Me gusta sentarme delante de ese cuadro de VELÁSQUEZ, el
retrato de esa niña morena, que nadie sabe quién fue, ni cómo se llamaba, no
por qué VELÁZQUEZ la pintó, nos dijo.
Editó: Lic.
Gabriel Pautasso
Grupo
Santillana. Madrid, 2001. Félix Nussbaum, Autorretrato con pasaporte judío,
1943 Kulturgeschichtliches Museum, Osnabrück, VEGAP, Madrid, 2001·.
*“Sí”,
dijo el ujier, “son acusados, todos los que ve aquí son acusados”. “¿De
veras?”, dijo K. “Entonces son compañeros míos”. FRANZ KAFKA,
El Proceso*
*SEFARAD
pp. 588-593*
Me
gusta sentarme delante de ese cuadro de VELÁSQUEZ, el retrato de esa niña
morena, que nadie sabe quién fue, ni cómo se llamaba, no por qué VELÁZQUEZ la
pintó, nos dijo. Seguro que ya lo han visto, pero no se vayan sin mirarlo y no
lo vean nunca de nuevo. Con los años, uno deja de fijarse en las cosas, se
habitúa a ellas y ya no las mira, no sólo por indiferencia, sino también por
higiene mental. Los vigilantes de
cualquier museo se volverían locos si vieran permanentemente todos los
cuadros que le rodean, con todos sus detalles. Yo entro aquí y no creo ya nada,
después de tantos años, pero a esa niña de VELÁZQUEZ la veo siempre, tiene un
imán que me atrae hacia ella, y siempre me mira, y aunque me sé de memoria su
cara siempre descubro en ella algo nuevo, como imagino que descubre una madre o
un padre en la cara de su hijo, o un amante en la que de la persona amada. Los
cuadros, aquí y en cualquier museo, representan a poderosos o a santos, a gente
hinchada de arrogancia, o trastornada por la santidad o por el tormento del martirio, pero esa niña
no representa nada, no es ni la Virgen niña ni una infanta ni la hija de un
duque, no es nada más que ella misma, una niña sola, con una expresión de
seriedad y dulzura, como perdida en una ensoñación de melancolía infantil,
perdida también en este lugar, en los salones ampulosos y algo desastrados de
la Hispanic Society, como una niña encantada en un palacio de cuento en cuyo
interior el tiempo dejó de transcurrir hace un siglo. Tiene una mirada franca y
al mismo tiempo de timidez y reserva, y sus ojos oscuros se posan ahora en los
míos, mientras estoy escribiendo, aunque me encuentro ahora muy lejos de ella y
de aquel mediodía nublado en Nueva York, en vísperas de la partida. Sólo han
pasado unos meses y los recuerdos son todavía nítidos y firmes, pero si pienso
detenidamente en esas horas de la Hispanic Society, en la cara de esa niña de
VELÁZQUEZ, en la voz y en los ojos de fuego de la mujer que no llegó a decirnos
su nombre, todo tiene el temblor, la consistencia frágil de lo que no se
sabe si llegó a suceder de verdad de
verdad. Guardo pruebas, detalles materiales, la tarjeta Metrocard que usamos
para el autobús que nos llevó tan lejos, las postales que compramos en la
tienda de la Hispanic, que es una tienda muy precaria, en la que todavía quedan
existencias de postales en blanco y negro de hace un siglo, y guías y catálogos
de publicaciones que podrían estar en esos mostradores de las librerías de
lance en los que se ofrece lo más deteriorado y menoscabado. Pero en ese lugar
imprevisible una tienda tan modesta, con algo de apocado estando español – cómo
no compararla con las tiendas de otros museos de Nueva York, espectaculares
supermercados de lujos – ocupa un salón enorme, inexplicable en su organización
del espacio, circundado por completo por grandes mostradores de madera oscura,
como anaqueles de un desmesurado almacén de tejidos de principios de siglo o
como esas cómodas gigantes que se ven en las sacristías de la catedrales, y en
las que se guardan las ropa litúrgicas. La tienda ocupa una esquina deslucida,
una parte del mostrador, detrás del cual se sienta una señora muy mayor con
todo el aire de ponerse a tricotar en cualquier momento, en cuanto se vayan
estos dos raros visitantes que ahora repasan una colección mustia de postales.
Y todos los muros, desde el suelo hasta el techo, están ocupados por pinturas
ingentes, o por una sola pintura que transcurre sin interrupción en toda su
amplitud, y en la que están representados, como un delirio barroco de carnaval
o en el desorden de las láminas de una enciclopedia, todos los trajes
regionales, los oficios y los bailes antiguos, los paisajes de España, toda la
bisutería del romanticismo folklórico pintada a destajo por JOAQUÍN SOROLLA,
como una Capilla Sextina consagrada a glorificar la pasión hispánica de Mr.
