domingo, 26 de agosto de 2012

*ENTRONIZACIÓN DE LA IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA DE MONSERRAT * 8.IX.44



Homenaje al Ing. Don Rafael Bonet, Rector del Colegio Nacional de Monserrat 1922-1946.

Editó: Lic. Gabriel Pautasso


Reza el testamento del Doctor IGNACIO DUARTE y QUIRÓS: … “al Colegio Convictorio que fundé en esta ciudad de Córdoba bajo el amparo y protección de la Virgen MARÍA Señora Nuestra con títulos y vocación, de Nuestra Señora de Monserrat, etc.”
La empresa de la fundación era una afirmación positiva de caridad, asentada en la conciencia de un alma profundamente cristiana. DUARTE penetra y percibe en el fondo del Credo ecuménico la más excelsa de sus manifestaciones, consagrada en la sangre redentora de la Cruz: la caridad. Esa divina caridad de JESUS que se derrama aún sobre los propios corazones que lo habían inmolado y se vierte como agua de fuente rebasada en el mundo que había escrito la página del dolor inmenso, ¡dulce rocío transparente para los justos! Así, grande, enorme, con la majestad de su divino ministerio, JESÚS, desde la cima donde su espíritu tocaba el infinito crea y fundamenta el verbo de la caridad, de la caridad cristiana, sublime hacer que tiene de lo excelso su propia esencia.  
Ese profundo sentimiento de la caridad, que es la fe misma en DUARTE, que abarca toda su doctrina; lo concreta en la fundación de este Colegio con generoso desprendimiento porque él ha sentido y vivido esa irradiación trascendente y eterna del Maestro prodigándose como una bendición en su corazón.
En DUARTE la caridad es creación, es verbo, es un mandato de JESÚS, el “Fundador de la Caridad”. Es el verbo que levanta hospitales para los enfermos, asilo para los menesterosos, refugio para los huérfanos y los ancianos, y los levanta en nombre del amor que identifica al protector y al socorrido sin condición de inferioridad para ninguno.
En DUARTE el impulso religioso se vuelve inmenso bien: su obra será el monumento vivo de su doctrina, de su acendrado amor a Dios. Aparece ella en el momento que es necesario mirarlo, acercarse, sentirlo y dirigirlo al hombre de estas latitudes vírgenes ausentes de todo apoyo material y moral. Su fundación nace fuerte, muy fuerte porque la sostiene, sobre todo, la columna moral del credo del amor que hace del hombre la magnitud más ponderable en la infinita caridad de su doctrina.
El Colegio es por antonomasia de pura estirpe humanista y ese es el sentido que ha conservado hasta nuestros días, no obstante los cambios operados en sus distintos regímenes de vida, en su enseñanza y en sus métodos. Se ha mantenido así, sin solución de continuidad, porque la inmanencia de su acervo espiritual fuerte e invulnerable florecía en presencia de todas sus manifestaciones y así anualmente ha realizado el homenaje que hoy se supera por la presencia de su excelsa Patrona.
Las Reglas y Constituciones que regirían la vida del estudiante, formuladas en íntima hermandad con los principios de la religión, afirman la tradición del Instituto.
Hoy, damos sentido a esa tradición; hoy, desde los distintos rumbos del espacio y de las esperanzas, vienen los hijos que se fueron a llevar la consagración de aquellos afanes de estudiantes en el diploma, que no es un certificado más, sino el vínculo de las unión de sus almas con el destino de estos claustros.
Interpretando el noble sentir del Fundador, aquello que en él alcanzaba, en la exaltación de su fe lo más puro de su pensamiento, lo más acrisolado en sus meditaciones; aquello que era su vida misma, el culto por MARÍA que la invoca en todos sus actos, en sus acciones, y que día a día se aduerme en la bondad de la inmensa gracia; propuse a la autoridad Superior de la Universidad, en nota de fecha 2 de agosto de 1940, la construcción de un templete donde sería colocada una mayólica representando a la Virgen de Monserrat. En los fundamentos de esta iniciativa decía: “Que ella respondía a un alto propósito de educación espiritual. Bajo la advocación de NUESTRA SEÑORA DE MONSERRAT fue fundado el Instituto y dos siglos y medio después, seguía bajo el patrocinio de su nombre. El fundador en su testamento estableció un vínculo profundo entre la obra y su ideal espiritual, que exige ahora culto propio en el Colegio. La formación intelectual y moral de los jóvenes se logra completa en la comprensión de los valores del espíritu y en la solidaridad y amor con la Patria en su pasado y presente.
Inconvenientes de todo orden impidieron que esta obra se realizara en aquella oportunidad. Hoy, unidos autoridades, profesores, alumnos y personal administrativo, que la han costeado, es una realidad con la  contribución y auspicio de la alta autoridad universitaria. FERNANDO ARRANS, el poeta en el arte del fuego hizo la imagen. Su obra es perfecta, transparentándose en ella aquello que nos dice de la delicadeza, de la bondad y del amor. JAIME ROCA, el orfebre de la Arquitectura proyecta el templete.
La ilustre Casa debía recibir el blasón luminoso. No un atributo más para los cuarteles de su escodo, no algo material de grandeza perecedera. No. El hogar del Monserrat, debía ser perfecto en su armonía física y espiritual: un contenido lo debía llenar de sublime idealidad, de inquebrantable belleza.
Era necesario darle el realce de una serenísima dignidad, capaz de mantener en su acción cultural el ideal cristiano que había fundamentado la gracia en el alma del fundador.
El insigne DUARTE, debió pensar en un nombre que fuera a la vez, el cumplimiento de un voto de gratitud y una inspiración para los continuadores de su obra después de su muerte. Debió pensar acaso, en DON SIMÓN DUARTE, su padre; tal vez en su madre, DOÑA MARÍA DE QUIRÓS.  Debió de pensar, asimismo, en SAN IGNACIO de LOYOLA, fundador de una milicia católica, tenía ya en Córdoba monumentos preclaros de apostolado. Empero, DUARTE eligió el nombre de Nuestra Señora de Monserrat, movido, sin duda, por una tierna devoción que le inspirara el lego benedictino, viajero por América y divulgador de las excelsas glorias de la Virgen de Monserrat, allá en las montañas de Cataluña, “cuyo culto y devoción comienzan en las últimas décadas en el Siglo IX, cuando en aquellas tardes dichosas en que unos pastores que apacentaban sus rebaños en las vertientes de la montaña; divisaron, cabe los picos del monte, resplandores de una luz que inefablemente los atraía y deleitaba; allí en una amplia hornacina, hecho en la misma roca, hallan una virgen morena que reverentes, adoran, reconociendo ser Ella la estrella irradiadora de la luz”.  
