El ecumenismo religioso se va disolviendo cada vez más en ecumenismo humanitario, del cual las diferentes religiones son formas históricas mutables e igualmente válidas.
“Es posible proseguir este análisis sin estudiar en detalle la naturaleza ambigua de las relaciones judeo-musulmanas. ¿Son realmente los judíos los peores enemigos de los musulmanes? ¿La doctrina islámica está tan alejada como se dice del espíritu de la Tora y el Talmud?
Según los musulmanes, Dios no ha dejado jamás de convocar a los hombres a profesión del monoteísmo por medio de los enviados (Rasul) y de los profetas (nabi), todos salidos de la posteridad de ABRAHAM, considerado como el padre común de judíos, cristianos y musulmanes. Pero es indiscutible que el monoteísmo musulmán está mucho más cercano del judaísmo y del cristianismo, católico u ortodoxo, puesto que a diferencia de estos últimos, acusados de theofanía (comedores de Dios) y de asociaciones (Iglesia), los judíos son reconocidos por los musulmanes como auténticos monoteístas.
“Es posible proseguir este análisis sin estudiar en detalle la naturaleza ambigua de las relaciones judeo-musulmanas. ¿Son realmente los judíos los peores enemigos de los musulmanes? ¿La doctrina islámica está tan alejada como se dice del espíritu de la Tora y el Talmud?
Según los musulmanes, Dios no ha dejado jamás de convocar a los hombres a profesión del monoteísmo por medio de los enviados (Rasul) y de los profetas (nabi), todos salidos de la posteridad de ABRAHAM, considerado como el padre común de judíos, cristianos y musulmanes. Pero es indiscutible que el monoteísmo musulmán está mucho más cercano del judaísmo y del cristianismo, católico u ortodoxo, puesto que a diferencia de estos últimos, acusados de theofanía (comedores de Dios) y de asociaciones (Iglesia), los judíos son reconocidos por los musulmanes como auténticos monoteístas.
VÍNCULOS DE ESENCIA JURÍDICA - TEOLÓGICA - CULTURAL.
La doctrina de MAHOMA pretende ser, no una innovación sino una confirmación de los primarios monoteístas escriturarios, es decir del judaísmo y del cristianismo. El Coran presenta a MAHOMA como “el confirmador de la Torá” que constituye “sello de la profecía”, expresión que consagra la clausura y la realización final de la revelación sucesivas que Dios ha hecho a los hombres reproducen un arquetipo celeste llamado “la Escritura madre”. La Tora, entregada a MOISÉS, es Luz y “Guía para todos los hombres”. La única verdadera crítica que los musulmanes dirigen a los judíos es el haber falsificado una parte de las Escrituras con el fin disimular la fe musulmana de ABRAHAM. Pero, en realidad, tal como se explica, los exégetas e historiadores están de acuerdo en decir que las suras desfavorables a los judíos son posteriores a las llenas de dulzura, y que aquellas fueron reveladas a MAHOMA los años 625 y 628, período durante el cual el Profeta debió afrontar a los judíos que rehusaron – para su sorpresa – reconocer la nueva revelación.
En consecuencia, el Islam no ha roto con la tradición judaica inaugurada por ABRAHAM, aunque éste llamado IBRAHIM no aparece como un profeta judío, sino como “el padre de los musulmanes”. Por el contrario, la ha adaptado perfectamente al espíritu beduino-árabe. Judíos y árabes pertenecen a la misma semítica, lo que facilita para los musulmanes la reconstrucción de la filiación entre los árabes y ABRAHAM. Y es junto a los monjes judeo-cristianos (nestorianos, ebionitas, monofisitas), con frecuencia provenientes de la diáspora judía de Arabia y del Medio Oriente, así como en contacto con comerciantes judíos y rabinos, que MAHOMA establece las bases de la nueva religión monoteísta. Concentrados principalmente en la región de Medina, donde MAHOMA hará su repliegue estratégico en el año 622, las tribus judías de Arabia – a veces de origen árabe o inmigradas desde antiguo ( Bani Qaynuqa, Banu Quryza) – adherentes a un judaísmo de coloración talmúdica y fuertemente inspirado por los Libros Apócrifos a los que daban fe, igualmente, los judeo-cristianos heterodoxos de Oriente.
