Por Ricardo de la Cierva.
Uno de los obispos del Tercer Mundo que más llamaron la atención en el Concilio es HELDER CÁMARA de Olinda- Recife, archidiócesis a la que accedió en1964 (F. Blazquez, Ideario de Helder Cámara, Salamanca, “Sígueme”, 1974). Anteriormente había formado en las filas del populismo (¿peronismo?) cuasifascista brasileño, como tantos posteriores “profetas” del marxismo. Se sintió inclinado al radicalismo social por el “Manifiesto por una civilización solidaria” del domínico LEBRET, uno de los precursores de la teología de la liberación. Se declaró muchas veces expresamente ajeno a los comunistas.
En el año 1966 se reunían en Brasil, convocados por Dom SCHERER – otro de los eclesiásticos de Brasil que vio claro desde el principio los peligros del liberalismo – los movimientos de Acción Católica. Un mes después, en Antonio Carlos, Minas Geraes, se celebraba, en medio de una agitación frenética, el XIV Congreso Nacional de la JUC. Al final de la reunión se envió una carta al cardenal ROSSI y a Dom SCHERER cuya conclusión más importante era este grito de rebeldía: “Por consiguiente no nos reconocemos más como Acción Católica o como cualquier otra forma de organización que se defina como extensión del apostolado jerárquico sino que nos hemos proponemos asumir nuestra misión cristiana, hombres del mundo, comprometidos en una vida teologal y en función de esta misión nuestro movimiento va a organizarse. En el interior de la diversidad de funciones continuamos unidos a la Jerarquía, en la comunión eclesial”, decían los rebeldes, cuando estaban consumando la ruptura. Dom SCHERER replica con el intento de que la JUC reconsidere su posición rebelde. Les recuerda que el Papa PÍO XI, en carta al cardenal LEME, definía precisamente a la Acción Católica como prolongación del apostolado jerárquico. En noviembre, el secretariado del Apostolado de los seglares comunica la disolución de la JUC y de la JEC. El movimiento trató de sobrevivir después de cortar su conexión con la jerarquía y en 1967, ya en vísperas de Medellín, celebró su primer congreso “de la ex JUC”. Ya se había publicado, el año anterior (31.VII.1966) el primer documento conjunto de los obispos del Tercer Mundo (solamente 17) encabezados por HELDER CÁMARA, en que definían a sus pueblos exactamente con las mismas palabras, que LENIN: les consideraba el proletariado actual. La X reunión ordinaria de la CELAN en Mar del Plata, celebrada en ese mismo año, vaciló entre desarrollismo y el liberacionismo, y resultó, en definitiva, una especie de aborte por la firme actitud tradicional de gran parte de los episcopados argentinos y brasileño. La reacción de los movimientos brasileños de Acción Católica después de su frustado congreso independiente fue la abierta recaída en la militancia de izquierdas contra el gobierno militar; en una palabra, como dice duramente ENRIQUE DUSSEL, pasaron a la clandestinidad. Esto no significa que el conjunto de la Iglesia de Brasil apoyase sin reservas al régimen militar; el año de 1967 registró continuos conflictos ente la Iglesia y el Estado, y a veces los obispos tradicionales, mientras se oponían al marxismo, criticaban también los excesos reaccionarios y protestaban contra la opresión a que estaban sometidos las capas más pobres del país.
En 1968 los restos organizados de la ex JUC se aventan. Militantes individuales, y por grupos, se incorporan a la lucha política, colaboran con los marxistas en el intento de captación del movimiento comunidades de base, objetivo que se ha logrado en parte, como demuestran estudios recientes (Ver Almir Ribeiro Guimaraes, Comunidades de base no Brasil, Vozes, Petrópolis, 1978). Este libro, netamente favorable al liberacionismo, reconoce al final que la salida natural de las comunidades de base es el movimiento liberacionista, es decir, la Iglesia Popular, pero también afirma, en 1978, que “No podemos decir que todas las comunidades brasileñas se hayan comprometido en el proceso de liberación”. La firme actuad de una parte del Episcopado brasileño ha contenido la caída de millones de católicos en el liberalismo; pero no ha logrado evitar la profunda división de la iglesia católica. El 11 de marzo de 1968 – ya estamos en el año de Medellín – Dom HELDER CÁMARA despliega toda su santa ingenuidad en una célebre conferencia en el Instituto Católico de Recife. “El socialismo puede ofrecer una mística de fraternidad universal y de esperanza incomparablemente más amplia que la mística estrecha que la mística estrecha de un materialismo histórico” dice, a la vez, que atribuye (sin que los marxistas lo hayan confirmado jamás fuera de las hermosas palabras) “la necesidad de revisar su concepto de religión”. Dom HELDER ha viajado a Europa para recobrar energías y siembre los caminos de Medellín con una cruzada: el “Movimiento de presión moral liberadora”. 350 sacerdotes de Brasil, de acuerdo con Dom HELDER, a sus obispos, una carta tremenda en que definen a su nación como “pueblo asesinado” (E. DUSSEL).
Pero la división episcopal, que se mantiene hasta hoy, se hizo muy viva en tiempos de MEDELLÍN. Monseñor PADÍN, antiguo consiliario de la JUC y preliberacionista, comparaba la actuación del gobierno brasileño con la de la Alemania nazi. Pero Monseñor SIGAUD, obispo de Diamantina, Monseñor ALMEIDA MORAES, obispo de Niteroi, y Monseñor CASTRO MAYER, obispo de Campos declaran conjuntamente contra el precursor y portavoz del liberacionismo JOSEPH COMBLIN que “los comunistas se han infiltrado en la jerarquía eclesiástica”. Doce obispos tradicionales – que en Brasil no quiere de ninguna manera decir simplemente reaccionarios – reciben el apoyo de una fuerte asociación católica “por la defensa de la tradición, la familia y la propiedad”. Pero Dom HELDER CÁMARA replica con la fundación, apoyada por treinta y dos obispos, de su “movimiento de presión moral y liberadora”. (E. Dussel).
