martes, 10 de febrero de 2009

151º Aniversario de la Aparición de Nuestra Señora en Lourdes

1858 – 11 de febrero – 2009

El 11 de febrero de 1858, Bernadette, una niña de catorce años, recogía leña en Massbielle, en las afueras de Lourdes, cuando acercándose a una gruta, un viento la sorprendió y vio una nube dorada y a una Señora vestida de blanco, con sus pies descalzos cubiertos por dos rosas doradas, que parecían apoyarse sobre las ramas de un rosal, en su cintura tenia una ancha cinta azul, sus manos juntas estaban en posición de oración y llevaba un rosario.
Bernadette al principio se asusto, pero luego comenzó a rezar el rosario que siempre llevaba consigo, al mismo tiempo que la niña,
la Señora pasaba las cuentas del suyo entre sus dedos, al finalizar, la Vir gen María retrocedió hacia la Gruta y desapareció.
Estas apariciones se repitieron 18 veces, hasta el día 16 de julio.

Historia
El 8 de diciembre de 1854 el Papa Pío IX había definido el dogma de la Inmaculada Concepción de la Vir gen María. Como queriendo indicar que el cielo ratificaba lo que había hecho en la tierra el Vicario de Jesucristo, el 11 de Febrero de cuatro años después -1858-, en la villa francesa de Lourdes, a orilla del río Gave, Nuestra Madre, Santa María manifestó de manera directa y cercana su profundo amor hacia nosotros, apareciéndose ante una niña de 14 años, llamada Bernadette (Bernardita) Soubirous.
Fue en ese momento, que Bernardita experimenta el encuentro con Nuestra Madre, experiencia que sellaría toda su vida, "sentí como un fuerte viento que me obligó a levantar la cabeza. Volví a mirar y vi que las ramas de espinas que rodeaban la gruta de la roca de Masabielle se estaban moviendo. En ese momento apareció en la gruta una bellísima Señora, tan hermosa, que cuando se le ha visto una vez, uno querría morirse con tal de lograr volverla a ver".
"Ella venía toda vestida de blanco, con un cinturón azul, un rosario entre sus dedos y una rosa dorada en cada pie. Me saludó inclinando la cabeza. Yo , creyendo que estaba soñando, me restregué los ojos; pero levantando la vista vi de nuevo a la hermosa Señora que me sonreía y me hacía señas de que me acercara. Pero yo no me atrevía. No es que tuviera miedo, porque cuando uno tiene miedo huye, y yo me hubiera quedado allí mirándola toda la vida. Entonces se me ocurrió rezar y saqué el rosario. Me arrodillé. Vi que la Señora se santiguaba al mismo tiempo que yo lo hacía. Mientras iba pasando las cuentas de la camándula Ella escuchaba las Avemarías sin decir nada, pero pasando también por sus manos las cuentas del rosario. Y cuando yo decía el Gloria al Padre, Ella lo decía también, inclinando un poco la cabeza. Terminando el rosario, me sonrió otra vez y retrocediendo hacia las sombras de la gruta, desapareció".
A los pocos días, la Virgen vuelve a aparecer ante Bernardita en la misma gruta. Sin embargo, al enterarse su madre se disgustó mucho creyendo que su hija estaba inventando cuentos -aunque la verdad es que Bernardita no decía mentiras-, al mismo tiempo algunos pensaban que se trataba de un alma del purgatorio, y a Bernardita le fue prohibido volver a la roca y a la gruta de Masabielle.
A pesar de la prohibición, muchos amigos de Bernardita le pedía que vuelva a la gruta; ante ello, su mamá le dijo que consultara con su padre. El señor Soubiruos, después de pensar y dudar, le permitió volver el 18 de febrero.
Esta vez, Bernardita fue acompañada por varias personas, que con rosarios y agua bendita esperaban aclarar y confirmar lo narrado. Al llegar todos los presentes comenzaron a rezar el rosario; es en ese momento que Nuestra Madre se aparece por tercera vez. Bernardita narra así esta aparición: "Cuando estábamos rezando el tercer misterio, la misma Señora vestida de blanco se hizo presente como la vez anterior. Yo exclamé: 'Ahí está'. Pero los demás no la veían. Entonces una vecina me acercó el agua bendita y yo lancé unas gotas de dicha agua hacia la visión. La Señora se sonrió e hizo la señal de la cruz. Yo le dije: 'Si vienes de parte de Dios, acércate'. Ella dio un paso hacia delante".
Luego, la Virgen le dijo a Bernadette: "Ven aquí durante quince días seguidos". La niña le prometió hacerlo y la Señora le expresó "Yo te prometo que serás muy feliz, no en este mundo, sino en el otro".
Luego de este intenso momento que cubrió a todos los presentes, la noticia de las apariciones se corrió por toda el pueblo, y muchos acudían a la gruta creyendo en el suceso, aunque otros se burlaban.
Entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858 hubo 18 apariciones. Éstas se caracterizaron por la sobriedad de las palabras de la Virgen, y por la aparición de una fuente de agua que brotó inesperadamente junto al lugar de las apariciones y que desde entonces es un lugar de referencia de innumerables milagros constatados por hombres de ciencia.

Otras apariciones

En la cuarta aparición, el domingo 21 de febrero, la Santísima Virgen lanzando una mirada de tristeza hacia la multitud, dijo a la niña vidente: "Es necesario rezar por los pecadores".
Luego, el 25 de febrero, la Santa Madre le dijo: "Vete a tomar agua de la fuente", la niña creyó que le pedía que vaya a tomar agua del río Gave, pero la Madre le señaló que escarbara en el suelo. Bernardita empezó a escarbar y la tierra se abrió y comenzó a brotar agua. Desde entonces aquel manantial ha manado agua sin cesar, un agua prodigiosa donde se han conseguido milagrosas curaciones de miles y miles de enfermos. Este manantial produce cien mil litros de agua al día continuamente desde aquella fecha hasta hoy.
Al día siguiente, la Virgen María subrayó: "Es necesario hacer penitencia", entonces Bernardita al momento empezó a realizar algunos actos de penitencia. Asimismo, la Vir gen le dijo: "Rogarás por los pecadores...Besarás la tierra por la conversión de los pecadores". Como la Visión retrocedía, Bernardita la seguía de rodillas besando la tierra.
Más adelante, el 2 de marzo la Virgen le dice a Bernardita que les diga a los sacerdotes que Ella desea que construyan allí un templo y que vayan en procesión.
El 25 de marzo, al verla más amable que nunca, Bernardita le pregunta varias veces: Señora, ¿quiere decirme su nombre? La Vir gen sonríe y al fin, ante la continua insistencia de la niña, eleva sus manos y sus ojos hacia el cielo y exclama: "Yo soy la Inmaculada Concepción ".
En la aparición del día 5 de abril, la niña permanece en éxtasis, sin quemarse por la vela que se consume entre sus manos.
Finalmente, el 6 de Julio, fiesta de la Virgen del Carmen, Nuestra Señora se apareció más hermosa y más sonriente que nunca e inclinado la cabeza en señal de despedida, desapareció. Ya nunca más la volvió a ver Bernardita en esta tierra. Hasta esa fecha la Vir gen se apareció a Bernardita 18 veces, desde el 11 de febrero.
En 1876, se edificó allí la actual Basílica, uno de los lugares de peregrinación del mundo Católico. De esta manera, Lourdes se convirtió en uno de los lugares de mayor peregrinaje en el mundo, millones de personas acuden cada año y muchísimos enfermos han sido sanados en sus aguas milagrosas.

