(Pertenece al patriarca Noé)
La crisis que actualmente sacude la Iglesia de Dios, vista desde los cielos, se inscribe necesariamente en el combate multisecular entre la Iglesia y la Sinagoga de Satanás (Ap. 2, 9).
A este respecto, el siglo XIX fue testigo de la elaboración de un nuevo plan de asalto contra la ciudadela católica, estrategia revelada en 1884 por ELÍAS BENAMOZEGH.
Este rabino cabalista de Livorno, Italia, maestro del pensamiento judío contemporáneo, propuso entonces no borrar de la superficie el catolicismo sino “transformarlo” según los criterios de la ley noáquida. La ley noáquida es aquella que Dios dio a NOÉ después del Diluvio. El plan en cuestión, revelado por ELÍAS BENAMOZEGH en su obra “Israel y la humanidad”.
Citemos aquí tan sólo cuanto JACOB KAPLAN, gran rabino de París, declaraba al respecto en 1966: “Según nuestra doctrina, la religión judía no es la única que asegura la salvación. Se pueden salvar quienes no siendo judíos, creen en un Dios supremo y observan una regla moral, obedeciendo las leyes que el Creador ha prescripto a NOÉ (…) Por eso los rabinos enseñan que los justos de todas las naciones tienen derecho a la salvación eterna. Al margen de las leyes noáquidas, las reglas de la Torá y la ley de MOÍSES sólo cuentan para los judíos, porque tienen su razón de ser en el divino de formar un pueblo destinado a cumplir una acción religiosa en el mundo. La esperanza de Israel no es, pues, la conversión del género humano al judaísmo, sino al monoteísmo. En cuanto a las religiones bíblicas, según declaran dos de nuestros más grandes teólogos, son confesiones cuyo cometido es preparar junto a Israel la llegada de la era mesiánica, que será la era del amor, la justicia, paz”(JACOBO KAPLAN, Diálogo con el padre DANIÉLOU S.J. el 1º de febrero de 1966 en el teatro de los Embajadores en París, París, 1966.
¿Fue el Concilio Vaticano II 1962-1965 un intento de aplicar este timón?
La aplicación del “plan BENAMOZEGH” descrito por MICHEL LAURIGAN avanza bien. Para Mons. JOSEPH DORÉ, arzobispo d Estrasburgo, Francia, los judíos que rechazaron a NUESTRO SEÑOR DE CRISTO no pueden ser considerados ni como “infieles”, ni como “ciegos”, ni como extraños al verdadero sentido de la Biblia; no tienen necesidad de convertirse.
En cambio, hasta el Concilio Vaticano II los cristianos eran “infieles”, “ciegos” y estaban en contradicción con la Biblia; necesitan urgentemente convertirse.
“PONDRÉ ENEMISTADES ENTRE TI Y LA MUJER, ENTRE TU DESCENDENCIA Y SU DESCIENDENCIA” (Gn, 3,15).
Con motivo de la entrega del premio Nostra Aetate el 20 de octubre de 1998 en la sinagoga Sutton Place, Nueva Yorh que conceden conjuntamente SAMUEL PISAR y el Centro para el Entendimiento entre judíos y cristianos católicos de la universidad del Sagrado Corazón de Fairfeld, EE.UU, el cardenal JEAN M. LUSTIGIER, hizo una declaración de título prometedor: el mañana de judios y cristianos. Premio que recompensa la personalidad que trabajó más eficazmente durante el año en pro del acercamiento entre cristianos y judíos. Se debe tener la declaración íntegra en Nouvelle Revue Theólogique, T. 120, Nº 4, octubre/noviembre de 1998, p. 529-543. El cardenal (fallecido en 2007) abre su discurso exclamando:
“¡Cuán conmovido estoy al ser recibido en esta celebre y venerable sinagoga, centenaria ya!!!! El cardenal acaba de publicar una síntesis de su pensamiento, especie de judeocristianismo sincretista en una obra titulada La Promesa, edit. Parole & Silencio, 2002. CLAUDE VIGUÉE juzga así la obra del cardenal: “JEAN-MARIE LUSTIGIER pone de manifiesto que no se puede – bajo de destruir el núcleo mismo del cristianismo – rechazar la elección de Israel. Esa es la clave de su libro. Para escribir estas líneas, desde la situación social y espiritual donde se encuentra, se precisa tener mucho valor. Hay cristianos que no le perdonarán fácilmente haber recordado que sin la elección de Israel no es concebible la elección cristiana (…) Adviértase que si hubiese escrito lo mismo en tiempo de la Inquisición…¡de seguro estaría en la hoguera!” France catholique, nº 2857, noviembre de 2002, p. 10.
