Historia de Nuestra Señora del Rosario de Córdoba
En 1580 ingresó al vasto territorio de lo que hoy Argentina, el primer Obispo de Córdoba, Fray FRANCISCO DE VICTORIA, de España. Al notar la falta y religiosos en la región, llamó en auxilio a los Padres de la Compañía de Jesús.
Se proyecto la construcción de un Convento de su Orden en Córdoba, fundada el 6 de julio de 1573 por DON JERÓNIMO LUIS DE CABRERA.
En 1590 partió a España y deseando enriquecer las iglesias de su Obispado, encargó a un hábil escultor la realización de dos imágines de talla: un crucifijo para la ciudad de Salta, cuya fundación había bendecido antes de partir; y una efigie de Nuestra Señora del Rosario para Córdoba de la Nueva ANDALUCÍA. No le fue posible traerlas en persona, porque la muerte lo sorprendió en 1592. Ambas imágines fueron conducidas a su destino cumpliendo así su voluntad.
En 1592 llegaron a las cercanías del Puerto del Callao, el Perú, dos grandes cajones de madera que se acercaron a la ribera impulsados por las ondas del mar.
La gente marinera de aquella población comprendió que dichos cajones debieron haber sido arrojados a las aguas por algún accidente ya que nunca se vio entonces el navío que los había conducido. Esta circunstancias llamó la atención de los pobladores y obreros del puerto que se desplazaron en pequeñas embarcaciones y, antes que los cajones pudieran llegar a la playa, los recogieron. Al encontrar en ellos las conmovedoras imágines del Cristo Crucificado y de la Virgen de Rosario, atribuyeron a un milagro el arribo a puerto seguro.
La voz corrió por las comarcas y la noticia llegó al Virrey de Lima, capital del Perú, en el corazón de América del Sur, quien quiso contemplar personalmente el divulgado prodigio. Vio, en efecto, que era verdad cuanto decía y que para el Cristo se había puesto la leyenda: “Un Señor crucificado para la Iglesia Matriz de Salta remitido por Fray Francisco de Victoria, Obispo del Tucumán”, y para la imagen de la Virgen esta otra: “Una Señora de del Rosario para el Convento de Predicadores de la Ciudad de Córdoba, remitido por Fray Francisco Victoria, Obispo del Tucumán”.
En Lima, centro de la vida religiosa de estas grandes ciudades españolas, floreció en aquella época la santidad en las personas del Arzobispo DON TORIBIO DE MOGROVEJO y de ROSA DE LIMA. Otras almas privilegiadas también habían llegado a estas tierras cumbres de la vida cristiana, cuando el Virrey, en medio de la admiración y del temeroso respeto de las gentes que habían contemplado tan singulares imágines, dio órdenes para que fueran conducidas a s destino.
Si la llegada de las imágines a las costas americanas es considerado un prodigio, el azaroso viaje por tierra hasta Salta y Córdoba sin que la preciosa carga sufriera daño alguno es también sorprendente. Luego que los cordobeses recibieran con regocijo la imagen de la Virgen, ésta fue ubicada en una modesta capilla. Se piensa que fue, probablemente la que sirvió de iglesia a los dominicos hasta 1616, año en que abrazó los hábitos de la Orden D. LUIS GREGORIO DE TEJADA, el primer poeta rioplatense.
Con el legado de su fortuna pudo construirse la Iglesia y el convento, que acabaron de construirse en 1656.
El deterioro que el transcurso de los años ocasionó al primitivo Convento de Santo Domingo obligó a su demolición en 1857. El templo actual, en la Av. Vélez Sarsfield 30 de la ciudad, quedó inaugurado el 28 de septiembre de 1861, día de su consagración.
La imagen en talla de Nuestra Señora del ROSARIO que ahí se venera, conocida también como la Virgen del Milagro, réplica de la que se halla en el Santuario de Atocha, mide alo más de un metro y medio de altura. A SU PROTECCIÓN, DON SANTIAGO DE LINIERS Y BREMOND, EL CONDE DE BUENOS AIRES, atribuyó el triunfo sobre los invasores de 1806 y 1807, y en prueba de gratitud envío al Santuario cordobés dos banderas cobradas al enemigo hereje. Igual actitud tomó el GENERAL JOSÉ DE SAN MARTÍN al ofrecer a la venerada imagen una de las banderas del Ejército de Andes, primer ejército de la Patria naciente, obró también el favor de la Virgen de los Milagros al poner término a las sequías que diezmaron los campos y las sierras de la Provincia mediterránea, tal la sufrida en 1846, o en ocasión de la epidemia de cólera de 1867. La devoción a esta Virgen, que se remonta a más de cuatro siglos, no podía sino culminar con la coronación pontificia que S. S. LEÓN XIII le otorga por disposición fechada el 1º de octubre de 1892.
Editó Gabriel Pautasso
Diario Pampero nº 104 Cordubensis
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