El Mensaje de la Virgen
El Mensaje que la Santísima Virgen dio en Lourdes, puede resumirse en los siguientes puntos:
1.- Es un agradecimiento del cielo por la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, que se había declarado cuatro años antes por Pío IX (1854), al mismo tiempo que así se presenta Ella misma como Madre y modelo de pureza para el mundo que está necesitado de esta virtud.
2.- Derramó innumerables gracias de sanaciones físicas y espirituales, para que nos convirtamos a Cristo en su Iglesia.
3.- Es una exaltación a las virtudes de la pobreza y humildad aceptadas cristianamente, al escoger a Bernadette como instrumento de su mensaje.
4.- Un mensaje importantísimo en Lourdes es el de la Cruz. La Santísima Virgen le repite que lo importante es ser feliz en la otra vida, aunque para ello sea preciso aceptar la cruz. "Yo también te prometo hacerte dichosa, no ciertamente en este mundo, sino en el otro".
5.- En todas las apariciones vino con su Rosario: La importancia de rezarlo.
6.- Importancia de la oración, de la penitencia y humildad (besando el suelo como señal de ello); también, un mensaje de misericordia infinita para los pecadores y del cuidado de los enfermos.
7.- Importancia de la conversión y la confianza en Dios.

Vida de Bernardette Soubirous
El 7 de enero de 1844 a las dos de la tarde, en Lourdes, una pequeña ciudad de Francia meridional, en el departamento de los Altos Pirineos, nació una niña cuyos padres, Luisa Castérot y Francisco Soubirous, le impusieron el nombre de María Bernarda; Bernadette, como todos la llamarían después y como la conocería luego el mundo entero.
Bernadette, la primogénita, nacía en una pequeñísima y humilde casa, el molino de Boly, a orillas del torrente Lapaca. Pronto salió de ahí. Tenía pocos meses cuando su madre, que aguardaba otro hijo, sufrió graves quemaduras en el fuego del hogar. Bernadette es entonces llevada a Bartrés, a unos 4 kilómetros de Lourdes, a casa de María Laguës que acababa de perder a su hijito Juan, de tan solo dieciocho días. Bernadette, acompañada por su madrina Bernarda, llega a la casa Burg en la que permanece un año. El 1 de abril de 1846 vuelve a Boly. Pero la situación de la familia Soubirous no es buena; las dificultades económicas cada vez mayores obligan a Francisco Soubirous a buscar otra vivienda más pobre y modesta que la anterior. Se trasladan provisoriamente a la casa Laborde.
Pero no son años fáciles. Durante el otoño de 1855 Bernadette es alcanzada por la epidemia de cólera, que en pocos meses cobró treinta víctimas. La salud de la niña, endeble por las privaciones sufridas en la primera infancia, recibe un nuevo golpe. Durante toda su breve existencia Bernadette llevará impresas en su frágil cuerpo las huellas de sus varias dolencias, principalmente el asma. Pero parece que las enfermedades, al debilitar el cuerpo de Bernadette, fortalecían al mismo tiempo su espíritu. Al cabo de un año, otro traslado. Esta vez, a un nuevo molino distante 4 kilómetros de Lourdes. Bernadette se ocupa de la hermana Toinette y de los hermanitos Juan María y Justino. Los peregrinajes, sin embargo, no han terminado. Francisco Soubirous tiene un primo, Andrés Sajous, propietario de la vieja prisión ahora fuera de uso. Y aquí, en la parte más triste de la cárcel, en el llamado cachot ( 4,40 m por 4), es donde vivirá Bernadette algunos años de su vida.
En septiembre de 1857, María Lagues, que ya la había acogido en Bartrés, la llama nuevamente para que la ayude en las labores de la casa, en las faenas del campo y en el cuidado del rebaño de ovejas. En Bartrès se ve obligada a interrumpir la modesta educación religiosa que había iniciado en Lourdes. Todavía no sabe leer ni escribir pero está empeñada en recibir la Primera Cornunión. Por la noche, después de largas horas de labor, la niña repite de memoria las fórmulas de catecismo. Finalmente, en enero de 1858 vuelve Bernadette a Lourdes y al cachot en la calle des Petits Fossés. Llega en febrero de ese año, es un jueves. En la casa se ha terminado la leña y Bernadette se ofrece para ir a recogerla, allá abajo, hacia el torrente Gave, con su hermana Toinette y Juana Abadie, a quien llaman Baloum. Las tres niñas descienden hasta el lugar denominado Masse-Vieille (hoy llamado Massabielle): es une fuerte roca que cubre una gruta alargada, de unos ocho metros de ancho.
Exactamente en este lugar las tres niñas divisan un haz de leña que la corriente del Gave había arrastrado hasta allí, pero para alcanzarlo es necesario atravesar el torrente, y Bernadette, temerosa de internarse en el agua helada, vacila un momento y mientras las otras, decididas, cruzan el torrente, ella demora aún y se retrasa para quitarse las medias. Narró después Bernadette que en ese instante oyó un fuerte rumor de viento, pero al volverse vio que todo estaba tranquilo y que los árboles no se habían movido. Otra vez oyó el mismo rumor pero entonces vio a una Señora en el interior de la gruta. La describió vestida de blanco, con un velo blanco que le cubría la cabeza, un lazo celeste, dos rosas sobre cada pie y un rosario de cuentas blancas. La Señora comenzó a recitar el rosario seguida pronto por la niña. De golpe, y después de haberle sonreído, desaparció. Fue ésta la primera visión de Bernadette Soubirous: tan sólo la primera de una larga serie de visiones, dieciocho, que se sucedieron desde aquel 11 de febrero de 1858 hasta el 16 de Julio.
Durante las apariciones de la Señora (que Bernadette había llamado aquello, es decir aquello), Bernadette entra en éxtasis, reza, sonríe y habla con aquella aparición que ella, y sólo ella, puede contemplar en toda su belleza. A quien mucho tiempo después le preguntará si la Señora era realmente tan hermosa, Bernadette responderá: Tan hermosa que después de haberla visto una vez se desea morir para poder volver a verla. Pero Bernadette, sola en sus éxtasis, no estará nunca sola en la gruta.
La gente, que ha sabido de las apariciones de la Señora vestida de blanco a la pequeña Bernadette , la sigue cuando desciende a la gruta para orar. Están los curiosos, los guardianes, el párroco de Lourdes, pero están también, y son los más numerosos, los que creen en las visiones de Bernadette. Aumentan rápidamente: de pocas decenas alcanza en poco tiempo a varios millares.
El martes 2 de marzo Aqueró pide dos cosas a Bernadette: que se hagan procesiones a la gruta y se construya ahí mismo una capilla en su honor. ¿Pero, en honor de quien? preguntan los altos prelados a quienes Bernadette ha referido el coloquio. Es una pregunta que hallará respuesta el 25 de marzo; la Señora es la Inmaculada Concepción. Esto es lo que Bernadette refiere al clero, ante todo al abate Peyramale, el párroco de Lourdes, y también al abate Pène, al abate Serres, al abate Pomian...
Es la cumbre, el punto más alto en su significado, de las apariciones de Massabielle. Estas terminarán el 16 de julio, Un viernes; pero antes de ese día Bernadette habrá realizado su gran sueño, recibir la Primera Comunión el día de la fiesta del Santísimo Sacramento. A pesar del acontecimiento sobrenatural que ha sacudido la simplicidad de su vida, Bernadette sigue siendo la misma. Humilde como siempre, ha continuado sus tareas domésticas y ha seguido sus estudios. También su salud sigue siendo la misma. En Julio de 1860, invitada por las religiosas se dirigen el Hospicio de Nevers, Bernadette deja la casa y permanece como enferma dos años entre ellas (1861 y 1862). En agosto de 1864 solicita ser admitida en la congregación de las hermanas de Nevers y así, el 3 de junio de 1866, abandona para siempre su pequeña ciudad y, sobre todo, deja su gruta, el 30 de octubre de 1867, en Nevers, Bernadette pronunció sus votos temporarios y, finalmente, con los votos a perpetuidad, se transforma en Sor María Bernarda.
La enfermedad no le dio tregua: el 15 de abril de 1879, aproximadamente a las tres de la tarde, expiró. Bernadette podía decir en verdad que mora feliz, ante todo porque finalmente volvería a ver a su Señora (en Nevers repetía siempre que en Lourdes la gruta era mi Cielo). Luego, porque desde el 13 de enero de 1862 se había publicado una Ordenanza Episcopal en la que se afirmaba la autenticidad de las visiones aparecidas a Bernadette Soubirous y finalmente porque ya se había levantado la capilla. La iglesia, de grandes proporciones, acogía a los peregrinos y a los fieles de todo el mundo, a los enfermos procedentes de todas partes de la tierra que buscaban aquí, en el agua surgente de la roca, su última esperanza de curación. Los milagros se multiplicaban en el tiempo y la Iglesia, la oficial, debía reconocer e inclinarse ante un milagro más alto, el de la revelación de la Vir gen a la humilde pastorcita de Lourdes.
A los funerales de Santa Bernardita asistió una muchedumbre inmensa. Y ella empezó a conseguir milagros de Dios en favor de los que le pedían su ayuda. 30 años más tarde, su cadáver fue exhumado, y hallado en perfecto estado de conservación, unos años después, poco antes de su beatificación, efectuada el 12 de Junio de 1925, se realizó un segundo reconocimiento del cuerpo, el cual seguía intacto.
Santa Bernadette fue canonizada el 8 de Diciembre de 1933. Su cuerpo incorrupto todavía puede verse en el Convento de Nevers, dentro de un féretro de cristal. La festividad de la Santa se celebra el 16 de Abril.

