“VIVIENDO ASÍ… RECORREMOS LA SENDA DE LOS MANDAMIENTOS DE DIOS CON UNA DULZURA AMOROSA INENARRABLE; DE MODO QUE SIN ABANDONAR NUNCA SU ESCUELA, SINO PERSEVERANDO EN SUS ENSEÑANZAS HASTA LA MUERTE, EN EL MONASTERIO, COMPARTIMOS CON NUESTRA PENITENCIA LOS SUFRIMIENTOS DE CRISTO Y ASÍ NOS HACEMOS DIGNOS DE COMPARTIR SU REINO”
SAN BENITO, prólogo de la Regla.
“Una vez hubo un hombre Venerable, cuyo nombre era BENITO…Nació de buena familia, en la provincia de Nursia, y de allí fue enviado a la escuela en Roma. Pero… despreció sus estudios, abandonó su hogar y la riqueza de su padre, y, con el deseo de complacer sólo a Dios, buscó el hábito de la santa religión”.
SAN BENITO no fue el primer monje, pero fue el primero que no consideró el monasterio como una colección de ermitaños, cada uno de ellos dedicado a su propia salvación personal, sino como una comunidad de personas que viven unidas y con un mismo propósito. Nació en 480, en una época en que el Impero romano de Occidente se había hundido por completo e Italia estaba dividido entre los ostrogodos, en el Norte, y el precario dominio del emperador oriental (bizantino), en el Sur. Era una época de desolación, y el nuevo monasticismo de BENITO constituyo una de las medidas para contrarrestarla. Consolidó la Iglesia, protegió la cultura y preparó misioneros que ampliarían el ámbito de la cristiandad.
El primer período de BENITO como monje se conformó al patrón “egipcio”: soledad, penitencia, y oraciones en una cueva junto a Subiaco. Luego, durante 18 años dirigió una colonia de monjes en Vicovaro, racionalizando los duros preceptos de los Padres del Yermo y sistematizando sus propias ideas acerca de una comunidad equilibrada y que se bastase a sí misma. Hacia 529 se trasladó a Monte Cassino y escribió su Regula para guía de las futuras generaciones. Sus disposiciones son severas pero prácticas, y se han conservado hasta nuestros días, sin cambios esenciales, como fundamento de la vida monástica.
SAN GREGORIO MAGNO, monje benedictino que llegó a ser Papa, escribió la Vida de San Benito – o mejor, el Segundo Libro de sus Diálogos, que la contiene -, probablemente en 593 o 594.
SAN GREGORIO acaba su Vida de San Benito: “Ahora debo enmudecer un momento, para recuperar fuerzas con el silencio y poder narrar los milagros de otros”.
Editó Gabriel Pautasso
Instituto Eremita Urbanus
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