sábado, 20 de septiembre de 2008

Renovación y Progresismo en la Iglesia

El Progresismo o personalismo, prohíbe al cristiano actuar como tal en el plano político, y sólo lo tolera – en contradicción con las claras enseñanzas pontificias – una actuación político-naturalista en que se asegure la no influencia de la Iglesia en el plano de las instituciones temporales.

Por Fray Alberto García Vieyra OP

El cristiano debe santificarse y santificar desde dentro la sociedad, tener una influencia intrínseca en el mundo que lo rodea. Ser un perfecto obrero, técnico, profesional; tener responsabilidad y prestigio en el medio ambiente en que le toca vivir. Todo esto lo requiere la vida de la Iglesia, y la fecundidad del mismo apostolado. Lo que no entendemos es por qué este católico ha de optar, en el orden social, por el marxismo u otra forma de naturalismo político o educativo. Sin embargo, este pertenece al programa de acción político-social del Progresismo.
El cristiano puede sencillamente no actuar en el plano de las instituciones o de la política. Esto es otra cosa. Pero el Progresismo o personalismo, prohíbe al cristiano actuar como tal en el plano político, y sólo lo tolera – en contradicción con las claras enseñanzas pontificias – una actuación político-naturalista en que se asegure la no influencia de la Iglesia en el plano de las instituciones temporales. Más aún: el progresismo, por su filosofía personalista, polemiza violentamente contra el Estado católico (España, Portugal, etc.,) y contra las instituciones católicas; aboga positivamente por el naturalismo social-político para guardar los derechos de la ciudad pluralista.
La mentalidad social y política de los católicos progresistas no puede entenderse si no es a través de la violenta polémica “antitotalitaria”, primero contra el fascismo, después contra la concepción misma del Estado católico. De la polémica ha quedado, en el plano sociológico, el temor de los católicos, cohibidos por el temor de ser tachados como totalitarios (o fundamentalistas), integristas, o clericales; cohibidos por el asedio de la inmensa campaña difamatoria de prensa contra España y la organización del Estado español; (hoy España goza de una relativamente buena prensa mundial que nos hace dudar si sigue manteniendo los valores católicos como antes); la única opción política permitida al católico fue de colaborador del marxismo. En esa línea todas las puertas le están abiertas.
Otra consecuencia del catolicismo personalista es la inhibición para oponerse a los enemigos de la fe. A la inacción práctica agrégase la inacción teórica; exígesele no tomar ninguna actitud contra el error, porque el error y la herejía se han vuelto “respetables”. La dignidad de la persona humana exige una liturgia propia, y aun las herejías y errores deben recibir el humo del incienso. El católico no es reconocido lo suficientemente antitotalitario hasta que no se haya postrado ante la diosa LIBERTAD, último fin del hombre, y hasta que no haya estrechado vínculos suficientemente fuertes con el marxismo, liberalismo o comunismo.

II . La influencia del Progresismo, como liberalismo, personalismo ético, historicismo, déjase sentir, más o menos, en todas partes.