ORACIONES ANTIGUAS
“Sed para siempre bendita, purísima Vir gen, que os habéis dignado aparecer hasta diez y ocho veces, muy resplandeciente de luz, dulzura y hermosura en la solitaria gruta, y decir a la humilde niña que os contemplaba extasiada: "Yo soy la Inmaculada Concepción ".
Sed para siempre bendita por todos los extraordinarios favores que no cesáis de derramar en este lugar.
Por la ternura de vuestro Inmaculado Corazón, oh María, y por la gloria que ha dado la Santa Iglesia, os conjuramos para realicéis las esperanzas de paz que ha hecho nacer la proclamación del dogma de vuestra Inmaculada Concepción”. Amén
“Purísima Reina de los ángeles; Águila real que llegaste a contemplar tan inmediatamente al Sol de increada Justicia, Jesucristo nuestro Señor; Aurora de la eterna luz, vestida siempre de los fulgores de la gracia; Centro del amor divino, donde halló su complacencia la Trinidad Beatísima ; Ciudad santa, donde no entró cosa manchada, y fundada sobre los más altos montes de la santidad; Jerusalén celestial, ideada en la misma gloria e iluminada con la claridad de Dios. Por estos títulos de tu Concepción Purísima, te suplico, Reina mía, que cómo Águila real me ampares bajo las alas de tu protección piadosa; como Aurora de la gracia esclarezcas e ilumines con tus fulgores mi alma; como Centro del amor enciendas mi voluntad para que arda en el divino; y que me admitas benigna como a tu fiel morador en la Jerusalén triunfante, de la que eres Reina excelsa. Oye Señora mis ruegos, y por el gran privilegio de tu Concepción en gracia, concédeme fortaleza para vencer mis pasiones, y con especialidad la que más me combate; pues con tu intercesión y con el auxilio de la gracia, propongo emprender la lucha hasta alcanzar la victoria. Por mi Señor Jesucristo que vive y reina por los siglos de los siglos”. Amén.
“¡ Vir gen Santísima que de la dura peña hiciste brotar agua milagrosa, que sana las enfermedades del cuerpo y del alma! Arranca, poderosísima Señora, de nuestro endurecido corazón, lágrimas de verdadera penitencia, para que laven la lepra del alma, a fin de que el Señor nos perdone y levante de nosotros el azote de su indignación”. Amén
* Ambas oraciones están recogidas en un antiguo devocionario en español publicado en París a finales del siglo XIX, es decir poco tiempo después de las apariciones de Lourdes (1858). La primera recibió la aprobación del obispo de Tarbes el 30 de octubre de 1867.

La Iglesia y las Apariciones de la Virgen
El 18 de Enero 1862: el obispo firmó la pastoral aprobando las apariciones. Su carácter sobrenatural y la vida tan auténtica de la vidente.
1874: el Papa Pío IX concedió al santuario el titulo de Basílica.
1876: corono solemnemente la estatua de la Vir gen.
León XIII: aprobó el oficio y misa de Lourdes.

Pío X llamó a Lourdes: "sede del poder y de la misericordia de María, donde tuvieron lugar maravillosas apariciones de la Vir gen". Además, en 1907, extendió la celebración de la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes a toda la Iglesia universal.
Pío XI afirmó: "Lourdes, donde la Vir gen se apareció varias veces a la bienaventurada Bernardita , donde exhorto a todos los hombres a la penitencia".
Elevó al honor de los altares a Santa Bernardita Soubirous el 8 de Dic 1933.
Pío XII: escribió la encíclica "La peregrinación a Lourdes", el mas completo de todos los documentos sobre Lourdes".
Juan XXIII: en la clausura del centenario de las apariciones de Lourdes, recordaba lo siguiente: "La Iglesia, por la voz de sus Papas, no cesa de recomendar a los católicos que presten atención al mensaje de Lourdes"
Finalmente, Juan Pablo II es el primer Papa que ha peregrinado a Lourdes, en el año de 1983, con motivo del 125 aniversario de las apariciones. Allí ofició la Santa Misa el día 15 de Agosto, afirmando dos veces: "Venimos en peregrinación a Lourdes, donde María dijo a Bernardita: "Yo soy la Inmaculada Concepción " y añadió: "Aquí habló con una simple muchacha de Lourdes, rezó con ella el rosario, le dio varios mensajes, y concluyó el Papa diciendo: "la Vir gen viene a salvar a los pecadores".

