sábado, 6 de septiembre de 2008

La Doctrina Social de la Iglesia frente al socialismo y al liberalismo

Es después de la Revolución Francesa, al principio del siglo XIX, 1789-1814, que aparecen las doctrinas y los movimientos socialistas de nuestros tiempos, como también la misma palabra “socialismo” – parece que acuñada por PIERRE LEROUX, por el año 1835 y hay también opiniones que el primero que la usó fue ROBERT OWEN –e inmediatamente usada por muchísimos escritores políticos de la primera mitad del siglo XIX.

Es evidente que este socialismo viene, ante todo, como reacción espontánea contra el exagerado individualismo del siglo XIX, principalmente representado por JEAN JACQUES ROUSSEAU, quien, contra la sociedad corporativa, lanza el concepto de la sociedad-asociación. El anterior régimen corporativo correspondía al concepto de sociedad como un cuerpo social, a base de analogía con el organismo biológico; tenía él la ventaja de integrar plenamente cada hombre a la sociedad, a través de los cuerpos intermedios analógicamente como cada cédula está incorporada al organismo por intermedio del órgano al cual pertenece. Cada hombre se sentía indispensable e irremplazable en su papel, dentro de la estructura social, tanto para el bien común, como para el bien propio.
Contra esta sociedad corporativa de más de dos milenios, pues existía ya varios siglos antes del cristianismo, pero por él profundamente transformada, el individualismo sale en defensa de la libertad individual, oponiendo al hombre contra la sociedad. Ya en la mitad del siglo XVII, en el año 1651, THOMAS HOBBES, publica en Inglaterra su abultado libro Leviathan, en el cual aparece la idea de la sociedad basada sobre el contrato. HOBBES ante todo sale en defensa de los derechos del ciudadano contra los abusos de poder de algunos monarcas absolutistas. Sin embargo, cuando ROUSSEAU retoma la idea de la sociedad-asociación, concibe a la sociedad no como un fenómeno espontánea y natural, es decir, como el efecto de la natural sociabilidad humana, sino como una asociación libre, voluntaria, de los individuos que a base de un contrato forman libremente un grupo, no empujados espontáneamente por su naturaleza sociable, sino por una conveniencia deliberada.
El individualismo en general, y especialmente el rousseaniano es llevado a la práctica por la Revolución francesa de fines del siglo XVIII y se expresa en las legislaciones de todo tipo, pasando después al Código de NAPOLEÓN. Lo curioso es que esta sociedad nueva, surgida de las ideas del “Contrato Social”, de J. J. ROUSSEAU, prohibe cualquiera asociación, con el pretexto de defender la libertad individual. La ley “Le Chapellier” – 1793 – de la Revolución Francesa proscribe toda asociación de defensa de intereses laborales o profesionales. Además, no hay que olvidarse que este individualismo también se expresa en algunas filosofías sociales de la época, llegando incluso a absolutizar al individuo y, en consecuencia, a oponerlo contra la sociedad.

No hay, pues, nada de extraño que esta posición tan extrema provocara una contestación o rechazo en la forma de socialismo, es decir, en la exaltación e incluso absolutización de la sociedad. Esta desvalorización del hombre por el socialismo llega al extremo en el socialismo hitlerista –nacionalsocialismo-, lo que expresa la famosa frase de ADOLFO HITLER-. “… du bist nichos, das Volk ist aller”. (tu no eres nada, el Pueblo es todo).
No menos importante es la otra característica del socialismo de la primera mitad del siglo XIX, a saber: su vinculación con la así llamada “cuestión social”, es decir, con los problemas sociales, especialmente de los trabajadores proletarios, que aparecen como consecuencia de la revolución industrial, la cual, en Francia, casi coincide con el tiempo con la revolución política de 1789-1789.
La Revolución Francesa es la hechura de la burguesía, dominada por las ideas liberales e individualistas, mientras que los movimientos sociales y políticos vinculados con los problemas sociales-obreros, generados por la revolución industrial, a pesar que en la mayoría de los casos son encabezados por los burgueses, se identifican con todos los que sufren las consecuencias de la primera etapa de la revolución industrial.
Así, el socialismo de la primera mitad del siglo XIX tiene dos características esenciales, a saber: una (desde el punto de vista de la filosofía social), la exaltación, absolutización e, incluso, en algunos casos, la divinización de la sociedad es decir, un concepto de la sociedad que completamente absorbe al hombre concebido como individuo; y la otra característica (desde el punto de vista de la sociología), la identificación con los problemas sociales, causados por la revolución industrial, que pretende solucionarlos por la completa estatización de toda la vida social, económica y cultural.

