lunes, 16 de febrero de 2009

Profetismo judaico y justicia social


En todos los estamentos militares, eclesiásticos y laicos, una multitud de predicadores de la nueva fe socialista y procomunista, pretende dar respaldo popular a una acción política, orientada a un previsible fracaso. Se refiere a puesta en marcha de la Encíclica Populorum Progressio (El progreso de los pueblos) por SS. PABLOVI. (1965-1978).
El primero, se refiere al transfondo ideológico – o teológico – del documento; el segundo a su incidencia en el panorama argentino.
Es preciso conocer los caracteres del profetismo judaico para interpretar su trasvasamiento al ámbito del hombre, por vías a veces inesperadas. Quienes ha estudiado mejor esta cuestión son precisamente dos judíos eminentes; HERMAN COHEN, “Religion der Vernunt au den Quellen des Judentums (Religión de la razón, salida de las fuentes del judaísmo”) 2. Aufl. Joseph Melzer Verlag Köln, 1958; y H. J. SCHOEPS, “Philosemitismus im Barock”, Tübingen Mohr, 1952.

Ese profetismo judaico tiene tres connotaciones: racial, teocrático, histórico-social-mundialista. Y son estas tres connotaciones las que se adivinan en esta nueva teología judaizante, pro-marxista, que nos quiere imponer desde los más altos niveles jerárquicos.
La connotación racial se refiere a una configuración de la levadura histórica en la raza judía, en el judaísmo del viejo testamento, complementado por el saber talmúdico: el hombre será plenamente en la medida en que acepte esta levadura definitiva.
La connotación teocrática se refiere a una conducción de la sociedad humana, donde la naturaleza política del hombre es insumida en el gobierno de YAWEH , como señor indiscutido de sus siervos y como principio conductor a través de electos entre los electos.
La connotación histórica-social-mundialista, en fin, implica una dialéctica en que los estamentos temporales deben ser abatidos por el empuje de los POBRES o proletarios, que son en ese nivel histórico “los electos”, y por tanto instrumento destructivo de los “supra-electos”, investidos a su vez de la autoridad teocrático-racial. Así, la antinomia capitalismo-comunismo se explicaría como preparación para el ejercicio de un gobierno mundial teocrático-sinárquico, después que los “pobres” hayan destruido el capitalismo, en manos precisamente de aquellos que dirigen a “pobres” en la sangrienta revolución.
Pero este profetismo no tiene nada que ver con la JUSTICIA SOCIAL, que es el ejercicio de una virtud conformadora de la polis o ciudad: la justicia distributiva. Por ello mismo es de prever que encíclica P.P., no ayudará en absoluto a esa justicia distributiva, sino acelerará el proceso compulsivo del despojo o de la concentración. Sublevando a los pobres contra los ricos, extenderá la destrucción y la pobreza, sin poner remedio a las inicuas situaciones derivadas del capitalismo industrial o del comunismo esclavista.

En el panorama argentino HASTA 1968, la cuestión es igualmente grave, pues aquí hay un movimiento nacional de raigambre popular no populista, que se inspira en claros postulados de justicia social. Tales fundamentos arrancan en sustancia de los acontecimientos de los años 1943-1946, y no podrán ser olvidados ni postergados fácilmente. Por eso mismo, la encíclica P. P. no agrega nada para los argentinos: pone el peso de su autoridad en la cuestión de la distribución de los bienes, pero corrompe ese principio al aliarse con el desarrollismo marxista, tipo FRONDIZI. Por ello esta encíclica P. P. es parcial y comprometida, pues denuncia el esclavismo capitalista, pero calla el esclavismo comunista y trotkista; además refuerza el intentos de “ideologizar el tercer mundo”, sujeto de aquel desarrollismo, connotado aquí en el texto de SS PABLO VI, por claras tendencias marxistas.

Podemos suponer entonces que los azules – frondicistas – desarrollistas - cursillistas, etc., intentarán aglutinar, en torno a la síntesis cristiano - marxista de la encíclica P. P., un movimiento o partido político, que sustituya al natural movimiento nacional, consolidado desde la revolución de 1943-1945. Esta síntesis tenderá inevitablemente a derivar el peronismo y justicialismo hacia formas internacionalistas, nefastas y espúrea; procurará eliminar la conducción auténtica de los estamentos medios, y tratará de aniquilar definitivamente la conducción del jefe natural del movimiento, hoy en el exilio. Detrás de este plan, se adivina la siniestra figura de Arturo Frondizi, y sus aliados clericales, ateneistas y bolches: el rechazo de la encíclica significaría pues impedir esta espúrea alianza, manteniendo sin embargo los claros principios de justicia social, que definen incluso el nombre del movimiento.
En otras palabras, la encíclica P. P. servirá, en el caso argentino, más que para la promoción de la justicia social, para quebrar la voluntad nacional. Quebrada esta voluntad, no habrá justicia de ninguna especie ni forma, pues estaremos definitivamente sometidos a los dictados del Poder sinárquico superestatal.
En el panorama argentino (hacia 1968) se adivinan tres orientaciones fundamentales, promovidas y consolidadas por el judeo-cristianismo de la Populorum Progressio:
1) la orientación estrictamente judeo-cristiana, cuyo mejor ejemplo se daría en el nefasto clérigo Milán Viscovich (de Córdoba) que proclama desde las aulas de la Universidad de Córdoba (intervenida por un poder militar) la “revolución del despojo”.
2) La aglutinación de las fuerzas clérigo-militares-civiles, en la línea de Frondizi, que intente dar una salida política, sustituyendo la verdadera conducción nacional y el verdadero movimiento de justicia social.
3) los esperanzados obreros, y en general los esperanzados argentinos que creerán posible contar con los nuevos estímulos en la lucha por una redistribución justa de la riqueza nacional, pero que serán siniestramente embarcados en el desarrollismo marxista-cristiano, son connotación alguna de fines nacionales.

Podemos hablar de una “operación encíclica”, válida quizá para toda Hispanoamérica, según la línea sinárquica de PABLO VI, ya previsible en su discurso del 4 de julio de 1966, al ordenar casi un centenar de sacerdotes latinoamericanos. Ahora se trata aglutinar la voluntad de los dirigentes que son fieles a una conducción nacional, a una determinación esclarecida, o un acto de nueva creación política.
La única salida es política del orden civil, mediante la instauración de un nuevo Estado. Que no reconozca ninguna de las formas sinárquicas y ninguno de los personeros sinárquicos. Nuestro lema político se resume en esta sentencia: es preciso la fundación definitiva del Estado argentino, al margen de los poderes eclesiásticos.


Las memorias de TIRESIAS
(Famoso adivino de Tebas, Grecia, que figura en numerosos sucesos de la época fabulosa de Grecia. En Tebas lo honraron como un dios.)

Editó Gabriel Pautasso
Diario Pampero Cordubensis
nº 199
Instituto Eremita Urbanus

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