AVE MARÍA DE LOURDES
La Reina del cielo, la Madre de Dios, en Lourdes, benigna, su trono fijó.Ave, Ave, Ave María...
Del cielo ha bajadola Madre de Dios, cantemos el «Ave» a su Concepción.Ave, Ave, Ave María...
Un largo rosario que el cielo labrósostiene en sus manosmás puras que el sol.Ave, Ave, Ave María...
«Haced penitenciay ardiente oraciónpor los pecadoresque ofenden a Dios».Ave, Ave, Ave María...
Aquí los enfermosencuentran vigor;aquí luz y vida halla el pecador.Ave, Ave, Ave María...
BIENAVENTURADA
Bienaventurada seas, Oh la más pura Virgen, por haber condescendido a manifestar tu esplendor con vida, dulzura y belleza en la Gruta de Lourdes, diciendo a la niña Santa Bernadette : "Yo soy la Inmaculada Concepción ". Miles de veces nos hemos congratulado acerca de tu Inmaculada Concepción. Y ahora, Oh por siempre Virgen Inmaculada, madre de misericordia, salud para los enfermos, refugio de pecadores y consuelo para los afligidos, tu que conoces nuestros deseos, nuestros problemas y nuestros sufrimientos, dígnate a echar sobre nosotros una mirada de misericordia.
Al aparecer en la Gruta de Lourdes te complaciste en hacer de él un santuario privilegiado desde dónde dispensas tus favores y donde ya muchos han obtenido la cura para sus enfermedades, tanto espirituales como físicas. Acudimos por tanto, con la más ilimitada confianza a implorar tu maternal intercesión. Consigue para nosotros, Oh Madre adorada, que nuestra petición sea concedida. Por medio del agradecimiento por tus favores, nos esforzaremos en imitar tus virtudes para así un día poder compartir tu gloria.
Oh Señora de Lourdes, Madre de Cristo, tu que tuviste influencia con tu divino hijo mientras permaneciste sobre la tierra tienes ahora la misma influencia en el cielo. Ruega por nosotros y obtén para nosotros de tu divino Hijo nuestras especiales peticiones si esa es la Voluntad de Dios. Amén.
Nuestra Señora de Lourdes, ruega por nosotros.
Santa Bernadette, ruega por nosotros.

Citas del texto: “LOURDES. CRÓNICA DE UN MISTERIO”

“¡Repite!”, decía la nodriza. Le hacía repetir mecánica e indefinidamente, con la somera idea de que acabaría entrando, como un clavo en la pared, a la fuerza de golpear. Pero no, cuando se trataba de repetir una frase balbuceada torpemente por partes, se quedaba en blanco. Bernadette sólo conseguía articular, adivinándolas a medias, las palabras que para llegar al final le soplaban, y hacer frente al enfado de la otra. “¡Repite!”. Nada, lo había olvidado todo... Entonces la nodriza arrojaba el catecismo. “¡Eres demasiado tonta! Nunca podrás hacer la comunión”. [1]

“Cuando Dios lo permite, no hay que quejarse”. [2]

“Es la hierba que han comido, que se les ha subido a la espalda... Se van a morir”. [3]

“Rodeada de un afecto sin sombra, todo, la miseria, el hedor, podía soportarse mejor que la soledad de allá arriba. Bernadette se encontró de nuevo con las escasas raciones de comida sobre las que todos se abalanzaban, y con François que, tendido en la cama los días sin trabajo, daba a los suyos una muda lección tomando para sí la ración más pequeña”. Ésa era la situación de los Sobirous la mañana del jueves, 11 de febrero de 1858. A los mismos a los que la policía fue a buscar porque eran los más pobres buscaría también la Virgen –y a través de ellos al mundo-, para recordarles esta frase olvidada: “Bienaventurados los pobres...” y el programa que Cristo tomó como exergo de su prédica: “Los pobres son evangelizados” o, en otras palabras, “La buena nueva es anunciada a los pobres”. [4]

“Id al prado del señor La Fitte, que ha cortado algunos árboles. ¡No! –protestó Bernadette-. Nos tomarán por ladronas”. [5]

“Estaba enfadada con Bernadette, que casi no había recogido leña. Inútil molestarse por una que no servía para nada. Se llevó a Toinette bordeando el torrente, y allí continuaron la recolección dando saltos para calentarse”. [6]

“Me fui un poco más lejos para ver si podía pasar sin descalzarme. Imposible. Volví delante de la gruta y me dispuse a quitarme los zuecos. Apenas me habían sacado la primera media oí un ruido como el producido por una racha de viento”. [7]

“..., a tres metros por encima del suelo, se agitaba una mata de espinos. Una suave luz iluminó progresivamente aquel agujero en sombra. Y dentro de la luz, una sonrisa; era una maravillosa niña blanca. Separó los brazos al tiempo que se inclinaba en un gesto de recibimiento que parecía decir: “Acercaos...”. (...) “Volvió a abrir los ojos. La niña blanca seguía ahí, con su sonrisa”. [8]

“¡Sorpresa! el brazo se detuvo a medio camino; la mano cayó. ¡Da igual! Querer es poder... Pero no, el brazo le colgaba invenciblemente flojo y sin energía, aunque no dejaba de notar el tacto de la cruz de madera entre los dedos”. (...) “Acompañando su gesto, el brazo de Bernadette se levantó por sí solo y dibujó a su vez una amplia señal de la cruz. Con este gesto se desvaneció todo el temor y sólo quedó una intensa alegría. Se arrodilló”. [9]

“El tiempo volaba y permanecía como una pequeña eternidad. La aparición hacía correr las cuentas entre sus dedos pero no movía los labios”. [10]

“Vete a blasfemar a otro sitio- protestó Bernadette, pero con una calma que imponía”. [11]

“Bernadette había salido al pasillo a comer pan, cuya simple visión molestaba a su hermana. Se derrumbó”. [12]

“Tus ojos te han engañado. Sólo has visto una piedra blanca –exclamó la madre. No, que tenía una cara muy bonita (Noun qu´aoue uo beroïo figuro) –protestó Bernadette”. [13]

“Empecé a echarle agua bendita mientras le decía que si venía de parte de Dios se quedase, y si no, que se fuese, y me daba prisa en seguir echándole agua.
Ella sonrió, inclinó la cabeza, y cuanto más la rociaba yo, más sonreía ella e inclinaba la cabeza, y más la veía yo hacer sus señas... y entonces, muy asustada, me apresuraba a rociarla y lo hice hasta que la botella se vació”. [14]

“No hubo respuesta. Bernadette seguía arrodillada con las manos juntas. Sus ojos, clavados en el agujero del peñasco, no parpadeaban. Sus compañeras empezaron a empujarla y a zarandearla, tratando de forzarla a levantarse, pero aunque apenas oponía resistencia, parecía muy, muy pesada, un verdadero saco de harina”. [15]

“Bernadette estaba de rodillas... con los ojos muy abiertos, clavados en la hornacina..., las manos juntas... el rosario entre los dedos. Las lágrimas le caían por la cara. Estaba sonriendo y tenía una expresión hermosa... más hermosa que todo lo que yo he visto. Me dio pena y alegría, y todo el día me sentí conmovido al pensar en ella ... Me quedé quieto un rato, mirándola ... Las chicas estaban como yo, se decían algo unas a otras; mi madre y mi tía estaban tan embelesadas como yo ... Miré hacia la hornacina, pero no vi nada. A pesar de su sonrisa, me daba pena lo pálida que estaba”. [16]

“Se sentía conmovido al contemplar la cara transfigurada de la niña. De vez en cuando le secaba los ojos con sus gruesos dedos, como si pretendiera disculparse. No conseguía entender cómo podía derramar aquellas lágrimas mientras sonreía tan dichosa”. (...)”Tú tienes la culpa de todo..., de que mi hermana se vuelva imbécil”. [17]

“¡No! Es una muchacha muy bonita, lleva un rosario colgando del brazo... Bernadette, enteramente penetrada aún por su contemplación, imitó el gesto de Aqueró: juntó las manos, “palma contra palma”, según tradujo el molinero”. [18]

“Pese a todo, sentía que una gran calma la aislaba y la mantenía por encima de todo el alboroto: algo nuevo que no sabría cómo explicar habitaba en su corazón. Podría haber diez veces más caras, preguntas, dolor y desorden en su ropa y seguiría conservando aquella paz, distinta de la del primer día, pero que había ganado en seguridad, pues la aventura y la sorpresa ante lo desconocido habían cedido su lugar a una impresión nueva: el regreso de una amiga, de rostro y sonrisa ciertos”. [19]

