Caballero y monje son la síntesis de la cultura de la medianidad.
Por Robert Spaemann
Según OCTAVIO PAZ, el relativismo social propio de nuestros días tiende a convertirse en una forma de absolutismo. Este absolutismo relativista tiene como fundamento el hecho de que las cosas no tienen valor, sino que tienen simplemente precio, y que pueden por lo tanto intercambiarse.
Creo que eso corresponde exactamente a nuestra situación. En este momento, como el marxismo ha muerto, es posible, tal vez por primera vez, rescatar algunas observaciones de KARL MARX. Me refiero a su descripción de la sociedad moderna como sociedad de mercaderías, en la cual todos los valores se convierten en valores de cambio. En una civilización como la nuestra, donde cada valor es una mera variable o función de cambio, se busca un equivalente para todas las cosas y por consiguiente, es semejante situación, las obligaciones constituyen un elemento foráneo. Por ejemplo, si en una sociedad se acepta únicamente la tesis según la cual todas las convicciones deben respetarse, el resultado es que ninguna convicción es respetada, es decir, no se respeta el hecho mismo de tener una convicción. Hay que tener hipótesis y solamente hipótesis. Por consiguiente, se trata de una civilización de hipótesis y a la larga toda fe religiosa y toda relación personal, como el matrimonio o los votos religiosos, dejan de comprenderse, ya que según su naturaleza no son sustituibles por equivalentes.
Actualmente existe un filósofo norteamericano, RICHARD RORTY, que hace la propaganda de este tipo de sociedad. Según él queremos tener una sociedad en la cual se reconozca una sola realidad: el dolor o el bienestar. El hombre de semejante sociedad es, por consiguiente, exactamente lo que corresponde al “último hombre” descrito por NIETZSCHE.
Se trata de nueva forma de nihilismo: el nihilismo banal. Después del nihilismo heroico, ahora tenemos el nihilismo banal. Y es muy peligroso. Por ejemplo, en nuestra juventud actual hay una gran tendencia a la violencia. Ya no se trata de una violencia justificada por un objetivo histórico, como la de la izquierda; ahora es algo lúdico. Si le preguntamos a un joven por qué es tan violento, nos responderá riendo: “Y por qué no?”. Yen las escuelas a la juventud ya no le interesan las ideas de emancipación y progreso de aquellos profesores que siguen siendo personas de izquierda. Es otra cosa: es la nada y el resultado es la violencia.
En el fondo, en el alma de los jóvenes, el relativismo es la muerte. Es la muerte del alma. Nos parece realmente criminal educar a los niños y a los jóvenes en el relativismo, porque eso significa que la vida no tiene importancia. Uno puede pensar de modos diferentes, pero contando con algún criterio para optar, y para ello hay que saber también elegir los criterios. En el marco relativista, en cambio, la elección es ciega. Es la muerte del alma. En un contexto educacional así, antes de comenzar la vida, las almas ya han sido asesinadas.
La vida social adopta, al parecer, cada vez más un sesgo privado. Ya no es la gloria de la patria, la justicia u otro valor metahistórico o absoluto lo que importa. Sí, en cambio, y sobre todo, el bienestar de los ciudadanos. Los individuos y los grupos postulan sus intereses, ideas o valores como públicos. Pero su naturaleza es la de las cosas temporales, relativas, que se adoptan y luego se dejan. ¿Adónde conduce todo esto? ¿Acaso al debilitamiento o quizás a la muerte de la vida pública?
Hoy nos dirigimos, en realidad, hacia una situación semejante a la del Imperio Romano, donde el Estado ya no se encargaba de la “vita beata”, como en cambio sucedía en tiempos de la polis griega. Era simplemente una gran organización para cautelar la seguridad de los ciudadanos, y los valores humanos se realizaban verdaderamente en pequeños grupos, como los cristianos que entonces vivían en las catacumbas o emergían de ellas. En la actualidad, cualquier esfuerzo por fomentar valores humanos en el ámbito pueblo me parece – al menos en un contexto como el de nuestro – destinado de antemano al fracaso. Por consiguiente, las perspectivas de una vida realmente humana deben desarrollarse en determinados grupos, fuera del ámbito del Estado es la organización del bienestar, la organización de la distribución.
Pienso, asimismo, que para atender a la inquietud expresada, es necesario formar nuevas elites, pero ellas deben ser fundamentalmente ascéticas, es decir, no reclamar privilegiados materiales. Si son élites desde un punto de vista material, en primer lugar no se acepta socialmente su influjo espiritual y en segundo lugar dejan de ser tales, porque lo más común hoy es querer ganar dinero. Conseguida una cierta seguridad material suficiente, en orden un orden a un bienestar general básico y a la superación de la pobreza, se podría esperar que ello permita a las élites espirituales desarrollarse libremente. Pero éstas, insisto, para ser verdaderas élites, deben ser modelo de cierta austeridad y no caer en el absurdo de querer distinguirse por lo que es más común, por lo que todo el mundo quiere en la sociedad de consumo: los aparatos electrónicos, los grandes viajes de vacaciones, etc.
FUNDAMENTALISMOS
En este marco de realidades sociales, la caída de las ideologías ha dotado a la Iglesia de un nuevo poder de atracción, o si se quiere también, la ha colocado en otro foco del debate: es la última instancia susceptible de enseñanza global y coherente que hoy queda, en un contexto dominado por el relativismo. ¿proviene también de ahí la acusación de fundamentalismo que dirigen ciertos medios contra ella?
