJUDÍOS perseguida por el SANTO OFICIO de la INQUISICIÓN (JUDAIZANTES, MARRANOS).
1492 conquista de GRANADA: FIN DEL DOMINIO MUSULMÁN. El Rey FERNANDO es herido en un atentado (Barcelona, 7-12).
12-10-1492 DESCUBRIMIENTO DEL NUEVO MUNDO – AMÉRICA.
Tras la invasión francesa de ITALIA, formación de la Liga de VENECIA y triunfo de los coaligados:
1493 Tratado de BARCELONA con CARLOS VIII DE FRANCIA: recuperación del ROSELLÓN y la CERDEÑA (perdidas en el reinado anterior). El Rey se compromete a no aliarse contra FRANCIA, excepto con el Papa: es el origen de las GUERRAS DE ITALIA. El Papa otorga el título de CATÓLICOS a los REYES españoles para compensarles del CRISTIANÍSIMOS concedido a los franceses.
1494 El Papado autoriza la reforma de las Ordenes religiosas de la Corona española. El movimiento reformador – disciplinario, no doctrinario – es dirigido por FRAY FRANCISCO JIMÉNEZ DE CISNEROS (1436-1517), que choca con la oposición del alto clero y de las Órdenes monásticas.
1496 Concluye la conquista de las CANARIAS, iniciada bajo ENRIQUE III. Boda de la princesa JUANA con FELIPE el HERMOSO: LA SUCESIÓN ESPAÑOLA pasa a la CASA DE HABSBURGO.
1502 Expulsión de los MOROS (salvo bautismo).
25-11-1504 (otros: 26 o 27) MUERE ISABEL I , que por TESTAMENTO había nombrado heredera a JUANA y regente a FERNANDO (CASO que aquella mostrase síntomas de locura). A la Regencia se opone FELIPE EL HERMOSO, apoya por la alta nobleza castellana.
1505 CORTES DE TORO: reconocimiento de la regencia de FERNANDO y promulgación de leyes (para CASTILLA) favorables a la FUNDACIÓN DE MAYORAZGOS. Por el pacto secreto de GRANADA (1501) LUIS XII y FERNANDO de ARAGÓN se reparten NÁPOLES; pero surgen conflictos de dominio y, tras el segundo matrimonio del Rey (con GERMANA de FOIX).
Oct. 1505 Paz de BLOIS (victorias del Gran Capitán: Francia reconoce el dominio español en NÁPOLES. Por la CONCORDIA DE SALAMANCA queda asociado FERNANDO a la Corona como GOBERNADOR PERPETUO (1ª Regencia).
1506 Cortes de VALLADOLID: JUANA y FELIPE son jurados reyes de CASTILLA. Presionado por la alta nobleza, FERNANDO se retira a ARAGÓN; pero a la muerte de FELIPE, comienza la
1507 2ª Regencia de FERNANDO (con CISNEROS).
1505-10 POLÍTICA AFRICANA. Inspirada por CISNEROS: tras la expedición a MELILLA (1497), conquista de MAZALQUIVIR (1505), P. De la GOMERA (1508), ORÁN (1509), BUJÍA y ARGEL (1510). La expansión concluye con la derrota de GELVES (151).
Como consecuencia de las victorias de la LIGA SANTA,
1512 FRANCIA es expulsada de MILÁN y FERNANDO logra la
1512 ANEXIÓN DE NAVARRA (que FRANCIA desea mantener en su esfera de influencia): el ejército del DUQUE DE ALBA expulsa a JUAN DE ALBRET.
1515 Derrota de MARIGNANO: perdida del MILANESADO.
1516 MUERE FERNANDO DE ARAGÓN, uno CATÓLICOS, que por testamento determina la
1516-1517 REGENCIA DE CISNEROS, a la que se opone ADRIANO DE UTRECHT, preceptor del nuevo monarca CARLOS I; pero finalmente sanciona el rey. Fundación de las GENTES DE ordenanza (mal recibida por el pueblo): levantamientos (fácilmente dominados) en CASTILLA y ANDALUCÍA.. Derrota en ARGEL (30-9-1516). Con la llegada de CARLOS I a CASTILLA concluye la regencia. CISNEROS muere antes.
Documento 9. AMÉRICO CASTRO. Recensión bibliográfica.
Vº CENTENARIO DE LA MUERTE DE ISABEL LA CATÓLICA en la
Parroquia Santísima Trinidad. Paso de los Andes. Córdoba Capital. Primera conferencia desde 1998, después del ACV. Nos encomendamos a SANTA HELISABETA y allá fuimos… ( el 21 de noviembre de 2004).
Agradezco al Dr. MARIO MENEGHINI y su esposa FABIELA que me estimularon para dar esta charla a mis amigos y camaradas. Siempre los recordaré.
NUNCA MIENTRAS VIVIEREIS DE APRENDER
SIEMPRE DE BUENAS COSTUMBRES TE DEVES PROVEER
CA POR MUCHO ESTUDIO EL SESO TE PUEDE CRECER
QUE LA SABIDURÍA GRAN USO QUIERE AVER*.
(Pseudo-Catón, Ed. De Pérez Gómez; Valencia, 1964). Si no fuera pseudo.
“TANTO MONTA, MONTA TANTO, ISABEL COMO FERNANDO”.
El reinado de los Reyes Católicos (1479-1517). Enrique IV de Castilla muere en 1474 y, en este mismo año, su hermana ISABEL, casada con FERNANDO (1469), hijo de JUAN II DE Aragón y de JUANA ENRÍQUEZ, es proclamada reina de Castilla. Se hallaba entonces la Península Ibérica dividida en cinco estados independientes: Castilla, Aragón, Navarro, Portugal y Granada.
ISABEL I y FERNANDO V, antes de morir JUAN II de Aragón (1479) figuraron solamente como reyes de Castilla. En efecto, cuando murió ENRIQUE IV (1474), ISABEL fue proclamada reina en Segovia y poco después era reconocido rey Don FERNANDO.
La Concordia de Segovia (1475): Don FERNANDO quiso hacer valer sus derechos a reinar en Castilla sobre los de su esposa. Basaba su reclamación en que era el descendiente varón más directo de ENRIQUE IV y en que en Aragón era costumbre de dar preeminencia a los varones sobre las hembras. No se sometió ISABEL a las exigencias de su esposo, por lo que el pleito se sometió al arbitraje del Cardenal MENDOZA y del arzobispo de Toledo, Don ALONSO CARRILLO. Estos insignes personalidades, considerando que no regía la ley sálica en Castilla, atestiguaron que la corona correspondía legítimamente a ISABEL; pero establecían que reinasen CONJUNTAMENTE los dos esposos. Símbolo de esta unión fue el lema: “TANTO MONTA, MONTA TANTO, ISABEL COMO FERNANDO”, que figura en muchos documentos de la época, junto con el YUGO y el HAZ DE FLECHAS, que simbolizan que “la unión hace la fuerza”. Las cláusulas más importantes de esta CONCORDIA DE SEGOVIA – cuyo original se conserva en el archivo de Simancas – son los siguientes: 1ª La justicia sería administrada mancomunadamente cuando estuviesen juntos, e independientemente, cuando separados; 2ª En la firma de documentos y en la acuñación de moneda, siempre en nombre de ambos y con la efigie de los dos, y 3ª En el nombramiento de cargos municipales y beneficios eclesiásticos se seguirá la opinión de la reina. El arzobispo de Toledo ALONSO CARRILLO y el cardenal Don PEDRO GONZÁLEZ DE MENDOZA tuvieron que desplegar gran esfuerzo e diplomacia para convencer a Don FERNANDO y evitar la ruptura definitiva de los soberanos.
En el mismo año que terminó la lucha dinástica y se reconoció a ISABEL como legítima reina de Castilla por la PAZ DE TRUJILLO (1479), moría JUAN II. El hijo de éste, Don FERNANDO, heredaba el reino de Aragón, quedando así UNIDAS LAS CORONAS DE CASTILLA y ARAGÓN.
La unión de Castilla con Aragón fue una mera UNIÓN PERSONAL de los monarcas, por lo que no hubo ninguna modificación esencial en la organización particular de ambas reinos. La UNIÓN POLÍTICA de Castilla y Aragón se realizó con los descendientes de los Reyes Católicos. En cuanto al pensamiento político de los Reyes Católicos, FERNANDO e ISABEL comprendieron tan admirablemente la esencia de la nacionalidad española, que su reinado se echan los fundamentos de la posterior grandeza de España. Se propusieron realizar en la Península la UNIDAD POLÍTICA, la Unidad territorial y la UNIDAD ESPIRITUAL.
Texto fundamental:
AMERICO CASTRO,”Origen, ser y existir de los españoles”, Taurus, Madrid, 1959, 174 pags. Col. Ser y Tiempo.
“Los Reyes Católicos, FERNANDO V e ISABEL, yacen sepultados en la Capilla Real de Granada, una maravillosa construcción, en la que se armonizan la tradición GÓTICA, el arte del flamenco ENRIQUES EGAS, el plateresco español y la expresividad plástica de los italianos. El grandísimo enterramiento fue labrado por el florentino DOMENICO FANCELLI, pero el EPITAFIO sería redactado por quien tenía cabal CONCIENCIA del SENTIDO dado por los españoles a la tenaz LUCHA de OCHO SIGLOS contra el ISLAM ,coronada felizmente para los CRISTIANOS con la toma de GRANADA el 2 de ENERO de 1492. Pues bien, la sencilla y sobria inscripción reza así:
“MAHOMETICE SECTE PROSTRATORES
ET HERETICE PERVICACIE EXTINTORES
FERNANDUS ARAGONUM ET HELISABETHA CASTELLE
VIR ET UXOR UNANIMES
CATHOLICI APPELLATI
MARMÓREO CLAUDUNTUR HOC TUMULO”.
¡¡SANCTA HELISABETTA, ORA PRO NOBIS¡¡ CASTELLE CATHOLICI APELLATI¡¡
El SENTIDO de la anterior inscripción es puramente RELIGIOSO, y nada en ella refiere a intereses políticos y seculares. Los Reyes FERNANDO V e ISABEL fueron llamados CATÓLICOS por haber derribado el poder de la RELIGIÓN ISLÁMICA y por haber reducido la OBSTINACIÓN de los JUDÍOS, empeñados en aguardar al MESÍAS. El título de CATÓLICOS dado desde entonces a los REYES de ESPAÑA posee diferente SENTIDO que el de “ROI TRÈS CHRÉTIEN” dado a los reyes FRANCOS y luego a los franceses, por los papas. El título de “TRÈS CHRÉTIEN” se refiere al CARÁCTER y a las funciones de la INSTITUCIÓN REGIA: el rey defiende a la Iglesia de CRISTO con las armas, mientras que el Santo Padre lo hace con sus plegarias. Este título corresponde a la misión secular que los reyes de FRANCIA se asignaron, y que expresa la frase GESTA DEI PER FRANCOS. Como he hecho ver en otras ocasiones, la MONARQUÍA FRANCESA usó los poderes divinos a fin de fortalecer su MISIÓN humana. Tal parecía ser el designio de los reyes VISIGODOS y del pontificado en relación con ellos, antes de sobrevenir el desastre de la CONQUISTA de HISPANIA por los MUSULMANES.
La función religiosa del Estado prevalecerá en adelante sobre lo SECULAR de sus actividades. De las TRES creencias que hasta entonces habían integrado la singular estructura de la vida española, una de ellas se elevaba sobre la ruina de las otras dos. Frente a tal horizonte, más ORIENTAL que occidental, quedará establecido el CARÁCTER de la MONARQUÍA española UNITARIA y CATÓLICA. El Estado español ingresó en el siglo XVI, encuadrado por una legalidad RELIGIOSA, SUPERESTATAL, e INCONMOVIBLE: el TRIBUNAL del SANTO OFICIO de la INQUISICIÓN. Lo cual, sin más, hace ver que la vida española se encontraba inclusa en la estructura espiritual de las dos creencias tan aniquiladas políticamente como vitalmente asimiladas. La tradición INQUISITORIAL de la ROMA PONTIFICIA se combinó en ESPAÑA con la de los MUSULMANES y con la de los JUDÍOS. Con lo cual, el funcionamiento del Santo Oficio Español (mantenido hasta 1833) carecía de análogo en Occidente; o sea, que el totalitarismo político-social en cuanto a la creencia religiosa acercaba a ESPAÑA más a la estructura de los pueblos ORIENTALES, JUDÍOS O MUSULMANES, QUE A LOS OCCIDENTALES – por europeos que en otros respectos fueran los españoles”. (Américo Castro, Op. Cit., p. 2-4) . Lucio Cornelio TÁCITO,(55?-117?),discípulo de QUINTILIANO, muestra en los “Dialogus de oratoribus”, así como en “Germania”, “Historiae” y “Annales”, grandes dotes narrativas y penetración psicológica; será el historiador SIN ODIO y SIN AMOR, “SIN IRA ET STUDIO”.
TRADUCCIÓN:
Vencida la secta mahometana,
Extinguida la obstinación herética.
Fernando de Aragón e Isabel de Castilla,
Varón esposo y esposa mujer llamados
Unánimemente Católicos,
Terminan esta tumba de mármol.
En efecto, también esta idea de la Monarquía, mucho antes de que se vislumbre el reinado de CARLOS V, mucho antes de que el descubrimiento de América ensanche tan insólitamente el dominio de nuestros reyes, tiene una manifestación en España, de modo que la idea secular de la Monarquía del mundo desde ESPAÑA. El fenómeno se produce en la segunda mitad del siglo XV, apenas aparece en escena la pareja de los futuros Reyes Católicos.
Un año antes de que FERNANDO e ISABEL ciñan la corona de Castilla, un barcelonés anónimo escribe en castellano un poema de salutación que se espera inminente. La ilusión, llena de un místico profetismo político, del hecho extraordinario que se avecina, le hace al desconocido poeta llamar al rey FERNANDO
“AQUEL QUE DEL MUNDO SE ESPERA MONARCA”.
Pocos años después, en una situación espiritual-política semejante a la del poeta de Barcelona, el bachiller PALMA, considerando que la batalla de TORO ha sido una reparación providencial por mano de los Reyes Católicos de la afrenta anterior de Aljubarrota, anhela y augura un próximo día en el que “los reyes de las Espannas del universo ayan monarchia”. También fray JUAN DE PADILLA espera que, por obra de los nuevos Reyes, España merezca “mayor monarquía” que fue la de CESAR. Y respondiendo a estas mismas ilusiones utópicas, quiliásticas, que con el advenimiento de FERNANDO e ISABEL se encendieron en España, fray IÑIGO de MENDOZA espera de la reina ISABEL,
“QUE DIOS FAGA EMPERATRIZ MONARCA”.
Texto fundamental:
Los cristianos luchaban para recuperar la tierra, no para acabar con una creencia que, con la judía, integraba el horizonte vital de los cristianos; con lo cual se ve claramente que, todavía en la primera mitad del siglo XIV, no se pensaba ni se sentía en la forma que refleja el EPITAFIO del sepulcro de los REYES CATÓLICOS.
Es inútil, por consiguiente, pretender ignorar que el motivo político-económico de la RECONQUISTA iba ligado prietamente a una concepción religiosa de la vida. Y, sobre todo, que el cristiano había adoptando estructuras sociales y formas de vida que preexistían en el vecino al-Andalus. La creencia había ido convirtiéndose en la base y también en el horizonte de la vida, de tal forma, que al cabo de ocho siglos los REYES CATÓLICOS pasan a la posteridad como destructores de las creencias musulmana y judaica, y como instauradores de una creencia única, dominante sobre la totalidad de la vida. Tal es el motivo de las tajantes diferencias entre ESPAÑA y el OCCIDENTE EUROPEO. Al llegar el siglo XVIII, los ESPAÑOLES se encontrarán desnudos de todo, menos de creencias y de puro dinamismo personal. Todo lo restante hubo de ser importado.
Hasta el siglo XV, la Guerra Santa había coexistido con una cierta forma de tolerancia, calcada también sobre el modelo islámico. Porque los españoles llegaron a ser españoles (es decir, lo que son y como son hoy, y no eran antes de la llamada Edad Media), gracias al ejercicio a que estuvo sometida la gente cristiana de la Península durante bastante siglos, unos siglos en que, por primera vez, el habitante de la Península fue el timonel de la nave de su vida, y no obediente servidor de pueblos servidor extraños. El habitante de la Península, antes del siglo VIII, había sido un instrumento en monos de quienes venían, ocupaban la Península y moldeaban, desde su propia vida, las de quienes estaban sometidos al invasor, y acababan de hacerse como él. No sabemos cómo aconteció esto antes de la dominación romana, pero sí conocemos la situación bastante bien entre los siglos I y VIII de la era vulgar: los habitantes de la Península en esos setecientos años obraron como ROMANOS y luego como ROMANO-VISIGODOS.
Antes de ser uniformadas por la lengua y por la civilización de ROMA, las poblaciones indígenas eran muy heterogéneas. No hay motivo para pensar que los habitantes de las Islas Baleares se entendieran con los de la costa oriental de la Península, ni que éstos hablaran como los de la costa occidental. Los colonizadores que vinieron antes de los romanos tuvieron a los indígenas. Los íberos de la costa oriental y los baleáricos combatieron con los cartagineses en contra de Roma, tanto en la península itálica como en la ibérica. Aquellos indígenas eran, además, materia dispuesta a recibir la estructura de civilización de quienes los dominaban y, en el caso de los ROMANOS, acabaron por asimilarse a ellos. En el siglo V, la casi totalidad de HISPANIA estaba tan romanizada y se sentía tan romana como el norte de ITALIA.
El sentido de la Reconquista consistió en que los cristianos luchaban a fin de “recobrar un modo de vida que presupone el dominio de la tierra, es decir, que exige los españoles dominen en España”. (KONETZKE).
Ahora Bien, una ruta de investigación, desde una perspectiva europea, pude hallarse en las obras de AMÉRICO CASTRO, y del hispanista francés MARCEL BATAILLON, cuyos libros deben hoy (1972) leerse con particular atención.
A modo de ejemplo y para que directamente se perciba la importancia, creo de interés leer algunas citas del libro capital de AMÉRICO CASTRO: “España en su historia, cristianos, moros y judíos”; que servirán de introducción y punto de apoyo a las consideraciones que siguen.
Referente a quienes contribuyeron a erigir la INQUISIÓN ESPAÑOLA, dice el autor:
“La mezcla de la religión con la vida civil, propia de las aljamas, pasarían luego a la sociedad de los siglos XVI y XVII, cuyo catolicismo estrecho y asfixiante, se diferencia tanto de la Europa coetánea como del de la España medieval. Percibimos ahora el remoto origen de las burlas de QUEVEDO en el Buscón cuando PABLOS amenaza con delatar a la inquisición a la mujer que ha llamado “pío pío” a las gallinas, por ser PÍO nombre de papas: “no puedo dejar de dar parte a la inquisición, porque sino estaré descomulgado”. Los ex rabinos que, en el siglo XV, planearon el Santo Oficio, lo concibieron como un BET DIN, lleno de crueles y minuciosas triquiñuelas, de delaciones y secretos” (pág. 560, op. Cit.)
En cuanto a la configuración de la mentalidad española de la contrarreforma agregamos:
“La tradición cristiana de CASTILLA no era lúgrube ni desesperada en los siglos XII, XIII, XIV y XV. El Poema del Mío Cid, la poesía de BERCEO, JUAN RUIZ, el marqués de SANTILLANA y JORGE MANRIQUE nos dejan en sustancia una impresión grata y de apacible serenidad. Mirando más tarde hacia fuera de España, ninguna literatura católica del siglo XVI posee nada equiparable a la ascética y la picaresca española, las cuales enlazan, sin embargo, con la tradición sombría de SEM TOB, JUAN DE MENA, RODRIGO DE COTA y FERNANDO DE ROJAS, continuada y expandida por legiones de conversos desesperados sin cómodo asiento en este mundo” (art. 575 o.c.).
“El concepto de contrarreforma, la defensa contra el protestantismo, no explica bastante el pesimismo, el ataque a la vida, la desesperación y el desengaño que desaniman y animan amplias zonas de la literatura del siglo XVI (pág. 572/573 o.c.) “...bajo es atmósfera oprimente florecerán la ascética y la picaresca, hijas gemelas de un judaísmo hecho Iglesia y de un cristianismo sin fe en el hombre”. (pág. 575 o.c.)
“El converso español no entonó su cántico desesperado en los siglos XV y XVI porque las circunstancias lo hicieran vuelto pesimista, sino porque aquellas circunstancias lo hicieron retraerse a las raíces más profundas de su existir. No sorprende que el judío se expresase así, sino que el cristianismo español fuera ensombreciéndose cada vez más hasta dar en una negación del mundo próximo al total nihilismo que en vano buscaríamos en Francia o Italia. (pág. 579 o.c.).
“Finalmente y con respecto a los vínculos de la Compañía de Jesús, la contrarreforma y los conversos leemos: “Ya señaló MARCEL BATAILLON la importancia de los cristianos de origen judaico en la reforma católica del siglo XVI (de lo que malamente y por imitación germánica se ha llamado contrarreforma) .(pág. 615 o.c.).
Yen la nota de la misma página (615/616 o.c.), dice AMÉRICO CASTRO:
“Justamente cuando me dispongo a terminar este libro, me llega una importante comunicación de mi amigo BATAILLON, que voy a tomarme la libertad de transcribir: “Una de las clases de mi curso en el “College de France” ha sido dedicado a los comienzos de la Compañía de Jesús. He estudiado especialmente su relación con el monaquismo. Había escrito, hace casi veinte años que el “monachatus non est pietas” de ERASMO pudo influir en IÑIGO DE LOYOLA, mientras era estudiante de Alcalá y determinar el carácter no monástico de sus proyectos religiosos. Cada vez estoy más convencido que aquellos participaron de una corriente antimonástica o “a monástica” de apostolado paulino. Esto aparece muy claro cuando se estudia su relación con la obra del Maestro JUAN DE AVILA, imitador consciente de SAN PABLO en su apostolado andaluz. El estudio simultáneo de los dos movimientos y del frustrado intento de fundirlos pone, además, de relieve la importancia en ambos del elemento de los cristianos nuevos, causa principal de la oposición del Cardenal SILICIO a la entrada de los jesuitas en su arzobispado. Me voy convenciendo que la reforma católica en España fue en gran parte, obra de conversos judíos (nota pág. 615/616 o.c.).
La Hispania de los visigodos había sido totalmente cristiana, con excepción de la minoría hebrea, muy maltratada por las leyes y sin función social reconocida y respetada. El judío no fue un elemento indispensable para el visigodo. Añádese a esto que el modelo de hombre (siempre hay alguno) descansaba sobre la tradición ROMANO-CRISTIANA-GERMÁNICA, según es visible en las actas de los concilios toledanos y en lo escrito por ISIDORO de HISPALIS sobre la educación de la nobleza, comentado por mí en La realidad histórica de España.
Más, a partir del siglo VIII, los núcleos de la resistencia cristiana tienen por inevitable horizonte y por fascinante modelo lo que acontece en la tierra enemiga, una tierra que no era simplemente islámica, sino, ante todo, lugar de estancia para un conglomerado ISLÁMICO-CRISTIANO-JUDAICO. Es ocioso discutir la proporción de gentes de origen árabe, sirio, egipcio, o beréber dentro de tal conglomerado; lo decisivo es que el mando y las jerarquías de valores dependían del Oriente musulmán.
Con la mira y la estima hacia él se constituyo una forma de sociedad, integrada por tres grupos de creyentes, dominados todos ellos por la lengua y por los estímulos valorativos venidos de ORIENTE. Los HEBREOS de al-ANDALUS escribieron en árabe sus obras mayores, incluso las gramáticas de su lengua. Su poesía u su arquitectura eran de inspiración ORIENTAL (lo que sobrevive de sus sinagogas en Córdoba, Toledo y Segovia LO HACE VER). Los Cristianos, o sea los MOZÁRABES, se rindieron al encanto de la cultura dominante, pues nada de igual valía tenían que oponerle, dado que la CRISTIANDAD fluctuaba entre una literatura pagana que había perdido su autenticidad, y una literatura cristiana en el latín que pocos entendían. Faltaba aún mucho para el nacimiento de grupos animados de un nuevo espíritu secular y político, y capaces de usar justificadamente la lengua hablada por todos.
Una sociedad integrada por esos tres sectores de población, cada con su peculiar creencia, no había existido durante la época visigoda. El hecho de existir ahora y de articularse entre sí esos diferentes grupos fue debido al ejemplo dado por el al-ANDALUS, al cual los reinos cristianos tuvieron adaptarse. Y al hacerlo, aquellos reinos se islamizaban en cuanto a su estructura social, montada sobre ejes de creencia en un modo sin paralelo en OCCIDENTE: CRISTIANOS, MOROS, JUDÍOS.
La diferencia con el al-ANDALUS era, sin embargo, radical, dado que allá el poderío y el prestigio cultural y económico eran musulmanes. En el Norte, la figura social aparece invertida, y en distinta disposición de VALORES: arriba, los cristianos, la decisión política y militar (los “hombres de fierro”); pero los otros dos vértices del triángulo, aunque dependían de los de arriba en cuanto a la autoridad que mandaba, no se hallaban enteramente abajo. Es decir, que la capacidad técnica era mora o judía.
Se produjo así una especialización de funciones – luego observables en la “morada vital” de los españoles – nacidos y formados como españoles precisamente así, conviviendo con moros y judíos. La idea de que los españoles son una sustancia esencial e inalterable, una especie de emanación de la tierra, los aires, las rocas y las aguas de la Península; que estaban ahí antes de venir los ROMANOS; que siguieron ahí después de acabarse los ROMANOS; que después soportaron con imperturbada pasividad el coexistir durante ochocientos años con moros y judíos – esa IDEA, dicho sea con el debido respeto, esa IDEA no corresponde a nada REAL.
El conjunto formado por CRISTIANOS, MOROS y JUDÍOS, la interacción de esos tres sectores entre ellos, no es ninguna TESIS, es una REALIDAD. El sector cristiano, el que a la postre se quedaría solo, tomó la forma interior labrada por su continuo ajuste con los otros dos. Ante la obstinación, estruendosa o silente, de tantas plumas, conviene recordar que en ningún Estado OCCIDENTAL (incluso el Vaticano) desempeñó la religión funciones tan amplias y exclusivas como en ESPAÑA y PORTUGAL.
CECIL ROTH, “Los judíos secretos – HISTORIA DE LOS MARRANOS”, Altalena, Madrid, 1979. 273 Págs.
Nota pág. 204: “Compárese el testimonio de un erudito contemporáneo: “¿Qué puedo decir de España y Portugal, donde casi todos los príncipes, los nobles y los comunes descienden de judíos apóstatas? Este hecho es tan conocido allí que nadie lo duda... Los monasterios y conventos están llenos de judíos, e incluso muchos canónigos, inquisidores y los mismos obispos son de origen judío. Muchos de ellos son judíos convencidos de corazón, aunque por amor de los bienes de este mundo fingen creer en el cristianismo. Algunos sienten luego remordimiento de conciencia y, si hallan oportunidad escapan. En Ámsterdam y en otros lugares hay agustinos, franciscanos, jesuitas y dominicanos que son judíos. En España, por otra parte, hay obispos y frailes observantes cuyos padres y parientes viven aquí o en otras ciudades para poder practicar la religión judía”. –(LIMBORCH, Amica Collatio, págs. 102, 209, 276. La autoridad de esa afirmación es la de ISAAC OROBIO DE CASTRO, acerca del cual véase más adelante).
Si se incluyen hombres de origen parcialmente marrano, la lista sería más grande y más distinguida, con mucho: véase el caso de LUIS DE LEÓN, el muy distinguido poeta y teólogo español; cuando la Inquisición lo arrestó e investigo resultó ser un octavo nuevo cristiano. Los antecedentes de Santa Teresa de Ávila eran similares.
Pág. 218-219:
“Es habitual hablar de la Expulsión de los Judíos como golpe fatal a la grandeza de España. Por supuesto, al hacerlo así se comete una indudable exageración. La época más gloriosa de la historia de España, la de la Conquista de América, de los Conquistadores, del Gran Capitán, de VELÁSQUEZ, de CERVANTES, se dio cuando no quedaron en el país judíos profesos. Del mismo modo, en Portugal, el período en que el gran imperio colonial se construyó, en que floreció la arquitectura manuelina, en que GIL VICENTE y CAMOENS escribieron sus obras inmortales, fue el que siguió a la obligada conversión de 1497. Continúa siendo tema de especulación qué proporción de aquellos a quienes se debe la grandeza de los dos países tenía sangre judía en las venas; hasta donde contribuyó esta sangre judía en sus logros, y cuánto mayor progreso se habría alcanzado si los judíos, como cuerpo, hubieran podido colaborar en ella. A pesar de todo esto, hay que reconocer que la decadencia de ESPAÑA y PORTUGAL comenzó mucho después de la expulsión de ambos países. Por otra parte, cuando se produjo, fue de modo tan rápido y completo que quizá no tiene paralelo en la historia. Pero no por ella se ha considerar a la Inquisición como libre de culpa. Fue promovida por motivos verdaderamente religiosos, si bien equivocados, sin duda alguna. No dejó de tener a su lado bueno y aun beneficioso. Sin embargo, a lo largo de muchas generaciones se dedicó sistemáticamente a aniquilar aquella libertad de pensamiento sin la que ninguna civilización puede progresar, ni ningún país conservar la propia. Sus métodos de actuación estaban calculados de modo que con frecuencia causaban cataclismos en el comercio del país y debilitan el sentimiento de estabilidad, esencial para el bienestar económico. Por añadidura, se dedicó a llevar a cabo una venganza contra una clase de la población – los nuevos cristianos – peculiarmente dotados de las cualidades intelectuales que promueven el progreso. Miles de ellos fueron quemados; decenas de millares, obligados a emigrar; una gran proporción, aún, a sofocar sus naturales inclinaciones. Durante un período de siglos privó sistemáticamente a la Península de algunos de sus mejores intelectos. En tales circunstancias, el progreso es inconcebible. Lo extraño es, quizá, el hecho de que los reinos portugués y español pudiesen mantener durante tanto tiempo una semblanza de su anterior grandeza”.
Terrena y espiritualmente, los tres pueblos y sus tres modos de ser creyentes convivieron como una unidad-oposición que no llegó a crear un orden de vida en donde todos ellos se entrelazaran en paz y concordia. Lo grave, y la razón del tremendo drama, es que aquella convivencia había sido provocada por circunstancias puramente prácticas, advenidas y no planeadas. Su resolución en unidad, por el contrario, sólo era posible en la idea divina, en el infinito, en donde convergen las paralelas. Pero ni la unidad circunstancial, forzada por los acontecimientos, ni el zenit de lo divino eran estancias cómodas para la conducta y comportamientos de cada día. Éstos, para ser plenamente humanos y satisfactorios (es decir, estables y fecundos), requieren leyes, además de escritas, vividas con gusto, en las cuales el deber ser y el poder ser se abracen y el poder ser se abracen fraternalmente.
La verdad – la realidad – es que el cristiano no habría podido llevar adelante su guerra de Reconquista, si no hubiera dispuesto el funcionamiento de su vida – sus comportamientos interiores y externos – en tal forma que su existir social incluyese también la aceptación de sus enlaces con MOROS y JUDÍOS – enlaces implícitos en sus modos de valorar de planear dentro de su propia vida interior.
Simultáneamente, con la reconquista material de las tierras, el cristiano tuvo que entablar, en el fondo de su CONCIENCIA, una lucha “axiológica” con los moros y con los judíos, sus indispensables vecinos. Intentemos ver nuestro problema con cierta claridad. Los núcleos cristianos lograron por primera vez, y en forma definitiva, detener y rechazar gentes de fuera, llegada a la Península a fin de adueñarse de su tierra y de sus gentes.
Los cristianos mozárabes acabaron por ser dominados culturalmente por los musulmanes, y en el siglo XII fueron barridos por los almohades. Los usos exteriores e interiores de los mozárabes que hallaron en el Norte, eran predominantemente musulmanes. Entretanto, los cristianos que iniciaron tan eficazmente su resistencia, necesitaban para subsistir el ejemplo y las técnicas del enemigo. Ayuda considerable allegaban los judíos, perseguidos a muerte en la época visigoda, y ahora cada vez más indispensables e importantes como lo eran entre los musulmanes de al-Andalus, en ocupaban, a menudo, puestos de gran distinción. O sea, que los cristianos trataron a los judíos como hacían los musulmanes: de éstos lo aprendieron. Lo mismo aconteció en numerosas ocasiones, y todavía en tiempo de los Reyes Católicos eran los judíos los encargados de pagar a la Santa Hermandad. Una inscripción hebrea en la sinagoga del Tránsito, de Toledo, reza así: “El rey de Castilla ha engrandecido y exaltado a Samuel Leví; y ha elevado su trono por cima de todos los príncipes que están con él... Sin contar con él, nadie levanta mano ni pie”.
El victorioso cristiano de la Reconquista – alma y brazos de “fierro” – tuvo que salvarse a sí mismo emprendiendo la “reconquista” de sí mismo, la de su propia estimación. Sin cálculo ni designio consciente, el cristiano fue sintiéndose de más valer por ser importante su empresa bélica, y por creer a pie juntillas que SANTIAGO, SAN ISIDORO o SAN MILLÁN, luchaban visiblemente a su lado. El sentimiento del pueblo preferido divinalmente se hizo solidario del sentirse importante como PERSONA. El hombre LIBRE de Castilla Y DE Aragón se libre, porque como siervo no habría sabido ni podido luchar. La conciencia de hidalguía, de señorío, creció simultáneamente con el afán de tomarle la tierra al moro o al cristiano vecino. Se trata, precisamente, de lo que el cristiano de la RECONQUISTA HIZO y CREÓ con su potencialidad psíquica, con su fe, con su esperanza en sí mismo.
Texto fundamental:
El 26 de noviembre de 1504 expiró. Tenía 53 años y había cumplido casi 30 años desde que subió al trono. La comitiva de duelo partió de Medina del Campo, mientras el pueblo español, en un silencio dolorido, se agolpaba a su paso. Atravesó las tierras de Castilla, tan llenas de reminiscencias para ella. En todas partes, grandes multitudes, a pesar de las tormentas y de las lluvias. Casi un mes duró la marcha por las tierras de Castilla, hasta que por fin llegó a GRANADA, “esa ciudad – había escrito la REINA – que la tengo en más de mi vida”. Tal como lo deseó, fue enterrada en el monasterio de SAN FRANCISCO DE LA ALHAMBRA. Cuando muera Fernando V, CUMPLIÉNDOSE OTRA DE SUS VOLUNTADES, sus restos serán trasladados a un espléndido mausoleo en la Capilla Real de la Catedral de GRANADA, donde hoy reposan, junto los dos.
Sin embargo, nosotros, sus hijos de AMÉRICA, “sus vasallos”, la seguimos considerando como a nuestra gran Reina, y nos gozamos en llamarla ISABEL
“LA CATÓLICA”, que es el título otorgado a ella y a su esposo por una Bula del 9 de diciembre de 1496, en atención a su PIEDAD, SENTIDO DE JUSTICIA, victoria sobre los INFIELES, defensa de la Fe, y especial celo en la protección de la Iglesia.
Las líneas maestras del gobierno de ISABEL LA CATÓLICA son:
En lo que toca a la política de unidad nacional: La clave de la Historia de ESPAÑA está en la lucha entre el signo de la UNIDAD, representado, a sus tiempos, por el Imperio de Roma, por la monarquía de LEOVIGILDO, por el califato de Córdoba, por la política de los sucesores de SANCHO EL MAYOR, por FERNANDO e ISABEL, por AUSTRIAS y BORBONES; y el germen de la DIVERSIDAD, siempre en actividad morbosa, aunque a veces oculta, que engendra la multiplicidad de tribus de la HISPANIA pre-romana, los reinos de Taifa y los reinicitos rivales de la Edad Media, la fiebre separatista de 1640, las juntas locales de 1808, los cantones de 1873, la república MASÓNICA Y COMUNISTA de 1931. Desesperaban los hombres; pero ya la Providencia tenía dispuesto quien trajese a las ESPAÑAS: “UNA LEY, UN IMPERIO, y UNA ESPADA”. Con su matrimonio con Don FERNANDO. Terminaba con éxito la guerra civil, y habiendo heredado Don FERNANDO, a la muerte de su padre, la corona de ARAGÓN, quedaba consumada la integración de los reinos españoles hasta entonces dispersos. Sólo faltaba incorporar a ellos los señoríos islámicos, sin dejar de lado el reino de NAVARRA, que sería anexado más tarde. Conquistado por fin el reino de GRANADA, ultimándose así la secular epopeya de la RECONQUISTA, la Península quedaba prácticamente bajo una misma corona, haciéndose realidad el SIMBOLISMO heráldico del YUGO y las FLECHAS. La monarquía incrementó el poderío del país, logrando ESPAÑA una notable proyección al exterior. Como dijo SALVADOR DE MADARIAGA, ESPAÑA será “la primera gran nación que alcanza talla de tal”.
Doña ISABEL es un arquetipo de estadista difícilmente superable. Y como mujer, madre, reina, fue sin fallas, ejemplar. WASHINGTON IRVING, historiador norteamericano del siglo XIX, tenía razón al llamarla “uno de los más puros y hermosos caracteres de las páginas de la historia”.
Tres días antes de morir, DOÑA ISABEL hizo algunos anexos al documento donde, entre otras cosas, encarga a Don FERNANDO y a sus sucesores, que nombren una junta de letrados y personas doctas, para que recopilen todas las leyes del reino, reduciéndolas a un solo cuerpo, donde estén “ordenadamente por sus títulos, por manera que con menos trabajo se puedan saber”. Agrega, asimismo, especiales en relación con el trato que hay que dar a los naturales del Nuevo Mundo, rogando al Rey y a sus sucesores que pongan toda su diligencia “para no consentir ni dar lugar a que los moradores de las INDIAS y Tierra Firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes, sino que sean bien y justamente tratados y si algún agravio hubiesen recibido, se les remediase y proveyese”.
En la partida bautismal de América o del Nuevo Mundo queda fijado su destino: “INCORPORAR ESTAS TIERRAS A LA FE CATÓLICA”. (De aquella cláusula del Testamento de la Reina ISABEL LA CATÓLICA).
En cuanto a la Política religiosa de los Reyes Católicos, la actuación en la cuestión religiosa es uno de los más interesantes y apasionadores problemas históricos del gran reinado y el único acaso en que su política ha sido discutida y aún juzgada con extrema dureza. La historiografía protestante y liberal ha visto en ella un atentado a la libertad humana y a los derechos del hombre y ha enjuiciado conforme a la sensibilidad que la Enciclopedia francesa impuso en toda Europa a mediados del siglo XVIII, instituciones y hechos que solamente pueden ser bien comprendidos situándolos en el ambiente de su país y de su siglo. En ESPAÑA, la reforma religiosa se hizo con una ortodoxia perfecta y en sumisión constante a la SANTA SEDE. El impulso de esta gran obra lo dio el genio católico y el fervor ascético y místico de DOÑA ISABEL. La obra reformadora tiene tres aspectos esenciales: la reforma del clero secular y regular, la unidad religiosa en la LEY, y en su complemento, o sea, el TRIBUNAL DE LA INQUISICIÓN. Lo resolverá con SANTA ISABEL LA CATÓLICA: ella detuvo por igual a moros y judíos. Combatió las acechanzas y las maquinaciones procedentes de las mezquitas o de las sinagogas. Doblegó tanto los errores de procedencia talmúdica como los de inspiración coránica. ELLA RESTITUYO CRISTO A ESPAÑA Y ESPAÑA A CRISTO. ESE ES EL ÚNICO CAMINO.
Por último:
...Recibió el Santo Viático y la sagrada Unción, no consintió que ninguna mujer, aunque fuese de sus privadas, le tocase sus carnes, ni le descubriese sus pies, y pidiendo perdón de sus culpas, dio su alma a Dios en 27 de noviembre de dicho año de 1504, habiendo veintinueve años y cinco meses y catorce días que reinaba, siendo de edad de cincuenta y tres y siete meses y tres días...
“¡ESPAÑA, EVANGELIZADORA DE TODO EL ORBE; ¡ESPAÑA, MARTILLO DE HEREJES; ¡LUZ DE TRENTO; ¡ESPADA DE ROMA, ¡CUNA DE SAN IGNACIO...!
ESA ES NUESTRA GRANDEZA Y NUESTRA UNIDAD: NO TENEMOS OTRA”. (MARCELINO MENÉNDEZ Y PELAYO)
“POR TI, PORQUE EN EL AIRE EL NEBLÍ VUELE, ESPAÑA, ESPAÑA,
ESPAÑA ESTÁ EN PIE FIRME, ARMA EL BRAZO Y EN LO ALTO LAS ESTRELLAS”. (De GERARDO DIEGO”)
Texto final:
El día 26 de noviembre del año de gracia de 1504 entregó a Dios su excelso espíritu en sus palacios de Medina la buena Reina ISABEL. PEDRO MARTIR DE ANGHIERA buscó en su mejor las ponderaciones más elegantes para dejar a la posterioridad un cuadro del dolor de la corte. En una peregrinación que duró casi un mes, el féretro de la reina fue llevado en viaje postrero por aquellos campos de Castilla y de Andalucía que tantas veces ISABEL había corrido en su afán de cumplir con el deber que el cielo le entregara con la corona: de Medicina a Arévalo; de aquí a Cardeñosa, a Cebreros, a Toledo, a Manzaneros, a Palacios, a El Viso, a Barcas de Espelúy, y, por Jaén y Torre-Campo, al convento de SAN FRANCISCO DE LA ALAMBRA. Las lluvias del otoño convertían en fangales los campos y los caminos en torrenteras. De las aldeas y de los caseríos los campesinos salían a contemplar en la desolación de los días otoñales el arca que contenía aquel gran corazón que había amado sobre todo a los obres y desamparados de la tierra.
FERNANDO aún corrió tierras y pasó mares: aún guerreó y enredó a otros príncipes en las sutiles redes de su ingenio; al cabo, en 23 de enero de 1516, errante, como había vivido; casi solitario, como placía a su espíritu, acudió a aquella solemne cita que en su testamento le hiciera su enamorada mujer: “Porque siempre se acuerde de que ha de morir, e que le espero en el otro siglo; e con esta memoria pueda más santa y justamente vivir”.Allí en la capilla real de Granada, duermen eternamente ayuntados así como la ternura de ISABEL quería, “porque el ayuntamiento que tovimos viviendo, e que nuestras ánimas espero en la misericordia de Dios ternan en el cielo, lo tengan e representen nuestros cuerpos en el suelo”. ¿Quién recuerda que FERNANDO conoció otros menores y fue por algún tiempo infiel al signo de la unidad? FERNANDO e ISABEL pasan a la Historia juntos y enlazados, como sus emblemas en el blasón de ESPAÑA, como el haz y el yugo de sus divisas, como sus bustos en las monedas. Sus cualidades, tan diversas, se concertaron en una obra común: UNIR A ESPAÑA y LANZARLA POR LOS CAMINOS DEL IMPERIO.
Bien pudieron, al dormirse para siempre, inundar su espíritu en la paz de los que han cumplido valientemente con su deber inmenso, difícil y ingrato. No hubo sendero trazado por la Historia que ellos no siguieran; a ellos les tocó en suerte consumar los ideales que sus antepasados habían alentado durante siglos: la UNIDAD NACIONAL, la creación de un Estado fuerte (no autoritario), la consumación de la RECONQUISTA (años: 711 al 1492), la UNIFICACIÓN RELIGIOSA, el dominio del Mar Mediterráneo y la costa atlántica de África.
Pero al mismo tiempo que habían cerrado unos caminos, otros quedaban abiertos para saciar la inquietud de ESPAÑA. La ruta de las CARABELAS de COLÓN y aquella cláusula del testamento de ISABEL que designaba para suceder en el reino a JUANA, esposa de FELIPE de AUSTRIA y madre ya nacido con el siglo (1500), bajo el signo cesáreo (CARLOS V, emperador de Occidente), dejaban ya tarea preparada para el afán de muchas generaciones.
Antes de acabar el de 1504 cayó sobre ESPAÑA la más áspera de las DESDICHAS. No anda en coplas la muerte de la REINA ISABEL; pero en prosa recia y sosegada nos ha quedado su voluntad, tan clara como su vida; en todo piensa cuando siente llegar la muerte, y a todo acude con la recomendación o con el mandato. No había de olvidar por eso en su testamento la que había sido la mayor de sus horas; así es como, movida por el deseo de ganar almas para el reino de CRISTO, angustiada por el dolor de tantos desdichados reducidos a cautiverio por los moros y acicateada la dignidad por la osadía de sus piraterías y pillajes, encarga estrechamente a la Princesa, su hija y al Príncipe, su yerno: “...QUE NO CESEN EN LA CONQUISTA DE ÁFRICA e DE PUGNAR POR LA FE CONTRA LOS INFIELES”.
Segovia, 1939 - JUAN DE CONTRERAS, Márques de Lozaya. Págs. 228-230. “Los orígenes del Imperio”. Rialp, Madrid, 1966.
A ISABEL, LA CATÓLICA
CON EL YUGO Y LAS FLECHAS Y LA ESPADA
MI SEÑORA ISABEL, MI REINA SANTA –
AMÉRICA TE AGUARDA EN EL DESIERTO. (Antonio Caponetto.)
(X): Académico de la Historia, MANUEL FERNÁNDEZ ALVAREZ. Isabel la Católica, FUERA DEVOTA Y PROFUNDAMENTE RELIGIOSA, NO LA CONVIERTEN EN SANTA. Libro Espasa-Calpe. Personajes de los siglos XVI-XVII. “Carlos I, el césar y el hombre”. Felipe II. El libro más premiado:1998. Juana la Loca. “una documentación exhaustiva y un análisis de cada acontecimiento”. DIOS EN EL CAMINO DE LA REINA. Llevada de su mano. Eso no la hace santa. Episodios trascendentales de la historia de España. Camino de la Santidad. Final de su vida: tolerante y compresiva. ALMA FRANCISCANA. Juana la Beltraneja, legítima. LEMA: MONTA TANTO... tanto monta, Isabel como Fernando.
20-11-36: JOSE ANTONIO PRIMO DE RIVERA. 20-11-75: FRANCISCO FRANCO .1810. Invasión napoleónica España; profanación y aventan al viento de REYES CATÓLICOS.
ISABEL resultó ser una mujer de talento, una de las más espléndidas mujeres de la Historia. Tenía salud, valor, inteligencia, belleza y una fe invulnerable de que, si servía a Dios debidamente, ÉL la ayudaría a ganarse el trono de su padre y restablecer la paz en un país infestado de bandoleros, asesinos, degenerados, usureros, recaudadores de contribuciones, charlatanes y canallas de mil especies. A los diecisiete años, en contra de las órdenes de ENRIQUE y de las maquinaciones del Marqués de Villena, ella siguió el consejo del Arzobispo de Toledo, el guerrero CARRILLO, y arregló en secreto su boda con el joven FERNANDO de Aragón.