Esta declaración, cuya importancia a nadie escapó en su momento, aún hoy merece nuestra atención. Frente a los adalides del mundo judaico, el cardenal presentó un panorama histórico de las relaciones judeocristianas e hizo un profundo análisis de la obra de salvación de la humanidad. Lejos de ello, fue más bien el debut de la nueva teología de la historia. Unas pocas citas del cardenal permitirán entender la gravedad de sus observaciones e introducirán este estudio.
“En el momento de entrar en el tercer milenio de la era cristiana, ha comenzado una nueva época de la historia de la humanidad. Se está dando una vuelta de página en la historia de la humanidad. En las relaciones judeocristianas, los cristianos por fin abrieron sus ojos y sus oídos al dolor y a la herida de los judíos. Quieren llevar el peso sin transferirlo a otros y no pretenden aparecer como inocentes”.
¿Cuál es el pecado en virtud del cual cristianos deben llevar una carga? El cardenal se encarga de responderlo en el capítulo titulado “La elección y los celos”, que debería citarse por entero al describir tan erradamente la historia de la salvación.
La elección recae sobre el pueblo judío infiel; jamás ha sido revocada en razón del “escogimiento del pueblo elegido”. Los celos, es cosa de cristianos:
Los celos frente a Israel con tales, que rápidamente asumió la forma de una reivindicación de herencia. ¡Eliminar al prójimo, esto es, a alguien diferente de uno mismo! Los paganos convertidos tuvieron acceso a la Escritura y a las fiestas judías. Pero un movimiento de celo humano, muy humano, los condujo a poner al margen, o bien fuera a los judíos, (es decir, a su judaísmo, sus prácticas, sus ritos, sus creencias). Esta precisión no aparece en el texto original.
En efecto, dice el cardenal, “la cantidad y la fuerza de los paganos convertidos vino a trastornar, invertir la economía de la salvación”. Este movimiento tendió a vaciar la existencia judía de su contenido concreto, carnal e histórico, concibiendo la vida de la Iglesia bajo la figura de una realización definitiva de la esperanza y de la vida judaica. En su último libro, el cardenal LUSTIGER distingue dos iglesias, la de Jerusalén, “iglesia que es, dentro de la Iglesia Católica, la continuidad de la promesa a Israel (…) y que no ha perdurado, a más tardar, hasta el siglo VI, destruida bajo la presión de Bizancio. Esta es una de las pérdidas más pérdidas de la conciencia de los cristianos. La memoria de la gracia (de la elección) que se había concedido fue virtualmente rechazada, no digo por la iglesia en cuanto de esposa de Cristo, sino de los cristianos (p. 17)” y por los paganos-cristianos, a contar desde el siglo VI hasta el Vaticano II 1962-1965: “el pecado en que incurrieron los pagano-cristianos, tanto los clérigos como los príncipes o el pueblo, fue apoderarse de Cristo para desfigurarlo, y hacer de esta desfiguración su dios (…) Su ignorancia sobre Israel es prueba de su ignorancia sobre de Cristo, a quien dicen servir” (La Promesa, edit. Parole et Silence, 2002, p. 81). ¿Es todavía católico el cardenal LUSTIGER?
Así se desarrollo la “teoría de la sustitución”.
El cardenal LUSTIGER avanza, intentando probar que los cristianos desposeyeron a los judíos de su papel de pueblo elegido y pueblo sacerdotal, portador de la salvación a los hombres.
Cuando Constantino garantizó a los cristianos una tolerancia que equivalía a un reconocimiento del cristianismo en la vida del Estado y lo estableció como religión del Imperio, los judíos fueron violentamente marginados. . Éste era un modo y grosero de rechazar los tiempos de a redención y su trabajo de parto. Leyendo estas líneas, parecería que el cardenal LUSTIGER condena los beneficios del edicto de Milán del año 313. Más aún CONSTANTINO habría rechazado “los tiempos de la redención” por el apartamiento de los judíos. ¡Curiosa lectura de la historia de la Iglesia!