Debe notarse que algunas tribus árabes paganas, entre ellas una parte de la familia de MAHOMA, sufrían ya una influencia monoteísta probablemente debida a la presencia en Arabia de tribus judías y judeo-cristianas El nombre del padre de MAHOMA, ABD ALLAH, que significa “servidor de Dios” – ya que ALLAH ha sido forjado sobre el término hebraico ELOHIM (ELOHIM, plural de EL (que designa a la divinidad en el conjunto del mundo semítico), es uno de los dos nombres de Dios en la Biblia. YAHVÉ es el nombre de Dios cuando EL mismo se revela a Israel). – testimonia así de la preeminencia de Dios en el seno del politeísmo practicado en el contorno del Profeta, y éste no hará más que proseguir el proceso de judaización del paganismo beduino cuando se apodere de La Meca y purifique la Kaaba de sus ídolos. Avanzaba al extremo la tesis según la cual el Islam no es más que una versión beduino-árabe del judaísmo, ha conducido a ciertos eruditos a afirmar que – en realidad – MAHOMA se habría “convertido al judaísmo bajo presión de su mujer KHADIDJA, judía de nacimiento” y “habría ayudado a su instructor, el rabino de La Meca, en su plan de judaización de Árabia, predicando a su compatriotas la religión de MOISÉS.
De todos modos, es un hecho el que MAHOMA, que había frecuentemente tratado a los judíos cuando era caravanero y que los apreciaba particularmente, trataba de sellar una alianza profunda – religiosa y política -, actitud favorable que se puede hallar cómodamente en las Suras de la “primera generación” que atestiguan que los Hijos de Israel son “elegidos en pleno conocimiento entre el mundo” y llaman a los Hijos de Israel a la conversión. “Enteramente en el mismo espíritu, la reacción de la comunidad había sido, en un primer momento, muy benevolente: el Islam naciente se le aparecía como una nueva secta del judaísmo, susceptible de una adhesión ulterior. Así es que se anudaron relaciones y los rabinos tuvieron contacto
con MAHOMA”.
Exilado de La Meca hacia Medina, en Enviado de ALLAH invita a los judíos a reconocer su misión profética, pero éstos no respondieron favorablemente a sus reclamos y rechazaron la nueva revelación. Entonces comienza la borrasca y, a la fuerza de los acontecimientos políticos – necesidad de alianza contra el exterior – los versículos coránicos plenos de suavidad de la primera época dieron lugar a las advertencias, y después a los discursos inflamados de cólera: “Fueron golpeados por la humillación y la pobreza, - constata el Corán – la cólera de Dios los sometió a prueba porque no había creído en los signos divinos, porque mataban injustamente a los Profetas, porque eran desobedientes y transgresores”.
Estos versículos que contradicen a los precedentes no hacían más que formalizar una realidad. MAHOMA se vuelve contra las tribus judías de Medina, que rehusaron colaborar con él en la expansión del Islam, sin – de todos modos – declararles la guerra, y sus tropas, recientemente convertidas, asediaron entre los años 624 y 627 a las tres medinesas: los Banu Qaynuqa, Banu Naddhir y Banu Qurayza, cuyos bienes fueron confiscados. En el año 628, igualmente aprovechando un momentáneo tratado de no-beligerancia (Hudaybiya) concluido con sus enemigos de La Meca. MAHOMA ataca de la misma forma a la comunidad judía del oasis de Khaybar, situado a 140 kilómetros de Medina, que había rehusado también reconocer la revelación islámica. Al cabo de un mes y medio de asedio, los judíos de Khaybar capitularon en los términos de un tratado o “Pacto de Protección de Khaybar”, la Dhimma. Por medio de la entrega de un tercio de sus cosechas a los musulmanes y la puesta a disposición de sus tierras en todo momento, los cultivadores judíos de Khaybar aseguraron sus vidas. Es a partir del Pacto de Khaybar que será forjado luego el derecho musulmán en materia de estatuto legal de minorías judías, así como cristianas y, en una menor medida, zoroastrianas. Tal es, pues, el origen de la dhimma.
