viernes, 10 de agosto de 2012

MISIÓN DESTRUCTORA DE LA REVOLUCIÓN



El ataque contra el orden de Dios y contra las sociedades cristianas.

Editó: Lic. Gabriel Pautasso

Satanás no puede atacar a Dios directamente, por eso trata de atacarlo en su creación.
Al contribuir a la perdición de los hombres, mata dos pájaros de un tiro: satisface el odio que siente por la humanidad y ofende a Dios contrariando su plan de salvación.
El pecado de Satanás, pecado de soberbia, consistió en un rechazo del orden sobrenatural. “Contra el estandarte de la gracia elevó la bandera de la naturaleza”. Tentados por Satanás, quien les hizo creer que si desobedecían serían como Dioses, ADÁN y EVA cometieron también un pecado de naturalismo. SANTO TOMÁS DE AQUINO advierte que ADÁN pecó “pretendió adquirir la bienaventurada por virtud de su propia naturaleza”. De esa manera, SATANÁS quiso perder a la humanidad por medio de lo que causó su propia pérdida; pero fracasó. Sin duda, puesto que el hombre fue tentado y como no posee, como el ángel, un conocimiento directo, inmediato, intuitivo, DIOS perdonó al género humano. Rescato a la humanidad testimoniando su amor con su sangre. Se sacrificó ÉL mismo en la persona de su Divino Hijo sobre el madero de la cruz. Amor, sacrificio, obediencia hasta la muerte: ése fue el ejemplo dado por el SALVADOR en el instante de la redención del género humano.


a)      SUS MÉTODOS

Sin embargo, el NATURALISMO sigue siendo, junto CON EL LIBERALISMO y el LAICISMO, uno de los instrumentos más eficaces para la perdición de la humanidad.
No insistiremos aquí sobre “el espejismo del naturalismo”. Consiste – en su forma más insidiosa – provocar una confesión entre el plano natural y el plano sobrenatural, y un equívoco entre la caridad, virtud teologal, y la cualidad meramente humanitaria de la beneficencia. La Revolución pretende con eso con eso anexarse el Evangelio para beneficio propio y presentar a NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO como uno de los más grandes revolucionarios de todos los tiempos. Estas aproximaciones, calificadas de blasfemas por SAN PÍO X, demuestran que la Revolución no retrocede ante ninguna audacia.
No insistiremos tampoco sobre el liberalismo, perverso sistema condenado por TODOS los Papas desde PÍO VII. “En ese espantoso sistema – precisaba PIO IX (Encíclica Qui pluribus, 9 de diciembre de 1846) – los apósteles del error suprimen toda distinción entre la virtud y el vicio, la verdad y el error, la honestidad y la ignominia, y pretenden que los hombres pueden obtener la salvación eterna en cualquier religión que sea, como si alguna vez pudiera haber acuerdo entre la justicia y la iniquidad, entre la luz y las tinieblas, entre CRISTO y Belial”.  
Este sistema filosófico que el Papa GREGORIO XVI llamó “delirio” y que deriva del naturalismo, ha contribuido a destruir las sociedades cristianas. Es de observar que el diablo es liberal y tolerante cuando no domina el juego y cuando trata de corromper a una sociedad todavía cristiana (ese fue el papel de los ejércitos masónicos); pero ejerce una tiranía implacable cuando ha conquistado el terreno , que no es (ejemplo: las naciones dominadas por el comunismo). SATANÁS, que no es tonto, no es liberal y ni bien puede, se saca la máscara. La experiencia ha mostrado qué se disimula detrás del espíritu de tolerancia de la Revolución.
El laicismo, ese “no te conozco” lanzado al rostro del CREADOR, deriva del liberalismo. A partir del momento en que un gobierno o una sociedad ya no creen que existe una verdad, ¿por qué tendrían que tomar partido por esa pretendida verdad? El laicismo es la solución que muchos invocan como la más equitativa. Pues bien, no existe nada más pernicioso. En efecto, no hay neutralidad entre el bien y el mal. Las palabras de NUESTRO SEÑOR, “el que no está conmigo está contra mí” se dirigen tanto a los individuos como a las sociedades. Los principios del laicismo han sido condenados por todos los Papas en la época moderna. Mencionemos los artículos del Syllabus. Están condenadas las proposiciones siguientes:
-          LV: “La Iglesia debe estar separada del Estado y el Estado separado de la Iglesia”.
-          LVII: “La ciencia de las cosas filosóficas y de las costumbres, al igual que las leyes civiles, pueden y deben ser sustraídas a la autoridad divina y eclesiásticas”