El mito de la sustitución del pueblo cristiano por el pueblo judío se alimentaba, pues, de un secreto e inconfesable ataque de celos, y legitimaba la apropiación de la herencia de Israel, cuyos ejemplos podrían multiplicarse. Para citar sólo uno: la pretensión de los reyes de Francia de ser descendientes de DAVID, que determinó a ser a ser consejeros a hacer celebrar sus consagraciones según el ceremonial de los reyes de Israel, tal como nos lo narra la Biblia y se había hecho en Bizancio. Para en cardenal de París, la SUSTITUCIÓN del pueblo de la antigua alianza por el pueblo cristiano sería simplemente ¡MITO…! “En vuestro libro La promesa rechazáis la teología de la sustitución, lo cual me place”, rabino JOSY EISEMBERG a J-M. LUSTIGER, Le Nouvel Observatuer, nº 1988, del 12-18 de diciembre, 2002, pág. 116. El cardenal reenvía a La Franquerie, Ascendentes davidiques des Rois de France, Villegenon, 1984.
Hacia el fin de su panorama histórico y de su singular teología de la historia, el cardenal LUSTIGER tranquiliza a los auditores. Las épocas han cambiado: el tiempo de menosprecio se extingue para dar lugar al del aprecio. LUSTIGER asume una expresión cara a JULES ISAAC. Pronto la herencia será devuelta a su legítimo propietario, el pueblo judío, el verdadero Israel, que vuelve a convertirse en pueblo sacerdotal, que traerá la auténtica salvación a las naciones del mundo, la paz a los gentiles y … aquella unidad de que el mundo tiene necesidad. Su conclusión remata en esta esperanza:
La Iglesia Católica condensó esta toma de conciencia en la declaración “NOSTRA AETATE” del Concilio Vaticano II, que desde hace treinta y cinco años viene dando ligar a numerosas posiciones, especialmente bajo el impulso del papa JUAN PABLO II. Pero esta nueva comprensión aún le cabe TRANSFORMAR profundamente los prejuicios e ideas de tantos pueblos y naciones pertenecientes al espacio cristiano, cuyo corazón no está todavía purificado por el espíritu del Mesías. La experiencia histórica nos lo muestra: se precisa una larga “paciencia” y un gran esfuerzo de EDUCACIÓN “para poseer el alma” (Lc 21, 8). Con todo, el rumbo emprendido es irreversible.
En épocas palabras, se trata de que los cristianos celosos se apropiaron de la herencia de los judíos, suplantándolos en el papel de pueblo de Dios e instrumento de salvación del mundo; de la admisión y confesión de esta falta en el siglo XX, después de la toma de conciencia que tuvo lugar en el Concilio Vaticano II en cuanto a que esa herencia debe ser devuelta a los judíos desposeídos; y de la necesidad de reparar la falta cometida, dando tiempo al tiempo a fin de CAMBIAR el espíritu de los cristianos. El movimiento de la historia es irreversible.
Más recientemente, en el año 2002, el cardenal LESTIGER (que Dios lo tenga en la gloria, fallecido en 2007,aunque quería ser papa) intervino en un congreso judío europeo, en un congreso judío mundial y ante el Comité Judío Norteamericano exponiendo una “reflexión sobre la elección y la vocación de Israel y sus relaciones con las naciones”.
Su judeocristianismo sincretista parece agradar a las élites del judaísmo, sin que nadie en el mundo católico se conmueva realmente por la heterodoxia de su pensamiento. ¿Y, sus herederos, siguen esta postura judeocristiana, adónde están?
¿Cómo puede ser que un cardenal, arzobispo de París, con toda su historia y teología, se permita REESCRIBIR la historia de la salvación hacia fines del siglo XX, al punto de negar toda la obra redentora de JESUCRISTO continuada por su Iglesia? ¿Cómo se operó la subversión espiritual del siglo XX? ¿Fue en el Concilio Vaticano II, como sugiere el cardenal LUSTIGER? Si la Iglesia ya no es el verdadero Israel, ¿qué ocurre con esta nueva teología de la historia?
