jueves, 13 de noviembre de 2008

Sabado 15 de noviembre: San Alberto Magno, obispo, confesor y doctor



El que había de ser llamado DOCTOR UNIVERSALIS doctor universal por sus conocimientos universales apenas igualados por su contemporáneo ROGERIO BACON, nació en Lauvigen, Suabia, Alemania año 1206. Hijo de del Conde de Bollstadt, fue pronto enviado a la Universidad de Pavía, norte de Italia, vistiendo en aquella ciudad el hábito de dominicano (año 1223). Terminados sus estudios, enseñó teología en Hildesheim, en Friburgo de Brisgovia, luego en Ratisbona (Regensburg), Estrasburgo y Colonia. De allí tuvo que pasar a París, donde tuvo por discípulo al joven religioso TOMÁS DE AQUINO, cuyo mérito supo reconocer. De la Summa Theologiae del maestro , el “Buey Mudo” había de tomar iniciativa para su Summa Theologiae, síntesis incomparable de toda la doctrina católica.

Creado obispo de Ratisbona, renunció la mitra para dedicarse más desembarazadamente a escribir y a enseñar no ya en una diócesis, sino en toda Alemania, siendo “el milagro y el estupor de su tiempo”, ya por su enseñanza oral, ya sobre todo por el número y calidad de sus escritos, en que estudia no sólo la ciencia sagrada, la teología, sino también las ciencias experimentales y físicas, adelantándose barios siglos a su tiempo. Fue muy devoto de JESÚS en la Eucarística y de MARÍA SU MADRE, por considerar al uno el camino y a la otra puerta del cielo. Mantuvo amistosas relaciones con SAN LUIS, Rey de Francia; hasta que, maduro para la patria, esta gran lumbrera de la tierra pasó a lucir frente al que es la luz y la dicha perpetua de sus amantes y creyentes, muriendo en Colonia, el año 1280.

OH DIOS, que hiciste al santo Pontífice y Confesor ALBERTO en la ciencia de someter la humana sabiduría a la fe divina: haz, te rogamos, que de tal modo sigamos los vestigios de su magisterio, que gocemos de la luz perfecta en los cielos. Por nuestro Señor JESUCRISTO.

ALBERTO MAGNO, conde de Bollstädt, nacido en 1193 en Lauingen , Suabia y muerto en 1280 en Colonia, dominico como su discípulo Santo Tomás de Aquino, es celebrado en las crónicas contemporáneas como philosophus, como philosophorum maximus. Su discípulo Ulrico le llama: Vir in omni scientia adeo divinus, ut nostri temporis stupor et miraculum vocari posit (Varón de tal manera divino en todas las ciencias que puede ser llamado estupor y milagro de nuestro tiempo). Alberto es llamado también Doctor Universalis. Se caracteriza por el universalismo en el conocimiento de las fuentes. Reúne un enorme arsenal de ideas sacado de autores aristotélicos, arábigos-judíos, neoplatónicos y patrísticos. También le conviene la nota de universalismo por su dominio de lo diversos ramos del saber. La obra científica de su vida abarca en un amplio horizonte toda la filosofía de entonces, la teología especulativa, la exegesis y, todo el ámbito de las Ciencias naturales de su tiempo. Es verdad que también se echan de ver en Alberto Magno las deficiencias propias del universalismo. La elaboración sintética de los materiales de su saber, el ajuste armónico de las distintas tendencias no logró alcanzarlo en la misma medida que Santo Tomás. La significación de Alberto Magno para la historia de la filosofía consiste en haber hecho utilizable la filosofía de Aristóteles para la Escolástica de los países occidentales mediante una paráfrasis metódica, influida por Avicena, que comprende todas las obras del filósofo del Estagira y la publicación de monografías sobre la filosofía aristotélica, habiendo creado así, en cierto modo, un peripatetismo cristiano escolástico: Nostra intentio est omnes dictas partes (scilicet physicam, metaphysicam et mathematicam) facere Latinis intelligibiles Alberto rechaza en su interpretación y aprovechamiento de Aristóteles las teorías del averroísmo latino, y esboza en sus líneas el edificio de la doctrina aristotélico-escolástica que después Santo Tomás llevó a término trabajando con esmero cada una de sus partes y dándole la unidad de un todo arquitectónico. En teología, Alberto en sus obras sistemáticas (comentario de sentencias, Summa de creaturis, Summa theologica) no incorporó todavía los materiales y motivos aristotélicos en su conjunto como Santo Tomás. En una de las partes inéditas de la Summa de creaturis ha creado un impresionante y agudo sistema de Ética, compuesto por el autor antes de conocer toda la ética nicona-queya de Aristóteles.
Alberto Magno abrió a su discípulo Tomás de Aquino la senda del aristotelismo cristiano, reunió en torno suyo un cierto número de discípulos entusiastas, especialmente en países alemanes, e influyó en posteriores generaciones científicas. El movimiento escolástico que de él procede tiene en Alemania un carácter bastante señalado, en cierto sentido un carácter nacional. Los rasgos características de este elemento alemán en la Escolástica son: universalismo, independencia, preferencia por las cuestiones que pertenecen a las ciencias de la Naturaleza, gran inclinación al neoplatonismo, rasgo éste que se ya se advierte en los escritos de Alberto Magno, especialmente en su comentario inédito al tratado De divinis nominibus del Seudo-Areopagita. De la escuela de Alberto Magno procede el tan usado Compendium theologicae veritatis de Hugo Ripelin de Estrasburgo. La obra más importante d esta escuela alemana de Alberto es la valiosa Summa teológica, inédita, de Ulrico Engelberto de Estraburgo (+1277) que contiene, respecto de la Metafísica, afirmaciones de sentido neoplatónico.
El neoplatonismo y la investigación científica de la Naturaleza aparecen unidos en los escritos de DIETRICH DE FREIBERG. El neoplatonismo de la escuela de Alberto Magno es también como la casa paterna de la mística alemana de la Orden de Predicadores. Una gran obra de dirección neoplatónica es el comentario, inédito, de BERTOLDO DE MOSBURG a la Elementatio theologica de PROCLO. La escuela de Alberto vivió largamente en Alemania. En el siglo XV encontramos en la Universidad de Colonia la interesante lucha entre la Schola Albertistarum y la Schola Thomistarum.