Nos lo recuerda JUAN VALLET DE GOYTISOLO, citando el correspondiente texto de PROUDHON: “El socialismo, ayudado por la democracia extrema, diviniza al hombre al negar el dogma de la caída original, y, por lo tanto, destrona a Dios, inútil ya para la perfección de la criatura”. Algo sobre los temas de hoy, Speiro, 192, pág. 43, en el mismo libro, JUAN VALLET se refiere a otra manera de la divinización de la sociedad por los socialistas marxistas: “Se llega, en casos extremos, a hablar de la muerte de Dios, o como el dominico francés P. CARDONNEL, se afirma que ha muerto al encarnarse con JESUCRISTO en la masa, que así queda divinizada”, pág. 14.
El primer aspecto del socialismo (la tendencia a la absolutización de la sociedad) provocó la inmediata reacción de parte de la DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA, pues, para el cristiano, el hombre es “persona”, es decir, el valor primario (recordemos que SANTO TOMÁS DE AQUINO dice: “Persona significat id quod es perfectissimum in nota natura”, I, 29, 3) y, por esta razón no puede ser subordinado completamente a la sociedad, al Estado. SANTO TOMÁS dice: “Homo non ordinatur ad communitatem politicam secundum se totum et secundum Omnia sua”, Iª, IIª, 2i, ad. 3). El segundo aspecto del socialismo (su pretensión de solucionar los problemas sociales por la completa ESTATIZACIÓN DE LA ECONOMÍA) le daba apariencia de una posición aceptable para algunos cristianos. Sin embargo, no hay que olvidarse de que el socialismo, defendiendo los oprimidos por una situación social injusta veía su solución exclusivamente en la estatización completa de la vida social, y especialmente, en la supresión de la propiedad privada, la cual – según LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA – es el fundamento indispensable de la libertad de los hombres. Debido a estas razones, ambos aspectos del socialismo lo hacían inaceptable para los cristianos, a pesar de su mérito de defender también la justicia social – como lo hacían los cristianos de la época – afectados por la injusticia.
Sin embargo, la principal razón de rechazo del socialismo por la DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA es otra, la teológica, a saber: la consciente SECULARIZACIÓN por el socialismo del Reino de Dios. La Iglesia nunca puede permitir que a ella se arrebate el Reino de Dios o que se lo secularice. No puede nunca permitir que a ella se arrebate el Reino de los Cielos, pues su tarea esencial, encomendada por Cristo, es predicar, trabajar y luchar por el Reino de Dios, pues secularizado deja de ser el Reino de Dios y se transforma en su caricatura e, incluso, secularizado y desacralizado, al fin y al cabo, se transforma en el Reino de Satanás.