Pero, la mente cultivada, sutil y previsora del doctor IGNACIO DUARTE y QUIRÓS que ya en su testamento había condensado su programas en palabras que decoran para siempre la bella estatua que hemos levantado hace hoy cuatro años, quiso completar su pensamiento con la elección de su amada VIRGEN MORENA, como PATRONA y TITULAR de su COLEGIO.
Puesto que hay hombres con virtud y sin letras y hay también con letras y sin virtud quiso el fundador que aquí se educara en virtud y letras, mas advirtió asimismo que no es raro hallar al hombre virtuoso y letrado, pero falto de aquella delicadeza espiritual, de aquella ternura filial o paterna o rectora que completa al ciudadano, al maestro, al gobernante. Y esa delicadeza, sólo podía brindarla, la figura excelsa de la Madre de Dios, arquetipo de ese prodigio de la naturaleza que se llama la Madre.
He dicho la Madre. La Madre para los escolares. Las propias madres nuestras, la de todos los días, simbolizada en la Virgen que ahora veneramos. Es sublime el sentido de este paralelismo: nuestras madres dando en el alumbramiento un universo en cada ser, adquieren por la virtud de su inmensa grandeza la supremacía de perfección divina.
La madre es “obra maestra”. “No hay dramatismo histérico ni alharaca romántica en los días de la madre. Su vivir cotidiano corre parejo con la de una llanura de Sol: en ella como en el llano agrario, la siembra y la cosecha se cumplen sin gesticulación, dentro de una sublime llaneza”.
“Vive en desvelo y goza sólo la mitad de su noche. La llanura nutricia y la mujer no se cansan, resiste como el junco al peso y a la podadora del dolor, y es inefable seguirle el encantamiento en que vive su día entero, alindando su cuarto, alisando ropas estrujadas y volviendo válido lo viejo. La madre del hijo necio se siente tan favorecida como la madre SAN JUAN DE LA CRUZ. Testaruda santa, ojo con viga de oro, caracol de música que oye siempre un coro que canta, por más que sólo ella lo siente”.
Aquélla, la elegida, nos da el Verbo de Dios, las nuestras deslumbradas de pasión por el hijo, se repite siempre grande hora a hora hasta el fin de sus de sus días en una inacabable consagración del amor. Ella ignora el prodigio de su sublime grandeza. Es el hijo, su mundo viviente, la expresión de su razón de ser en la naturaleza.
Todo es esperanza en la madre. El hijo se agiganta en el sueño de su ternura infinita: dulce caer el jugo perfumado de las flores en el beso dichoso. Ternura de madre, estremecido vibrar del corazón poseído de la divina gracia.
Plegarias en la madre, en los silencios amargos y angustiosos musitadas de rodillas en sus altares íntimos.
MARÍA se aposenta en el corazón de cada madre. Se vierte inefable en el hondón de las almas y llora y sufre y anhela y ríe y canta en ellas, y deja en cada una la poesía de su inmensa caridad.
Buscadla en el corazón de nuestras madres. Allí está en actitud de adoración confundida en la sangre, el pensamiento y en la acción. No es un sueño, es una palpitante y fuerte realidad: consustanciación de MARÍA en el seno de nuestras madres elevadas en su santuario, cabe la plenitud de su armonía con la divina forma.
Nuestras madres son y se sienten las conductoras de sus hijos. Es intransferible e inalienable ese derecho que aparece con impulso arrebatador cuando los dolores de su cuerpo anuncian la grandeza de su ser de frente al infinito. La madre se vuelve la custodia permanente sin descanso del hijo. Sus ausencias la llevan a la incertidumbre. Es un afán en ella de no dejarlo de ver nunca.
La madre es en el hogar, la vida, la luz de toda la familia. Ella representa el principio místico y celeste. En ella está el sacrificio, el desinterés, la pureza. Sin inspirar temor, la madre se llama veneración, culto, respeto. Su presencia es la santidad del hogar: ella abre sus alas misteriosas sobre ese pequeño trozo de tierra, ella lo protege.  
El cristianismo ha hecho un culto, el más grande después del que profesa a Dios, de la VIRGEN MARÍA; la que por ser Madre de Cristo, DEBÍA A UN TIEMPO MISMO REUNIR EN SÍ TODAS LAS BELLEZAS Y TODAS LAS TERNURAS DE TODAS LAS MADRES DEL MUNDO. “Toda pulcra es MARÍA et macula originalis non est in te”.  
El cristianismo ha elevado a la mujer a un rango que ninguna religión antigua le había reconocido, porque proclamando a la Virgen, madre de Dios, la hizo colaboradora de la redención humana.
Este título de Madre de Dios es el primero y el más grande de todos sus privilegios y constituye su vocación. En ese privilegio hallamos la fuente primera y la razón de todos los demás, que corresponden a esta mujer “bendita entre todas las mujeres”.
Esta maternidad, que a los pies de la Cruz le fuera extendida simbólicamente hacia el apóstol JUAN, que representa en ese supremo instante al género humano, hace de la Virgen la madre nuestra, la de todos nosotros; pero de una manera especialísima, la de los niños.
Cuando los niños reciben los rudimentos de la ciencia aprenden a invocarla como “Sedes sapientiae”. Cuando vacilan en un piélago de pasiones nacientes aprenden a invocarla como “Mater boni consilii”. Y cuando empiezan a tener sed de belleza, aprendan a repetirla “Mater amabilis”, “Mater admirabilis”. Cuando sienten flaquear sus fuerzas, “Turris Eburnea”, “Domus aurea”. Cuando vacilan y pierden el rumbo, “Stella Matutina”. Y cuando se sienten envueltos en los horrores de la tragedia del mundo “REGINA PACIS”.
Todas ellas, expresiones dulcísimas de las almas que buscan en la caridad salvadora de la Madre la contribución de felicidad que ansían. 
Vivirá en los maestros que van dejando silenciosamente un poco de su vida cada día…