ISABEL se alojaba con frecuencia en Segovia, de donde era Obispo don JUAN ARIAS DÁVILA, miembro de una poderosa familia judíacatólica, y gobernador real otro converso, ANDRÉS CABRERA. Allí se hallaba cuando murió ENRIQUE, en diciembre de 1474. CABRERA tenía suficiente poder para decidir para decidir si debía ser proclamada Reina de Castilla ISABEL, antes de que los partidarios de la BELTRANEJA pudieran obrar. Partidario como era de la causa de ISABEL, por influjo de su mujer BEATRIZ de BOBADILLA, amiga desde la infancia de la Princesa, tenía además profunda enemistad contra PACHECO, que le había traicionado e intentado matar. También es posible que se sintiera cautivado por la majestad de ISABEL – como tantos hombres lo fueron -, quien había renunciado a la Corona que le ofreciera el Arzobispo CARRILLO en vida de ENRIQUE, por no sublevarse contra el legítimo soberano, y sólo hacía un año que había rechazado la sugestión de algunos fanáticos de su propio sector de Valladolid de que ganaría poder evitando una matanza de conversos. En tan crítico momento, el gobernador judíocatólico se decidió por ISABEL, y el día de Santa LUCÍA, sobre un caballo blanco, con CABRERA a un costado y el Arzobispo al otro, subió a una plataforma en la Plaza Mayor, donde una gran corono de San FERNANDO le fue colocada sobre sus rubios cabellos, arrodillándose delante del Gobernador para entregarle las llaves del Alcázar, donde estaba guardado el tesoro de Castilla.
Seguramente, Fray TOMÁS DE TORQUEMADA, entonces Prior del convento de Santa Cruz, fue testigo del histórico suceso y oiría los gritos de “¡VIVA LA REINA!”, “¡CASTILLA, CASTILLA POR LA REINA ISABEL!” Debió de escuchar los clamores de las campanas de toda la ciudad y las lombardas detonando desde las viejas murallas.
Es muy probable que fuera uno de los numerosos notables de la ciudad que avanzará a besar la mano de la Reina prometiéndole fidelidad. Acaso ese día vió por primera vez su cara, y en ella, como tantos otros, la única esperanza para el cristianismo y la civilización en España.
ISABEL estaba entonces en sus veintitrés años; bien formada, vigorosa (una gran amazona), con la tez blanca y ojos azules con reflejos verdes y dorados. Desde su infancia, a pesar de la corrupción de la corte de EL IMPOTENTE, había conservado integridad e inocencia, que la hicieran irresistible a los buenos y que aterraba a los malos. No teniendo más que a Dios, había pasado milagrosamente por muchos peligros; era como un ser distinto de todos, señalado para una gran misión. Sólo siendo así pudo afrontar la enorme tarea que ante ella se abría. Portugal se hallaba a punto de declarar la guerra a favor de la BELTRANEJA, sobrina del gordo ALFONSO V. En Castilla no había ejército que mereciera tal nombre. Nobles, ladrones y merodeadores libraban guerras en privado, despojaban al pobre, saqueaban y quemaban a placer. Las riñas de linaje y las de carácter personal asolaban algunas provincias y grandes ciudades. Granada estaba ocupada aún por los moros, y éstos, con refuerzos del África, podían en cualquier momento sembrar de fuego y de armas, como en el siglo VIII, toda la Península. Los tiempos clamaban por un hombre fuerte y del genio de San FERNANDO, para imponer paz y orden. ¿Qué podría hacer una mujer? Sin embargo, en esta mujer residía algo que obligaba a los hombres a creer en ella.
Por esta época, o algo después, Fray TOMÁS DE TORQUEMADA se hizo confesor de esta criatura del destino. El cargo no fue de su elección, pues él no deseaba afrontar la responsabilidad, pues él no deseaba afrontar la responsabilidad espiritual de los Reyes. Pero ya tenía una reputación considerable en Segovia como director de almas, sabio y comprensivo. Entre sus penitentes se hallaban HERNÁN NÚÑEZ ARNALT y su mujer, Doña MARÍA DÁVILA. NÚÑEZ ARNALT llegó a ser secretario de la Reina ISABEL y su mujer, dama de su compañía. Sabiendo que los Reyes buscaban un buen confesor, Doña MARÍA recomendó al Prior de Santa Cruz. Al principio, él declinó la honra; insistió la Reina, y aceptó. Generalmente, ISABEL conseguía lo que quería.
La historia relatada por historiadores de la Inquisición, acerca de que fray TOMÁS aprovechó esta oportunidad para sugerir a sus reales penitentes el establecimiento de una Inquisición en Castilla, parece de leyenda. Aunque sí es evidente que tuvo gran influencia en ellos en sus consejos. Los monarcas tenían en alta estima su carácter, sus juicios, y trataban de mostrarle su gratitud por los medios usuales. Al correr del tiempo, como las principales sedes, le ofrecieron, primero, hacerle Arzobispo de Toledo; después, Arzobispo de Sevilla. De haber sido fray TOMÁS un hombre ambicioso, es indiscutible que hubiera llegado a Cardenal, como su famoso tío, y tal vez hubiera podido aspirar a Papa... Pero siempre prefirió continuar como simple fraile.
Por algún tiempo se eclipsa su figura, mientras cabalga la Reina hacia el Oeste para ayudar a su marido, que está en guerra contra los invasores portugueses. Después de la decisiva batalla de FERNANDO, con su victoria, en Toro, la Reina galopó alrededor de la comarca, celebrando consejo en todas partes donde se hallaba, escuchando quejas contra asesinos, ladrones y demás gente criminal y ordenando que fueran castigados con la pena de muerte si eran culpables, sin otra dilación en su juicio que la indispensable para que se se confesaran. Evidentemente, esta joven rubia que tuvo tiempo, en medio de actividades militares y judiciales, de dar a luz CINCO hijos en el transcurso de dieciséis años, que aprendió latín a conciencia, que oía misa a diario y leía su breviario como una monja, que ni siquiera pestañaba al alejarse en su caballo blanco, después de ordenar con viveza: “¡FUERA SU CABEZA!”, era algo extraordinario.
Objetos robados fueron recuperados, los criminales empezaron a temer derramar sangre, las personas decentes pudieron otra vez dormir profunda y tranquilamente en sus lechos... En Sevilla, famoso centro del crimen, hizo ejecutar la Reina tan número de maleantes, que el anciano Arzobispo acabó por interceder para que la justicia no se olvidara de la clemencia. Consiguió, aunque no sin esfuerzo, que dos poderosos nobles dieran por terminada una guerra particular y que se unieran para el servicio de su patria.
En aquella época, fray TOMÁS DE TORQUEMADA se hallaba desempeñando un deber muy grato. Su penitente HERNÁN NÚÑEZ ARNALT había muerto, dejando en su testamento con qué proveer, entre otras cosas, para la construcción de un nuevo monasterio dominicano en Ávila. Habiendo nombrado a fray TOMÁS como ejecutor, éste se encontraba allí en el año 1479, inspeccionando los comienzos de uno de los más bellos monumentos arquitectónicos de toda Europa, el convento dominicano que se llamó como gran tocayo el de AQUINO.
Entre tanto, ISABEL y FERNANDO habían llegado a adoptar una decisión: querían la garantía de que la paz y prosperidad que tanto les costo conseguir fuera permanente. Habían restaurado el ideal medieval de la familia y conseguido de los grandes nobles que no lucharan unos con otros y que dejaron de oprimir a las clases bajas. En España, este ideal iba unido a un laborioso sistema de gobierno representativo. Las ciudades y los pueblos mandaban sus procuradores a las Cortes, que se oponía al propio Rey si éste atentaba contra los FUEROS que asentaban irrefutablemente los derechos del hombre, derechos sobre los cuales siempre había insistido la Iglesia Católica. Por ejemplo, sin el consentimiento de las Cortes el Rey no podía disponer de los fondos públicos. Por otra parte, tenía más libertad en asuntos administrativos que el moderno Rey constitucional; el derecho a la vida o muerte, por ejemplo, sobre sus súbditos, pero entendiendo siempre que si no respetaba los Fueros, sufriera la rebelión que se su acto ocasionaba. El sistema había triunfad con Reyes enérgicos o con Reyes débiles bajo el influjo de sabios consejeros. ISABEL y FERNANDO querían perpetuarlo, pero el paso primero era asegurar a la España cristiana que ningún talón extranjero caería sobre ella.
En resumen: el poder musulmán, que gradualmente había ido siendo empujado más allá de las montañas de Granada por olas sucesivas de reconquista a través de los siglos, tenía que ser desterrado o aniquilado. Lo cual significada guerra larga y costosa. Que era inevitable parecía claro de entender, cuando MULEY ABOUL ASAN, después de pactar con los reyes una tregua de tres años, invadió en 1478 Murcia con 4.000 caballos y 30.000 infantes, matando a toda a toda la población de Cieza, compuesta de mujeres, hombres y niños. ¡La “guerra total” no es un descubrimiento moderno! Se practicó, a un ritmo más lento, por los mahometanos de la Edad Media. Con semejantes vecinos en el Sur, los castellanos tendrían que luchar tarde o temprano, quisieran o no.
Es axiomático que, en tiempo de guerra, un país debe sostener unidad de deseo y objeto, y ello no existía aún España. Los viejos reinos aún conservaban su independencia y soberanía; ISABEL era Reina de Castilla yu León, y tuvo buen cuidado de que su marido fuera allí Rey sólo por cortesía, mientras gobernaba en efecto sus ancestrales reinos de Aragón, Cataluña y Valencia. Cierto que tan extraordinaria pareja era compatible y razonable, que en todo asunto importante, como dijo alguno de sus cronistas, “actuaban cual una sola persona”. Por lo cual, si no de manera legal, sí virtualmente existía ya una unidad de gobierno en los reinos cristianos.
Comenzaba a evidenciarse ante ellos, así como para un cristiano español meditativo cual TORQUEMADA, que algo habría que hacer con el problema judaico antes de emprender la guerra final de liberación. No se trataba del problema religioso de los judíos de la Sinagoga, pues sus derechos a la libertad de cultos estaban reconocidos; tampoco del conflicto de razas, propio de los modernos tiempos. Los inteligentes católicos españoles no se entregaban a la estúpida y anticristiana teoría de que los judíos eran esencialmente diferentes e inferiores, como seres humanos, a los otros hijos de Adán. La mayor dificultad con que se enfrentaron ISABEL y FERNANDO nació de la presencia de una grande y poderosa clase de judíos cristianos. Por doquier escuchaba la joven Reina que aquellos CONVERSOS, como se denominaban, no eran cristianos sinceros en su mayoría, y que por eso no se podría contar con ellos en tiempos de guerra.
Mucho más complicado de lo que parecía era el problema. Esos modernos historiadores que con tanta facilidad usaron de la palabra “fanatismo” para explicárselo todo, no calaron bien en el conflicto. Allí existía algo más que la opresión de una minoría por una mayoría. Era un problema de tiempo atrás entre poderosos adversarios, en un principio descrito por San PABLO y San JUAN, y predicho por el mismo CRISTO, y España se había convertido en campo de batalla. Ahora bien, los conflictos tienen siempre un modo de acentuar cualidades útiles al caso, reprimiendo otros, y así fue entonces. Se sabía que los judíos habían pensado construir en España, como en otros sitios, una nueva Jerusalén; consciente o inconscientemente, dedicáronse a trabajar en común con tal fin, ofreciendo además tal resistencia a la asimilación como podía esperarse de un pueblo en su en su día escogido y luego puesto aparte. Los marcados triunfos, y hasta sus fracasos, habían producido en ellos cierta dureza y cierto orgullo. Por otra parte, indudablemente, en ciertos momentos los católicos se sintieron combativos, y hasta fanáticos y feroces, con unas características no vistas no vistas en católicos en otras naciones. Por un lapso de tiempo superior a siete siglos los cristianos de la Península, generación tras generación, habían respirado la atmósfera de la guerra, guerra que sentían en su alma como no sólo justa, sino SANTA; y esto causaba en ellos también una crueldad y altivez tanto más ofensivas cuando contrarias a las enseñanzas de CRISTO y de su Iglesia. Luchando contra bárbaros musulmanes, que hacían esclavos a los prisioneros cuando no los mataban, los cristianos tendían a hacer propias semejantes medidas. Además, tenían una completa seguridad de obrar bien, lo cual ningún mahometano, ni nadie (a excepción de algún judío ortodoxo de la Sinagoga, que viviera convencido en la ley de MOISÉS e ignorante de las revelaciones de CRISTO) podía tenerla. Tal seguridad, sin ir acompañada de humildad, puede por sí misma producir vanidad hasta en aquellos que poseen la verdad. Por tanto, la lucha de la Iglesia de Cristo contra el mundo adquirió en España cierto color e intensidad.
La lucha podía acabar sólo en una de estas tres formas:
1º), la DESTRUCCIÓN DEL CRISTIANISMO y EL TRIUNFO DE UNA CULTURA SEMORIENTAL ANTICRISTIANA;
2º), la CONVERSIÓN DE LOS JUDÍOS A LA FE CATÓLICA Y LA ELIMINACIÓN DEL PROBLEMA RACIAL MEDIANTE MATRIMONIOS Y ASIMILACIÓN;
3º), la COMPLETA SUPRESIÓN, SI NO TOTAL DESTRUCCIÓN, DEL PODER JUDAICO POR UNA CRISTIANDAD TRIUNFANTE Y MILITANTE.
Las características de estas tres soluciones en el orden nombrado pueden discernirse en la historia de España. A la luz de la revelación cristiana, la segunda era, naturalmente, la mejor solución de un conflicto de un conflicto que carecía de verdadero fundamento, pues la ley de MOISÉS y la ley de CRISTO eran y son, esencialmente, una. (x). Aquella era la meta por que luchaban sinceros y meditativos católicos; sin embargo, estos mismos hombres estarían de acuerdo si se hubiera tratado de escoger entre la destrucción del Cristianismo y el triunfo de una cultura semi oriental anticristiana y la completa supresión, si no total destrucción, del poder judaico por una cristiandad triunfante y militante. Los judíos no admitirían más solución que la primera.
Los acontecimientos, durante varios siglos, parecían tender hacia esta primera solución. Bajo los visigodos, los judíos llegaron a ser numerosos y florecientes. No se les perseguía hasta que se descubrió que conspiraban con los árabes de África para acabar con la dinastía monárquica gótica. Por último, en los comienzos del siglo VIII enviaron una invitación a los mahometanos bereberes, por medio de los judíos de África, para que cruzaran el Estrecho y tomaran España. La conquista de toda la Península y la supresión casi total del cristianismo, fatalmente debilitado por el arrianismo, hubiera sido un hecho; y aunque había judíos en el ejército español tanto como en el africano, es evidente que los judíos ponían su corazón del lado de los invasores. Por cualquier parte que los bereberes caminaran, los judíos les abrían las puertas y eran nombrados gobernadores de las principales ciudades como recompensa. Tal hecho histórico no podía ser olvidado por las generaciones de cruzados que poco a poco se abrieron paso, luchando, hacia la tierra de sus antecesores.
Con los mahometanos los judíos llegaron a un alto grado de cultura y prosperidad. Se enriquecieron con sedas, esclavos y usura. Brillaron en Medicina y estudios aristotélicos. Al principio no fueron perseguidos por los cristianos que avanzaban. San FERNANDO, al tomar Córdoba a los sarracenos, les dio cuatro grandes mezquitas para que las convirtieran en sinagogas; y además, una de las deliciosas partes de la ciudad para sus viviendas, con dos condiciones tan sólo: que se abstuvieran de menospreciar la religión cristiana y formas prosélitos entre los cristianos. Los judíos hicieron las dos promesas y no cumplieron ninguna. No obstante, por algún tiempo, no fueron molestados, y así continuaron florecientes, en parte porque eran útiles a muchos Reyes. Solamente en Castilla debieron de llegar, a finales del siglo XIII, a un número aproximado a los cinco (5) millones.
El doctor CECIL ROTH y otros han puesto en duda esta apreciación, hecha en mi ISABEL DE ESPAÑA, 1930, (???), pág. 197; pero sigo creyéndola razonable. Como señala LEA, cada varón adulto judío estaba sujeto a una contribución de 3 maravedí de oro por año, y en 1284 la contribución total pagada fue de 2.561.855 maravedíes. Teniendo en cuenta las mujeres, los niños y los jóvenes menores de veintiuno, ¿no habría habido, por lo menos, 4 millones de judíos en Castilla?
Tan poderosos llegaron a ser en el siglo XIV, que en varios aspectos se hallaban al margen y hasta por encima de la Ley. La ley contra la BLASFEMIA, por ejemplo, no se podía aplicar contra ellos. Podían favorecer la herejía y alegar en su defensa la libertad de cultos otorgada a los judíos. Negocios, propiedad y hasta el gobierno pasaba a sus manos. Los Reyes, a cambio de préstamos, les concedieron el derecho de imponer y recolectar contribuciones públicas a base de una generosa contribución. Gran parte de la dureza con que fue juzgado PEDRO EL CRUEL sobrevino del hecho de dar a sus amigos judíos una gran intervención en su gobierno, circunstancia que indujo a sus enemigos a llamarle judío vacilante, y contribuyo a su denuncia por un Papa “como mantenedor de judíos y moros, propagador de infidelidad y asesino de cristianos”.
Desgraciadamente, el odio popular contra los judíos no era inmotivado. Se les aborrecía no por practicar las cosas que enseñó MOISÉS, sino de hacer lo que aquél había prohibido. Negociaban con gran provecho, vendiendo seres como esclavos y practicando la usura como cosa muy natural. Según observa LEA, pedían el 40% de intereses en Cuenca durante el hambre de 1326, cuando los labradores necesitan dinero para comprar el trigo de la siembra.
Aficionados sobremanera al proselitismo, forzaban a los criados cristianos a circuncidarse y apremiaban a sus deudores algunas veces para que abjuraban de Cristo. (MENÉNDEZ Y PELAYO: Op. Cit., III, pág. 390 et seq.). En su época, MOISÉS condenó a los blasfemos a muerte; sin embargó, era costumbre de muchos judíos blasfemar del Profeta de quien MOISÉS les advirtió debían estar a la expectativa. Hacían burla y parodiaban las ceremonias de la religión cristiana. Se espantaban de monjas y frailes. MOISÉS había dicho: “Que no se encuentre entre vosotros ningún hechicero ni encantador, ni quien consulte espíritu pitónicos ni nigromantes, o gentes que busquen la verdad por medio de los muertos. El Señor aborrece todas esas cosas...” Así y todo, los judíos españoles, por contagio, sin duda, de los supersticiosos mahometanos con facilidad se encontraban abanderados para fines financieros provechosos en aquella que se denominaba “hechicería”. Brujerías, magia negra, astronomía, alquimia, venta de pócimas amorosas, el uso de hechizos para bendecir el lecho matrimonio o (a instancias de un rival vengativo) hacer impotente al joven marido, para conseguir lo cual se colocaban los GENITALIA de un gallo bajo el lecho nupcial o se pintarrajeaban horrores cabalísticos bajo alguna ventana... (Véase MENÉNDEZ y PELAYO: Op. Cit., III, pág. 348 et seg, en las que se expone un interesante relato de todo esto.). Se hallaba extendido un temor enorme, compartido por algunas personas sagradas, hacia brujos y magos que subyugaban con encantamientos.
La Reina ISABEL menosprecia semejantes creencias; cuando una de sus damas, la Condesa DE HARO, se quejó de que una joven pariente suya estaba “ligada” por el Demonio gracias al maleficio artificio de un rival celoso, la Reyna requirió a Fray DIEGO DE DEZA, un gran teólogo dominicano (descendiente de judíos, más tarde Inquisidor General y protector de Colón) y le preguntó si era posible que el Diablo poseyera algún poder sobre el matrimonio, que era una unión espiritual. “Excellentissima domina – respondió el futuro Arzobispo, según CLEMENCIN, que es quien cuenta la anécdota -, HOC SIC SE HABET”.
- Le oigo, maestro – dijo la Reina - , pero insisto en que preguntarle si es o no en contra de la Fe Católica no creerlo.
Fray DIEGO reconoció que si la Iglesia no lo enseñaba, ella no lo creería, a pesar de lo que santos doctores sostuvieron. “Estas divisiones – añadió con su características energía – vienen de humana incompatibilidad más que del poder del Demonio”. MENÉNDEZ y PELAYO cita toda esta curiosa conservación tomándola del apéndice de la obra ELOGIO DE LA CATÓLICA, de CLEMENCIN, pags. 569 y 570; véase op. Cit., III, pág. 385, n. 1.).
Como la Iglesia no enseña que el Demonio tenga poder para dividir a hombres y mujeres en matrimonio, no dudo ISABEL en echar del todo el peso de su influencia en la balanza contra los impostores que lo enseñaban o pretendían atar y desatar el poder natural con ayuda de diablos; y, a semejanza de nuestro padre MOISÉS, rotundamente prohibió el ESPIRITISMO, la MAGIA NEGRA, y los intentos de cualquier género para establecer contacto con malignos poderes, y toda suerte de SUPERSTICIONES. Por desgracia para ellos, muchos judíos españoles habían olvidado las viejas enseñanzas.
Lo que más les perjudicó en la estimación de los cristianos era la general creencia de que tras la misteriosa cohesión y unidad de conducta observada entre ellos, existía una vigilancia central en los círculos secretos, tal vez en un modernizado Sanedrín, el cual dirigía una conspiración para reedificar un Estado judío dentro del Estado. ¿Era ésta una ilusión, nacida quizá del temor, la envidia, los celos?... ¡Así contestaron los judíos; ahora bien, que si tal era la ilusión, habíalo sido persistente! Delegados de todas las comunidades judías del sur de Francia sostuvieron una reunión en 1215, bajo un jefe que añadió al nombre de LEVI el título de “NASI” o Príncipe, el cual había pertenecido en la antigüedad al presidente del Sanedrín, hasta aquel infame y astuto ANNAS que pidió la sangre de CRISTO. Y tuvieron o no semejante jefe los judíos españoles, los cristianos no albergaban duda de que proyectaban gobernar España, esclavizar a los cristianos y establecer una NUEVA JERUSALÉN en el Occidente.
Tal convicción, verdadera o falsa, era consecuencia de las muchas conversiones que siguieron a la gran matanza de 1391.
No existe otra explicación razonable para la actitud de un sincero convertido, como PABLO DE SANTA MARIA, hacia aquellos judíos que, pretendiendo ser cristianos, hacían burla de los Sacramentos mientras se enriquecían y volvían poderosos bajo su protección, y como sus antepasados remotos, sentábanse a comer y a beber y luego se levantaban para jugar. Las conversiones al por mayor parecían dar al tipo de judío oportunista la ocasión de comer su torta y también guardarla. Podía disfrutar de las ventajas de ir a misa el domingo y a la sinagoga el sábado. Sus hijos podían ocupar cargos honoríficos y bien remunerados. Se podían casar, gracias a su dinero, con nobles de familias empobrecidas y suceder a los títulos más linajudos de Castilla. Así, ANDRÉS GOMALZ, párroco de San Martín de Talavera – según su propia confesión - , celebró Misa desde 1472 hasta 1486 sin creer en ella ni tener la menor intención de creer. Oyó algunas confesiones sin conceder la absolución siquiera. También fray GARCIA DE TAPATE, prior del gran monasterio jerónimo de Toledo, al elevar la Sagrada Hostia en la Santa Misa, murmuraba: “¡ARRIBA, PERICO, QUE TE VEA TODO EL MUNDO!”, y volvíales la espalda a los penitentes en la confesión en lugar de absolverles. LEA cita estos y otros ejemplos de la falta de sinceridad de los conversos: The Inquisition of Spain. Véase también BERNÁLDEZ: Historia, capítulo 43.
Semejante situación no podía seguir indefinidamente sin que ocurriera una explosión, y por desgracia hubo bastantes estallidos de la peor especie, y por desgracia hubo bastantes de la peor especie. Viendo el pueblo bajo a ENRIQUE EL IMPOTENTE sin el menor deseo de restringir a los conversos, y virtualmente entregándoles la dirección del Estado y de la Iglesia, tomó el asunto por su cuenta. De ciudad en ciudad, precisamente antes de subir al trono la Reina ISABEL, fueron degollados los conversos y quemadas sus casas.
La serie de matanzas comenzó en Toledo durante el verano de 1467. Este horrible final en la ciudad donde vivía TORQUEMADA, y de la que ISABEL hacia su temporal capital, fue el resultado de una contienda entre dos conversos.
Ante todo ello, carece de sentido acusar a semejante mujer, como han hecho algunos, de establecer la Inquisición española por prejuicios de raza, por pura crueldad o, como otros admitieron, influida por fray DIEGO DE DEZA y otros teólogos, que, aprovechando que ella comunicó sus pensamientos al Papa, procuraron arrastrarla a aquella resolución para servir a “consejeros del alma”. El caso es que durante esos sangrientos años llegó ella a la conclusión de que un expediente ordinario no podría restablecer la paz y la tranquilidad en España. Tanto por los conversos como por otras razones, era necesario sustituir alguna forma de procedimiento judicial para la severa administración de la justicia popular. Los tribunales de justicia existentes, civiles, no podían realizar aquello precisamente porque muchos jueces y abogados eran conversos. En cuanto a los pertenecientes a la Iglesia, ocurría lo mismo. Muchos sacerdotes, y hasta Obispos, eran descendientes de JUDÍOS, y la ortodoxia de algunos resultaba tan sospechosa que nada se podía esperar en tal dirección.
Inevitablemente fue ISABEL llevada no sólo por presión de la opinión pública, sino por la misma lógica, a buscar las únicas armas a su alcance: una INQUISICIÓN como aquella de la Edad Media, en la cual los jueces fueran frailes dominicos, cuidadosamente escogidos, y por encima de temores e intimidaciones o sobornos.
¿Fue fray TOMÁS DE TORQUEMADA el primero en sugerir tal idea? No existe prueba de ello. El verdadero padre de la Inquisición fue el gran Cardenal PEDRO GONZÁLEZ DE MENDOZA, futuro protector de COLÓN. El fue quien estableció la primera inquisición castellana, pidiéndole al Papa, SIXTO IV, que nombrara cuatro delegados para trabajar en unión de los Obispos, y así acabar con la herejía de la conversión.
Algo más habría que hacer, si la autoridad de ISABEL y FERNANDO no había de finalizar, como la de ENRIQUE EL IMPOTENTE, en otra “ÉPOCA de orgullo, herejías, blasfemias, avaricias, robos, guerras, luchas y defecciones, ladrones y salteadores, jugadores, alcahuetes, asesinos, en la que los nombres de NUESTRO SEÑOR y JESUCRISTO eran blasfemados, renegados con asesinatos y toda clase de maldad”, según nos cuenta BERNÁLDEZ. (Op.cit).
El Obispo de Cádiz, comisionado por la Reina ISABEL para investigar la situación de Sevilla, le dio cuenta, cuando ella acudió a tal actitud a tal ciudad durante el año 1478, que casi todos los conversos practicaban secretamente el judaísmo. Por aquel mismo tiempo, el Inquisidor de Sicilia fray FELIPE DE BARBERIS, que se hallaba en España por asuntos de su Orden, explicó a la Reina cómo había existido la Inquisición monástica bajo GUI y EYMERIC. Fray ALONSO de OJEDA, otro dominico, la informó del fracaso de sus esfuerzos para llevar a los conversos a una práctica sincera de la fe católica y requirió al final fuertes.
En este punto se debió requerir la consulta de TORQUEMEDA, y es probable que diera el mismo consejo. La Reina y el Rey le comisionaron con el Cardenal MENDOZA para redactar una petición que fuera enviada a Roma, pidiendo al Papa, pidiendo al Papa la autoridad necesaria. Este documento se leyó y aprobó por la Junta de Notables, seglares y clérigos antes de ser enviado a su destino.
El día 1º de noviembre de 1478, el Papa SIXTO IV escribió una bula, por la cual se colige el cuadro que habían pintado los representantes de los monarcas españoles en Roma.
“La genuina devoción y manifiesta profunda fe que muestra, en su reverancia hacia nosotros y la Iglesia Romana – escribió – requiere que accedamos a sus requerimientos en todo cuanto podamos a la vista de Dios, particularmente en aquellos que conciernen a la exaltación de la Fe Católica y a la salvación de las almas. Por carta recién mostrada a nosotros, nos enteramos de que en varias ciudades, lugares y regiones de los reinos de España, muchos de los que voluntariamente nacieron de nuevo en CRISTO gracias a las sagradas aguas del bautismo, en tanto continúan comportándose exteriormente como cristianos, tienen, sin embargo, adoptado en secreto la vuelta a sus antiguas prácticas religiosas y a las costumbres de los judíos, viviendo según principales ordenanzas de superstición y mentira judaica, cayendo así fuera de la verdadera fe ortodoxa su cumplimiento y creencia de sus doctrinas. No han tenido, ni temen ahora, incurrir en las censuras y castigos pronunciados contra los practicantes de la perversa herejía bajo las constituciones del Papa BONIFACIO VIII, nuestro predecesor de feliz memoria, y no sólo persisten ellos en su ceguera sino que infestan con la misma a los que nacen de ellos o tienen comunicación, aumentando así no poco sus cifras. Como por sus continuos crímenes han cansado nuestra tolerancia, y como creemos, y con nosotros los Prelados eclesiásticos, que es piadoso, y deber al mismo tiempo nuestro, velar por estos asuntos, nos vemos obligados, a consecuencia, a consecuencias de sus guerras, crímenes y evidentes injusticias con hombres que todo lo soportan por Dios, con perjuicio de la Fe y con peligro de las almas y escándalo de muchos, a atender la humilde súplica que nos dirigís para que tan perniciosa secta sea totalmente desarraigada de dichos reinos...
“Regocijándonos en Dios por su celo digno de elogio, por la salvación de almas, y esperando que no sólo expulsaréis tanta mentira de vuestros reinos, sino que también en nuestros días someteréis a vuestro mando el reino de Granada y adyacentes y adyacentes lugares donde los infieles moran, y con la divina misericordia los convertiréis a la verdadera a la verdadera Fe, cosa que a vuestros les fue negada por diversos obstáculos, y que a vosotros os puede ser otorgada, viéndose coronada vuestra gloria con la eterna beatitud que es la recompensa de un juramento bien guardado, nosotros, por consiguiente, deseando acceder a vuestras peticiones y aplicar remedio conveniente a estas cosas, estamos deseosos de acceder a sus súplicas, permitiendo que tres – o al menos dos – Obispos o Arzobispos u otros hombres de buena reputación, que sean sacerdotes seculares o religiosos de Órdenes mendicantes o no mendicantes, hombres por encima de cuarenta años de edad, vida digna de elogió, maestros o bachilleres en Teología, bien doctores en Derecho Canónico o licenciados examinados cuidadosamente, hombres temerosos de Dios, que podéis seleccionar de varias provincias y diócesis de los dichos reinos, accionen rectamente sobre los acusados de crímenes y quienes les esconden y ayudan o apoyo, bajo la usual jurisdicción y autoridad que la ley y las costumbres permiten a ordinarios Inquisidores de herejía depravada”. (Para el texto completo, en latín, de esta BULA, véase el Boletín de la Real Academia de la Historia, vol. IX, pág. 172; también para documentos relacionados, en Vol. XV, pág. 453).
Aún armados estaban FERNANDO e ISABEL con la tremenda autoridad y la responsabilidad conferidas por esta Bula, no se animaron a blandirla sobre las cabezas de los conversos e iluminar los vastos horizontes de Castilla CON HOGUERAS, como hubieron hecho de haber sido los fanáticos de que se les acusaba. Al contraria, decidieron considerar el asunto con tiempo, y guardaron el documento casi dos años. Para esto fueron influidos por el Cardenal MENDOZA, que les recordó que si muchos conversos estaban ignorantes de las verdades de la Fe Católica, podía ser porque no se les enseño por quienes tenían la obligación de hacerlo. El Cardenal preparó un catecismo para todas las parroquias de su diócesis.
Los resultados, después de varios meses, fueron descorazonadores. Aún después de darles a los prósperos e ilustrados conversos buenas razones del porqué era CRISTO el SALVADOR del mundo y del porqué de si Iglesia, de cual eran miembros, tenía que ser obedecida, hicieron en su lugar burla de Su Nombre y del de la Santísima Virgen. Fue comunicado a los Reyes Católicos QUE ALGUNOS SACERDOTES DE ORIGEN JUDAICO ESTABAN A PUNTO DE PREDICAR LA LEY DE MOISÉS DESDE LOS PÚLPITOS CATÓLICOS, “LO QUE SIGNIFICA JUDAÍSMO SIN CRISTO”.
Al final del segundo año de inútil catequismo, toda la cristiandad fué aterrorizado por las victoriosas del gran turco Mohamed II, quien, iracundo por su fracaso al asaltar Rhodas, envió su flota hacia el occidente, asoló la costa de Apulia, y el 11 de agosto de 1480 tomó la ciudad de Otranto, en el reino de Nápoles. Casi la mitad de la población civil, 22.000 personas, fueron asesinadas a sangre fría, mientras el Arzobispo y los sacerdotes todos eran muertos después de brutales torturas.
La reacción en España, cuando llegaron las noticias de tales horrores, en septiembre, tuvo sin duda algo que ver con la decisión del Rey FERNANDO Y DE LA Reina ISABEL para llevar a efecto, sin más dilación, los poderes conferidos a ellos por SIXTO IV. El día 26 publicaron en Medina del Campo un decreto haciendo efectiva la Inquisición, nombrando miembros del primer tribunal de Castilla al Cardenal MENDOZA, a Fray TOMÁS DE TORQUEMADA y a otros dos dominicos, fray MIGUEL MORILLO y Fray JUAN DE SAN MARTÍN.
Por lo que parece, la cabeza directiva de esta nueva organización era el Cardenal, en tanto que Fray TOMÁS DE TORQUEMADA actuaba de experto consultor. Es muy posible que le mantuviera cerca de sí el Cardenal para que le proporcionara referencias del DIRECTORIUM de EYMERIC, merced a copia obtenida de algún convento dominicano de Aragón o del Languedoc. MORILLO y SAN MARTÍN serían los Inquisidores activos, y como tales comenzaron a actuar en la casi judaica ciudad de Sevilla, donde fueron a últimos de octubre para tomar testimonios. El día 2 de enero de 1481 publicaron un edicto de gracia llamando a todos los cristianos que fueran culpables de judaísmo, blasfemia, apostasía, y otras ofensas a la Fe, a fin de que acudieran ante el tribunal a abjurar de sus errores y ser reconciliados con la Santa Iglesia. Siguieron dos edictos más. El tercero prevenía a todos los buenos católicos para que evitaran el asociarse con judaizantes y denunciaba Puede imaginárselo las reuniones secretas que se decía celebraban los últimos, conspirando en contra de la Fe.
Los conversos poderosos de Sevilla, relacionados por matrimonios con judíos ricos y nobles cristianos, no podían creer que la joven Reina ISABEL pensara en quemar a alguno de ellos, si lo juzgara necesario. Cuando MORILLO y SAN MARTÍN empezaron a demostrar que iban de veras, convocando a sospechosos y a testigos para ser examinados, estos poderosos decidieron que no podían tolerar una Inquisición, lo mismo que los cataremos del Languedoc habían decidido. Un grupo se reunió para considerar lo que debían hacer. ¿Podía haber nada más elocuente de la extensión del judaísmo en las filas del catolicismo que el hecho de esta funesta reunión, verificada en la católica Iglesia de El Salvador? Entre los judíos presentes estaban sacerdotes, priores de monasterios, tres de los veinticuatro que gobernaban la ciudad, el alcaide de la fortaleza de TRIANA, el Deán del Capítulo de la Catedral y varias personas más de gran relieve. El rabino millonario DIEGO DE SUSAN pidió rebelión armada. Fueron designados los jefes: algunos para reclutar gente, otros para comprar las armas... Los Inquisidores habrían de ser asesinados, y los Reyes Católicos, informados de que no se toleraría Inquisición en Sevilla.
Puede imaginarse lo grave de la situación, con los turcos en el mar y una guerra inminente contra los moros del Sur. Afortunadamente para la recién fundada UNIDAD ESPAÑOLA, la conspiración fue revelada por una hija de DIEGO SUSAN a su novio, que era católico, y que informó a los Inquisidores. Varios jefes fueron arrestados en Sevilla. Fueron encontradas armas para cien personas en la casa del Deán de la Catedral. Estos hechos fueron sometidos a un jurado de abogados viri boni et periti,, y como resultado de sus deliberaciones, el primer auto de fe en Castilla tuvo lugar el 6 de febrero, con misa en la catedral, seguida de sermón pronunciado por fray ALONSO DE OJEDA.
Considerando que en aquel tiempo, en cualquiera parte del mundo, una conspiración para tomar armas en contra del soberano implicaba muerte por alta traición para todos los complicados, algunos de los conversos culpables, algunos de los conversos culpables se marcharon sigilosamente. Aquellos que se confesaron obtuvieron la usual penitencia y se reconciliaron con la Iglesia, y así el auto de fe terminó con solemne música, pues un “auto” significaba literalmente “acto de fe”, siendo una pura ceremonia religiosa.
Fuera de la Iglesia, seis de los cabecillas que no quedaron libres por medio de su penitencia fueron entregados a las autoridades civiles, que procedieron a quemarlos fuera de las murallas de la ciudad. Algunos días después, DIEGO DE SUSAN y otros dos fueron quemados. Según BERNÁLDEZ, que se hallaba por entonces en Sevilla, el rabino murió como un cristiano.
Ya no podía caberles la menor duda a los judíos secretos de que la Reina iba de veras en este asunto, como lo había ido contra los asesinos y saqueadores de antaño. El pánico se apoderó de ellos, y huyeron en todas las direcciones; algunos hasta recurrieron a Roma. En otro “auto” abjuraron 700, siendo absueltos.
Mientras tanto, la peste hacía estragos en Andalucía. En Sevilla solamente murieron durante aquel verano unos 15.000. Los conversos suplicaron a los Inquisidores que les dejaron salir de la ciudad hasta que pasara la epidemia, permiso que les fue concedido. Existía una peculiar cortesía en esta concesión, incluso en tales circunstancias. Algunos de los fugitivos, naturalmente, no volvieron. Otros se encontraron en Roma y supieron despertar indignación por su inocencia injuriada, cosa en la cual los judíos, en su larga y desgraciada historia, habían llegado a ser muy hábiles.
Durante el verano, otro edicto de gracia se publicó; esta vez con una duración de dos meses. En Castilla confesaron unos 17.000, siendo absueltos 1.500 de ellos en un solo auto.
El Papa SIXTO IV, mientras tanto, llegó a la conclusión de que por lo menos algunas de las quejas que recibía de los cristianos judíos estaban fundadas, y que los nuevos Inquisidores en España habían ido más lejos de lo que él había autorizado. Su posición era difícil bajo la fuerte presión, y convencido de que existía razón por ambas partes: creía que algunos de los conversos que se le quejaban indudablemente mentían, como los soberanos españoles; pero que los frailes MORILLO y MARTÍN habían ido demasiado en su celo, arrestando a buenos cristianos descendientes de judíos, tratándoles dura e injustamente. Su Santidad les había ordenado procedieran en cooperación con los Obispos, a semejanza de los Inquisidores medievales, pero ellos no lo hicieron ni observaron tampoco la ley canónica en otras particularidades. Cuando ISABEL y FERNANDO, hacia fines del 1481, pidieron permiso para extender la Inquisición a Aragón, SIXTO lo negó, y el 29 de enero de 1482 les escribió una enérgica carta quejándose de que, aunque no dudaba de su sinceridad al pedir la Inquisición, su Embajador en Roma había dado una vaga, confusa e incompleta explicación de la situación en España, lo cual le impulsaba a publicar varios documentos con las tradiciones establecidas por sus predecesores. Muchos de los judíos españoles, confesando ser “cristianos y católicos”, habían huído, a la Santa Sede, “refugio de todos los oprimidos en cualquiera parte del mundo”, y apelado a él “vertiendo muchas lágrimas”. Algunos Cardenales abogaban por el traslado de MORILLO y SAN MARTÍN del Santo Oficio. SIXTO dijo que no quería perturbar a los Soberanos condenando públicamente sus decretos, pero que destituiría a los dos Inquisidores si en el futuro se “condujeren de otro modo que con celo para la Fe y la salvación de almas o menos justamente de lo que debieran”. Pidió la seguridad a los Reyes Católicos españoles de que le obedecerían en todo esto “como Reyes Católicos deben”, para que así merecieran ser alabados ante Dios y los hombres”.
Mientras tanto, los moros comenzaron la muy temida guerra, asaltando al encumbrado Zahara, protegidos por una tormenta, la noche siguiente a Navidad de 1481, ISABEL y FERNANDO llevaban diez años de agotadores combates. Más que nunca era preciso saber con seguridad de la lealtad de todos los súbditos. SIXTO IV simpatizó con ellos en este punto. Por otro lado, era padre de todos los creyentes, cualquiera que fuera la raza a que pertenecieran, y no sólo de los españoles.
Cuán poco “racismo”, en el moderno sentido de la palabra, había en la situación que prodigó y perpetúo la Inquisición española, está indicado en la discusión entre la Reina y el Papa en el mismo año, sobre el nombramiento de un Obispo para la sede vacante de Cuenca. SIXTO IV, cuyo mayor defecto era el nepotismo, propuso nombrar a uno de sus sobrinos; no el resuelto GIULIANO, que luego fue Papa JULIO II, ni el inquieto PIETRO, cuyos excesos le llevaron a una temprana muerte, sino a RAFAELLO SANSÓN, Cardenal de San Giorgio.
La Reina ISABEL había prometido el puesto a su capellán ALONSO DE BURGOS, e insistió que ningún otro lo tendría, alegando que a sus antecesores se les permitió nombrar Obispos en Castilla desde que las circunstancias de la cruzada morisca hizo necesario tener españoles dignos de confianza en las sedes apostólicas fronterizos. SIXTO, conocedor de los derechos de la Santa Sede y de los grandes daños causados por nombramientos de Prelados por Reyes (particularmente en Francia, pero también en otros países), no quiso aceptar aquel nombramiento. Entonces ella le amenazó con incitar a los Príncipes de la Cristiandad a que convocaron un Concilio general contra él. Cuando SIXTO IV envió un Legado especial a España para discutir el asunto el asunto con la Reina, ésta se negó a recibirle. Por último, el Cardenal MENDOZA intervino y obtuvo un arreglo por medio del cual SIXTO IV, en pro de la paz, accedió a designar al candidato de ISABEL para la Sede. Fue el comienzo de una mala costumbre, a pesar de que ISABEL y algunos de sus descendientes acertaron a nombrar muy buenos Obispos. En realidad, estaba mal; y aunque fuera deplorable el nepotismo, el Papa franciscano insistía en un derecho ahora generalmente reconocido: los Papas de nuestros días están libres no sólo de los inconvenientes del nepotismo, sino de la intervención de gobernantes en nombramientos de cargos espirituales.
Lo que hay que destacar en este caso es que el candidato de ISABEL era un hombre de descendencia judaica. En el preciso momento en que ella estaba estableciendo la Inquisición para castigar a los judíos secretos porque judaizaban, insistía en colocar la mitra sobre la cabeza de un hijo de judíos convertidos, aún a riesgo de provocar un nuevo cisma de la Cristiandad. Además, tanto entonces como más tarde, sus mejores secretarios, sus principales hombres de Estado, gran parte de su séquito, y muchos amigos personales suyos eran de descendencia judía. Claramente se veía, pues, que carecía de PREJUICIOS DE RAZA.
SIXTO IV había vacilado en el asunto de la sede de Cuenca, pero insistió en hacer su voluntad en lo concerniente a la Inquisición. En febrero de 1482 nombró ocho Inquisidores en Castilla y León, diciendo que le habían sido recomendados “por su pureza de vida, amor y celo hacia la Religión, buenas maneras, extenso saber y otras virtudes” (Boletín, XV, pág. 462). Todos eran dominicos: PEDRO DE OCAÑA, PEDRO MURILLO, JUAN DE SANTO DOMINGO, JUAN DEL ESPÍRITU SANTO, RODRIGO DE SAGARRA, BERNARDO DE SANTA MARÍA, y TOMÁS DE TORQUEMADA, y además el Provincial dominicano ALONSO DE CEBRIÁN, que habría nombrado a todos los demás, como era costumbre en la Inquisición medieval. El Papa censuró nuevamente a MORILLO y SAN MARTÍN por su indiscreta e injusta conducta en Sevilla, y al embajador español por no haberle aclarado la situación. Recomendó a los nuevos Inquisidores, “en remisión de sus pecados y amor a Dios”, dejar a un lado el temor y aceptar el peligroso oficio “con espíritu de fortaleza”, a causa de la urgencia del asunto, “y con esperanza de recompensa eterna..., para que la raíz de esta perversidad sea arrancada, por vuestro cuidado y solicitud, de los viñedos del Señor, después de haber expulsado a los zorros para que puedan dar fruto abundante”. (Ibíd.)
De aquí en adelante, dijo el Papa, él sería quien hiciera los nombramientos de los Inquisidores españoles. Reservándose para sí y sus sucesores el derecho de revocarlos. Hecho esto, mandó al Rey FERNANDO – 17 de abril de 1482 – una autorización para extender la Inquisición a Aragón; pero la retiró en octubre, quizá porque llegaron a Roma nuevos grupos con quejas basadas en injusta persecución ilegal y confiscación de sus propiedades. Los conversos acaudalados demostraron a SIXTO IV que el principal objeto de FERNANDO e ISABEL al implantar la Inquisición había sido solamente el pretexto para despojarles de sus bienes, y pagar así la guerra contra los moros. FERNANDO escribió una amarga carta al Papa protestando de las cartas de inmunidad dadas en Roma a hombres y mujeres condenadas en España, y declaró que no las respetaría. (BERGENROTH, en la introducción del primer volumen de su Calendar of State Papers, ha traducido mal esta carta del rey FERNANDO. Véase Isabella of Spain, pág. 496, nota 14 del cap. XIX. LEA da el texto completo de la carta, en latín, en el apéndice, en el apéndice de su Inquisition of Spain, vol. I.).
En tono más conciliador escribió por su parte la Reina, al parecer en septiembre y luego en diciembre de 1482. Por lo menos, así lo deducimos por lo menos por la respuesta de SIXTO IV.