Entre los socialistas y comunistas de la primera mitad del siglo XIX, hay dos grupos: uno compuesto por los que se reclaman ser cristianos y el otro de los abiertamente anticristianos. Sin embargo, los que invocan su fidelidad al cristianismo e, incluso, sinceramente consideran el cristianismo como la base de su pensamiento, lo reducen solo a la ética, a la caridad, a la justicia y fraternidad ye igualdad a más de la libertad, consciente o inconscientemente secularizándolo.
Tal vez el representante más destacado y el más influyente, hasta la hoy día, de los socialistas que ponen el cristianismo secularizado como base de todo su pensamiento y como fundamento de la futura sociedad es CLAUDE HENRI DE SAINT-SIMON (1726-1825). Este hombre genial, que tanto acertó en su optimista visión de la futura sociedad, industrial, conscientemente seculariza el cristianismo, le quita todo carácter religioso y lo reduce exclusivamente a la ética. En su última obrita, La Nouveau cristianisme, escrita poco antes de su muerte, en 1825, elogia la enseñanza de CRISTO, pero toma de ella solamente de ella solamente lo que, según su opinión, debería constituir la base de la futura sociedad: el amor fraterno, la solidaridad de todos los hombres y de todos los pueblos, la justicia, la virtud de la laboriosidad y, ante todo, el mandamiento del perfeccionamiento de sí mismo y de la sociedad.
En el pensamiento de SAINT-SIMON está evidentemente presente la plena y consciente secularización del Reino de Dios, predicado por Cristo, pues, se trata de una sociedad de futuro, completamente laica, una obra únicamente humana, fraternal, animada por el amor y sacrificio, que será la verdadera aurea aetas (edad de oro) del futuro, del porvenir; una sociedad plenamente feliz, pues, gracias al progreso científico y técnico, va a garantizar a todos un bienestar completo, material y espiritual; un paraíso terrestre. Huelga decir, que el optimismo de SAINT-SIMON supone la previa aceptación por él de la opinión rousseauniana sobre la perfección de la naturaleza humana. Es difícil comprender cómo SAINT-SIMON, después de presenciar y vivir los horrores de la Revolución Francesa, pudo seguir creyendo en la bondad de cada hombre, como lo enseñaba J.J.ROUSSEAU. Parece ser acertada la calificación del pensamiento de SAINT-SIMON, dada por KARL MARX en el MANIFIESTO COMUNISTA, COMO UN “SOCIALISMO UTOPISTA”; el Reino de Dios secularizado y des-sacralizado en la más peligrosa utopía.

La segunda corriente socialista, de la primera mitad del siglo XIX, es todavía menos aceptable para los cristianos, pues ni siquiera admite un cristianismo secularizado, teniendo odio y repudio a todo lo cristiano. Esta corriente, encabezada por PIERRE JOSEPH PROUDHON (1809-1865), también pretende con su futura sociedad ideal socialista, reemplazar al Reino de Dios, con la agravante que quiere realizar conscientemente como lo opuesto al Reino de Dios. Los escritos al respecto de P.J.PROUDHON son llenos de blasfemias (por los cuales fue condenado a la cárcel por los tribunales), y de un consciente satanismo. Especialmente, en las Contradicciones económicas: la filosofía de la miseria.
PROUDHON sólo sacó las últimas consecuencias lógicas del pensamiento individualista de ROUSSEAU, como lo observa JUAN VALLET DE GOYTISOLO.

Es comprensible pues, que este socialismo de la primera mitad del siglo XIX es tan severamente juzgado por el BEATO Papa PÍO IX, quien califico (junto con el comunismo) como la doctrina “nefasta y totalmente contraria al derecho natural” cuya “doctrina, si fuese admitida, echaría radicalmente por tierra los derechos, las cosas y las propiedades de todos e incluso la misma sociedad humana”. (Qui Pluribus, 5); esta profecía se cumplió plenamente. El Papa LEÓN XIII resume el pensamiento de PÍO IX, sobre el socialismo, así: “Todos conocen perfectamente las gravísimas palabras y la firme constancia de ánimo con que nuestro glorioso predecesor PÍO IX, DE FELIZ MEMORIA, ha combatido, tanto en sus alocuciones como en sus encíclicas enviadas a los obispos de todo el mundo, contra inicuos intentos de las sectas y particularmente contra la peste socialista que del seno de las sectas iba surgiendo” (Quod apostolici muneris, 3).
Sin embargo, el peor de todos los socialismos es el socialismo marxista, pues no solamente contiene los vicios de los anteriores, sino todavía agregar lo peor: el materialismo integral, el odio y la lucha de clases, la degradación del hombre al nivel animal, el repudio a toda religión y, especialmente, de la cristiana, desvergonzosa explotación de la “cuestión social”, la esencial vinculación con el comunismo, en el cual ve su meta y al cual quiere llegar por la revolución, concebida como destrucción radical de la sociedad histórica.

Actualmente existen muchas doctrinas socialistas y muy variados movimientos socialistas; sin embargo, se puede hablar del socialismo, pues, a pesar de las enfáticas declaraciones de algunos de ellos sobre la presunta ruptura con el marxismo, en realidad el marxismo sigue teniendo una influencia determinante. Por otra parte todos los movimientos socialistas están profundamente infiltrados por los comunistas marxistas-leninistas y de hecho sirven a la revolución marxistas, la cual, a su vez, está al servicio de los imperialismos soviético (ahora está la alianza PUTIN-CHAVEZ, con su “socialismo del siglo XXI, n.r.e.) y el imperialismo chino en ascenso permanente, si no vea las Olimpiadas y DD. HH.