Es una concepción de la vida que mata al cristiano, en el ambiente de un neopelaginismo burgés, económico y confortable, poblado de “valores” espirituales y de intenciones cristianas, sin apearse jamás del culto del Hombre y de la persona humana. Repetimos que la mentalidad progresista ha llegado a paralizar las iniciativas formalmente apostólicas en el mundo de hoy. No nos equivocamos al decir que muchos católicos han llegado a desconfiar de la Iglesia, dudan de la doctrina de la Iglesia, miran con simpatía errores y herejías que en grado mayor o menor les separan de la verdadera Iglesia. El Progresismo es una concepción que ha penetrado enn seminarios y casas de estudio, deformando la conciencia filosófica-teológica de los jóvenes seminaristas, llenándoles la cabeza de novelerías. Influye también en la catequesis – la catequesis – la catequesis del Mensaje – donde las verdades son algo “nocional”, y se busca lo “vivo” fuera del dogma. Influye en las doctrinas políticas, sociales y pedagógicas, fomentando los individualismos, haciendo ver autoritarismo y prepotencia en todo ejercicio de la autoridad, aun legítima.
El elemento doctrinal que influye es el personalismo ético y historicismo.
Voluntarismo en lo moral y empirismo historicista en lo especulativo. La consecuencia mas inmediatas y que influyen aun donde no se podría sospechar son: la disolución del principio de autoridad y de la vigencia normativa de la ley, y la disolución de las ciencias especulativas, universales y necesarias, que es donde el hombre aprende para qué vive y cómo vivir, por ejemplo, la metafísica y la teología.
Esto no queda solamente en el plano filosófico, sino que llega a lo teológico, procurando influir en el corazón de la Iglesia, y servir de norma a la actividad apostólica.
Esta influencia pretende que la Iglesia, dentro del Progresismo, no puede mandarme, no puede darme una norma de conducta, porque quedaría invalidada por la bondad de los actos de mi persona, buenos en sí porque ilícitos de mi libertad. La norma lo único que puede es comportarse como un intolerable absolutismo. Tal es error del Progresismo. El Progresista pide sancionar la libertad de cultos, establecer un cierto democratismo en la Iglesia, restringir la obediencia; la Iglesia debe renunciar prácticamente a la defensa de la verdad, a toda intervención frente a los errores; en fin, adaptarse plenamente al hombre moderno y al mundo. Lo que esta nueva doctrina pide a la Iglesia es renunciar a la verdad, renunciar a su misión de salvación. La Iglesia no puede nunca consentir ni en lo uno ni en el otro.
“En fin, así como JANNES y MAMBRES resistieron a MOISÉS, del mismo modo éstos resisten a la verdad, hombres de un corazón corrompido y réprobos en la fe. Mas no irán muy adelante, porque su necedad se hará patente a todos como se hizo la de aquellos”. (II Tim. III, 8-9).

III. Lo que denomina Progresismo es la hijuela del humanismo cristiano.

Confesionalmente no cristocéntrico, agotado y exhausto en la reiterada apología de la persona, movimiento confuso y diabólico de indulgencia hacia todos los errores contra la fe. No se trata de seguir el consejo de SAN AGUSTÍN de amar a las personas y aborrecer a los vicios. El vicio, el pecado contra la fe, es dulcificado y amortiguado; es necesario para poder mantener el “diálogo”. La herejía no es herejía, es otra opinión que debemos comprender; la palabra “comprender” significa que debemos tenerla por verdadera.
En este camino de comprensión, de diálogos y de benevolencia no existe ningún error, o los errores contra la fe son todos inculpables y sin categoría. Si todas las diferencias con los protestantes son litúrgicas o incomprensiones, no habría necesidad de ocuparse por la unión de la Iglesias. Si existe en el Concilio Vaticano II un Secretariado para la unión de las iglesias, quiere decir que es un problema grave de divergencias profundas que atañen a la misma esencia de la Fe.
Reiteramos nuestra fe en CRISTO JESÚS, y en la sola Iglesia de CRISTO Católica, Apostólica, Romana. Eso no nos impide desear vivamente que todos los hombres vengan a la verdadera Fe. Al señalar el mal que prosigue sin resistencias, terminemos con palabras de JUAN XXIII:
“TAMPOCO FALTAN LOS QUE SI BIEN NO IMPUGNAN DE PROPÓSITO LA VERDAD, ADOPTAN SIN EMBARGO ANTE ELLA UNA ACTITUD DE NEGLIGENCIA Y DE DESCUIDO, COMO SI DIOS NO LES HUBIERA DADO RAZÓN PARA BUSCARLA Y ENCONTRARLA. TAN REPROCHABLE MODO DE ACTUAR CONDUCE POR ESPONTÁNEO PROCESO A ESTA ABSURDA AFIRMACIÓN: TODAS LAS RELIGIONES TIENEN IGUAL VALOR, SIN DIFERENCIA ALGUNA ENTRE LO VERDADERO Y LO FALSO”. (Ad Petri Cathedram).