La carta del Papa, fechada en 23 de febrero de 1483, ha sido curiosamente interpretada. PRESCOTT nos informa de que SIXTO IV estaba “tranquilizando los escrúpulos de ISABEL respecto a la apropiación de la confiscada propiedad”. La Jewish Encyclipedia señala que el Papa creía que Su Majestad fue obligada a un excesivo rigor “por ambición y ansia de posesiones terrenales más que por celo a la fe y verdadero temor de Dios, cuando lo que SIXTO decía era precisamente lo contrario: “Vuestra carta está llena de piedad y singular devoción a Dios – escribía -; Nos alegramos extraordinariamente, hija muy amada de nuestro corazón, de que vuestra Magestad haya puesto tanto cuidado y diligencia en los asuntos que tan ardientemente deseamos. Es muy grato para nosotros que os conforméis con nuestro deseo de castigar las ofensas a la Divina Majestad con tanto cuidado y devoción. En verdad, muy amada hija, sabemos que vuestra persona está distinguida con muchas y reales virtudes por la divina munificencia, pero ninguna hemos deseado tanto como la devoción a Dios y vuestro probado amor a la Fe ortodoxa”. Y temiendo que ella se figurase que él pudiese creer que al castigar a “esos hombres sin fe que pretendiendo ser cristianos blasfemaban y crucificaban a CRISTO con traición judaica” estaba impulsada más por ambición y codicia de bienes terrenos que por celo a la Fe y a la verdad católicas, o por temor de Dios, continuaba SIXTO IV: “que ella estuviese segura de que no hemos tenido tal sospecha. Pues si hay falta en aquellos que para ocultar sus propios crímenes murmuraban mucho, nada que venga por semejante cauce puede persuadirnos de ninguna maldad por vuestra parte o la de nuestro amado hijo antes mencionado, vuestro consorte ilustre. No creemos en todas las quejas. Si prestamos oído a las quejas de otros, no es abandonando nuestro criterio”. En cuanto a la petición de la Reina para un tribunal de apelación, en vez de en Roma, el Papa discutiría el asunto con los Cardenales, “y de acuerdo con sus consejos, en cuanto seamos capaces delante de Dios, trataremos de acceder a vuestro deseo. Mientras tanto, muy amada hija, tened buen espíritu y no ceséis en proseguir este piadoso trabajo, tan agradable a Dios y a nosotros, con vuestra habitual devoción y diligencia, y estad seguros de que nada se os negará de lo que honorablemente nos ha sido concedido”.
Después de este preámbulo diplomático, el Papa proseguía, sin embargo que si bien no culpaba al Rey ni a la Reina personalmente, no estaba convencido del todo por sus cartas de que las quejas que de los judíos secretos le llegaban en contra Inquisidores DE Sevilla no fueran fundadas. “Contemplamos, no sin asombro, lo que procede no de vuestra intención ni de la de vuestro querido hijo, sino de la de vuestros oficiales, que, poniendo a un lado el temor de Dios no se recatan de echar la guadaña a una cosecha inconveniente, de quebrantar nuestras previsiones y mandatos apostólicos..., sin ser obstaculizados, como es evidente, por ninguna clase de censuras. Todo lo cual es ofensivo para nosotros y extraño a nuestras costumbres y posición, al respeto que se nos debe, a la silla apostólicos y a nuestra propia justicia, obligándonos a escribir a Vuestra Serenidad.
“Por consiguiente, apelamos y mandamos que evitéis cuidadosamente censuras de esta clase, que sean temidas de cualquier fiel, sea el que fuere, y que no permitáis una injuria tan evidente a nosotros y a la Santa Sede. Así que tenedlo a vuestro cuidado por temor de que la libertad y el derecho de que vuestros ilustres progenitores fueron tan celosos en defender y aumentar no aparezcan disminuidos en el tiempo de Vuestras Majestades. Por eso, el Señor en cuyo poder están los Reyes dirigirá vuestro deseo, el de la Santa Apostólica, ayudándoos; Él hará que vuestra posteridad y vuestros asuntos florezcan, y todas las cosas pasarán a Vuestra Alteza, caminando rectamente, según vuestros deseos”. (Bol., vol. V, p. 468)
El mismo MOISÉS no hubiera podido lanzar una más hábil y al mismo tiempo austera advertencia. Los enemigos de la gran Reina la recordaron años después, cuando su posteridad y sus asuntos no florecían. Hasta en tiempos modernos han atribuido los judíos la desgracia de sus hijos al juicio de Dios por la severidad de ISABEL con sus antepasados.
Mientras tanto, el Papa discutía la situación con los Cardenales y decidió aceptar la sugestión de la Reina de que nombrara un juez de apelación residente en España y libre de la influencia de los amigos de los conversos de Roma. SIXTO IV escogió al anciano Arzobispo de Sevilla, IÑIGO MANRIQUE, nombrándole directamente, en lugar de dejar a los soberanos que lo hicieran, y le ordenó, bajo santa obediencia, aceptar tan difícil oficio. Al mismo tiempo, destituyo de oficio, por encima de Rey y de Reina, al Inquisidor CRISTÓBAL DE CALVEZ, de Valencia, el cual – dijo – actuaba “sin piedad ni prudencia”.
El Arzobispo era ilustrado y altamente respetado; pero ya muy viejo, y sin duda encontraría presión por parte de los poderosos Reyes si demostrara inclinación a una excesiva indulgencia. Los conversos se quejaron al Papa diciendo que su justicia era tan severa, que no se atrevían a apelar a ella.
El 2 de agosto de 1483 SIXTO IV acabó por escribir una bula de diez páginas AD FUTURAM REI MEMORIAM , en la cual revisa la historia de la Inquisición española como en una especie de crónica, y se confiesa descontento con el tribunal de apelaciones de Sevilla. Existen casos ante el Arzobispo y sus diputados, dice, que se rechazaron bajo pretexto de que de que el Arzobispo en persona los atendería, mientras los oficiales del Rey y de la Reina mostraban franco desprecio a su autoridad. El rigor de la Inquisición de Sevilla “excedía a la moderación de la Ley”. A algunos acusados les fue prohibido mostrar sus agravios ante el tribunal de apelación. Hombres y mujeres de descendencia judaica que habían llegado de Roma con sus cartas de perdón, temieron presentarse al oír que sus efigies habían sido quemadas, durante su ausencia, por los Inquisidores. Desde ahora, ordenó el Papa, el Arzobispo tiene que proceder no solamente por sí mismo (pretexto para justificar el retraso), sino con sus ordinarios e Inquisidores, atendiendo rápidamente los casos de apelación.
LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA INCIPIENTE por B. LLORCA SJ RECENSIÓN BIBLIOGRÁFICA.
En 1478 los Reyes Católicos, D. FERNANDO y Da. ISABEL, obtuvieron de SIXTO IV una bula, en la que les daban todos los poderes necesarios para establecer en CASTILLA un nuevo tribunal de la Inquisición. En Boletín de la real Academia de la Historia, t.15 (1889), p.449. La bula en F.FITA, en Nuevas fuentes para escribir la Historia. Por diversas razones, que no hay para qué discutir, no hicieron uso inmediatamente de sus poderes, sino que esperaron dos años íntegros, hasta que el 27 de septiembre de 1480, en Medina del Campo, D. FERNANDO y Da. ISABEL nombraron como primeros inquisidores a los Dominicos Fr. MIGUEL DE MORILLO y Fr. JUAN DE SAN MARTÍN, y como ayudantes al capellán de la Reina LOPEZ DEL BARCO y a su consejero JUAN DE MEDINA. En relación de estos hechos, así como en las diversas fechas que en ellos ocurren, se advierte gran diferencia entre los AUTORES PRINCIPALES, que han tratado sobre la Inquisición española. Así, por ej.: LLORENTE, J. A., Histoire critique de L´ INQUISITION d´ Espagne. 4 vols. Paris 1818: vol. I, pág. 140 y s. LEA, E.C., A history of the Inquisition of Spain, 4 vol. 2 ed. New York 1922: vol. I, P. 145 y s. RODRIGO, F. J., Historia verdadera de la Inquisición. 3 vol. Madrid 1877: vol. II, p. 65 y s. SCHÄFER, E. Beiträge zur Geschichte des spanischen Protestantismus und der Inquisition im sechzehnten Jahrhundert. 3 vol. Gütersloh 1902: vol- I.p.42 y s. En esta última obra (I, p. XII y s.) puede verse una selección de la bibliografía acerca de la Inquisición española. Se hallará también abundante bibliografía en: Llorca, B. Die spanische Inquisition und die Alumbrados. Berlin-Bonn 1934. Frente a estas diversas exposiciones, nosotros procuraremos atenernos lo más objetivamente posible a los hechos, en lo cual nos han prestado un excelente servicio los diversos trabajos CRÍTICOS del P. F.FITA, que citaremos oportunamente.
Hecho este nombramiento, se iniciaron inmediatamente los trabajos para poner en funciones el nuevo tribunal, y efectivamente, en enero de 1481, comenzaron a actuar los nuevos inquisidores en SEVILLA. Desde entonces ya no cesó un momento, por así decirlo, aquella actividad de la Inquisición española, que tanta significación tuvo durante todo el siglo XVI en el desarrollo de la mentalidad y de la misma historia española. Durante los años siguientes se fueron estableciendo nuevos tribunales en Córdoba, y Jaén, Ciudad Real-Toledo, Valencia, Teruel, Zaragoza, Barcelona, etc. La Inquisición cada vez más centralizada, en lo que contribuyó de una manera definitiva el establecimiento del Inquisidor General y del Consejo Supremo, así como la circunstancia de que el primer Inquisidor General fue un hombre como Fr. TOMÁS TORQUEMADA.
Una de las obras más notables en el plan de organización de TORQUEMADA, fueron las INSTRUCCIONES, que se crearon en la junta de SEVILLA de noviembre de 1484, completadas más tarde por el mismo TORQUEMADA y otros Inquisidores Generales. Hemos tenido presentes para este estudio las INSTRUCCIONES originales que se hallan en el Archivos Histórico Nacional, Madrid, INQ., libro 1225, fol. I y s.
Como base canónica de toda esta actividad inquisitorial sirvieron todas las disposiciones existentes contra la herejía y una serie de bulas y otros documentos que los Romanos Pontífices, sobre todo, SIXTO IV, INOCENCIO VIII, y ALEJANDRO VI, dirigieron a los inquisidores o a los Reyes Católicos. Los originales de estas bulas pontificias se hallan en gran parte seleccionadas en dos gruesos volúmenes del Archivo Histórico Nacional, Madrid, con el título: Breves y Bulas Apostólicas originales del Supremo Consejo de la Inquisición. Supuestas estas indicaciones generales, no hay para qué insistamos sobre los juicios contradictorios que se han formulado acerca de este tribunal, sobre la actuación y sus procedimientos. Pero, si cabe, esta contradicción de opiniones es más notable por lo que se refiere a la ACTIVIDAD INQUISITORIAL durante los primeros años de su existencia, es decir, hasta la muerte del célebre TORQUEMADA (1481-1498). A esto se debe el que muy ordinariamente el nombre de TORQUEMADA se presente como SÍMBOLO o sinónimo de la Inquisición española, por lo cual los odios reconcentrados contra la Inquisición se vuelven igualmente contra su primer Inquisidor General. Igualmente es muy diferente el juicio que se desprende de los documentos, que en nuestros estudios hemos podido consultar, los cuales nos presentan a TORQUEMADA como hombre estricto y riguroso, pero no como CRUEL y menos como INJUSTO.
Por esto precisamente hemos tenido especial interés en estudiar el primer desarrollo y la actividad incipiente de la Inquisición española, con el fin de hacer algo de esclarecimiento en un asunto de tanta importancia en la historia eclesiástica de España. En este estudio resulta sumamente doloroso el hecho de que han desaparecido casi por entero todas las actas y demás documentos originales de la Inquisición sevillana primitiva. Entre los escasos de este época que se han conservado, debe contarse el publicado por el P. F. FITA, “Los conjurados de Sevilla contra la Inquisición en 1480”,(Bibl. Colombina, t. 80, documentos varios). En Bol. Acad. Hist., t. 16, (1890), p. 450 y s. Del mismo hecho y de la misma relación antigua el testimonio de AMADOR DE LOS RÍOS en su “Historia...de los Judíos en España y Portugal”. 3 vol. Madrid 1876: vol. III, p. 247 s. Con esta circunstancia nos vemos privados de las fuentes más fidedignas, que resolverían sin duda muchas situaciones oscuras sobre la actuación de este tribunal en sus primeros años.
Sin embargo, no estamos completamente desprovistos de otros documentos subsidiarios. Entre éstos hay que enumerar, en primer término, las Crónicas contemporáneas de Bernáldez y Pulgar y los Anales de Jerónimo Zurita, junto con otras fuentes, que llenan de alguna manera la omisión indicada. (Historia de los Reyes Católicos, Don Fernando y doña Isabel, escrita por el bachiller Andrés Bernáldez, cura que fue de la villa de los Palacios...En Bibl. De Autores españoles (Rivadeneyra), t. 70, p. 567 y s. Madrid, 1878. Sobre la Inquisición: p. 598 y s.; Crónica de los señores Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel de Castilla y Aragón, escrita por su cronista Hernando del Pulgar. Ibidem, pág. 225 y s. Sobre la Inquisición: p. 331 y s. Y Anales de la Corona de Aragón. Diversas ediciones. Sobre la Inquisición, lib. 20. cap. 49).
Pero, si en lo que se refiere a la primera actividad de la Inquisición sevillana nos hallamos escasos de documentación original, comprobamos en cambio de una variedad documental en lo relativo a los tribunales de Ciudad Real-Toledo, Valencia, y Teruel, que se desarrollaron casi al mismo tiempo. De esta manera se ilustra indirectamente la actuación del tribunal de Sevilla; pues es de suponer que la Inquisición, estrictamente centralizada y en unidad, bajo la dirección del Inquisidor General TORQUEMADA, tendría un modo de proceder uniforme y sistemático en sus diversos tribunales.
Sobre toda esta documentación pueden verse una serie de trabajos publicados por diversos autores españoles en el Boletín de la Academia de la Historia. He aquí los mas destacados: F. FITA, La verdad sobre el martirio del Santo Niño de la Guardia, es decir, el proceso y quema (16 de noviembre 1491) del judío Jucé Franco en Ávila. En Bol. Acad. Hist., t.II, (1887), p. 7 y s. Memoria del Santo Niño de la Guardia, escrita en 1544. En Bol. L. C., p. 135 y s.; La Inquisición de Ciudad Real en 1483-1485. Documentos inéditos. En Bol..., t. 23 (1893), p.283 y s. Santa María, R., La Inquisición de Ciudad-Real. Proceso original del difunto Juan Martínez de los Olivos, 6 stbre 1484-1485. En Bol...t. 22, (1893),p. 355 y s.; Proceso del difunto Juan González Escogido (8 de agosto de 1484-15 marzo 1485). Ib. P. 189 y s. Pueden verse igualmente muchos documentos utilizados y citados por LEA, Enrique Carlos, VOL. I, P. 229 y s. En particular, p. 239 y s. 260 y s. Puede verse también el trabajo de Llorca B.: La Inquisición española en Valencia. Extracto de un proceso original. En Anal, Sacra Tarr., vol. II (1935), p. 37 y s.
Basados, pues, en una buena parte de esta documentación, vamos a exponer brevemente algunos puntos de vista acerca de la actuación de los primeros inquisidores españoles, para cuya confirmación reproducimos, ya en el texto, ya en las notas, ya a manera de apéndices, algunas piezas interesantes de diversos procesos que hemos estudiado. En particular queremos concentrar nuestro estudio en estos dos puntos: 1) Rigor de los primeros inquisidores españoles para con los culpables.
2) Benignidad de la Inquisición Incipiente para con los Penitentes.
1. RIGOR DE LOS PRIMEROS INQUISIDORES PARA CON LOS CULPABLES.
1. Ante todos nos consta suficientemente y de una manera general, que los primeros inquisidores de Sevilla procedieron con rigor. Así lo dice expresamente el Papa SIXTO IV en una carta del 29 de enero de 1482, dirigida a los Reyes Católicos. En ella se queja de que los inquisidores MORILLO y SAN MARTÍN “sin consultar con nadie y sin observar las prescripciones del derecho, encarcelaron injustamente a muchos, los sujetaron a duros tormentos, los declararon herejes sin suficiente fundamento y despojaron de sus bienes a los que habían sido condenados a la última pena, hasta tal punto, que muchísimos de entre ellos, aterrorizados por tal rigor, lograron escaparse y andan dispersos por todas partes, y no pocos acudieron a la Santa Sede con el fin de escapar tamaña opresión, haciendo protestas de son verdaderos cristianos”. Lo mismo repite el Romano Pontífice en otros documentos que dirigió posteriormente a los inquisidores y a los Reyes.
2. Es cierto, que no hay que tomar al pie de la letra todas las quejas pontificias. El mismo Papa las desvirtúa al encabezarlas con la expresión “ut asseritur”. En efecto, procedían de un gran número de conversos, que atemorizados por la primera actuación del tribunal en Sevilla, se dirigieron a Roma, en donde anunciaron lo que sucedía en España. Ahora bien no debe olvidarse, que muchos de estoas hombres eran riquísimos y disfrutaban de grande influencia, aún en los círculos eclesiásticos; y como en realidad era para ellos de vida o muerte, pusieron en juego todo su dinero, y todo su influjo para vez de parar el golpe que les amenazaba. Por eso hicieron lo posible para obtener que el Papa revocara la concesión hecha a D. FERNANDO y Da. ISABEL. Ni es de maravillar que, en su afán de obtenerlo, acudieron a toda clase de exageraciones y aún calumnias, sobre un fondo de verdad.
3. Sin embargo, aun quitando a estas expresiones de SIXTO IV lo que se debe sin duda a sus informadores, queda en pie la afirmación genérica, de que los inquisidores sevillanos procedían en un principio con notable rigor. Así se confirma con la lectura de los relatos, que sobre estos acontecimientos nos han dejado los cronistas de los Reyes Católicos, los cuales hablan de gran número de procesos y de prisiones y de sentencias de diversa índole. Así el cronista BERNÁLDEZ, que es quien datos más concretos sobre estos acontecimientos, nos dice que durante este año “sacaron a quemar la primera vez en Tablada seis hombres e numeres que quemaron”. Y más abajo: “y dende a pocos días quemaron tres de los más principales de la ciudad y de los más ricos”. Asímismo, habiendo salido de Sevilla por razón de la pestilencia que tantos daños causó en la ciudad, continuaron los inquisidores en Aracena, y allí “prendieron e quemaron veinte y tres personas, hombres y mugeres, herejes mal andantes, e finieron quemar muchos güesos de algunos que fallaron que habían morido en la herejía mosaica, llamándose cristianos y eran judíos, y así como judíos habían morido”. Sigue luego el mismo cronista dando datos curiosos sobre la primera actuación de los inquisidores y entre otras cosas nos da un resumen de las penas d muerte dictadas entre los años 1481 y 1488, es decir, ocho años completos, en los cuales “quemaron más de setecientos personas y reconciliaron más de cinco mil”. Semejantes expresiones emplea asimismo, HERNANDO DEL PULGAR: “Destos, dice (es decir, de los procesados conversos) fueron quemados en diversas veces y en algunas ciudades e villas fasta dos mil homes y mugeres; e otros fueron condenados a cárcel perpetua e a otros fue dada por penitencia, que todos los días de su vida anduviesen señalados con cruces grandes colorados, puestas sobre sus ropas de vestir, en los pechos como a sus fijos, de todo oficio público, que fuese de confianza, e construyeron que ellos ni ellas no pudiesen verter ni traer seda ni oro ni chamelote, so pena de muerte”. Se refiere al Sanbenito, especie de gran escapulario, que llevaban algunos condenados por la Inquisición como señal de ignominia. Para hacerla mayor, llegaba generalmente pintadas algunas llamas u otras figuras. Era ya usado en la Inquisición medieval, pero la española lo generalizó más, introduciendo una serie de variantes en la forma y en los colores o dibujos del sanbenito, según fuera mayor o menos la culpa que se quería castigar. Por lo que se refiere a estas penas de infamación, se trata sencillamente de la aplicación, con todas sus consecuencias, del castigo del derecho romano de inhabilitación e infamia, en lo cual los nuevos inquisidores españoles no hacían otra cosa que aplicar una de las penas que definía contra los herejes el derecho común existente, así eclesiástico como civil. Grande fue sin duda el rigor que se trasluce en estos testimonios; pero se explica perfectamente en aquellas circunstancias, sin que por esto queremas justificar lo que hubo de precipitación o de rigor excesivo en los fallos. El derecho común, tanto eclesiástico como civil, de aquel tiempo proclamaba la pena de muerte por el fuego y otras penas gravísimas contra los herejes convictos. La ley eclesiástica definitiva se halla en las Decretales de GREGORIO IX, cap. 15, de Haereticis, l. V, tit. 7. Por otra parte, en la España de aquel tiempo se veía claramente el peligro inmenso que existía de parte de la multitud de los falsos judíos conversos. Por eso ha llegado a afirmar SHÄFER, E., “que estos conversos, los llamados MARRANOS, (La expresión MARRANO, cuyo significado es bien conocido, la empleaban los cristianos como insulto para designar a los conversos judíos y por los conversos, por lo cual les quedó por mote e insulto).
4. Las leyes civiles españolas no eran menos severas. El Fuero Juzgo, tit. 2, lib. 12, ley 2 disponía: “Defendemos que ningún home non ose despreciar los Evangelios nin los sacramentos de la sancta Iglesia… e en cualquier persona que venga contra esto…siquiera sea poderoso, siquiera de menor guisa, pierda su ondra e seya echado de la tierra por siempre, si se non quiere repentir…”. El Fuero Real, en la ley 23, libr. 4 dispone que los “Obispos e los perlados de la Iglesia los juzgasen (a los herejes), que los quemen, si no se quieren tornar a la fe…”.
Las Leyes de Partida son aún más expresivas. Después de indicar en la ley 2, tít. 26, Partida 7, un procedimiento para convertir a los herejes, continúa: “E SI POR VENTURA NO SE QUISIEREN QUITAR DE SU PORFÍA, DÉBENLOS JUZGAR POR HEREJES E DARLOS DESPUÉS A LOS JUECES SEGLARES, E ELLOS DÉBENLES DAR PENA EN ESTA MANERA: QUE SI FUERA PREDICADOR, DÉBENLES QUEMAR EN FUEGO DE MANERA QUE ERA MUERA…”.
Se convirtieron en un verdadero peligro para España nacional,, pues la mayor de ellos conservaban ocultamente sus antiguas costumbres y al mismo se dedicaban con el más ardoroso celo al proselitismo”; y el conocido historiador PASTOR: “De esta manera, dice, se produjo bien pronto en España un GRAN NÚMERO EN APARIENCIA…Las cosas llegaron al extremo, que del ser o no sr de la católica España”. (Geschischte der Päste, vol. II,p. 624, Friburgo de Br. Ed. de 1925).
Por lo tanto, el rigor empleado contra los falsos conversos judíos en Sevilla, LA TIERRA de SAN ISIDORO, se explica por el AMBIENTE DEL TIEMPO. Más aún,, por eso mismo afirmamos, que el rigor de la Inquisición y el castigo de un buen número de conversos terminó de una vez las matanzas bárbaras y crueles, que tantas veces y en época bien cercana a estos acontecimientos habían ensangrentando las calles de las mejores poblaciones españolas. (Véase, puede verse una exposición breve de estas matanzas, sobre todo las de 1391, 1467 y 1463-1464, en MENÉNDEZ Y PELAYO, Historia de los Heterodoxos españoles, 2ª ed. 7 vol. Madrid 1912: vol. III, pág. 395 y s.).
Desde que la Inquisición encauzó la indignidad popular contra los falsos conversos por los cauces de la ley, no se repitieron tales matanzas.
De hecho, pues, la Inquisición española en su primer tribunal de Sevilla procedió con rigor, como lo demuestran los testimonios aducidos. Tanto LLORENTE como otros, han exagerado notablemente las víctimas de la Inquisición sevillana del año 1481. Así, por ejemplo, LLORENTE afirma, que en sólo el año 1481 fueron condenados a las llamas en la sólo la ciudad de Sevilla y la diócesis de Cadiz DOS MIL PERSONAS. (LLORENTE, J. A., Histoire critique…, vol. I, p. 160 y s.).
Realmente no comprendemos cómo pudo estampar LLORENTE ESTA AFIRMACIÓN. De hecho alega como única prueba el testimonio del Padre MARIANA SJ; pero de él tomó SOLAMENTE LO QUE LE CONVENÍA, desligándolo del contexto.
Efectivamente, es verdad que MARIANA dice que “dos mil personas Fueron quemadas” (Historia de España, Libr. 24, pág. 17, pág. 400, ed. Valencia, 1794); pero, en ninguna parte consta, que esto se refiera solamente al año 1481 y sólo a la ciudad de Sevilla y diócesis de Cádiz. Por el contrario, del contexto de que precede se desprende, que esta cifra se refiere a todo el tiempo que duró la jurisdicción de FRAY TOMÁS DE TORQUEMADA, y a todos los tribunales de ESPAÑA, y a todos los Tribunales, hay que repartir los 2.000 por todos los tribunales de la Península, que llegaron a ser 14, y a los 18 años que abarca este período. Así aun suponiendo que al año 1481 le toca una proporción algo mayor, ya se ve cuán distinta es de lo que LLORENTE hacer creer.
Todo esto aún admitiendo como bueno el testimonio del P. MARIANA, de cuya exactitud en muchos datos numéricos tenemos fundamento para dudar. Sin embargo, en este caso no tenemos dificultad en admitir como verdadero el cálculo de MARIANA, pues coincide con los datos de BERNÁLDEZ y ZURITA.
Extracto: “Gregorianum” anno xx. Fasciculus I. 1939, Vol. XX, B. LLORCA SJ Inquisición española incipiente. Pág, 101-142.
En materia religiosa, se produce la expulsión de los judíos (1492); la reforma de las órdenes religiosas, labor realizada por el Cardenal CISNEROS; y la creación de la Inquisición en Castilla (1478) gracias a la Bula “Exigit sinceras devotionis affectus” promulgada por el Papa SIXTO IV por lo que otorga a los reyes el poder de nombrar dos o tres obispos para desempeñar el oficio de inquisidores, produciéndose las primeras condenas en Sevilla durante el año de 1481.
Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo.com
Diario Pampero Cordubensis
Instituto Eremita Urbanus
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Recopilación, textos e imágenes y edición de Gabriel Pautasso
NOTAS SOBRE ALTA GRACIA
Al pie de la vertiente oriental de la SIERRA CHICA, y a cuarenta kms. De Córdoba, se levanta hoy la ciudad y el primitivo pueblo de ALTA GRACIA, cabeza del departamento de SANTA MARÍA. El arroyo de Alta Gracia, pasa bordeando el costado sud del pueblo, y uniéndose allí al río ANISACATE va a morir a Río II.
Su origen fue, el que tuvieron todos los pueblos de la CONQUISTA española, MERCEDES de tierra repartidas por el Rey de España a los conquistadores. El punto de partida de nuestra estancia, fue D. JUAN NIETO, a quien le correspondió la posesión de esta tierra en 1588 hasta 1609. Consta en su testamento que fue hijo natural del capitán SANTOS BLÁZQUEZ, español y avecindado en Santiago del Estero. Se casó JUAN NIETO con Doña ESTEFANÍA DE CASTAÑEDA (1587) y como hijo de conquistador – pues su padre figura como compañero de JERÓNIMO LUIS DE CABRERA, fundador de Córdoba en 1573- recibió en 1588, como merced las tierras que hoy forman el núcleo de Alta Gracia.
El fundamento historiográfico de estas notas se basan en el libro, que lleva por título, “ALTA GRACIA”. Documentos históricos, por el P. PEDRO GRENÓN S. J. Córdoba, 1929.
Tal el origen e historia inicial de ALTA GRACIA.
La estatua de D. JUAN NIETO SE HALLA EN LA PLAZA SOLARES DE LA CIUDAD DE ALTA GRACIA.
JOAQUÍN GRACIA
Documento 1. PBRO. LUIS EUGENIO SILVA CUEVAS. U.CAT.CHILE
El Catolicismo como motivación y herencia del Descubrimiento del Nuevo Mundo.
Cada país es a la vez un todo y una síntesis de varias culturas, Así lo era España de los Reyes Católicos, la que descubrió y evangelizó América. Y si bien la identidad no la hace.
Un solo elemento por importante, por importante que sea, la fe católica aglutinó a las Españas medievales en su lucha contra el Islam y las marcó. Guerra de Reconquista y de Fe fueron las notas características de esta nación en su época previa al Descubrimiento. En el ciclo de la expansión de Europa y en España, los descubrimientos se volvían a unir con la fe en la empresa colombina, cuando desapareció la medieval ecumene de la fe y nacía el mundo de la Reforma, entre las miserias y esplendores del llamado Renacimiento.
¿Sólo la fe? Sin duda que no, pues mundanos intereses estaban mezclados con los altos y superiores que significaban extender el Reino de Jesucristo. Se ascendía en la escala social; se conquistaban mundos para el César y, a la vez, se servía al Rey de Reyes, Jesucristo el Señor. Cristóbal Colón y todos los descubridores, conquistadores y pobladores fueron creyentes. Algunos excelentes y otros, como lo son la mayoría de los fieles ahora, en el pasado y posiblemente en el futuro, mediocres. Pero la fe estaba mezclada en lo íntimo de la empresa. La cruz que el Almirante clavó en tierra americana hace más de 500 años no era un símbolo menor, resabio de otras épocas. Era el inicio del sacramento que fecundaría las nuevas tierras con la savia evangélica y con la vida misteriosa de los sacramentos.
Era el inicio de la fe que, aparejada, traía un humanismo trascendente. Después del violento choque inicial, la fe y sus consecuencias despertará entre los mismos rudos y codiciosos españoles, como entre los nobles y generosos misioneros y pobladores, una preocupación por la justicia, por la causa de los vencidos. Era la fe que desde 1511 iniciaba, con el sermón de Fray Antón de Montesinos, y seguida por la obra de Bartolomé de las Casas (1484-1551), Motolinia, Diego de Landa, Vasco de Quiroga (1470-1565), José de Acosta, del tercer Obispo de Santiago Fray Diego de Medellín y tantos más, la lucha por la justicia en América. Gloria de una lucha que nacía al amparo de España, pero que viviría de la tierra y de los hispanoamericanos.
Es cierto que la contradicción se dio en los inicios de la América cristiana. Guerra, violencia y crueldad se conjugaron con altos gestos de amor y bondad, en los orígenes de nuestra América cristiana. Era el precio de la Historia. Es la constatación de la síntesis de gracia y pecado que divide el corazón del creyente. La fe motivó todo el intento legislativo que pretendía hacer justicia, desde las Leyes de 1512-1513 hasta la Recopilación del siglo XVII. La fe buscó templar el modo de trabajo al que se sometió al indio, especialmente el sistema de las encomiendas, donde se daba en no pocas partes injusticia y mal trato. La fe implantada en la conciencia de los indios fue capaz de crear unas hermosas, aunque no pocas veces impuras, formas religiosas que se expresaron en cofradías, bailes, procesiones, novenas y tantas otras formas, pero sobre todo en la fe sincera en Jesucristo el Hijo de Dios.
Nacía una religiosidad del pueblo que representaría a todos los estratos sociales por siglos. Se unían las savias hispánicas, indígena y negra y surgía, en ese conflictivo crisol de razas, el mundo americano, variado hasta infinito en sus múltiples expresiones.
La fe, a pesar del choque entre vencedores y vencidos, iba haciendo nacer el mundo maravilloso del la cultura del Barroco, donde vida y fe, se sintetizarían. Espacio infinito, multiplicidades lingüísticas y religiosas, geografías y faunas fantásticas, poco a poco iban dando la forma, variada y colorida al ser hispano-americano. Los Reyes y la Iglesia Católica iban consiguiendo un milagro: los dominios de las tres Américas formaban el más rico florón de la corona de Castilla, donde una literatura, un arte y un modo de vivir, en una palabra una cultura, expresaban el ser del nuevo español de las Américas. Una vez más, la raíz de la fe generaba cultura como anteriormente gestó el medioevo cristiano, con su arte y expresiones superiores.
La capilla de Rosario de la Catedral de Puebla de los Ángeles; la Iglesia del Triunfo en Cuzco, o en las modestas iglesitas de barro o madera del Norte argentino son la muestra evidente del efecto de la fe en estas tierras. Se vivía en chozas o simples ranchos aderezados como casa, pero la Casa del Señor era el más rico de los palacios de la villa o ciudad.
Los motivos para venir fueron muchos: oro, aventuras, servicio al rey, ascenso social. Pero el motivo que primó, sin suprimir a los anteriores, fue el sentido trascendente, religioso, hidalgo que el español daba a su vida: esto es, su visión religiosa de la realidad y su sentido misionero. El motivo pasó, de este modo, a ser herencia. Lo afirmado no quita el lado negativo de todo proceso histórico civilizador y evangelizador. Los VEINTE siglos de Cristianismo Católico lo prueban.
Así, América se fragua con un fuego sobrenatural. Junto con esa fe católica, que entrañaba un amor a CRISTO y a MARÍA, venían las peculiaridades de las formas andaluzas, extremeñas, vascas, castellanas de la cultura cívica y religiosa del español que entregó a estas tierras. El amor a la tierra se trasplantó aquí. En Córdoba fuimos la Nueva Andalucía; en otras latitudes los otros nobles nombres de las regiones de España fueron el nombre de bautismo de otras regiones de América.
Pero el particularismo no triunfó totalmente, pues el vínculo fue la fe que se expreso en la lengua de Castilla. El rey era el primero de los creyentes y su deber era extender el Reino de Jesucristo entre los infieles, como lo decían las Bulas Alejandrinas. La singularidad de España, a la vez multiplicidad de regiones, encontró aquí un terreno fértil para hacer surgir, después de siglos de unión, la mancomunidad de los países hispano-americanos. La fe inicial se había revestido, con el pasar de los siglos, de un conjunto teológicos, jurídicos y políticos que fueron capaces de conformarnos como naciones. España era deudora de tarsios, íberos y celtas, como de la civilización de Grecia y Roma; la Germania, Sepharat, y del Islam. Su síntesis, obra cristiana, pasaba a estas tierras. Daría fruto. Así se ha visto con el andar de estos quinientos años.
Motivo y herencia son dos palabras que pueden aplicarse a la fe cristiana, pues ella incentivó grandemente el proceso histórico de civilización y de evangelización, y porque la fe católica se constituyó en el fundamento ético de la cultura hispano-criolla que aquí se formó. Lima tuvo 6 concilios provinciales, entre 1551 y 1732. México 3 en el siglo XVI. Ellos marcaron la pauta evangelizadora para toda América. Buscaban entregar, junto con la fe, las formas civilizadas de convivencia a los indios.
La fe se unía con la cultura, y la universidad, sede y centro del saber hispano, era receptado en América, donde Lima y México fueron centros de esplendor. En los comienzos, Juan de Zumárraga, primer obispo de México, – Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de América se apareció por primera vez el 9 de diciembre de 1531 a un pobre y sencillo indiecito, llamado Juan Diego en el cerro Tepeyac, no lejos de la ciudad de México – pedía a Carlos V se fundase en su sede un centro superior de cultura. Seguirán las Universidades Menores, que jalonaron toda la geografía hispanoamericano, en número de 30 hasta albores del siglo XIX.
La intención evangelizadora llevó también al misionero culto y preparado a interesarse por la historia de los naturales, salvándose así sus lenguas y tradiciones. Juan de Zumárraga y Diego de Landa destacaron en ello en México, como Luis de Valdivia entre los araucanos. Sin duda hubo una profunda espiritualidad en el núcleo central y más virtuoso de los evangelizadores.
La fe y sus responsabilidades morales llevó a la Escuela de Salamanca a gestar el futuro el futuro Derecho de Gentes, cuando se defendía la capacidad del indio para ser hombre libre. ¿Ha muerto la Leyenda Negra? No. Porque lo que ella pretendió, por razones políticas, no fue tanto atacar a la poderosa España del siglo XVI, sino al Catolicismo vigoroso y renovado de la Contrarreforma Tridentino.
Documento 2. JUAN DE CONTRERAS, marqués de Lozoya.
El día 26 de noviembre del año de gracia de 1504 entregó a Dios su excelso espíritu en sus palacios de Medina la buena Reina ISABEL. Pedro Mártir de Anghiera buscó en su mejor latín las ponderaciones más elegantes para dejar a la posteridad un cuadro de dolor de la corte. En una peregrinación que duró casi un mes, el féretro de la reina fue llevado en viaje postrero por aquellos campos de Castilla y Andalucía que tantas veces ISABEL había corrido en su afán de cumplir con el deber que el cielo le entregara con la corona: de Medina a Arévalo; de aquí a Cardeñosa, a Cebreros, A Toledo, a Manzanares, a Palacios, a En Viso, a Barcas de Espelúy,y, por Jaén y Torre-Campo, al convento de San Francisco de la Alhambra. Las lluvias del otoño convertían en fangales los campos y los caminos en torrenteras. De las aldeas y de los caseríos los campesinos salían a contemplar en la desolación de los días otoñales el arca que contenía aquel gran corazón que había amado sobre todo a los pobres y desamparados de la tierra.
Fernando aún corrió tierras y pasó mares; aún guerreó y enredó a otros príncipes en las sutiles redes de su ingenio; al cabo, en 23 de enero de 1516, errante, como había vivido; casi solitario, como placía a su espíritu, acudió a aquella solemne cita que en su testamento le hiciera su enamorada mujer:
“Porque siempre se acuerde de que ha de morir, e que le espero en el otro siglo; e con esta memoria pueda más santa y justamente vivir”. Allí en la capilla real de Granada, duermen eternamente ayuntados así como la ternura de Isabel quería, “porque el ayuntamiento que tovimos viviendo, e que nuestras ánimas espero en la misericordia de Dios ternan en el cielo, lo tengan e representen nuestros cuerpos en el suelo”. ¿Quién recuerda que Fernando conoció otros amores y fue por algún tiempo infiel al signo de la unidad? Fernando e Isabel pasan a la Historia juntos y enlazados, como sus emblemas en el blasón de España, como el haz y el yugo de sus divisas, como sus bustos en las monedas. Sus cualidades, tan diversos, se concertaron en una obra común: unir a España y lanzarla por los caminos del Imperio.
Bien pudieron, al dormirse para siempre, inundar su espíritu en la paz de los que han cumplido valientemente con un deber inmenso, difícil siempre, a veces doloroso e ingrato. No hubo sendero trazado por la Historia que ellos no siguieran; a ellos les toco en suerte consumar los ideales de sus antepasados habían alentado durante siglos: la unidad nacional, la creación de un Estado fuerte, la consumación de la Reconquista, la unificación religiosa, el dominio del Mediterráneo y de la costa de África. Pero al mismo tiempo que habían cerrado unos caminos, otros quedaban abiertos para saciar la inquietud de España. La ruta de carabelas de Colón y aquella cláusula del testamento de ISABEL que designaba para suceder en el reino a Juana, esposa de Felipe de Austria y madre ya de un niño nacido con el siglo, bajo signo cesáreo, dejaban ya tarea preparada para el afán de muchas generaciones.
Documento 3. JUAN DE CONTRERAS, marqués de Lozoya.
LOS ORÍGENES DEL IMPERIO – La España de Fernando e Isabel.
Pero en el título y en el texto he respetado la palabra IMPERIO porque me sigue pareciendo la más exacta para definir el régimen que se organiza a fines del siglo XV y persevera – en avance triunfal o en incontenible declive – hasta 1808. Esa palabra, a fuerza de ser empleada de un modo profuso e irreflexivo, ha diluido su significado. Para que se pueda hablar no basta la existencia de un poder político eficaz, sino que se requiere en los que mandan un concepto militar – mejor militante – de la vida, pues el IMPERATOR es, ante todo, un caudillo castrense. La idea de imperio supone, además, el intento de aunar comarcas diversas en una “UNIDAD DE DESTINO”, de manera que, conservando cada una su propia personalidad, se convierten en el sistema imperial. Hay otra característica del imperio que viene a ser la suprema justificación de esta idea política: su carácter MISIONAL; el afán de unificar a los diversos países congregados en un tipo de vida y de cultura que, desde la metrópoli, irradia intensamente en las provincias y llega, en ondas cada vez más débiles, a las lejanas colonias.
...el dictado de “Reyes Católicos”,y son y serán siempre ejemplo de gobernantes porque concibieron la política como una entrega total al servicio de sus pueblos y fueron mártires de una tarea que les consintió ni un instante de distensión ni de reposo.
La clave de la Historia de España está en la lucha entre el signo de la unidad, representado, a sus tiempos, por el Imperio de Roma, por la monarquía de Leovigildo, por el califato de Córdoba, por la política de los sucesores de Sancho el Mayor, por Fernando e Isabel, por Austrias y Borbones; y el germen de la diversidad, siempre en actividad morbosa, aunque a veces oculta, que engendra la multiplicidad de tribus de la Hispania pre-romana, los reinos de Taifa y los reinecillos rivales de la Edad Media, la fiebre separatista de 1640, las Juntas locales de 1808, los cantones de 1873, la república de 1931.
Desde la muerte de San Fernando, y sobre todo desde el advenimiento de la dinastía de Trastamara, este principio de la diversidad parece triunfar de la labor unificadora que trabajosamente se habían impuesto los grandes reyes de Castilla, que nunca habían dejado de sentirse herederos de los reyes godos de Toledo, señores de toda España. La monarquía castellano-leonesa había encontrado este ideal con la Reconquista, que congregaba a reyes y vasallos, a nobles y plebeyos, en un anhelo: el de volver a la cristiandad las tierras de sus antepasados disgregadas por la invasión musulmana del siglo VIII. Pero desde la muerte de San Fernando este ideal se siente cada vez con menos fuerza y acaba por extinguirse casi por completo. Dominaba toda la baja Andalucía por el gran rey, conquistada Valencia por su amigo y aliado Don Jaime de Aragón, los moros dejan de ser un peligro y los cristianos acaban por no pensar en ellos. En verdad que queda todavía en ángulo SE. El pequeño reino de Granada, regido por monarcas hábiles y decididos, erizado de castillos en sus breñas como una inmensa fortaleza, con sus puertos de Málaga y de Almería, puertas abiertas a las invasiones africanas; pero a los moros granadinos ya no se les considera como extraños, ni casi como enemigos. Los reyes Nazaries son vasallos y tributarios de Castilla, y como tales confirman los privilegios rodados. En los largos períodos de paz los granadinos comercian en los mercados castellanos, y los caballeros de uno y otro reino alternan en justas, torneos y cacerías. La guerra de reconquista no es ya un ideal colectivo; interesa solamente a los pueblos fronterizos, cuyos adalides organizan de vez en cuando alguna algarada para robar ganados o talar mieses, y solamente en ciertos momentos en que un príncipe quiere probar con alguna hazaña el valor de los caballeros – como en las empresas de Antequera y de Higueruela – recobra momentáneamente su categoría de gran tarea nacional.
Tímidamente apuntan, al final de este período, orientaciones que un siglo después habían de prevalecer con vigor y prestigio arrolladores. El fino y enérgico espíritu de Enrique el Doliente quiso marcar nuevos rumbos a la inquietud de sus vasallos señalándoles gloriosas rutas en el mar. Hacia 1393 el rey autoriza la empresa de algunos osados marinos andaluces, vizcaínos y guipuzcoanos, que, en Sevilla, se asocian para explorar las Islas Afortunadas, y consiguen posesionarse de Lanzarote, y pocos años más tarde toma la protección real las exploraciones por el archipiélago del caballero normando Juan de Bethencourt, con las cuales se intensifica la conquista y colonización de aquellos países, no menos interesantes, aunque menos divulgadas, que las de América. La curiosidad viajera de los castellanos se despierta con aquellas famosas embajadas a la corte de Tamerlan, cuyos relatos, que a veces parecen arrancados de un libro de caballerías, nos traen una visión fantástica de las riquezas de Oriente. En la segunda mitad del siglo XV eran frecuentes los viajes de los marinos de los puertos atlánticos del sur de España hacia las costas de Guinea. “La Mina de Oro”, para hacer con los indígenas comercio del precioso metal. “Esta fama – escribe Hernando del Pulgar – se extendió tanto por aquellos puertos de Andalucía, que todos trabajaban por ir a aquella tierra; e acaeció haber de un viage diez mil pesos de oro, que era cada peso valor de dos florines de Aragón”. Claro es que estas expediciones aventureras para trocar ropas viejas y cobre por oro no fueron una empresa de las que bastan para vigorizar a un pueblo, pero fomentaron en un pequeño núcleo el interés por los descubrimientos, crearon nidadas de expertos navegantes y explican muchos puntos oscuros de la gran aventuras de Colón.
No tenían tampoco las Españas, como otros países del centro de Europa, una unidad de raza que, al reaccionar al contacto con pueblos vecinos, congregase a los habitantes del país creando entre ellos recios vínculos, y la diversidad de religiones era en ellas un poderoso elemento de dispersión. Porque la división fundamental que el mismo reparto político en diferentes reinos, está en la convivencia en todos ellos de hombres de tres religiones: los cristianos viejos, descendientes de los reconquistadores, de raza goda o hispano-romana; los judíos y los musulmanes, todos los cuales, siguiendo los principios del particularismo medieval, conservan su religión, sus leyes, sus magistrados, sus trajes, sus lenguas y sus costumbres. Nada más complejo, más abigarrado, más pintoresco que una villa o ciudad, en Castilla o en Aragón, al apuntar el siglo XV. Ni aun los propios vestigios monumentales bastan para darnos alguna idea de esta complejidad, cuya riqueza de matices debió de ser inmensa. Si queremos imaginar lo que eran Córdoba, Toledo, Segovia o Daroca en el 1400 no recordemos, sino como una vaga indicación topográfica, las ciudades actuales, sometidas a un ritmo de vida monótono; pero situemos en el mismo lugar con la imaginación una población marroquí, hacia 1930, Tetuán, por ejemplo; como en Tetuán, los cristianos, casta dominadora, convivían con los moros en sus barrios de retorcidas callejuelas, en cuyas casas, de herméticos exterior, se hacinaban hombres consagrados a los oficios de construir; alarifes, carpinteros, albañiles, yeseros; mujeres retraídas que conservaban con cuidado sus viejos ritos, ensalmos y conjuros. Y aparte de unos y de otros, viviendo a expensas de todos, por todos humillados y ejerciendo, sin embargo, sobre ellos poderosa influencia, los judíos de la Aljama.
