domingo, 1 de febrero de 2009

El marxismo y algunos clérigos



Después de conocido públicamente el resultado de las recientes elecciones presidenciales, en la prensa se han visto declaraciones de un obispo y de un grupo de sacerdotes y religiosos que piden el reconocimiento de la victoria del candidato marxista. (Se trataba de Salvador Allende Gossens).

Haciendo abstracción de los juicios expresados, que luego examinaremos, no deja de llamar la atención la oportunidad de estas declaraciones, que confirma lo que muchos sacerdotes firmantes han reprochado a la Iglesia como su pecado histórico: el arrimarse a los a los poderosos. Hace veinte años (1950). Muchos de estos clérigos que ahora adhieren a ALLENDE GOSSENS eran, con seguridad, conservadores, y declaraban la conveniencia de votar por la derecha. Hace diez años ya serían, por cierto, demócratacristianos, y con el mismo convencimiento – o fanatismo – de antes predicarían las bondades mesiánicas de la nueva doctrina. Ahora - ¡oh sorpresa! – nos dicen que debemos apoyar al gobierno marxista.

El obispo en cuestión – MONSEÑOR HOURTON, de Puerto Mont – dice que “ante la legítima autoridad civil, no cabe a los católicos otra actitud que el reconocimiento, el respeto y la observancia ejemplar de todos los deberes y morales dentro del marco de la ley”. Tiene razón. Por esta vez se acordó de la doctrina católica sobre la obediencia necesaria al poder civil, ¡pero sólo por está vez! Si conociese, además de este principio, lo que enseña el Magisterio de la Iglesia sobre la fuente de legitimidad del poder civil y sobre la NATURALEZA del marxismo, no podría recomendar el cumplimiento de esa norma en las actuales circunstancias. Desgraciadamente, no lo conoce…o no quiere conocerlo. La ley civil deriva su obligatoriedad de la ley natural, y la autoridad que la promulga, para guardar su legitimidad, debe subordinarse a las normas de ésta, que no es otra que la ley que Dios, con la creación, ha impreso en la misma naturaleza de los hombres. Es esencial, pues, que la autoridad reconozca una norma objetiva que no emana de voluntad, de la cual tome sentido su obra legislativa: sólo de este modo pueden complicarse los deberes civiles y morales dentro del marco de la ley, porque de lo contrario ésta “no será ley sino corrupción de la ley” – iam non erit lex sedis legis corruptio -. Esos deberes civiles y morales – no lo habrá olvidado monseñor – no son los que arbitrariamente nos pueda imponer una voluntad, sino los que se hallan determinados por el mismo bien común concreto real al cual naturalmente nos ordenamos, y al cual se ordena también – considerado como bien total del hombre – el bien común concreto de una sociedad civil. ¿Habrá alguna vez leído monseñor la encíclica “Divini Redemptoris”, donde dice el S. S. PÍO XI que “EL COMUNISMO ES INTRÍNSICAMENTE MALO Y NO SE PUEDE ADMITIR QUE COLABOREN CON EL COMUNISMO EN TERRENO ALGUNO LOS QUE QUIEREN SALVAR DE LA RUINA LA CIVILIZACIÓN CRISTIANA”?
¿O el mensaje de Navidad de 1955 de S. S. PÍO XII, donde afirma que “Nosotros rechazamos el COMUNISMO como sistema social en virtud de la doctrina cristiana”? Estas definiciones del Magisterio probablemente no digan ya nada a tantos eclesiásticos, porque ya no les dice nada definido, claro y distinto la civilización cristiana que hay que defender y la doctrina cristiana en virtud de la cual se condena el comunismo como sistema social. Es posible que ni siquiera sepan que está en vigencia la pena de excomunión para todo aquel que colabora, bajo cualquier respecto, con el comunismo.

No deja de ser triste la situación de estos clérigos – obispo, sacerdotes, religiosos -, sobre todo si se verifica la pobreza interior que manifiestan en sus declaraciones. Han abandonado – por malicia, por estupidez, por cobardía, sólo Dios lo sabe – lo que la Iglesia ha mantenido en depósito inmutable – y que lo mantendrá hasta el fin de los siglos – para convertirse en profetas de estos mesías terrenales. “Queremos el milagro de un Chile mejor”, declaran. “Como en el Evangelio de la multiplicación de los panes, se necesitan hoy, más que nunca, hombres con la confianza de ese niño que fue capaz de entregar los panes y los peces para que se obrara ese milagro”. Un Chile mejor…por la multiplicación del pan. “Y acercándose el tentador, le dijo: SI ERES HIJO DE DIOS, DÍ QUE ESTAS PIEDRAS SE CONVIERTAN EN PAN. PERO ÉL RESPONDIO, DICIENDO: ESCRITO ESTÁ. NO SÓLO DE PAN VIVE EL HOMBRE, SINO DE TODA PALABRA QUE SALE DE LA BOCA DE DIOS” (Mateo, 4, 3-4).
La palabra que sale de la boca de Dios, ésa que callan los sacerdotes que debían predicarla: allí está la razón y el fin del único milagro que en definitiva importa, la conversión interior del hombre, principio de toda justicia.

J. A. W. debe leerse: JUAN ANTONIO WIDOW

REVISTA TIZONA ¡DIOS, QUE BUEN VASALLO SI HUBIESE BUEN SEÑOR!
IIª ÉPOCA – Nº 16, OCTUBRE 1970. DIRECTOR: JUAN ANTONIO WIDOW. Viña del Mar. Chile.

Editó Gabriel Pautasso
Diario Pampero Cordubensis
nº 175
Instituto Eremita Urbanus

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