En la encíclica Quadragesimo anno, PÍO IX hace análisis muy detallado de los cambios por los cuales pasa el socialismo y, a pesar que reconoce la existencia de distintas doctrinas socialistas, sigue insistiendo que ninguna de ellas reniega “del fundamento propio del socialismo, contrario a la fe cristiana”, y por eso concluye que “nadie puede, al mismo tiempo, ser buen católico y socialista verdadero”, El Papa PÍO XII afirma esta posición de la Iglesia: “Movida siempre por los motivos religiosos, la Iglesia ha condenado los varios sistemas del socialismo marxista, y los condena también hoy, porque es su deber y derecho permanente preservar a los hombres de corrientes e influencias que ponen en peligro su eterna salvación” (Con sempre, 25, 1943). El Papa JUAN XXIII, en vísperas del Concilio Vaticano II, 1962-1965, en la encíclica Mater et Magistra, recordando la posición Quadrogesimo anno acerca del socialismo dice: “El Sumo Pontífice (PÍO XI) manifiesta que la oposición entre comunismo y el cristianismo es radical. Y añade que los católicos no pueden aprobar en modo alguno, la doctrina del socialismo moderado. En primer lugar, porque la concepción socialista del mundo limita la vida social, del hombre dentro del marco temporal, y considera, por tanto, como supremo objetivo de la sociedad civil el bienestar puramente temporal; y en segundo término, porque el proponer como meta exclusiva de la organización social de la convivencia humana la producción de los bienes materiales, limita extraordinariamente la libertad, olvidando la genuina noción de la autoridad social”, y también rechaza la tesis socialista que “pueden los hombres, prescindiendo de Dios y solamente con sus propias fuerzas, alcanzar la cima suprema de la civilización humana” (Ibíd.).
No se trata aquí de recordar todos los textos del Magisterio que se refieren al socialismo; sólo nos interesa subrayar que la Iglesia constata la oposición radical entre el socialismo y el cristianismo, y, si es así, una vez más nos preguntamos: ¿cómo se explica entonces la existencia dentro de la Iglesia de los “cristianos por el socialismo”? ¿Por qué, a pesar de toda evidencia de la contradicción entre socialismo y el cristianismo hay sacerdotes que insisten en su opción por el socialismo? No pueden, honestamente, invocar el argumento de la “cuestión social”, pues saben bien que el socialismo marxista, donde llegó al poder, ni solucionó ni mejoró la situación de los trabajadores; los actuales acontecimientos en Polonia, una vez lo demuestran. (1982). Tampoco pueden negar la evidencia del hecho que el socialismo lleva al comunismo ateo y materialista, que sirve a la revolución marxista-leninista y, por ende, al imperialismo soviético o chino. Tal vez, una contestación satisfactoria a estas preguntas o, al menos, una aclaración de todo este asunto, nos la da el reciente libro de ROLAND GAUCHER, Le réseau Curil, París, 1981, pág. 433, según el cual detrás de los “cristianos por el socialismo” se encuentra la KGB (la policía política soviética) y millones de dólares proporcionados por ella.

A pesar de que ya pasaron más de tres años de la fecha del misterioso asesinato, en París, de HENRI CURIEL, el famoso agente de la KGB, es solamente ahora que aparecen interesantes libros con PROFUSA documentación, donde se describe sus actividades subversivas. Entre estos libros, el de ROLAND GAUCHER es de una excepcional importancia, pues suministra una irrefutable documentación sobre la manipulación, por parte de la KGB, de los “cristianos por el socialismo”.

En el libro de GAUCHER se encuentra una excelente descripción de la aplicación práctica, por CURIEL, de la “táctica de karate”: SERVIRSE DE LA FUERZA DEL ADVERSARIO. Este adversario, para los dirigentes de la revolución marxista, es todo el mundo no-comunista; sin embargo, se trata especialmente de servirse de las fuerzas de la Iglesia, de sus innumerables instituciones, del clero, de los religiosos y de las religiosas y, ante todo, del entusiasmo de su juventud.