Los judíos son acaso la pieza más importante de cuantas juegan en el complicado tablero español del 1400. Sin estudiarla bien, y sin valuar exactamente su intervención, no es posible conocer el período. La primera actividad de los judíos en España es tan lejana que se remonta a muchos siglos antes de Jesucristo y se confunde con las persistentes emigraciones sirias de nuestra Edad Antigua. Después de la dispersión o diáspora del pueblo de Israel debieron de llegar a la Península fuertes contingentes, y sin duda en todo el bajo Imperio la inmigración debió de ser constante. En el momento en que hay en España una monarquía católica, a partir de Recaredo, adivinamos la influencia secreta y fuerte de los judíos en las mismas reacciones violentas de los monarcas y de los Concilios. Fue Sisebuto el primero que les presentó la alternativa de bautizarse o de emigrar. Egica, al presentar el “Tomo Regio” al Concilio XVII de Toledo, justificó las durísimas medidas que contenía contra los judíos en una conspiración de éstos para entregar a España a sus correligionarios del otro lado del Estrecho. Cuando pocos años después sobreviene la ruina de la patria goda, los judíos eran suficientemente poderosos para apoyar eficazmente a los invasores y entregarles ciudades importantes, y, sobre todo, la misma ciudad regia: Toledo. En el tiempo en que los avances de la Reconquista van restaurando en España la monarquía católica se encuentra ésta a los judíos bien establecidos en las ciudades reconquistadas, viviendo en sus barrios separados al estilo de Oriente. En general no se oponen a la monarquía, antes bien cooperan con ella, porque el criterio de extrema tolerancia que imponían los tiempos, en que los cristianos no eran sino una minoría dominadora, les permitía vivir a su guisa y hacerse cada vez más fuertes. Muchos reyes fueron grandes protectores de los judíos y fueron servidos por ellos lealmente. En la batalla de Zalaca tomaron parte, a favor de Alfonso VI, tropas judías con sus distintivos especiales. La protección de Alfonso VI a las aljamas ha dado lugar a un venero legendario, y en su tiempo las juderías aumentan y se levantan las más suntuosas sinagogas. El reinado de Pedro el Cruel fue de tal esplendor y prosperidad para el pueblo sin patria hasta 1948, que pensó encontrar en Toledo otra Jerusalén y en el consejero Samuel Levi al mismo Mesías.
El último siglo de la Edad Media presencia la reacción violenta contra los judíos y sus hábiles defensas, sus procedimientos sutiles para seguir dominando sea como sea. La nueva dinastía de los Trastamara persigue a los judíos por antítesis a la política de Pedro el Cruel; el pueblo se venga ahora de la altanería y de las rapiñas de los hebreos en el tiempo en que gozaron del favor real. Los asaltos a las juderías, las matanzas de judíos se suceden con cierta periodicidad. Las leyes en que se les ordena el uso de distintivos, o se les imponen nuevos tributos, se reiteran en cada reinado. Las aljamas, sin embargo, viven y prosperan; sus habitadores se consagran a oficios tranquilos y lucrativos; no hay entre ellos labradores, soldados ni obreros de rudos oficios; son muchos de ellos contadores, médicos, plateros, latoneros, zapateros; otros comercian en ropas viejas y casi todos prestan dinero cuando se les ofrece ocasión. Y así viven años y años, íntimamente compenetrados con el pueblo español, pero sin confundirse nunca con él. Y en los malos tiempos, cuando la persecución arrecia, todavía conservan influencia en las altas esferas del Estado por medio de los conversos, que conservaban todas las cualidades de penetración de la raza y no tenían ya obstáculo ninguno que les apartarse de los altos cargos. Acaso se ha dado una extensión excesiva a la palabra “CONVERSO”. Para algunos extranjeros, como WALSH, es converso todo aquel que por algunos de sus linajes tenía algunas gotas de sangre judía, como Don Juan Pacheco o Andrés Cabrera; pero no cabe poner en duda la existencia de familias poderosas de clara de clara y próxima ascendencia judaicas, como los Santa María, y los Coronel, en Castilla, y los Sánchez, los Santángel y los Caballería, en Aragón.
En segunda mitad del siglo XV el PODER REAL, personificación entonces del Estado, llega a la máxima decadencia, y en momentos parece eclipsarse por completo. Los juristas, penetrados del romanismo renacentista, afirman en sus Tratados que la voluntad del príncipe es la suprema ley y que la autoridad regia, como el sol, vivifica todos los miembros y organismos del reino; pero en la práctica estaba esta autoridad tan mediatizada por entidades y personalidades poderosas que apenas era otra cosa que un factor más – a veces no el más importante – en el juego de tantos factores. Momentos hay en la historia peninsular de este período en que, extinguido de hecho el Poder real, el Estado no existe y es sustituido por tantos Estados como maestrazgos hay de las órdenes militares, grandes señoríos, consejos poderosos y dignidades eclesiásticas. La corona castellano-leonesa, la de Aragón-Cataluña y la de Navarra están entonces en príncipes de la Casa de Trastamara, y sobre todas ellas pesa el signo de la dispersión. Dos reyes hermanos, Enrique y Alfonso, se disputan la corona de Castilla, y sus partidarios riñen en batallas campales; en Navarro, agramonteses y beamonteses alientan la enemistad entre Juana Enriquez y el príncipe de Viana; en Levante, los catalanes sublevados, buscan reyes que oponer a Juan II. Todos son bandos y querellas, conjuras y particiones; cada noble, cada maestre, cada consejo sigue su partido, y de hecho no reconoce supremacía de poder alguno.
Eran harto distintos de condición los dos monarcas, parientes tan cercanos, que ceñían las coronas de Castilla, de Aragón y de Navarra en este campo; pero ninguno estaba hecho para servir a la causa de la Unidad. En Enrique IV de Castilla, uno de los ejemplares humanos más interesantes en la historia de España, se concreta toda la corrupción de tantas decadencias. No se advierten en él ciertamente los vicios de aquella moribunda caballería, con su afición al lujo, a los paramentos, a los motes, a una especie de liturgia erótica, sensiblera y sensual; pero, en cambio, se exarceban en él morbosamente otros indicios de degeneración: un NATUTALISMO, no sin contacto con la sensibilidad russoniana del siglo XVIII. En la segunda mitad del siglo XV, época barroca por excelencia, hay como un intento de vuelta a la naturaleza, un gusto particular por lo selvático y montuno. En la decoración de los castillos se fingen los ramajes de las florestas, y la flora y la fauna de la selva virgen palpitan en la hojarasca del último gótico. Los caballeros se visten de salvajes en fiestas y torneos, y hombres de las selvas, velludos, figuran esculpidos en infinidad de monumentos – la fachada de San Gregorio, de Valladolid; la capilla del Condestable, en Burgos -. Este rey Don Enrique, antecesor de Fernando y Isabel, encarna maravillosamente este ideal selvático. Un historiador francés, Lebreton, le ha llamado “Le roi sauvege”. Tenía, según el cronista Enriquez, “aspecto feroz, casi a semejante del león”. “Era gran cazador de todo linaje de animales y bestias fieras; su mayor deporte era andar por los montes, y en aquellos hacer edificios e sitios cercados de diversas maneras de animales”. Y juntamente con esta corrupción prendieron en él todos los usos y los vicios del Oriente. Un viajero bohemio, León de Rosmithal, vio la corte de Enrique en Olmedo y advirtió que el rey parecía en su vestido y en sus maneras; en sus fábricas, a las que era tan aficionado, campea el más exuberante mudejarismo; su afición a los moros ocasionó graves disturbios en su reinado; prefería la gineta morisca a la más noble brida castellana.
Como su padre, Juan II, Enrique IV es un desertor que aborrece su oficio de rey; ciertamente durísimo e ingratísimo, pero es el único capaz de llenar un corazón grande por sus inmensas posibilidades de gloria. Como su padre, abandona el gobierno en manos de privados, a los que da cuanto quieren: castillos, rentas y ciudades, con tal de que le quiten el afán de gobierno y le dejen el tiempo libre para vagar por los bosques, contemplar sus bestias salvajes y dedicarse en soledad a sus ensueños. “Toda conversación de gentes le daba pena. A sus pueblos pocas veces se mostraba; huía de los negocios, despachábalos muy tarde... Todo canto triste le daba deleite: preciábase de tener cantores y con ellos cantaba muchas veces... Estaba siempre retraído; tañía dulcemente el laud; sentía bien la perfección la perfección de la música”. Y este pobre rey romántico, de deserción en deserción, llegó a renunciar a su propia dignidad de varón y a caer en la Historia envuelto en inmenso ludibrio.
Tampoco era Juan II de Aragón el príncipe destinado a crear un imperio. Tenía virtudes varoniles de que careció su pariente el de Castilla, y en astucia, y en fina y constante energía, podía equipararse con su contemporáneo y enemigo Luis XI de Francia; pero su sino fue una lucha constante, lucha pequeña, de menudas intrigas, en que el amigo de hoy es el enemigo de mañana, en que toda cautela es precisa para adivinar los designios, no ya del adversario, sino del parcial. Así es la contienda, que dura lustros, de “los infantes de Aragón” contra Don Álvaro de Luna; ni aún acaba esta guerra cuando Don Juan, el más audaz de los infantes, viene a parar en rey de Navarra. La política de Navarra, dividida entonces entre agramonteses y beamonteses, se complica y entrelaza con la de Castilla, y más cuando el rey de Navarra, buscando apoyo en la nobleza castellana, casa en segundas nupcias con Doña Juana Enríquez, la ricahembra ambiciosa y tenaz, y de aquí la lucha sin tregua contra su propio hijo, el primogénito del primer matrimonio, el príncipe de Viana, otro soñador y otro indeciso, y como consecuencia de esto – porque en el reinado de este rey las guerras nacen de las guerras y las intrigas de las intrigas – el espantable conflicto con Cataluña: todo un pueblo, el más tozudo de los pueblos de la tierra, puesto en frente de él, suscitándole en su desesperación en su desesperación adversarios en todas partes. Y, por último, ya octogenario, en los extremos de la vida, la defensa contra las sutiles artes del rey de Francia, que de este río revuelto quería sacar ganancia el condado de Rosellón. Buen guerrero y buen político, Juan II de Aragón no tuvo fuerzas para desembarazarse de esta red de querellas mezquinas, de pequeñas guerras, para las que parecía nacido, y que envolvió e hizo estéril el largo combate de su vida.
En estos años de la BAJA EDAD MEDIA, en que toda Europa asiste a la lucha trágica entre la corona y los grandes señores, la nobleza, ya agonizante, y al cabo vencida, despliega su máximo esplendor. La misma lucha desarrolla en los nobles energías y actividades inmensas y es propicia en ellos a la formación de grandes caracteres, de individualidades poderosas. En Castilla, las circunstancias en que asciende a la realeza la Casa de Trastamara aumentan extraordinariamente el poder, la riqueza y el influjo de la alta nobleza, pues la nueva dinastía, de tan dudosa legitimidad, empleó como uno de los medios más eficaces para su consolidación el repartir pródigamente tierras, señoríos y juros, no sólo para ganarse amigos con las mercedes, sino, sobre todo, para ligar poderosos intereses a su fortuna; método eficaz que fue luego empleado con provecho por los ministros de Doña Isabel II. Se Introdujo en Castilla por entonces la jerarquía nobiliaria del centro de Europa, tardía floración de un feudalismo que nunca arraigo en tierras castellanas, y los señores de muchos vasallos comenzaron a obtener de los reyes licencia para titularse duques, marqueses, condes y vizcondes. La institución de mayorazgos se fue haciendo cada vez más frecuente y contribuyó a consolidar y perpetuar la riqueza en los grandes familias. Los castillos adquirieron prestancia palaciana, unas veces contendiendo el palacio, con su patio de complicadas y sus maravillosos artesonados mudéjares dentro de las viejas murallas, como en el castillo de Escalona, que fue de Don Álvaro de Luna, o el de Cuellar, de Don Beltrán de la Cueva; otras veces fundiendo ya el palacio y el castillo en un mismo impulso constructivo, sin que sea ya posible precisar si torres, matacanes o barbacanas se emplean se emplean como gala o como defensa, como sucede en Coca, de los Fonseca; en Manzanares, de los Mendoza, o en Belmonte, de los Villena. También en las ciudades tenían los grandes señores palacios suntuosos en que los esplendores del último gótico se complican con las tracerías moriscas. Son cada vez más frecuentes los torneos, en que se agota el ingenio en la invención de cimeras, de motes, paramentos y divisas, en justas y en saraos, y aun algunos señores, como un lujo supremo, comienzan a coleccionar en sus bibliotecas códices miniados.
El dominio, la riqueza, la ausencia de un poder público fuerte fomentan la formación exuberante de caracteres enérgicos, a veces magníficos tipos humanos, que se malgastan por la falta de una gran tarea colectiva. Y estas energías se pierden en luchas estériles y en empresas egoístas. Y estas energías se pierden en luchas estériles y en empresas egoístas. Con la astucia, con la tensión continuada y fuerte que emplea un Don Juan Pacheco, marqués de Villena, en aumentar prodigiosamente su patrimonio familiar podría haberse fundado y sostenido un imperio. Los mejores, como el marqués de Cádiz y el duque de Medina Sidonia, suspenden alguna vez su inacabable lucha para hacer la guerra al moro; guerra menuda, en que apenas hay tiempo para conquistar algún castillo fronterizo. Cada uno de estos grandes señores tiene a su alrededor una nube de parientes, de caballeros de acostamiento, de escuderos, de soldados que les ayudan a asolar el país. La caballería ciudadana, verdadera clase media blasonada y armada, aprovecha cualquier pretexto para dividirse en bandos, si no lo estaba ya desde los días de la Reconquista, y se hace la guerra de calle a calle y de casa a casa, guerra en que se llevan a cabo estériles actos de valor heroico de generosidad, de desprecio a la vida y la hacienda. Y de todo ese conjunto de individualidades desencadenadas, de apetencias y de ambiciones, sin más freno que las fuerzas rivales, se origina aquel estado caótico de la Castilla enriqueña de 1473, que se refleja en la carta, tan citada, de Hernando del Pulgar al obispo de Coria. En Andalucía era tan cruda la guerra que se hacían el duque y el marqués que hasta empleábanse moros en ella, y en Sevilla era un campo de batalla cada plaza y una emboscada cada calle; tenían a Córdoba en la misma situación las gentes de Don Alfonso de Aguilar y de su pariente el conde de Cabra. El reino de Murcia, feudo de los Fajardos, hacía cinco años que no se comunicaba con los demás de Castilla. Todo el reino de León y la Tierra de Campos corrían y asolaban el maestre de Alcántara, Don Alonso de Monroy, y el alcalde de Castroñudo, Pedro de Mendaña, el cual cobraba regularmente contribuciones – precio de la paz – a muchas ciudades, como los señores del Atlas a los poblados marroquíes. “Las guerras de Galicia, de que solíamos espeluznar, ya las reputamos ceviles e torerables, sinno lícitas”. Y cuenta que andaban por el Arzobispado de Santiago aquel Pedro Madruga, conde de Camiña, y el mariscal Pedro Pardo, capaces por sí solos de deshacer un reino. Reñían Silvas y Ayalas por las callejas moriscas de Toledo, y las gentes del condestable y del conde de Treviño alteraban las tierras altas de Burgos. “No hay más Castilla – escribe el cronista - , sinno, más guerras havría”. Y al escritor no le interesaban aquellas espantables contiendas entre oñacinos y gamboinos que nos describió en sus en sus Bienandanzas e fortunas Lope de García de Salazar, ni caían en su jurisdicción las tenaces hostilidades de agramonteses y beamonteses en Navarra, ni la guerra de payeses de remensa contra sus señores en Cataluña.
De aquí que en 1473, cuando el pobre Rey ENRIQUE iba buscando por los bosques reales, como las alimañas acosadas, una guarida donde morir, hubiera desaparecido en CASTILLA el concepto de ESTADO. Cada cual labraba moneda cómo y dónde quería y a nadie se ahorcaba por JUSTICIA, aunque, como afirmaba PULGAR, “algunos se ahorcan con injusticia”. Y nada nos la idea de lo que aquello era como aquel ir y venir de Don FERNANDO y de Doña ISABEL, príncipes entonces, en desavenencia con el rey su hermano, con su pequeña corte, alentando la resistencia contra los mandamientos reales, como en Sepúlveda, y jurando fueros y privilegios, como hicieron en Vizcaya. Ayuntábanse en Cortes los procuradores para buscar amparo de una autoridad, sin la cual no pueden vivir las sociedades, mas “MIRAD – escribe PULGAR – CUÁN CRUDO ESTÁ EL HUMOR E CUÁN REBELDE QUE NUNCA HALLARON MEDICINA PARA LE CURAR, DE MANERA QUE DESESPERADOS YA SE HAN DEJADO DELLO”.
Juntábanse con el mismo fin los obispos; pero el escéptico cronista concluía: “MENOS SE PRESUME QUE APROVECHA ESTO”.
Desesperaban los hombres; pero ya la Providencia tenía dispuesto quien trajese a las ESPAÑAS:
“UNA LEY, UN IMPERIO Y UNA ESPADA”.
I. FERNANDO E ISABEL
Documento 4. JUAN DE CONTRERAS, marqués de Lozoya.
La aspiración a la unidad religiosa y política en los años en que la misma Cristiandad aparecía como rota con el Cisma de Occidente, es un anhelo tenaz, casi doloroso, en los espíritus más selectos y clarividentes de ESPAÑA, una tendencia más vaga, pero persistente siempre en la entraña del pueblo.
Es este anhelo el que inspira, en las postrimerías del siglo XIV, la poesía amarga de Pedro López de Ayala y la prosa pesimista de los moralizadores contemporáneos.
Esta tendencia general se hace eficaz en la primera mitad del siglo XV en un fraile valenciano y en un caballero de Castilla. San VICENTE FERRER había nacido en Valencia – conquistada primero por castellanos y por catalanes luego -, y quizá en su misma tierra nativa, tierra de dos hablas, se dio cuenta de esta aspiración popular e hizo de ella la norma y el oculto designio de su vida. San VICENTE FERRER, predicador incansable por tierras hispánicas, orador cuya palabra pintoresca y expresiva encontraba fácilmente los caminos del corazón, sabía como nadie penetrar en la entraña misma del PUEBLO y sabía su dolor ante las disputas que dividían la Iglesia, su repugnancia a la convivencia con moros y judíos.
A muerte de Martín el Humano, el fogoso dominicano viene a ser el árbitro del Congreso de Caspe, encargado de dar un rey a la corona de Aragón.
Y al fraile valenciano se debe la solución castellana del conflicto que abría los caminos para fundir aquellos dos grupos de Estados que venían siguiendo derroteros distintos.
Desde que el compromiso de Caspe coloca en el trono aragonés a FERNANDO de TRASTAMARA, la fusión está lograda virtualmente, y no en vano las moderna cultura separatista catalana atacaba furiosamente al hecho de CASPE y a su ilustre propugnador.
Castellano de sangre aragonesa y nacido en un castillo fronterizo, Don ALVARO DE LUNA fue otro de los paladines de la UNIDAD. Como no era REY, le fue preciso, con artes sutiles y mañas tortuosas, entrometerse en el lugar del rey.
La cosa no era difícil, pues en Castilla reinaba Don JUAN II, de la especie de los REYES desertores que del reinar quieren solamente la facilidad para los goces de la vida, pero huyen del duro y espinoso afán del oficio y lo entregan, con el dominio, a cualquiera que tenga hombros suficientes para aceptar la carga.
Ya conseguido su primer intento, Don ALVARO se enfrenta con aquella maraña de señoríos, maestrazgos y consejos y consagra su vida entera a concertarlos bajo una voluntad, que es la suya, puesto que el Rey no la tiene.
Para esto le es preciso ser el más fuerte, y se hace investir del MAESTRAZGO de SANTIAGO – territorios inmensos y milicias disciplinadas y aguerridas – y de las más enhiestas fortalezas del reino.
Lucha contra todos y a todos vence: a los astutos infantes de ARAGÓN, a los MENDOZA, refinados y elocuentes; a ZÚÑIGAS, PACHECOS, PIMENTELES; lleva sus banderas victoriosas hasta el pie mismo de los muros de GRANADA y ampara en NAVARRA a los beamonteses adictos a CASTILLA.
Pero no puede vencer a un enemigo que él mismo ha introducido en la Corte: a ISABEL de PORTUGAL, por sus propios manejos esposa del rey. Es la REINA, tenaz y obsesionada, quien va urdiendo la red que el VALIDO no puede romper, la trama irresistible en la cual el condestable pierde al cabo sus castillos, su poder y su vida.
Cuando en el día 22 de JUNIO de 1453 rodó en la plaza de VALLODOLID la cabeza de Don ALVARO de LUNA, rompióse la amarra fuerzas que contenía fuerzas tan diversas y se disgregaron para luchar luego entre sí y deshacer todo vestigio de IMPERIO y toda posibilidad de GRANDEZA.
Eran años aquellos preñados de inquietudes fecundas, de enormes posibilidades. Casi en los mismos días de la caída del Condestable se rendía CONSTANTINOPLA (29 de MAYO de 1453) al poder de MOHAMED II y el IMPERIO DE ORIENTE se hundía en los abismos de la Historia; quedaba cerrado al comercio de Occidente el viejo camino de las caravanas.
Los tesoros y la especiería de los países descritos por MARCO POLO quedaban para los europeos tan lejanos como un espejismo inaccesible, y comienza la comezón de buscar nuevas rutas por mares ignorados.
Todos los países de la Cristiandad trabajan por establecer un SISTEMA POLÍTICO más fuerte que permita más fácilmente a cada uno de ellos el llenar su MISIÓN HISTÓRICA. Un nuevo afán de saber aguijonea las almas; arden los corazones jóvenes con la fiebre de las exploraciones de MUNDOS NUEVOS, que en la GEOGRAFÍA y en la FILOSOFÍA se ofrecen con una sugestión irresistible:
MAGNUS AB INTEGRO SAECLORUM NASCITUR ORDO.
Este es el momento escogido por la PROVIDENCIA para dar entrada en el teatro de la vida a quien había de consumar la aspiración dolorosa hacia la UNIDAD en que se abrasaban las ESPAÑAS. El día 23 de ABRIL de 1451 el rey Don JUAN de Castilla escribía a los consejos de sus reinos comunicándoles que la reina ISABEL había dado a luz una NIÑA el JUEVES antecedente – esto es, el 22 del mismo mes -. No es de creer que esta noticia hiciese en los pueblos impresión notable, Nunca fueron populares los reyes eruditos, y Don JUAN no era joven y había reinado nominalmente muchos años. A la reina portuguesa nadie la conocía, y una neurastenia que había de degenerar la tenía demasiadamente retirada. En aquella niña, sin embargo, recién nacida en MADRIGAL, estaba entonces la esperanza toda de la redención de España.
La primera infancia de ISABEL transcurrió en los palacios – caserones destartalados a cuyas estancias daban los aposentadores una momentánea magnificencia – de Madrigal y de Arévalo, con su madre, pronto caída en el desvarío, y que fue uno de los grandes amores de su vida.
Acaso no ha sido suficientemente valorada la HERENCIA portuguesa en la formación del carácter de ISABEL. La infantita de Madrigal había de ser la antítesis de lo que había hasta entonces manifestado su sangre paterna de Trastamara. Si acaso, en su abuelo ENRIQUE III puede encontrarse puede encontrarse algún precedente de la tenaz energía, de las amplias miras IMPERIALES de la infanta; pero, en cambio, nada más opuesto al puro clasicismo de su figura que la abulia de “vencidos por la vida”, la deserción de todos los deberes, la aceptación de todos los fracasos de su padre, JUAN II, y de su hermano, ENRIQUE IV (el IMPOTENTE).
Por el contrario, la Casa de AVIS, de la que provenía ISABEL de PORTUGAL – hija del infante Don JUAN, nieto del Rey FUNDADOR -, era como nidada de azores en vuelo sobre el mar ; una dinastía joven, dinámica, enamorada de la nobleza del poder, llena de anhelos IMPERIALES, bien penetrada del sentido de la responsabilidad que hace grandes a los príncipes. El maestre de AVIS, bisabuelo de ISABEL, conquista un reino con su ESPADA, y no bien pacificado todavía, le señala en ÁFRICA sus vías de expansión. Sus hijos integran aquella
INCLITA GERACAO D´ALTOS INFANTES,
Que cantó CAMOËNS en LAS LUSIADAS: DUARTE, legislador y literato; ENRIQUE “el navegante”, el iniciador de los grandes DESCUBRIMIENTOS geográficos, el creador en el extremo de Europa de la escuela de SAGRES, el gran precursor que envía con rumbos misteriosos a las carabelas de Portugal; Don FERNANDO, el mártir, el príncipe CONSTANTE; Don Pedro, explorador infatigable de las tenebrosas comarcas del PRESTE JUAN.
La misma Doña ISABEL demuestra, apenas introducida por su matrimonio con JUAN II en la corte de CASTILLA, que sabe adonde va y lo que quiere. Viuda al poco tiempo, sin posibilidades de acción, acaso el malogro de tanta energía acumulada produzca en ella la locura. Pero el fracaso de los padres es, quizá, la gloria de los hijos, y los sueños de la pobre loca de Arévalo (ISABEL DE PORTUGAL) habían tener realidad en la niña recién nacida (ISABEL LA CATÓLICA), tan pronto huérfana, pero que lleva en su sangre el sentido de la dignidad humana y de la responsabilidad regia.
Cuando la Infanta ISABEL aún no había cumplido los cuatro años, en 13 de noviembre de 1453, le nació un hermanito, al cual pusieron por nombre ALFONSO, que había de ser su malogrado compañero en la fortuna. La corte andaba entonces andariega, de ciudad en ciudad y de villa en villa. El infante nació en Tordesillas, y pocos meses después, (20 de julio de 1454) murió su padre el rey Don JUAN, doliéndose en los umbrales temerosos de las Eternidad de no haber nacido hijo de un menestral para haber sido fraile del Abrojo y no rey de CASTILLA. Hubo mudanza, y la reina portuguesa, que lo había sido todo, vino a ser nada, si una pobre enferma recluida con sus hijos niños, hembra y varón, en castillos perdidos en la meseta castellana.
CASTILLA había acogido al nuevo rey con el fervor con que recibir las novedades el pueblo que “face a los hombres e los gasta”, y el buen ENRIQUE goza de un prestigio y de una autoridad y que, según la hipérbole del cronista DIEGO ENRIQUEZ, superaba a la de los reyes sus pasados. El nuevo rey, embriagado con la próspera fortuna, no se cuidaba sino de fiestas y cacerías, en algaradas inútiles contra los moros de GRANADA, en prosperar a sus favoritos, en preparar sus bodas con JUANA de PORTUGAL y en celebrarlas con fiestas con fiestas en que el lujo oriental se mezclaba con los esplendores de la agonizante caballería, a la manera que se entrelazan los adornos de la agonizante caballería, a la manera que se entrelazan los adornos moriscos y flamígeros en el mudéjar enriqueño. De su madrasta loca y de sus hermanillos no se acordaba más, sin duda, que de las nubes de antaño.
Aquellos años de pobreza y de olvido en MADRIGAL, en Tordesillas, en Escalona, en Cuellar, en Arévalo, fueron sin duda los definitivos en la formación de la infanta de ISABEL. HIDALGUÍA y POBREZA son grandes maestros, pues la una enseña a soñar grandes cosas y la otra templa el ánimo y le esfuerza para llevarlas a cabo: hidalgos pobres han hecho la historia de ESPAÑA. En el corazón de Castilla, la mente de ISABEL, en los años en que suelen formarse definitivamente los caracteres, se va impregnando de un sentido austero y militante de la vida. En el corazón de Castilla, más católica porque tiene que mantener su fe en tensión constante para librarse del contagio de MOROS y JUDÍOS, su fe se hace FUERTE, CLARA y SENCILLA, no turbada por ilusiones ni fantasmagorías.
Años después, su nieto rey de romanos, FERNANDO, decía a los protestantes de ALEMANIA, que intentaban envolverle con sus sofismas teológicos: “¿Cómo queréis turbarme si me criado entre los cristianos viejos de Medina?”.
En los lugarones castellanos, donde el trato de nobles y plebeyos es fácil y cordial, ISABEL aprendió a “SENTIR” al pueblo; contemplando desde los adarves de los castillos las lejanías de mieses y de pinares en el ambiente diáfano de las meseta se acostumbró a ver claro, a valorar las cosas dando a cada una su proporción exacta.
De estos primeros años de olvido apenas sabemos nada. Se dice que estudió, no nos dicen con qué CLÉRIGOS eruditos; sin duda aprendió sabe Dios con qué MONJAS y en qué monasterios todas las artes de una buena ama de casa y todos los primores de las haciendas femeniles, a que fue aficionada toda su vida. De su piadosa solicitud en atender a su madre loca tenemos el testimonio de EL CARRO DE LAS DONNAS, en que se lee: “Esto me dijo quien lo vido con sus propios ojos: que la reina doña Isabel, nuestra señora, cuando estaba en Arévalo visitando a su madre, ella misma por su persona servía a su misma madre”. Honda y recatada preparación para una vida que aún no se sabía cuál hubiese de ser, si de rectora de un convento, de un hogar o de UN IMPERIO.
Esta preparación no fue muy larga. Cuando la infanta hubo cumplido los diez años y su hermano por los siete, comenzó a crecer su nombre y a tomar un primer puesto en la vida política de CASTILLA.
Poco habían durado las peripecias del rey Don ENRIQUE, fracasado en su empeño de contentar a todos, lo cual, según cierto cronista, ni aún al Cielo consienten los afectos humanos. Aquella farsa de corte y aquella apariencia de Estado se derrumbaban por momentos. Se murmuraba, ya a las claras, de la privanza de Don BELTRÁN de la CUEVA, de la protección excesiva a los MOROS, del DESGOBIERNO, y de la INJUSTICIA. Se formaba una oposición poderosa, y como esta oposición necesitaba un núcleo en el cual apoyarse, fuese concretando en torno de los infantes pueblerinos. Era ya dudosa, después de los escándalos del divorcio con BLANCA de NAVARRA, la sucesión de ENRIQUE, y la figura de los dos infantes, hijos indiscutibles de rey y reina de CASTILLA, se proyectaba hacia el porvenir.
El cronista DIEGO ENRÍQUEZ, abogado defensor en el pleito histórico del rey, atribuye la llamada a la corte de los infantes a manejos malévolos del arzobispo de Toledo, CARRILLO, y del marqués de VILLENA, sombra fatídica de ENRIQUE: “E como el arzobispo de Toledo y el marqués de Villena tenían algunos siniestros motivos, agenos de lo que al estado del rey convenía, insistieron con el rey que mandase traer a los infantes sus hermanos para que de contino anduviesen por la corte, porque allí serían mejor criados y aprenderían virtuosas costumbres que estando apartados del rey. El rey, aviendo por bueno su consejo, mandó que les truxesen; e traidos, dio cargo del infante a DIEGO de RIBERA, caballero de limpia sangre e crianza de mucha virtud, para que su ayo e le doctrinase como a hijo de rey pertenescia; e mandó que la infanta doña Isabel de contino estuviese con la reyna, de la qual con mucho amor e hermandad fué siempre tratada”. Desde entonces vemos a los infantes seguir a todas partes a la reina, trabajando su imaginación todos los días con impresiones nuevas y adquiriendo esa precocidad de comprensión de los niños obligados a vivir entre mayores, y más cuando son objeto de atención especial. Puede decirse que acabó entonces la infancia de ISABEL y de ALFONSO. A comienzos del año 1462, ISABEL es madrina de la hija presunta del rey, aquella JUANA “la Beltraneja”, cuya adversaria había de ser más adelante, y poco más tarde ella y su hermano asisten a la jura de la recién nacida como princesa heredera de CASTILLA. Después van de ciudad en ciudad y de villa en villa, a veces como huida, siguiendo a la corte, cuya situación se hace cada día más angustiosa.
Es el tiempo de los funestos augurios, cuando en tierras toledanas manan sangre las espigas y en la leonera de Segovia se comen al más rico león los leones chicos, y en otras partes hablan chicos de pecho pronosticando desdichas o se ve en el cielo como un choque de ejércitos en batalla.
Hacia sus doce años, ISABEL asistió a las vistas del Puente del Arzobispo con ALFONSO V de PORTUGAL, en las que vio prometida al rey, ya viudo, soñador y romancesco, el cual, años más tarde, había de ser para ella “el adversario” por excelencia.
Las personas de ambos hermanos comenzaron a ser objeto de codicia por parte de los nobles rebeldes, de recelo por parte del rey; un día, en el Alcázar de Madrid, estuvieron a punto de caer en manos del marqués de Villena y de los suyos, que asaltaron aquel alcázar; otro día, en el palacio de Segovia, se tramó una vasta conjura para apoderarse de reyes e infantes. Desde entonces los hermanos del rey viven casi siempre en Segovia, en el alcázar o en el palacio real “que fue de RUI DÍAZ”, CASI COMO CAUTIVOS. Debieron entonces de aprender a recelar de todos, a estudiar y componer sus ademanes y sus palabras, aquellos niños entristecidos por un prematuro conocimiento de los hombres y de la vida.
Es harto dudoso que en la corte de ENRIQUE, cuartel de los siete pecados capitales, y en la compañía de la livianísima reina JUANA, pudiese ISABEL aprender “más virtuosas costumbres”, como suponía el cándido DIEGO ENRÍQUEZ. Y, sin embargo, la corte contribuyó poderosamente – aparte del doctorado en hablas galanas y en pulidas maneras, necesario a un príncipe – a la formación del carácter de ISABEL. Contribuyó “por reacción”, por oposición constante, mantenida tenazmente, en lucha de cada hora, de cada momento. Probablemente ISABEL, a los doce años, tendría ya definida su posición moral. En los pueblos de CASTILLA es muy precoz en los niños la iniciación en los misterios de la vida, y aun más lo sería en el siglo XV, en que la EDUCACIÓN corría por normas tan diferentes, y la infantita, con plena consciencia, pudo haber cultivado ya en su alma esa CASTIDAD admirable que había de ungir y embellecer su existencia toda, que había de ser el origen de todas sus virtudes y, sobre todo, germen de su fortaleza. El firme clasicismo sencillo, austero, del alma de ISABEL se va templando para la lucha en aquella CASTILLA BARROCA y degenerada, en la reacción contra el mundo que la rodeada: el rey envilecido, la reina disoluta, los clérigos deshonestos, los nobles rapaces. En nadie una IDEA NOBLE, en nadie un sueño levantado.
Y en los años sucesivos se va viendo más claro el DESIGNIO PROVIDENCIAL de llevar al primer plano la figura de la infanta; el levantamiento contra el REY, la muerte de su hermano Don ALFONSO – pobre niño que nunca supo de las alegrías de la infancia -, la abyección suprema de ENRIQUE en los Toros de Guisando hacen de ella la UNICA ESPERANZA de CASTILLA.
Entonces es llegado el momento de elegir al que ha de soportar con ella el peso enorme de la RESPONSABILIDAD de reinar. “Escoge”, ciertamente, y no se enamora, porque el enamorado carece de libertad para elegir. A pesar de la leyenda, fundada en los pormenores romancescos de aquella novela de caballería que fueron sus bodas, ISABEL no podía estar enamorada de quien no conocía, y, además, su concepto de la REALEZA no consentía uno de esos matrimonios de amor que han deshecho en nuestro tiempo tantas monarquías seculares.
Pretendían la mano de la heredera de la heredera de CASTILLA el viejo rey de PORTUGAL ALFONSO “EL AFRICANO”, por su terquedad en pretenderla otro “PRÍNCIPE CONSTANTE”, y el joven rey de SICILIA, heredero de ARAGÓN. Es el momento en que de la decisión de ISABEL depende el que ESPAÑA mire hacia OCCIDENTE, unida a PORTUGAL, o que reciba, integrada por las CORONAS CASTELLANA y ARAGONESA, la TRADICIÓN itálica y mediterránea.
La princesa, sin duda después de pensarlo mucho, se decidió por una ESPAÑA CASTELLANO-ARAGONESA, acaso porque para su obra formidable le era más útil tener a su lado al PRÍNCIPE FUERTE, ASTUTO y POLÍTICO que aquel sempiterno y voluble soñador que es en la Historia el último de los reyes caballeros.
El amor vino después, por añadidura, como se dan las buenas cosas a los que saben sacrificarlas todas al cumplimento de su deber. Amor conyugal, que es un deber también, el más dulce de los deberes a quien tantos tomó sobre sí. El amor a su esposo llenó la vida toda de ISABEL de CASTILLA, y nos llega aún como un eco de ultratumba desde las páginas mismas de su testamento.
De un modo consciente o inconsciente ISABEL había elegido maravillosamente su complemento. El príncipe que, disfrazado de mozo de mulas, llega a Valladolid para ser su esposo, no tenía apenas gotas de la sangre de los reyes-condes, conquistadores del mar.
FERNANDO, único varón y heredero de JUAN II de ARAGÓN, era, aunque nacido en la villa aragonesa de SOS, más castellano que la misma REINA, pues por su padre era un TRASTAMARA y por su madre un ENRÍQUEZ. Si buceamos en la genealogía del Rey de SICILIA para encontrar los antecedentes de su carácter, nos hemos de detener en el más modesto de sus cuatro linajes, en aquellos AYALAS oriundos de las montañas de ALAVA, de tan fino paisaje: FERNÁN PÉREZ DE AYALA “el Varón”, PEDRO LÓPEZ DE AYALA “el Canciller”, el otro FERNÁN PÉREZ “el Honesto”, sutilísimos diplomáticos, diestrísimos en todas las ARTES que pueden conducir a un hombre a conseguir sus designios y a clavar la rueda de la FORTUNA.
El ángel tutelar de FERNANDO consiguió para él el don de que todo le fuese difícil desde los comienzos.
No tuvo niñez; sus estudios fueron pocos – dicen que desfloró algún tanto la GRAMÁTICA con VIDAL de NOYA – y sus juegos ninguno. Nunca pudo, de mayor, referirse a nadie con la ternura con que nombramos a los compañeros de nuestros juegos infantiles. Había nacido en SOS el 2 de marzo de 1452, “estando su planeta e signo en muy alto triunfo de bienaventuranza” (BERNÁLDEZ), y desde que se pudo formar alguna idea de las cosas no oyó hablar sino de conjuras y guerras, de bandos y alianzas. Hervía Navarra en banderías de agramonteses y beamonteses, y Doña JUANA ENRÍQUEZ, madre de FERNANDO, tenía que ganar cada día, por habilidad o por la fuerza, su derecho a la corona y aún a la vida. No tenía entonces otros títulos que el de hijo del rey viudo de NAVARRA, heredero de ARAGÓN. La muerte de su tío ALFONSO V (1458) le da derechos de infante de ARAGÓN, y la de su hermano, el erudito príncipe de VIANA, para cuya memoria fue fortuna el que no llegase a reinar, le sitúa en el primer plano de la sucesión aragonesa.
Pero los catalanes se sublevan contra el rey, y FERNANDO. Con la reina, su madre, tiene que huir de BARCELONA, y, de fortaleza en fortaleza, refugiarse en la GIRONELLA, esperando cada día caer en poder de sus enemigos. A los trece años, ciego y anciano su padre, tiene que tomar el mando del ejército y reñir batallas campales (1465). Desde entonces, Don FERNANDO ha de trabajar cada día en ganar palmo a palmo la tierra de CATALUÑA, unas veces con buena fortuna, con fracasos otras, pero nunca sin enseñanza.
No llegaba a los veinte años y era ya viejo en el SABER y en el EGOÍSMO. Apenas pasaba de esta edad en que los mozos no piensan sino en amores y en deportes cuando acaeció aquel caso que cuenta su panegirista mosén Diego de Valera en su Memorial de diversas hazañas.
Había en ZARAGOZA un demagogo llamado XIMENO GORDO, el cual “TENÍA LA LENGUA MUY DESPIERTA E DULCE CON QUE ATRAÍA A SÍ AL PUEBLO”. En una de sus estancias en la ciudad, el príncipe se enteró de las fechorías de este hombre y determinó perderle; pero la cosa no era fácil, por el prestigio de XIMENO entre la plebe, en tiempos en que aún el rey Don JUAN no había recobrado todos sus Estados. Entonces “desimuló con él mostrándole muy buena cara e mandaba que hiciese algunas cosas, llamándole muchas veces; e como de aquello XIMENO GORDO estuviese muy contento, el primero que el palacio venía era él, no sospechando que siniestra cosa le pudiese venir”. Hasta que un día, conversando tranquilamente de asuntos que le tenía encomendados “el príncipe, respondió e replicó diciendo que haría mejor de se arrepentir de sus pecados, pues le convenía luego desta vida partir”. Puso, como es natural, el desprevenido personaje, el grito en el cielo, pero los criados de FERNANDO le hicieron callar para siempre, y siguieron a ésta otras tremendas injusticias “con grande admiración del pueblo, e no menos de los regidores e nobles de aquella ciudad, de que todos concibieron temor, como nunca oviesen visto en sus tiempos semejantes justicias facerse”.
Dios le había dotado de todas las cualidades morales y físicas de dominador de hombres. Según el retrato de Hernando del Pulgar, que se concierta admirablemente con los documentos gráficos contemporáneos, “este rey era home de mediana estatura, bien proporcionado en sus miembros, en las facciones de su rostro bien compuesto, los ojos rientes, los cabellos prietos e llanos”. Grande era su soltura para la guerra y los deportes: “Cabalgaba muy bien a caballo, en silla de la brida o de la gineta; justaba sueltamente e con tanta e con tanta destreza, que ninguno en todos los reynos lo facía mejor. Era gran cazador de aves, e home de buen esfuerzo, e gran trabajador en las guerras”. Hombre impasible, “PORQUE NI LA IRA NI EL PLACER FACÍAN EN ÉL ALTERACIÓN”; GRAN CONOCEDOR DE LAS ARTES DE LOS PRÍNCIPES PARA GANAR CORAZONES: “E había una gracia singular, que cualquiera que con él fablase, luego le amaba e le deseaba servir”. No seguro en su palabra; escasísimo en su dávidas, era la antítesis de su antecesor ENRIQUE el de las Mercedes. Hasta MAQUIEVELO recoge la fama de su avaricia, y su panegirista PULGAR conviene en ello con este eufemismo: NO PODEMOS DECIR QUE ERA FRANCO”.
Uno de los recursos de la historiografía romántica – arte más que ciencia – consiste en la contraposición de caracteres, y al historiar al ilustre matrimonio solía oponer las cualidades de ISABEL a las de FERNANDO, casi a la manera que el conde de BUFÓN, un prerromántico, situaba al león frente al tigre y al perro frente al gato. Ambos cónyuges se parecían en una cosa: EN SU AMOR Y DEVOCIÓN AL OFICIO DE REINAR, EN SU CONSAGRACIÓN AL IMPERIO; pero para servirle tenían, en efecto, condiciones bien diversas que se complementan maravillosamente.
Intentaremos hacer aquí, una vez más, el retrato de la gran reina. Físicamente la conocemos, sobre todo por el retrato de las Huelgas, últimamente en el palacio Real de Madrid: una de las fisonomías de la gran señora castellana que respiran INTELIGENCIA y BONDAD, penetradas de una majestad serena y afable, como SANTA TERESA DE JESÚS en el retrato de fray Juan de la Miseria.
No era ciertamente bella, aunque poetas y cronistas la adulasen excesivamente:
Estaba conmigo la Naturaleza;
Su gesto, con mano sotil, adornaba
De tan radiante y clara belleza,
Que todos los gestos humanos sobraba.
Sus miembros ebúrneos así conformaba
En tal proporción, grandeza y mensura,
Que quien las contempla verá en su figura
Beldades que ver jamás no pensaba.
Estos son versos de Diego Guillén Dávila. PULGAR nos la describe así:
“Esta reyna era de mediana estatura, bien compuesta en su persona y en la proporción de sus miembros; muy blanca e rubia; los ojos entre verdes e azules, el mirar gracioso e honesto, las facciones del rostro bien puestas, la cara muy fermosa e alegre”.
De sus cualidades morales hay una que sobresale ante todas, que fue la clave de su vida entera: RELIGIOSIDAD: “Era católica e devota..., honraba las casas de oración; visitaba con voluntad los monasterios e casas de religión, en especial aquellas do conocía se hacía vida honesta”. RELIGIOSIDAD FIRME y LUMINOSA, no contaminada de SUPERSTICIONES: “Aborrecía extrañada sortilegios e adivinos, e todas personas de semejantes de ARTES e INVENCIONES”. El amor a su marido es otra de las direcciones se su vida: “Amaba mucho al rey su marido, e celábalo fuera de toda medida”. Fue el suyo un amor lleno de secretas espinas, hondo y atormentado, pues FERNANDO era un príncipe del RENACIMIENTO, dado a los fáciles amoríos. “Amaba de tanto manera a SU MARIDO – escribe LUCIO MARINEO SICULO - , que andaba sobre aviso con celos a ver si él amaba a otras, y si sentía que miraba a alguna dama o doncella de su casa con señal de amores, con mucha prudencia buscaba medios y maneras con que despedir a aquella persona tal persona de su casa con mucha honra y provecho”. Con los celos de su madre había de disculparse después de los suyos la desventurada Doña JUANA. Del largo retrato moral de PULGAR resaltan estas cualidades con más salientes: AMOR A LA JUSTICIA IMPLACABLE, HASTA LLEGAR A LA DUREZA; DOMINIO PERFECTO SOBRE SÍ MISMA; AMOR A LA VERDAD; CONCIENCIA CONSTANTE DE LOS DEBERES DE SU PUESTO y REVERANCIA QUE LE ERA DEBIDA, y sobre todo GRANDEZA DE ALMA para concebir empresas enormes y voluntad indomable para llevarlas hasta el fin.
Para medir la cooperación de ambas personalidades históricas en la obra del IMPERIO , es preciso seguir el proceso de su reinado en los CRONISTAS. Oficialmente, la coordinación de las dos voluntades se establece en la CONDORDIA de SEGOVIA, en los primeros días de 1475. Pocos días antes, los regidores segovianos han colocado la corona de CASTILLA sobre las sienes de ISABEL. El Rey viene, a marchas forzadas, desde ARAGÓN, y es recibido alegremente por los segovianos, y sólo Dios con qué alegría por la enamoradísima ISABEL; pero aquel hermoso ejemplar de la raza humana es, ante todo, frío, egoísta, calculador. Por el camino, parientes y cortesanos han ido alentando sutilmente sus pasiones. ¿Por qué ha de someterse al papel secundario de rey consorte? El desciende de JUAN I de CASTILLA en el mismo grado que ISABEL y, como ella, por línea de varón. En ARAGÓN, donde él ha visto la luz, la costumbre excluye a las hembras de reinar; es nacido para el mando, para el IMPERIO, y cuando cae en los brazos de su esposa, que no piensa sino en él, viene lleno de reservas mentales y detrás de su noble frente anidan los pensamientos hostiles. ¡Grandes conflictos, doloroso conflicto para ISABEL¡ Como mujer, no querría sino lo que quiere su marido, y para ella la única felicidad posible en el mundo sería dejarle hacer y pasar la vida admirándole a él y criando a sus hijos; pero esto, que le es concedido a la mujer del más pobre de sus vasallos, a ella le es vedado.
ISABEL ha recibido del cielo el IMPERIO a través de una serie de circunstancias maravillosas, y renunciar al IMPERIO es deserción. Cuando fue ungida, juró guardar y defender las leyes de CASTILLA, y lo que pretende su marido es contrario a la costumbre del reino y a la ley. Además no tiene entonces sino una hija, la infanta Doña ISABEL, y lo que pretende FERNANDO equivaldría a desheredar a su hija. Su deber es resistir a su marido.
