Apuntes tomados
taquigráficamente de las conferencias sobre el tema, pronunciadas por el Pbro.
Dr. Julio Meinvielle, el 12, 13 y 15 de Mayo de 1964, en Librería Huemul, de Buenos
Aires, Argentina (Con las licencias necesarias)
Editó: Lic. Gabriel Pautasso
*FENOMENOLOGIA DEL
PROGRESISMO*
Esto no es una conferencia,
es una conversación informal.
Vamos a hablar del
progresismo; en primer lugar, hemos de advertir que los que usan de un modo
sistemático, la palabra progresismo son los comunistas, porque para ellos, la
historia se desarrolla en un proceso dialéctico que va de lo peor a lo mejor, así
por ejemplo: para ellos la sociedad feudal va caminando en un proceso
dialéctico hacia la sociedad burguesa o liberal y la burguesa hacia la
socialista, y ésta hacia la comunista; pero progresismo, se puede entender
también de un modo general como un camino de la sociedad hacia condiciones y
estados mejores de desarrollo.
Nosotros vamos a hablar del
progresismo, como fenómeno que se advierte hoy dentro de la Iglesia y que sobre todo
se ha puesto de moda con motivo del Concilio Ecuménico Vaticano II. La prensa
mundial ha dividido a los Padres conciliares en dos grandes corrientes: la una,
la de los innovadores y amigos de reformas, a los cuales ha llamado progresistas,
y la otra de Padres más bien preocupados de mantener las legítimas tradiciones,
a quienes se ha calificado de conservadores, reaccionarios e integristas.
Al hablar aquí de
progresismo, nos vamos a referir a un movimiento que se observa hoy en la Iglesia y que sostiene doctrinas
y actitudes que deben ser consideradas como errores desviacionistas;
advirtiendo que no todos los que se dicen progresistas deben ser calificados
con este sentido censurable; los hay quienes no conociendo el contenido del
término progresismo, tal como se está propagando hoy, se llaman progresistas
pero buscan tan solo un progreso legítimo y necesario dentro de la Iglesia.
Vamos a advertir también, que
aunque el teilhardismo sea una versión del progresismo, pueden existir y
existen de hecho, otras versiones de progresismo censurable.
Todo esto nos hace ver que el
progresismo, que se difunde hoy, es un error ambiguo que puede admitir muchas
versiones, tendencias, desviaciones, más o menos graves, pero siempre de carácter
ambiguo. Este carácter ambiguo lo señala Paulo VI, en su mensaje a los
católicos de Milán, dirigido el 15 de agosto de 1963, allí dice: "Nosotros
percibimos que las riquezas de las tradiciones religiosas se hallan amenazadas
de disminución y de ruina, amenazadas no sólo del exterior sino también del
interior; en la conciencia del pueblo se modifica y se disuelve la sana
mentalidad religiosa y la tradicional fidelidad a la Iglesia , que son el
fundamento y la fuente de esta riqueza. Nuestro temor es proporcional al valor
del patrimonio espiritual que tenemos la responsabilidad de administrar.
La fe de San Ambrosio, la
herencia de San Carlos, el esfuerzo apostólico de los últimos Arzobispos,
aparecen comprometidos, no tanto por la usura natural del tiempo, cuanto por
algún cambio radical e irresistible que sustituye a la concepción de la vida de
nuestro pueblo, otra concepción que no se puede definir, sino con el término ambiguo
de progresista; ella no es ya ni cristiana ni católica."
El fenómeno progresista
Para caracterizar el fenómeno
progresista dentro de la
Iglesia , vamos a utilizar los artículos que la revista
"Le Monde et la Vie "
publica en su número de diciembre de 1962, y que lleva el título: "¿Adónde
va la Iglesia
de Francia?" Allí leemos en la página 63: "Sobre el plano doctrinal,
el Papa Pío XII, había, el 13 de julio de 1949, castigado con excomunión a los
comunistas y a sus cómplices. Tres meses más tarde, Mounier, comentando esta
condenación, emitía la hipótesis de que era un error histórico macizo, lo que
permitía el 15 de agosto de 1958, decir a un digno Padre Capellán, a sus
estudiantes en presencia del Obispo de Nancy: "Vuestros maestros no son ya
ni el Papa ni los Obispos, sino Emmanuel Mounier y Péguy". En esta
palabra, por lo demás Péguy no era citado sino bajo su forma socialista y
proletaria."
"Estas tendencias progresistas
son expresadas más claramente todavía en una revista católica Témoignage
chrétien. El 11 de marzo de 1955, monsieur George Suffert escribía que hay
ahora en el corazón de los católicos dos Iglesias: una Iglesia visible, casi
del todo podrida, sumergida en el capitalismo, persiguiendo una política
europea discutible y conducida por obispos de otra época, y una Iglesia ideal,
compuesta de algunos cristianos abiertos, que son el porvenir del cristianismo
porque luchan codo a codo con el proletariado, y desean en el fondo del corazón
una Iglesia visible más santa, más liberada de compromisos y del dinero. Los
sacerdotes de la nueva ola eclesiástica, no hacen caso, se dice, de la sotana,
del rosario, de Lourdes, de Montmartre y de la liturgia, se dispensan del
ministerio oscuro y fecundo, catecismo y confesión, sacramentos a los
moribundos y no se interesan sino por una cierta acción política comenzada con
los prêtres ouvriers. Esta acción política es la que ha arrancado a un diputado
socialista, S. F. I. O. de la
Creuse , esta confesión que expresa todo el programa del clero
progresista: "Yo tenía un feudo socialista completamente tranquilo, los
Padres de la Souterraine (Sacerdotes de la Misión de France) me lo han echado a
perder, favoreciendo allí la implantación del comunismo."
En el mismo número de la
revista francesa que comentamos, hay una entrevista con el Padre Boyer. El
Padre Boyer es un sacerdote que primero fue Cura obrero, después se hizo
comunista y más tarde volvió a la
Iglesia , pero no a una posición progresista, sino por el contrario,
a una totalmente opuesta. Dirige ahora Action Fatima y lucha fuertemente contra
los teilhardistas. Pues bien, el Padre Boyer, en dicha entrevista dice:
"Por lo demás, los medios progresistas de la Iglesia dan poca importancia
a la misa individual y diaria, estiman que la comunidad es la que debe rezar y
participar colectivamente a la misa. Se ha adoptado además, la misa dicha en un
cuarto de hora. Ya Teilhard había simplificado la Misa. Decía la misa
sobre el mundo: una misa bien extraña, sin altar, sin hostia, sin vino, en la
cual el oficiante ofrecía a Dios el mundo entero todo reunido. Ciertos grupos,
como el del Prado, de Lyon, han ido más lejos: no enseñan ya el infierno ni Satán,
ni aun el pecado a los niños del Catecismo. Todo esto constituye un cisma
moral, que se haría sin duda efectivo, si el Santo Oficio anulase todas estas
reformas."
Se podría explicar cómo se
difunde esta intoxicación del progresismo.
El Padre Boyer advierte que
al menos en Francia, "la intoxicación comienza con el Instituto Católico
de París; es continuada por los Jesuitas, los Seminarios, es filtrada,
dosificada, administrada a lo largo de la jerarquía por los caminos de las
licencias y de los doctorados.
Los Seminarios envían sus
mejores alumnos a los Institutos católicos y ahí comienza. En seguida se dice a
los neófitos: nosotros no os vamos a decir lo que se dice al pueblo vulgar sino
que os vamos a interiorizar en los grandes secretos. Después, algún día, vendrá
un Concilio y legalizará todo esto. Mientras tanto, el iniciado se ha convertido
en Cura de Parroquia, Director de Seminario, Obispo, qué se yo. En esta obra,
en todo caso: jesuitas y dominicos forman un bloque con Teilhard. Todo se
opera, lo repito, con una ínfima discreción que no puedo describir en una
simple entrevista. Añado que estos jóvenes creen hacer lo mejor, lo mismo que
la mayoría de sus profesores, pero la pureza de intención no justifica el
error."
Algunos errores y
desviaciones del Progresismo Cristiano
Es muy difícil caracterizar
con precisión los errores y desviaciones en que incurre el progresismo
cristiano en casi todos los aspectos de la doctrina y de la vida religiosa.
Algunos mantienen algún error o desviación y otros, otras. La enumeración que
vamos a hacer, ni es exhaustiva ni es formulada por todos los que se dicen progresistas.
En primer lugar, hay en los
progresistas, sobre todo seminaristas y sacerdotes, un desprecio bien marcado
de la filosofía y de la teología de Santo Tomás; sabido es que para la Iglesia , Santo Tomás de Aquino
es el primer Doctor que ha logrado una síntesis hasta ahora insuperada de las
enseñanzas cristianas y las ha expuesto en un cuerpo de doctrina que forman
toda una arquitectura. Pues bien, los clérigos progresistas desprecian la
filosofía y teología tomista, arguyendo que toda ella está en dependencia de
una ciencia arcaica y superada ya definitivamente. Luego, así como esa ciencia
ha caducado, también caduca la metafísica y la teología de Santo Tomás. No es difícil
advertir el error de estos clérigos progresistas. La metafísica y la teología
son independientes de la ciencia experimental que poseía
Santo Tomás; lo importante en
aquella metafísica y en aquella teología, es la formulación de los primeros
principios de la realidad y del ser.
Rechazar a Santo Tomás, es
rechazar la filosofía del ser, y caer por lo mismo en una filosofía de la idea,
de la vida, del devenir, de la existencia.
Por ese camino se hace imposible alcanzar el ser y por lo mismo, poner en
contacto racional al hombre con Dios, su Creador.