HUNTINGTON, a celebrar en grandes brochazos de color cada tipo racial, cada
polvoriento vestuario o tocado ancestral o particularidad antropológica, los
caballistas andaluces con sus sombreros de ala ancha, y los castellanos con que
caras rugosas y quemadas, y los aragoneses bailando jotas con pañuelos rojos atados
a la nuca: también los naranjales, los olivares, las aguas cantábricas en las
que faenan los pescadores del norte, los hórreos gallegos y los molinos de La
Mancha, las gitanas andaluzas con vestidos de volantes y las falleras
valencianas con sus faldas tiesas de almidón y pedrería y sus peinados rígidos
como de damas ibéricas, las huertas y los páramos, los cielos violáceos del
GRECO y la luz clara y jugosa del Mediterráneo, metros y metros cuadrados de
pintura, una profesión de caras como máscaras y ropas como disfraces que tiene
toda la densidad y el mareo de un baile de carnaval, y también la minuciosidad
abrumadora de un catálogo o de un reglamento, cada lugareño con sus rasgos
vernáculos y su uniforme pertinente, uncido a sus costumbres eternas y a su
paisaje regional, cada individuo tan clasificado en su origen y en su patria
chica como los pájaros o los insectos en su categorías zoológicas.
Pero lo
que ahora tengo delante de mí, en mi cuarto de trabajo, junto al teclado del
ordenador o computadora y a la concha blanca y pulida por el agua que ARTURO
encontró hace dos veranos en la playa de Zahara, es una de las postales que
compramos en la tienda de la Hispanic Society, el retrato de esa niña morena,
delicada, solitaria, perfilada contra un fondo gris, que me mira ahora como
aquel mediodía, cuando fuimos a mirarla por última vez antes de marcharnos, en
la víspera de nuestro viaje de regreso, cuando ya casi no está estábamos en
Nueva York aunque todavía nos faltara un día entero para volar hacia Madrid y
el tiempo se nos deshacía entre los dedos con una inconsistencia de papel
quemado, de hojas de ceniza, minutos y horas sin sosiego, como el tiempo
atribulado y fugaz de los amantes clandestinos que nada más verse ya saben que ha empezado para
ellos la cuenta atrás de la separación. Al inventar uno tiene la vana creencia
de que se apodera de los lugares y las cosas, de la gente acerca de la que
escribe: en mi cuarto de trabajo, bajo la luz de la lámpara, que ilumina mis
manos y el teclado, el ratón, la concha cuyas acanaladuras me gusta acariciar
distraídamente con las yemas de los dedos, la postal de LA NIÑA DE VELÁZQUEZ,
puedo tener la sensación de que nada de lo que invento o recuerdo está fuera de
mí, de este espacio cerrado. Pero los lugares existen aunque yo no esté en
ellos y aunque no vaya a volver, y las otras vidas que viví y los hombres que
fui antes de llegar a ser quien soy contigo quizás perduran en la memoria de
otros, y en este mismo momento, a seis horas y seis mil kilómetros de distancia
de este cuarto, la NIÑA que me mira desde la pálida reproducción de una postal
mira y sonríe levemente en un lienzo verdadero y tangible, pintado por
VELÁZQUEZ hacia 1640 y llevado a Nueva York hacia 1900 por un multimillonario
americano, colgado en un gran salón medio en penumbra de un museo que visita
muy poca gente. Quién sabe si ahora mismo, cuando en Nueva York son las dos y
cuarte de la tarde y aquí empieza un anochecer de diciembre, habrá alguien
mirando la cara de esa NIÑA, alguien que advierta o reconozca en sus ojos
oscuros la melancolía de un largo destierro.
*NOTAS
de LECTURAS*
*(para aficionados que quieran ser
escritores…)*
*HE
INTENTADO muy poco en las historias y las voces que se cruzan en este libro.
Algunas las he escuchado contar y llevaban mucho tiempo en mi memoria. Otras
las he encontrado en los libros. A WILLI MÜNZERBERG lo descubrí leyendo “El fin
de la inocencia”, de STHEPHEN KOCH, Tusquets, 1995 y le seguí la pista en “El
pasado de una ilusión (Fondo de Cultura Económica), de FRANÇOIS FURET, libro
tan admirable como su título, y el segundo volumen de las memorias ARTHUR
KOESTLER, “The invisible writing”, así como en un número sorprenderte de
páginas de INTERNET.