“Se ha quedado como imbécil. ¡Ha visto algo que se ha puesto a seguirla!, contó alguien en otro sitio”. [20]

“..., deteniéndose especialmente en Bernadette, una completa ignorante,...” (...) “¿Ya has terminado con tus carnavaladas?”. [21]

“¡Chalada! ¡Chalada! ¡Cómo vuelvas a ir a la gruta, te encerarán!” (...) “Se oyeron algunas risas burlonas. Bernadette se alejó aturdida, aunque sin rencor, esforzándose en sonreír... Pero ¿Qué es lo que me está pasando? Ay, sí, se ha acabado, se ha acabado para siempre”. [22]

“... (No prometo hacerla feliz en este mundo, sino en el otro.)”. [23]

“No le prometo hacerla feliz en este mundo. La austera frase no empeñaba su felicidad. Incluso formaba parte de ella. Sí, ésa era ya una felicidad que no pertenecía a este mundo...”. [24]

“Los ojos de todas las mujeres estaban clavados en Bernadette, a la que se veía tranquila y confiada”. (...) “Todo el mundo se arrodilló. La oración, el recogimiento y la emoción se elevaron por sí mismos. La palidez y la fijeza de su mirada asustaban un poco”. [25]

“... había vuelto a ver “eso” (Aqueró) o, como también decía, la “pequeña señorita”, “la niña blanca”, “la niña”... como si fuese algo pequeño”. [26]

“Señor, le he dicho la verdad”. (...) “Señor, haga lo que quiera”. [27]

“La aplicación que dedicaba a la costura le procuraba tanta alegría; en cambio allí caía en el vacío. Ni siquiera sabía bastante francés para comprender las explicaciones. Las palabras, las letras no le “entraban”. Las lecciones que aprendía, incluso el catecismo, se le escapaban apenas entraban en su cabeza; lo olvidaba todo de inmediato. Su impotencia la desanimaba: “Nunca aprenderé nada. Tendrían que meterme el libro dentro de la cabeza”. [28]

“Bernadette recorrió con dificultad la corta y sinuosa cuesta; pero ocultaba tan bien cuánto le costaba dar aquellos pasos, parecía tan tranquila y dueña de sí misma, que la madre regresó a casa. (...) Bernadette llegó al portal sintiendo que crecía su desasosiego”. (...) “La llamada interior adquirió de pronto una nueva potencia, que la empujaba literalmente hacia la gruta. La resolución de obedecer, que hasta entonces orientaba sus pasos, se vio superada. Dio media vuelta y encaminó sus pasos hacia Massabielle, sin comprender lo que le estaba ocurriendo. Descendió la cuesta que acababa de subir”. [29]

“Bernadette parecía tranquila; sin embargo, una inquietud secreta la perturbaba. El conflicto entre el deber y la fuerza que la arrastraba le provocaba una especie de malestar. Sintió entonces que necesitaba una protección, una luz... Al llegar al Gave se detuvo y pidió el cirio bendito que habían llevado los días precedentes: el cirio de congregante de su tía Lucile. Alguien corrió a buscarlo”. [30]

“La niña no es nada mentirosa. La considero incapaz de engañarnos. Cuando le pregunto si sufre, me responde que no está enferma. Yo le tenía prohibido ir a la gruta, y ella ha ido a pesar de todo. Y sin embargo, no es desobediente. Pero me dice que se siente obligada a ir por algo que no sabe explicar...”. [31]

“No tienen derecho a impedirte que vayas”. [32]

“¡Hay, si sólo se tratase de los chismes de comadres, de la historia de la señora blanca en el hueco de una roca, habría dado rienda suelta a su ira! Pero también estaba la creciente afluencia al confesionario: gente que venía de lejos, conversiones sinceras. Una corriente de gracia atravesaba la parroquia. Por supuesto, siempre se daba un cierto movimiento al principio de la cuaresma; estaba también el jubileo (... para el que no había encontrado aún predicador); pero había algo más. Era incontestable que las conversiones tenían relación con la gruta”. [33]

“No sabría que responder, pero de pronto se encontró contemplándola embelesado. ¿Era la palidez, la alegría o la nueva expresión de su mirada?”. [34]

“De golpe se volvió hacia el punto adonde miraba Bernadette. Y él, escéptico hacía unos instantes, se sintió asombrado al no ver más que oscuridad”. (...) “Ya sólo era un admirador entre los demás, maravillado ante la humilde niña convertida en espejo de algo superior a ella”. (...) “Entonces tuvo lugar una especie de conversión: le pareció maravilloso el mero hecho de ser admitido a presenciar aquello”. (...) “Decía “sí” con la cabeza y luego “no”. Por momentos se afligía, luego se echaba a reír, abiertamente, con alegría aunque de una manera que en su extrema sencillez se mantenía un tono por encima de la realidad”. [35]

“No hubo reacción. Sacó entonces de su delantal un grueso alfiler de cabeza negra y, como si no la tocara, se lo clavó en el hombro. Bernadette no se movió. ¡Vaya! Impresionaba, Eléonore se sumó al estado de recogimiento que poco a poco cayó sobre las cien personas reunidas, como un manto invisible”. [36]

“El lirio le resbaló de la mano. Por uno de sus extremos (el contrario al que ardía) tocó el suelo de manera que el segundo dedo de su mano quedó tocando la llama durante varios minutos. Creí que aquel pobre dedo estaría totalmente calcinado. No pude reprimir un gemido en voz alta, y... no tuve el valor de apartarlo de la llama”. [37]

“Una niña, ¡pero una niña tan feliz! Aqueró no estaba enfadada. Lo demás carecía de importancia”. (...) “..., Bernadette se levantó y desanduvo el sendero, llevándose consigo su sonrisa y su certeza”. (...) “¿Le había confiado Aqueró un primer secreto? Lo más probable es que se tratara de la oración secreta “sólo para ella” que recitaría a partir de entonces todos los días de su vida”. [38]

“Ofrecería su testimonio. Empezó a esbozar las frases que podrían transmitir a los otros su convicción. Aún creía en el poder de las palabras y de la retórica para expresar lo inexpresable”. (...) “Si en el cielo se hace la señal de la cruz, sólo pude hacerse de esta manera”. [39]

“Llegaron juntos a la ciudad. Se separaron, terminada la discusión, con la habitual retahíla de falsos adioses. Estrade subió pensativo la escalera de la casa Cénac. No era el mismo hombre que por la mañana bajara con ánimo socarrón. También su vida había cambiado de sentido”. (...) “¡Amigo mío! ... ¡No hay cosa igual en el mundo! ¡Es increíble! Hay que verlo para creerlo. Hay quien afirma que lo de Bernadette es teatro. Bueno, pues si eso es verdad, habrá que admitir que es la mejor actriz del mundo. Yo tuve ocasión de ver a Rachel... en Toulouse y en Burdeos... Era magnífica..., pero infinitamente por debajo de Bernadette. No, mi buen deán. No, lo de Bernadette no es teatro: esta niña tiene delante de ella un ser sobrenatural”. [40]

“No voy a tener el placer de darle un beso a la Virgen; deja que te lo dé a ti”. [41]

“Ese año habían escaseado las manzanas, pero le quedaba una muy hermosa, que reservaba para “comérsela al final”. Anna se la ofreció de todo corazón. Pero en vano; Bernadette había tomado sus distancias, incluso hacia la hermosa manzana.
La rechazó a pesar de que yo insistí mucho, contó la sombrerera”. [42]