Por ese camino el hombre
cierra el camino de su inteligencia hacia Dios y se hace incapaz de levantar
una teología que respete los fundamentos naturales y racionales, sobre los
cuales se ha de apoyar luego la
Revelación y la teología.
En los progresistas, de que
estamos hablando, hay una tendencia a revisar también todos los tratados de la
teología escolástica y tomista, con el pretexto de que se debe tomar contacto
con las fuentes, a saber, con la
Biblia y la enseñanza de los Padres. Esta tendencia puede ser
buena si no niega el progreso legítimo que se ha operado con las grandes
disquisiciones y tratados de los doctores posteriores, pero los progresistas
desprecian estos estudios y tratados; quieren volver a una teología puramente
bíblica y patrística. Esta tendencia es tanto más peligrosa y se convierte en
fuente de innumerables errores, si tenemos en cuenta que hoy la Biblia está sometida a un
bombardeo criticista demoledor por parte del nuevo racionalismo. Hay exégetas, como
por ejemplo Rodolfo Bultmann, que están empeñados en desmitizar, como ellos
dicen, el kerygma cristiano. En esta tarea reducen a muy poco la palabra divina
de la Escritura ,
so pretexto de que todo es mito, incluso la resurrección del Señor. Sabido es
que hoy algunos biblistas católicos rechazan, por ejemplo, la infancia del
Evangelio de San Lucas, y dicen que el Magnificat no es un cántico pronunciado
por la Virgen. Se abre así, por este camino, las puertas a la destrucción total
del Antiguo y del Nuevo Testamento de las Escrituras Sagradas.
A1 rechazar la teología de
Santo Tomás, recomendada insistentemente por el Magisterio de la Iglesia , se han de
inventar nuevas teologías, apoyadas en falsas filosofías, como por ejemplo en el
historicismo, evolucionismo y en el existencialismo. Sabido es cómo Pío XII en la Humani Generis , ha
condenado todas esas tendencias peligrosas de la nueva teología. Pero el
progresismo no hace caso de la advertencia de los Papas. Otra desviación grave
del progresismo, es el rechazo y la disminución que hace de la autoridad del
Papa y de la Curia romana, rechazando el magisterio ordinario de la Iglesia ; en este punto los
progresistas formulan las afirmaciones más pintorescas. Para ellos, cuando
muere un Papa, pierden valor todas las verdades por él enseñadas. Este error es
tanto más grave cuanto es conocido que las enseñanzas de los Papas giran
alrededor de las verdades de la Revelación y del orden filosófico natural que
guardan un valor permanente; por ello es que los Papas en sus documentos
invocan las doctrinas del Magisterio anterior de sus predecesores.
La campaña de desprecio del
Magisterio de la Iglesia
va acompañada asimismo de una campaña contra la persona de grandes Pontífices, como
por ejemplo de Pío XII. No se le perdona a este Papa el que haya promulgado en
1950 la Humani Generis
contra las desviaciones de la nueva teología; tampoco se le perdona que haya
condenado el movimiento de los prêtres ouvriers y haya puesto término a los desmanes
de algunos teólogos dominicos, ni haya canonizado a San Pío X.
Algunos progresistas, sobre
todo en Francia, presentan una imagen de la Iglesia como si su centro, que está en Roma,
tendría por función frenar, mientras que la periferia sería dinámica y empujada
por el Espíritu. La mano romana que frena, se dice, es retrógrada y esterilizante,
mientras que el motor de la periferia da muestras de inteligencia de las
situaciones y de audacia apostólica. (Ver Itineraires,
núm. 60).
Los progresistas, llevados
por un falso ecumenismo, se atreven, asimismo, a rebajar los privilegios de la Virgen y así se oponen, por
ejemplo, a que se le reconozca a María o se le dé el título de Medianera Universal
de todas las Gracias.
Los progresistas, renovando
los errores del pelagianismo, están también llevados a negar o a oscurecer la
noción de pecado y de infierno. Fundándose en tesis del psicoanálisis y de la
psicología profunda, se ven movidos a negar la malicia y la responsabilidad del
pecado, sobre todo de los pecados sexuales.
En la vida espiritual, hay en
los progresistas un empeño en suprimir el esfuerzo de los actos y de las
prácticas individuales en beneficio de una piedad exclusivamente comunitaria.
En estos errores, suelen incurrir los progresistas de un liturgismo comunitario
exagerado.
Habría que señalar también
los errores y desviaciones de un personalismo peligroso que lleva a formular la
tesis de la libertad religiosa como la de un derecho a la profesión pública de
cualquier error y que elabora todo1 una moral
individualista o de la situación.
1 [“toda”, n. d. e.].
El error fundamental del
progresismo
Pero no está en estos errores
lo más característico del progresismo moderno. El error fundamental consiste en
negar la necesidad de un orden social cristiano o lo que el magisterio
eclesiástico llama, desde los días de León XIII hasta el Pontífice reinante, la
civilización cristiana o la ciudad católica; los progresistas niegan que haya
tal civilización cristiana o tal orden social público- cristiano. En París se
ha llegado a afirmar en audiciones públicas de radio, que tal concepto no
existe en el Magisterio de la
Iglesia ; cuando se hace evidente que hay por lo menos cerca
de 50 documentos que hacen referencia explícita a la civilización cristiana.
También califican los progresistas de nacional - catolicismo el intento de
llevar a la práctica el programa de la ciudad católica.
A1 rechazar los progresistas
la civilización cristiana, rechazan los derechos de la Realeza de Cristo sobre el
orden temporal de la vida pública; es decir, sobre las familias, los grupos
sociales, los sindicatos, las empresas, las naciones y el mundo internacional.
Derecho de la Realeza de Cristo, a que
el orden temporal se conforme a las enseñanzas y a la legislación de la
enseñanza cristiana. El progresismo rechaza el orden social público cristiano y
lo tacha de catolicismo constantiniano, gregoriano, sociológico, a fin de presentarle
con un aspecto odioso. No faltan sacerdotes, como el dominico Liégé, que
afirman que trabajar para el orden social cristiano, para la civilización
cristiana, es hacer obra más negativa y nefasta que el mismo comunismo.
Al rechazar la necesidad de
trabajar para la implantación de un orden social cristiano, los progresistas vénse
obligados a aceptar la ciudad laicista, liberal, socialista o comunista, de la
civilización moderna. Aquí radica el verdadero error y desviación del
progresismo cristiano, en buscar la alianza de la Iglesia con el mundo
moderno. Al calificar de mundo moderno, no hacemos calificación de tiempo, sino
una calificación de la naturaleza de la sociedad moderna, y sobre todo del
espíritu de dicha sociedad. La sociedad moderna, que comienza en el
Renacimiento y se continúa con el naturalismo, el liberalismo, el socialismo y
el comunismo de la vida pública, es una sociedad que tiende a rechazar a Dios y
a hacer del hombre un dios que con su esfuerzo creador va a lograr su destino y
su felicidad. Por ello, como veremos más adelante, el humanismo que comienza en
el
Renacimiento, termina con el
comunismo, en que el hombre se constituye en el creador exclusivo de su propio
destino, que no sólo no necesita de Dios sino a quien Dios le estorba y le
molesta, por cuanto la creencia en Dios le mueve a no poner en sí mismo el esfuerzo
de su obra creadora. Por ello para Marx la religión es una alienación que
disminuye al hombre.
Esta alianza de la Iglesia con el mundo
moderno que promueve el cristianismo progresista, le lleva a dar categoría de
ciencias supremas, a la psicología y a la sociología; a la psicología que
analiza y dirige los condicionamientos internos del hombre; y a la sociología que
dirige y conduce los condicionamientos externos. El hombre así alejado del
orden social cristiano, trabaja en el orden laicista de la psicología bajo la
influencia de Freud; y en la sociología bajo la influencia de Marx.
El cristianismo progresista,
sobre todo hoy, tiende a unir comunismo y cristianismo. Para ello incurre en
graves errores y desviaciones. En primer lugar, en hacer del comunismo y del marxismo
un verdadero "humanismo" con valores positivos que se han de salvar.
Es claro que para hacer afirmación tan peregrina, deben desarticular al
marxismo y comunismo y con ello negar su carácter de totalidad, que se afirma
sobre todo en su contextura dialéctica. El marxismo es un materialismo
dialéctico que hace del hombre un puro trabajador, cuyo valor se ha de medir
por su eficacia productiva en la edificación de la sociedad comunista. El
hombre marxista es un ser degradado a quien se le ha quitado su dignidad divina,
su dignidad humana y aun su dignidad animal, para convertirlo en un simple
engranaje de la maquinaria comunista. Es absurdo llamar humanista a aquello que
constituye la degradación del hombre.
El cristianismo progresista
es llevado asimismo a valorar el comunismo por su rechazo fundamental del
capitalismo. Al entrar en la dialéctica capitalismo-comunismo,
burgués-proletario y al rechazar como a enemigo primero al capitalismo, el
cristiano progresista vese obligado a aceptar el comunismo. Pero esta
dialéctica es falsa, propia de una sociedad que levanta al primer plano los
valores económicos.
Pero por encima de los
valores económicos están los políticos, culturales y religiosos.
Un teólogo de la envergadura
del dominico Congar ha llegado a decir que hay que "reemplazar las
estructuras económicas fundadas sobre el beneficio como motor de la actividad
económica" (Nouvelles de Chretienté, núm. 432, p. 30). Pero suprimir el
beneficio es suprimir el capital privado e implantar el colectivismo.