París, 28-29 de enero, 2002. La intervención se titula: “De Jules ISAAC a JUAN PABLO II: desafíos para el futuro”. Ver el texto el texto en La Promesa, p. 185´188 o en Recontres europénnes entre juifs et catholiques organisée par le Congrès Juif Européen, 28-29 de enero de 2002, edit. Parole et Silence, 2002.
Bruselas, 22-23 de abril, 2002. “Judíos y cristianos. ¿Qué deben esperar de su encuentro?” Intervención publicada en La Promesa, p. 189-202. Ver el párrafo que sabe a herejía intitulado: “La libertad religiosa, clave de la democracia”.
Washington, 8 de mayo de 2002. “¿Qué significa el encuentro de judíos y cristianos en el marco del choque de las culturas?”. Ver La Promesa, p. 203-218.
La Iglesia Católica debe reformar tres puntos de su enseñanza:
+ Cambiar su visión del pueblo judío, que debe rehabilitar como pueblo primogénito, pueblo sacerdotal, que “ha sabido conservar la religión primitiva en su pureza original”. Este pueblo ni es deicida ni ha sido reprobado por Dios. Ninguna maldición pesa sobre él. Al contrario, le cabe predicar la felicidad y la unidad de la humanidad. “Admitir –escribe GÉRA HADDAD, citando a BENAMOZEGH – el rol que San Pablo creyó poder excluir.
+ “Renunciar a la divinidad de Jesucristo, este Hijo del Hombre como Él mismo se llamaba”. Simple rabino, Jesús era judío y como tal permaneció. Predicar a Jesucristo, pero un Jesucristo humano, que viene a traer una moral para la felicidad de todos los hombres.
+ Aceptar una reinterpretación – no una supresión – del misterio de la Trinidad.
Reunidas estas tres condiciones, “la Iglesia Católica es la Iglesia del verdadero catolicismo”, verdadero catolicismo que BENAMOZEGH llama NOAQUISMO, una religión destinada a todos los pueblos del “espacio cristiano”, como decía LUSTIGER. La Iglesia tiene la misión de propagar la MORAL inherente al NOAQUISMO. La declaración sobre el judaísmo del 13 de agosto contiene una referencia explícita al respecto:
El judaísmo considera que todo pueblo está obligado a observar una ley universal. Esta ley, conocida como los Siete Mandamientos de NOÉ, se aplica a todos los seres humanos. Estas leyes son: 1) el establecimiento de tribunales de justicia, de modo que la ley gobierne la sociedad, y la prohibición 2) de la blasfemia, 3) idolatría, 4) incesto, 5) cerramiento de sangre, 6) hurto y 7) comer la carne de animales vivos.
El nuevo objetivo de la Iglesia Católica consiste en evangelizar los pueblos en este humanitarismo noaquista y propiciar su unificación. Se redefinirá la primacía romana para facilitar la unidad de los cristianos. El noaquismo será “la religión de la moral natural”. Los no judíos no deben pretender convertirse al judaísmo o mosaísmo talmudista, religión reservada a los elegidos. LA SOLUCIÓN BENAMOZEGH, SILENCIADA POR LARGO TIEMPO, AHORA ES RETOMADA POR LOS DIRIGENTES DEL MUNDO JUDÍO.
El gran rabino RENÉ SAMUEL SIRAT, por ejemplo, hizo alusión al status de los no judíos en ocasión del entierro de un joven francés de 24 años, victima de un atentado en la cafetería de la universidad hebraica de Jerusalén el 31 de julio de 2002:
“David, mi querido David, había elegido acercarse espiritual y culturalmente a nuestra comunidad judía y ostentar ante el judaísmo el hermoso título de toshav, extranjero y ciudadano a la vez, que la Biblia valorizó y que el rabino ELÍAS BENAMOZEGH, en el siglo pasado (s. XIX), explicó magníficamente en su libro “Israel y la Humanidad” (un ejemplar en Diario Pampero Cordubensis). Se trata de la libre elección de acercarse a la tradición de ISRAEL, de observar las Siete Leyes – llamadas noáquidas – de moral natural reveladas antaño a NOÉ , padre de todos los vivientes (…). Pues, preciso es recordarlo, no es necesario convertirse al judaísmo para tener derecho a la salvación eterna”.