Es maravillosa, en este pasaje, la exquisita intuición femenil de ISABEL. La solución que encontró en sus desvelos en la cámara del palacio morisco de Segovia revela al mismo tiempo delicadeza y sagacidad. En la ley se mantendría su derecho, y la herencia de la Reina quedaría a salvo, dando, sin embargo, aún en la misma ley, todas las prerrogativas y satisfacciones posibles a Don FERNANDO, el cual al mismo tiempo recibía a su mujer todas las seguridades imaginables de que a él correspondería de hecho el predominio. “SÓLO SERÉ REINA DONDE FUÉREDES REY – dice que le dijo la crónica de Colmenares -; los vasallos sabrán que sois dueño mío y de mis cosas y sabrán que os han de obedecer como a su rey y mi rey”. ¿ Quién pudiera resistir a estas razones? Para darlas forma legal fueron designados el cardenal de ESPAÑA y el arzobispo de TOLEDO. ELLOS REDACTARON LA “CONCORDIA DE SEGOVIA”, modelo de sabiduría política que el cimiento del gran reinado. El reino pertenecía a ISABEL por herencia y a ella rendirían homenaje los alcaldes de las fortalezas, pero gobernarían conjuntamente.
En los documentos, que ambos firmarían, el nombre de Don FERNANDO se pondría en primer lugar; sellos y monedas llevarían las armas de ambos; pero en lugar preferente, según la heráldica, las de CASTILLA. Ambos administrarían justicia: juntos, cuando estuviesen juntos, y cada uno por separado, cuando dispersos anduviesen. Los nombramientos de jefes para los ejércitos y funcionarios para el Estado se harían en nombre de los dos, pero a voluntad de la Reina. Probablemente se imaginó entonces el blasón, el más bello de la heráldica española, que al codificar bajo el águila de SAN JUAN las armas de CASTILLA-LEÓN con las de ARAGÓN-SICILIA alternadas vino a ser el primer emblema de la ESPAÑA IMPERIAL. Probablemente se dibujaron con esta ocasión los emblemas de la haz y el yugo. Corresponden estos signos a una costumbre caballeresca muy en boga en las postrimerías medievales, cuando la decadente caballería lanzaba para morir sus últimos resplandores. Eran como una síntesis de la directriz de una vida, de pensamiento fundamental de un reinado. A ellos habían sido muy aficionados los TRASTAMARA y los AVIS. Así, ALFONSO V de ARAGÓN usaba un trono en llamas con el mote SIN PERILLOS, y ENRIQUE IV de CASTILLO las granadas del “agridulce reinar”. El panteón de BATALHA está lleno de estos jeroglíficos. Rara vez estaba ausente de ellos algún simbolismo amatorio, y así la inicial de la palabra FLECHA es la misma de la FERNANDO, la del nombre de la reina. Pero ahondando en estas trivialidades, ¡qué hondo y bello simbolismo¡ Dos voluntades aunadas en el yugo de una empresa inmensa y trabajosa, en la pesadumbre de un deber abrumador; reinos y fuerzas dispersas que era preciso reunir en un HAZ, ligado con el LAZO de oro de un mismo IDEAL.
En su vida de reina y de esposa, la gran intuición de ISABEL consiste en haber sabido darse cuenta exacta del papel del hombre y de la mujer en la sociedad y en el hogar. Hay en la historia de la cultura dos “constantes” – EUGENIO D´ORS lo ha expuesto maravillosamente -: lo femenino y lo viril. A cada una de ellas corresponde su tarea. ISABEL tenía a su lado a uno de los representantes más puros del “eon” varonil. FERNANDO era egoísta, como suelen serlo los príncipes, acostumbrados a confundir su propio bien con el bien del Estado, y tenía aquella suprema condición viril de anteponer un fin superior y abstracto a las sensiblerías del momento. FERNANDO perseguía sus objetivos de un modo duro e implacable, y ninguna consideración de ternura y sensibilidad le hacía detenerse en su camino. Por esto fue ingrato – ingrato con ISABEL, con COLÓN, con GONZALO de CORDOBA, con CISNEROS.
La INGRATITUD, más diademas o lambrequines, es el distintivo de los grandes señores. Pero la vida en las alturas sería de una terrible aridez si no existiese en ellas la mujer. ISABEL sabe cuál es su oficio, y lo desempeña maravillosamente. A su marido corresponden los cálculos de la política y la diplomacia, pero el soñar le corresponde a ella. Bien está que FERNANDO regatee a COLÓN los medios para llevar a cabo su empresa, que al cabo su empresa, que al cabo fue una afortunada LOCURA; a la reina toca entusiasmarse con ella, estimularse con ella, estimular el genio de aquel poeta visionario, ofrecer sus joyas si es preciso; la tortuosa y a menudo amoral diplomacia de FERNANDO va preparando sabiamente, como admirables jugadas de ajedrez, la CONQUISTA de GRANADA y la CONQUISTA de NÁPOLES; a ISABEL corresponde encender el entusiasmo con su palabra y con su sonrisa en capitanes y soldados.
A ISABEL se debe el ESPÍRITU MISIONAL que se dio a la colonización española – DESCUBRIMIENTO, CONQUISTA y POBLAMIENTO DEL NUEVO MUNDO – en AMÉRICA, cuanto hay de más puro, de más noble en el gran reinado.
FERNANDO e ISABEL protegieron y estimularon la artesanía en sus reales pragmáticas. Acaso porque ellos se sentían ARTESANOS en una OBRA que anhelaban acabada y perfecta en todas sus partes, como los bordados, las rejas y las tallas que labraban sus menestrales de las ciudades de CASTILLA: el IMPERIO.
Documento 5. JUAN DE CONTRERAS, marqués de Lozoya.
PARA UNA CULTURA MILITANTE
Cuando FERNANDO e ISABEL ascienden al Trono de CASTILLA triunfaba en toda EUROPA un gigantesco movimiento filosófico y cultural, un NUEVO SENTIDO DE LA VIDA, al cual se da el nombre de RENACIMIENTO porque su más visible característica externa está en el apasionado y exclusivista favor que se concede en todos los órdenes A LOS VESTIGIOS DE LA ANTIGÜEDAD GRIEGA Y ROMANA.
No es, sin embargo, exacto este punto de vista, pues a lo largo de toda la EDAD MEDIA se habían dado diversos momentos en que la atención de EUROPA se dirigió a uno u otro aspecto de la CULTURA ANTIGUA. Lo característica el gran movimiento de mediados del SIGLO XV es la atención preferente hacia el mundo exterior y hacia las ciencias humanas y un relativo desvío hacia la Teología, centro que irradiaba sobre toda la vida MEDIEVAL.
Esta es la clave de la cuestión, ya vieja, de si en ESPAÑA HUBO O NO Renacimiento. Lo hubo ciertamente y muy brillante en el aspecto externo de atención a la CULTURA DE GRECIA Y DE ROMA, y así en la Península tuvo HORACIO una fortuna no igualada en país aluno, y los arquitectos se sabían su Vitrubio mejor que los de Francia y de Alemania, que en esto les fueron a la zaga. Pero el sentido más hondo del Renacimiento no penetró en España, que se singulariza entre las demás naciones occidentales porque en ella la cultura MEDIEVAL continúa sin trabas su evolución en otras partes interrumpida y de la cual son brillantes testimonios la escultura policroma, los autos sacramentales y el gran teatro del siglo de oro, en gran parte expresión escénica del romancero. Este sentido “LAICO” DE LA REVOLUCIÓN RENACENTISTA no conmueve de un modo hondo el espíritu español hasta la segunda mitad del SIGLO XVIII.
Pero aun en su forma externa, el Renacimiento fue tardío en España por las especiales condiciones que creaba en la Península la convivencia de razas y por la regresión a lo MUDÉJAR que supone el largo el largo reinado de ENRIQUE IV. Fueron los REYES CATÓLICOS los que abrieron ampliamente el cauce del HUMANISMO en ESPAÑA, no como los PRÍNCIPES ITALIANOS, para deleite suyo y de su corte, confinado en los ámbitos palatinos, sino para decoro del IMPERIO que estaban fundando y que debía presentarse ante EUROPA con un atuendo digno, y para elevar el nivel moral de los ciudadanos de la ESPAÑA IMPERIAL.
Esta fue la obra principal de ISABEL. Aún cuando FERNANDO había sido educado en las letras humanas por FRANCISCO VIDAL de NOYA, traductor de SALUSTIO, demostró siempre mayor afición a los ejercicios CABALLERESCOS que al manejo de las letras. Una tradición muy recibida cuenta que ISABEL aprendió LATÍN en los estudios de las villas castellanas en que transcurrió su niñez. Si, ya reina, dedicó parte su tiempo a estudiar GRAMÁTICA con Doña BEATRIZ GALINDO, llamada “LA LATINA”, mujer de FRANCISCO RAMÍREZ “EL ARTILLERO”, fue, sin duda, más que por afán de saber, para ejemplaridad de su corte, y de que lo logró es testimonio aquella frase tan citada de una epístola de JUAN de LUCENA : “ESTUDIA LA REINA, SOMOS AGORA ESTUDIANTES”. Como bien sabía ISABEL el extraordinario poder de la corte para orientar al pueblo, estableció en ella una SCHOLA PALATINA, siguiendo el viejo ejemplo de CARLOMAGNO, otro fundador de IMPERIO. Para educar a las infantas vienen de ITALIA ANTONIO y ALESSANDRO GERALDINI (el que había de acabar su vida como OBISPO de SANTO DOMINGO, y yace en aquella catedral, PRIMADA de América, en un maravilloso sarcófago renacentista). Grandes humanistas fueron también PEDRO MÁRTIR DE ANGHIERA, llamado de ANGLERIA, nacido en Arona, cerca del Lago Mayor, a quien trajo a España el segundo conde de TENDILLA, y que había de ser en sus cartas el más grande divulgador de las glorias del gran reinado, y LUCA MARINEO DE BADINO, siciliano, autor de la primera HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA, escrita para saciar la curiosidad de los extranjeros sobre los orígenes de aquel pueblo que tan violentamente venía a irrumpir en los campos de EUROPA.
Así fue refinadamente HUMANÍSTICA la EDUCACIÓN de los príncipes. A Don JUAN, EL ÚNICO VARÓN, ofreció JUAN de ENZIMA su traducción de las bucólicas de VIRGILIO con estas palabras: “Favoresceis tanto la ciencia andando acompañado de tantos e tan doctísimos varones, que no menos dejaréis perdurable memoria de haber alargado e extendido los límites e términos de la ciencia que los del IMPERIO”.
Cartas latinas del príncipe se conservan en el epistolario de LUCIO MARINEO SICULO. El mismo ERASMO de RÓTTERDAM y el valenciano JUAN LUIS VIVES elogian la CULTURA de las Doña JUANA y Doña CATALINA, reinas que habían de ser de España e INGLATERRA. De la primera se cuenta que improvisaba discursos en LATÍN para contestar a las arengas de los magistrados de los Países Bajos. La infanta ISABEL, luego reina de PORTUGAL, había sido educada por ANTONIO GERALDINI, y ALESSANDRO, su hermano, enseñó HUMANIDADES a las otras infantas.
De esta EDUCACIÓN de los PRÍNCIPES participaban los JÓVENES de la CORTE, hijos de grandes señores, y de esta manera se preparaba una ARISTOCRACIA que no deleitase ya solamente en las ARTES de la CAZA y de la GUERRA. PEDRO MÁRTIR DE ANGLERIA, que a poco de llegado a ESPAÑA había dado alguna conferencia en la Universidad de SALAMANCA, fue encargado por la reina de dirigir la EDUCACIÓN del Príncipe y de algunos mozos de la primera NOBLEZA.
El mismo escribía lo que sigue en 1492, el año de la conquista de GRANADA y de la REVELACIÓN del ORBE NUEVO: “Mi casa está todo el día llena de jóvenes NOBLES que, apartados de las diversiones vulgares por el ESTUDIO, están ya convencidos de que las LETRAS, lejos de ser un obstáculo, son una ayuda en la carrera de las ARMAS. Ha complacido mucho a nuestra real señora, modelo de todas las virtudes, que su primo hermano el Duque de GUIMARAES y el joven Duque de VILLEHERMOSA, sobrino del rey, estén en mi casa todo el día, ejemplo que siguen ya los principales CABALLEROS de la CORTE”. A su regreso de la embajada a EGIPTO (1501), PEDRO MÁRTIR recibió de la Reina el nombramiento de “MAESTRO DE LOS CABALLEROS DE MI CORTE EN LAS ARTES LIBERALES”.
Como suele acontecer, las grandes casas prosiguieron el impulso recibido de la CORTE, y bien pronto fue de buen tono el proteger a ARTISTAS y LITERATOS y poseer una buena BIBLIOTECA . A la cabeza de este movimiento va la gran familia de los MENDOZA, de añeja tradición literaria. Ella es la introductoria del Renacimiento arquitectónico en España, y su preferencia por los órdenes grecorromanos indican las tendencias de su espíritu.
Había muerto ya al comenzar el marquéz de los PROVERBIOS, pero sus descendientes continuaron su trayectoria. El gran Cardenal, fundador del Colegio de SANTA CRUZ fue un MECENAS, y a la gloria del Conde de TENDILLA basta para haber traído a España a PEDRO MARTIR. Las familias emparentadas con los MENDOZA, como la de los CONDESTABLES y la de los duques de MEDINACELI, siguieron este ejemplo.
El almirante de CASTILLA Don FABRIQUE ENRÍQUES fue quien hizo venir a LUCIO MARINEO SICULO. En Marqués de los VÉLEZ, el famoso duque de ARCOS, el marqués de DENIA, el de TARIFA, el valenciano conde de OLIVA, fueron amantes de BIBLIOTECAS. Todos los PRELADOS de este tiempo fueron aficionadísimos a LIBROS, y merece mención singular el Obispo de SEGOVIA. Don JUAN ARIAS DÁVILA, que trajo de ROMA, para su catedral, una colección maravillosa de INCUNABLES.
Aún las damas, por primera en la España reconquistada, irrumpen al campo de las letras. A Doña Beatriz GALINDO se atribuyen unos comentarios sobre ARISTÓTELES; Doña JUANA de CONTRERAS dio conferencias en la Universidad de SALAMANCA y escribió elegantes cartas latinas, y análogas actividades desempeño Doña LUCÍA de MEDRANO; FRANCISCA de NEBRIJA sustituía en la enseñanza a su ilustre progenitor.
No es de este lugar el ocuparnos del movimiento científico y literario, que el lector podrá encontrar en cualquier manual de literatura, sino de la actuación del Estado para fomentar, con un fin MISIONAL, la CULTURA ESPAÑOLA, y de sus aciertos o sus fracasos. Acaso el punto más importante de esta política cultural sea la intervención de los reyes en las universidades españolas. Hay en el reinado una copiosa legislación universitaria con tendencia a garantizar la independencia de los votantes en la provisión de cátedras, exigir la obligatoriedad de los estudios universitarios para determinadas profesiones y hacerlos asequibles a los estudiantes pobres. Así, las reales PRAGMÁTICAS establecen que las CÁTEDRAS se provean libremente y que en el proveer y votar de las cátedras y substituciones no se soborne a los votantes con dádivas o promesas, bajo severas penas.
La Pragmática de BURGOS (1496) ordena que ningún letrado pueda tener oficio de justicia, ni de pesquisador, ni de relator, ni receptor sin que haya estudiado en “estudio generale” de estos reinos por lo menos diez años y tenga cumplidos los veintisiete. La Pragmática BURGOS (1496) ordena que ninguno pueda tomar el grado de doctor ni otro cualquiera fuera de los “estudios generales” de estos reinos, y si alguno ganare breve o comisión para que otro le gradúe, alegando que es pobre, y que no puede pagar los estudios, el comisionado le envíe a alguna Universidad para que los examinadores de ella le examinen gratuitamente, y si esto no fuese posible, le examinase y graduase el mismo comisario. Otro Pragmática dispone que “los pobres necesitados sean graduados en los dichos estudios sin que les lleven por ello nada siendo suficientes e idóneos, y a los otros no les lleven más derechos que los que ovieren de aver”. Las Pragmáticas de Santa Fé (1492), Medina del Campo (1493) y Madrid (1497) tienden a evitar los abusos del fuero universitario. La de Valladolid de 1481 intenta moderar los enormes gastos que se hacían con motivo de la provisión de cátedras, disponiendo, con la meticulosidad propia de esta literatura jurídica, que “el rector pueda llevar de los que fueren proveídos de alguna cátedra solamente dos pares de gallinas o de pollos si fuere verano, o d perdices si fuere invierno, y los consejeros la mitad de lo susodicho, y el escribano no lleve nada allende de sus derechos”.
La aspiración de FERNANDO y de ISABEL fue el que las Universidades, al servicio del Estado, fuesen el plantel de los hombres que necesitaba el IMPERIO. El realizador del pensamiento de la REINA fue CISNEROS, que no pudo ver su obra perfecta sino después de la muerte de su Señora. CISNEROS colocó, él mismo, vestido de pontifical, la primera piedra de la UNIVERSIDAD DE ALCALÁ, en 28 de FEBRERO de 1498; pero la inauguración no tuvo lugar hasta el 26 de JULIO de 1508, con el título de “COLEGIO MAYOR DE SAN ILDEFONSO”. Es de notar, que esta Escuela, cuya finalidad, expresaba por el mismo CISNEROS, era formar la selección que había de ser clase directora del IMPERIO, diese preferencia a las HUMANIDADES sobre el DERECHO. CISNEROS estableció veintidós cátedras bien dotadas: seis de Gramática de Gramática latina, cuatro de otras lenguas antiguas, cuatro de Retórica y ocho de Artes, esto es, disciplinas filosóficas. En ALCALÁ se concentró un plantel de humanistas y de doctores en lenguas orientales como acaso no había por entonces en Europa, y en sus laboratorios trabajaban helenistas como ANTONIO de NEBRIJA, DEMETRIO DUCAS de Creta, HERNÁN NÚÑEZ de Toledo y JUAN de VERGARA, y hebraístas como ALFONSO de Alcalá, ALFONSO de Zamora y PABLO CORONEL, capaces entre todos de dar cima a la impresión de la BIBLIA POLIGLOTA en LATÍN, GRIEGO, HEBREO y CALDEO, empresa IMPERIAL de CULTURA LINGÜÍSTICA de primor en el ARTE TIPOGRÁFICO, que, por entonces, no sería capaz de intentar ninguna otra Universidad de Europa.
Está a favor de la nueva Universidad complutense no quiere decir que los reyes no protegiesen a los viejos estudios de SALAMANCA, en cuya fachada principal con justicia figura su efigie. Fue SALAMANCA plantel de juristas y de teólogos, y en ella explica el doctor JUAN DE PALACIOS RUBIOS, que puede considerarse con sus tratados sobre la licitud de la ocupación de AMERICA y de la anexión de NAVARRA como un jurista al servicio del IMPERIO y como el iniciador de aquella preocupación por el derecho de “GENTES” que había de ser gloria de la Universidad salmantina.
Las HUMANIDADES no estaban, sin embargo, olvidadas en el viejo recinto universitario, cuyas cátedras ocuparon PEDRO MÁRTIR de ANGLERÍA, LUCIO MARONEO SICULO y el mismo ANTONIO de NEBRIJA, como tampoco las ciencias MATEMÁTICAS y la ATRONOMÍA, que había explicado el judío ABRAHAM BEN SAMUEL ZACUTH.
El estudio de la MEDICINA, a base principalmente de la lección de los clásicos greco-romanos, era cultivado con predilección en algunas Universidades Españolas, especialmente en la de VALENCIA. En 1490, ANTONIO AMIGUET fundó en Barcelona una Escuela de Cirugía, y dos años antes FERNANDO el CATÓLICO había autorizado la disección de cadáveres a los médicos del Hospital de Gracia, de Tarragona. En CASTILLA, las pragmáticas exigían examen para la expedición de títulos de médico y cirujano, y este menester se confío al Protomedicato. La CASA de CONTRATACIÓN de SEVILLA vino a ser la Universidad en que se cursaba el ARTE IMPERIAL, con sus auxiliares la CARTOGRAFÍA, estudio de instrumentos, etc. En ella explicaban el famoso cartógrafo JUAN DE LA COSA, que trazó el primer mapa de orbe nuevo, y VICENTE YÁNEZ PINZÓN. En 1508 se creó en ella el cargo de PILOTO MAYOR, que tenía por oficio examinar a los pilotos de la carrera de INDIAS. Fue piloto mayor y cosmógrafo de este centro AMÉRICO VESPUCIO (1508-1512), y le sucedieron JUAN DÍAZ DE SOLÍS (1512-1516) y ANDRÉS DE MORALES (1517). Se crearon cátedras de Cosmografía y de Arte de Navegar, Hidrografía, Matemáticas y Artillería. La Casa de Contratación era una importantísima escuela cartográfica que recogía todas las observaciones de los pilotos, los que a vuelta de cada viaje estaban obligados a depositar un memorial con sus observaciones. En ella se construían o se daban normas para construir toda clase de instrumentos científicos: cuadrantes y astrolabios, ballestillas y relojes. Era, en suma, el centro geográfico más importante del mundo.
Es en el reinado de FERNANDO e ISABEL la gran época de las fundaciones particulares de universidades menores y colegios, debidos a la generosidad de algún magnate o prelado.
El gran cardenal MENDOZA funda en VALLADOLID el colegio de la SANTA CRUZ, y maese RODRIGO de SANTAELLA, el famoso de su nombre en SEVILLA. De este tiempo datan las Universidades de SIGÚENZA, TOLEDO, SANTIAGO y AVILA, y en la Corona de Aragón se confirma a BARCELONA el privilegio universitario (1491) y se funda la Universidad de VALENCIA. La gran polémica que había de estallar en Europa, y en la cual España había de representar brillantemente el papel de defensora del CATOLICISMO, encontró a los TEÓLOGOS y a los JURISTAS españoles perfectamente preparados, gracias a la inteligente previsión de los Reyes Católicos y de sus colaboradores. Gracias a ellos también el IMPERIO español tuvo siempre, a lo largo de su historia secular, los hombres de que necesitaba para el gobierno del mundo hispánico.
Coincide casi el advenimiento de ISABEL y de FERNANDO al Trono de CASTILLA. De confirmarse la tesis segoviana, sólidamente establecida, un poco antes de esta fecha, en 1472, se había impreso un sinodal de aquel cabildo; de no ser así, la cuestión quedaría entre ZARAGOZA y VALENCIA, que puede mostrar el más viejo libro impreso ciertamente fechado en las OBRES E TROBES EN LAHORS DE LA VERGE MARÍA, salido de los tórculos de LAMBERTO PALMART. En todo caso, la difusión del nuevo arte es rapidísima, y a ello contribuyen las colonias de mercaderes alemanes e italianos establecidos y que favorecieron la venida y la estancia de sus compatriotas. En el último cuarto del siglo XV pululan por la Península infinidad de artífices de nombres extranjeros: ENRIQUE BOTEL DE EMBICH, JORGE DE HOLZ, JUAN PLANEK, PABLO HORUS, MATEO FLANDRO, JUAN ROSENBACH, MENARDO UNGUT, LADISLAO POLONO, JUAN GENTIL, PEDRO POSA... En aquellas ciudades en que por razones especiales se puede establecer un mercado un mercado permanente de libros, como ZARAGOZA, SALAMANCA o SEVILLA, uno o dos impresores se establecen con caracteres de cierta estabilidad; pero, en general, se trata de una industria ambulante cuyos maestros van de ciudad en ciudad llevando en un carro sus sencillos y rudos artificios, de manera que al final de este período no se había población de alguna importancia que no
supiese DE VISU lo que era el ARTE DE IMPRIMIR.
Ya en 1481 mosén DIEGO DE VALERA , en su CRÓNICA ABREVIADA, impresa en SEVILLA por MICHEL DACHAVER, “DE MARAVILLOSO INGENIO E DOCTRINA”, se dirige a la reina para loar el arte de imprimir “QUE, SIN ERROR, DIVINO DECIR SE PUEDE”, traído a ESPAÑA por “ALEMANES MUY EXPERTOS E CONTINUO INVENTORES”.
La Reina acogió con todo su favor real aquel invento que así venía a servir a su concepción MILITANTE y MISIONAL de la CULTURA. Ella y FERNANDO promovieron la edición de diversas obras, y no es pura adulación la estampa de la VITA CHRISTI de fray AMBROSIO de MONTESINOS (Alcalá, 1502), en que se representa al regio matrimonio benignamente un ejemplar de mano de su autor. En la pragmática de TOLEDO de 3 de JULIO de 1502 formularon una primera y embrionaria “LEY DE IMPRENTA”. En ella se establecía la necesidad de la real licencia para poder imprimir un libro y se determinaban las entidades y personas a quienes estaba encomendaba la censura, que había de impedir se imprimiesen cosas indecentes, vanas o supersticiosas. Siguiendo el mismo criterio que los reyes mantuvieron siempre exigiendo la perfección en las manufacturas, se prohibía la venta de obras incompletas, mutiladas o llenas de erratas.
Más adelante se hizo precisa la licencia de la INQUISIÓN. Bien pronto, dentro del mismo siglo XV, fueron muchos los españoles que rivalizaban en el ARTE de IMPRIMIR con italianos y germanos, y en los contratos o al pie de obras muy bellamente impresas aparecen los nombres perfectamente impresos hispánicos de ALFONSO FERNÁNDEZ de CÓRDOBA, LOPE de la ROCA, - luego su viuda, FRANCISCA LÓPEZ -, ANTÓN MARTÍNEZ, BARTOLOMÉ SEGURA y tantos más. Ejemplo el más glorioso del esplendor de la imprenta hispánica, promovido por los poderes estatales, es la famosa BIBLIA de ALCALÁ. Para su impresión se planteaba un gravísimo problema, pues no había en ESPAÑA, ni en parte alguna, quien supiese FUNDIR caracteres CALDEOS, HEBREOS y GRIEGOS. Se hizo venir al habilísimo alemán ARNALDO GUILLERMO BLOCAR, que fundió los primeros caracteres GRIEGOS y CALDEOS que se labraron en el orbe. La distribución de este monumento poliglota es complicadísima y curiosa. Cada página va repartida en dos espacios; el superior, comprendiendo tres cuartas partes, se distribuye en tres columnas: la de la izquierda para el texto GRIEGO, con la interpretación latina de los SESENTA, interlineada; la del centro, para la versión de San JERÓNIMO, y la derecha, para el HEBREO. La parte inferior se reparte en dos columnas: la de derecha, para el CALDEO, y la izquierda, para la versión LATINA; las márgenes llevan apostillas. Todo ello con variedad de caracteres limpiamente estampados en tinta muy negra. Obra maestra de aquel ARTE TIPOGRÁFICO de comienzos del siglo XVI, que en belleza no ha sido superada todavía.
No es la época de los REYES CATÓLICOS la del mayor esplendor de la LITERATURA ESPAÑOLA, pero sí la de máxima eficacia para la INTEGRACIÓN del IDIOMA. En ella escriben obras de tan perfecto y jugoso lenguaje como la TRAGICOMEDIA de CALIXTO y MELIBEA. Ya el viejo JUAN de NEBRIJA, en el prólogo de su GRAMÁTICA, afirmaba proféticamente ante la reina que la LENGUA es la COMPAÑERA del IMPERIO, y en los años que van de 1474 a 1516 el CASTELLANO adquiere flexibilidad y grandielocuencia, pureza y propiedad en el léxico, gracia y armonía en la construcción de la frase que le hacen apto para ser IDIOMA OFICIAL de un IMPERIO que había de cobijar la mayor parte de un mundo conocido, instrumento preferente en las cancillerías de EUROPA y primera materia para la más rica y una de las más brillantes producciones literarias. Ya en este tiempo se vislumbra la fortuna del castellano en las cortes de EUROPA. Se habla habitualmente por las gentes cultas, no solamente en BARCELONA y en VALENCIA, sino también en LISBOA, DONDE CUARENTA Y UNO DE LOS POETAS DEL cancionero de RESENDE (1516) se expresan en CASTELLANO, Y EN CASTELLANO escribe buena parte de su obra el fundador del TEATRO portugués, GIL VICENTE. En ITALIA, el establecimiento en NÁPOLES de una dinastía oriunda de CASTILLA y luego el advenimiento al Trono pontificio de dos Papas españoles y los éxitos militares del GRAN CAPITÁN, ponen de moda el CASTELLANO en las cortes. En la PONTIFICIA, en el palacio del cardenal JACOBO SERRA, arzobispo de ARBOREA, se representaba en 1513 la égloga de PLACIDA y VICTORIANO, de JUAN del ENZINA, y en toda la península itálica, según aserto de VALDÉS, “así entre las damas como entre caballeros pasaba por gentileza y galanía saber hablar castellano”. Se vislumbraba ya la boga de este IDIOMA en la corte de los últimos VALOIS y los primeros BORBONES.
Aun en arte el ambiente triunfal y optimista que se respiraba en ESPAÑA influye en la creación de un sistema capaz de plasmar en piedra estos anhelos de grandeza. A la REINA cabe la gloria de que con su nombre se haya bautizado un estilo arquitectónico: el ESTILO “ISABEL” , que no es sino la fase castellana del último GÓTICO, matizada por las circunstancias históricas por que atravesaba CASTILLA. Que la grandeza de espíritu de ISABEL y su gusto particular tuvo mucha parte en esta creación lo prueba la historia del convento toledano de SAN JUAN DE LOS REYES, una de las obras más perfectas del estilo. Quería la reina que se levantase en TOLEDO un edificio religioso en conmemoración de la victoria de TORO que viniese a ser la respuesta castellana al Monasterio de BATALHA, elevado en conmemoración de ALJUBARROTA. Al cabo del año estaba ya acabada una construcción que hizo exclamar a la regia fundadora: “ESTA NONADA ME AVEDES FECHO AQUÍ”. Isabel mandó derribar hasta los cimientos aquella fábrica mezquina, y en su lugar hizo que se elevase la creación grandiosa de JUAN GUAS, con aquella capilla mayor en cuyos muros se repiten los enormes paveses heráldicos sostenidos por águilas, como una afirmación del IMPERIO. CASTILLA se llena de monumentos de este ARTE IMPERIAL, labrado con el gusto HISPÁNICO, aunque frecuentemente por mano de extranjeros.
Una de las pruebas más evidentes de la potencia de absorción del genio español en este tiempo esta en el hecho de que los creadores de un estilo inconfundiblemente hispánico sean en gran parte nacidos fuera de ESPAÑA. Del sur de ALEMANIA procede la dinastía de los COLONIA: JUAN, SIMON y FRANCISCO; JUAN GUAS era probablemente francés; y hombres del centro de EUROPA, de la Baja Alemania o de los PAÍSES BAJOS, fueron GIL de SILOÉ, COPIN, los EGAS y mucho más. Venían pertrechados de una gran perfección en el conocimiento de sus oficios según la exuberancia decorativa del último GÓTICO, y la España MUDÉJAR fue para ellos una revelación. En su obra ellos pusieron la mano; pero fue España – los donantes y fundadores españoles, con su afición a lo suntuoso y recargado, con su sentido religioso, con su afán de cubrir con primores decorativos la pobreza de las soluciones constructivas – la que puso el ESPÍRITU.
Pero hay otra fase del estilo “ISABEL” más conforme con el genio austero de la Reina y de CASTILLA que es todo española o, por mejor decir, CASTELLANA. Tiene en ÁVILA y en SEGOVIA sus monumentos principales y medio de expresión es el GRANITO- con la severidad que impone lo dificultoso de su labor -, tan frecuente en las parameras castellanas. Se caracteriza esta modalidad por el empleo como apoyo de columnas o pilares cilíndricos con capitel ochavado. Los arcos suelen ser de medio punto o escarzanos. Como adornos casi exclusivos se emplean la heráldica y sartas de bolas; único vestigio de MUDEJARISMO es el empleo del ALFIZ, moldura quebrada que encuadra los arcos. Hay villas y pueblos en las tierras altas avilesas y segovianos en que aún la masa del caserío presenta estas características. Todavía ISABEL pudo asistir a los primeros albores del Renacimiento, protegido por algunos magnates amigos de novedades, ya en pleno triunfo al final del período.
En la pintura y la escultura la tendencia orientadora de la corte revela direcciones diversas. Con la venida a CASTILLA (1511) del florentino DOMENICO di SANDRO FANCELLI, protegido del Conde de TENDILLA, a quien se dio el encargo de labrar el lecho mortuorio del príncipe Don Juan, en Santo Tomás de Ávila, y después el de los mismos reyes en la capilla real de GRANADA, se desplaza la preponderancia de la escultura centroeuropea, que había llegado a todos los extremos del barroquismo con GIL de SILOÉ. En cambio la reina se mantiene persistentemente fiel a la pintura neerlendesa, cuya fortuna en CASTILLA en la segunda mitad del siglo XV es asombrosa. A su ESPÍRITU CASTELLANO placía el REALISMO y la devoción de los viejos maestros del NORTE más que el pagano culto por la forma de los italianos. La Reina se manifiesta en esto, como en tantas otras cosas, afín con otra avilesa ilustre: TERESA de CEPEDA. Sus pintores de cámara fueron el leton MICHEL SITIUM y el dulce y exquisito JUAN de FLANDES, autores del pequeño retablo de tablitas, no mayores que páginas de un libro de horas, que ISABEL solía llevar consigo. En lo poco que sabemos de las preferencias artísticas de FERNANDO DE ARAGÓN, parece que continuó esta tendencia. El pintor de cámara de CISNEROS fue un hombre del Norte, si bien muy influido por ITALIA: JUAN de BORGOÑA.
Documento 6. JUAN DE CONTRERAS, marqués de Lozoya.
LA INQUISICIÓN – En los orígenes del IMPERIO.
La génesis de este espectro de la INQUISICIÓN española es demasiado conocida para que tengamos que detenernos mucho tiempo en exponerla. Nace en el siglo XVI en los Países Bajos, en Alemania y en Francia para desacreditar la dominación española; en el siglo XVII es ya un lugar común en toda Europa, y en el XVIII los enciclopedistas en su campaña, no ya contra el IMPERIO ESPAÑOL , sino contra el CATOLICISMO. Debemos recordar, por ejemplo, las novelas de VOLTAIRE, de creciente difusión. En esta época se da un fenómeno curioso: los españoles se pasan al enemigo y contribuyen eficazmente a la constitución del MITO (INQUISICIÓN), mostrándose discípulos expertos en el ARTE MASÓNICO de la MENTIRA TENDENCIOSA.
Un clérigo enciclopedista y afrancesado, Don JUAN ANTONIO LLORENTE, valiéndose de la autoridad que le daba el haber sido secretario del SANTO OFICIO, publicó a comienzos del siglo XIX su HISTOIRE DE L´INQUISITION , verdadero cúmulo de falsedades, de calumnias y de tergiversaciones que fue creído como artículo hasta por historiadores tan sensatos como PRESCOTT, que afirma: “Don JUAN ANTONIO LLORENTE es el único que ha conseguido descorrer completamente el velo que cubría a los temibles misterios de la Inquisición”.
El debate sobre la INQUISICIÓN en las Cortes de CADIZ produce una copiosa bibliografía. Todo el Romanticismo se apodera de este motivo que tan se avenía con su gusto literario, y lo difunde por medio de la novela y del drama pseudohistóricio. El fantasma quedaba formado definitivamente, erguido e indestructible, reinando en la mente de muchos millones de europeos bien vestidos y diplomados que se enfadarían si se les dijese que un pastor analfabeto puede estar más cerca de la verdad que ellos con toda su pedantería.
Pero en el fondo de los archivos dormía la INQUISICIÓN verdadera, tal como fue en las ESPAÑAS que van de los REYES CATÓLICOS a las CORTES de CÁDIZ. Allí fueron a encontrarla unos pocos hombres que nadie conoce apenas y en cuyos libros la buscaremos nosotros, dejando campar por su respeto a la fantasía, con todos sus falsos prestigios, ya imperecederos, que hubo en la fundación y en el ejercicio de la INQUISICIÓN grandes está hoy fuera de duda. Nos limitaremos a exponer sencillamente su proceso.
La INQUISICIÓN no era a fines del siglo XV una novedad, ni fueron los REYES CATÓLICOS ni sus consejeros los inventores.
En siglo XII consta ya su existencia como un Tribunal diocesano, y en el XIII funcionaba no solamente en CASTILLA, sino en los Estados de aquellos reyes del “Casal de Catalunya”, más alabados por la amplitud de su espíritu y por su actitud independiente de la corte de ROMA; a fines del siglo XV nadie ponía en duda ni la facultad de la Iglesia para investigar y dictaminar en materia de fe ni la del Estado la de considerar como delito y castigar como tal la herejía, que tantas perturbaciones produce en la sociedad. Lo que hicieron los REYES CATÓLICOS fue unificar y centralizar estas facultades e infundirlas una virtualidad de que antes carecían por medio de una organización nueva, animada por el sentido de eficacia de que dotaban a todos sus creaciones.
Aparte del fervor religioso de los reyes y de su deseo de mantener la Religión Católica en su mayor pureza, el establecimiento de la INQUISICIÓN forma parte del gran sistema unitario que se quiere imponer a toda la monarquía. El motivo principal de su implantación fueron las actividades de los CONVERSOS, cuyo trato y relación con los cristianos constituían un grave peligro para la pureza del dogma católico.
La política de los TRASTAMARA y la misma de FERNANDO E ISABEL había producido innumerables conversiones, a menudo sólo aparentes y frecuentemente no sinceras. Hubo muchos JUDIOS que creyeron compatible el conservar su posición y sus riquezas y practicar en secreto la religión de sus padres; claro es que esto constituía para el CATOLICISMO la más grave de las asechanzas, pues no se trataba ahora la convivencia puramente material con una raza odiada, tenida aparte en barrios amurallados y a cuyos individuos se les obligaba a ostentar en su traje señales bien patentes, sino que los conversos, tan aferrados como antes a la RELIGIÓN MOSAICA, vestían, negociaban y se confundían con los cristianos, emparentaban con ellos y ocupaban cargos importantes en Cabildos y Consejos. La defensa contra estas intromisiones sutiles fue el SANTO OFICIO de la INQUISIÓN.
A instancia de los Reyes, el Papa SIXTO IV expidió una Bula en 1478, según la cual los Reyes podían ELEGIR dos o tres INQUISIDORES que juzgasen a los reos según las leyes de la antigua INQUISICIÓN ROMANA. El enorme revuelo que causó la noticia entre aquellos CONVERSOS acomodaticios es la mejor de la gravedad del mal. Uno de ellos escribió una sátira contra los reyes, que refutó fray HERNANDO de TALAVERA. Fray ALONSO de HOJEDA denunció que varios JUDAIZANTES sevillanos se reunían el día de JUEVES santo en conciliábulos blasfematorios. Los de la baja ANDALUCÍA, muchos de ellos gente principal y poderosa, solían congregarse en la morada del millonario DIEGO de SUXAN, en la parroquia del Salvador, de SEVILLA; reveló el secreto de estas conferencias una hija de SUXAN, a quien llamaban “la fermosa fembra”, a su novio cristiano, y de aquí vino a saberse y a llenarse el convento de San Pablo y el castillo de Triana de presos JUDAIZANTES, algunos de los cuales fueron quemados en el campo de Tablada. Entre tanto se iba organizando el Santo Tribunal, y en 17 de septiembre de 1480 se publican los estatutos y se nombran los primeros jueces según el nuevo sistema. La orden de Santo Domingo, que tenía una brillante tradición en la defensa de la FE, dio los primeros inquisidores: fray MIGUEL MORILLO y fray JUAN de SAN MARTÍN, a los cuales acompañaban el abad JUAN RUIZ de MEDINA, como asesor, y JUAN LÓPEZ del BARCO, como procurador del Fisco, proveyéndoles de reales cédulas para que las autoridades civiles les facilitasen su misión.
Los inquisidores se establecieron primeramente en el convento de San Pablo, de Sevilla, y luego en el castillo de Triana. En 6 de febrero de 1481, el cardenal de España publicó el edicto de Gracia, por el cual se concedía un plazo para los que creyesen culpables se presentasen al Tribunal para recibir una penitencia canónica, y se acogieran a esta concesión 17.000 personas, en tanto otras preferían emigrar a PORTUGAL o a GRANADA. Pasado el plazo se promulgó otro edicto por el cual se ordenaba, bajo pena de excomunión, el DELATAR a las personas culpables de ciertas prácticas judaicas que detallaban en un interrogatorio. Siguió un período de rigor – en cuyos datos están conformes los CRONISTAS contemporáneos -, durante el cual fueron muchos los quemados en persona o en efigie o condenados a diversas penas. Las quejas de los conversos llegaron a ROMA, y el Papa SIXTO IV intervino aconsejando una menor severidad. De acuerdo la corte pontificia con los reyes, continúo la organización del SANTO OFICIO, y en Bula de 31 de enero de 1492 creó el CONSEJO SUPREMO de la INQUISICIÓN, cuyo primer presidente fue el docto dominicano Fray TOMÁS de TORQUEMADA , cuyo nombre ha venido a encarnar en la mentalidad media europea el tipo HUMANO de la INTOLERANCIA y el FANATISMO. Hubo todavía algunos debates entre ambas cortes sobre nombramientos y facultades de los inquisidores, pero de ellos salió fortalecida la autoridad del CONSEJO y de TORQUEMADA, que por Bula de 17 de octubre de 1483 fue nombrado inquisidor de Aragón, Cataluña y Valencia. TORQUEMADA procedió a la creación de cuatro Tribunales subalternos en Sevilla, Córdoba, Jaén, y Ciudad Real – éste se trasladó a Toledo – y nombró como asesores a los letrados JUAN GUTIERREZ de CHAVES y TRISTÁN de MEDINA. Juntamente con estos jurisconsultos redactó la reforma del manual de la INQUISICIÓN antigua, recopilado en el siglo XIV por el inquisidor de Aragón Fray NICOLAS EYMERICH. Estas instrucciones fueron reconocidas y establecidas en Junta general de inquisidores y consejeros, convocada en Sevilla en 1484, y se publicaron en 1488; constaban de veintiocho artículos, a los se añadieron once en 1490 y otros quince en 1498, fecha de la muerte de TORQUEMADA.
Las Instrucciones de la INQUISICIÓN, tal como quedaron a la muerte de TORQUEMADA, son un monumento de DERECHO PROCESAL. En ninguna otra legislación contemporánea se pone tanto cuidado en averiguar la verdad ni se conceden al reo tantos medios de defensa. Nada hay aquí de arbitrario ni de brutal y se procura evitar cuidadosamente el ERROR o la CALUMNIA, partiendo, claro está, de la base de considerar la herejía como delito. Las atribuciones del Santo Oficio no se limitaban a asuntos de fe, sino que se extendían también a los delitos contra loas COSTUMBRES, a las SUPERSTICIONES, extendidísimas en aquel tiempo, y a las faltas y cohechos de sus mismos dependientes. Como en la INQUISICIÓN vieja, cuando los inquisidores llegaban a alguna ciudad y establecían en ella su Tribunal, se anunciaba solemnemente la llegada y se promulgaba el edicto de “GRACIA”, por el cual se daba un plazo para que todos aquellos que a sí mismos se juzgasen incursos en delitos de herejía viniesen a acusarse según ciertas fórmulas, en cuyo caso quedaban libres de toda pena y sujetos solamente a una penitencia canónica.
Publicados los edictos, comenzaban las pesquisas secretas – INQUISICIÓN, propiamente dicha - , obteniendo informes sobre la vida religiosa y civil del sospechado, conversaciones, lecturas, etc. Se admitía la delación, pero la calumnia se castigaba severamente. No podía formarse juicio sobre indicios ni admitir presunciones sobre el secreto de la conciencia, sino que toda actuación había de basarse en hechos notorios y la investigación había de ser “cierta, clara y específica”. Una vez reunidos indicios suficientes se dictaba auto de prisión, que podía ejecutarse sin ser aprobado por el Consejo Supremo. La prisión propiamente inquisitorial era llamada “secreta”, pues el Santo Oficio disponía de otras dos cárceles: la “pública”, en la cual ingresaban los reos de delitos que correspondían a su jurisdicción, pero que eran considerados como comunes, como BIGAMIA, etc, y “media”, que estaba destinada a los funcionarios prevaricadores del mismo Santo Oficio.
En este momento comenzaba propiamente el proceso. En acusado podía nombrar un letrado defensor y para ambos no había secreto en las actuaciones. Dentro de los tres días se concedía la primera audiencia “de monición”, llamada así porque en ella se exhortaba al preso a decir la verdad. Si en ella reconocía su culpa, el proceso se suspendía y se procedía a la sentencia; en caso de que se negase se seguían otras dos audiencias y el interrogatorio y pasaban los autos al fiscal para que formulase la acusación, que era leída al reo, el cual podía contestar a todas sus partes. Había dos procedimientos de prueba: el tormento, que había de verificarse en presencia de uno o dos inquisidores, y el examen de los testigos. Consistía este procedimiento en el interrogatorio por parte de los mismos inquisidores de siete testigos sin tacha. El acusado no conocía sus nombres, pero previamente se le pedía una lista de toda aquellas personas de quien sospechase alguna parcialidad o malevolencia, y si alguna figuraba en la lista de testigos era tachada y sustituida por otra, Se entregaba al reo, para que lo utilizase en su defensa, un extracto de las declaraciones. Venía luego el acto solemne del juicio, en que se congregaban, presididos por el obispo, los inquisidores y los asesores ordinarios, que habían de ser doctores en Derecho, con el fiscal y el secretario, votando la condena o la absolución por orden de antigüedad de menor a mayor y decidiendo el obispo en caso de empate. El voto se refería en todo caso a la existencia de delito. En cuanto a la pena, solían imponerla los Tribunales seculares, y esto era obligado cuando se trataba de pena capital.
Las penas en uso contra el delito de herejía eran muy diversas. Los convictos y confesos de herejía o herejes eran castigados con pena de muerte, que se aplicaba en hoguera si el reo se mantenía impenitente, pero solamente en este caso. El culpable era quemado en efigie si no era habido (ausencia) y si había muerto se arrojaban a la hoguera sus huesos. Había prisión perpetua o temporal y el llevar por cierto tiempo un traje infamante, el sambenito (SACO BENDITO) , especie de túnica amarillo con una gran cruz roja, y la COROZA, gorro cónico pintado de diablos y llamas. Los sambenitos se colgaban después en las iglesias con el nombre del condenado para perpetua afrenta.
La RECONCILIACIÓN era una abjuración solemne de errores de escasa importancia o sostenidos sin malicia, después de lo cual se imponía al reconciliado algún alguna penitencia. En el lenguaje de toda Europa la locución AUTO DE FE (AUTO-DA-FE) ha tomado un significado cruento de castigo por medio de FUEGO. El AUTO de FE era una ceremonia solemnísima y emocionante que buscaba en todos sus detalles el producir una fuerte IMPRESIÓN en el PUEBLO. Consistía en una PROCESIÓN, en un SERMÓN PÚBLICO y en la lectura de la SENTENCIA a los acusados, expuestos en un tablado con sus sambenitos. Las SENTENCIAS CAPITALES se cumplían luego en lugar apartado. La INQUISICIÓN no fue, acaso, POPULAR en un principio como no lo fue en sus comienzos la idea del IMPERIO, que produjo la reacción de las COMUNIDADES; pero una y otro penetraron luego hasta la entraña del pueblo español.