Además, el cristiano
progresista se hace una idea errónea del "Sentido de la Historia " como si
éste hubiese de encaminarse inexorablemente hacia el comunismo, con el cual
habría que pactar desde ya. Pero aunque el comunismo, como mañana el Anticristo,
hayan de imponerse en la
Historia , no por eso se les debe aceptar. Sino al contrario,
habrá que combatirlos para que sólo impere el Reino del Señor. Así como obraron
perversamente los católicos que como Lamennais en el siglo pasado abrazaron el liberalismo,
así también los católicos progresistas que hoy mezclan catolicismo con
comunismo.
Debajo de este error
progresista que quiere aliar cristianismo y comunismo, existe el otro error más
general, que consiste en aliar al mundo moderno -en el sentido antes explicado
de laicista y ateo- con la Iglesia. Error condenado en la proposición 80 del
Syllabus, que dice: "El Romano Pontífice puede y debe reconciliarse y
transigir con el «progreso», el liberalismo y la civilización moderna".
Si la civilización moderna
envuelve la autonomía absoluta del hombre frente a Dios, es harto claro que la Iglesia no puede reconciliarse
con ella. Y no se crea que esto podría ser verdad del pasado que ha perdido
todo vigor. Al contrario. Es una enseñanza constante desde Pío IX hasta Juan
XXIII. En efecto, este último Papa, en un documento tan importante como la Mater et Magistra, llega a afirmar
que la "Iglesia se encuentra hoy colocada delante de esta pesada tarea:
hacer a la civilización moderna conforme a un orden verdaderamente humano y a
los principios del Evangelio." Lo cual significa que en opinión de Juan
XXIII, la civilización moderna ni es conforme a un orden humano ni a los
principios del Evangelio. Ya esto mismo lo había advertido Pío XII, cuando
señalaba que "era todo un mundo el que era necesario rehacer desde sus
fundamentos: de salvaje, hacerlo humano; de humano, hacerlo divino, según el
corazón de Dios."
Ya el mismo Pío XII, hablando
a los capellanes de la
Juventud Católica , el 8 de setiembre de 1953, los exhortaba a
sentirse "movilizados para la lucha contra un mundo tan inhumano porque
tan anticristiano."
Esta toma de posición frente
a la civilización moderna, nos va a exigir una formulación de los principios
básicos de una Teología de la Historia para juzgar a la civilización moderna.
¿La civilización moderna que se desarrolla desde el Renacimiento aquí en un
proceso continuo de mayor materialismo -desde el naturalismo al comunismo-
importa un progreso del hombre en cuanto hombre, o más bien un regreso y degradación?
He aquí el problema de nuestra próxima conversación.
Alguien preguntará: ¿qué
desarrollo tiene el progresismo cristiano entre nosotros? Debemos decir que se
está desarrollando muy rápidamente no sólo en el Gran Buenos Aires sino también
en el interior. Contribuyen a su desarrollo sacerdotes jóvenes, seminaristas y
algunos laicos de organizaciones católicas. Ya el año pasado se denunció el
grupo "progresista" y casi abiertamente comunista "Época".
Habría que añadir ahora
grupos de jóvenes universitarios católicos con publicaciones como "Tandil
1963" o "Cambio" de Economía y Humanismo. Hay sacerdotes muy
activos en esta tarea, a quienes dirigentes de seccionales del Partido
Comunista dan como afiliados el2 partido, y
quienes ejercen una acción muy decisiva sobre seminaristas y laicos. Todo hace
pensar que se está haciendo una trenza entre sacerdotes, religiosos,
seminaristas y laicos de grupos representativos en los ambientes católicos para
imponer el progresismo cristiano entre nosotros.
2 [“al”? n. d. e.].
FALSO FUNDAMENTO DEL
PROGRESISMO CRISTIANO
Hemos explicado hasta aquí en
qué errores incurre el progresismo cristiano. Además de ciertos errores y
desviaciones en puntos teológicos y filosóficos y de actitudes equivocadas en
la práctica cristiana, el progresismo cristiano se equivoca sobre todo en preconizar
la alianza del cristianismo con la civilización moderna. Esta actitud le lleva
por tanto, a aliarse ayer con el liberalismo y hoy con el comunismo. Debajo de
todo esto hay un error fundamental, que consiste en asignar un movimiento
necesariamente progresivo al curso de la historia y por lo mismo a la historia
moderna que se desenvuelve desde el Renacimiento hasta ahora.
Sabido es que son falsas
filosofías las que asignan a la historia un necesario progreso, así por
ejemplo, Turgot y Condorcet en el siglo xvm, Hegel con su famosa Dialéctica,
Marx que adopta dicha dialéctica y la aplica a los grupos sociales para
anunciar el advenimiento inexorable del triunfo del proletariado. También Comte
asigna un progreso necesario a la historia que se desenvolvería desde una etapa
religiosa a una metafísica para pasar de allí a la etapa del positivismo.
Esto nos lleva a plantear la
cuestión de si la civilización moderna significa un progreso o un regreso, un
perfeccionamiento o una degradación del hombre. Es claro que en la Historia Moderna ,
desde el Renacimiento hasta nuestros días hay un progreso real en ciertos aspectos
del hombre. Sobre todo, hay un progreso innegable en el campo de las ciencias
positivas y en la aplicación de estas ciencias a las técnicas industriales de
producción de bienes y servicios. Hay, sin duda, un progreso inmenso,
extraordinario de la tecnología. También se puede reconocer un progreso en la
conciencia de liberación que se hace el hombre frente a ciertos temores e
injusticias. Digo progreso en la conciencia, no progreso efectivo, como
advertiremos más adelante.
Pero el problema se plantea
de si hay verdaderamente un progreso en el aspecto fundamental del hombre, es a
saber, en aquello que constituye al hombre más humano, más bueno, más perfecto
o sea en su vida moral por la cual el hombre se acerca a Dios. Este acercamiento
a Dios, principio y fin del hombre mide el progreso verdadero ya que siendo el
hombre ser participado, no puede progresar en su sustancia sino en la medida en
que participa más fuertemente del Ser de Dios. Sostenemos que no sólo no hay
progreso en el hombre de la civilización moderna sino que al contrario, hay una
degradación de valores que alcanza grados más profundos.
Los cuatro valores de una
civilización normal
Para examinar esa cuestión
tenemos que partir del hecho de que toda civilización es una manifestación de
la realidad humana. Ahora bien, en un hombre normal dentro de la Providencia actual en
que el hombre ha sido redimido por Cristo, hay que reconocer cuatro valores fundamentales.
El hombre es una cosa, el hombre es un ser sensible, el hombre es un ser
intelectual, el hombre es un ser sobrenatural.
Estas cuatro dimensiones del
hombre se relacionan entre sí por una jerarquía en que lo más inferior está al
servicio de lo superior y a su vez en que lo superior sirve y robustece a lo
inferior. Así el hombre es un ser físico-químico para sentir, siente para
pensar, piensa para rezar.
Estos cuatro valores humanos
tienen su manifestación en grupos sociales de una civilización. Así, a la
realidad de cosa corresponden los grupos de campesinos y artesanos ocupados en
las tareas inferiores de la producción de bienes económicos. Por encima de ello
están los grupos burgueses que se ocupan de las tareas superiores de la vida económica.
Por encima de estos grupos están los que se dedican a tareas de cultura,
filosofía, vida militar, política, que tienen por misión asegurar la
convivencia virtuosa y culta de la vida civilizada. Por encima de estos grupos
está el sacerdocio, que tiene por misión asegurar la vida sobrenatural a que
está el hombre destinado en la Providencia actual.
Pues bien, una civilización
normal debe encerrar esos cuatro valores con sus correspondientes grupos
sociales en una jerarquía.
Jerarquía de valores que
importa asimismo una jerarquía de servicios.
Los grupos más valiosos han
de usar su superioridad jerárquica en servir a los grupos inferiores. Por ello,
el Sumo Pontífice, que está colocado en la cúspide de todos los valores, se
llama el Siervo de los siervos, porque está allí colocado para servir a todos
los hombres.
En la historia hay un siglo
-siglo XIII- en que se manifiesta esta civilización normal dentro de la
imperfección de las cosas humanas.
Por ello la civilización de
ese siglo produce una filosofía altísima en Santo Tomás de Aquino, una
admirable política en los Reyes Santos y también un arte maravilloso de
artistas santos. Todavía están las obras, las obras de las catedrales, los
frescos, de la filosofía, de la poesía, de aquel siglo, para reflejar cómo se
desenvuelve una civilización normal. No se trata de hacer la apología de la Edad Media , ni mucho
menos de pretender volver a aquellas épocas ya pasadas.
Tampoco se trata de
desconocer la dureza en que se desenvolvía la vida de los grupos inferiores de
aquella sociedad. Esa dureza se debía no a injusticias, ya que se venía
produciendo un alivio y una mejora en las relaciones humanas que pasaba de la
esclavitud a la servidumbre y de ésta a la plena libertad. La dureza se debía,
sobre todo, a las deficiencias de la tecnología. El hombre no había inventado
todavía los medios para asegurar la energía que como el vapor, el gas, la electricidad,
la atómica, mueven luego todo el aparato productor sin exigir el sometimiento
del hombre a la producción dura de energía.
Había dureza en la vida de
los grupos inferiores, aunque hay que reconocer un progreso real en su vida y
sobre todo una preocupación de los teólogos por asegurar el justo precio en todas
las transacciones humanas.
Lo que importa es destacar
que aquel siglo realizaba una civilización normal en que se daba su lugar a
cada uno de los valores humanos que no deben faltar en una civilización.