- Hoy la palabra fundamentalismo se ha convertido en una muletilla insultante. En la Iglesia, los liberales progresistas llaman fundamentalistas a todo cristiano ortodoxo. Yo creo que no hay que dejarse impresionar por esta nueva utilización del término, porque el fundamentalismo, en so origen, es un movimiento protestante, cosa bastante comprensible, ya que el protestantismo carece de criterio para discernir una evolución de la Iglesia, en un desarrollo que se aleja de los orígenes históricos del cristianismo. El catolicismo cuenta con ese criterio porque tiene un magisterio. Por consiguiente, la función del magisterio consiste en hacer esa distinción entre una evolución legítima y una ilegítima. En cambio, sin un magisterio, el desarrollo puede tomar cualquier rumbo, apartándose de los fundamentos, y así hay que recurrir a los textos originales de la Biblia, donde cada interpretación ya es sospechosa, porque no sabemos si nos está alejando o no del texto. Si se piensa, es una situación en realidad imposible, porque cada lectura es interpretación. Sólo el catolicismo cuenta, pues, con una instancia, una institución que puede contralar las interpretaciones.
- Hoy algunos acusan al magisterio de la Iglesia de ser fundamentalista, lo cual es absurdo a la luz de lo anterior. Lo que se quiere decir con eso, en realidad, es que la Iglesia no se adapta suficientemente al mundo no cristiano, esto es, que sigue habiendo una diferencia entre la fe y la incredulidad. En boca de quienes utilizan así esa terminología, en el fondo todo creyente es fundamentalista. Me parece que la atracción que ejerce la Iglesia en la situación actual, proviene del hecho que no hace falsas interpretaciones de la llamada conciencia moderna. Y esto me hace a recordar a un gran creador de aforismos en quien leí hace poco lo siguiente: “Si una iglesia no le muestra la espalda al mundo, el mundo le mostrara la espalda a dicha iglesia”.
- En cuando a la manipulación de las esperanzas de los términos: efectivamente, también hay aquí una cuestión de política de las palabras. Y no estoy seguro, por el momento, si debemos aceptar o no ser llamados fundamentalismos. Si observamos el significado original, como dije, es una tontería hablar de fundamentalismo; pero si cambia el sentido del término y en este momento se califica se califica con él toda convicción seria, bueno, en ese sentido somos fundamentalistas, si se quiere, y estamos dentro de una hermosa tradición. La primera fundamentalista, en la tragedia griega, es ANTÍGONA. CREONTE, el rey, había prohibido sepultar a los traidores y su argumento se basaba en el bien del Estado; pero ANTÍGONA dice lo siguiente: “Existe una ley mucho más antigua, que nos obliga a enterrar a nuestros hermanos”. Esa en una ley de Dios, y ella está dispuesta a morir por dar sepultura a su hermano. Por consiguiente, ANTÍGONA era fundamentalista .En ese sentido, me parece que una sociedad carente de semejante fundamentalismo deja de ser humana, porque cada hombre o cada mujer respetable es fundamentalista en algún punto. Hay que desconfiar de quien carece absolutamente de fundamentalismo, porque esa persona nada toma en serio. CHARLES PÉGUY definía el MODERNISMO como la actitud de quien no cree en lo que cree. Y está bien llamar fundamentalista al que realmente cree en lo que cree.
- Todo esto es particularmente atinente por lo que se refiere a la JUVENTUD. En un momento como el que vivimos, los JÓVENES CRISTIANOS deben tener conciencia de ser una élite; de lo contrario, están perdidos. Eso se sabía muy bien en Rusia bajo el régimen soviético, donde eran considerados en todas partes como una élite ESPIRITUAL. En medio no cristiano, como el actual, un joven cristiano se encuentra en posición MINORITARIO y sólo podrá soportar dicha situación si tiene el sentimiento de pertenecer una minoría SUPERIOR; de lo contrario se dirá: ¿Pero por qué? Mejor proceder como todo el mundo”. La humildad es cosa de adultos. Usted y yo seríamos necios si carecemos de humildad, porque en el fondo habría falta de inteligencia; pero un niño o un joven necesitan estar orgullosos de un IDEAL que les exige GENEROSIDAD para sostenerlo, como el de ser cristianos.
ECONOMISMO TOTAL
- El profesor MARTIN KRIELE ha señalado que contemporáneamente la antirregiliosidad – o el anticlericalismo – ya no es como antaño, una lucha, una lucha por el derecho de las minorías, sino todo lo contrario: una lucha encaminada al sometiendo de la vida espiritual al servicio de la funcionalidad sistemática. Y agrega KRIELE: ”El clima espiritual de la civilización científico-técnica desarrolla una tendencia cada vez más vigorosa a reprimir, ahogar y eliminar los elementos que le son extraños, a dirimir las luchas esprituales básicas con los recursos del desconocimiento, la burla, la educación, el aislamiento, etc., hasta acabar contraponiendo no verdad a verdad, sino racionalidad a irracionalidad”.
- Hoy día se traducen sistemáticamente los asuntos espirituales en un lenguaje económico. Tras la caída del marxismo estamos ante el triunfo de un economismo total. Debe desaparecer todo valor que no pueda transformarse en la lengua del sistema económico. Dice que hoy día hay que ahorrar y suprimir completamente todo tipo de ayuda a la familia en lo que respecta a los niños. Es decir, todo el problema de los niños se reduce a un asunto de costos, un problema económico. Y si podemos tener las cosas a mejor precio, ¿para qué los niños? Es algo muy sintomático de lo que está pasando en términos de valores. ¿Valor o Precio?
Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
DIARIO PAMPERO Cordubensis nº 272
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