El Papa PÍO XI llamó al laicismo “esa peste mortífera de nuestro siglo que abruma al mundo con tantos errores y desastres que quizá llegarán a ser peores…”. En cuanto al Papa PÍO XII, afirmó en una alocución a los hombres de la Acción Católica italiana el 12 de octubre de 1952: “Y vemos ahora la tentativa de edificar la estructura del mundo sobre bases que no dudamos en señalar como principales responsables de la amenaza que pesa sobre la humanidad: una economía sin Dios. El Enemigo está empeñado y se empaña en que CRISTO sea un extraño en las universidades, en la escuela, en la familia, en la administración de justicia, en la actividad legislativa, en las asambleas de las naciones, en lugares donde se decide la paz o guerra…”. Entre Dios y Satanás la neutralidad no existe. Desde que en Francia desaparecieron los príncipes cristianos, las leyes de las repúblicas laicistas han sido elaboradas en las logias masónicas y cada día podemos comprobar su creciente fuerza de disgregación. El laicismo está llevando a nuestro país a la ruina. Como dijo SAN PÍO  X, “la salvación de FRANCIA SÓLO PUEDE OBTENERSE MEDIANTE EL RECONOCIMIENTO DEL REINADO DE CRISTO SOBRE LA NACIÓN”. Y PÍO XII afirmará (Summi Pontificatus: “El reconocimiento de los derechos soberanos de Cristo y el retorno de los individuos y de la sociedad a la ley de su Verdad y de su Amor son la única vía de salvación”.
Como “la paz es la tranquilidad en el orden” (definición de SAN AGUSTÍN) Y EL ORDEN DE Cristo ha sido destruido casi en todas partes, nadie puede extrañarse de que esa paz tan anhelada haya desaparecido del mundo. Los Revolucionarios hablan constantemente de paz y coexistencia pacífica, pero son incapaces de proporcionar la paz que deriva de la caridad y de la gracia. Su paz es el silencio de las naciones perseguidas, la paz que reina en un universo concentracionario.