MARTIN GRABMANN, “Filosofía medieval”, Trad. Salvador Minguijón, reimpresión, Editorial Labor, Barcelona, 1949, págs,. 88-91.

Si la respuesta franciscana al reto del aristotelismo consistió en acceder a los campos iluminados del misticismo, estrechando la inicial apertura de Alejandro de Hales, la réplica dominica vino del obispo de Ratisbona ALBERTO EL TEUTÓNICO (1206-1280), varón de tal fama tan inmensa por la universalidad d sus conocimientos que ya en vida le fue adscripto el apodo de Alberto Magno bajo el cual ha pasado a la posteridad. Siendo parejas las conclusiones en lo que a la teoría del saber afecta, por más que la riqueza de materiales de estudio, la amplitud colosal de las lecturas y la mayor apertura intelectual del santo dominico pudieran inducir a verle cosechar conclusiones diversas que las del santo místico franciscano.
Más próximo a Alejandro de Hales que a San Buenaventura, San Alberto no tiene empachos en aceptar las verdades vengan de donde vinieren. En el De causis et procesu universitatis, II, 1, 1, formula su profesión de fe cultural en los siguientes términos: “Accipiemus igitur ab antiquis quaecumque bene dicta sunt ab ipsis”. Es que Alberto comprendió más sagazmente el problema, por más que la gloria de resolverlo estuviese reservada al impar talento sistemático de Santo Tomás de Aquino, el discípulo que consuma la empresa que el maestro quizás no estaba capacitado para hacer, dado que la peculiaridad de sus talentos derramábase en cierta inmensa sed de saberes de toda proveniencia: libros aristotélicos, tratados de ciencias árabes o judíos, observaciones personales. Que San Alberto procuró noticias de todas partes e indagó todos los más recónditos del aprendizaje, sin agotar nunca jamás su innata, inmensa, característica curiosidad. Apenas termina los estudios teológicos recorre el norte de las tierras alemanas investigando directamente lo investigable, gracias a aquellos dones de observador que según Albert Garreau en San Alberto Magno, fueron su primordial condición humana. (Buenos Aires, Desclee de Brouwer, 1944, pág. 55). En sus innúmeros estudios trato de las ciencias naturales, con tal gama de noticias que bien pudiera decirse que desde Aristóteles ningún filósofo había puesto tamaño empeño en acumular informaciones desde Aristóteles sobre las Disciplinas científicas especializadas. Aunque no supo griego, a él se debe la incitación para que Guillermo de Moerbecke tradujera los textos peripatéticos. Es que la atracción sentida hacia Aristóteles hubo de ser algo instintivo, sin duda por el parecido de sus ambiciones culturales y de su espíritu curioso, puestas de relieve por A. Scheinder en su Die Psychologie des Albert des Grossen. (Arthur Schneider: Die Psychologie Alberts des Grossen. Münster, Aschendorffschen Buchhandlung, 1903, pág. 15). O por Leopold Gaul en su Alberts des Grossen Verhältnis zu Plato. (Múnster, Aschendorffschen Buchhandlung, 1913, pág. 156). Variedad polifacética que, no obstante, jerarquizada sus curiosidades al servicio del saber cristiano. Que “Alberto era por inclinación naturalista; filósofo por aspiración consciente; pero teólogo con todas sus fuerzas de su alma creyente y de lo íntimo de su corazón abrasado en amor”, le ha rwetratado un especialista y compañero de hábito cual el padre Jerónimo Wilms en el San Alberto Magno. Su valor científico universal. (Versión castellana. Madrid, Tipografía de Archivos, 1953, pág. 97).

FRANCISCO ELÍAS DE TEJEDA, “TRATADO DE FILOSOFÍA DEL DERECHO”, tomo I, Sevilla, 1974, pág. 119-120.

Editó Gabriel Pautasso
Instituto Eremita Urbanus

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