Las tres Grandes
Revoluciones
Con el Renacimiento comienza
una serie de revoluciones en la vida civilizada, en la cual un valor inferior
se rebela contra el valor superior y así en el Renacimiento y en la Reforma Protestante
lo puramente humano, lo puramente racional, lo puramente natural se rebela contra
el valor supremo, representado entonces por el sacerdocio. Así vemos cómo
Felipe el Hermoso, en las postrimerías del siglo XIII, se rebela contra
Bonifacio VIII y cómo luego el protestantismo desconoce la supremacía de la Cátedra Romana. Se
inicia entonces una civilización puesta, no ya bajo el signo de los valores
cristianos sino del de los valores puramente naturales.
Comienza una civilización
humanista, naturalista, racionalista, en que el valor supremo lo alcanzan los
grupos que representan valores puramente culturales como los humanistas, los
políticos y así comienza entonces el absolutismo de los monarcas y el imperio
del racionalismo filosófico. Esta civilización llena todos los siglos XV, XVI,
XVII y XVIII.
Pero esta civilización camina
hacia su ruina y ello por una razón sumamente importante. Al faltar el valor
sobrenatural que asegura en la providencia actual la integridad del hombre
natural, esta integridad se hace imposible y así vemos cómo el racionalismo no
es más que el camino hacia el suplicio de la razón; el absolutismo al suplicio
de los monarcas, el naturalismo un camino hacia el suplicio de la naturaleza y el
naturalismo un camino al suplicio de lo humano. Y así también, inevitablemente,
el racionalismo termina con el suicidio de la razón en
Kant y Nietzsche, el
absolutismo en el patíbulo con Luis XVI, el naturalismo en el materialismo del
siglo XIX, el humanismo con el homo economicus de la burguesía y con la vida
animal del positivismo y de Darwin.
El homo naturalis no funciona
ya y el homo animalis asume sus responsabilidades. De aquí el materialismo del
siglo XIX. Agotado el raciocinio o sea la operación que interpreta y unifica
los hechos, que reflexiona sobre ellos, no le queda al hombre más que limitarse
a comprobar los acontecimientos y a coleccionarlos.
Quiere suplantar al burgués y
repudia la economía burguesa de propiedad privada; quiere suplantar al político
y repudia a los gobiernos de autoridad al servicio del bien común; quiere
suplantar al sacerdote y erige en sistema ateismo3 militante.
3 [“el ateísmo”? n. d. e.]
El comunismo extendido hoy a
una gran parte del globo, señala la última de las revoluciones posibles en un
siglo cultural. Después de él y aún ya con él, no es posible sino el caos de
los auténticos valores humanos.
El comunista es un hombre a
quien se le ha quitado su formalidad sobrenatural de hijo de Dios, su formalidad
natural de hombre, su formalidad de animal sensible. El comunista se convierte en
una cosa: un tornillo, una tuerca de una gran maquinaria que es la sociedad
colectiva del proletariado. ¿Qué queda de un hombre al que se le han quitado
estas tres dimensiones? Queda sólo una cosa, algo que camina a la nada. Y así
el comunismo es, en definitiva, la deificación de la realidad que tiende a la
nada. ¿Cuál es la realidad que tiende a la nada, qué es lo que sigue siendo
algo y es nada por su pura potencialidad? Es la materia prima de Aristóteles,
aquella materia que de sí misma no es ni esencia ni calidad, ni cantidad ni
ninguna otra cosa por las cuales el ser se determina. Por ello el comunismo es necesariamente
materialista. El comunismo tiende a la nada, a lo puramente informe, a ser
cualquier cosa bajo la todopoderosa mano de la dictadura del proletariado. Este
poder colosal agarra al hombre y lo convierte en engranaje de una maquinaria
también colosal. El hombre, el hombre individual, pierde su condición de hijo
de Dios, hecho a la imagen de Dios y para contemplar a Dios; pierde su condición
natural de señor y dominador de la naturaleza; pierde también su condición
animal hecha para gozar de los placeres sensibles; el hombre es una pura cosa
útil que se usa o se tira según lo exija la conveniencia de la gran maquinaria
colectiva: el hombre ha perdido su destino.
Adviértase cómo con el
comunismo alcanza su punto más agudo aquel proceso que contra la vida religiosa
del hombre comenzó en la Reforma Protestante. Primero se alzó el hombre contra la Iglesia en el protestantismo;
luego se alza contra Jesucristo en el racionalismo, y hoy la lucha se lleva
directamente contra Dios en el ateísmo militante.
Por ello el comunismo debe
ser necesariamente ateo. Así lo explica Marx, encontrando en la religión una
frustración del hombre. Para el comunismo la religión no es solamente inútil.
Es positivamente mala porque es destructora del hombre. La dialéctica de la
oposición de Dios y el hombre está alimentando todo el pensamiento de Marx. Si
Dios existe y es creador del hombre, no puede existir el hombre y menos ser el
creador de sí mismo. Pues lo que uno es y tiene, lo es a costa del otro. Pero
como el hombre existe y es creador de su propia historia, luego Dios no existe
ni es creador del hombre. El proceso dialéctico lleva al comunismo no sólo a
negar a Dios frente al hombre sino a afirmar que el hombre es Dios.
El comunismo despoja también
al hombre de su carácter político, vale decir, de la relación que hay del
hombre para con otro hombre.
En el estado comunista, la
vida política en el sentido noble de la palabra, las relaciones de los hombres
de los unos para con los otros, para su mejoramiento virtuoso, no existe. El
hombre no es sino un puro trabajador, cuyo valor se mide por su relación con la
capacidad de producir bienes materiales. La politicidad que consiste en una relación
de hombre a hombre para la suficiencia completa del vivir humano, no puede
existir en una sociedad que no tiene otra razón de ser que usar al hombre para
producir bienes. Pero hay más, al comunismo ni siquiera le interesa el
bienestar material del hombre, la posesión de riquezas que proporciona un goce
específicamente animal.
Este goce lo buscaba el
burgués en la sociedad liberal. Pero el comunismo no llega a esto. Al comunismo
no le interesa propiamente la riqueza, le interesa el trabajo, que es el
instrumento productor de riqueza. No busca el vivir del hombre sino el trabajar
del hombre. Así lo enseña claramente Marx en su libro de la "Ideología
alemana". Para el comunismo el supremo y único valor es el trabajo
productor de bienes materiales. El hombre mismo y aún su bienestar material no interesa4.
4 [“interesan” n. d. e.]
Sólo interesa que trabaje y
produzca, aunque no disfrute.
En definitiva: el hombre
comunista se ve privado del goce divino de la contemplación de Dios; se ve
privado del goce humano que proporciona la convivencia política, se ve privado
del goce animal que produce el disfrute de los bienes económicos. Es un puro
trabajador esclavizado al trabajo en bien de la sociedad colectiva.
El estado convulsivo del
hombre moderno
¿Cuál es el resultado
producido por la civilización moderna en la cual el hombre se ha ido degradando
en su sustancia humana? La situación de hoy refleja el valor de esta
civilización. El hombre ha alcanzado un estado convulsivo. Y así vemos cómo en
los últimos 50 años el hombre vive angustiado bajo acontecimientos horrorosos:
Primera Guerra Mundial, la
guerra fría, bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki, amenaza de guerra
nuclear. El hombre vive aterrado. De aquí la literatura y la filosofía de la
angustia y del terror.
Las dos terceras partes de la
humanidad en estado crónico de hambre y muchas familias privadas de techo.
Nosotros somos testigos,
después de cuatro siglos del carácter anti-cristiano y anti-humano de la
orgullosa civilización moderna. Anticristiano porque inmensas poblaciones de
los países comunistas y de los países que viven bajo un ateísmo, sino
militante, práctico, con un desconocimiento total de Dios creador. Civilización
anti-humana porque inmensas poblaciones del globo no conocen sino el hambre, la
falta de techo, la angustia, el horror de la guerra y de las luchas fratricidas
como es la lucha entre proletarios y burgueses.
Por aquí advertimos cuán
falso es el fundamento sobre el que apoya el progresismo cristiano su tesis de
la aceptación de la civilización moderna. Habría que aceptarla si ofreciera
valores humanos que realmente perfeccionan al hombre. No hay que aceptarlo en
la medida en que ofrece una acción destructiva y degradante del hombre. Cierto
que la civilización moderna ofrece algunos progresos parciales en las técnicas
de producción de riquezas materiales. Pero al no procurar el verdadero
perfeccionamiento del hombre en su aspecto moral y religioso, el adelanto
tecnológico sin el correspondiente progreso moral y religioso, se convierte en
un arma terrible de destrucción y de degradación del hombre. Así se da la
paradoja de que justo en el preciso momento en que los innegables avances de la
tecnología permiten dar bienestar a la población del globo, inmensas multitudes
de millones de seres humanos sufren las penurias de la insatisfacción de las
necesidades más elementales. Todavía, lo que es mucho peor, se ven amenazadas
por las armas nucleares en la propia integridad física.
Por ello, lo importante es
que el hombre sin abandonar su esfuerzo en la creación de bienes materiales,
realice un esfuerzo mayor por ordenar su vida moral y su vida religiosa. De
aquí la necesidad primera -absolutamente primera- del reconocimiento en la vida
pública de los derechos de la
Iglesia , derechos que concretan los más altos de la Redención de Cristo y de
la Soberanía
de Dios. Este reconocimiento público de las naciones y del orden mundial de los
derechos de la Iglesia
es condición fundamental para la vida moral de los pueblos y también para su
bienestar material. Aquí tiene5 su lugar aquellas
profundas palabras de Cristo: "Buscad primero el reino de Dios y su
justicia, que lo demás se os dará por añadidura".
5 [“tienen”, n. d. e.].