H. LE CARON, Misión destructora de la Revolución, Editorial Nuevo Orden, Buenos Aires,  1964, pp 66.

Algunas interpretaciones “progresistas cristianas” de la Revolución Moderna

Creemos que sobre la existencia de tal Revolución Moderna todos estarán contestes: es un hecho evidente. Baste para adquirir conciencia de ello el reflexionar sobre las abismáticas diferencias en el aspecto de la Tierra modificada por el hombre, en la actitud ética de éste, en la ciencia, en la técnica, en la posición del hombre ante Dios y ante Cristo, etc., que se dan entre – por ejemplo – el siglo XIII y la actualidad. En muchas zonas – así en regiones de España E Italia – una diversidad semejante se ha producido incluso entre mediados del siglo XIX y la época actual (siglo XX); un paso del tradicionalismo católico al marxismo o al anarquismo en las masas, y al liberalismo, al agnosticismo o al democratismo cristiano en las élites.
Pero la oposición interpretativa y valorativa surge cuando se plantea el problema de la esencia de esa Revolución. La expresión “esencia”, en este plano de los hechos históricos, debe sin duda ser tomada sólo analógicamente, pues no se trata de realidades naturales ni metafísicas, sino actitudes humanas psicológicas y morales; como decía ARISTÓTELES, en el orden de la conducta la “forma” o principio esenciante es el fin: EL SENTIDO Y VALOR DE UN PROCESO HISTÓRICO derivan de su fin último, de su razón de ser teleológica, de su para qué y hacia qué.
Por eso la diversidad de interpretaciones a que aludíamos deriva de que se otorgan diversas finalidades últimas al proceso de la Revolución en ciertos casos; y, en otros, de que mientras que la interpretación católica tradicional atiende ante todo a ese fin último, algunas versiones “progresistas cristianas” prescinden de ese fin, y sólo fundan sus juicios de valor en los escuetos hechos o resultados exteriores o aparentes de esa Revolución, considerándola incluso, en ocasiones, como un proceso necesario, fatal, e indetenible, al que sería suicida oponerse.
Como ya lo mostró el profesor SOAJE RAMOS, el “progresismo cristiano” importa una actitud de sometimiento de lo cristiano al “mundo”; pero a un “mundo” en que halla vigencia el mito y “pathos” del Progreso indefinido o geotrópico y necesariamente benéfico. En efecto, el cristianismo “mundanizado” es sólo el género, y la aceptación del “Progreso” como supremo criterio de valor, la diferencia específica. Los “progresistas cristianos” creen no ser “mundanos” porque son o se creen antimonárquicos, anti-aristocráticos, enemigos del boato, antiburgueses, etc.; pero no ven que lo “mundano” realmente vigente hoy no consiste en todo aquello, sino precisamente en lo “democrático”, lo “proletario”, lo “tecnocrático”, lo “científico”, lo “desprejuiciado”, etc.  Por eso, ha habido formas mundanizadas de cristianismo que no ha sido “progresistas” porque la fe en el “Progreso” no tenía vigencia e las respectivas épocas y mundanizadades. Así, por ejemplo, el cristianismo césareo-papista de Bizancio Constantinopla Imperio romano de Oriente; el cristianismo excesivamente feudalizado de algunas épocas y zonas de la Edad Media, contra el que tronaba un SAN BERNARDO DE CLARAVAL; el cristianismo regalista de la época de las monarquías absolutas en la Edad Moderna, etc., han sido formas más o menos mundanizadas de cristianismo; pero no “progresivas”, porque no eran “progresistas” los respectivos mundos culturales.