Una de las variantes de esta “táctica de karaté” es el bien conocido “frente amplio”: movilizar a todas las fuerzas posibles de los enemigos a favor de alguna causa que tenga apariencia de noble, y, de esta manera, reforzar el campo comunista. La muy detallada descripción de la actividad subversiva del “réseau CURIEL”: en Egipto, constituye un excelente aporte al estudio de estas tácticas concretas en las circunstancias concretas, cambiables y reales. No menos valiosa e informativa es la descripción detallada de la segunda gran obra del “réseau CURIEL”: la organización y la manipulación por la KGB de la subversión en Argelia. Sin embargo, es el caso de la extensión del “réseau CURIEL” al TERCER MUNDO, especialmente a la AMÉRICA LATINA, que proporciona las informaciones más abundantes y las más recientes respecto a la infiltración de los agentes de la KGB dentro de la Iglesia y respecto a los métodos aplicados en cada caso. Es sólo después de una atenta lectura de las descripciones de estas tres grandes etapas (Egipto, Argelia, TERCER MUNDO) de las actividades del “réseau CURIEL”, que el lector se da cuenta de la plena justificación del subtítulo del libro: “LA SUBVERSIÓN HUMANITARIA”, pues con espanto se descubre cómo las más nobles y típicas cristianas instituciones de la Iglesia dedicadas a las obras de caridad y de cultura, están aprovechadas por la KGB para los fines subversivos. Es aquí donde la pérfida táctica del KARATE se hace más evidente y patética. Con horror se descubre los millonarios fondos y, ante todo, el sacrificado trabajo entusiasta de miles de monjes y de monjas están hábilmente aprovechados para destruir el orden, la fe, la religión, la civilización cristiana.
Concretamente, nos informamos cuántos eventos religiosos: congresos, jornadas, movimientos intelectuales, filosóficos y teológicos están manipulados por la KGB. Es aquí donde nos encontramos con la “TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN”, con los “CRISTIANOS POR EL SOCIALISMO”, con la IGLESIA POPULAR o DEL PUEBLO”, con las “comunidades eclesiales de base”, con los “CARISMÁTICOS”, con los “ecuménicos”, etc. Sobran los datos concretos que nos informan dónde, cómo, cuándo y quién se ha dejado se ha dejado llevar a la subversión más vil que uno pueda imaginarse: la fabricación y el transporte clandestinos de bombas y armas asesinas para los terroristas, la falsificación de pasaportes y toda clase de de documentación, la falsificación de las monedas de muchísimos países, como también una larga lista de horribles asesinatos. Y no hay que olvidarse que el “réseau CURIEL” es sólo una de las innumerables operaciones soviéticas que siguen trabajando en todo el mundo con la “TÁCTICA DEL KARATE”.

PBRO MIGUEL PORADOWSKI.

LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA FRENTE AL SOCIALISMO Y EL LIBERALISMO.

CRISTIANISMO CONTRA DEMOCRACIA.

Sí. En materia política, hay algo claro en la Sagrada Escritura y en la doctrina del Magisterio eclesiástico es la verdad de que el cristianismo es contrario a la democracia. Nada en la historia del pueblo de Dios ni en la Historia de la Iglesia induce a creer que en la vida pública haya de hacerse la voluntad del pueblo – lo democrático -; y, por el contrario, todo induce a creer que en la vida pública ha de hacerse la voluntad de Dios. Es claro que si, en la mente de Dios, el mejor régimen fuera de la democracia, Dios hubiera propuesto a MOISÉS y JESUCRISTO hubiera propuesto a su Iglesia el régimen democrático. Y por lo que toca al régimen de las órdenes religiosas, en el que algunos quisieran ver el inicio de la democracia moderna, como se ve por “Le principe de la majorité” de C. LECLERC, inicialmente, en las órdenes religiosas y en los monasterios decidía la “senior pars” – la mayoría -. Sólo se llegó en la organización religiosa a la democracia “frailuna”, como diría MENÉNDEZ PELAYO, cuando “la parte más sana” coincidía con “la mayoría”: la mayoría en una comunidad religiosa es buena; lo malo en una comunidad religiosa es la minoría, lo que es equivalente, cuando la voluntad de la mayoría de una colectividad – religiosa o civil – coincide de hecho con la voluntad de Dios, no es inconveniente, sino conveniente al régimen democrático. Por el contrario, cuando la voluntad de la mayoría de los ciudadanos es distinta y contraria de la voluntad de Dios, disconforme de la Ley de Dios, es mala la democracia, en tanto en cuanto contraría a la Ley natural, al derecho natural. Por eso, el régimen democrático es bueno para una colectividad de verdaderos cristianos, de católicos que piensan y quieren y actúan conforme a la voluntad de Dios, en la misma medida que es un régimen malo en una sociedad pluralista, en una sociedad donde los ciudadanos hacen caso omiso del saber y del querer de Dios.