La derrota militar de los judíos de Arabia - escribe BERNARD LEWIS – “puso término a la confrontación entre judaísmo y el Islam”. Así, entre los siglos VII y XIX, no hubo fricciones reales entre el Islam y el judaísmo, puesto que los judíos no constituyeron nunca una amenaza seria, en el plano temporal, en tanto aceptaban su estatuto de Dhimmis, es decir, que se sometían a las leyes temporales del Islam. Por otra parte, como lo hemos mostrado, las cuestiones teológicas no fueron nunca un punto de discordia entre judíos y musulmanes, puesto que el Islam y el judaísmo tienen en común todo un corpus doctrinal, jurídico, ritual procedente de la misma Ley mosaica, que los cristianos – por su parte – abandonaron con SAN PABLO.
El punto de convergencia más evidente entre las dos religiones es, probablemente la idea de Ley divina: la Halakha judía y la Sharia musulmana son similares en muchos aspectos. Judíos y musulmanes creen en la existencia de una Ley Escrita, revelada, que emana de Dios – que rige cada aspecto de la vida pública y privada, colectiva e individual – idea totalmente desconocida a las religiones no-monoteístas e incluso al cristianismo no-protestante. Sobre todo, “judíos y musulmanes observan reglas alimentarias y desaprueban a quienes no sigan ninguna”, escribe BERNARD LEWIS. “Esas reglas, al ser más estrictas en la religión judía, los juristas musulmanes no dudaron en declara que los fieles podían consumir la carne de matados según el ritual judío. Igualmente, judíos y musulmanes practican la circuncisión y (…) manifiestan una similar desconfianza hacia a los incircuncisos”. También, la identificación de la ley y de la religión constituye otro punto en común que se manifiesta por el surgimiento de un orden de teólogos y juristas que no son – sin embargo – sacerdotes en el sentido cristiano del término. Como los rabinos, los ulemas son juristas, doctores de la ley. “Nada se aproxima más a la Sunna que el Talmud (…) – escribe SLIMANE ZEGHIDOUR - . En los medio orientalistas (…) la profunda analogía, sino la genealogía ENTRE LOS DOS CORPUS, JUDÍO Y MUSULMÁN, pasa por una banalidad (…)
Comentario de la Ley (Michna en hebreo, de donde, según algunos lingüistas deriva el árabe Sunna) y de su complemento (guemara) de explicación, el Talmud, comprende dos partes compiladas en Palestina y en Babilonia, durante los siglos III y IV. Se trata de purificaciones rituales prescriptas después de la contaminación que podría causar el contacto con objetos impuros que llenan varios tratados del Talmud; DE LA SUPERIORIDAD DEL VARÓN CREYENTE SOBRE LA MUJER Y EL PAGANO, (Bendito seas, Señor, que no me has hecho ni goy, ni campesino, ni mujer) de la obsesión con la mezcla de géneros, incluidos los vegetales; DE LA POLIGINIA SIMULTÁNEA DE 18 ESPOSAS PARA EL REY Y 4 CONCOMITANTES PARA EL PARTICULAR (Michna; Sanhedrin II, 4); de la REPUDIACIÓN, DEL MENOR VALOR DEL TESTIMONIO FEMENISMO; se reconoce la atmósfera tensa, el temperamento puntilloso y el ritualismo exacerbado de la Sunna. SERÍA MÁS JUSTIFICADO HABLAR DE UNA CULTURA JUDEO-ISLÁMICA QUE JUDEO-CRISTIANA”, concluye muy claramente el escritor musulman, y HENRI LAMMENS recuerda, al respecto, que “el derecho musulmán, el FIQT, ha sufrido influencias extrañas, entre otras la del derecho talmúdico”.