Editó Gabriel Pautasso
Instituto Eremita Urbanus
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La crisis que actualmente sacude la Iglesia de Dios, vista desde los cielos, se inscribe necesariamente en el combate multisecular entre la Iglesia y la Sinagoga de Satanás (Ap. 2, 9).
A este respecto, el siglo XIX fue testigo de la elaboración de un nuevo plan de asalto contra la ciudadela católica, estrategia revelada en 1884 por ELÍAS BENAMOZEGH.
Este rabino cabalista de Livorno, Italia, maestro del pensamiento judío contemporáneo, propuso entonces no borrar de la superficie el catolicismo sino “transformarlo” según los criterios de la ley noáquida. La ley noáquida es aquella que Dios dio a NOÉ después del Diluvio. El plan en cuestión, revelado por ELÍAS BENAMOZEGH en su obra “Israel y la humanidad”.
Citemos aquí tan sólo cuanto JACOB KAPLAN, gran rabino de París, declaraba al respecto en 1966: “Según nuestra doctrina, la religión judía no es la única que asegura la salvación. Se pueden salvar quienes no siendo judíos, creen en un Dios supremo y observan una regla moral, obedeciendo las leyes que el Creador ha prescripto a NOÉ (…) Por eso los rabinos enseñan que los justos de todas las naciones tienen derecho a la salvación eterna. Al margen de las leyes noáquidas, las reglas de la Torá y la ley de MOÍSES sólo cuentan para los judíos, porque tienen su razón de ser en el divino de formar un pueblo destinado a cumplir una acción religiosa en el mundo. La esperanza de Israel no es, pues, la conversión del género humano al judaísmo, sino al monoteísmo. En cuanto a las religiones bíblicas, según declaran dos de nuestros más grandes teólogos, son confesiones cuyo cometido es preparar junto a Israel la llegada de la era mesiánica, que será la era del amor, la justicia, paz”(JACOBO KAPLAN, Diálogo con el padre DANIÉLOU S.J. el 1º de febrero de 1966 en el teatro de los Embajadores en París, París, 1966.
¿Fue el Concilio Vaticano II 1962-1965 un intento de aplicar este timón?
La aplicación del “plan BENAMOZEGH” descrito por MICHEL LAURIGAN avanza bien. Para Mons. JOSEPH DORÉ, arzobispo d Estrasburgo, Francia, los judíos que rechazaron a NUESTRO SEÑOR DE CRISTO no pueden ser considerados ni como “infieles”, ni como “ciegos”, ni como extraños al verdadero sentido de la Biblia; no tienen necesidad de convertirse.
En cambio, hasta el Concilio Vaticano II los cristianos eran “infieles”, “ciegos” y estaban en contradicción con la Biblia; necesitan urgentemente convertirse.
“PONDRÉ ENEMISTADES ENTRE TI Y LA MUJER, ENTRE TU DESCENDENCIA Y SU DESCIENDENCIA” (Gn, 3,15).
Con motivo de la entrega del premio Nostra Aetate el 20 de octubre de 1998 en la sinagoga Sutton Place, Nueva Yorh que conceden conjuntamente SAMUEL PISAR y el Centro para el Entendimiento entre judíos y cristianos católicos de la universidad del Sagrado Corazón de Fairfeld, EE.UU, el cardenal JEAN M. LUSTIGIER, hizo una declaración de título prometedor: el mañana de judios y cristianos. Premio que recompensa la personalidad que trabajó más eficazmente durante el año en pro del acercamiento entre cristianos y judíos. Se debe tener la declaración íntegra en Nouvelle Revue Theólogique, T. 120, Nº 4, octubre/noviembre de 1998, p. 529-543. El cardenal (fallecido en 2007) abre su discurso exclamando:
“¡Cuán conmovido estoy al ser recibido en esta celebre y venerable sinagoga, centenaria ya!!!! El cardenal acaba de publicar una síntesis de su pensamiento, especie de judeocristianismo sincretista en una obra titulada La Promesa, edit. Parole & Silencio, 2002. CLAUDE VIGUÉE juzga así la obra del cardenal: “JEAN-MARIE LUSTIGIER pone de manifiesto que no se puede – bajo de destruir el núcleo mismo del cristianismo – rechazar la elección de Israel. Esa es la clave de su libro. Para escribir estas líneas, desde la situación social y espiritual donde se encuentra, se precisa tener mucho valor. Hay cristianos que no le perdonarán fácilmente haber recordado que sin la elección de Israel no es concebible la elección cristiana (…) Adviértase que si hubiese escrito lo mismo en tiempo de la Inquisición…¡de seguro estaría en la hoguera!” France catholique, nº 2857, noviembre de 2002, p. 10.