IV. La renovación de la Iglesia es un ideal expreso de los últimos Papas, y el objetivo principal del Concilio Vaticano II.

Hay un adagio escolástico que dice: “Quidquid recipitur per modum recipientes recipitur” (todo lo que es recibido en algo, está allí según el modo del recipiente).
En el asunto de la reforma de la Iglesia se cumple también exactamente este adagio escolástico.
El ideal o propósito de una reforma de las estructuras cristianas ha sido recibido; ha sido recibido en el mundo, pero según el modo de quienes lo recibían. Primero lo ha recibido el Papa, que ha explicado claramente lo que significa la reforma deseada de la Iglesia.
Pero lo ha recibido también el Comunismo (en su variante más accesible, o sea el progresismo), y ha elaborado su teoría de la reforma de la Iglesia.
En uno y otro caso se ha cumplido: recibido según el recibidor o recipiente. Tenemos entonces dos programas de reformas de la Iglesia: la del Papa y del sentido cristiano, para la vida y santidad de la Iglesia. La del Comunismo-Progresismo, pura enfermedad y muerte de la Iglesia.
Entre una y otra reforma hay un vacío inmenso. Para la Iglesia es un problema de reforma interior, vida de fe, de caridad, oración, unión con el Señor. Para el comunismo-progresismo es un problema de lucha de clases, promoción humana, revolución, resentimientos, de excluir los inconvenientes de la fe o de la vida religiosa, y llegar por estos medios al poder, al gobierno de los Estados. Es el apetito de poseer los reinos de la tierra, con que el demonio tentó al Señor en el desierto.
LA INTENSA PROPAGANDA DE PRENSA QUE POSEE EL COMUNISMO-PROGRESISMO ha hecho en muchos católicos su obra de “lavado del cerebro”. Ya no piensan prácticamente en el mundo religioso de la Iglesia, sino en el mundo promocional, disolvente y evolutivo del marxismo.

V: Debemos escuchar el llamado del Papa a la reforma interior.

Debemos hacer una reforma positiva con real y verdadera positividad. Dejarnos de humanismo, pluralismo, hermano separado, burocracia vaticana, obispo oligarca, etc.; dejarnos de promover el laicismo, la tecnocracia, la adoración del Hombre. Debemos ocuparnos de la fe, y la vida de las virtudes cristianas.
La renovación cristiana debe ser con signo positivo. Renunciar totalmente al catálogo de críticas contra la Iglesia. DEJAR LA RELIGIÓN DEL HOMBRE y VOLVER A JESUCRISTO.

Fr. Alberto García Vieyra O. P.

Revista "ROMA”, AÑO II, Buenos Aires, Septiembre de 1968, hace 40 años que se editó este número.

* * *

SANTIAGO DE LINIERS, antes de emprender la RECONQUISTA, ofreció a la Virgen del Rosario todas las banderas que tomase del invasor protestante-anglicano, y con su auxilio venció a uno de los generales más ilustres de Inglaterra.
En esta otra Reconquista – ciertamente más vasta que a la que nos referirnos, pues, como dijo el Papa PÍO XII, es “todo un mundo lo que hay REHACER desde sus cimientos”, (10/2/1952) – es nuevamente el Rosario nuestra arma principal. Es la oración enseñada por la Virgen Santísima a SANTO DOMINGO DE GUZMÁN, la debe ser rezada por los cristianos, ya que Ella misma lo pidió en Fátima. El Rosario venció a la herejía albigense, triunfo del Turco en Lepanto y aplastará a la serpiente de la Revolución anticristiana.

¡DIOS LO QUIERE, DIOS NOS DARÁ LA VICTORIA!

Nobles, discretos varones
Que gobernáis a Toledo,
En aquestos escalones
Desechad las ambiciones,
Codicias, amores, miedos.

Por las comunes provechos
Dejad los particulares.
Pues voz fizo Dios pilares
De tan altísimos techos,
ESTAD FIRMES Y DERECHOS.


Diario Pampero nº 91 Cordubensis Instituto Emerita Urbanus

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