Sunna y Talmud rechazan categóricamente y de igual manera el testimonio de los niños, de las mujeres solas, de los esclavos, de los menores, de los sordos, de los mudos, de los “libertinos”, de los “impíos”, de los criadores de palomas… culpables de jugar a los mensajeros en las historias de amores ilícitos. Finalmente, el concepto islámico de “KOFAR”(INFIELES) corresponde al de “GOYIM” ENTRE LOS JUDÍOS; en tanto que la prohibición del matrimonio entre musulmanes y KOFAR corresponde a la imposibilidad legal en Israel, donde los tribunales rabínicos son competentes, de contraer matrimonio entre judíos y goyim.
A semejanza de HENRI LAMMENS o de SLIMANE ZÉGHIDOUR, BERNARD LEWIS concluye, de igual manera, en la existencia de una “civilización judeo-islámica”, cuando escribe que “se halla entre las afinidades judeo-islámicas un inflexible monoteísmo, la austeridad del culto, el rechazo de las imágines y de las encarnaciones y, cosa aún más importante, la sumisión a una ley divina, la que abarca todo”. Una psicología cultural, el empleo de lenguas emparentadas, explican igualmente la homología entre textos sagrados de las dos religiones. Así, la misma palabra, DÎN, significa religión en árabe y ley en hebreo.
Para un judío o un musulmán, el vínculo entre ambas acepciones es evidente, mientras que no lo sería para un cristiano. En consecuencia, al igual que es fácil para un hebraísta aprender árabe, un talmudista puede comprender el FIGH y la SHARIA con mayor facilidad y satisfacción que sus colegas protestantes, católicos o politeístas.
(Fuente: Revista La Hostería Volante, La Plata, Febrero de 1997, págs. 27-27, citada la revista “Muninn, Association Yggdrasill; Bompertuis neuf Bat 24; 13120 GARDANNE, France).
EL JUDEOCRISTANISMO DEL CARDENAL LUSTIGER
Le Sel de la Terre, nº 40, Otoño, 2003
“Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre una descendencia y su descendencia” (Gn. 3, 15).
Con motivo de la entrega de premio Nostra Aetate (Premio que recompensa la personalidad que trabajó más eficazmente durante el año en pro del acercamiento entre cristianos y judíos), el 20 de octubre de 1998 en la sinagoga Sutton Place (New York) que conceden conjuntamente SAMUEL PISAR y el Centro para el Entendimiento entre judíos y cristianos de la Universidad del Sagrado Corazón de Fairfield (EE.UU.), el cardenal JEAN M. LUSTIGER, arzobispo de París, hizo una declaración de título prometedor: “El mañana de judíos y cristianos”. Esta Declaración, cuya importancia a nadie escapó en su momento, aún hoy merece nuestra atención. (De 2008, Córdoba en el Evento de la UCC y COMIPAZ). Frente a los adalides del mundo judaico, el cardenal presentó un panorama de las relaciones judeocristianas e hizo un profundo análisis de la obra de salvación de la humanidad. Se podía esperar que recordarse algunos datos de la teología católica sobre la historia de la salvación. Lejos de ello, fue más bien el debut de una nueva teología de la historia. Unas pocas citas del cardenal – falleció en 2007 en París – permitirán entender la gravedad de sus observaciones e introducirán este estudio.
“En el momento de entrar en el tercer milenio de la era cristiana, ha comenzado una nueva época en la historia de la humanidad. Se está dando una vuelta de página en la historia de la humanidad. En las relaciones judeocristianas, los cristianos por fin abrieron sus ojos y sus oídos al dolor y a la herida de los judíos. Quieren llevar el peso sin transferirlo a otros y no pretenden aparecer como inocentes”. (Ver la declaración íntegra en Nouvelle Revue Théologique, t. 120, nº 4, octubre/noviembre de 1998, págs. 529-543).