Hay otro discurso perfectamente claro y concluyente: la democracia liberal, lo que vulgar y comúnmente se llama democracia se funda sobre el liberalismo filosófico, es decir, sobre el racionalismo – la creencia de que nada hay válido si no es racional – y sobre el naturalismo – la creencia de que ha de rechazarse todo aquello que se presente con pretensiones de sobrenatural. En efecto, la democracia española actual o la argentina, igual que la francesa, ahora la rusa, la británica, la sueca y la italiana, etc. etc., están fundadas en principios puramente racionalistas y naturalistas, ateos o, lo que es equivalente en la práctica, laicistas, laicos. Es así que el liberalismo filosófico (como se ve por la encíclica “Libertas”, del Papa LEÓN XIII, por el “Syllabus”, de PÍO IX y por la “Octogesima Adveniens”, de PABLO VI) es contrario a la fe y a la filosofía y teología políticas del catolicismo; luego la democracia liberal es contraria e incompatible con el catolicismo, con el cristianismo auténtico.
Quiere decirse que aquél que sea substantivamente católico sólo puede ser demócrata adjetivamente, secundariamente, accesoriamente, es decir, falsamente. Y VICEVERSA. Lo vemos ya en la Ley MOSAICA: “NO DEJES ARRASTRAR AL MAL POR LA MUCHEDUMBRE” (Ex. 23, 2), el fiel a Dios no puede aceptar la ley que le imponga democráticamente la muchedumbre, si es contraria a la ley de Dios. Y en la misma Ley MOSAICA se considera la posibilidad de que sea “LA ASAMBLEA TODA DEL PUEBLO” la que hiciera “ALGO QUE LOS MANDAMIENTOS DE YAHVÉ PROHIBEN”, dado que en la Biblia, “LA VOZ DEL PUEBLO NO ES LA VOZ DE DIOS”. Allí se dice cuál debe ser el sacrificio que el pueblo debe ofrecer “por el pecado de la asamblea” (Ley. 4, 13-21). De aquí que el Hijo de Dios debe ser resistente y un objetor de conciencia constante en la democracia laica. Y, por eso, el Papa PÍO XII, en su Radiomensaje navideño de 1944 acepta sólo la “LA DEMOCRACIA SANA”, la respetuosa Ley de Dios.
LUIS Mª ANSÓN director general de la agencia de noticias EFE tiene publicado en ABC de Madrid 813-X-1959), un precioso artículo titulado “Pío XII y la democracia” con textos de varios Papas demostrativos de que el cristianismo es contrario a la democracia.
Por eso, si el Papa JUAN PABLO II o nuestros obispos se declarán pro-demócratas, “ipso facto” se ponen en contradicción con la doctrina enseñada por la Tradición, las Escrituras y los Papas.

EULOGIO RAMÍREZ.
LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA FRENTE AL SOCIALISMO Y EL LIBERALISMO fue extraído de la revista “Roma”, Director ANDRÉS DE ASBOTH (+), Buenos Aires, Año XVI, nº 75, págs. 27-32 y 37 a 38. Septiembre de 1982

Editó Gabriel Pautasso
Diario Pampero nº 89 Cordubensis
Instituto Emerita Urbanus, Córdoba, 5 de septiembre de Penthecostés del Año del Señor 2008, Fiesta de San Lorenzo Justiniano, obispo y confesor
LAUS DEO TRINITARIO


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