Estudiantes: el objeto fundamental de este, es darle personalidad vocacional al Instituto, pues, no bastaba estar bajo la advocación de NUESTRA SEÑORA DE MONSERRAT, había que reconocerla en acto visible como su Patrona misma. Y, si analizamos el contenido y la orientación de su plan humanista, que es una resultante de la experiencia de distintas etapas de la cultura cristiana, condicionado a las necesidades de la actual sociedad, podemos afirmar que, con este acto, se ha integrado el pensamiento central del Fundador.
Esta ceremonia tiene un significado trascendente y moral, sobre todo en relación a la labor que nos toca realizar en el porvenir. El camino a andar exige ahora mayores preocupaciones. Si hemos embellecido el alma del Colegio incorporando en su acervo íntimo la ternura en presencia; si hemos recibido con unción esa presencia; si hemos vibrado en amor, en amor a nuestros semejantes ante esa presencia; entonces, nuestro camino, nuestras acciones, deben responder a esas anhelosas a la dignidad del hombre; deben responder a esas palabras que la omnipotencia divina entregó a los labios de JESÚS en la hora de la Suprema VerdadOS HE HECHO A SU IMAGEN Y SEMEJANZA”.
Interpretar su contenido, sentirlo y llevarlo presidiendo nuestras obras y nuestros propósitos; pero llevarlo con profunda conciencia de su grandeza, porque en él se condensa la más alta aspiración del hombre que le es dable alcanzar, es sencillamente estar en perpetua posición de virtud que es belleza, bien y verdad.