En cambio, ya eran en cierto modo “progresistas” los clérigos “ilustrados” del siglo XVIII, lectores de VOLTAIRE o de ROUSSEAU, los “los católicos liberales” del siglo XIX, y muy especial los “los modernistas” de principios del siglo XX, porque en esos ámbitos social-históricos ya tenía vigencia la “religión del progreso”.
Debemos limitarnos a las interpretaciones de la Revolución moderna propias del “progresismo cristiano” en sentido estricto – de posguerra 1939-1945 – y a su inmediato antecesor, el “humanismo” o “personalismo” cristiano que JACQUES MARITAIN y otros comenzaron a enseñar allá por 1932.  
Aunque no guste a todos los “maritianianos”, no cabe negar que el “maritianismo” se inscribe parcialmente entre las causas ideológicas inmediatas del “progresismo cristiano”, aunque éste haya “dejado atrás” hace tiempo a JACQUES MARITAIN, considerándolo como a medias reaccionario por su tomismo; y aunque – según dicen – JACQUES MARITAIN mismo esté hoy alarmado ante el fenómeno “progresista cristiano”, lo mismo que su discípulo el gran teólogo CHARLES JOURNET, opositor decidido respecto del teilhardismo y de la “nouvelle théologie”.
Lo que parece haber movido a JACQUE MARITAIN y a muchos otros intelectuales católicos de ese entonces hacia una actitud cada vez más favorable a la Revolución moderna, habrían sido dos factores: la condenación papal de L´ACTION FRANÇAISE y la coyuntura internacional e interna de Francia hacia 1930-34-36-39, con la amenaza de los fascismos (Revolución Nacional del siglo XX). Antes esos dos hechos, no supieron conservar un justo medio y, de un extremo antimodernismo en todos los planos – un libro de MARITAIN lleva precisamente el título de ANTIMODERNE -, fueron derivando rápidamente hacia un excesivo reconocimiento de lo positivo atribuido a esa Revolución, incluso en sus momentos liberales, jacobinos, o marxistas. La reacción antedicha ante la condenación de L´ACTION FRANÇAISE no fue especulativamente muy acertada porque las tesis condenadas fueron precisamente las típicamente “modernas” (agnósticas, absolutizadoras de lo político y mundano) que debían a la formación kantiana y comtista de MAURRAS, quien, por otra parte, murió convertido al catolicismo.
Emitió así JACQUES MARITAIN su difundida tesis sobre la ambivalencia de la historia. Aplicándola a la Revolución moderna, sostenía que aunque es imposible negar el lado malo e ésta – dado sus ideologías racionalistas, agnósticas, idealistas, panteísticas, ateas, etc. – bajo y tras y con ese mal había surgido mucho de bueno: un mayor reconocimiento del valor de la creatura, de la dignidad, libertad y fraternidad humanas, etc.; valores éstos cristianos en el fondo; pero que el cristianismo ortodoxo no había sabido encarnar política, social e históricamente, y por eso lo habían hecho esas ideologías aberrantes.
Con su doctrina de los “malentendidos trágicos”, venía incluso a hacer predominar, en esa interpretación “ambivalente”, el lado bueno de la Revolución moderna; porque el maritainismo  afirmaba – en actitud predecesora del llamado meaculpismo de los católicos progresistas de hoy – que si esa Revolución había adoptado ideas erróneas, era por  culpa principal de los católicos mismos, siempre defensores de situaciones políticas, sociales o ideologías superadas o perimidas; actitud que provocaba en los legítimos reformadores y luchadores por la dignidad y progreso humanos el “malentendido” consistente en identificar el Mensaje cristiano mismo con las injusticias y obsolencias con que los católicos reaccionarios lo hacían, ilegítimamente, solidario.  
Otra corriente “cristiano-progresista” que también valora positivamente e incluso exalta la Revolución moderna es la inspirada en el P. TEILHARD DE CHARDIN, S. J. Este Padre, dividido en su niñez entra la adoración de Jesús como Dios y del Dios-hierro, (veía en los objetos de hierro un como símbolo de algo absoluto y divino en el corazón mismo de la materia), transformó luego ese dualismo en una lucha, en su alma, entre el “Dios de adelante” o “del futuro”, el “Dios” que, según los revolucionarios modernos, surgirá del propio esfuerzo humano, del propio Progreso cada vez más empinado. Consultado su director espiritual sobre sí, para rendir pleno y único culto al Dios cristiano, debía abandona su amor por las cosas del mundo, le contestó que debía conciliar ambas tendencias; y, así, TEILHARD se creyó llamado a operar la síntesis e identificación entre ese Dios trascendente y el Dios inmanente que surgiría del proceso mismo del Progreso, de la evolución natural e histórica; entre el “Dios de arriba” y el “Dios de adelante”.
Adoptó así un evolucionismo generalizado, pero sosteniendo que la “Evolución” caminaba – nada menos – que hacia el CRISTO UNIVERSAL, el “Punto Omega”.  