Contribuyó sin duda al primer resultado el rigor excesivo de los primeros de los primeros inquisidores, que motivó las amonestaciones de ALEJANDRO VI a TORQUEMADA. Fue una primera explosión contra los JUDÍOS y CONVERSOS, contra los cuales el SANTO OFICIO era un arma terrible. Esta fama justificaba de rigor motivó las dificultades para la implantación del SANTO OFICIO en ARAGÓN (1485) y en CATALUÑA (1487).
No corresponde a estas páginas el emitir un juicio sobre el fundamento TEOLÓGICO de la INQUISICIÓN ni sobre las facultades de Pontífices y reyes para implantarla, sino simplemente enjuiciarla como institución de DERECHO PÚBLICO a la luz de las ideas de su tiempo. Resalta en primer término la injusticia de hacer recaer exclusivamente sobre ESPAÑA lo que era admitido sin duda ni controversia alguna en toda EUROPA en el siglo XV y en el XVI. FRANCISCO I de FRANCIA, y sus nietos; ENRIQUE VIII, MARÍA e ISABEL TUDOR, en INGLATERRA, persiguieron, encarcelaron y dieron muerte a muchas personas solamente porque no profesaban la RELIGIÓN de REY o del ESTADO. Lo que no hubo en ningún sitio es tantas garantías para el reo ni un DERECHO PROCESAL tan minucioso y tan apropiado para la AVERIGUACIÓN de la VERDAD y la valuación exacta del DELITO.
En cuanto a las PENAS, en ninguna parte fueron tan MODERADAS como en ESPAÑA, que en este punto constituyó en toda la EDAD MODERNA un MODELO de HUMANIDAD. Se recuerdan la muerte del médico español MIGUEL SERVET, tostado a fuego LENTO por orden de CALVINO a orillas del lago de GINEBRA. La descripción de algunas ejecuciones capitales en el siglo XVI en Francia o en Holanda pone los pelos. Una visita al Museo de las TORTURAS en el castillo de Nüremberg nos da idea de cómo se ingeniaba la JUSTICIA ALEMANA del siglo XVI para proporcionar a los desgraciados que caían en sus manos una muerte horrenda. EN ESPAÑA TODO ESTO ERA ABSOLUTAMENTE DESCONOCIDO.
Se empleaba, como en toda EUROPA, la TORTURA como MEDIO de PRUEBA, con ciertas REGLAS y LÍMITES; pero nunca para agravar la suerte de los condenados a la última pena, salvo en el caso de la hoguera, reservada a los impenitentes. Todavía en el siglo XVIII, cuando la INQUISICIÓN española no era otra cosa que una sombra y un recuerdo, el MARQUÉS de POMBAL, un enciclopedista amigo de los filósofos, ponía en práctica las más pavorosas invenciones para hacer morir en una inacabable agonía al DUQUE de AVEIRO y a los TOVORA, y en FRANCIA, en pleno humanitarismo rusoniano, en vísperas de la REVOLUCIÓN, los reos eran despedazados vivos entre cuatro caballos furiosos o deshechos en la RUEDA, y se aplicaba la PENA de MUERTE por el hurto más leve.
Es absolutamente falso el que la INQUISICIÓN haya sido causa del atraso científico de ESPAÑA, como pretendían los historiadores LIBERALES del siglo XIX. Porque es curioso notar que, por el contrario, en los siglos en que el SANTO OFICIO está en su apogeo, ESPAÑA sigue al tanto de todos los adelantos del mundo y la aportación española juega un papel brillante en la CULTURA UNIVERSAL. En cambio, es en los siglos en que la INQUISICIÓN CARECE DE EFICACIA O ESTÁ DEL TODA ABOLIDA cuando comienza efectivamente el retraso de ESPAÑA.
Y la razón está en que el SANTO OFICIO solamente prohibía la profesión de conceptos teológicos contrarios al dogma católico, dejando en libertad completa sobre cualquier otra materia. Como arguye MENÉNDEZ y PELAYO, no se da el caso de que fuese entregado al brazo secular ni se instruyese proceso formal de los grandes valores científicos en los siglos XV y XVI, ni se impidiese el cultivo de las CIENCIAS EXACTAS, FÍSICAS o NATURALES, ni se prohibiese una sola línea de COPÉRNICO, GALILEO o NEWTON.
“Abro los índices – dice el autor de LOS HETERODOXOS – y no encuentro en ellos ningún filósofo de la ANTIGÜEDAD, ninguno de la EDAD MEDIA, NI CRISTIANO, NI ÁRABE, NI JUDÍO; VEO PERMITIDA EN TÉRMINOS EXPRESOS LA GUÍA DE LOS ANDAN, de MAIMONIDES, y en vano busco los nombres de AVERROES, de AVEMPACE y TOFAIL; llegó al siglo XVI y hallo que los españoles podían leer todos los Tratados de POMPONAZZI, incluso el que escribió contra la inmortalidad del ALMA (pues sólo se les prohíbe el de INCAUTATIONIBUS), y podían leer ÍNTEGROS a casi todos los filósofos del Renacimiento italiano: a MARSILIO FICINO, a CAMPANELLA, a TELESIO (estos dos con algunos expurgaciones). ¿Qué más? Aunque parezca increíble, el nombre de GIORDANO BRUNO no está en nuestros índices, como no está el de GALILEO (aunque sí en el ÍNDICE romano), ni el de DESCARTES, ni el de LEIBNITZ, ni, lo que es más peregrino, el de TOMÁS HOBBES, ni el de BENITO ESPINOSA; y sólo para insignificantes enmiendas el de BACON”. En cuanto a las COSTUMBRES, baste decir que en pleno apogeo inquisitorial se imprimen y reimprimen LA CELESTINA y las más LIBRES entre las novelas caballerescas.
La INQUISICIÓN produjo además en ESPAÑA un gran beneficio persiguiendo a BRUJOS, ADIVINOS, SALUDADORES y AGOREROS y extirpando las supersticiones a que daba pábulo la larga convivencia con JUDÍOS y MOROS.
“La América española – escribe el mejicano CARLOS PEREYRA – debió acaso a la INQUISICIÓN el verse libre de un problema judaico y otro morisco. El Tribunal de la Fe salvó al NUEVO MUNDO de profundas desviaciones en las COSTUMBRES, impidió que se propagasen algunos EXTRAVÍOS mentales tan peligrosos como el MOLINISMO y el ILUMINISMO, se opuso con firmeza a todas las supersticiones”, y en este orden lo vemos arrancando desde las beatas revolanderas hasta los hechizos de INDIOS, NEGROS, ZAMBOS y MULATOS.
En ESPAÑA, el Tribunal realizó idéntica tarea a la que consigna en MÉJICO el ilustre historiador: la de LIMPIAR y SANEAR el ambiente MORAL y RELIGIOSO: no tuvieron peor enemigo las MONJAS MILAGRERAS y VISIONARIAS, los FALSOS PENITENTES, los FRAILES PSEUDO-ILUMINADOS y la crédula y andante BEATERÍA.
Pero el servicio mayor que ESPAÑA debe al SANTO OFICIO es el de haberla evitado los horrores de las GUERRAS de RELIGIÓN que ensangrentaron por SIGLO y MEDIO el suelo de FRANCIA y de los PAÍSES BAJOS, de ALEMANIA , y de INGLATERRA; GUERRA de RELIGIÓN que, dado el carácter de nuestro PUEBLO español, hubiera sido sangrienta y terrible. No hubiera sido posible empresa de cuantas se llevaron a cabo en el gran siglo con una ESPAÑA desunida y atormentada en espantosa contienda interior.
El DESCUBRIMIENTO, la CONQUISTA y la COLONIZACIÓN del NUEVO MUNDO; el predominio MILITAR en EUROPA no pudieron realizarse sino por un PUEBLO UNIDO y COMPACTO, en el cual todos los CIUDADANOS pensaban en lo esencial del mismo modo y estaban congregados por un mismo IDEAL.
Acaso el secreto de la supremacía de ESPAÑA esté en que se trataba de la NACIÓN unida y pacífica en una EUROPA en todos los países ardían en guerras religiosas, y por esto la estrella de ESPAÑA comenzó a nublarse cuando las demás potencias resolvieron, BIEN O MAL, hacia 1650, su problema religioso, que el SANTO OFICIO de la INQUISICIÓN consiguió evitar.
Documento 7. ALFREDO SAÉNZ,”HÉROES y SANTOS”, Gladius, 1993.
EL TESTAMENTO DE ISABEL (A. S., p. 175,178)
ISABEL enferma gravemente. Consciente de su estado, el 12 de octubre de 1504, justamente a los doce años de la llegada de COLÓN a las INDIAS, dicta su testamento a un secretario. Se dice que eligió esa fecha por su carácter REMEMORATIVO. El documento, que trasunta una impresionante serenidad ante la muerte, refleja de manera acabada no sólo las profundas convicciones religiosas de la Reina sino también su innegable inteligencia política. ISABEL hace un repaso de su labor de GOBIERNO y del futuro que desea para su PATRIA. Allí habla de la UNIDAD de ESPAÑA, la conservación de GIBRALTAR, las atenciones debidas a su ESPOSO, la SUCESIÓN DINÁSTICA, y, sobre todo, la RELIGIÓN y sus ministros.
Pide ser sepultada en GRANADA, en el convento de San FRANCISCO, vestida con hábito franciscano; pero señala que si su marido eligiera ser enterrado en otro lugar, su cuerpo deberá ser trasladado junto a él, “porque el ayuntamiento que ovimos viviendo e que espero en la misericordia de Dios que nuestras ALMAS tendrán en el cielo, lo tengan e representen nuestros cuerpos en el suelo”.
Dispone una cantidad para la sustentación del Rey, “aunque no puede ser tanto como Su Señorío merece e yo deseo”, y le suplica que se quiera servir de todas sus joyas, “porque viéndolas pueda tener más continua memoria del singular amor que siempre le tuve y ayn porque siempre se acuerde de que ha de morir y que lo espero en el otro siglo y con esta memoria pueda más santa e justamente morir”.
En lo que toca a la sucesión, designa heredera de todos sus reinos y señoríos a la princesa Doña JUANA, su hija, esposa de FELIPE el HERMOSO, archiduque de AUSTRIA, y madre de CARLOS, mandando que a su fallecimiento sea reconocida como REINA DE CASTILLA y de LEÓN. Pero previendo que JUANA “non pudiera entender en la gobernación” – como se sabe, su hija sufría de una enfermedad mental, por lo que la llamaban “JUAN LA LOCA”- , nombra único regente y gobernador de los reinos de CASTILLA a su esposo Don FERNANDO hasta que el Infante Don CARLOS – el hijo de JUANA LA LOCA – cumpla los veinte años “y venga a estos reinos para regirlos y gobernarlos”. Adviértase la inteligente exigencia de que el futuro monarca – CARLOS I de ESPAÑA y V de ALEMANIA – venga a residir a ESPAÑA, con lo que su ABUELA (ISABEL I DE ESPAÑA) se anticipa al riesgo de que, por haber nacido, educado en FLANDES, pudiera no echar raíces en el país que deberá gobernar.
Tres días antes de morir, ISABEL hizo algunos anexos al documento donde, entre otras cosas, encarga a FERNANDO y a sus sucesores, que nombren una junta de letrados y personas doctas, para que recopilen todas las leyes del reino, reduciéndolas a un solo cuerpo, donde estén “ordenadamente por sus títulos, por manera que con menos trabajo se puedan saber”. Agrega, asimismo, especiales recomendaciones en relación que hay de dar a los naturales (INDIOS) del NUEVO MUNDO, rogando al Rey y sus sucesores que pongan toda diligencia “para no consentir ni dar lugar a que los moradores de las INDIAS y Tierra Firme, ganados y por ganar, recibían agravio alguno en sus personas y bienes, sino que sean bien y justamente tratados y si algún agravio hubiesen recibido, se les remediase y proveyese”.
LUIS SUÁREZ FERNÁNDEZ resume así las últimas de la Reina:
PIEZA HISTÓRICA y HUMANA de PRIMER ORDEN. De sus PÁGINAS EMERGE PODEROSA la FE CATÓLICA que, en VIDA, FUE EL EJE EN TORNO AL CUAL GIRÓ EL ENTERO PENSAMIENTO DE LA REINA”.
EL 26 de NOVIEMBRE de 1504 EXPIRÓ. Tenía 53 AÑOS, Y HABÍA CUMPLIDO CASI 30 AÑOS DESDE QUE SUBIÓ AL TRONO. La comitiva de duelo partió de MEDINA del CAMPO, mientras el pueblo, en un silencio dolorido, se agolpaba a su paso. Atravesó las tierras de CASTILLA, tan llenas de reminiscencias para ella. En todas partes, grandes multitudes, a pesar de las tormentas y de las lluvias. Casi un mes duró la marcha por las tierras de CASTILLA, hasta que por fin llegó a GRANADA, “esa ciudad – había escrito la Reina – que la tengo en más que mi vida”. Tal como lo deseo fue enterrada en el monasterio de San Francisco de la Alhambra. Cuando muera FERNANDO, cumpliéndose otra de sus voluntades, sus restos serán traslados a un espléndido mausoleo en la CAPILLA REAL de la CATEDRAL de GRANADA, donde hoy reposan, JUNTOS LOS DOS.
CONCLUSIÓN
En lo que toca a la POLÍTICA de UNIDAD NACIONAL, comenzó ésta a fraguarse con su matrimonio con FERNANDO. Terminada con éxito la GUERRA CIVIL, y habiendo heredado FERNANDO, a la muerte de su padre, la corona de Aragón, queda consumada la integración de los reinos españoles hasta entonces dispersos. Sólo faltaba incorporar a ellos los señoríos islámicos del Sur, sin dejar de lado el reino de NAVARRA, que sería anexado más tarde. Conquistado por fin el reino de GRANADA, ultimándose así la secular epopeya de la RECONQUISTA, la Península quedaba prácticamente bajo la una misma corona, haciéndose realidad el simbolismo heráldico del YUGO y las FLECHAS. La monarquía incrementó el poderío del país, logrando ESPAÑA una notable proyección al exterior. Como dijo SALVADOR de MADARIAGA, ESPAÑA será “LA PRIMERA GRAN NACIÓN QUE ALCANZA TALLA DE TAL”.
ISABEL es un arquetipo de ESTADISTA difícilmente superable. Y como mujer, madre, reina, fue sin fallas, ejemplar. WASHINGTON IRVING, historiador norteamericano, del siglo pasado, tenía razón al llamarla “UNO DE LOS MAS PUROS Y HERMOSOS CARACTERES DE LAS PÁGINAS DE LA HISTORIA”.
Como se sabe, Su CAUSA DE BEATIFICACIÓN está en trámites. La idea de llevarla a los altares nació a fines del XIX. Durante un Congreso Mariano Hispanoamericana, celebrado en Sevilla en 1929, se planteó públicamente el asunto. Y CUANDO SE CONMEMORÓ EL QUINTO CENTENARIO DE SU NACIMIENTO, 1951, el entonces Ministro de Educación visitó en el Vaticano a los dos sustitutos de Estado, TARDINI y MONTINI (luego sería PAULO VI), interesándolos por la incoación de la causa, que por fin se abría en el arzobispado de VALLADOLID, en 1958. Los trabajos históricos terminaron en 1970. En 1972 tuvo lugar la apertura canónico del proceso en la Sagrada Congregación de Ritos.
JUAN PABLO II tuvo la intención de beatificarla solemnemente el año 1992, con ocasión del Quinto Centenario del Descubrimiento de América. Era una gran idea. Y todo un símbolo. Mas una violenta campaña judía y projudía logró de la Santa Sede la postergación del proyecto, según se anunció en Roma EL 28 DE MARZO DE 1991, lo que inmediatamente motivó las felicitaciones del LOBBY judío, especialmente de la “Anti-Diffamation League of B´nai B´rith (Hijos de la Alianza). Esta liga de antidifamación ha cometido una gran difamación frente a una de las más nobles figuras de la Cristiandad.
Sin embargo nosotros, sus hijos de América, “sus vasallos”, la seguimos considerando como a nuestra gran REINA, y nos gozamos en llamarla ISABEL “LA CATÓLICA”, que fue el título otorgado a ella y a su esposo, FERNANDO V, rey de ARAGÓN, por una BULA del 9 de diciembre de 1496, en atención a SU PIEDAD, SENTIDO DE JUSTICIA, VICTORIA SOBRE LOS INFIELES (MUSULMANES), DEFENSA DE LA FE (JUDÍOS Y HEREJES), Y ESPECIAL CELO EN LA PROTECCIÓN DE LA IGLESIA.
¡SANTA ISABEL DE AMÉRICA, ORA PRO NOBIS!
¡POR UNA ESPAÑA Y AMÉRICA, UNA, GRANDE, LIBRE!
Bibliografía consultada:
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- Excelsa – Editorial Difusión, Buenos Aires, 1946. “Introducción: Los Reyes Católicos”. (=)
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- Atlas Histórico Mundial – De los orígenes a la Revolución Francesa, de Hermann Kinder y Werner Hilgemann, Colección Fundamentos 1, Ediciones Istmo, 1970.
- Américo Castro, “Origen, ser y existir de los españoles”, Taurus, Madrid, 1959, 174 págs. Páginas 2 y siguientes.
- Pautasso, Gabriel, “España Fundadora y la Revelación del Nuevo Mundo”, pág. 97 - 111, Filosofar Cristiano, nros. 29-32 –1991-1992, Córdoba. (=)
- Pautasso, Gabriel, “Rubén Darío y la Unidad Americana”, pags. 7-10, Revista Clave, dtor. Octavio Maestu, Dic.1991, Cordoba. (=)
- Jorge L.Street, “Los estudios americanos” – Carlos A. Disandro, El conflicto de las estirpes y el destino político de América”, Ediciones Hostería Volante, colección “Lustrationis kráteras”, La Plata, 1972.
- Cecil Roth, “Los judíos secretos – Historia de los marranos”, Altalena, Madrid, 1979, 273 págs. Felipe Torroba Bernaldo de Quirós, “Historia de los Sefarditas”, Eudeba, 1968, 327 págs.
Documento 8. ATLAS HISTÓRICO UNIVERSAL, tomo 1.
EDAD MODERNA – España. LOS REYES CATÓLICOS (1474-1517)
Durante este reinado decisivo – que coincide con período de desarrollo económico general – tienen lugar la unión dinástica de CASTILLA y ARAGÓN, la anexión de NAVARRA y la conquista de GRANADA, último enclave ISLÁMICO en la península; termina el fraccionamiento medieval y se inicia el ciclo hegemónico de la Corona española (DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA; dinastía Habsbúrgica).
Paralelamente, el proceso de unificación religiosa determina el auge de la INQUISICIÓN (que se prolongará ha. Principios del s. XVIII). Las corrientes renacentistas penetran en la península.
Tras el matrimonio de ISABEL DE CASTILLA (1451-1504) con FERNANDO DE ARAGÓN (1452-1516), en 1469.
1474 ISABEL I ocupa el trono de CASTILLA y
1479 FERNANDO hereda el trono de ARAGÓN: UNIÓN DINÁSTICA. Ambos reinos, que reúnen unos 8 millones de habs. Mantienen sus respectivas Cortes, leyes, moneda, medidas y fronteras.
POLÍTICA INTERIOR. Incorporación de los maestrazgos de las Ordenes Militares a la Corona; disminución de la autonomía municipal (nombramiento de CORREGIDORES) y de las facultades de las Cortes; reforzamiento o ampliación de los Consejos (Ordenes, Aragón, Inquisición); creación de la Sala de Contadores (reorganización de la Hacienda); reforma del ejército (nuevo reclutamiento, soldadas) y de la justicia; consolidación del orden público (SANTA HERMANDAD); sujeción de la nobleza.
1480 Cortes de Toledo. Revocación de concesiones hechas a la nobleza bajo ENRIQUE IV: son restituidas rentas y villas a la Corona, pero se mantienen los privilegios anteriores a 1466. Establecimiento forzoso de judíos y musulmanes en barrios separados (=juderías, morerías). Franquicia para la importación de libros.
1480 ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN EN CASTILLA (BULA DE 1478) y del primer tribunal en SEVILLA. Pragmática (28-10) reduciendo las obligaciones serviles de los solariegos castellanos.
1485 RESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN EN ARAGÓN.
Las Cortes aragonesas piden la supresión del tribunal; al no ser atendidas, unos conjurados asesinan al Inquisidor de Aragón, PEDRO ARBUÉS. Tras la 2ª Guerra remensa,
1486 Sentencia arbitral de GUADALUPE: emancipación parcial de los payeses de remensa catalanes.
1487 Establecimiento de la INQUISICIÓN EN CATALUÑA. Pese a la oposición de los CONCELLERS de la ciudad, y en MALLORCA (1490).
1489 La Real Chancillería de CASTILLA fija su sede permanente en VALLADOLID.
1490 Boda de la primogénita ISABEL con el príncipe ALFONSO de PORTUGAL (y, a su muerte, con el rey MANUEL I) .
31-3-1492 Expulsión (salvo bautismo) de los JUDÍOS. Los CONVERSOS darán origen a una minoría de CRIPTOJUDÍOS perseguida por el SANTO OFICIO de la INQUISICIÓN (JUDAIZANTES, MARRANOS).
1492 conquista de GRANADA: FIN DEL DOMINIO MUSULMÁN. El Rey FERNANDO es herido en un atentado (Barcelona, 7-12).
12-10-1492 DESCUBRIMIENTO DEL NUEVO MUNDO – AMÉRICA.
Tras la invasión francesa de ITALIA, formación de la Liga de VENECIA y triunfo de los coaligados:
1493 Tratado de BARCELONA con CARLOS VIII DE FRANCIA: recuperación del ROSELLÓN y la CERDEÑA (perdidas en el reinado anterior). El Rey se compromete a no aliarse contra FRANCIA, excepto con el Papa: es el origen de las GUERRAS DE ITALIA. El Papa otorga el título de CATÓLICOS a los REYES españoles para compensarles del CRISTIANÍSIMOS concedido a los franceses.
1494 El Papado autoriza la reforma de las Ordenes religiosas de la Corona española. El movimiento reformador – disciplinario, no doctrinario – es dirigido por FRAY FRANCISCO JIMÉNEZ DE CISNEROS (1436-1517), que choca con la oposición del alto clero y de las Órdenes monásticas.
1496 Concluye la conquista de las CANARIAS, iniciada bajo ENRIQUE III. Boda de la princesa JUANA con FELIPE el HERMOSO: LA SUCESIÓN ESPAÑOLA pasa a la CASA DE HABSBURGO.
1502 Expulsión de los MOROS (salvo bautismo).
25-11-1504 (otros: 26 o 27) MUERE ISABEL I , que por TESTAMENTO había nombrado heredera a JUANA y regente a FERNANDO (CASO que aquella mostrase síntomas de locura). A la Regencia se opone FELIPE EL HERMOSO, apoya por la alta nobleza castellana.
1505 CORTES DE TORO: reconocimiento de la regencia de FERNANDO y promulgación de leyes (para CASTILLA) favorables a la FUNDACIÓN DE MAYORAZGOS. Por el pacto secreto de GRANADA (1501) LUIS XII y FERNANDO de ARAGÓN se reparten NÁPOLES; pero surgen conflictos de dominio y, tras el segundo matrimonio del Rey (con GERMANA de FOIX).
Oct. 1505 Paz de BLOIS (victorias del Gran Capitán: Francia reconoce el dominio español en NÁPOLES. Por la CONCORDIA DE SALAMANCA queda asociado FERNANDO a la Corona como GOBERNADOR PERPETUO (1ª Regencia).
1506 Cortes de VALLADOLID: JUANA y FELIPE son jurados reyes de CASTILLA. Presionado por la alta nobleza, FERNANDO se retira a ARAGÓN; pero a la muerte de FELIPE, comienza la
1507 2ª Regencia de FERNANDO (con CISNEROS).
1505-10 POLÍTICA AFRICANA. Inspirada por CISNEROS: tras la expedición a MELILLA (1497), conquista de MAZALQUIVIR (1505), P. De la GOMERA (1508), ORÁN (1509), BUJÍA y ARGEL (1510). La expansión concluye con la derrota de GELVES (151).
Como consecuencia de las victorias de la LIGA SANTA,
1512 FRANCIA es expulsada de MILÁN y FERNANDO logra la
1512 ANEXIÓN DE NAVARRA (que FRANCIA desea mantener en su esfera de influencia): el ejército del DUQUE DE ALBA expulsa a JUAN DE ALBRET.
1515 Derrota de MARIGNANO: perdida del MILANESADO.
1516 MUERE FERNANDO DE ARAGÓN, uno CATÓLICOS, que por testamento determina la
1516-1517 REGENCIA DE CISNEROS, a la que se opone ADRIANO DE UTRECHT, preceptor del nuevo monarca CARLOS I; pero finalmente sanciona el rey. Fundación de las GENTES DE ordenanza (mal recibida por el pueblo): levantamientos (fácilmente dominados) en CASTILLA y ANDALUCÍA.. Derrota en ARGEL (30-9-1516). Con la llegada de CARLOS I a CASTILLA concluye la regencia. CISNEROS muere antes.
Documento 9. AMÉRICO CASTRO. Recensión bibliográfica.
Vº CENTENARIO DE LA MUERTE DE ISABEL LA CATÓLICA en la
Parroquia Santísima Trinidad. Paso de los Andes. Córdoba Capital. Primera conferencia desde 1998, después del ACV. Nos encomendamos a SANTA HELISABETA y allá fuimos… ( el 21 de noviembre de 2004).
Agradezco al Dr. MARIO MENEGHINI y su esposa FABIELA que me estimularon para dar esta charla a mis amigos y camaradas. Siempre los recordaré.
NUNCA MIENTRAS VIVIEREIS DE APRENDER
SIEMPRE DE BUENAS COSTUMBRES TE DEVES PROVEER
CA POR MUCHO ESTUDIO EL SESO TE PUEDE CRECER
QUE LA SABIDURÍA GRAN USO QUIERE AVER*.
(Pseudo-Catón, Ed. De Pérez Gómez; Valencia, 1964). Si no fuera pseudo.
“TANTO MONTA, MONTA TANTO, ISABEL COMO FERNANDO”.
El reinado de los Reyes Católicos (1479-1517). Enrique IV de Castilla muere en 1474 y, en este mismo año, su hermana ISABEL, casada con FERNANDO (1469), hijo de JUAN II DE Aragón y de JUANA ENRÍQUEZ, es proclamada reina de Castilla. Se hallaba entonces la Península Ibérica dividida en cinco estados independientes: Castilla, Aragón, Navarro, Portugal y Granada.
ISABEL I y FERNANDO V, antes de morir JUAN II de Aragón (1479) figuraron solamente como reyes de Castilla. En efecto, cuando murió ENRIQUE IV (1474), ISABEL fue proclamada reina en Segovia y poco después era reconocido rey Don FERNANDO.
La Concordia de Segovia (1475): Don FERNANDO quiso hacer valer sus derechos a reinar en Castilla sobre los de su esposa. Basaba su reclamación en que era el descendiente varón más directo de ENRIQUE IV y en que en Aragón era costumbre de dar preeminencia a los varones sobre las hembras. No se sometió ISABEL a las exigencias de su esposo, por lo que el pleito se sometió al arbitraje del Cardenal MENDOZA y del arzobispo de Toledo, Don ALONSO CARRILLO. Estos insignes personalidades, considerando que no regía la ley sálica en Castilla, atestiguaron que la corona correspondía legítimamente a ISABEL; pero establecían que reinasen CONJUNTAMENTE los dos esposos. Símbolo de esta unión fue el lema: “TANTO MONTA, MONTA TANTO, ISABEL COMO FERNANDO”, que figura en muchos documentos de la época, junto con el YUGO y el HAZ DE FLECHAS, que simbolizan que “la unión hace la fuerza”. Las cláusulas más importantes de esta CONCORDIA DE SEGOVIA – cuyo original se conserva en el archivo de Simancas – son los siguientes: 1ª La justicia sería administrada mancomunadamente cuando estuviesen juntos, e independientemente, cuando separados; 2ª En la firma de documentos y en la acuñación de moneda, siempre en nombre de ambos y con la efigie de los dos, y 3ª En el nombramiento de cargos municipales y beneficios eclesiásticos se seguirá la opinión de la reina. El arzobispo de Toledo ALONSO CARRILLO y el cardenal Don PEDRO GONZÁLEZ DE MENDOZA tuvieron que desplegar gran esfuerzo e diplomacia para convencer a Don FERNANDO y evitar la ruptura definitiva de los soberanos.
En el mismo año que terminó la lucha dinástica y se reconoció a ISABEL como legítima reina de Castilla por la PAZ DE TRUJILLO (1479), moría JUAN II. El hijo de éste, Don FERNANDO, heredaba el reino de Aragón, quedando así UNIDAS LAS CORONAS DE CASTILLA y ARAGÓN.
La unión de Castilla con Aragón fue una mera UNIÓN PERSONAL de los monarcas, por lo que no hubo ninguna modificación esencial en la organización particular de ambas reinos. La UNIÓN POLÍTICA de Castilla y Aragón se realizó con los descendientes de los Reyes Católicos. En cuanto al pensamiento político de los Reyes Católicos, FERNANDO e ISABEL comprendieron tan admirablemente la esencia de la nacionalidad española, que su reinado se echan los fundamentos de la posterior grandeza de España. Se propusieron realizar en la Península la UNIDAD POLÍTICA, la Unidad territorial y la UNIDAD ESPIRITUAL.
Texto fundamental:
AMERICO CASTRO,”Origen, ser y existir de los españoles”, Taurus, Madrid, 1959, 174 pags. Col. Ser y Tiempo.
“Los Reyes Católicos, FERNANDO V e ISABEL, yacen sepultados en la Capilla Real de Granada, una maravillosa construcción, en la que se armonizan la tradición GÓTICA, el arte del flamenco ENRIQUES EGAS, el plateresco español y la expresividad plástica de los italianos. El grandísimo enterramiento fue labrado por el florentino DOMENICO FANCELLI, pero el EPITAFIO sería redactado por quien tenía cabal CONCIENCIA del SENTIDO dado por los españoles a la tenaz LUCHA de OCHO SIGLOS contra el ISLAM ,coronada felizmente para los CRISTIANOS con la toma de GRANADA el 2 de ENERO de 1492. Pues bien, la sencilla y sobria inscripción reza así:
“MAHOMETICE SECTE PROSTRATORES
ET HERETICE PERVICACIE EXTINTORES
FERNANDUS ARAGONUM ET HELISABETHA CASTELLE
VIR ET UXOR UNANIMES
CATHOLICI APPELLATI
MARMÓREO CLAUDUNTUR HOC TUMULO”.
¡¡SANCTA HELISABETTA, ORA PRO NOBIS¡¡ CASTELLE CATHOLICI APELLATI¡¡
El SENTIDO de la anterior inscripción es puramente RELIGIOSO, y nada en ella refiere a intereses políticos y seculares. Los Reyes FERNANDO V e ISABEL fueron llamados CATÓLICOS por haber derribado el poder de la RELIGIÓN ISLÁMICA y por haber reducido la OBSTINACIÓN de los JUDÍOS, empeñados en aguardar al MESÍAS. El título de CATÓLICOS dado desde entonces a los REYES de ESPAÑA posee diferente SENTIDO que el de “ROI TRÈS CHRÉTIEN” dado a los reyes FRANCOS y luego a los franceses, por los papas. El título de “TRÈS CHRÉTIEN” se refiere al CARÁCTER y a las funciones de la INSTITUCIÓN REGIA: el rey defiende a la Iglesia de CRISTO con las armas, mientras que el Santo Padre lo hace con sus plegarias. Este título corresponde a la misión secular que los reyes de FRANCIA se asignaron, y que expresa la frase GESTA DEI PER FRANCOS. Como he hecho ver en otras ocasiones, la MONARQUÍA FRANCESA usó los poderes divinos a fin de fortalecer su MISIÓN humana. Tal parecía ser el designio de los reyes VISIGODOS y del pontificado en relación con ellos, antes de sobrevenir el desastre de la CONQUISTA de HISPANIA por los MUSULMANES.
La función religiosa del Estado prevalecerá en adelante sobre lo SECULAR de sus actividades. De las TRES creencias que hasta entonces habían integrado la singular estructura de la vida española, una de ellas se elevaba sobre la ruina de las otras dos. Frente a tal horizonte, más ORIENTAL que occidental, quedará establecido el CARÁCTER de la MONARQUÍA española UNITARIA y CATÓLICA. El Estado español ingresó en el siglo XVI, encuadrado por una legalidad RELIGIOSA, SUPERESTATAL, e INCONMOVIBLE: el TRIBUNAL del SANTO OFICIO de la INQUISICIÓN. Lo cual, sin más, hace ver que la vida española se encontraba inclusa en la estructura espiritual de las dos creencias tan aniquiladas políticamente como vitalmente asimiladas. La tradición INQUISITORIAL de la ROMA PONTIFICIA se combinó en ESPAÑA con la de los MUSULMANES y con la de los JUDÍOS. Con lo cual, el funcionamiento del Santo Oficio Español (mantenido hasta 1833) carecía de análogo en Occidente; o sea, que el totalitarismo político-social en cuanto a la creencia religiosa acercaba a ESPAÑA más a la estructura de los pueblos ORIENTALES, JUDÍOS O MUSULMANES, QUE A LOS OCCIDENTALES – por europeos que en otros respectos fueran los españoles”. (Américo Castro, Op. Cit., p. 2-4) . Lucio Cornelio TÁCITO,(55?-117?),discípulo de QUINTILIANO, muestra en los “Dialogus de oratoribus”, así como en “Germania”, “Historiae” y “Annales”, grandes dotes narrativas y penetración psicológica; será el historiador SIN ODIO y SIN AMOR, “SIN IRA ET STUDIO”.
TRADUCCIÓN:
Vencida la secta mahometana,
Extinguida la obstinación herética.
Fernando de Aragón e Isabel de Castilla,
Varón esposo y esposa mujer llamados
Unánimemente Católicos,
Terminan esta tumba de mármol.
En efecto, también esta idea de la Monarquía, mucho antes de que se vislumbre el reinado de CARLOS V, mucho antes de que el descubrimiento de América ensanche tan insólitamente el dominio de nuestros reyes, tiene una manifestación en España, de modo que la idea secular de la Monarquía del mundo desde ESPAÑA. El fenómeno se produce en la segunda mitad del siglo XV, apenas aparece en escena la pareja de los futuros Reyes Católicos.
Un año antes de que FERNANDO e ISABEL ciñan la corona de Castilla, un barcelonés anónimo escribe en castellano un poema de salutación que se espera inminente. La ilusión, llena de un místico profetismo político, del hecho extraordinario que se avecina, le hace al desconocido poeta llamar al rey FERNANDO
“AQUEL QUE DEL MUNDO SE ESPERA MONARCA”.
Pocos años después, en una situación espiritual-política semejante a la del poeta de Barcelona, el bachiller PALMA, considerando que la batalla de TORO ha sido una reparación providencial por mano de los Reyes Católicos de la afrenta anterior de Aljubarrota, anhela y augura un próximo día en el que “los reyes de las Espannas del universo ayan monarchia”. También fray JUAN DE PADILLA espera que, por obra de los nuevos Reyes, España merezca “mayor monarquía” que fue la de CESAR. Y respondiendo a estas mismas ilusiones utópicas, quiliásticas, que con el advenimiento de FERNANDO e ISABEL se encendieron en España, fray IÑIGO de MENDOZA espera de la reina ISABEL,
“QUE DIOS FAGA EMPERATRIZ MONARCA”.
Texto fundamental:
Los cristianos luchaban para recuperar la tierra, no para acabar con una creencia que, con la judía, integraba el horizonte vital de los cristianos; con lo cual se ve claramente que, todavía en la primera mitad del siglo XIV, no se pensaba ni se sentía en la forma que refleja el EPITAFIO del sepulcro de los REYES CATÓLICOS.
Es inútil, por consiguiente, pretender ignorar que el motivo político-económico de la RECONQUISTA iba ligado prietamente a una concepción religiosa de la vida. Y, sobre todo, que el cristiano había adoptando estructuras sociales y formas de vida que preexistían en el vecino al-Andalus. La creencia había ido convirtiéndose en la base y también en el horizonte de la vida, de tal forma, que al cabo de ocho siglos los REYES CATÓLICOS pasan a la posteridad como destructores de las creencias musulmana y judaica, y como instauradores de una creencia única, dominante sobre la totalidad de la vida. Tal es el motivo de las tajantes diferencias entre ESPAÑA y el OCCIDENTE EUROPEO. Al llegar el siglo XVIII, los ESPAÑOLES se encontrarán desnudos de todo, menos de creencias y de puro dinamismo personal. Todo lo restante hubo de ser importado.
Hasta el siglo XV, la Guerra Santa había coexistido con una cierta forma de tolerancia, calcada también sobre el modelo islámico. Porque los españoles llegaron a ser españoles (es decir, lo que son y como son hoy, y no eran antes de la llamada Edad Media), gracias al ejercicio a que estuvo sometida la gente cristiana de la Península durante bastante siglos, unos siglos en que, por primera vez, el habitante de la Península fue el timonel de la nave de su vida, y no obediente servidor de pueblos servidor extraños. El habitante de la Península, antes del siglo VIII, había sido un instrumento en monos de quienes venían, ocupaban la Península y moldeaban, desde su propia vida, las de quienes estaban sometidos al invasor, y acababan de hacerse como él. No sabemos cómo aconteció esto antes de la dominación romana, pero sí conocemos la situación bastante bien entre los siglos I y VIII de la era vulgar: los habitantes de la Península en esos setecientos años obraron como ROMANOS y luego como ROMANO-VISIGODOS.
Antes de ser uniformadas por la lengua y por la civilización de ROMA, las poblaciones indígenas eran muy heterogéneas. No hay motivo para pensar que los habitantes de las Islas Baleares se entendieran con los de la costa oriental de la Península, ni que éstos hablaran como los de la costa occidental. Los colonizadores que vinieron antes de los romanos tuvieron a los indígenas. Los íberos de la costa oriental y los baleáricos combatieron con los cartagineses en contra de Roma, tanto en la península itálica como en la ibérica. Aquellos indígenas eran, además, materia dispuesta a recibir la estructura de civilización de quienes los dominaban y, en el caso de los ROMANOS, acabaron por asimilarse a ellos. En el siglo V, la casi totalidad de HISPANIA estaba tan romanizada y se sentía tan romana como el norte de ITALIA.
El sentido de la Reconquista consistió en que los cristianos luchaban a fin de “recobrar un modo de vida que presupone el dominio de la tierra, es decir, que exige los españoles dominen en España”. (KONETZKE).
Ahora Bien, una ruta de investigación, desde una perspectiva europea, pude hallarse en las obras de AMÉRICO CASTRO, y del hispanista francés MARCEL BATAILLON, cuyos libros deben hoy (1972) leerse con particular atención.
A modo de ejemplo y para que directamente se perciba la importancia, creo de interés leer algunas citas del libro capital de AMÉRICO CASTRO: “España en su historia, cristianos, moros y judíos”; que servirán de introducción y punto de apoyo a las consideraciones que siguen.
Referente a quienes contribuyeron a erigir la INQUISIÓN ESPAÑOLA, dice el autor:
“La mezcla de la religión con la vida civil, propia de las aljamas, pasarían luego a la sociedad de los siglos XVI y XVII, cuyo catolicismo estrecho y asfixiante, se diferencia tanto de la Europa coetánea como del de la España medieval. Percibimos ahora el remoto origen de las burlas de QUEVEDO en el Buscón cuando PABLOS amenaza con delatar a la inquisición a la mujer que ha llamado “pío pío” a las gallinas, por ser PÍO nombre de papas: “no puedo dejar de dar parte a la inquisición, porque sino estaré descomulgado”. Los ex rabinos que, en el siglo XV, planearon el Santo Oficio, lo concibieron como un BET DIN, lleno de crueles y minuciosas triquiñuelas, de delaciones y secretos” (pág. 560, op. Cit.)
En cuanto a la configuración de la mentalidad española de la contrarreforma agregamos:
“La tradición cristiana de CASTILLA no era lúgrube ni desesperada en los siglos XII, XIII, XIV y XV. El Poema del Mío Cid, la poesía de BERCEO, JUAN RUIZ, el marqués de SANTILLANA y JORGE MANRIQUE nos dejan en sustancia una impresión grata y de apacible serenidad. Mirando más tarde hacia fuera de España, ninguna literatura católica del siglo XVI posee nada equiparable a la ascética y la picaresca española, las cuales enlazan, sin embargo, con la tradición sombría de SEM TOB, JUAN DE MENA, RODRIGO DE COTA y FERNANDO DE ROJAS, continuada y expandida por legiones de conversos desesperados sin cómodo asiento en este mundo” (art. 575 o.c.).
“El concepto de contrarreforma, la defensa contra el protestantismo, no explica bastante el pesimismo, el ataque a la vida, la desesperación y el desengaño que desaniman y animan amplias zonas de la literatura del siglo XVI (pág. 572/573 o.c.) “...bajo es atmósfera oprimente florecerán la ascética y la picaresca, hijas gemelas de un judaísmo hecho Iglesia y de un cristianismo sin fe en el hombre”. (pág. 575 o.c.)
“El converso español no entonó su cántico desesperado en los siglos XV y XVI porque las circunstancias lo hicieran vuelto pesimista, sino porque aquellas circunstancias lo hicieron retraerse a las raíces más profundas de su existir. No sorprende que el judío se expresase así, sino que el cristianismo español fuera ensombreciéndose cada vez más hasta dar en una negación del mundo próximo al total nihilismo que en vano buscaríamos en Francia o Italia. (pág. 579 o.c.).
“Finalmente y con respecto a los vínculos de la Compañía de Jesús, la contrarreforma y los conversos leemos: “Ya señaló MARCEL BATAILLON la importancia de los cristianos de origen judaico en la reforma católica del siglo XVI (de lo que malamente y por imitación germánica se ha llamado contrarreforma) .(pág. 615 o.c.).
Yen la nota de la misma página (615/616 o.c.), dice AMÉRICO CASTRO:
“Justamente cuando me dispongo a terminar este libro, me llega una importante comunicación de mi amigo BATAILLON, que voy a tomarme la libertad de transcribir: “Una de las clases de mi curso en el “College de France” ha sido dedicado a los comienzos de la Compañía de Jesús. He estudiado especialmente su relación con el monaquismo. Había escrito, hace casi veinte años que el “monachatus non est pietas” de ERASMO pudo influir en IÑIGO DE LOYOLA, mientras era estudiante de Alcalá y determinar el carácter no monástico de sus proyectos religiosos. Cada vez estoy más convencido que aquellos participaron de una corriente antimonástica o “a monástica” de apostolado paulino. Esto aparece muy claro cuando se estudia su relación con la obra del Maestro JUAN DE AVILA, imitador consciente de SAN PABLO en su apostolado andaluz. El estudio simultáneo de los dos movimientos y del frustrado intento de fundirlos pone, además, de relieve la importancia en ambos del elemento de los cristianos nuevos, causa principal de la oposición del Cardenal SILICIO a la entrada de los jesuitas en su arzobispado. Me voy convenciendo que la reforma católica en España fue en gran parte, obra de conversos judíos (nota pág. 615/616 o.c.).
La Hispania de los visigodos había sido totalmente cristiana, con excepción de la minoría hebrea, muy maltratada por las leyes y sin función social reconocida y respetada. El judío no fue un elemento indispensable para el visigodo. Añádese a esto que el modelo de hombre (siempre hay alguno) descansaba sobre la tradición ROMANO-CRISTIANA-GERMÁNICA, según es visible en las actas de los concilios toledanos y en lo escrito por ISIDORO de HISPALIS sobre la educación de la nobleza, comentado por mí en La realidad histórica de España.
Más, a partir del siglo VIII, los núcleos de la resistencia cristiana tienen por inevitable horizonte y por fascinante modelo lo que acontece en la tierra enemiga, una tierra que no era simplemente islámica, sino, ante todo, lugar de estancia para un conglomerado ISLÁMICO-CRISTIANO-JUDAICO. Es ocioso discutir la proporción de gentes de origen árabe, sirio, egipcio, o beréber dentro de tal conglomerado; lo decisivo es que el mando y las jerarquías de valores dependían del Oriente musulmán.
Con la mira y la estima hacia él se constituyo una forma de sociedad, integrada por tres grupos de creyentes, dominados todos ellos por la lengua y por los estímulos valorativos venidos de ORIENTE. Los HEBREOS de al-ANDALUS escribieron en árabe sus obras mayores, incluso las gramáticas de su lengua. Su poesía u su arquitectura eran de inspiración ORIENTAL (lo que sobrevive de sus sinagogas en Córdoba, Toledo y Segovia LO HACE VER). Los Cristianos, o sea los MOZÁRABES, se rindieron al encanto de la cultura dominante, pues nada de igual valía tenían que oponerle, dado que la CRISTIANDAD fluctuaba entre una literatura pagana que había perdido su autenticidad, y una literatura cristiana en el latín que pocos entendían. Faltaba aún mucho para el nacimiento de grupos animados de un nuevo espíritu secular y político, y capaces de usar justificadamente la lengua hablada por todos.
Una sociedad integrada por esos tres sectores de población, cada con su peculiar creencia, no había existido durante la época visigoda. El hecho de existir ahora y de articularse entre sí esos diferentes grupos fue debido al ejemplo dado por el al-ANDALUS, al cual los reinos cristianos tuvieron adaptarse. Y al hacerlo, aquellos reinos se islamizaban en cuanto a su estructura social, montada sobre ejes de creencia en un modo sin paralelo en OCCIDENTE: CRISTIANOS, MOROS, JUDÍOS.
La diferencia con el al-ANDALUS era, sin embargo, radical, dado que allá el poderío y el prestigio cultural y económico eran musulmanes. En el Norte, la figura social aparece invertida, y en distinta disposición de VALORES: arriba, los cristianos, la decisión política y militar (los “hombres de fierro”); pero los otros dos vértices del triángulo, aunque dependían de los de arriba en cuanto a la autoridad que mandaba, no se hallaban enteramente abajo. Es decir, que la capacidad técnica era mora o judía.
Se produjo así una especialización de funciones – luego observables en la “morada vital” de los españoles – nacidos y formados como españoles precisamente así, conviviendo con moros y judíos. La idea de que los españoles son una sustancia esencial e inalterable, una especie de emanación de la tierra, los aires, las rocas y las aguas de la Península; que estaban ahí antes de venir los ROMANOS; que siguieron ahí después de acabarse los ROMANOS; que después soportaron con imperturbada pasividad el coexistir durante ochocientos años con moros y judíos – esa IDEA, dicho sea con el debido respeto, esa IDEA no corresponde a nada REAL.