El
hermoso nombre de MILENA JESENSKA lo vi por primera vez en las sobrecogedoras
Cartas a Milena, de FRANZ KAFKA, en un volumen de bolsillo de Alianza ed. que
ha ido mucho tiempo conmigo. Fue su nombre solo en el título de un libro,
MILENA – de nuevo Tusquets – el que me llevó a descubrir a su autora, MARGERETE
BUBER.NEUMANN, de quien había encontrado algunas pistas en KOCH y en FURET,
como un personaje menor de nota a pie de página. Los dos volúmenes de su
autobiografía, cuya versión francesa rastreé en el catálogo de Seuil Ed. –
“déportée en Siberie, “Déporteé à Ravensbrück – me los envió velozmente desde
Paris mi editora ANNIE MORVAN. Es curioso que en este sombrío asunto de los
infiernos erigidos por el nazismo y el comunismo abunden tantos los testimonios
de MUJERES: me han sido vitales “Contra toda esperanza” (Alianza Editorial), de
NADESHDA MANDELSTAM, y sobre Journey into the Awhidlwind, de EUGENIA GINZBURG,
cuyo nombre había leído por primera en un libro extraordinario de TVESTAN
TODOROV que descubrí en traducción inglesa, “FACING THE EXTREME – Moral life in
the concentration camps - . De TODOROV aprendí mucho leyendo en Taurus “EL
HOMBRE DESTERRADO”. Sobre la situación
de los judíos de España leí extensamente en “LOS ORIGINES DE LA INQUISICIÓN”,
el tendencioso y ciclópeo estudio de BENZION NETANYAHU, y del mucho más breve y
también más equilibrado clásico de HENRY KAMEN, “LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA
(Crítica), SIN OLVIDAR un libro que a mi parece extraordinario, a pesar de su
extrema concisión, “HISTORIA DE UNA TRAGEDIA, de JOSEPH PEREZ, también
publicado en España por la Editorial Crítica. Mi amigo EMILIO LLEDÓ ha leído en
el original alemán los extensísimos diarios del profesor VICTOR KLEMPERER: yo
sólo conozco la versión inglesa en dos volúmenes que se ha publicado con el
título de “I WILL BEAR WITNESS; A DIARY OF THE NAZI YEARS”. Es triste pensar
que libros de tanta hondura no son casi nunca accesibles al lector en español.
Pero
casi me olvidaba de citar a dos de los escritores más decisivos en mi educación
de los últimos años, sin los cuales es muy probable que ni este libro se me
hubiera ocurrido ni yo habría encontrado el estado de espíritu necesario para
escribirlo. Me refiero de JEAN AMÉRY sobre Auschwitz y a PRIMO LEVY. El libro
de JEAN AMÉRY sobre Auschwitz lo descubrí por azar, y sin haber tenido antes la
menor noticia de su existencia, en una librería de París, en 1995. Lo publicó
ACTES SUD con el título de “PAR DELÀ LE
CRIME ET LE CHÂTIMENT”, y no tengo
noticia de que se haya interesado por él ninguna editorial española. Gracias a
MARIO MUCHNICK, sin embargo, el lector español tiene acceso a la gran trilogía
memorial de PRIMO LEVI, que incluye “SI ESTO ES UN HOMBRE, LA TREGUA y LOS
HUNDIDOS Y LOS SALVADOS”. Lo que se puede aprender sobre el ser humano y sobre
la Historia de Europa en el siglo XX en esos tres volúmenes es terrible y
también aleccionador, y honradamente no creo que sea posible tener una
conciencia política cabal sin haberlos leído, ni una idea de la literatura que
no incluya el ejemplo de esa manera de escribir.
Hay
otros libros, pero estos que he nombrado son los que más me alimentaron
mientras escribía SEFARAD. También he procurado prestar atención a muchas
voces: entre ellas, debo nombrar con gratitud y emoción las de FRANCISCO AYALA
y JOSÉ LUIS PINILLOS, y la voz sonora y jovial de AMAYA IBÁRRURI, que una tarde
de invierno me invitó a café y me contó algunos episodios de la novela más extraordinaria
de su vida, la de ADRIANA SELIGMANN, que me habló de las pesadillas en alemán
de su abuelo, y la TINA PALOMINO, que vino a casa una tarde en la que yo ya
creía tener terminado este libro y me hizo comprender, escuchando la historia
que sin darse ella cuenta me estaba regalando, que siempre queda algo más que
merecía ser contado. Madrid, diciembre de 2000.
*Editó:
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
DIARIO
PAMPERO Cordubensis
INSTITUTO
EREMITA URBANUS
Córdoba
de la Nueva Andalucía, 13.14 de abril del Año del Señor de 2012. Fiesta de
HERMENEGILDO. Rey y Mártir.
Sopla
el Pampero-¡viva la patria! ¡laus deo trinitario! ¡viva Hispanoamérica! Ave
María purísima!
Gspp*
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