“A la lívida luz del amanecer, que la amarilla oscilación del cirio calentaba apenas, la cara palideció adquiriendo una luminosa blancura. La niña acababa de pasar a otro mundo”. [43]

“¡Dios mío, se va a morir!, gimió una mujer. Para aliviar su emoción, otras mujeres se hicieron eco de esta exclamación”. (...) “Fanny Nicolau se abandonó a las lágrimas. No era la única. Producía una grata sensación llorar en aquel lugar”. (...) “Pero la mirada de Bernadette no se detuvo en la muchedumbre: sus ojos estaban anegados en lágrimas. Parecían buscar a alguien”. [44]

“Bajo la cavidad interior”. [45]

“Pero cuando llegó ante la hornacina exterior aquella tristeza desapareció y “con los ojos aún húmedos por las lágrimas... prorrumpió en una risa muy suave”, observó Jacques Péne”. (...) “Y es que la palidez de Bernadette no carecía de brillo ni era opaca como la de un cadáver; era una dulce iluminación, “como el sol que reaparece y luego como el sol que se oculta”, observó Dominiquette”. [46]

“Lo que más le la afectaba era aquella palidez “como si se muriese”. La impresionaba la misteriosa conversación. De pronto vio cómo Bernadette daba uno o dos pasos de rodillas. Luego volvía la cara hacia delante. No pudo resistirlo más, profirió un grito y se desplomó casi desmayada”. [47]
Y había dicho: “¡Rogad a Dios por la conversión de los pecadores!”. (...) “Luego le había rogado que “se arrodillara y besara el suelo como penitencia por los pecadores”. Tenía el semblante triste. Bernadette respondió que sí también con tristeza. Aqueró, siempre deferente, le había preguntado “si aquello la molestaría”. “¡Oh, no!”, había respondido la niña de todo corazón. Se sentía dispuesta a todo para complacer a aquella amiga celestial que tan triste parecía cuando hablaba de los pecadores”. [48]

“A este gesto le acompañó otro que muy pocos pudieron ver, de tanto como se apretujaban unos y otros; una buena bofetada, para que aprendiera, por hacer semejantes payasadas. Bernadette no rechistó. Volvió a bajar, de pie, hasta la cavidad inferior, hacia donde continuó mirando unos dos o tres minutos,...”. [49]

“Producían una impresión sobrecogedora la mirada y el tono de Bernadette, tan sencillos, tan penetrados de algo más grande que ella. Sin saberlo, estaba impregnada de la dulce tristeza con que la muchacha de la roca había pronunciado esas palabras: “por los pecadores”. Sí, desde el fondo de su corazón, con sólo mirar, había comprendido que en el mundo sólo había una cosa verdaderamente triste: el pecado”. [50]

“No, no tiene derecho a decir eso. Recuerde que hubo quien trató de bruja a Juana de Arco”. [51]

“Me empuja una fuerza irresistible”. [52]

“...; son, en efecto, unos intermediarios muy viles para Aquélla a la que se ve como el Ser puro por excelencia...”. [53]

“Y sin embargo, la mirada transparente y la ingenuidad poderosa, la victoriosa sencillez de la muchacha que con tanta simplicidad hablaba de lo sobrenatural planteaba la pregunta de forma innegable ¿Era un milagro? [54]

“Bernadette, mientras desgranaba el rosario, movía apenas los labios pero, en su actitud, en los rasgos de su rostro, se percibía que su alma estaba embelesada... Su sonrisa superaba cualquier expresión. El artista más hábil, el más consumado actor no podría reproducir nunca el encanto y la gracia... Es imposible presentárselo.
Me impresionó la alegría y la tristeza pintadas en su rostro. Cuando uno de estos fenómenos sucedía al otro, ocurría con la rapidez de un rayo; y sin embargo no había en esa variación nada brusco: era una transición admirable. Había observado a la niña cuando se dirigía a la gruta. La había observado con escrupulosa atención. ¡Qué diferencia entre lo que era entonces y cómo la vi en el momento de la aparición! La misma diferencia que entre la materia y el espíritu...
Bernadette era la única que veía la aparición, pero todo el mundo parecía sentir su presencia... El respeto, el silencio, el recogimiento reinaban en todas partes... ¡Oh! Qué bien se estaba allí. Yo me creía en la antesala del paraíso”. [55]

“Perdió el equilibrio y se encontró en el suelo, con un hombro dislocado, la muñeca rota y los dedos retorcidos. El médico recolocó el brazo, que se recuperó al cabo de cincuenta días, peor los dedos anular y meñique quedaron doblados y paralizados, y el dedo corazón curvado a medias. El brazo, el derecho por desgracia, se le debilitó de manera que Catherine ya no pudo volver a hilar ni a tricotar...” (...) “La noche del lunes, alrededor de las tres de la madrugada, una idea esperanzadora la despertó: “Corre a la gruta y te curarás”. (...) “Catherine estaba en cinta de nueve meses. Lourdes quedaba a casi seis kilómetros; la gruta a siete. Y era de noche. ¡Bueno! ¡No importa! Catherine llevó consigo a dos de sus hijos, a los que no podía dejar solos en la casa, y se marchó”. [56]

“Lo cierto es que tocó el vestido de la niña que veía a la Virgen u se sintió muy dichosa”. (...) “En la gruta, después de rezar, salvó la pendiente, se agachó al fondo, bajo la bóveda baja y sumergió la mano en el agua cenagosa. Una gran tranquilidad la invadió entonces. Sacó la mano. Era la que estaba lisiada. Pero ahora notaba los dedos flexibles... los juntó (cosa que no podía hacer desde hacía mucho tiempo) para dar las gracias y se abismó en la oración”. (...) “Con sus dos hijos pequeños remontó la pendiente casi vertical, que tanta gente temía, y desanduvo con ánimo alegre, sin pensar en otra cosa, un poco cansada nada más, los siete kilómetros de subidas y bajadas que la llevarían de regreso a Loubajac. Un cuarto de hora después de su regreso, parió “feliz y sin dolor”. [57]

“Primero había podido sondear a Bernadette en el catecismo, una semana atrás. La ignorancia de la niña le dejó estupefacto. ¿Qué cosa buena podría derivarse de una chica de catorce años que ignoraba hasta el misterio de la Trinidad? Lo que contaba de las escenas de los últimos días, “la hierba... el barro...” y por último la postura negativa del párroco Peyramale contribuían en el mismo sentido”. [58]

“Bernadette no salía a defender la causa de los milagros. No parecía siquiera interesarse en ellos. Los ignoraba y se sentía más inclinada a desmentirlos, de manera que muchos terminaron considerándola un poco inocente, muy por debajo del fervor del que era objeto”. [59]

“Instalada en una especie de indiferencia respecto de lo que suscitaba pasiones en la opinión pública, ni siquiera iba a la gruta. Los más allegados habían observado solamente que era más feliz, su salud más sólida y se mostraba más eficiente en todo cuanto emprendía. En cuanto a sus gentileza y docilidad, así como su buen humor, no habían advertido nada, pues eran cualidades sobre las que Bernadette nunca había dejado que desear”. [60]

“Más te habría valido que le pidieses a tu Señora que te enseñara el catecismo”. [61]