El Progresismo cristiano, al
abandonar esta tarea fundamental y primera de la edificación del Reino de Dios
en lo temporal de la vida, al abandonar la instauración de la ciudad católica,
de la civilización cristiana, trabaja en la edificación de la ciudad comunista.
Por ello, el Progresismo cristiano termina hoy colaborando con el comunismo.
No hay término medio. Al
rehusarse trabajar para la civilización cristiana, se trabaja para la
civilización anticristiana y antihumana.
¿Por qué la tentación
filocomunista del Progresismo cristiano?
Al aceptar el carácter
progresivo de la civilización moderna que marcharía del liberalismo hacia el
comunismo, el Progresismo cristiano, por huir del capitalismo y del
liberalismo, abrazaría formas socialistas y comunistas de civilización. Pero
hay en ello un error gravísimo. Estas formas socialistas y comunistas de
civilización no significan un progreso con respecto al capitalismo y al
liberalismo. Si el capitalismo y el liberalismo es malo6,
mucho peor son las formas socialistas y comunistas de civilización.
6 [“son malos”, n. d. e.].
Por ello hoy se hace
necesario remontar la corriente capitalista liberal y remontar la pendiente
socialista y comunista en que desemboca el liberalismo.
¿Entonces qué, dirá alguno,
hay que volver al “ancien régime” o a la ciudad medieval? Por supuesto que no.
Esto no es ni deseable ni posible. Lo que se ha de hacer es teóricamente muy
fácil.
Reconociendo que, lejos de
haber un progreso humano y moral, en el hombre de la civilización que se
desenvuelve desde el Renacimiento a aquí, y no lo hay, porque se han abandonado
los principios del orden humano natural y del orden sobrenatural, hay que
volver a aquellos principios. Aquellos principios se concretan precisamente en
el orden social público cristiano –la civilización cristiana, la ciudad
católica- que desde hace casi un siglo propone la Cátedra Romana en
su magisterio ordinario al hombre contemporáneo. Esta enseñanza del Magisterio de
los Pontífices se puede resumir diciendo que, sin abandonar el hombre los
progresos legítimos que ha hecho en los últimos cuatro siglos, debe volver a
los principios de la sana filosofía y teología - orden natural y Revelado-,
cuyo expositor insuperable es Santo Tomás de Aquino, a quien Paulo VI, el 12 de
mayo de este año, en su visita a la Pontificia Universidad
Gregoriana, acaba de llamar el Primero entre los Doctores de la Iglesia.
Por ello, el único remedio a
1a degradación del hombre de hoy, que del capitalismo liberal camina hacia el
comunismo, se encuentra en que, manteniendo el progreso tecnológico moderno,
manteniendo el progreso de la legítima promoción de grupos sociales de niveles inferiores
a otros superiores de cultura y bienestar que se han operado en estos últimos
siglos, acepte, sobre todo en sociología, economía, política y en la vida
pública, el Magisterio de la
Iglesia.
Este magisterio comprende no
solamente el ordenamiento social económico de la Rerum Novarum a la Mater et Magistra, sino también
el ordenamiento político enunciado en la Libertas y Diuturnum illud de León XIII hasta la Pacem in terris de Juan
XXIII, y comprende sobre todo el reconocimiento leal y público de la presencia
de la Iglesia
en el mundo como lo prescribe la Inmortale Dei de León XIII y las7 Quas Primas sobre la Realeza de Cristo de Pío XI.
7 [“la” n. d. e.].
El Magisterio íntegro de la Iglesia luminosamente
expuesto en las innumerables encíclicas y alocuciones del Gran Pontífice que
fue Pío XII.
Es precisamente este
Magisterio ordinario en lo social de la Cátedra Romana el que no acepta, al
menos en su integridad, el Progresismo cristiano. Aceptar el conjunto de
enseñanzas sobre el orden público social cristiano del Magisterio Pontificio es
maliciosamente calificado de "integrista" y de
"reaccionario" por el
Progresismo cristiano.
Los pueblos viven en ruina
porque no tienen techo y pan. Pero ello se debe hoy sobre todo a que no tienen
el pan espiritual. Al haberles privado el laicismo de este pan espiritual, el
hombre se ha hecho egoísta y se ha llenado de odio. Y entonces no busca sino amontonar
riquezas con un desprecio total de la miseria de su hermano. De poco vale que
el hombre disponga hoy de una ciencia y de una técnica admirables, capaces de
dar bienestar a toda la población del globo. Al no poseer la vida moral que
sólo es asegurada por la vida religiosa, usará mal y sólo para sí, con
desprecio del bienestar de su hermano, ese inmenso progreso tecnológico. Por
ello, la "Mater et Magistra" de Juan XXIII, que se ocupa del
bienestar económico de los pueblos, en sus párrafos finales advierte que sin Dios
no hay orden moral y sin orden moral no puede haber en los pueblos un régimen
económico de justa distribución de la riqueza.
"Se ha afirmado, dice
allí Juan XXIII, que en la época de los triunfos de la ciencia y de la técnica,
los hombres podrían construir su civilización sin tener necesidad de Dios. La
verdad es, por el contrario, que los progresos mismos de la ciencia y de la
técnica plantean problemas humanos de dimensiones mundiales que no pueden encontrar
su solución sino a la luz de una fe sincera y viva en Dios, principio y fin del
hombre y del mundo".
Por ello, hay que trabajar
para la promoción y el bienestar material de los trabajadores y humildes, pero
-por esto mismo porque hay que trabajar para este bienestar que se debe de
justicia a los humildes, hay que infundir el espíritu del Evangelio en todos
los grupos sociales, también en los más levantados, también en la sociedad y en
el poder público, para que así reine de modo efectivo y en favor de los más
desamparados la auténtica fraternidad cristiana.
JALONES DEL PROGRESISMO
CRISTIANO
Hemos visto cómo la idea de
que un progreso continuo acompaña a todo el desenvolvimiento de la civilización
moderna, desde el Renacimiento a aquí, constituye el fundamento falso sobre el que
se apoya el progresismo cristiano. No hay tal progreso en lo esencial, en lo
fundamentalmente humano, en la civilización moderna.
Podrá haber cierto progreso
en algunos aspectos, sobre todo en el tecnológico. Pero la tecnología queda
fuera del hombre. El aspecto propiamente humano y moral del hombre, que se
constituye por el acercamiento a Dios, no progresa porque progrese la
tecnología. El hombre puede progresar y de hecho realiza un inmenso progreso en
la producción de un poderoso aparato productor y al mismo tiempo se puede hacer
más malo, con lo que dicho aparato productor se convierte en su ruina y
destrucción.
La civilización moderna en el
aspecto propiamente humano del hombre viene caminando hacia atrás desde hace
cuatro siglos. Viene regresando por la degradación progresiva a que somete al
hombre. La sociedad propiamente moderna se hace cada vez más materialista.
Después de haber rechazado a
Dios rechaza los valores propiamente humanos y aún los valores animales del
hombre para convertirle en una simple tuerca de la gran Maquinaria materialista
y colectivista.
Aquí se plantea un problema
angustioso para el católico, ¿Qué hace el católico en esa sociedad que rechaza
a Dios, a Cristo, a la Iglesia y que proclama como supremo valor la libertad
materialista del hombre? Una de dos, o el cristiano toma franca actitud hostil
hacia esa sociedad y entonces queda al margen de ella y expuesto a no hacer sentir
el Mensaje cristiano en dicha sociedad o se pliega a dicha sociedad y pacta con
ella. Pero entonces se expone a alterar la pureza y la integridad del Mensaje
cristiano. Esta fue la situación angustiosa que se presentó a los cristianos
después de la
Revolución Francesa. Y Lamennais fue el primer católico, que
en la alternativa dicha, optó por pactar con la nueva civilización, con el
liberalismo que lo llenaba todo y entonces Lamennais resolvió forjar el
liberalismo católico.
El Progresismo de
Lamennais
Lamennais es el personaje clave
del catolicismo moderno. Nacido en el cuarto último del siglo XVIII se formó
con las ideas y la mentalidad de Rousseau y de los filósofos liberales. Se
convirtió luego al catolicismo para profesar primeramente un ultramontanismo sospechoso
y después un liberalismo que desarrolló en el diario L'Avenir durante los años
de mil ochocientos treinta y mil ochocientos treinta y uno.
Hay una lógica en la
concepción lamennesiana que está presidida por la idea del progreso histórico.
La historia progresa y en consecuencia los tiempos modernos representan un
progreso sobre los tiempos anteriores. Lamennais justifica la idea de progreso
histórico por la de la
Providencia divina que rige la historia hacia los fines que
sólo ella conoce. En un artículo muy importante del 28 de julio de 1831 Lamennais
desarrolla estos conceptos. Para Lamennais el progreso de la historia se
realiza no por una mayor adquisición de bondad moral, de acercamiento hacia
Dios a través del bien y de la virtud, sino por la adquisición de grados de
mayor libertad, la que hace que los pueblos crezcan en mayoría de edad.
Lamennais justifica en
consecuencia el liberalismo moderno como una adquisición del progreso de la
humanidad. Hasta Lamennais no se concebía otra civilización ni otro progreso
auténtico del hombre sino en el reconocimiento de la supremacía sobrenatural de
la Iglesia.
La civilización no se
proponía como fin propio de los ciudadanos la libertad sino el bien y la
verdad. Dentro de la verdad la libertad representa cierto bien, pero nunca
puede la libertad adoptarse como un fin independiente que pudiera traspasar los
derechos de la Verdad.