Esta declaración, cuya importancia a nadie escapó en su momento, aún hoy merece nuestra atención. Frente a los adalides del mundo judaico, el cardenal presentó un panorama histórico de las relaciones judeocristianas e hizo un profundo análisis de la obra de salvación de la humanidad. Lejos de ello, fue más bien el debut de la nueva teología de la historia. Unas pocas citas del cardenal permitirán entender la gravedad de sus observaciones e introducirán este estudio.
“En el momento de entrar en el tercer milenio de la era cristiana, ha comenzado una nueva época de la historia de la humanidad. Se está dando una vuelta de página en la historia de la humanidad. En las relaciones judeocristianas, los cristianos por fin abrieron sus ojos y sus oídos al dolor y a la herida de los judíos. Quieren llevar el peso sin transferirlo a otros y no pretenden aparecer como inocentes”.
¿Cuál es el pecado en virtud del cual cristianos deben llevar una carga? El cardenal se encarga de responderlo en el capítulo titulado “La elección y los celos”, que debería citarse por entero al describir tan erradamente la historia de la salvación.
La elección recae sobre el pueblo judío infiel; jamás ha sido revocada en razón del “escogimiento del pueblo elegido”. Los celos, es cosa de cristianos:
Los celos frente a Israel con tales, que rápidamente asumió la forma de una reivindicación de herencia. ¡Eliminar al prójimo, esto es, a alguien diferente de uno mismo! Los paganos convertidos tuvieron acceso a la Escritura y a las fiestas judías. Pero un movimiento de celo humano, muy humano, los condujo a poner al margen, o bien fuera a los judíos, (es decir, a su judaísmo, sus prácticas, sus ritos, sus creencias). Esta precisión no aparece en el texto original.
En efecto, dice el cardenal, “la cantidad y la fuerza de los paganos convertidos vino a trastornar, invertir la economía de la salvación”. Este movimiento tendió a vaciar la existencia judía de su contenido concreto, carnal e histórico, concibiendo la vida de la Iglesia bajo la figura de una realización definitiva de la esperanza y de la vida judaica. En su último libro, el cardenal LUSTIGER distingue dos iglesias, la de Jerusalén, “iglesia que es, dentro de la Iglesia Católica, la continuidad de la promesa a Israel (…) y que no ha perdurado, a más tardar, hasta el siglo VI, destruida bajo la presión de Bizancio. Esta es una de las pérdidas más pérdidas de la conciencia de los cristianos. La memoria de la gracia (de la elección) que se había concedido fue virtualmente rechazada, no digo por la iglesia en cuanto de esposa de Cristo, sino de los cristianos (p. 17)” y por los paganos-cristianos, a contar desde el siglo VI hasta el Vaticano II 1962-1965: “el pecado en que incurrieron los pagano-cristianos, tanto los clérigos como los príncipes o el pueblo, fue apoderarse de Cristo para desfigurarlo, y hacer de esta desfiguración su dios (…) Su ignorancia sobre Israel es prueba de su ignorancia sobre de Cristo, a quien dicen servir” (La Promesa, edit. Parole et Silence, 2002, p. 81). ¿Es todavía católico el cardenal LUSTIGER?
Así se desarrollo la “teoría de la sustitución”.
El cardenal LUSTIGER avanza, intentando probar que los cristianos desposeyeron a los judíos de su papel de pueblo elegido y pueblo sacerdotal, portador de la salvación a los hombres.
Cuando Constantino garantizó a los cristianos una tolerancia que equivalía a un reconocimiento del cristianismo en la vida del Estado y lo estableció como religión del Imperio, los judíos fueron violentamente marginados. . Éste era un modo y grosero de rechazar los tiempos de a redención y su trabajo de parto. Leyendo estas líneas, parecería que el cardenal LUSTIGER condena los beneficios del edicto de Milán del año 313. Más aún CONSTANTINO habría rechazado “los tiempos de la redención” por el apartamiento de los judíos. ¡Curiosa lectura de la historia de la Iglesia!