“¿Es “dominar” la palabra adecuada? Su “simpleza” una vez más dejaba estupefactos a sus fervientes seguidores hasta decepcionarles. Llegaban a preguntarse si había que admirar o deplorar una “ingenuidad que no sabían cómo calificar”. ¿Era posible ignorar hasta ese punto la especie de gloria de la que era objeto, estar tan poco a la altura de su privilegio, ser tan diferente de la “santa”, del “oráculo” que habrían deseado encontrar en ella, en lugar de parecer que no había cosa que le gustara más que reír y jugar como una chiquilla? La exaltación no encontraba terreno abonado en ella. Respondía de manera concisa, sin pasión y, casi siempre, de forma decepcionante. ¿Quién era la Señora? Seguía sin saberlo. ¿Los secretos? Tenía prohibido revelarlos: eran para ella sola y no tenían interés para nadie más. No “tenía poderes” ni compartía los fervores sentimentales ni la indignación ni sabía nada de ningún milagro. Sus admiradores se sentían descorazonados”. [62]

“Una boca abierta como boca de lobo: pertenecía a un niño enclenque que estaba sentado sobre una especie de cuna cerca del fuego, en el interior mismo de la inmensa chimenea, según era costumbre en la comarca. Se llamaba jean-Mariae. Tenía nueve años y medio y era la desesperación de la familia. Antes su salud no era muy buena, es cierto, pero desde Navidad las cosas iban de mal en peor. Ahora ya ni caminaba. De vez en cuando sufría violentos espasmos. En cuanto a la boca, era mucho si la cerraba una vez al día para una muy breve comida. Los doctores Lacrampe, Peyrus y Bordères habían arriesgado todo su saber en un diagnóstico. Nunca habían visto nada semejante y pronunciaron graves palabras: “neuralgia... incurable”. [63]

“Más allá de la boca que invadía el rostro como una llaga abierta, sus dos ojos miraban con avidez. Eran unos ojos llenos de vida y su tez se veía fresca y rosada; pero lo cierto era que uno sólo veía la boca, la lengua seca y rasposa y la baba que desde los labios chorreaba lentamente sobre la rodillas, y toda aquella agitación: hipidos, espasmos... Daba lástima verlo. Pero Bernadette puso buena cara, miró a los ojos llenos de vida y con una sonrisa amistosa le dijo al pobre ser:
-Quinteba? (¿Cómo estás?)
Con un nuevo hipido, que la madre tradujo, él respondió:
-Non pas gayré pla. (no muy bien).
-¿Eres tú el que ha hecho esto? –preguntó ella descubriendo intuitivamente el único tema de conversación posible”. [64]

“Jean-Mariae no apartaba sus ojos de ella y profirió una serie de gañidos en los que latía la desesperación de no poder ser comprendido.
-Dice que tienes que volver –interpretó la madre.
-Lo prometo.

Al oír estas palabras, la boca paralizada del niño enfermo se animó de alegría. Mientras Bernadette se alejaba, sus labios se agitaron en “tres grandes bostezos” y por fin se cerraron.
-Ahora me gustaría mucho comer y beber –pidió el niño con una voz normal.
La madre, que desde hacía meses no hacía otra cosa que llorar ante la idea de perderle, se sintió transportada en la esperanza. Hacía tanto tiempo que no pedía algo de comer. ¡Era un “milagro” de la niña santa!” [65]

“Todos los demás tornementos (tormentos) volvieron a empezar con la misma violencia que en un momento antes; desde esa noche no pude cerrar la boca, ni beber ni comer. (Diario de Jean-Mariae)”. [66]

“(Señorita, ¿Tendría la bondad de decirme quién es, por favor?). [67]

“Silencio... Pero Bernadette estaba decidida y nada la detendría ya. Lo repetiría diez veces si hacía falta, ya que la “señorita” no mostraba enfado. No fue necesario llegar a tanto. A la cuarta ocasión Aqueró dejó de reír. Cambió el rosario, llevándoselo al brazo derecho. Sus manos se separaron, y las extendió con las palmas hacia el suelo. De aquel gesto tan sencillo emanaba majestad; su silueta de niña adquirió grandeza; su juventud, un peso de eternidad. Con un movimiento acompasado, juntó luego las manos a la altura del pecho, levantó los ojos al cielo y dijo: “Que soy era Immaculada Coucepciou”. [68]

“Empujó la puerta y lanzó su recado a la cara del párroco, casi a bocajarro. ¡Que soy era Immaculada Counchetsiou! La roca Peyramale vaciló a causa del impacto, cuyo alcance apenas comprendió. La cólera que en los casos difíciles acompañaba en él el ejercicio de la autoridad empezó a funcionar como un mecanismo reflejo bien engrasado. Estuvo a punto de decir: “¡Tú eres la Inmaculada Concepción!” o “¡Pequeña orgullosa!” (...) “Por otra parte, Bernadette, dándose cuenta de lo brusco de su frase, repitió con confianza: Aqueró ha dicho: Que soy era Immaculada Counchetsiou. Esta vez el sacerdote se contuvo. Sus palabras fueron elocuentes y desabridas”. (...) “¡Me estás engañando! –espetó-. ¿Sabes lo que eso quiere decir? Bernadette sacudió la cabeza tristemente. Entonces, ¿Cómo puedes decirlo, si no lo has entendido? Lo he repetido durante todo el camino. El arma de su autoridad (aquellos imponentes y fugaces estallidos de ira que esgrimía a favor del “bien”) le abandonó. En el fondo de su corazón y de su pecho notó como subía una marejada, que le anegó como cuando era un niño”. [69] (...) “¿Estaba enfermo? Lo que anegaba su pecho eran sollozos. Ha vuelto a pedir capilla –murmuró Bernadette ante su silencio. El párroco hizo acopio de fuerzas para pronunciar la última frase, que le permitiría salvar las apariencias. Vuelve a tu casa. Te veré otro día”. [70]

“Bernadette cedió para librarse de ella y, siempre acompañada por su tía, se dirigió a casa del padre Pomian. Una vez más, Bernadette contó la escena de la mañana: la sonrisa de Aqueró, las cuatro veces que le había hecho la pregunta y, por último, la respuesta. Aquí unió el gesto a la palabra. Extendió las dos manos y las juntó a continuación, luego, con la cabeza muy erguida sobre los hombros, alzó los ojos al cielo. A través de ese gesto, algo pasó. Estrade y su hermana estaban al borde de las lágrimas... Pero mientras la miraban todavía como a un oráculo, la niña sublime de hacía un instante, convertida de nuevo en una niña pobre, preguntó avergonzada: “Pero ¿Qué quieren decir estas palabras: Immaculada Coun-chet-siou?” El día acabó para ella con una gran alegría. Entonces, era verdad que era la Virgen”. [71]

“Aquella que llegó para recordar la penitencia, en la plenitud de su dimensión como conversión del corazón del corazón, así como de austeridad, es Aquella cuyo corazón se volvió por entero hacia Dios, sin asomo de desfallecimiento, desde el primer momento. También es aquella que, exenta de todo pecado personal, aceptó cargar con el fardo de nuestra penitencia, desde el pesebre de Belén hasta la pobre vivienda de Nazaret, y sobre todo en el Gólgota, donde su vivencia fue experimentar el peor de los dolores que se pueda arrancar del corazón de una madre, un dolor en plena Redención”. [72]

“Bernadette primero aprendió a conocer a la Virgen contemplándola, contemplando a aquella niña sin asomo de vanidad en su luz, reflejando su sonrisa –como el niño que de ese modo aprende a conocer a su madre antes de conocer el nombre-, imitando sus plegarias, obedeciendo sus órdenes. Toda esta pedagogía es lo contrario del proceso logomáquico que atiborra la mente con palabras exangües”. [73]