Pero en la Revolución Francesa
la Iglesia
deja de ser reconocida por el poder público como la única religión verdadera y
pasa a ser uno de los tantos cultos que pueden practicar los ciudadanos. Podría
aceptarse como un hecho esta situación, pero jamás como un derecho. Lamennais
fue el primer católico que se atrevió a aceptarlo como un derecho. Porque para
él las libertades modernas eran derechos del hombre que debían ser consideradas
como adquisiciones del progreso de la historia.
Lamennais fue el primero en
profesar el progresismo cristiano que no se conoció entonces con este nombre
sino con el del liberalismo católico. Al representar el liberalismo del siglo
XIX un progreso con respecto a la sociedad anterior que se decía cristiana y que
profesaba el reconocimiento de la
Iglesia como sociedad sobrenatural, también el liberalismo
católico importaba un verdadero progreso. Como es sabido, Lamennais fue condenado
por Gregorio XVI en la
Mirari Vos. Desde entonces, todo el siglo XIX conoció dentro
del seno de la Iglesia
una lucha tremenda entre liberales y no liberales.
Del lado de los liberales
hubo figuras como Lacordaire, Montalembert, Dupanloup. Del lado de los
antiliberales se destacó sobre todo la gran figura del Cardenal Pie y del
publicista Luis Veuillot. Pío IX condenó con fortaleza al liberalismo católico
en una serie de documentos cuyas proposiciones fundamentales fueron luego
recogidas en el famoso Syllabus. Pero la lucha no se apaciguó. Al contrario,
volvió a renacer en el Pontificado de León XIII con la aparición de los
clérigos democratistas como un Naudet, Lemire y Dabry.
León XIII en sus famosas
encíclicas desarrolló un programa completo de como debía ser la civilización
cristiana, la ciudad católica dentro del estilo moderno de vida. Ese programa
fustigaba fuertemente al liberalismo católico. Pero el pensamiento de León XIII
fue sistemáticamente adulterado por los liberales que había dentro de la Iglesia. En esa época
apareció un movimiento fuertemente liberal, democratista y socialista dentro de
la Iglesia. Fue
el movimiento de Le
Sillon. Pero la firme acción
de San Pío X condenando el modernismo que se propagaba entonces en el campo
católico y condenando al democratismo de Le Sillon puso fin dentro de la Iglesia a los intentos del
progresismo cristiano.
Todo progresismo cristiano
desapareció de la escena visible de la Iglesia durante los años 1910 a 1930. La Pascendi y la Carta condenatoria
de Le Sillon lograron limpiar el campo de la Iglesia de estas lacras.
El progresismo de Maritain
Maritain va a iniciar de
nuevo el progresismo cristiano. El Maritain posterior a 1930. Porque el
Maritain anterior se distinguió por su fuerza en combatir todo liberalismo y
todo progresismo. En su primera época escribe Antimoderne, Trois Reformateurs,
Théonas, Primauté du Espirituel8, en los cuales
rechaza la idea de progreso y expone la doctrina auténtica de la Iglesia en el plano de la
civilización cristiana.
8 [“Spirituel”, n. d. e.].
Pero en 1930 Maritain inicia
una serie de libros y sobre todo Humanismo Integral donde, bajo las apariencias
de una filosofía de la cultura, había de despuntar una problemática liberal que
había de coincidir punto por punto con los errores de Lamennais.
Maritain, que en su
Antimoderne había rechazado la idea de progreso, ahora en su Humanismo Integral
defiende un concepto ambiguo, es, a saber, el del progreso ambivalente de la
historia, para luego ya en la
Segunda Guerra Mundial, después del año 1940, asumir la
defensa de la idea de progreso. Esta idea de progreso va a morder fuerte en
Maritain como había mordido en Lamennais. En dos libros escritos durante la Segunda Guerra
Mundial va a explicitar estas ideas.
En Cristianismo y democracia,
y en Los Derechos del Hombre y la Ley Natural va a defender la noción de
progreso advirtiendo que en este punto iba a coincidir con Teilhard de Chardin.
Allí dice textualmente: "He tenido el placer de encontrar expuestas desde
el punto de vista científico de su autor, concepciones parecidas en una conferencia
pronunciada en Pekín por el célebre paleontólogo Teilhard de Chardin que en
ella indica, que «por vieja que la prehistoria parezca ser a nuestros ojos, la
humanidad es aún muy joven y muestra que la evolución de la humanidad debe ser
encarada como la continuación de la vida íntegra, donde progreso significa
ascensión de la conciencia y donde la ascensión de la conciencia está ligada a
un grado superior de organización. Si el progreso debe continuar no será por sí
solo. La evolución por mecanismo de sus síntesis se carga cada vez más de libertad»".
Maritain en consecuencia va a
poner el progreso del hombre no en el bien, no en una mayor virtud, no en un
mayor acercamiento a Dios, a Cristo y a la Iglesia sino en una mayor libertad del hombre. Va
coincidir punto por punto en el planteo de Lamennais. Va a considerar como
odiosa la cristiandad medieval y con ello el concepto auténtico de civilización
cristiana para defender una sociedad fundada en la libertad como idea primera y
dominante. Y así como el liberalismo católico de Lamennais declinó finalmente
al socialismo, así también en Maritain, su liberalismo de la Nueva Cristiandad
había de ir declinando hacia una sociedad de corte socialista donde fueran
satisfechas las aspiraciones de la función histórica del proletariado.
El progresismo de Emmanuel
Mounier
Maritain había dejado
elaborada toda una teoría del personalismo que alimentaba el mito de la nueva
cristiandad.
Emmanuel Mounier iba a constituirse
en Francia en el profeta de este nuevo mesianismo. Con su revista Esprit iba a
inspirar todo un movimiento generacional católico que había de infundir un
nuevo espíritu -el espíritu del progresismo cristiano- a las obras de apostolado
católico de Francia y de Europa. El progresismo cristiano que hoy domina el
campo católico de Francia y aún del mundo puede considerarse obra de Mounier.
El ha influido sobre grupos decisivos de teólogos y sociólogos, dominicos y
jesuitas, de suerte que no es exagerado asignarle una influencia de primer
plano en la corriente progresista que domina hoy los ambientes católicos y en
los que ha creado una poderosa estructura, a la que han de plegarse de buen o mal
grado, incluso a veces el episcopado.
Mounier comienza por revalorar
la noción de progreso como una idea sustancial del cristianismo. Pero en esto
se equivoca porque aunque es cierto que hay un progreso y un crecimiento del
Cuerpo Místico de Cristo hasta alcanzar la plenitud de la edad perfecta, de
allí no se sigue que haya de haber también un progreso en la civilización que
soporta ese progreso del Cuerpo Místico. Mounier no efectúa la distinción
pertinente y en su estudio El cristianismo y la noción de progreso mantiene el
equívoco, como si el progreso hubiera de traducirse en la misma realidad
temporal. En ello coincide completamente con Lamennais y Maritain. Sobre esta
idea equívoca de progreso Mounier va a elaborar todo el sistema de su
personalismo que ha de constituir una nueva civilización o Cristiandad que sustituya
a la civilización salida del Renacimiento.
Para entender la
significación de la
Revolución del personalismo de Mounier hay que estar atento y
ver contra qué realidades lucha. Y su lucha se desarrolla sobre todo contra el
mundo del capitalismo, del burgués y del dinero. Estas son las figuras
principales que le sirven de contraste. Contra el capitalismo Mounier ensaya
sus más poderosas armas. Así también como castiga duramente la burguesía y el capitalismo
tiene páginas fuertes contra el fascismo.
Pero la dureza que mostró
Mounier para con el capitalismo y con el fascismo no fue igual que la que tuvo
con el comunismo. Con éste demostró una significativa complacencia. Ha escrito
innumerables páginas y deja la impresión de que el comunismo ejerció sobre él
una verdadera sugestión como si se tratase de un auténtico humanismo.
En el tomo primero de sus
obras, página 515, leemos: "La denuncia por el marxismo del idealismo
burgués y de su ideología social, era, o habría podido ser un aporte
considerable al humanismo que se busca.
Ella constituía una
indicación capital, sobre la cual los cristianos especialmente, se sentían con
él, en una fraternidad histórica". Con respecto a su posición de
complacencia frente al comunismo nada más sugestivo que lo que escribió a André
Dumas el 9 de octubre de 1949, a propósito del decreto del Santo Oficio del 13
de julio de 1949 por el que se aplicaban severas sanciones a aquellos que
prestaran su colaboración al comunismo. Mounier insinúa que éste es un acto
abusivo, de injerencia mundana de la
Iglesia en la que incurre siguiendo a Constantino y a
Gregorio. Y así escribe textualmente: "Así actualmente todos esos
católicos están en el combate contra la cristalización de una cierta «defensa
de la civilización cristiana» de cierta aglutinación de la Iglesia y del Occidente
capitalista y americano, del cual la
Iglesia no es totalmente responsable (se la empuja del
Este), pero de la cual es
ella primeramente responsable. Que las fuerzas viniendo de esta tendencia
blasfematoria empujen en el sentido actual de la actitud de nuestra Iglesia
frente al comunismo, de esto no hay ninguna duda. Que ella esté angustiada,
entre otras, por las amenazas que el comunismo hace pesar sobre su poder
postconstantiniano o post-gregoriano no hay la menor duda. Y esto lo debemos
combatir sin reticencia."
Mounier fue el primero en
inventar este carácter constantiniano aludiendo a Constantino y este carácter
gregoriano aludiendo a Gregorio VII para calificar el empeño de la Iglesia en defender la civilización
cristiana. Para Mounier, civilización cristiana, ciudad católica, orden social
cristiano, no son sino remedos abusivos de la cristiandad constantiniana y
gregoriana que deben ser combatidos lo mismo que el aburguesamiento de la Iglesia. Por ello,
esta carta a André Dumas, de la que hacemos referencia, acaba con esta
sugestiva despedida: "de todo corazón vuestro en Cristo (y no en la
civilización cristiana)".