El mito de la sustitución del pueblo cristiano por el pueblo judío se alimentaba, pues, de un secreto e inconfesable ataque de celos, y legitimaba la apropiación de la herencia de Israel, cuyos ejemplos podrían multiplicarse. Para citar sólo uno: la pretensión de los reyes de Francia de ser descendientes de DAVID, que determinó a ser a ser consejeros a hacer celebrar sus consagraciones según el ceremonial de los reyes de Israel, tal como nos lo narra la Biblia y se había hecho en Bizancio. Para en cardenal de París, la SUSTITUCIÓN del pueblo de la antigua alianza por el pueblo cristiano sería simplemente ¡MITO…! “En vuestro libro La promesa rechazáis la teología de la sustitución, lo cual me place”, rabino JOSY EISEMBERG a J-M. LUSTIGER, Le Nouvel Observatuer, nº 1988, del 12-18 de diciembre, 2002, pág. 116. El cardenal reenvía a La Franquerie, Ascendentes davidiques des Rois de France, Villegenon, 1984.
Hacia el fin de su panorama histórico y de su singular teología de la historia, el cardenal LUSTIGER tranquiliza a los auditores. Las épocas han cambiado: el tiempo de menosprecio se extingue para dar lugar al del aprecio. LUSTIGER asume una expresión cara a JULES ISAAC. Pronto la herencia será devuelta a su legítimo propietario, el pueblo judío, el verdadero Israel, que vuelve a convertirse en pueblo sacerdotal, que traerá la auténtica salvación a las naciones del mundo, la paz a los gentiles y … aquella unidad de que el mundo tiene necesidad. Su conclusión remata en esta esperanza:
La Iglesia Católica condensó esta toma de conciencia en la declaración “NOSTRA AETATE” del Concilio Vaticano II, que desde hace treinta y cinco años viene dando ligar a numerosas posiciones, especialmente bajo el impulso del papa JUAN PABLO II. Pero esta nueva comprensión aún le cabe TRANSFORMAR profundamente los prejuicios e ideas de tantos pueblos y naciones pertenecientes al espacio cristiano, cuyo corazón no está todavía purificado por el espíritu del Mesías. La experiencia histórica nos lo muestra: se precisa una larga “paciencia” y un gran esfuerzo de EDUCACIÓN “para poseer el alma” (Lc 21, 8). Con todo, el rumbo emprendido es irreversible.
En épocas palabras, se trata de que los cristianos celosos se apropiaron de la herencia de los judíos, suplantándolos en el papel de pueblo de Dios e instrumento de salvación del mundo; de la admisión y confesión de esta falta en el siglo XX, después de la toma de conciencia que tuvo lugar en el Concilio Vaticano II en cuanto a que esa herencia debe ser devuelta a los judíos desposeídos; y de la necesidad de reparar la falta cometida, dando tiempo al tiempo a fin de CAMBIAR el espíritu de los cristianos. El movimiento de la historia es irreversible.
Más recientemente, en el año 2002, el cardenal LESTIGER (que Dios lo tenga en la gloria, fallecido en 2007,aunque quería ser papa) intervino en un congreso judío europeo, en un congreso judío mundial y ante el Comité Judío Norteamericano exponiendo una “reflexión sobre la elección y la vocación de Israel y sus relaciones con las naciones”.
Su judeocristianismo sincretista parece agradar a las élites del judaísmo, sin que nadie en el mundo católico se conmueva realmente por la heterodoxia de su pensamiento. ¿Y, sus herederos, siguen esta postura judeocristiana, adónde están?
¿Cómo puede ser que un cardenal, arzobispo de París, con toda su historia y teología, se permita REESCRIBIR la historia de la salvación hacia fines del siglo XX, al punto de negar toda la obra redentora de JESUCRISTO continuada por su Iglesia? ¿Cómo se operó la subversión espiritual del siglo XX? ¿Fue en el Concilio Vaticano II, como sugiere el cardenal LUSTIGER? Si la Iglesia ya no es el verdadero Israel, ¿qué ocurre con esta nueva teología de la historia?