El conjunto formado por CRISTIANOS, MOROS y JUDÍOS, la interacción de esos tres sectores entre ellos, no es ninguna TESIS, es una REALIDAD. El sector cristiano, el que a la postre se quedaría solo, tomó la forma interior labrada por su continuo ajuste con los otros dos. Ante la obstinación, estruendosa o silente, de tantas plumas, conviene recordar que en ningún Estado OCCIDENTAL (incluso el Vaticano) desempeñó la religión funciones tan amplias y exclusivas como en ESPAÑA y PORTUGAL.
CECIL ROTH, “Los judíos secretos – HISTORIA DE LOS MARRANOS”, Altalena, Madrid, 1979. 273 Págs.
Nota pág. 204: “Compárese el testimonio de un erudito contemporáneo: “¿Qué puedo decir de España y Portugal, donde casi todos los príncipes, los nobles y los comunes descienden de judíos apóstatas? Este hecho es tan conocido allí que nadie lo duda... Los monasterios y conventos están llenos de judíos, e incluso muchos canónigos, inquisidores y los mismos obispos son de origen judío. Muchos de ellos son judíos convencidos de corazón, aunque por amor de los bienes de este mundo fingen creer en el cristianismo. Algunos sienten luego remordimiento de conciencia y, si hallan oportunidad escapan. En Ámsterdam y en otros lugares hay agustinos, franciscanos, jesuitas y dominicanos que son judíos. En España, por otra parte, hay obispos y frailes observantes cuyos padres y parientes viven aquí o en otras ciudades para poder practicar la religión judía”. –(LIMBORCH, Amica Collatio, págs. 102, 209, 276. La autoridad de esa afirmación es la de ISAAC OROBIO DE CASTRO, acerca del cual véase más adelante).
Si se incluyen hombres de origen parcialmente marrano, la lista sería más grande y más distinguida, con mucho: véase el caso de LUIS DE LEÓN, el muy distinguido poeta y teólogo español; cuando la Inquisición lo arrestó e investigo resultó ser un octavo nuevo cristiano. Los antecedentes de Santa Teresa de Ávila eran similares.
Pág. 218-219:
“Es habitual hablar de la Expulsión de los Judíos como golpe fatal a la grandeza de España. Por supuesto, al hacerlo así se comete una indudable exageración. La época más gloriosa de la historia de España, la de la Conquista de América, de los Conquistadores, del Gran Capitán, de VELÁSQUEZ, de CERVANTES, se dio cuando no quedaron en el país judíos profesos. Del mismo modo, en Portugal, el período en que el gran imperio colonial se construyó, en que floreció la arquitectura manuelina, en que GIL VICENTE y CAMOENS escribieron sus obras inmortales, fue el que siguió a la obligada conversión de 1497. Continúa siendo tema de especulación qué proporción de aquellos a quienes se debe la grandeza de los dos países tenía sangre judía en las venas; hasta donde contribuyó esta sangre judía en sus logros, y cuánto mayor progreso se habría alcanzado si los judíos, como cuerpo, hubieran podido colaborar en ella. A pesar de todo esto, hay que reconocer que la decadencia de ESPAÑA y PORTUGAL comenzó mucho después de la expulsión de ambos países. Por otra parte, cuando se produjo, fue de modo tan rápido y completo que quizá no tiene paralelo en la historia. Pero no por ella se ha considerar a la Inquisición como libre de culpa. Fue promovida por motivos verdaderamente religiosos, si bien equivocados, sin duda alguna. No dejó de tener a su lado bueno y aun beneficioso. Sin embargo, a lo largo de muchas generaciones se dedicó sistemáticamente a aniquilar aquella libertad de pensamiento sin la que ninguna civilización puede progresar, ni ningún país conservar la propia. Sus métodos de actuación estaban calculados de modo que con frecuencia causaban cataclismos en el comercio del país y debilitan el sentimiento de estabilidad, esencial para el bienestar económico. Por añadidura, se dedicó a llevar a cabo una venganza contra una clase de la población – los nuevos cristianos – peculiarmente dotados de las cualidades intelectuales que promueven el progreso. Miles de ellos fueron quemados; decenas de millares, obligados a emigrar; una gran proporción, aún, a sofocar sus naturales inclinaciones. Durante un período de siglos privó sistemáticamente a la Península de algunos de sus mejores intelectos. En tales circunstancias, el progreso es inconcebible. Lo extraño es, quizá, el hecho de que los reinos portugués y español pudiesen mantener durante tanto tiempo una semblanza de su anterior grandeza”.
Terrena y espiritualmente, los tres pueblos y sus tres modos de ser creyentes convivieron como una unidad-oposición que no llegó a crear un orden de vida en donde todos ellos se entrelazaran en paz y concordia. Lo grave, y la razón del tremendo drama, es que aquella convivencia había sido provocada por circunstancias puramente prácticas, advenidas y no planeadas. Su resolución en unidad, por el contrario, sólo era posible en la idea divina, en el infinito, en donde convergen las paralelas. Pero ni la unidad circunstancial, forzada por los acontecimientos, ni el zenit de lo divino eran estancias cómodas para la conducta y comportamientos de cada día. Éstos, para ser plenamente humanos y satisfactorios (es decir, estables y fecundos), requieren leyes, además de escritas, vividas con gusto, en las cuales el deber ser y el poder ser se abracen y el poder ser se abracen fraternalmente.
La verdad – la realidad – es que el cristiano no habría podido llevar adelante su guerra de Reconquista, si no hubiera dispuesto el funcionamiento de su vida – sus comportamientos interiores y externos – en tal forma que su existir social incluyese también la aceptación de sus enlaces con MOROS y JUDÍOS – enlaces implícitos en sus modos de valorar de planear dentro de su propia vida interior.
Simultáneamente, con la reconquista material de las tierras, el cristiano tuvo que entablar, en el fondo de su CONCIENCIA, una lucha “axiológica” con los moros y con los judíos, sus indispensables vecinos. Intentemos ver nuestro problema con cierta claridad. Los núcleos cristianos lograron por primera vez, y en forma definitiva, detener y rechazar gentes de fuera, llegada a la Península a fin de adueñarse de su tierra y de sus gentes.
Los cristianos mozárabes acabaron por ser dominados culturalmente por los musulmanes, y en el siglo XII fueron barridos por los almohades. Los usos exteriores e interiores de los mozárabes que hallaron en el Norte, eran predominantemente musulmanes. Entretanto, los cristianos que iniciaron tan eficazmente su resistencia, necesitaban para subsistir el ejemplo y las técnicas del enemigo. Ayuda considerable allegaban los judíos, perseguidos a muerte en la época visigoda, y ahora cada vez más indispensables e importantes como lo eran entre los musulmanes de al-Andalus, en ocupaban, a menudo, puestos de gran distinción. O sea, que los cristianos trataron a los judíos como hacían los musulmanes: de éstos lo aprendieron. Lo mismo aconteció en numerosas ocasiones, y todavía en tiempo de los Reyes Católicos eran los judíos los encargados de pagar a la Santa Hermandad. Una inscripción hebrea en la sinagoga del Tránsito, de Toledo, reza así: “El rey de Castilla ha engrandecido y exaltado a Samuel Leví; y ha elevado su trono por cima de todos los príncipes que están con él... Sin contar con él, nadie levanta mano ni pie”.
El victorioso cristiano de la Reconquista – alma y brazos de “fierro” – tuvo que salvarse a sí mismo emprendiendo la “reconquista” de sí mismo, la de su propia estimación. Sin cálculo ni designio consciente, el cristiano fue sintiéndose de más valer por ser importante su empresa bélica, y por creer a pie juntillas que SANTIAGO, SAN ISIDORO o SAN MILLÁN, luchaban visiblemente a su lado. El sentimiento del pueblo preferido divinalmente se hizo solidario del sentirse importante como PERSONA. El hombre LIBRE de Castilla Y DE Aragón se libre, porque como siervo no habría sabido ni podido luchar. La conciencia de hidalguía, de señorío, creció simultáneamente con el afán de tomarle la tierra al moro o al cristiano vecino. Se trata, precisamente, de lo que el cristiano de la RECONQUISTA HIZO y CREÓ con su potencialidad psíquica, con su fe, con su esperanza en sí mismo.
Texto fundamental:
El 26 de noviembre de 1504 expiró. Tenía 53 años y había cumplido casi 30 años desde que subió al trono. La comitiva de duelo partió de Medina del Campo, mientras el pueblo español, en un silencio dolorido, se agolpaba a su paso. Atravesó las tierras de Castilla, tan llenas de reminiscencias para ella. En todas partes, grandes multitudes, a pesar de las tormentas y de las lluvias. Casi un mes duró la marcha por las tierras de Castilla, hasta que por fin llegó a GRANADA, “esa ciudad – había escrito la REINA – que la tengo en más de mi vida”. Tal como lo deseó, fue enterrada en el monasterio de SAN FRANCISCO DE LA ALHAMBRA. Cuando muera Fernando V, CUMPLIÉNDOSE OTRA DE SUS VOLUNTADES, sus restos serán trasladados a un espléndido mausoleo en la Capilla Real de la Catedral de GRANADA, donde hoy reposan, junto los dos.
Sin embargo, nosotros, sus hijos de AMÉRICA, “sus vasallos”, la seguimos considerando como a nuestra gran Reina, y nos gozamos en llamarla ISABEL
“LA CATÓLICA”, que es el título otorgado a ella y a su esposo por una Bula del 9 de diciembre de 1496, en atención a su PIEDAD, SENTIDO DE JUSTICIA, victoria sobre los INFIELES, defensa de la Fe, y especial celo en la protección de la Iglesia.
Las líneas maestras del gobierno de ISABEL LA CATÓLICA son:
En lo que toca a la política de unidad nacional: La clave de la Historia de ESPAÑA está en la lucha entre el signo de la UNIDAD, representado, a sus tiempos, por el Imperio de Roma, por la monarquía de LEOVIGILDO, por el califato de Córdoba, por la política de los sucesores de SANCHO EL MAYOR, por FERNANDO e ISABEL, por AUSTRIAS y BORBONES; y el germen de la DIVERSIDAD, siempre en actividad morbosa, aunque a veces oculta, que engendra la multiplicidad de tribus de la HISPANIA pre-romana, los reinos de Taifa y los reinicitos rivales de la Edad Media, la fiebre separatista de 1640, las juntas locales de 1808, los cantones de 1873, la república MASÓNICA Y COMUNISTA de 1931. Desesperaban los hombres; pero ya la Providencia tenía dispuesto quien trajese a las ESPAÑAS: “UNA LEY, UN IMPERIO, y UNA ESPADA”. Con su matrimonio con Don FERNANDO. Terminaba con éxito la guerra civil, y habiendo heredado Don FERNANDO, a la muerte de su padre, la corona de ARAGÓN, quedaba consumada la integración de los reinos españoles hasta entonces dispersos. Sólo faltaba incorporar a ellos los señoríos islámicos, sin dejar de lado el reino de NAVARRA, que sería anexado más tarde. Conquistado por fin el reino de GRANADA, ultimándose así la secular epopeya de la RECONQUISTA, la Península quedaba prácticamente bajo una misma corona, haciéndose realidad el SIMBOLISMO heráldico del YUGO y las FLECHAS. La monarquía incrementó el poderío del país, logrando ESPAÑA una notable proyección al exterior. Como dijo SALVADOR DE MADARIAGA, ESPAÑA será “la primera gran nación que alcanza talla de tal”.
Doña ISABEL es un arquetipo de estadista difícilmente superable. Y como mujer, madre, reina, fue sin fallas, ejemplar. WASHINGTON IRVING, historiador norteamericano del siglo XIX, tenía razón al llamarla “uno de los más puros y hermosos caracteres de las páginas de la historia”.
Tres días antes de morir, DOÑA ISABEL hizo algunos anexos al documento donde, entre otras cosas, encarga a Don FERNANDO y a sus sucesores, que nombren una junta de letrados y personas doctas, para que recopilen todas las leyes del reino, reduciéndolas a un solo cuerpo, donde estén “ordenadamente por sus títulos, por manera que con menos trabajo se puedan saber”. Agrega, asimismo, especiales en relación con el trato que hay que dar a los naturales del Nuevo Mundo, rogando al Rey y a sus sucesores que pongan toda su diligencia “para no consentir ni dar lugar a que los moradores de las INDIAS y Tierra Firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes, sino que sean bien y justamente tratados y si algún agravio hubiesen recibido, se les remediase y proveyese”.
En la partida bautismal de América o del Nuevo Mundo queda fijado su destino: “INCORPORAR ESTAS TIERRAS A LA FE CATÓLICA”. (De aquella cláusula del Testamento de la Reina ISABEL LA CATÓLICA).
En cuanto a la Política religiosa de los Reyes Católicos, la actuación en la cuestión religiosa es uno de los más interesantes y apasionadores problemas históricos del gran reinado y el único acaso en que su política ha sido discutida y aún juzgada con extrema dureza. La historiografía protestante y liberal ha visto en ella un atentado a la libertad humana y a los derechos del hombre y ha enjuiciado conforme a la sensibilidad que la Enciclopedia francesa impuso en toda Europa a mediados del siglo XVIII, instituciones y hechos que solamente pueden ser bien comprendidos situándolos en el ambiente de su país y de su siglo. En ESPAÑA, la reforma religiosa se hizo con una ortodoxia perfecta y en sumisión constante a la SANTA SEDE. El impulso de esta gran obra lo dio el genio católico y el fervor ascético y místico de DOÑA ISABEL. La obra reformadora tiene tres aspectos esenciales: la reforma del clero secular y regular, la unidad religiosa en la LEY, y en su complemento, o sea, el TRIBUNAL DE LA INQUISICIÓN. Lo resolverá con SANTA ISABEL LA CATÓLICA: ella detuvo por igual a moros y judíos. Combatió las acechanzas y las maquinaciones procedentes de las mezquitas o de las sinagogas. Doblegó tanto los errores de procedencia talmúdica como los de inspiración coránica. ELLA RESTITUYO CRISTO A ESPAÑA Y ESPAÑA A CRISTO. ESE ES EL ÚNICO CAMINO.
Por último:
...Recibió el Santo Viático y la sagrada Unción, no consintió que ninguna mujer, aunque fuese de sus privadas, le tocase sus carnes, ni le descubriese sus pies, y pidiendo perdón de sus culpas, dio su alma a Dios en 27 de noviembre de dicho año de 1504, habiendo veintinueve años y cinco meses y catorce días que reinaba, siendo de edad de cincuenta y tres y siete meses y tres días...
“¡ESPAÑA, EVANGELIZADORA DE TODO EL ORBE; ¡ESPAÑA, MARTILLO DE HEREJES; ¡LUZ DE TRENTO; ¡ESPADA DE ROMA, ¡CUNA DE SAN IGNACIO...!
ESA ES NUESTRA GRANDEZA Y NUESTRA UNIDAD: NO TENEMOS OTRA”. (MARCELINO MENÉNDEZ Y PELAYO)
“POR TI, PORQUE EN EL AIRE EL NEBLÍ VUELE, ESPAÑA, ESPAÑA,
ESPAÑA ESTÁ EN PIE FIRME, ARMA EL BRAZO Y EN LO ALTO LAS ESTRELLAS”. (De GERARDO DIEGO”)
Texto final:
El día 26 de noviembre del año de gracia de 1504 entregó a Dios su excelso espíritu en sus palacios de Medina la buena Reina ISABEL. PEDRO MARTIR DE ANGHIERA buscó en su mejor las ponderaciones más elegantes para dejar a la posterioridad un cuadro del dolor de la corte. En una peregrinación que duró casi un mes, el féretro de la reina fue llevado en viaje postrero por aquellos campos de Castilla y de Andalucía que tantas veces ISABEL había corrido en su afán de cumplir con el deber que el cielo le entregara con la corona: de Medicina a Arévalo; de aquí a Cardeñosa, a Cebreros, a Toledo, a Manzaneros, a Palacios, a El Viso, a Barcas de Espelúy, y, por Jaén y Torre-Campo, al convento de SAN FRANCISCO DE LA ALAMBRA. Las lluvias del otoño convertían en fangales los campos y los caminos en torrenteras. De las aldeas y de los caseríos los campesinos salían a contemplar en la desolación de los días otoñales el arca que contenía aquel gran corazón que había amado sobre todo a los obres y desamparados de la tierra.
FERNANDO aún corrió tierras y pasó mares: aún guerreó y enredó a otros príncipes en las sutiles redes de su ingenio; al cabo, en 23 de enero de 1516, errante, como había vivido; casi solitario, como placía a su espíritu, acudió a aquella solemne cita que en su testamento le hiciera su enamorada mujer: “Porque siempre se acuerde de que ha de morir, e que le espero en el otro siglo; e con esta memoria pueda más santa y justamente vivir”.Allí en la capilla real de Granada, duermen eternamente ayuntados así como la ternura de ISABEL quería, “porque el ayuntamiento que tovimos viviendo, e que nuestras ánimas espero en la misericordia de Dios ternan en el cielo, lo tengan e representen nuestros cuerpos en el suelo”. ¿Quién recuerda que FERNANDO conoció otros menores y fue por algún tiempo infiel al signo de la unidad? FERNANDO e ISABEL pasan a la Historia juntos y enlazados, como sus emblemas en el blasón de ESPAÑA, como el haz y el yugo de sus divisas, como sus bustos en las monedas. Sus cualidades, tan diversas, se concertaron en una obra común: UNIR A ESPAÑA y LANZARLA POR LOS CAMINOS DEL IMPERIO.
Bien pudieron, al dormirse para siempre, inundar su espíritu en la paz de los que han cumplido valientemente con su deber inmenso, difícil y ingrato. No hubo sendero trazado por la Historia que ellos no siguieran; a ellos les tocó en suerte consumar los ideales que sus antepasados habían alentado durante siglos: la UNIDAD NACIONAL, la creación de un Estado fuerte (no autoritario), la consumación de la RECONQUISTA (años: 711 al 1492), la UNIFICACIÓN RELIGIOSA, el dominio del Mar Mediterráneo y la costa atlántica de África.
Pero al mismo tiempo que habían cerrado unos caminos, otros quedaban abiertos para saciar la inquietud de ESPAÑA. La ruta de las CARABELAS de COLÓN y aquella cláusula del testamento de ISABEL que designaba para suceder en el reino a JUANA, esposa de FELIPE de AUSTRIA y madre ya nacido con el siglo (1500), bajo el signo cesáreo (CARLOS V, emperador de Occidente), dejaban ya tarea preparada para el afán de muchas generaciones.
Antes de acabar el de 1504 cayó sobre ESPAÑA la más áspera de las DESDICHAS. No anda en coplas la muerte de la REINA ISABEL; pero en prosa recia y sosegada nos ha quedado su voluntad, tan clara como su vida; en todo piensa cuando siente llegar la muerte, y a todo acude con la recomendación o con el mandato. No había de olvidar por eso en su testamento la que había sido la mayor de sus horas; así es como, movida por el deseo de ganar almas para el reino de CRISTO, angustiada por el dolor de tantos desdichados reducidos a cautiverio por los moros y acicateada la dignidad por la osadía de sus piraterías y pillajes, encarga estrechamente a la Princesa, su hija y al Príncipe, su yerno: “...QUE NO CESEN EN LA CONQUISTA DE ÁFRICA e DE PUGNAR POR LA FE CONTRA LOS INFIELES”.
Segovia, 1939 - JUAN DE CONTRERAS, Márques de Lozaya. Págs. 228-230. “Los orígenes del Imperio”. Rialp, Madrid, 1966.
A ISABEL, LA CATÓLICA
CON EL YUGO Y LAS FLECHAS Y LA ESPADA
MI SEÑORA ISABEL, MI REINA SANTA –
AMÉRICA TE AGUARDA EN EL DESIERTO. (Antonio Caponetto.)
(X): Académico de la Historia, MANUEL FERNÁNDEZ ALVAREZ. Isabel la Católica, FUERA DEVOTA Y PROFUNDAMENTE RELIGIOSA, NO LA CONVIERTEN EN SANTA. Libro Espasa-Calpe. Personajes de los siglos XVI-XVII. “Carlos I, el césar y el hombre”. Felipe II. El libro más premiado:1998. Juana la Loca. “una documentación exhaustiva y un análisis de cada acontecimiento”. DIOS EN EL CAMINO DE LA REINA. Llevada de su mano. Eso no la hace santa. Episodios trascendentales de la historia de España. Camino de la Santidad. Final de su vida: tolerante y compresiva. ALMA FRANCISCANA. Juana la Beltraneja, legítima. LEMA: MONTA TANTO... tanto monta, Isabel como Fernando.
20-11-36: JOSE ANTONIO PRIMO DE RIVERA. 20-11-75: FRANCISCO FRANCO .1810. Invasión napoleónica España; profanación y aventan al viento de REYES CATÓLICOS.
ISABEL resultó ser una mujer de talento, una de las más espléndidas mujeres de la Historia. Tenía salud, valor, inteligencia, belleza y una fe invulnerable de que, si servía a Dios debidamente, ÉL la ayudaría a ganarse el trono de su padre y restablecer la paz en un país infestado de bandoleros, asesinos, degenerados, usureros, recaudadores de contribuciones, charlatanes y canallas de mil especies. A los diecisiete años, en contra de las órdenes de ENRIQUE y de las maquinaciones del Marqués de Villena, ella siguió el consejo del Arzobispo de Toledo, el guerrero CARRILLO, y arregló en secreto su boda con el joven FERNANDO de Aragón.
ISABEL se alojaba con frecuencia en Segovia, de donde era Obispo don JUAN ARIAS DÁVILA, miembro de una poderosa familia judíacatólica, y gobernador real otro converso, ANDRÉS CABRERA. Allí se hallaba cuando murió ENRIQUE, en diciembre de 1474. CABRERA tenía suficiente poder para decidir para decidir si debía ser proclamada Reina de Castilla ISABEL, antes de que los partidarios de la BELTRANEJA pudieran obrar. Partidario como era de la causa de ISABEL, por influjo de su mujer BEATRIZ de BOBADILLA, amiga desde la infancia de la Princesa, tenía además profunda enemistad contra PACHECO, que le había traicionado e intentado matar. También es posible que se sintiera cautivado por la majestad de ISABEL – como tantos hombres lo fueron -, quien había renunciado a la Corona que le ofreciera el Arzobispo CARRILLO en vida de ENRIQUE, por no sublevarse contra el legítimo soberano, y sólo hacía un año que había rechazado la sugestión de algunos fanáticos de su propio sector de Valladolid de que ganaría poder evitando una matanza de conversos. En tan crítico momento, el gobernador judíocatólico se decidió por ISABEL, y el día de Santa LUCÍA, sobre un caballo blanco, con CABRERA a un costado y el Arzobispo al otro, subió a una plataforma en la Plaza Mayor, donde una gran corono de San FERNANDO le fue colocada sobre sus rubios cabellos, arrodillándose delante del Gobernador para entregarle las llaves del Alcázar, donde estaba guardado el tesoro de Castilla.
Seguramente, Fray TOMÁS DE TORQUEMADA, entonces Prior del convento de Santa Cruz, fue testigo del histórico suceso y oiría los gritos de “¡VIVA LA REINA!”, “¡CASTILLA, CASTILLA POR LA REINA ISABEL!” Debió de escuchar los clamores de las campanas de toda la ciudad y las lombardas detonando desde las viejas murallas.
Es muy probable que fuera uno de los numerosos notables de la ciudad que avanzará a besar la mano de la Reina prometiéndole fidelidad. Acaso ese día vió por primera vez su cara, y en ella, como tantos otros, la única esperanza para el cristianismo y la civilización en España.
ISABEL estaba entonces en sus veintitrés años; bien formada, vigorosa (una gran amazona), con la tez blanca y ojos azules con reflejos verdes y dorados. Desde su infancia, a pesar de la corrupción de la corte de EL IMPOTENTE, había conservado integridad e inocencia, que la hicieran irresistible a los buenos y que aterraba a los malos. No teniendo más que a Dios, había pasado milagrosamente por muchos peligros; era como un ser distinto de todos, señalado para una gran misión. Sólo siendo así pudo afrontar la enorme tarea que ante ella se abría. Portugal se hallaba a punto de declarar la guerra a favor de la BELTRANEJA, sobrina del gordo ALFONSO V. En Castilla no había ejército que mereciera tal nombre. Nobles, ladrones y merodeadores libraban guerras en privado, despojaban al pobre, saqueaban y quemaban a placer. Las riñas de linaje y las de carácter personal asolaban algunas provincias y grandes ciudades. Granada estaba ocupada aún por los moros, y éstos, con refuerzos del África, podían en cualquier momento sembrar de fuego y de armas, como en el siglo VIII, toda la Península. Los tiempos clamaban por un hombre fuerte y del genio de San FERNANDO, para imponer paz y orden. ¿Qué podría hacer una mujer? Sin embargo, en esta mujer residía algo que obligaba a los hombres a creer en ella.
Por esta época, o algo después, Fray TOMÁS DE TORQUEMADA se hizo confesor de esta criatura del destino. El cargo no fue de su elección, pues él no deseaba afrontar la responsabilidad, pues él no deseaba afrontar la responsabilidad espiritual de los Reyes. Pero ya tenía una reputación considerable en Segovia como director de almas, sabio y comprensivo. Entre sus penitentes se hallaban HERNÁN NÚÑEZ ARNALT y su mujer, Doña MARÍA DÁVILA. NÚÑEZ ARNALT llegó a ser secretario de la Reina ISABEL y su mujer, dama de su compañía. Sabiendo que los Reyes buscaban un buen confesor, Doña MARÍA recomendó al Prior de Santa Cruz. Al principio, él declinó la honra; insistió la Reina, y aceptó. Generalmente, ISABEL conseguía lo que quería.
La historia relatada por historiadores de la Inquisición, acerca de que fray TOMÁS aprovechó esta oportunidad para sugerir a sus reales penitentes el establecimiento de una Inquisición en Castilla, parece de leyenda. Aunque sí es evidente que tuvo gran influencia en ellos en sus consejos. Los monarcas tenían en alta estima su carácter, sus juicios, y trataban de mostrarle su gratitud por los medios usuales. Al correr del tiempo, como las principales sedes, le ofrecieron, primero, hacerle Arzobispo de Toledo; después, Arzobispo de Sevilla. De haber sido fray TOMÁS un hombre ambicioso, es indiscutible que hubiera llegado a Cardenal, como su famoso tío, y tal vez hubiera podido aspirar a Papa... Pero siempre prefirió continuar como simple fraile.
Por algún tiempo se eclipsa su figura, mientras cabalga la Reina hacia el Oeste para ayudar a su marido, que está en guerra contra los invasores portugueses. Después de la decisiva batalla de FERNANDO, con su victoria, en Toro, la Reina galopó alrededor de la comarca, celebrando consejo en todas partes donde se hallaba, escuchando quejas contra asesinos, ladrones y demás gente criminal y ordenando que fueran castigados con la pena de muerte si eran culpables, sin otra dilación en su juicio que la indispensable para que se se confesaran. Evidentemente, esta joven rubia que tuvo tiempo, en medio de actividades militares y judiciales, de dar a luz CINCO hijos en el transcurso de dieciséis años, que aprendió latín a conciencia, que oía misa a diario y leía su breviario como una monja, que ni siquiera pestañaba al alejarse en su caballo blanco, después de ordenar con viveza: “¡FUERA SU CABEZA!”, era algo extraordinario.
Objetos robados fueron recuperados, los criminales empezaron a temer derramar sangre, las personas decentes pudieron otra vez dormir profunda y tranquilamente en sus lechos... En Sevilla, famoso centro del crimen, hizo ejecutar la Reina tan número de maleantes, que el anciano Arzobispo acabó por interceder para que la justicia no se olvidara de la clemencia. Consiguió, aunque no sin esfuerzo, que dos poderosos nobles dieran por terminada una guerra particular y que se unieran para el servicio de su patria.
En aquella época, fray TOMÁS DE TORQUEMADA se hallaba desempeñando un deber muy grato. Su penitente HERNÁN NÚÑEZ ARNALT había muerto, dejando en su testamento con qué proveer, entre otras cosas, para la construcción de un nuevo monasterio dominicano en Ávila. Habiendo nombrado a fray TOMÁS como ejecutor, éste se encontraba allí en el año 1479, inspeccionando los comienzos de uno de los más bellos monumentos arquitectónicos de toda Europa, el convento dominicano que se llamó como gran tocayo el de AQUINO.
Entre tanto, ISABEL y FERNANDO habían llegado a adoptar una decisión: querían la garantía de que la paz y prosperidad que tanto les costo conseguir fuera permanente. Habían restaurado el ideal medieval de la familia y conseguido de los grandes nobles que no lucharan unos con otros y que dejaron de oprimir a las clases bajas. En España, este ideal iba unido a un laborioso sistema de gobierno representativo. Las ciudades y los pueblos mandaban sus procuradores a las Cortes, que se oponía al propio Rey si éste atentaba contra los FUEROS que asentaban irrefutablemente los derechos del hombre, derechos sobre los cuales siempre había insistido la Iglesia Católica. Por ejemplo, sin el consentimiento de las Cortes el Rey no podía disponer de los fondos públicos. Por otra parte, tenía más libertad en asuntos administrativos que el moderno Rey constitucional; el derecho a la vida o muerte, por ejemplo, sobre sus súbditos, pero entendiendo siempre que si no respetaba los Fueros, sufriera la rebelión que se su acto ocasionaba. El sistema había triunfad con Reyes enérgicos o con Reyes débiles bajo el influjo de sabios consejeros. ISABEL y FERNANDO querían perpetuarlo, pero el paso primero era asegurar a la España cristiana que ningún talón extranjero caería sobre ella.
En resumen: el poder musulmán, que gradualmente había ido siendo empujado más allá de las montañas de Granada por olas sucesivas de reconquista a través de los siglos, tenía que ser desterrado o aniquilado. Lo cual significada guerra larga y costosa. Que era inevitable parecía claro de entender, cuando MULEY ABOUL ASAN, después de pactar con los reyes una tregua de tres años, invadió en 1478 Murcia con 4.000 caballos y 30.000 infantes, matando a toda a toda la población de Cieza, compuesta de mujeres, hombres y niños. ¡La “guerra total” no es un descubrimiento moderno! Se practicó, a un ritmo más lento, por los mahometanos de la Edad Media. Con semejantes vecinos en el Sur, los castellanos tendrían que luchar tarde o temprano, quisieran o no.
Es axiomático que, en tiempo de guerra, un país debe sostener unidad de deseo y objeto, y ello no existía aún España. Los viejos reinos aún conservaban su independencia y soberanía; ISABEL era Reina de Castilla yu León, y tuvo buen cuidado de que su marido fuera allí Rey sólo por cortesía, mientras gobernaba en efecto sus ancestrales reinos de Aragón, Cataluña y Valencia. Cierto que tan extraordinaria pareja era compatible y razonable, que en todo asunto importante, como dijo alguno de sus cronistas, “actuaban cual una sola persona”. Por lo cual, si no de manera legal, sí virtualmente existía ya una unidad de gobierno en los reinos cristianos.
Comenzaba a evidenciarse ante ellos, así como para un cristiano español meditativo cual TORQUEMADA, que algo habría que hacer con el problema judaico antes de emprender la guerra final de liberación. No se trataba del problema religioso de los judíos de la Sinagoga, pues sus derechos a la libertad de cultos estaban reconocidos; tampoco del conflicto de razas, propio de los modernos tiempos. Los inteligentes católicos españoles no se entregaban a la estúpida y anticristiana teoría de que los judíos eran esencialmente diferentes e inferiores, como seres humanos, a los otros hijos de Adán. La mayor dificultad con que se enfrentaron ISABEL y FERNANDO nació de la presencia de una grande y poderosa clase de judíos cristianos. Por doquier escuchaba la joven Reina que aquellos CONVERSOS, como se denominaban, no eran cristianos sinceros en su mayoría, y que por eso no se podría contar con ellos en tiempos de guerra.
Mucho más complicado de lo que parecía era el problema. Esos modernos historiadores que con tanta facilidad usaron de la palabra “fanatismo” para explicárselo todo, no calaron bien en el conflicto. Allí existía algo más que la opresión de una minoría por una mayoría. Era un problema de tiempo atrás entre poderosos adversarios, en un principio descrito por San PABLO y San JUAN, y predicho por el mismo CRISTO, y España se había convertido en campo de batalla. Ahora bien, los conflictos tienen siempre un modo de acentuar cualidades útiles al caso, reprimiendo otros, y así fue entonces. Se sabía que los judíos habían pensado construir en España, como en otros sitios, una nueva Jerusalén; consciente o inconscientemente, dedicáronse a trabajar en común con tal fin, ofreciendo además tal resistencia a la asimilación como podía esperarse de un pueblo en su en su día escogido y luego puesto aparte. Los marcados triunfos, y hasta sus fracasos, habían producido en ellos cierta dureza y cierto orgullo. Por otra parte, indudablemente, en ciertos momentos los católicos se sintieron combativos, y hasta fanáticos y feroces, con unas características no vistas no vistas en católicos en otras naciones. Por un lapso de tiempo superior a siete siglos los cristianos de la Península, generación tras generación, habían respirado la atmósfera de la guerra, guerra que sentían en su alma como no sólo justa, sino SANTA; y esto causaba en ellos también una crueldad y altivez tanto más ofensivas cuando contrarias a las enseñanzas de CRISTO y de su Iglesia. Luchando contra bárbaros musulmanes, que hacían esclavos a los prisioneros cuando no los mataban, los cristianos tendían a hacer propias semejantes medidas. Además, tenían una completa seguridad de obrar bien, lo cual ningún mahometano, ni nadie (a excepción de algún judío ortodoxo de la Sinagoga, que viviera convencido en la ley de MOISÉS e ignorante de las revelaciones de CRISTO) podía tenerla. Tal seguridad, sin ir acompañada de humildad, puede por sí misma producir vanidad hasta en aquellos que poseen la verdad. Por tanto, la lucha de la Iglesia de Cristo contra el mundo adquirió en España cierto color e intensidad.
La lucha podía acabar sólo en una de estas tres formas:
1º), la DESTRUCCIÓN DEL CRISTIANISMO y EL TRIUNFO DE UNA CULTURA SEMORIENTAL ANTICRISTIANA;
2º), la CONVERSIÓN DE LOS JUDÍOS A LA FE CATÓLICA Y LA ELIMINACIÓN DEL PROBLEMA RACIAL MEDIANTE MATRIMONIOS Y ASIMILACIÓN;
3º), la COMPLETA SUPRESIÓN, SI NO TOTAL DESTRUCCIÓN, DEL PODER JUDAICO POR UNA CRISTIANDAD TRIUNFANTE Y MILITANTE.
Las características de estas tres soluciones en el orden nombrado pueden discernirse en la historia de España. A la luz de la revelación cristiana, la segunda era, naturalmente, la mejor solución de un conflicto de un conflicto que carecía de verdadero fundamento, pues la ley de MOISÉS y la ley de CRISTO eran y son, esencialmente, una. (x). Aquella era la meta por que luchaban sinceros y meditativos católicos; sin embargo, estos mismos hombres estarían de acuerdo si se hubiera tratado de escoger entre la destrucción del Cristianismo y el triunfo de una cultura semi oriental anticristiana y la completa supresión, si no total destrucción, del poder judaico por una cristiandad triunfante y militante. Los judíos no admitirían más solución que la primera.
Los acontecimientos, durante varios siglos, parecían tender hacia esta primera solución. Bajo los visigodos, los judíos llegaron a ser numerosos y florecientes. No se les perseguía hasta que se descubrió que conspiraban con los árabes de África para acabar con la dinastía monárquica gótica. Por último, en los comienzos del siglo VIII enviaron una invitación a los mahometanos bereberes, por medio de los judíos de África, para que cruzaran el Estrecho y tomaran España. La conquista de toda la Península y la supresión casi total del cristianismo, fatalmente debilitado por el arrianismo, hubiera sido un hecho; y aunque había judíos en el ejército español tanto como en el africano, es evidente que los judíos ponían su corazón del lado de los invasores. Por cualquier parte que los bereberes caminaran, los judíos les abrían las puertas y eran nombrados gobernadores de las principales ciudades como recompensa. Tal hecho histórico no podía ser olvidado por las generaciones de cruzados que poco a poco se abrieron paso, luchando, hacia la tierra de sus antecesores.
Con los mahometanos los judíos llegaron a un alto grado de cultura y prosperidad. Se enriquecieron con sedas, esclavos y usura. Brillaron en Medicina y estudios aristotélicos. Al principio no fueron perseguidos por los cristianos que avanzaban. San FERNANDO, al tomar Córdoba a los sarracenos, les dio cuatro grandes mezquitas para que las convirtieran en sinagogas; y además, una de las deliciosas partes de la ciudad para sus viviendas, con dos condiciones tan sólo: que se abstuvieran de menospreciar la religión cristiana y formas prosélitos entre los cristianos. Los judíos hicieron las dos promesas y no cumplieron ninguna. No obstante, por algún tiempo, no fueron molestados, y así continuaron florecientes, en parte porque eran útiles a muchos Reyes. Solamente en Castilla debieron de llegar, a finales del siglo XIII, a un número aproximado a los cinco (5) millones.
El doctor CECIL ROTH y otros han puesto en duda esta apreciación, hecha en mi ISABEL DE ESPAÑA, 1930, (???), pág. 197; pero sigo creyéndola razonable. Como señala LEA, cada varón adulto judío estaba sujeto a una contribución de 3 maravedí de oro por año, y en 1284 la contribución total pagada fue de 2.561.855 maravedíes. Teniendo en cuenta las mujeres, los niños y los jóvenes menores de veintiuno, ¿no habría habido, por lo menos, 4 millones de judíos en Castilla?
Tan poderosos llegaron a ser en el siglo XIV, que en varios aspectos se hallaban al margen y hasta por encima de la Ley. La ley contra la BLASFEMIA, por ejemplo, no se podía aplicar contra ellos. Podían favorecer la herejía y alegar en su defensa la libertad de cultos otorgada a los judíos. Negocios, propiedad y hasta el gobierno pasaba a sus manos. Los Reyes, a cambio de préstamos, les concedieron el derecho de imponer y recolectar contribuciones públicas a base de una generosa contribución. Gran parte de la dureza con que fue juzgado PEDRO EL CRUEL sobrevino del hecho de dar a sus amigos judíos una gran intervención en su gobierno, circunstancia que indujo a sus enemigos a llamarle judío vacilante, y contribuyo a su denuncia por un Papa “como mantenedor de judíos y moros, propagador de infidelidad y asesino de cristianos”.
Desgraciadamente, el odio popular contra los judíos no era inmotivado. Se les aborrecía no por practicar las cosas que enseñó MOISÉS, sino de hacer lo que aquél había prohibido. Negociaban con gran provecho, vendiendo seres como esclavos y practicando la usura como cosa muy natural. Según observa LEA, pedían el 40% de intereses en Cuenca durante el hambre de 1326, cuando los labradores necesitan dinero para comprar el trigo de la siembra.
Aficionados sobremanera al proselitismo, forzaban a los criados cristianos a circuncidarse y apremiaban a sus deudores algunas veces para que abjuraban de Cristo. (MENÉNDEZ Y PELAYO: Op. Cit., III, pág. 390 et seq.). En su época, MOISÉS condenó a los blasfemos a muerte; sin embargó, era costumbre de muchos judíos blasfemar del Profeta de quien MOISÉS les advirtió debían estar a la expectativa. Hacían burla y parodiaban las ceremonias de la religión cristiana. Se espantaban de monjas y frailes. MOISÉS había dicho: “Que no se encuentre entre vosotros ningún hechicero ni encantador, ni quien consulte espíritu pitónicos ni nigromantes, o gentes que busquen la verdad por medio de los muertos. El Señor aborrece todas esas cosas...” Así y todo, los judíos españoles, por contagio, sin duda, de los supersticiosos mahometanos con facilidad se encontraban abanderados para fines financieros provechosos en aquella que se denominaba “hechicería”. Brujerías, magia negra, astronomía, alquimia, venta de pócimas amorosas, el uso de hechizos para bendecir el lecho matrimonio o (a instancias de un rival vengativo) hacer impotente al joven marido, para conseguir lo cual se colocaban los GENITALIA de un gallo bajo el lecho nupcial o se pintarrajeaban horrores cabalísticos bajo alguna ventana... (Véase MENÉNDEZ y PELAYO: Op. Cit., III, pág. 348 et seg, en las que se expone un interesante relato de todo esto.). Se hallaba extendido un temor enorme, compartido por algunas personas sagradas, hacia brujos y magos que subyugaban con encantamientos.
La Reina ISABEL menosprecia semejantes creencias; cuando una de sus damas, la Condesa DE HARO, se quejó de que una joven pariente suya estaba “ligada” por el Demonio gracias al maleficio artificio de un rival celoso, la Reyna requirió a Fray DIEGO DE DEZA, un gran teólogo dominicano (descendiente de judíos, más tarde Inquisidor General y protector de Colón) y le preguntó si era posible que el Diablo poseyera algún poder sobre el matrimonio, que era una unión espiritual. “Excellentissima domina – respondió el futuro Arzobispo, según CLEMENCIN, que es quien cuenta la anécdota -, HOC SIC SE HABET”.
- Le oigo, maestro – dijo la Reina - , pero insisto en que preguntarle si es o no en contra de la Fe Católica no creerlo.
Fray DIEGO reconoció que si la Iglesia no lo enseñaba, ella no lo creería, a pesar de lo que santos doctores sostuvieron. “Estas divisiones – añadió con su características energía – vienen de humana incompatibilidad más que del poder del Demonio”. MENÉNDEZ y PELAYO cita toda esta curiosa conservación tomándola del apéndice de la obra ELOGIO DE LA CATÓLICA, de CLEMENCIN, pags. 569 y 570; véase op. Cit., III, pág. 385, n. 1.).
Como la Iglesia no enseña que el Demonio tenga poder para dividir a hombres y mujeres en matrimonio, no dudo ISABEL en echar del todo el peso de su influencia en la balanza contra los impostores que lo enseñaban o pretendían atar y desatar el poder natural con ayuda de diablos; y, a semejanza de nuestro padre MOISÉS, rotundamente prohibió el ESPIRITISMO, la MAGIA NEGRA, y los intentos de cualquier género para establecer contacto con malignos poderes, y toda suerte de SUPERSTICIONES. Por desgracia para ellos, muchos judíos españoles habían olvidado las viejas enseñanzas.
Lo que más les perjudicó en la estimación de los cristianos era la general creencia de que tras la misteriosa cohesión y unidad de conducta observada entre ellos, existía una vigilancia central en los círculos secretos, tal vez en un modernizado Sanedrín, el cual dirigía una conspiración para reedificar un Estado judío dentro del Estado. ¿Era ésta una ilusión, nacida quizá del temor, la envidia, los celos?... ¡Así contestaron los judíos; ahora bien, que si tal era la ilusión, habíalo sido persistente! Delegados de todas las comunidades judías del sur de Francia sostuvieron una reunión en 1215, bajo un jefe que añadió al nombre de LEVI el título de “NASI” o Príncipe, el cual había pertenecido en la antigüedad al presidente del Sanedrín, hasta aquel infame y astuto ANNAS que pidió la sangre de CRISTO. Y tuvieron o no semejante jefe los judíos españoles, los cristianos no albergaban duda de que proyectaban gobernar España, esclavizar a los cristianos y establecer una NUEVA JERUSALÉN en el Occidente.
Tal convicción, verdadera o falsa, era consecuencia de las muchas conversiones que siguieron a la gran matanza de 1391.
No existe otra explicación razonable para la actitud de un sincero convertido, como PABLO DE SANTA MARIA, hacia aquellos judíos que, pretendiendo ser cristianos, hacían burla de los Sacramentos mientras se enriquecían y volvían poderosos bajo su protección, y como sus antepasados remotos, sentábanse a comer y a beber y luego se levantaban para jugar. Las conversiones al por mayor parecían dar al tipo de judío oportunista la ocasión de comer su torta y también guardarla. Podía disfrutar de las ventajas de ir a misa el domingo y a la sinagoga el sábado. Sus hijos podían ocupar cargos honoríficos y bien remunerados. Se podían casar, gracias a su dinero, con nobles de familias empobrecidas y suceder a los títulos más linajudos de Castilla. Así, ANDRÉS GOMALZ, párroco de San Martín de Talavera – según su propia confesión - , celebró Misa desde 1472 hasta 1486 sin creer en ella ni tener la menor intención de creer. Oyó algunas confesiones sin conceder la absolución siquiera. También fray GARCIA DE TAPATE, prior del gran monasterio jerónimo de Toledo, al elevar la Sagrada Hostia en la Santa Misa, murmuraba: “¡ARRIBA, PERICO, QUE TE VEA TODO EL MUNDO!”, y volvíales la espalda a los penitentes en la confesión en lugar de absolverles. LEA cita estos y otros ejemplos de la falta de sinceridad de los conversos: The Inquisition of Spain. Véase también BERNÁLDEZ: Historia, capítulo 43.
Semejante situación no podía seguir indefinidamente sin que ocurriera una explosión, y por desgracia hubo bastantes estallidos de la peor especie, y por desgracia hubo bastantes de la peor especie. Viendo el pueblo bajo a ENRIQUE EL IMPOTENTE sin el menor deseo de restringir a los conversos, y virtualmente entregándoles la dirección del Estado y de la Iglesia, tomó el asunto por su cuenta. De ciudad en ciudad, precisamente antes de subir al trono la Reina ISABEL, fueron degollados los conversos y quemadas sus casas.
La serie de matanzas comenzó en Toledo durante el verano de 1467. Este horrible final en la ciudad donde vivía TORQUEMADA, y de la que ISABEL hacia su temporal capital, fue el resultado de una contienda entre dos conversos.
Ante todo ello, carece de sentido acusar a semejante mujer, como han hecho algunos, de establecer la Inquisición española por prejuicios de raza, por pura crueldad o, como otros admitieron, influida por fray DIEGO DE DEZA y otros teólogos, que, aprovechando que ella comunicó sus pensamientos al Papa, procuraron arrastrarla a aquella resolución para servir a “consejeros del alma”. El caso es que durante esos sangrientos años llegó ella a la conclusión de que un expediente ordinario no podría restablecer la paz y la tranquilidad en España. Tanto por los conversos como por otras razones, era necesario sustituir alguna forma de procedimiento judicial para la severa administración de la justicia popular. Los tribunales de justicia existentes, civiles, no podían realizar aquello precisamente porque muchos jueces y abogados eran conversos. En cuanto a los pertenecientes a la Iglesia, ocurría lo mismo. Muchos sacerdotes, y hasta Obispos, eran descendientes de JUDÍOS, y la ortodoxia de algunos resultaba tan sospechosa que nada se podía esperar en tal dirección.
Inevitablemente fue ISABEL llevada no sólo por presión de la opinión pública, sino por la misma lógica, a buscar las únicas armas a su alcance: una INQUISICIÓN como aquella de la Edad Media, en la cual los jueces fueran frailes dominicos, cuidadosamente escogidos, y por encima de temores e intimidaciones o sobornos.