El cardenal abre su discurso exclamando: “¡Cuán conmovido estoy al ser recibido en esta célebre y venerable sinagoga de Nueva York, centenaria ya¡¡¡ El cardenal acaba de publicar una síntesis de su pensamiento, especie de judeocristianismo sincretista en una obra titulada La Promesa, edit. Parole & Silence, 2002. CLAUDE VIGUÉE juzga así la obra del cardenal: “JEAN-MARIE LUSTIGER pone de manifiesto que no se puede – so pena de destruir el núcleo mismo del cristianismo – rechazar la elección de Israel. Esa es la clave de su libro. Para escribir estas líneas, desde la situación social y espiritual donde se encuentra, se precisa tener mucho valor. Hay cristianos que no le perdonarán fácilmente haber recordado que sin la elección de Israel no es concebible la elección cristiana (…) Adviértase que si hubiese lo mismo en tiempo de la Santa Inquisición …¡de seguro estaría en la hoguera¡”. France Catholique, nº 2857, noviembre de 2002, págs. 10.
¿Cuál es el pecado en virtud del cual cristianos deben llevar una carga? El cardenal se encarga de responderlo en el capítulo titulado “La elección y los celos”, que debería citarse por entero al describir tan erradamente la historia de la salvación.
La elección recae sobre el pueblo judío infiel: jamás ha sido revocada en razón del “escogimiento del pueblo elegido”. Los celos, es cosa de los cristianos:
“Los celos frente a Israel son tales, que rápidamente asumió la forma de una reivindicación de herencia. ¡Eliminar al prójimo, esto es, a alguien diferente de uno mismo¡ Los paganos convertidos tuvieron acceso a la Escritura y a las fiestas judías. Pero un movimiento de celo humano, muy humano, los condujo a poner al margen, o bien fuera, a los judíos (es decir, a su judaísmo, sus prácticas, sus ritos, sus creencias).
En efecto, dice el cardenal, “la cantidad y la fuerza de los paganos convertidos vino a trastornar, invertir la economía de la salvación. Este movimiento tendió a vaciar la existencia judía de su contenido concreto, carnal e histórico, concibiendo la vida de la Iglesia bajo la figura de una realización definitiva de la esperanza y de la vida judaica.
En su último libro, el cardenal LUSTIGIER distingue dos iglesias, la de Jerusalén, “Iglesia que es, dentro de la Iglesia Católica, la continuidad de la promesa hecha a Israel (…) y que no ha perdurado, a más tardar, hasta el siglo VI, destruida bajo la presión de Bizancio. Esta es una de las pérdidas más importantes de la conciencia de los cristianos. La memoria de la gracia (de la elección) que se había concedido fue virtualmente rechazada, no digo por la Iglesia en cuanto a esposa de Cristo, sino por los cristianos (p. 17)” y por los pagano-cristianos, tanto los clérigos como los príncipes o el pueblo, fue apoderarse de Cristo para desfigurarlo, y hacer detesta desfiguración de su Dios (…) Su ignorancia sobre de Israel es prueba de su ignorancia sobre Cristo, a quien dicen servir” (La Parole, edit. Parole et Silence, 2002, p. 81). ¿Es todavía católico el cardenal LUSTIGIER?
La crisis que actualmente sacude la Iglesia de Dios, vista desde los cielos, se inscribe necesariamente en el combate multisecular entre la Iglesia y la Sinagoga de Satanás (Ap.2, 9).
A este respecto, el siglo XIX fue testigo de la elaboración de un nuevo plan de asalto contra la ciudadela cristiana católica, estrategia revelada en 1884 por ELÍAS BENAMOZEGH.
Este rabino cabalista de Livorno, Italia, maestro del pensamiento judío contemporáneo, propuso entonces no borrar de la superficie de la tierra el catolicismo sino “transformarlo” según los criterios de la ley noáquida. ¿Fue el Concilio Vaticano II un intento de aplicar este plan? Esa es la cuestión que MICHEL LAURIGAN trata aquí.
EL ESTADO REAL DEL ECUMENISMO: DEL ECUMENISMO RELIGIOSO AL HUMANITARIO.
El ecumenismo religioso se va disolviendo cada vez más en ecumenismo humanitario, del cual las diferentes religiones son formas históricas mutables e igualmente válidas.