París, 28-29 de enero, 2002. La intervención se titula: “De Jules ISAAC a JUAN PABLO II: desafíos para el futuro”. Ver el texto el texto en La Promesa, p. 185´188 o en Recontres europénnes entre juifs et catholiques organisée par le Congrès Juif Européen, 28-29 de enero de 2002, edit. Parole et Silence, 2002.
Bruselas, 22-23 de abril, 2002. “Judíos y cristianos. ¿Qué deben esperar de su encuentro?” Intervención publicada en La Promesa, p. 189-202. Ver el párrafo que sabe a herejía intitulado: “La libertad religiosa, clave de la democracia”.
Washington, 8 de mayo de 2002. “¿Qué significa el encuentro de judíos y cristianos en el marco del choque de las culturas?”. Ver La Promesa, p. 203-218.
La Iglesia Católica debe reformar tres puntos de su enseñanza:
+ Cambiar su visión del pueblo judío, que debe rehabilitar como pueblo primogénito, pueblo sacerdotal, que “ha sabido conservar la religión primitiva en su pureza original”. Este pueblo ni es deicida ni ha sido reprobado por Dios. Ninguna maldición pesa sobre él. Al contrario, le cabe predicar la felicidad y la unidad de la humanidad. “Admitir –escribe GÉRA HADDAD, citando a BENAMOZEGH – el rol que San Pablo creyó poder excluir.
+ “Renunciar a la divinidad de Jesucristo, este Hijo del Hombre como Él mismo se llamaba”. Simple rabino, Jesús era judío y como tal permaneció. Predicar a Jesucristo, pero un Jesucristo humano, que viene a traer una moral para la felicidad de todos los hombres.
+ Aceptar una reinterpretación – no una supresión – del misterio de la Trinidad.
Reunidas estas tres condiciones, “la Iglesia Católica es la Iglesia del verdadero catolicismo”, verdadero catolicismo que BENAMOZEGH llama NOAQUISMO, una religión destinada a todos los pueblos del “espacio cristiano”, como decía LUSTIGER. La Iglesia tiene la misión de propagar la MORAL inherente al NOAQUISMO. La declaración sobre el judaísmo del 13 de agosto contiene una referencia explícita al respecto:
El judaísmo considera que todo pueblo está obligado a observar una ley universal. Esta ley, conocida como los Siete Mandamientos de NOÉ, se aplica a todos los seres humanos. Estas leyes son: 1) el establecimiento de tribunales de justicia, de modo que la ley gobierne la sociedad, y la prohibición 2) de la blasfemia, 3) idolatría, 4) incesto, 5) cerramiento de sangre, 6) hurto y 7) comer la carne de animales vivos.
El nuevo objetivo de la Iglesia Católica consiste en evangelizar los pueblos en este humanitarismo noaquista y propiciar su unificación. Se redefinirá la primacía romana para facilitar la unidad de los cristianos. El noaquismo será “la religión de la moral natural”. Los no judíos no deben pretender convertirse al judaísmo o mosaísmo talmudista, religión reservada a los elegidos. LA SOLUCIÓN BENAMOZEGH, SILENCIADA POR LARGO TIEMPO, AHORA ES RETOMADA POR LOS DIRIGENTES DEL MUNDO JUDÍO.
El gran rabino RENÉ SAMUEL SIRAT, por ejemplo, hizo alusión al status de los no judíos en ocasión del entierro de un joven francés de 24 años, victima de un atentado en la cafetería de la universidad hebraica de Jerusalén el 31 de julio de 2002:
“David, mi querido David, había elegido acercarse espiritual y culturalmente a nuestra comunidad judía y ostentar ante el judaísmo el hermoso título de toshav, extranjero y ciudadano a la vez, que la Biblia valorizó y que el rabino ELÍAS BENAMOZEGH, en el siglo pasado (s. XIX), explicó magníficamente en su libro “Israel y la Humanidad” (un ejemplar en Diario Pampero Cordubensis). Se trata de la libre elección de acercarse a la tradición de ISRAEL, de observar las Siete Leyes – llamadas noáquidas – de moral natural reveladas antaño a NOÉ , padre de todos los vivientes (…). Pues, preciso es recordarlo, no es necesario convertirse al judaísmo para tener derecho a la salvación eterna”.
Editó Gabriel Pautasso
Instituto Eremita Urbanus
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