Desde las partículas intraatómicos, la realidad, complejicándose cada vez más y por tanto progresando en “conciencia”, pasaba por el átomo, la molécula, la megamolécula, la cédula, los seres vivientes unicelulares, los pluricelulares, los cordados o vertebrados, los mamíferos, los primates, los antropomorfos (gorilas, orangután, chimpace y gibón), los prehomínidos (australopitecos, Pitecanthropus erectus, Sinanthropus, hombre de Neanderthal, etc.) hasta el homo sapiens propiamente dicho (hombre de Cro-Magnon y hombre actual, nosotros). Pero no se detenía aquí la magna “Evolución”, sino que  transformándose esa evolución biológica – sin anularse como tal – en evolución reflexiva y autodirigida, se desarrollaba todo el proceso de la civilización: revolución neolítica, culturas clásica y medieval, REVOLUCIÓN MODERNA, individualismo liberal y por último tendencias actuales socializantes (comunismo, fascismo, nazismo, democracia social, tecnocracia). Gracias a la socialización, y siempre según la ley de “complejidad-conciencia”, se pasaría hacia lo ULTRA-HUMANO: mediante una investigación científica unificada y universalmente coordinada, y a un desarrollo del “Amor”, la humanidad llegaría a auto-superarse: cada cerebro individual vendría a ser como una célula de un gran cerebro universal; y, así, la humanidad unánime, abundando cada vez en los misterios del cosmos y de la propia psique, llegaría a tal grado de tensión que produciría un salto dialéctico, un cambio de estado: en parte desde la interioridad de su propio seno, y en parte desde fuera, aparecería CRISTO como  término y asunción de todo el proceso cósmico e histórico evolutivo. Así, a la cosmofera habría sucedido la  biosfera (plantas y animales); a ésta, la noosfera (hombres y civilización), y a ésta, la Cristosfera, término último de toda la “Evolución”, a las cual, por ello, TEILHARD llama “santa”.
Así, no es de extrañar que TEILHARD no sólo revalorice sino que también exalte la Revolución Moderna: se trataría de un proceso histórico en que el hombre, tomando las riendas de su propio destino, potenciándose progresivamente, deja atrás al “neolítico” (agricultura y ganadería tradicionales, artesanía, propiedad privada, feudos, monarquías, naciones, jerarquías económico-social-políticas, religiones de la Absoluta Trascendencia) y se encamina hacia lo Ultra-humano, en cuya dirección está el advenimiento del CRISTO UNIVERSAL.  
De allí (cfr. TEILHARD DE CHARDIN, Le melieu divin, ed. Du seuil, París, 1957) la prédica de una nueva « espiritualidad cristiana”, no fundada ya en una negación y superación ascéticas del “mundo”, sino precisamente en una coincidencia plena de la acción del cristiano con el proceso de la Ciencia, de la Técnica y de la Socialización moderna, porque este proceso sería nada menos que (aun cuando sus promotores a menudo la ignoren) la construcción del Cuerpo Místico del futuro Cristo universal. Cristo, para hacerse “todo en todos”, necesitaría de una humanidad super-concentrada y unanimizada por la Ciencia, la Técnica, la Socialización y el Trabajo potenciados al infinito.  
Ahora bien, en cuanto el influjo de los neoteólogos en la “Iglesia del Vaticano II, sobre todo, el naturalismo, el relativismo y el evolucionismo tocante al dogma de los “neoteólogos”- aunque limitándonos para ello a efectuar breves sondeos aquí y allá en las arenas movedizas de la “neoteología”-, porque constituyen la fuente de todas sus demás desviaciones doctrinales y, en especial, de la tragedia del VATICANO II y del desastre postconciliar.
No pocos de los ya citados exponentes de la neoteología, llegaron a ser de hecho los teólogos-guía de los Padres conciliares durante los trabajos del concilio Vaticano II, al cual se lo denominó por dicho motivo, y con razón, el “concilio de los teólogos”.
¿Las pruebas? He aquí concerniente al P. TEILHARD, el propio Osservatore Romano publicaba en primera página una carta expedida por la Secretaría de Estado en nombre de JUAN PABLO II y firmada por el Cardenal CASAROLI, con fecha de 12 de mayo de 1981 (el día anterior al del atentado de la Plaza de San Pedro), que se había remitido al director a la sazón del Institut Catholique  de París, Monseñor POUPARD (hoy también cardenal, como es obvio), con ocasión de la celebración del nacimiento de aquel jesuita apóstata: una carta en que exaltaba “la estupenda resonancia de su investigaciones, junto la irradiación de su personalidad y la riqueza de su pensamiento”, y en la que se lo definía como “un hombre aferrado a Cristo en el fondo de su ser, que cuidaba deshonrar al mismo tiempo la fe y la razón, con lo que respondía así, como por anticipado, al llamamiento de Juan Pablo II: “No tengáis miedo; abrid, desatrancad para Cristo las puertas, los inmensos espacios de la cultura, de la civilización, del desarrollo”. (L´Osservatore Romano, 10 de junio de 1981).