“Pues no, no se comprende al pecador mediante el pecado, ya que el pecado no es una técnica positiva,...” (...) “No es por tanto un elemento de comprensión, sino un factor de oscurecimiento”. (...) “Un pecador no es un amigo para otro pecador. Según los casos puede ser un adversario (dos enojos o dos deseos que se enfrentan),...” (...) “Por la misma razón, no existe verdadero amor al pecado sin odiar al mismo tiempo su pecado. Nosotros pecadores oscilamos peligrosamente entre la dureza y la complicidad respecto a los demás. O bien condenamos a los que hacen mal con un desprecio farisaico,...”. [74]

“No, no es así como se ama a los pecadores. Amarlos de esta forma es actuar como esa extraña esposa a la que los diarios le dedicaron hace unos años el honor de sus titulares...” (...) “El amor entendido de esta forma es peor que el odio. Así es el falso amor que nos hace cómplices del pecado. Quien verdaderamente ama a un enfermo odia su enfermedad y busca por todos los medios su curación. Quien verdaderamente ama a un pecador odia del mismo modo su pecado y no se detiene hasta que lo libra de él. No, no se comprende al pecador con el pecado, sino con el amor y la misericordia”. [75]

“Por eso, en Ella se encuentra la más elevada conciencia de la más elevada misericordia de Dios: la más elevada misericordia porque Dios la ha purificado preservándola del pecado, colmándola desde el principio con una cantidad de gracias; la más elevada conciencia de esta misericordia, ya que su pureza la capacitaba más que a ningún otro ser para expresar ese raro y difícil sentimiento de entre todos: la gratitud. De esta forma en Ella se realiza idealmente ese soberano amor por los pecadores que esencialmente implica un odio soberano a su pecado”. [76]

“Esa mirada no es de indulgencia..., sino de tierna compasión,... “. [77]


[1] LAURENTIN, René. “Lourdes. Crónica de un misterio”. Planeta + Testimonio. Barcelona. 1997. Prefacio: La Pasión de los Soubirous (1841-1858). Pág. 56.
[2] Ibídem. Pág. 57.
[3] Ibídem. Pág. 57.
[4] Ibídem. Pág. 60.
[5] Ob.Cit. 1. Jueves, 11 de febrero de 1858: Primera Aparición. Pág. 63.
[6] Ibídem. Pág. 65.
[7] Ibídem. Pág. 66.
[8] Ob. Cit. 1. Jueves, 11 de febrero de 1858: Primera Aparición. Pág. 66.
[9] Ibídem. Pág. 67.
[10] Ibídem. Pág. 67.
[11] Ibídem. Pág. 69.
[12] Ibídem. Pág. 72.
[13] Ibídem. Pág. 72.
[14] Ob. Cit. 4. Domingo, 14 de febrero de 1858: Segunda Aparición. Pág. 82.
[15] Ibídem. Pág. 84.
[16] Ob. Cit. 4. Domingo, 14 de febrero de 1858: Segunda Aparición. Pág. 84.
[17] Ibídem. Pág.86.
[18] Ibídem. Pág. 87.
[19] Ibídem. Pág. 87.
[20] Ibídem. Pág. 90.
[21] Ob. Cit. 5. Lunes, 15 de febrero de 1858. Pág. 91.
[22] Ibídem. Pág. 93.
[23] Ob. Cit. 8. Jueves, 18 de febrero de 1858: Tercera Aparición. Pág. 105.
[24] Ob. Cit. 8. Jueves, 18 de febrero de 1858: Tercera Aparición. Pág. 109.
[25] Ob. Cit. 9. Viernes, 19 de febrero de 1858: Cuarta Aparición. Pág. 112.
[26] Ibídem. Pág. 114.
[27] Ob. Cit. 11. Domingo, 21 de febrero de 1858: Sexta Aparición. Pág. 131.
[28] Ob. Cit. 12. Lunes, 22 de febrero de 1858: Día sin aparición. Pág. 140.
[29] Ibídem. Pág. 141.
[30] Ibídem. Pág. 143.
[31] Ob. Cit. 12. Lunes, 22 de febrero de 1858: Día sin aparición. Pág. 145.
[32] Ibídem. Pág. 146.
[33] Ob. Cit. 13. Martes, 23 de febrero de 1858: Séptima Aparición. Pág. 150.
[34] Ibídem. Pág. 152.
[35] Ibídem. Pág. 153.
[36] Ibídem. Pág. 153.
[37] Ibídem. Pág. 154.
[38] Ob. Cit. 13. Martes, 23 de febrero de 1858: Séptima Aparición. Pág. 155.
[39] Ibídem. Pág. 155.
[40] Ibídem. Pág. 156.
[41] Ibídem. Pág. 160.
[42] Ibídem. Pág. 160.
[43] Ob. Cit. 14. Miércoles, 24 de febrero de 1858: Octava Aparición. Pág. 165.
[44] Ob. Cit. 14. Miércoles, 24 de febrero de 1858: Octava Aparición. Pág. 166.
[45] Ibídem. Pág. 166.
[46] Ibídem. Pág. 167.
[47] Ibídem. Pág. 167.
[48] Ibídem. Pág. 170.
[49] Ob. Cit. 15. Jueves, 25 de febrero de 1858: Novena Aparición. Pág. 179.
[50] Ibídem. Pág. 183.
[51] Ibídem. Pág. 185
[52] Ibídem. Pág. 191.
[53] Ibídem. Pág. 194.
[54] Ibídem. Pág. 209.
[55] Ob. Cit. 19. Lunes, 1 de marzo de 1858: Duodécima Aparición. Pág. 214.
[56] Ob. Cit. 19. Lunes, 1 de marzo de 1858: Duodécima Aparición. Pág. 218.
[57] Ibídem. Pág. 219.
[58] Ob. Cit. 20. Martes, 2 de marzo de 1858: Decimotercera Aparición. Pág. 225.
[59] Ob. Cit. 23. del 5 al 24 de Marzo de 1858. Pág. 283.
[60] Ibídem. Pág. 287.
[61] Ob. Cit. 23. del 5 al 24 de Marzo de 1858. Pág. 287.
[62] Ibídem. Pág. 288.
[63] Ibídem. Pág. 289.
[64] Ibídem. Pág. 290.
[65] Ob. Cit. 23. del 5 al 24 de Marzo de 1858. Pág. 290.
[66] Ibídem. Pág. 291.
[67] Ob. Cit. 24. Jueves, 25 de marzo de 1858: Decimosexta Aparición. Pág. 304.
[68] Ibídem. Pág. 304.
[69] Ibídem. Pág. 307.
[70] Ibídem. Pág. 308.
[71] Ob. Cit. 24. Jueves, 25 de marzo de 1858: Decimosexta Aparición. Pág. 308.
[72] Ob. Cít. Conclusión: Sentido de las Apariciones. Pág. 361.
[73] Ibídem. Pág. 361.
[74] Ibídem. Pág 362.
[75] Ibídem. Pág. 363.
[76] Ob. Cít. Conclusión: Sentido de las Apariciones. Pág. 363.
[77] Ibídem. Pág. 364.

Un trabajo de Gustavo Carrere Cadirant
Editó Gabriel Pautasso
Diario Pampero Cordubensis
Instituto Eremita Urbanus
Córdoba de la Nueva Andalucía, 11 de febrero de 2009 Festividad de Nuestra Señora (NOTRE DAME) de Lourdes

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1 comentario:

claudia dijo...

Excelente y muy completo su blog.
Mis saludos desde Uruguay.