La teoría elaborada por
Lamennais y Maritain y difundida por E. Mounier ha acabado por imponerse en los
medios católicos. Ya no hay que trabajar para que impere la civilización
cristiana, no hay que empeñarse en que sean reconocidos los derechos de la Realeza de Cristo sobre la
escuela, los sindicatos, los grupos sociales, el poder público sino que hay que
dejar que todo lo temporal quede en mano del laicismo. Y si todo ese orden
temporal ha caído en manos del liberalismo, del socialismo o del comunismo allí
hay que dejarlo, porque con ello, no se ha operado sino adquisiciones del
progreso en la mayoría de edad de la actual sociedad que ha pasado del antiguo estado
infantil e ingenuo, y por lo mismo de carácter sacro constantiniano y
gregoriano, a una perfecta maduración de la edad adulta de la actual sociedad
moderna.
Junto con esta subestimación
de la auténtica civilización cristiana y de un orden social público adecuado al
Evangelio como lo sostiene la cristiandad de siempre, se divulga la especie de
que el comunismo sin su ateísmo pudieran ser sistemas compatibles con la fe
católica. Se quiere hacer olvidar que el comunismo es intrínsecamente perverso aún
como sistema social. Así lo ha dicho en palabras intergiversables y definitivas
Pío XII en el mensaje de la
Navidad de 1955: "rechazamos el comunismo como sistema
social en virtud de la doctrina cristiana".
Con ello queremos sostener la
necesidad cristiana, vale decir, impuesta por las exigencias cristianas de
combatir el comunismo y de hacer florecer una sociedad cristiana en lo social,
esto es, de trabajar para la civilización cristiana. El progresismo cristiano
consiste precisamente en la afirmación contraria, esto es, en que no se hace necesario
por exigencias cristianas, el trabajo para el florecimiento de una sociedad
cristiana. El cristianismo podría propagarse igual, aún quizás mejor, dicen los
progresistas, en una sociedad donde impere el comunismo.
Las ideas de Mounier habían
de alimentar los movimientos de los Cristianos Progresistas de Mandouze que
adquirieron fuerza allá por 1948; también tuvieron influencia sobre el grupo de
teólogos que se reunieron alrededor de Jeunesse de l'Eglise del ex dominico Montuclard
y sobre todo a través de éstos, sobre el movimiento de los Prètres-ouvriers,
cuya condenación aún por Pío XII había de alcanzar resonancia mundial.
El progresismo de Teilhard
de Chardin
Teilhard de Chardin
constituye hoy la figura cumbre del progresismo cristiano. Pero su trayectoria
lleva otro camino que el de Lamennais, Maritain y Mounier. Aunque la razón
fundamental de su progresismo la constituye la pasión fuerte que le movió a
juntar en un solo haz las dos fe, la fe del cielo y la fe en la tierra,
Teilhard de Chardin era un enamorado del mundo así a secas y sobre todo del mundo
moderno. En su caso, de modo particular, este enamoramiento del mundo, se hacía
sentir fuerte por la ciencia moderna en general, y en particular por las
ciencias biológicas. De aquí que siguiendo la corriente imperante en este tipo
de ciencias, se confesara decididamente partidario del evolucionismo y del evolucionismo
universal. Creo en la evolución, era su primera profesión de fe científica.
Creo que la evolución va hacia el espíritu.
Creo que el espíritu va hacia
lo personal. Creo que lo personal supremo culmina en Cristo. Teilhard de
Chardin por lo mismo que creía en la evolución universal, creía en el progreso.
Progreso desde el polvillo primitivo cósmico hasta los primeros elementos del
átomo, desde el átomo hasta la molécula, desde la molécula hasta la gran molécula,
desde ésta hasta el virus, desde el virus a la célula, desde la célula a los
protozoarios, de éstos, a los animales y plantas más completos y por fin al
hombre. Y aún allí no se detenía el progreso evolutivo sino que caminaba hasta
alcanzar formas más complejas de organización colectiva y planetaria de lo
humano hasta el punto Omega y al filum crístico. Todo un proceso progresivo de
Cosmogénesis, Biogénesis,
Noogénesis y Cristogénesis.
Pero la especialidad de
Teilhard de Chardin era la paleontología.
Ella le iba a suministrar,
según él, el fundamento científico y riguroso de todo su evolucionismo. Ella
nos va a obligar a exponer el pensamiento de Teilhard de Chardin en esta
materia. Felizmente Teilhard ha resumido su pensamiento al respecto en el
artículo sobre:
"La cuestión del hombre
fósil" que publica Psyché en su número 99- 100 y que aparece en el tomo 2
de sus obras completas.
Teilhard de Chardin allí
establece que su evolucionismo universal tiene como fundamento la evolución del
hombre. Y en efecto en dicho estudio saca una conclusión que dice: "es
también llave para el futuro": "Si es verdad, en efecto,
científicamente verdadero que desde hace una centena de millares de años, el hombre
no ha cesado de moverse (sin retroceder jamás en conjunto y siempre a la cabeza
de la vida) hacia estados constantemente crecientes de organización y de
conciencias, no hay entonces ninguna razón para suponer que el movimiento se
encuentra ahora detenido.
Por el contrario, el grupo
del Homo Sapiens esta todavía alrededor de nosotros en plena fuerza (por no
decir en la primera juventud) de su desarrollo. Así se encuentran justificadas
y precisadas sobre una base científicamente sólida nuestra esperanza y nuestra
fe moderna en el progreso humano. No, por cierto, la antropogénesis no está
cerrada.
La humanidad avanza siempre y
ella continuará avanzando durante otro centenar de millones de años, con la
condición de que nosotros sepamos guardar la misma marcha que nuestros
predecesores hacia siempre mayor conciencia y complejidad".
¿Qué valor tiene el
fundamento paleontológico de Teilhard de Chardin? Para examinarlo expliquemos
brevemente su teoría.
Para Teilhard de Chardin el
hombre aparece en la edad cuaternaria. También admite él que el ascendiente
claro del hombre actual es el Homo Sapiens que aparece en el Pleistoceno
superior.
Pero antes aparecen formas intermedias
representadas sobre todo por el Sinantropo que aparece en el Pleistoceno
inferior y por el hombre de Neanderthal que aparece en el Pleistoceno medio.
¿Qué valor tiene esta
gradación progresiva en que se apoya Teilhard de Chardin? ¿Es cierto que hay
una ascensión progresiva del Sinantropo -animal-mono- hacia el hombre de
Neanderthal y de éste al Homo Sapiens? Hay que contestar que no existe esta
gradación progresiva en que se apoya Teilhard de Chardin. En efecto; se han encontrado
piezas de Homo Sapiens anteriores al hombre de Neanderthal y hay que ubicarlas
en el Pleistoceno inferior. En efecto, en la estación prehistórica de
Fonte-Chevade en Charante, Mlle. Germaine Henri Martin ha hecho conocer en
agosto de 1947 una calota craneana comprendiendo en conexión anatómica una
parte del hueso frontal, los dos parietales, una parte del temporal izquierdo y
una parte del occipital. El interés de estos hallazgos estriba en que son
conformes al tipo de Homo Sapiens y son de fecha anterior al Musteriense, o sea
que hay que ubicarlos en el Pleistoceno inferior.
Así por lo tanto consta
claramente que vivía en Europa antes del hombre de Neanderthal un tipo de Homo
Sapiens.
Por lo demás, el famoso
Sinantropo u Hombre de Pekín, que constituye para Teilhard de Chardin un
eslabón animal humano, no tiene tal valor. Esta cuestión ha sido estudiada en
forma exhaustiva por Rev. Patrick O'Connel en "Science of to Day and the
problems of Genesis". El asunto merece ser tratado prolijamente. Cosa no
posible aquí. Vamos a resumir algunos hechos que hay que tener en cuenta.
Primer hecho: Hay que tener
en cuenta que en el curso de las excavaciones de Choukoutien se han encontrado
alrededor de 30 cráneos enteros o incompletos, 11 mandíbulas y 147 dientes del pretendido
Sinantropo. Todo esto ha desaparecido completamente.
Segundo hecho: Se ha ocultado
al público la importancia de la industria hallada en Choukoutien y que supone
por lo tanto la existencia allí de hombres con el desarrollo del Homo Sapiens.
Tercer hecho: El Dr. Pei encontró
en 1934 tres cráneos humanos de tipo moderno y restos de esqueletos de seis
seres humanos. Weidenreich que dirigió las excavaciones después de la muerte
del Dr. Black, en la exposición en que da cuenta de las excavaciones en el núm.
de "Paleontologia Sinica" de 1939 y que repitió en su Conferencia a
los estudiantes de la
Universidad de California en 1945 (Ver Apes, Geants and Men,
pág. 86) dice textualmente: "En la excavación llamada nivel superior de Choukoutien
que suministró los restos del Sinantropo se encontraron tres cráneos bien
conservados, varios fragmentos de otros cráneos y huesos de esqueletos de
alrededor de diez individuos que parecían ser de la misma familia. Los tres
cráneos pertenecen a un hombre de edad, a una mujer de edad media, y a una
mujer más joven. Aunque de la misma familia tenían rasgos diferentes: el cráneo
del hombre era del tipo mongol con algunos rasgos de Neanderthaliano; el cráneo
de la mujer de edad media parecía de un esquimal mientras que el de la joven
mujer se parecía al de un habitante de Melanesia".