¿Fue fray TOMÁS DE TORQUEMADA el primero en sugerir tal idea? No existe prueba de ello. El verdadero padre de la Inquisición fue el gran Cardenal PEDRO GONZÁLEZ DE MENDOZA, futuro protector de COLÓN. El fue quien estableció la primera inquisición castellana, pidiéndole al Papa, SIXTO IV, que nombrara cuatro delegados para trabajar en unión de los Obispos, y así acabar con la herejía de la conversión.
Algo más habría que hacer, si la autoridad de ISABEL y FERNANDO no había de finalizar, como la de ENRIQUE EL IMPOTENTE, en otra “ÉPOCA de orgullo, herejías, blasfemias, avaricias, robos, guerras, luchas y defecciones, ladrones y salteadores, jugadores, alcahuetes, asesinos, en la que los nombres de NUESTRO SEÑOR y JESUCRISTO eran blasfemados, renegados con asesinatos y toda clase de maldad”, según nos cuenta BERNÁLDEZ. (Op.cit).
El Obispo de Cádiz, comisionado por la Reina ISABEL para investigar la situación de Sevilla, le dio cuenta, cuando ella acudió a tal actitud a tal ciudad durante el año 1478, que casi todos los conversos practicaban secretamente el judaísmo. Por aquel mismo tiempo, el Inquisidor de Sicilia fray FELIPE DE BARBERIS, que se hallaba en España por asuntos de su Orden, explicó a la Reina cómo había existido la Inquisición monástica bajo GUI y EYMERIC. Fray ALONSO de OJEDA, otro dominico, la informó del fracaso de sus esfuerzos para llevar a los conversos a una práctica sincera de la fe católica y requirió al final fuertes.
En este punto se debió requerir la consulta de TORQUEMEDA, y es probable que diera el mismo consejo. La Reina y el Rey le comisionaron con el Cardenal MENDOZA para redactar una petición que fuera enviada a Roma, pidiendo al Papa, pidiendo al Papa la autoridad necesaria. Este documento se leyó y aprobó por la Junta de Notables, seglares y clérigos antes de ser enviado a su destino.
El día 1º de noviembre de 1478, el Papa SIXTO IV escribió una bula, por la cual se colige el cuadro que habían pintado los representantes de los monarcas españoles en Roma.
“La genuina devoción y manifiesta profunda fe que muestra, en su reverancia hacia nosotros y la Iglesia Romana – escribió – requiere que accedamos a sus requerimientos en todo cuanto podamos a la vista de Dios, particularmente en aquellos que conciernen a la exaltación de la Fe Católica y a la salvación de las almas. Por carta recién mostrada a nosotros, nos enteramos de que en varias ciudades, lugares y regiones de los reinos de España, muchos de los que voluntariamente nacieron de nuevo en CRISTO gracias a las sagradas aguas del bautismo, en tanto continúan comportándose exteriormente como cristianos, tienen, sin embargo, adoptado en secreto la vuelta a sus antiguas prácticas religiosas y a las costumbres de los judíos, viviendo según principales ordenanzas de superstición y mentira judaica, cayendo así fuera de la verdadera fe ortodoxa su cumplimiento y creencia de sus doctrinas. No han tenido, ni temen ahora, incurrir en las censuras y castigos pronunciados contra los practicantes de la perversa herejía bajo las constituciones del Papa BONIFACIO VIII, nuestro predecesor de feliz memoria, y no sólo persisten ellos en su ceguera sino que infestan con la misma a los que nacen de ellos o tienen comunicación, aumentando así no poco sus cifras. Como por sus continuos crímenes han cansado nuestra tolerancia, y como creemos, y con nosotros los Prelados eclesiásticos, que es piadoso, y deber al mismo tiempo nuestro, velar por estos asuntos, nos vemos obligados, a consecuencia, a consecuencias de sus guerras, crímenes y evidentes injusticias con hombres que todo lo soportan por Dios, con perjuicio de la Fe y con peligro de las almas y escándalo de muchos, a atender la humilde súplica que nos dirigís para que tan perniciosa secta sea totalmente desarraigada de dichos reinos...
“Regocijándonos en Dios por su celo digno de elogio, por la salvación de almas, y esperando que no sólo expulsaréis tanta mentira de vuestros reinos, sino que también en nuestros días someteréis a vuestro mando el reino de Granada y adyacentes y adyacentes lugares donde los infieles moran, y con la divina misericordia los convertiréis a la verdadera a la verdadera Fe, cosa que a vuestros les fue negada por diversos obstáculos, y que a vosotros os puede ser otorgada, viéndose coronada vuestra gloria con la eterna beatitud que es la recompensa de un juramento bien guardado, nosotros, por consiguiente, deseando acceder a vuestras peticiones y aplicar remedio conveniente a estas cosas, estamos deseosos de acceder a sus súplicas, permitiendo que tres – o al menos dos – Obispos o Arzobispos u otros hombres de buena reputación, que sean sacerdotes seculares o religiosos de Órdenes mendicantes o no mendicantes, hombres por encima de cuarenta años de edad, vida digna de elogió, maestros o bachilleres en Teología, bien doctores en Derecho Canónico o licenciados examinados cuidadosamente, hombres temerosos de Dios, que podéis seleccionar de varias provincias y diócesis de los dichos reinos, accionen rectamente sobre los acusados de crímenes y quienes les esconden y ayudan o apoyo, bajo la usual jurisdicción y autoridad que la ley y las costumbres permiten a ordinarios Inquisidores de herejía depravada”. (Para el texto completo, en latín, de esta BULA, véase el Boletín de la Real Academia de la Historia, vol. IX, pág. 172; también para documentos relacionados, en Vol. XV, pág. 453).
Aún armados estaban FERNANDO e ISABEL con la tremenda autoridad y la responsabilidad conferidas por esta Bula, no se animaron a blandirla sobre las cabezas de los conversos e iluminar los vastos horizontes de Castilla CON HOGUERAS, como hubieron hecho de haber sido los fanáticos de que se les acusaba. Al contraria, decidieron considerar el asunto con tiempo, y guardaron el documento casi dos años. Para esto fueron influidos por el Cardenal MENDOZA, que les recordó que si muchos conversos estaban ignorantes de las verdades de la Fe Católica, podía ser porque no se les enseño por quienes tenían la obligación de hacerlo. El Cardenal preparó un catecismo para todas las parroquias de su diócesis.
Los resultados, después de varios meses, fueron descorazonadores. Aún después de darles a los prósperos e ilustrados conversos buenas razones del porqué era CRISTO el SALVADOR del mundo y del porqué de si Iglesia, de cual eran miembros, tenía que ser obedecida, hicieron en su lugar burla de Su Nombre y del de la Santísima Virgen. Fue comunicado a los Reyes Católicos QUE ALGUNOS SACERDOTES DE ORIGEN JUDAICO ESTABAN A PUNTO DE PREDICAR LA LEY DE MOISÉS DESDE LOS PÚLPITOS CATÓLICOS, “LO QUE SIGNIFICA JUDAÍSMO SIN CRISTO”.
Al final del segundo año de inútil catequismo, toda la cristiandad fué aterrorizado por las victoriosas del gran turco Mohamed II, quien, iracundo por su fracaso al asaltar Rhodas, envió su flota hacia el occidente, asoló la costa de Apulia, y el 11 de agosto de 1480 tomó la ciudad de Otranto, en el reino de Nápoles. Casi la mitad de la población civil, 22.000 personas, fueron asesinadas a sangre fría, mientras el Arzobispo y los sacerdotes todos eran muertos después de brutales torturas.
La reacción en España, cuando llegaron las noticias de tales horrores, en septiembre, tuvo sin duda algo que ver con la decisión del Rey FERNANDO Y DE LA Reina ISABEL para llevar a efecto, sin más dilación, los poderes conferidos a ellos por SIXTO IV. El día 26 publicaron en Medina del Campo un decreto haciendo efectiva la Inquisición, nombrando miembros del primer tribunal de Castilla al Cardenal MENDOZA, a Fray TOMÁS DE TORQUEMADA y a otros dos dominicos, fray MIGUEL MORILLO y Fray JUAN DE SAN MARTÍN.
Por lo que parece, la cabeza directiva de esta nueva organización era el Cardenal, en tanto que Fray TOMÁS DE TORQUEMADA actuaba de experto consultor. Es muy posible que le mantuviera cerca de sí el Cardenal para que le proporcionara referencias del DIRECTORIUM de EYMERIC, merced a copia obtenida de algún convento dominicano de Aragón o del Languedoc. MORILLO y SAN MARTÍN serían los Inquisidores activos, y como tales comenzaron a actuar en la casi judaica ciudad de Sevilla, donde fueron a últimos de octubre para tomar testimonios. El día 2 de enero de 1481 publicaron un edicto de gracia llamando a todos los cristianos que fueran culpables de judaísmo, blasfemia, apostasía, y otras ofensas a la Fe, a fin de que acudieran ante el tribunal a abjurar de sus errores y ser reconciliados con la Santa Iglesia. Siguieron dos edictos más. El tercero prevenía a todos los buenos católicos para que evitaran el asociarse con judaizantes y denunciaba Puede imaginárselo las reuniones secretas que se decía celebraban los últimos, conspirando en contra de la Fe.
Los conversos poderosos de Sevilla, relacionados por matrimonios con judíos ricos y nobles cristianos, no podían creer que la joven Reina ISABEL pensara en quemar a alguno de ellos, si lo juzgara necesario. Cuando MORILLO y SAN MARTÍN empezaron a demostrar que iban de veras, convocando a sospechosos y a testigos para ser examinados, estos poderosos decidieron que no podían tolerar una Inquisición, lo mismo que los cataremos del Languedoc habían decidido. Un grupo se reunió para considerar lo que debían hacer. ¿Podía haber nada más elocuente de la extensión del judaísmo en las filas del catolicismo que el hecho de esta funesta reunión, verificada en la católica Iglesia de El Salvador? Entre los judíos presentes estaban sacerdotes, priores de monasterios, tres de los veinticuatro que gobernaban la ciudad, el alcaide de la fortaleza de TRIANA, el Deán del Capítulo de la Catedral y varias personas más de gran relieve. El rabino millonario DIEGO DE SUSAN pidió rebelión armada. Fueron designados los jefes: algunos para reclutar gente, otros para comprar las armas... Los Inquisidores habrían de ser asesinados, y los Reyes Católicos, informados de que no se toleraría Inquisición en Sevilla.
Puede imaginarse lo grave de la situación, con los turcos en el mar y una guerra inminente contra los moros del Sur. Afortunadamente para la recién fundada UNIDAD ESPAÑOLA, la conspiración fue revelada por una hija de DIEGO SUSAN a su novio, que era católico, y que informó a los Inquisidores. Varios jefes fueron arrestados en Sevilla. Fueron encontradas armas para cien personas en la casa del Deán de la Catedral. Estos hechos fueron sometidos a un jurado de abogados viri boni et periti,, y como resultado de sus deliberaciones, el primer auto de fe en Castilla tuvo lugar el 6 de febrero, con misa en la catedral, seguida de sermón pronunciado por fray ALONSO DE OJEDA.
Considerando que en aquel tiempo, en cualquiera parte del mundo, una conspiración para tomar armas en contra del soberano implicaba muerte por alta traición para todos los complicados, algunos de los conversos culpables, algunos de los conversos culpables se marcharon sigilosamente. Aquellos que se confesaron obtuvieron la usual penitencia y se reconciliaron con la Iglesia, y así el auto de fe terminó con solemne música, pues un “auto” significaba literalmente “acto de fe”, siendo una pura ceremonia religiosa.
Fuera de la Iglesia, seis de los cabecillas que no quedaron libres por medio de su penitencia fueron entregados a las autoridades civiles, que procedieron a quemarlos fuera de las murallas de la ciudad. Algunos días después, DIEGO DE SUSAN y otros dos fueron quemados. Según BERNÁLDEZ, que se hallaba por entonces en Sevilla, el rabino murió como un cristiano.
Ya no podía caberles la menor duda a los judíos secretos de que la Reina iba de veras en este asunto, como lo había ido contra los asesinos y saqueadores de antaño. El pánico se apoderó de ellos, y huyeron en todas las direcciones; algunos hasta recurrieron a Roma. En otro “auto” abjuraron 700, siendo absueltos.
Mientras tanto, la peste hacía estragos en Andalucía. En Sevilla solamente murieron durante aquel verano unos 15.000. Los conversos suplicaron a los Inquisidores que les dejaron salir de la ciudad hasta que pasara la epidemia, permiso que les fue concedido. Existía una peculiar cortesía en esta concesión, incluso en tales circunstancias. Algunos de los fugitivos, naturalmente, no volvieron. Otros se encontraron en Roma y supieron despertar indignación por su inocencia injuriada, cosa en la cual los judíos, en su larga y desgraciada historia, habían llegado a ser muy hábiles.
Durante el verano, otro edicto de gracia se publicó; esta vez con una duración de dos meses. En Castilla confesaron unos 17.000, siendo absueltos 1.500 de ellos en un solo auto.
El Papa SIXTO IV, mientras tanto, llegó a la conclusión de que por lo menos algunas de las quejas que recibía de los cristianos judíos estaban fundadas, y que los nuevos Inquisidores en España habían ido más lejos de lo que él había autorizado. Su posición era difícil bajo la fuerte presión, y convencido de que existía razón por ambas partes: creía que algunos de los conversos que se le quejaban indudablemente mentían, como los soberanos españoles; pero que los frailes MORILLO y MARTÍN habían ido demasiado en su celo, arrestando a buenos cristianos descendientes de judíos, tratándoles dura e injustamente. Su Santidad les había ordenado procedieran en cooperación con los Obispos, a semejanza de los Inquisidores medievales, pero ellos no lo hicieron ni observaron tampoco la ley canónica en otras particularidades. Cuando ISABEL y FERNANDO, hacia fines del 1481, pidieron permiso para extender la Inquisición a Aragón, SIXTO lo negó, y el 29 de enero de 1482 les escribió una enérgica carta quejándose de que, aunque no dudaba de su sinceridad al pedir la Inquisición, su Embajador en Roma había dado una vaga, confusa e incompleta explicación de la situación en España, lo cual le impulsaba a publicar varios documentos con las tradiciones establecidas por sus predecesores. Muchos de los judíos españoles, confesando ser “cristianos y católicos”, habían huído, a la Santa Sede, “refugio de todos los oprimidos en cualquiera parte del mundo”, y apelado a él “vertiendo muchas lágrimas”. Algunos Cardenales abogaban por el traslado de MORILLO y SAN MARTÍN del Santo Oficio. SIXTO dijo que no quería perturbar a los Soberanos condenando públicamente sus decretos, pero que destituiría a los dos Inquisidores si en el futuro se “condujeren de otro modo que con celo para la Fe y la salvación de almas o menos justamente de lo que debieran”. Pidió la seguridad a los Reyes Católicos españoles de que le obedecerían en todo esto “como Reyes Católicos deben”, para que así merecieran ser alabados ante Dios y los hombres”.
Mientras tanto, los moros comenzaron la muy temida guerra, asaltando al encumbrado Zahara, protegidos por una tormenta, la noche siguiente a Navidad de 1481, ISABEL y FERNANDO llevaban diez años de agotadores combates. Más que nunca era preciso saber con seguridad de la lealtad de todos los súbditos. SIXTO IV simpatizó con ellos en este punto. Por otro lado, era padre de todos los creyentes, cualquiera que fuera la raza a que pertenecieran, y no sólo de los españoles.
Cuán poco “racismo”, en el moderno sentido de la palabra, había en la situación que prodigó y perpetúo la Inquisición española, está indicado en la discusión entre la Reina y el Papa en el mismo año, sobre el nombramiento de un Obispo para la sede vacante de Cuenca. SIXTO IV, cuyo mayor defecto era el nepotismo, propuso nombrar a uno de sus sobrinos; no el resuelto GIULIANO, que luego fue Papa JULIO II, ni el inquieto PIETRO, cuyos excesos le llevaron a una temprana muerte, sino a RAFAELLO SANSÓN, Cardenal de San Giorgio.
La Reina ISABEL había prometido el puesto a su capellán ALONSO DE BURGOS, e insistió que ningún otro lo tendría, alegando que a sus antecesores se les permitió nombrar Obispos en Castilla desde que las circunstancias de la cruzada morisca hizo necesario tener españoles dignos de confianza en las sedes apostólicas fronterizos. SIXTO, conocedor de los derechos de la Santa Sede y de los grandes daños causados por nombramientos de Prelados por Reyes (particularmente en Francia, pero también en otros países), no quiso aceptar aquel nombramiento. Entonces ella le amenazó con incitar a los Príncipes de la Cristiandad a que convocaron un Concilio general contra él. Cuando SIXTO IV envió un Legado especial a España para discutir el asunto el asunto con la Reina, ésta se negó a recibirle. Por último, el Cardenal MENDOZA intervino y obtuvo un arreglo por medio del cual SIXTO IV, en pro de la paz, accedió a designar al candidato de ISABEL para la Sede. Fue el comienzo de una mala costumbre, a pesar de que ISABEL y algunos de sus descendientes acertaron a nombrar muy buenos Obispos. En realidad, estaba mal; y aunque fuera deplorable el nepotismo, el Papa franciscano insistía en un derecho ahora generalmente reconocido: los Papas de nuestros días están libres no sólo de los inconvenientes del nepotismo, sino de la intervención de gobernantes en nombramientos de cargos espirituales.
Lo que hay que destacar en este caso es que el candidato de ISABEL era un hombre de descendencia judaica. En el preciso momento en que ella estaba estableciendo la Inquisición para castigar a los judíos secretos porque judaizaban, insistía en colocar la mitra sobre la cabeza de un hijo de judíos convertidos, aún a riesgo de provocar un nuevo cisma de la Cristiandad. Además, tanto entonces como más tarde, sus mejores secretarios, sus principales hombres de Estado, gran parte de su séquito, y muchos amigos personales suyos eran de descendencia judía. Claramente se veía, pues, que carecía de PREJUICIOS DE RAZA.
SIXTO IV había vacilado en el asunto de la sede de Cuenca, pero insistió en hacer su voluntad en lo concerniente a la Inquisición. En febrero de 1482 nombró ocho Inquisidores en Castilla y León, diciendo que le habían sido recomendados “por su pureza de vida, amor y celo hacia la Religión, buenas maneras, extenso saber y otras virtudes” (Boletín, XV, pág. 462). Todos eran dominicos: PEDRO DE OCAÑA, PEDRO MURILLO, JUAN DE SANTO DOMINGO, JUAN DEL ESPÍRITU SANTO, RODRIGO DE SAGARRA, BERNARDO DE SANTA MARÍA, y TOMÁS DE TORQUEMADA, y además el Provincial dominicano ALONSO DE CEBRIÁN, que habría nombrado a todos los demás, como era costumbre en la Inquisición medieval. El Papa censuró nuevamente a MORILLO y SAN MARTÍN por su indiscreta e injusta conducta en Sevilla, y al embajador español por no haberle aclarado la situación. Recomendó a los nuevos Inquisidores, “en remisión de sus pecados y amor a Dios”, dejar a un lado el temor y aceptar el peligroso oficio “con espíritu de fortaleza”, a causa de la urgencia del asunto, “y con esperanza de recompensa eterna..., para que la raíz de esta perversidad sea arrancada, por vuestro cuidado y solicitud, de los viñedos del Señor, después de haber expulsado a los zorros para que puedan dar fruto abundante”. (Ibíd.)
De aquí en adelante, dijo el Papa, él sería quien hiciera los nombramientos de los Inquisidores españoles. Reservándose para sí y sus sucesores el derecho de revocarlos. Hecho esto, mandó al Rey FERNANDO – 17 de abril de 1482 – una autorización para extender la Inquisición a Aragón; pero la retiró en octubre, quizá porque llegaron a Roma nuevos grupos con quejas basadas en injusta persecución ilegal y confiscación de sus propiedades. Los conversos acaudalados demostraron a SIXTO IV que el principal objeto de FERNANDO e ISABEL al implantar la Inquisición había sido solamente el pretexto para despojarles de sus bienes, y pagar así la guerra contra los moros. FERNANDO escribió una amarga carta al Papa protestando de las cartas de inmunidad dadas en Roma a hombres y mujeres condenadas en España, y declaró que no las respetaría. (BERGENROTH, en la introducción del primer volumen de su Calendar of State Papers, ha traducido mal esta carta del rey FERNANDO. Véase Isabella of Spain, pág. 496, nota 14 del cap. XIX. LEA da el texto completo de la carta, en latín, en el apéndice, en el apéndice de su Inquisition of Spain, vol. I.).
En tono más conciliador escribió por su parte la Reina, al parecer en septiembre y luego en diciembre de 1482. Por lo menos, así lo deducimos por lo menos por la respuesta de SIXTO IV.
La carta del Papa, fechada en 23 de febrero de 1483, ha sido curiosamente interpretada. PRESCOTT nos informa de que SIXTO IV estaba “tranquilizando los escrúpulos de ISABEL respecto a la apropiación de la confiscada propiedad”. La Jewish Encyclipedia señala que el Papa creía que Su Majestad fue obligada a un excesivo rigor “por ambición y ansia de posesiones terrenales más que por celo a la fe y verdadero temor de Dios, cuando lo que SIXTO decía era precisamente lo contrario: “Vuestra carta está llena de piedad y singular devoción a Dios – escribía -; Nos alegramos extraordinariamente, hija muy amada de nuestro corazón, de que vuestra Magestad haya puesto tanto cuidado y diligencia en los asuntos que tan ardientemente deseamos. Es muy grato para nosotros que os conforméis con nuestro deseo de castigar las ofensas a la Divina Majestad con tanto cuidado y devoción. En verdad, muy amada hija, sabemos que vuestra persona está distinguida con muchas y reales virtudes por la divina munificencia, pero ninguna hemos deseado tanto como la devoción a Dios y vuestro probado amor a la Fe ortodoxa”. Y temiendo que ella se figurase que él pudiese creer que al castigar a “esos hombres sin fe que pretendiendo ser cristianos blasfemaban y crucificaban a CRISTO con traición judaica” estaba impulsada más por ambición y codicia de bienes terrenos que por celo a la Fe y a la verdad católicas, o por temor de Dios, continuaba SIXTO IV: “que ella estuviese segura de que no hemos tenido tal sospecha. Pues si hay falta en aquellos que para ocultar sus propios crímenes murmuraban mucho, nada que venga por semejante cauce puede persuadirnos de ninguna maldad por vuestra parte o la de nuestro amado hijo antes mencionado, vuestro consorte ilustre. No creemos en todas las quejas. Si prestamos oído a las quejas de otros, no es abandonando nuestro criterio”. En cuanto a la petición de la Reina para un tribunal de apelación, en vez de en Roma, el Papa discutiría el asunto con los Cardenales, “y de acuerdo con sus consejos, en cuanto seamos capaces delante de Dios, trataremos de acceder a vuestro deseo. Mientras tanto, muy amada hija, tened buen espíritu y no ceséis en proseguir este piadoso trabajo, tan agradable a Dios y a nosotros, con vuestra habitual devoción y diligencia, y estad seguros de que nada se os negará de lo que honorablemente nos ha sido concedido”.
Después de este preámbulo diplomático, el Papa proseguía, sin embargo que si bien no culpaba al Rey ni a la Reina personalmente, no estaba convencido del todo por sus cartas de que las quejas que de los judíos secretos le llegaban en contra Inquisidores DE Sevilla no fueran fundadas. “Contemplamos, no sin asombro, lo que procede no de vuestra intención ni de la de vuestro querido hijo, sino de la de vuestros oficiales, que, poniendo a un lado el temor de Dios no se recatan de echar la guadaña a una cosecha inconveniente, de quebrantar nuestras previsiones y mandatos apostólicos..., sin ser obstaculizados, como es evidente, por ninguna clase de censuras. Todo lo cual es ofensivo para nosotros y extraño a nuestras costumbres y posición, al respeto que se nos debe, a la silla apostólicos y a nuestra propia justicia, obligándonos a escribir a Vuestra Serenidad.
“Por consiguiente, apelamos y mandamos que evitéis cuidadosamente censuras de esta clase, que sean temidas de cualquier fiel, sea el que fuere, y que no permitáis una injuria tan evidente a nosotros y a la Santa Sede. Así que tenedlo a vuestro cuidado por temor de que la libertad y el derecho de que vuestros ilustres progenitores fueron tan celosos en defender y aumentar no aparezcan disminuidos en el tiempo de Vuestras Majestades. Por eso, el Señor en cuyo poder están los Reyes dirigirá vuestro deseo, el de la Santa Apostólica, ayudándoos; Él hará que vuestra posteridad y vuestros asuntos florezcan, y todas las cosas pasarán a Vuestra Alteza, caminando rectamente, según vuestros deseos”. (Bol., vol. V, p. 468)
El mismo MOISÉS no hubiera podido lanzar una más hábil y al mismo tiempo austera advertencia. Los enemigos de la gran Reina la recordaron años después, cuando su posteridad y sus asuntos no florecían. Hasta en tiempos modernos han atribuido los judíos la desgracia de sus hijos al juicio de Dios por la severidad de ISABEL con sus antepasados.
Mientras tanto, el Papa discutía la situación con los Cardenales y decidió aceptar la sugestión de la Reina de que nombrara un juez de apelación residente en España y libre de la influencia de los amigos de los conversos de Roma. SIXTO IV escogió al anciano Arzobispo de Sevilla, IÑIGO MANRIQUE, nombrándole directamente, en lugar de dejar a los soberanos que lo hicieran, y le ordenó, bajo santa obediencia, aceptar tan difícil oficio. Al mismo tiempo, destituyo de oficio, por encima de Rey y de Reina, al Inquisidor CRISTÓBAL DE CALVEZ, de Valencia, el cual – dijo – actuaba “sin piedad ni prudencia”.
El Arzobispo era ilustrado y altamente respetado; pero ya muy viejo, y sin duda encontraría presión por parte de los poderosos Reyes si demostrara inclinación a una excesiva indulgencia. Los conversos se quejaron al Papa diciendo que su justicia era tan severa, que no se atrevían a apelar a ella.
El 2 de agosto de 1483 SIXTO IV acabó por escribir una bula de diez páginas AD FUTURAM REI MEMORIAM , en la cual revisa la historia de la Inquisición española como en una especie de crónica, y se confiesa descontento con el tribunal de apelaciones de Sevilla. Existen casos ante el Arzobispo y sus diputados, dice, que se rechazaron bajo pretexto de que de que el Arzobispo en persona los atendería, mientras los oficiales del Rey y de la Reina mostraban franco desprecio a su autoridad. El rigor de la Inquisición de Sevilla “excedía a la moderación de la Ley”. A algunos acusados les fue prohibido mostrar sus agravios ante el tribunal de apelación. Hombres y mujeres de descendencia judaica que habían llegado de Roma con sus cartas de perdón, temieron presentarse al oír que sus efigies habían sido quemadas, durante su ausencia, por los Inquisidores. Desde ahora, ordenó el Papa, el Arzobispo tiene que proceder no solamente por sí mismo (pretexto para justificar el retraso), sino con sus ordinarios e Inquisidores, atendiendo rápidamente los casos de apelación.
LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA INCIPIENTE por B. LLORCA SJ RECENSIÓN BIBLIOGRÁFICA.
En 1478 los Reyes Católicos, D. FERNANDO y Da. ISABEL, obtuvieron de SIXTO IV una bula, en la que les daban todos los poderes necesarios para establecer en CASTILLA un nuevo tribunal de la Inquisición. En Boletín de la real Academia de la Historia, t.15 (1889), p.449. La bula en F.FITA, en Nuevas fuentes para escribir la Historia. Por diversas razones, que no hay para qué discutir, no hicieron uso inmediatamente de sus poderes, sino que esperaron dos años íntegros, hasta que el 27 de septiembre de 1480, en Medina del Campo, D. FERNANDO y Da. ISABEL nombraron como primeros inquisidores a los Dominicos Fr. MIGUEL DE MORILLO y Fr. JUAN DE SAN MARTÍN, y como ayudantes al capellán de la Reina LOPEZ DEL BARCO y a su consejero JUAN DE MEDINA. En relación de estos hechos, así como en las diversas fechas que en ellos ocurren, se advierte gran diferencia entre los AUTORES PRINCIPALES, que han tratado sobre la Inquisición española. Así, por ej.: LLORENTE, J. A., Histoire critique de L´ INQUISITION d´ Espagne. 4 vols. Paris 1818: vol. I, pág. 140 y s. LEA, E.C., A history of the Inquisition of Spain, 4 vol. 2 ed. New York 1922: vol. I, P. 145 y s. RODRIGO, F. J., Historia verdadera de la Inquisición. 3 vol. Madrid 1877: vol. II, p. 65 y s. SCHÄFER, E. Beiträge zur Geschichte des spanischen Protestantismus und der Inquisition im sechzehnten Jahrhundert. 3 vol. Gütersloh 1902: vol- I.p.42 y s. En esta última obra (I, p. XII y s.) puede verse una selección de la bibliografía acerca de la Inquisición española. Se hallará también abundante bibliografía en: Llorca, B. Die spanische Inquisition und die Alumbrados. Berlin-Bonn 1934. Frente a estas diversas exposiciones, nosotros procuraremos atenernos lo más objetivamente posible a los hechos, en lo cual nos han prestado un excelente servicio los diversos trabajos CRÍTICOS del P. F.FITA, que citaremos oportunamente.
Hecho este nombramiento, se iniciaron inmediatamente los trabajos para poner en funciones el nuevo tribunal, y efectivamente, en enero de 1481, comenzaron a actuar los nuevos inquisidores en SEVILLA. Desde entonces ya no cesó un momento, por así decirlo, aquella actividad de la Inquisición española, que tanta significación tuvo durante todo el siglo XVI en el desarrollo de la mentalidad y de la misma historia española. Durante los años siguientes se fueron estableciendo nuevos tribunales en Córdoba, y Jaén, Ciudad Real-Toledo, Valencia, Teruel, Zaragoza, Barcelona, etc. La Inquisición cada vez más centralizada, en lo que contribuyó de una manera definitiva el establecimiento del Inquisidor General y del Consejo Supremo, así como la circunstancia de que el primer Inquisidor General fue un hombre como Fr. TOMÁS TORQUEMADA.
Una de las obras más notables en el plan de organización de TORQUEMADA, fueron las INSTRUCCIONES, que se crearon en la junta de SEVILLA de noviembre de 1484, completadas más tarde por el mismo TORQUEMADA y otros Inquisidores Generales. Hemos tenido presentes para este estudio las INSTRUCCIONES originales que se hallan en el Archivos Histórico Nacional, Madrid, INQ., libro 1225, fol. I y s.
Como base canónica de toda esta actividad inquisitorial sirvieron todas las disposiciones existentes contra la herejía y una serie de bulas y otros documentos que los Romanos Pontífices, sobre todo, SIXTO IV, INOCENCIO VIII, y ALEJANDRO VI, dirigieron a los inquisidores o a los Reyes Católicos. Los originales de estas bulas pontificias se hallan en gran parte seleccionadas en dos gruesos volúmenes del Archivo Histórico Nacional, Madrid, con el título: Breves y Bulas Apostólicas originales del Supremo Consejo de la Inquisición. Supuestas estas indicaciones generales, no hay para qué insistamos sobre los juicios contradictorios que se han formulado acerca de este tribunal, sobre la actuación y sus procedimientos. Pero, si cabe, esta contradicción de opiniones es más notable por lo que se refiere a la ACTIVIDAD INQUISITORIAL durante los primeros años de su existencia, es decir, hasta la muerte del célebre TORQUEMADA (1481-1498). A esto se debe el que muy ordinariamente el nombre de TORQUEMADA se presente como SÍMBOLO o sinónimo de la Inquisición española, por lo cual los odios reconcentrados contra la Inquisición se vuelven igualmente contra su primer Inquisidor General. Igualmente es muy diferente el juicio que se desprende de los documentos, que en nuestros estudios hemos podido consultar, los cuales nos presentan a TORQUEMADA como hombre estricto y riguroso, pero no como CRUEL y menos como INJUSTO.
Por esto precisamente hemos tenido especial interés en estudiar el primer desarrollo y la actividad incipiente de la Inquisición española, con el fin de hacer algo de esclarecimiento en un asunto de tanta importancia en la historia eclesiástica de España. En este estudio resulta sumamente doloroso el hecho de que han desaparecido casi por entero todas las actas y demás documentos originales de la Inquisición sevillana primitiva. Entre los escasos de este época que se han conservado, debe contarse el publicado por el P. F. FITA, “Los conjurados de Sevilla contra la Inquisición en 1480”,(Bibl. Colombina, t. 80, documentos varios). En Bol. Acad. Hist., t. 16, (1890), p. 450 y s. Del mismo hecho y de la misma relación antigua el testimonio de AMADOR DE LOS RÍOS en su “Historia...de los Judíos en España y Portugal”. 3 vol. Madrid 1876: vol. III, p. 247 s. Con esta circunstancia nos vemos privados de las fuentes más fidedignas, que resolverían sin duda muchas situaciones oscuras sobre la actuación de este tribunal en sus primeros años.
Sin embargo, no estamos completamente desprovistos de otros documentos subsidiarios. Entre éstos hay que enumerar, en primer término, las Crónicas contemporáneas de Bernáldez y Pulgar y los Anales de Jerónimo Zurita, junto con otras fuentes, que llenan de alguna manera la omisión indicada. (Historia de los Reyes Católicos, Don Fernando y doña Isabel, escrita por el bachiller Andrés Bernáldez, cura que fue de la villa de los Palacios...En Bibl. De Autores españoles (Rivadeneyra), t. 70, p. 567 y s. Madrid, 1878. Sobre la Inquisición: p. 598 y s.; Crónica de los señores Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel de Castilla y Aragón, escrita por su cronista Hernando del Pulgar. Ibidem, pág. 225 y s. Sobre la Inquisición: p. 331 y s. Y Anales de la Corona de Aragón. Diversas ediciones. Sobre la Inquisición, lib. 20. cap. 49).
Pero, si en lo que se refiere a la primera actividad de la Inquisición sevillana nos hallamos escasos de documentación original, comprobamos en cambio de una variedad documental en lo relativo a los tribunales de Ciudad Real-Toledo, Valencia, y Teruel, que se desarrollaron casi al mismo tiempo. De esta manera se ilustra indirectamente la actuación del tribunal de Sevilla; pues es de suponer que la Inquisición, estrictamente centralizada y en unidad, bajo la dirección del Inquisidor General TORQUEMADA, tendría un modo de proceder uniforme y sistemático en sus diversos tribunales.
Sobre toda esta documentación pueden verse una serie de trabajos publicados por diversos autores españoles en el Boletín de la Academia de la Historia. He aquí los mas destacados: F. FITA, La verdad sobre el martirio del Santo Niño de la Guardia, es decir, el proceso y quema (16 de noviembre 1491) del judío Jucé Franco en Ávila. En Bol. Acad. Hist., t.II, (1887), p. 7 y s. Memoria del Santo Niño de la Guardia, escrita en 1544. En Bol. L. C., p. 135 y s.; La Inquisición de Ciudad Real en 1483-1485. Documentos inéditos. En Bol..., t. 23 (1893), p.283 y s. Santa María, R., La Inquisición de Ciudad-Real. Proceso original del difunto Juan Martínez de los Olivos, 6 stbre 1484-1485. En Bol...t. 22, (1893),p. 355 y s.; Proceso del difunto Juan González Escogido (8 de agosto de 1484-15 marzo 1485). Ib. P. 189 y s. Pueden verse igualmente muchos documentos utilizados y citados por LEA, Enrique Carlos, VOL. I, P. 229 y s. En particular, p. 239 y s. 260 y s. Puede verse también el trabajo de Llorca B.: La Inquisición española en Valencia. Extracto de un proceso original. En Anal, Sacra Tarr., vol. II (1935), p. 37 y s.
Basados, pues, en una buena parte de esta documentación, vamos a exponer brevemente algunos puntos de vista acerca de la actuación de los primeros inquisidores españoles, para cuya confirmación reproducimos, ya en el texto, ya en las notas, ya a manera de apéndices, algunas piezas interesantes de diversos procesos que hemos estudiado. En particular queremos concentrar nuestro estudio en estos dos puntos: 1) Rigor de los primeros inquisidores españoles para con los culpables.
2) Benignidad de la Inquisición Incipiente para con los Penitentes.
1. RIGOR DE LOS PRIMEROS INQUISIDORES PARA CON LOS CULPABLES.
1. Ante todos nos consta suficientemente y de una manera general, que los primeros inquisidores de Sevilla procedieron con rigor. Así lo dice expresamente el Papa SIXTO IV en una carta del 29 de enero de 1482, dirigida a los Reyes Católicos. En ella se queja de que los inquisidores MORILLO y SAN MARTÍN “sin consultar con nadie y sin observar las prescripciones del derecho, encarcelaron injustamente a muchos, los sujetaron a duros tormentos, los declararon herejes sin suficiente fundamento y despojaron de sus bienes a los que habían sido condenados a la última pena, hasta tal punto, que muchísimos de entre ellos, aterrorizados por tal rigor, lograron escaparse y andan dispersos por todas partes, y no pocos acudieron a la Santa Sede con el fin de escapar tamaña opresión, haciendo protestas de son verdaderos cristianos”. Lo mismo repite el Romano Pontífice en otros documentos que dirigió posteriormente a los inquisidores y a los Reyes.
2. Es cierto, que no hay que tomar al pie de la letra todas las quejas pontificias. El mismo Papa las desvirtúa al encabezarlas con la expresión “ut asseritur”. En efecto, procedían de un gran número de conversos, que atemorizados por la primera actuación del tribunal en Sevilla, se dirigieron a Roma, en donde anunciaron lo que sucedía en España. Ahora bien no debe olvidarse, que muchos de estoas hombres eran riquísimos y disfrutaban de grande influencia, aún en los círculos eclesiásticos; y como en realidad era para ellos de vida o muerte, pusieron en juego todo su dinero, y todo su influjo para vez de parar el golpe que les amenazaba. Por eso hicieron lo posible para obtener que el Papa revocara la concesión hecha a D. FERNANDO y Da. ISABEL. Ni es de maravillar que, en su afán de obtenerlo, acudieron a toda clase de exageraciones y aún calumnias, sobre un fondo de verdad.
3. Sin embargo, aun quitando a estas expresiones de SIXTO IV lo que se debe sin duda a sus informadores, queda en pie la afirmación genérica, de que los inquisidores sevillanos procedían en un principio con notable rigor. Así se confirma con la lectura de los relatos, que sobre estos acontecimientos nos han dejado los cronistas de los Reyes Católicos, los cuales hablan de gran número de procesos y de prisiones y de sentencias de diversa índole. Así el cronista BERNÁLDEZ, que es quien datos más concretos sobre estos acontecimientos, nos dice que durante este año “sacaron a quemar la primera vez en Tablada seis hombres e numeres que quemaron”. Y más abajo: “y dende a pocos días quemaron tres de los más principales de la ciudad y de los más ricos”. Asímismo, habiendo salido de Sevilla por razón de la pestilencia que tantos daños causó en la ciudad, continuaron los inquisidores en Aracena, y allí “prendieron e quemaron veinte y tres personas, hombres y mugeres, herejes mal andantes, e finieron quemar muchos güesos de algunos que fallaron que habían morido en la herejía mosaica, llamándose cristianos y eran judíos, y así como judíos habían morido”. Sigue luego el mismo cronista dando datos curiosos sobre la primera actuación de los inquisidores y entre otras cosas nos da un resumen de las penas d muerte dictadas entre los años 1481 y 1488, es decir, ocho años completos, en los cuales “quemaron más de setecientos personas y reconciliaron más de cinco mil”. Semejantes expresiones emplea asimismo, HERNANDO DEL PULGAR: “Destos, dice (es decir, de los procesados conversos) fueron quemados en diversas veces y en algunas ciudades e villas fasta dos mil homes y mugeres; e otros fueron condenados a cárcel perpetua e a otros fue dada por penitencia, que todos los días de su vida anduviesen señalados con cruces grandes colorados, puestas sobre sus ropas de vestir, en los pechos como a sus fijos, de todo oficio público, que fuese de confianza, e construyeron que ellos ni ellas no pudiesen verter ni traer seda ni oro ni chamelote, so pena de muerte”. Se refiere al Sanbenito, especie de gran escapulario, que llevaban algunos condenados por la Inquisición como señal de ignominia. Para hacerla mayor, llegaba generalmente pintadas algunas llamas u otras figuras. Era ya usado en la Inquisición medieval, pero la española lo generalizó más, introduciendo una serie de variantes en la forma y en los colores o dibujos del sanbenito, según fuera mayor o menos la culpa que se quería castigar. Por lo que se refiere a estas penas de infamación, se trata sencillamente de la aplicación, con todas sus consecuencias, del castigo del derecho romano de inhabilitación e infamia, en lo cual los nuevos inquisidores españoles no hacían otra cosa que aplicar una de las penas que definía contra los herejes el derecho común existente, así eclesiástico como civil. Grande fue sin duda el rigor que se trasluce en estos testimonios; pero se explica perfectamente en aquellas circunstancias, sin que por esto queremas justificar lo que hubo de precipitación o de rigor excesivo en los fallos. El derecho común, tanto eclesiástico como civil, de aquel tiempo proclamaba la pena de muerte por el fuego y otras penas gravísimas contra los herejes convictos. La ley eclesiástica definitiva se halla en las Decretales de GREGORIO IX, cap. 15, de Haereticis, l. V, tit. 7. Por otra parte, en la España de aquel tiempo se veía claramente el peligro inmenso que existía de parte de la multitud de los falsos judíos conversos. Por eso ha llegado a afirmar SHÄFER, E., “que estos conversos, los llamados MARRANOS, (La expresión MARRANO, cuyo significado es bien conocido, la empleaban los cristianos como insulto para designar a los conversos judíos y por los conversos, por lo cual les quedó por mote e insulto).
4. Las leyes civiles españolas no eran menos severas. El Fuero Juzgo, tit. 2, lib. 12, ley 2 disponía: “Defendemos que ningún home non ose despreciar los Evangelios nin los sacramentos de la sancta Iglesia… e en cualquier persona que venga contra esto…siquiera sea poderoso, siquiera de menor guisa, pierda su ondra e seya echado de la tierra por siempre, si se non quiere repentir…”. El Fuero Real, en la ley 23, libr. 4 dispone que los “Obispos e los perlados de la Iglesia los juzgasen (a los herejes), que los quemen, si no se quieren tornar a la fe…”.
Las Leyes de Partida son aún más expresivas. Después de indicar en la ley 2, tít. 26, Partida 7, un procedimiento para convertir a los herejes, continúa: “E SI POR VENTURA NO SE QUISIEREN QUITAR DE SU PORFÍA, DÉBENLOS JUZGAR POR HEREJES E DARLOS DESPUÉS A LOS JUECES SEGLARES, E ELLOS DÉBENLES DAR PENA EN ESTA MANERA: QUE SI FUERA PREDICADOR, DÉBENLES QUEMAR EN FUEGO DE MANERA QUE ERA MUERA…”.
Se convirtieron en un verdadero peligro para España nacional,, pues la mayor de ellos conservaban ocultamente sus antiguas costumbres y al mismo se dedicaban con el más ardoroso celo al proselitismo”; y el conocido historiador PASTOR: “De esta manera, dice, se produjo bien pronto en España un GRAN NÚMERO EN APARIENCIA…Las cosas llegaron al extremo, que del ser o no sr de la católica España”. (Geschischte der Päste, vol. II,p. 624, Friburgo de Br. Ed. de 1925).
Por lo tanto, el rigor empleado contra los falsos conversos judíos en Sevilla, LA TIERRA de SAN ISIDORO, se explica por el AMBIENTE DEL TIEMPO. Más aún,, por eso mismo afirmamos, que el rigor de la Inquisición y el castigo de un buen número de conversos terminó de una vez las matanzas bárbaras y crueles, que tantas veces y en época bien cercana a estos acontecimientos habían ensangrentando las calles de las mejores poblaciones españolas. (Véase, puede verse una exposición breve de estas matanzas, sobre todo las de 1391, 1467 y 1463-1464, en MENÉNDEZ Y PELAYO, Historia de los Heterodoxos españoles, 2ª ed. 7 vol. Madrid 1912: vol. III, pág. 395 y s.).
Desde que la Inquisición encauzó la indignidad popular contra los falsos conversos por los cauces de la ley, no se repitieron tales matanzas.
De hecho, pues, la Inquisición española en su primer tribunal de Sevilla procedió con rigor, como lo demuestran los testimonios aducidos. Tanto LLORENTE como otros, han exagerado notablemente las víctimas de la Inquisición sevillana del año 1481. Así, por ejemplo, LLORENTE afirma, que en sólo el año 1481 fueron condenados a las llamas en la sólo la ciudad de Sevilla y la diócesis de Cadiz DOS MIL PERSONAS. (LLORENTE, J. A., Histoire critique…, vol. I, p. 160 y s.).
Realmente no comprendemos cómo pudo estampar LLORENTE ESTA AFIRMACIÓN. De hecho alega como única prueba el testimonio del Padre MARIANA SJ; pero de él tomó SOLAMENTE LO QUE LE CONVENÍA, desligándolo del contexto.
Efectivamente, es verdad que MARIANA dice que “dos mil personas Fueron quemadas” (Historia de España, Libr. 24, pág. 17, pág. 400, ed. Valencia, 1794); pero, en ninguna parte consta, que esto se refiera solamente al año 1481 y sólo a la ciudad de Sevilla y diócesis de Cádiz. Por el contrario, del contexto de que precede se desprende, que esta cifra se refiere a todo el tiempo que duró la jurisdicción de FRAY TOMÁS DE TORQUEMADA, y a todos los tribunales de ESPAÑA, y a todos los Tribunales, hay que repartir los 2.000 por todos los tribunales de la Península, que llegaron a ser 14, y a los 18 años que abarca este período. Así aun suponiendo que al año 1481 le toca una proporción algo mayor, ya se ve cuán distinta es de lo que LLORENTE hacer creer.
Todo esto aún admitiendo como bueno el testimonio del P. MARIANA, de cuya exactitud en muchos datos numéricos tenemos fundamento para dudar. Sin embargo, en este caso no tenemos dificultad en admitir como verdadero el cálculo de MARIANA, pues coincide con los datos de BERNÁLDEZ y ZURITA.
Extracto: “Gregorianum” anno xx. Fasciculus I. 1939, Vol. XX, B. LLORCA SJ Inquisición española incipiente. Pág, 101-142.
En materia religiosa, se produce la expulsión de los judíos (1492); la reforma de las órdenes religiosas, labor realizada por el Cardenal CISNEROS; y la creación de la Inquisición en Castilla (1478) gracias a la Bula “Exigit sinceras devotionis affectus” promulgada por el Papa SIXTO IV por lo que otorga a los reyes el poder de nombrar dos o tres obispos para desempeñar el oficio de inquisidores, produciéndose las primeras condenas en Sevilla durante el año de 1481.
Editó Gabriel Pautasso
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