SEÑORA:
Hace veintidós años, que, día a día, en mi calidad de Rector de este amado Colegio, estampo y pronuncio con orgullo Vuestro Nombre venerado en todos los actos oficiales del Instituto.
El cargo que invisto me concede el altísimo honor de invocaros pública u solemnemente en este día memorable para siempre.
Entregando vuestra imagen augusta al diario saludo y a la tierna devoción de estos niños y de los vendrán, sé que realizo la obra más trascendente y espiritual de mi vida.
Si ninguna de las palabras y de los hechos de mi gestión rectoral pudiera sobrevivirme y todo fuera condenado al olvido, este sólo instante, por la luz de amor y de gracia que de VOS se desprende, bastará para ennoblecer y premiar perpetuamente mis largas fatigas. Al amparo de vuestro manto diré con el Poeta latino: NON OMNIS MORIAR”.  

*CELESTIAL SEÑORA:

GUIADO DE LA MANO POR EL DOCTOR DON IGNACIO DUARTE y QUIRÓS, y EN NOMBRE DE ESTE HISTÓRICO COLEGIO, PROFESORES Y ALUMNOS, OS RINDO EL HOMENAJE DEL MÁS PURO e INEXTINGUIBLE AMOR,
¡SALVE MARÍA!*

*RECTOR Ing. DON RAFAEL BONET*

(Universidad Nacional de Córdoba. HOMENAJE al Ing. DON RAFAEL BONET. Rector del Colegio Nacional de Monserrat 1922-1946. Dirección General de Publicaciones Córdoba (Argentina). 1969. 108 pp. – p. 77-84 el texto).



DIARIO PAMPERO Cordubensis Nº 378
INSTITUTO EREMITA URBANUS
Córdoba de la Nueva Andalucía, a 6 de agosto del Año del Señor de 2010. Fiesta de la Transfiguración de Nuestro Señor de Jesucristo. Sopla el Pampero. ¡VIVA LA PATRIA! ¡LAUS DEO TRINITARIO! ¡VIVA HISPANOAMERICANA! Gratias agamus Domino Deo nostro! gspp.*


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