El ecumenismo es quizá el punto del movimiento postconciliar en el cual son más relevantes el uso de la anfibología, la acción de la propaganda y el efecto del loquimini nobis placentia. En torno a 1970, en las entradas de las iglesias de Italia y de Suiza italiana se fijaban carteles que representaban el encuentro de PABLO VI con ATENÁGORAS, anunciando la leyenda de la reunión de seiscientos millones de católicos con doscientos cincuenta millones de ortodoxos. Dejando aparte la falsedad de las estadísticas, conviene recordar, además de la casi nula jurisdicción del Patriarca, la solemne declaración ya citada, hecha poco después del encuentro con el Papa: “No se trata en este movimiento de caminar juntos una Iglesia hacia la otra, sino de caminar todas las iglesias hacia el Cristo común, de reconstruir la Iglesia una, santa, católica y apostólica”. (ICI, nº 311, p. 18, 1º mayo de 1968).
La mayor dificultad del encuentro ecuménico está constituida para la Iglesia Católica por el residuo nuclear de la doctrina tradicional. Este residuo el que retrae a la Iglesia Católica de entrar en el paritario Consejo Ecuménico de las Iglesias. Este núcleo no es compatible con el espíritu conciliar, para quien la unificación religiosa es el primun movens. La exigencia ecuménica parece convertida en locus theologicus y las verdades deben responder al criterio de la conformidad con que las expectativas de los no católicos. El obispo auxiliar de París, Mons. GOUET, conjuntamente con el Gran Muftí de Francia y un pastor calvinista, distribuyó a los alumnos del colegio de Montgeron un colgante que reúne la Torah hebraica, la Cruz cristina, y la Media Luna musulmana. Diario “L’Aurore”, 15 de marzo de l971. De la misma forma, en mayo de 2008, se anuncia con un programa bien organizado del “Seminario Interdisciplinario En Estudios Interreligioso” por parte de la Universidad Católica de Córdoba “Universidad jesuita” y el Comité Interreligioso por la Paz, que ostenta los tres símbolos: la estrella de David de los hebreos, la cruz de los católicos y la media luna musulmana.
El estado actual del ecumenismo, con la renuncia práctica a la expansión de la fe, se revela claramente en los discursos de JUAN PABLO II en su viaje de 1982 a Nigeria: no hay referencia de la conversión a Cristo, pero en el mensaje específico para los musulmanes (que quedó sin acogida y sin respuesta) el consenso de las dos religiones es invocado “para favorecer la unidad de Nigeria” y “hacer una contribución al buen orden del mundo como una nueva civilización del amor” (O. R., 14 de febrero de 1982). Como decíamos, la concordia y la paz ya no es una realidad concerniente a la unidad de religión, sino a la unidad de civilización, o si se quiere, a la única religión natural de la mundanidad. El ecumenismo religioso se va disolviendo cada vez más en ecumenismo humanitario, del cual las diferentes religiones son formas históricas mutables e igualmente válidas. La organización religiosa del género humano se modela sobre lo civil y el movimiento de cosecha se convierte en el del profeta MIQUEAS (Miq. 4, 5), que el presidente israelita SHAZAR dirigió en enero de 1964 al PAPA PABLO VI, quien se despedía de Tierra Santa: “Dejad que cada nación actúe en nombre de su propio Dios y nosotros en nombre de Dios Nuestro Señor” (RI, 1964, pág. 50).
Aún más acentuado es el sincretismo en las declaraciones del Cardenal LUSTIGER, arzobispo de París, (reciente fallecido), en una entrevista del 3 de febrero de 1981 con “France Soir”: “Yo soy judío. Para mí las dos religiones son una misma”. Fue desmentido inmediatamente por el Gran Rabino de Francia KAPLAN: “Para nosotros no se puede ser a la vez judío y cristiano”; e igualmente por su sucesor, el Gran Rabino SIRAT: “No se podría, sin abuso de lenguaje, hablar de religión judeo-cristiana. Se es judío o se es cristiano”. Es viva la contraposición entre quien ha perdido el sentido de las esencias y quien lo conserva.
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