El cuarto hecho que hay que
tener en cuenta es que los cráneos del Sinantropo mostraban todos un agujero en
la parte posterior que se les habría hecho para chuparles el cerebro.
De todos estos hechos hay que
concluir la probabilidad de la afirmación del gran paleontólogo Marcellin Boule
en su Antropologie, pág. 126, tercera edición, donde escribe: "a esta
hipótesis tan fantasiosa como ingeniosa [la del P. Teilhard de Chardin sobre el
Sinantropo] me permito preferir ésta que me parece más conforme con el conjunto
de nuestros conocimientos, el cazador era un hombre verdadero de que se ha
encontrado la industrial típica y que hacía del Sinantropo su víctima". Y
allí mismo escribe Boule: "me parece temerario considerar al Sinantropo
como al monarca de Choukoutien ya que aparece en los depósitos donde se ha
encontrado como caza junto con los otros animales".
Esto para mantenernos dentro
del campo de la
Paleontología de dónde sacan sus argumentos los
evolucionistas. Porque si nos colocamos en el terreno de la Biología es fácil
demostrar que tanto por el concepto de "especie" como por el de
"herencia" y el de los "caracteres adquiridos" y el de
"la genética" la evolución es inverosímil.
Las palabras de la Enciclopedia Francesa
en su tomo 5° de 1938 escritas por Paul Lemoine quedan todavía en pie. Leemos
allí:
"El tomo 5° de la Enciclopedia Francesa
señalará ciertamente una fecha en la historia de nuestras ideas sobre la
evolución: surge de su lectura que esta teoría parece estar en vísperas de ser
abandonada.
"Resulta de esta
exposición que la teoría de la evolución es imposible. En el fondo, a pesar de
las apariencias, nadie cree ya en ella y se dice sin adjudicar especial
importancia «evolución» para significar «encadenamiento» o «más evolucionado» o
«menos evolucionado» en el sentido «más perfeccionado» o «menos perfeccionado»
porque es un lenguaje convencional admitido y casi obligatorio en el mundo
científico.
"La evolución es una
especie de dogma en la cual no creen más los sacerdotes pero que mantienen para
el pueblo. Hay que tener el coraje de decir esto para que los hombres de la
generación futura orienten sus investigaciones de otra manera".
La idea de progreso en
Teilhard de Chardin carece de bases científicas serias. Tampoco se le puede
asignar ninguna base filosófica.
Lo que conviene destacar -y
aquí hay que fijar el porqué el comunismo está empeñado en favorecer y propagar
el teilhardismo en los medios católicos- es que para Teilhard, hay que operar actualmente
la conjugación o mezcla de cristianismo y de marxismo.
En efecto en su artículo,
"El corazón del problema" que aparece en el tomo 5° de sus obras
propone como solución a la humanidad una combinación o resultante de oy que
representa la tendencia cristiana o la fe en lo alto, con ox que representa la
tendencia comunista o marxista o la fe en lo adelante o la fe en el mundo. Allí
dice Teilhard
"dos fuerzas religiosas
hasta aquí enfrentadas en el corazón de todo hombre; dos fuerzas acabamos de
verlo, que se debilitan y languidecen si se las aísla; dos fuerzas por
consiguiente (esto es lo que me queda por demostrar) que no esperan sino una
cosa: no que entre las dos hagamos una elección sino que encontremos el modo de
combinar una con otra". (El Porvenir del Hombre, ed. fr., pág. 343, y ed.
española, Taurus, pág. 324).
El progresismo y el
Concilio Vaticano Segundo
Para formular un juicio
definitivo sobre este punto habría que esperar en rigor a las conclusiones
definitivas a que llegue el Concilio.
Porque un Concilio es obra
del Espíritu Santo y el Espíritu no se muestra realmente sino en las
Conclusiones a que llegan la unanimidad de los Padres Conciliares bajo la
dirección del Romano Pontífice.
Sin embargo desde ya tenemos
que decir lo siguiente:
1°) El Concilio es en la
mente de la Iglesia
un gran acto de Caridad de la
Iglesia misma que busca hoy salvar al mundo moderno y unir a
todos los hombres en la fe y en la caridad de Cristo.
2°) Este gran acto de Caridad
de la Iglesia
por salvar del estado de indigencia espiritual al mundo moderno se realiza en
el preciso momento en que éste, orgulloso, se exalta en sus conquistas
científicas y técnicas, en que está llevado a reorganizarse rechazando a Dios y
afirmando un ateísmo militante en escala mundial, con lo cual no hace sino
traer la ruina y la destrucción a la especie humana. Porque un mundo sin Dios,
teniendo a su disposición un inmenso aparato técnico, no hará sino usarlo para
la destrucción del hombre. Porque un mundo sin Dios es un mundo destructor del
hombre. De aquí que la Iglesia quiera poner a este mundo moderno en contacto de
las energías vivificantes y permanentes del Evangelio. Es el mundo el que tiene
necesidad de ser salvado por la
Iglesia. No es la
Iglesia , como se imagina el progresista, que debe ser salvada
por el mundo moderno.
3°) Este gran acto de Caridad
de la Iglesia
supone el mantenimiento intacto e íntegro de la Verdad de la Iglesia porque en la Iglesia
la Caridad
brota de la Verdad. El
Espíritu Santo procede del Verbo que es Verdad.
4°) Este gran acto de Caridad
de la Iglesia
coincide con una gran confusión y con un ansia no siempre legítima de cambios y
progresos que viene agitando al mundo católico hace más de 30 años.
5°) El movimiento
progresista, al que hemos hecho referencia en las conversaciones anteriores,
viene operando en trenzas organizadas en todo el mundo, sobre todo en Francia,
Bélgica, Holanda y Alemania y quiere aprovechar la gran Asamblea Conciliar para
imponer sus opiniones de progresismo peligroso.
6°) El comunismo no está
ausente de este siniestro propósito. El Cardenal Secretario de Estado del
Romano Pontífice ha hecho conocer en la primavera del año 1963 al Nuncio en
París, para que a su vez lo haga conocer al Episcopado y a los Superiores
Mayores Religiosos residentes en Francia, los propósitos siniestros del
movimiento Pax que actúa en Polonia y que dirige Piasecki, un católico
progresista de Polonia, el cual movimiento tiene por objetivo desarrollar el
progresismo en Francia, y en este momento aprovechar la gran Asamblea Conciliar
para practicar la dialéctica entre los mismos Padres Conciliares.
Este movimiento comunista Pax
dispone de medios inagotables para ejercer influencias sobre los medios
mundiales de comunicaciones.
Con ello ha logrado poner en
práctica la dialéctica haciendo aparecer a los Padres Conciliares como
divididos entre dos grupos antagónicos, buenos y malos, progresistas e
integristas, actitud abierta y actitud cerrada, novadores y reaccionarios. En
realidad en una Asamblea de casi 3.000 personas son muchos los grupos y los
matices, y éstos muy flexibles, de suerte que no hay derecho a dividirlos
precisamente en dos tendencias antagónicas, y sólo en dos, como lo exige la
dialéctica comunista. Esto ha sido resultado de la propaganda mundial que con ello
al mismo tiempo ha hecho aparecer divididos en dos grupos antagónicos de
progresistas e integristas a todos los católicos del mundo.
7°) Esta guerra psicológica
desarrollada con un despliegue del aparato publicitario mundial tiene por
efecto crear en muchos el complejo de temor ante el hecho de que puedan ser
calificados de reaccionarios, cavernícolas, cerrados e integristas.
8°) El católico no se ha de
dejar acomplejar sino que ha de mantener su fidelidad al magisterio de la
cátedra humana porque ésta es la condición de la fidelidad auténtica a la fe de
Cristo.
*
*OBRAS DE JULIO MEINVIELLE*
.El judío en el misterio de
la historia, Ediciones Theoria, 4ª edición, 1963.
.El comunismo en la
revolución anticristiana, Ediciones Theoria, 2ª edición, 1964.
.Concepción católica de la
política, Ediciones Theoria, 3a edición, 1961.
. Concepción católica de la
economía, Cursos de Cultura Católica, 1936. Agotado.
.Entre la Iglesia y el Reich, Adsum,
1937. Agotado.
.Un juicio católico sobre los
problemas nuevos de la política, Gladium, 1937. Agotado.
.Los tres pueblos bíblicos en
su lucha por la dominación del mundo, Adsum, 1937. Agotado.
.Qué saldrá de la España que sangra, J. A.
C., 1937. Agotado.
.Hacia la cristiandad, Adsum,
1940. Agotado.
.De Lamennais a Maritain,
Nuestro Tiempo; 1945. En reimpresión.
.Correspondance avec le R. P. Garrigou-Lagrange a propos de
.Lamennais et Maritain, Nuestro Tiempo, 1947.
.Crítica de la concepción de
Maritain sobre la persona humana, Nuestro Tiempo, 1948. Agotado.
.Respuesta a dos cartas de
Maritain al R. P. Garrigou-Lagrange, O. P.
.Con el texto de las mismas,
Nuestro Tiempo, 1948.
.Conceptos fundamentales de
la economía, Nuestro Tiempo, 1953.
.Política argentina
(1949-1956), Editorial Trafac, 1957.
.La cosmovisión de Teilhard
de Chardin, Editorial Cruzada, 1960.
.El poder destructivo de la dialéctica comunista,
Ediciones Theoria, 1962.
DIARIO PAMPERO CORDUBENSIS
INSTITUTO EREMITA URBANUS
SOPLA EL PAMPERO. ¡VIVA LA PATRIA ! ¡LAUS DEO
TRINITARIO! ¡VIVA HISPANOAMÉRICA!
Ave María Purísima sin pecado original!
gspp.
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