La Conferencia de Medellín en 1968, fue, por manipulación a que fueron sometidas sus deliberaciones y conclusiones, el punto de arranque para la etapa definitiva del liberacionismo. Desde entonces los movimientos de liberación se abatieron con fuerza sobre Brasil, como sobre toda América. En mayo de 1969 (véase cordobazo, el 29) un grupo “incontrolado”, que se relacionaba seguramente con la policía, captura y asesina a un capellán de la ex JUC, secretario de Dom HELDER CÁMARA, en Recife; el padre ANTONIO HENRIQUE PEREIRA NETO. (el Mujica brasileño). La salvajada proporcionó un mártir a los movimientos liberacionistas en Brasil. (E. DUSSEL). El cardenal SALES denuncia la represión de los “escuadrones de la muerte”, policía paralela (como las Tres AAA) del régimen militar que en su lucha contra la subversión – que en muchos casos era subversión auténtica, aunque los brutales procedimientos no se justifican nunca (¿…?) - habían cometido más de un millar de asesinatos (o ¿ejecuciones?) según la denuncia del cardenal. PABLO VI condena públicamente en 1970 la represión en Brasil. El gobierno militar brasileño acusa varias veces al Episcopado de traición al Brasil y desprestigio contra la nación ¿…? 17 obispos del Nordeste, la región más conflictiva, corren peligro de ser juzgados ante un tribunal militar; la catástrofe no se consuma, afortunadamente.
El problema de la seguridad nacional en Brasil es que los movimientos de subversión – apoyados directa e indirectamente por los liberacionistas – eran realmente de carácter revolucionario y amenazaban a la nación, defendida por un régimen militar autoritario (¿…?) en clara conexión con los intereses anglosajones (Ver Braganza, TFP, Becar Varela, etc.). El poderoso aparato de la propaganda marxista en todo el mundo enmascarada la realidad de la subversión para fijarse exclusivamente en las atrocidades – reales - ¿? de la represión.
Por desgracia en el Brasil de entonces nadie pensaba en que existía una tercera vía ¿tercera posición? , tal vez porque no existía. He aquí, desnudamente, el problema más lacerante de Iberoamérica; para sacudirse los errores y las desventajas de un imperialismo, los “liberadores” impulsan a sus pueblos a caer en manos del imperialismo totalitario marxista. La tercera vía, teóricamente, es la democracia nacional en solidaridad con Occidente; ella se encaminan con enormes trabajos y sufrimientos los pueblos de América, no sin fracasos dramáticos como el del populismo brasileño, o la Democracia Cristiana en Chile anterior a ALLLENDE GOSSENS, o el peronismo y el radicalismo en la Argentina. ¿…?
Disueltos y dispersos los movimientos especializados de la Acción Católica brasileña en vísperas de Medellín, el Episcopado intentó una y otra vez rehacerlos de forma más segura, mediante un nuevo movimiento: Pastoral Universitaria. Hasta ahora sin éxito. Los nuevos centros y la nueva militancia son exiguos y no ejercen influencia. La enseñanza superior católica en Brasil ha caído en el pragmatismo y el funcionalismo, sin el menor empuje apostólico. Cuando cuajan grupos organizados el remedio es peor que la enfermedad; en el segundo encuentro de Pastoral Universitaria, en Vitoria, 1980, toda la jerigonza liberacionista se introdujo en las conclusiones.
Persiste la división en la Iglesia de Brasil, la inmensa nación que acaba de recuperar la democracia (1985), y que está tratando con proverbial sentido político moderado de la herencia portuguesa sus problemas capitales; la transición desde el militarismo y la enorme masa de la deuda externa internacional, cuyas garantías radican en buena parte en el propio Brasil, que no muestra excesiva prisa en liberarse de la carga, porque los gobiernos tienen presentes, ante todo, las necesidades tremendas de su pueblo. Pero en medio de la división ascienden para todo el mundo las estrellas del liberacionismo. Avanza la captación marxista del gran movimiento comunidades de base: los libros de LEONARDO BOFF son la mejor prueba de ello. Los hermanos BOFF influyen en todo el mundo católico desde su plataforma brasileña. La “editorial Vozes” de Petropolis es un poderoso centro de propaganda cristiana-marxista, el más importante de toda Iberoamérica. Retirado HELDER CÁMARA, su lucha continúa, secundado por obispos como el español PEDRO CASALDÁLIGA, recientemente convertido en vedette mundial de liberacionismo. Dos cardenales brasileños, ARNS y LORSCHEIDER, apoyan y alientan a BOFF en su rebelión contra el Vaticano; otros, como SCHERER, se oponen. Pero aunque la gran Conferencia Episcopal de Brasil – la mayor del mundo, con más de trescientos obispos – se encuentra hondamente dividida, como toda la Iglesia de Brasil, aunque los problemas de la gran nación son acuciantes, y justifican aparentemente todos los excesos del liberacionismo, hay también una fuerza tradicional gigantesca en el pueblo cristiano y en el Episcopado brasileño que se encuentra en plena comunión con las directrices de JUAN PABLO II; la misma disciplina – ejemplar – con que fray LEONARDO BOFF ha aceptado su reducción al silencio – entre otras cosas porque no le quedaba otro remedio en la praxis – es una prueba de que la Iglesia de Brasil está vivísima y de que superaba los traumas del liberacionismo desde sus raíces profundas.
Edito Gabriel Pautasso
Diario Pampero nº 87 Cordubensis
Instituto Emerita Urbanus
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