Y pese a que la reacción de un grupo de cardenales constriñó al mismo diario oficioso de la Santa Sede a atemperar más tarde los encomios de esta carta increíble, el hecho no deja de ser altamente significativo.   
(Véase del Instituto Eremita Urbanus, Diario Pampero nº 99 Sin Comentarios gabrielsppautasso@yahoo.com.ar).

*JUAN A. CASAUBON, El sentido de la revolución moderna, Librería Huemul, Buenos Aires, 1975,  pp 77.*

*véase Diario Pampero nº 99 Instituto Eremita Urbanus, SIN COMENTARIOS. 23 de octubre reimpreso 2019*

*CONCLUSIÓN *

No somos nosotros quienes concluiremos. Nosotros sólo podemos ORAR, LUCHAR y ESPERAR.
DIOS es quien concluirá (etimología, de cum y claudere: cerrar) en la hora elegida por Él.
El triunfo de la iniquidad es un misterio; pero el de la paciencia de Dios Todopoderoso es muy distinto.
Dios respeta nuestro libre albedrío porque quiere respetar el amor sobre el cual descansa su orden, pero sin embargo, no puede dejar que aniquilen a Su Iglesia. Se ha prometido a PEDRO que las puertas del infierno no prevalecerán contra Ella.
¿Hasta cuándo permitirá el Señor que la Revolución progrese y triunfe? He ahí la cuestión.
Muchos místicos han afirmado que cuanto todo parezca perdido, es cuando todo será salvado. Quizá aún no hemos llegado a tocar fondo.
El odio incesante a Dios manifestado a través de los siglos por la Revolución, el odio a Su Iglesia y a la sociedad cristiana fortifica nuestra fe. Ello prueba que Jesucristo es el personaje central de la historia. Él es el Señor de las naciones. En cada generación las creaturas humanas se colocan junto a Él o contra Él.
El Señor es el verdadero Amo. Él es quien debe reinar sobre los pueblos, y es posible pensar que la sangre de los mártires, los sufrimientos de los cautivos y de los perseguidos, y las oraciones de los santos aplacan su Justicia y preparan su Reino.
Sin duda es por eso que los fieles cristianos se vuelvan hacia la Santísima Virgen María, “Auxilium Christianorum”, para rogarle quiera apresurar el reino del Señor, así como en Caná apresuró la intervención del Salvador.
El peligro debe ser muy grande y muy cercano, puesto que, desde ciento cincuenta años a esta parte, la Madre de Dios se ha aperacido varias veces para pedirnos que roguemos y hagamos penitencia advirtiéndonos que “su Hijo se deja conmover”. Tenemos que secundarla en su misión de Salvadora.
SANTA CATALINA LABOURÉ, cuando las apariciones de la rue du Bec, la vio aplastar la cabeza de la serpiente delante de Ella y ofrecer a Dios una bola de oro coronada por una pequeña cruz en representación del globo terrestre. Eso deja suponer que, en el gran enfrentamiento entre el Cielo y el infierno, será a Ella a quien Dios le permitirá entregarle la Victoria.
SAN GRIGNION DE MONTFORT, Apóstol de la Vandea, profetizó que la VIRGEN MARÍA, después de haber llevado aquí abajo una vida oculta, desempeñará un papel decisivo en el fin de los tiempos. ASÍ SEA.


DIARIO PAMPERO Cordubensis Nº 392
INSTITUTO EREMITA URBANUS
Córdoba de la Nueva Andalucía
¡VIVA LA PATRIA! ¡LAUS DEO TRINITARIO! ¡VIVA HISPANOAMÉRICA! gspp.*   



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