viernes, 14 de agosto de 2009

Dostoievski y la crisis del humanismo

Dostoievski está infinitamente lejano del optimismo humanista y de cualquier idealización del hombre. La criatura humana, tan como él la pinta, es exactamente lo contrario, tanto del “hombre racional” de la ilustración, como del “alma bella” del romanticismo.

Por Semen Frank

Maldad, ignorancia, caos, desarmonía no son, según el escritor, solamente algo inherente al hombre, sino que están ligados a su ser último y profundo. Precisamente allí donde el hombre, preso de sus pasiones ciegas y destructivas, se rebela contra los argumentos de la razón, las reglas de la decencia y de la moral universalmente reconocidas, emerge con fuerza la auténtica y ontológica realidad del espíritu humano, rompiendo la sutil envoltura aparente.

Murió el 28 de enero de 1881, según el antiguo calendario. Han transcurrido decenas de años, y en este lapso -1881-2009 – la fama y el influjo de las ideas de DOSTOIEVSKI no han dejado de aumentar, y no sólo en Rusia – donde, bajo la tremenda presión de la prensa de ideología soviética (comunista), quedó latente durante décadas -, sino en toda Europa. Puede afirmarse sin miedo a exagerar que en Occidente DOSTOIEVSKI es indiscutiblemente el escritor ruso más popular, el más estimado y apreciado. No se puede negar que parte del entusiasmo suscitado por DOSTOIEVSKI en Occidente nace de un interés ingenuo y un poco snob por su capacidad para reflejar, de forma aparentemente realista, al alma rusa.
¿Cómo se explica esta importancia creciente de DOSTOIEVSKI? El examen del problema nos obliga a clarificar uno de los aspectos centrales de la visión del mundo de este autor.

Dostoievski fue el primero en reconocer el verdadero y auténtico humanismo: precisamente porque se trata de un humanismo cristiano que en cada hombre, aún en el más degenerado y vil, ve la imagen divina.

“El valor del hombre, su bienestar, su derecho a ser respetado no se fundan sobre una ficticia perfección moral o intelectual, ni sobre el hecho de que sea “racional”, “bueno” y tenga un “alma bella”, sino simplemente en la profundidad, en el valor ontológico de toda personalidad humana. Esta profundidad se sitúa “más alla” del bien y del mal, de la racionalidad y la insensatez, la generosidad y la mezquindad; es algo más profundo, más originario y más intacto que todas estas definiciones”.
VASSILI GRIGORJEWITSCH, “El entierro”, 1865.
LA LLEGADA DEL HUMANISMO MARXISTA

La verdadera crisis de la fe humanista se expresa en Occidente en dos fenómenos: el socialismo revolucionario – en la formulación teórica que le dio el marxismo – y NIETZSCHE. En el marxismo, el humanismo naturalista de los años 40 se transforma en un humanismo satánico, por expresarlo de algún modo; esto quiere decir que ha llegado un momento en que el humanismo se ha destruido a sí mismo. En MARX la cuestión no se limita a un simple justificación de la naturaleza terrena, carnal del hombre; el núcleo del materialismo económico y de la teoría de las clases consiste precisamente en sostener que son las fuerzas del mal – interés, odio y envidia – y sólo ellas, las que constituyen el verdadero motor del progreso humano. Todo lo que es noble, espiritual y generoso en el hombre es rechazado por principio; sólo abandonándose a las fuerzas satánicas, el hombre podrá su tarea sobre la tierra. La imagen del hombre encuentra aquí su definitivo crepúsculo; y no es una casualidad que precisamente en este contexto la fe en la personalidad humana sea sustituida por la fe en el MOLOC sin rostro de la “colectividad” , del “proletariado”. El marxismo en su proceso de desarrollo en Occidente, desde un punto de vista práctico, se ha aliado nuevamente con el humanitarismo democrático-liberal, y, por consiguiente, hasta ahora no se ha puesto sobre el tapete su auténtica naturaleza, revelada hasta el fondo únicamente en el bolchevismo ruso.

La crisis del humanismo encuentra su más profunda expresión religiosa y filosófica en NIETZSCHE. La fe en el hombre, nacida en un principio en el seno del cristianismo, fruto de la conciencia del nexo concreto que vincula al hombre con Dios, es ahora repudiada radicalmente. Moral y religión, índices supremos de la humanidad del hombre, para NIETZSCHE no son más qué pruebas de lo vil, mezquina y servil que es la naturaleza humana. “El hombre es algo que debe ser superado”: en estas palabras de NIETZSCHE se resume el naufragio del humanismo. Sólo un ser que sea el mismo Dios – un Superhombre -, y no un ser que adora a Dios y cumple sus preceptos en la tierra, puede ser tomado como ideal.


EL HUMANISMO DE DOSTOIEVSKI

(..) Se crea así el ideal del alma bella, del noble huminitarismo, como coronación del autoperfeccionamiento espiritual del hombre, del desarrollo consciente de las fuerzas cósmicas y divinas que están adormecidas en él.

Cuando el mundo occidental se encuentra atrapado en esta situación, conoce a DOSTOIEVSKI y su teoría sobre la esencia del hombre. DOSTOIEVSKI no conoció ni al marxismo ni el marxismo ni a NIETZSCHE, pero en sus obras anticipó ambas corrientes. El escritor ruso, curiosamente, no sufrió en absoluto la influencia de aquellas corrientes que expresaban en el siglo XIX la crisis del humanismo. Al contrario, el punto de partida de su camino espiritual está marcado por la influencia del humanismo romántico y por el primer socialismo (SCHILLER, GEORGE SAND, VÍCTOR HUGO). Pero con todo esto, quizá nadie como DOSTOIEVSKI ha experimentado y reflexionado sobre la crisis del humanismo con su misma profundidad. Y su valor peculiar y único está en el hecho de que, habiendo vivido esta crisis, supo superarla a su modo, siguiendo caminos nunca explorados. Son bien conocidos la fuerza de penetración y el coraje con que DOSTOIEVSKI develó y supo describir las profundidades ciegas, oscuras, malvadas del ser humano, el caos de las pasiones desenfrenadas que se agitan en el corazón del hombre. La atención que concede a los principios oscuros y más bajos del espíritu humano es tan grande que en opinión de muchos cayó en exageraciones inverosímiles –; otros, incluso, siguen viendo en él un genial psicopatólogo, un agudo observador de toda posible perversión sadomasoquista. En cualquier queda claro una cosa: que DOSTOIVSKI está infinitamente lejano del optimismo humanista y de cualquier idealización del hombre. La criatura humana, tal como DOSTOIEVSKI la pinta, es exactamente lo contrario, tanto del “hombre racional” de la Ilustración, como del “ALMA BELLA” del romanticismo.

Para DOSTOIEVSKI, MALDAD, IGNORANCIA, CAOS, DESARMONÍA, no sólo son algo inherente al hombre, sino que están en cierto sentido ligados a su ser último y profundo. Precisamente allí donde el hombre, preso de sus pasiones ciegas y destructivas, se rebela contra los argumentos de la razón, las reglas de la decencia y de la moral universalmente reconocida, emerge con fuerza la auténtica y ontológica realidad del espíritu humano, rompiendo la sutil envoltura de la realidad aparente.
Precisamente en este momento la implacable acusación contra el hombre se convierte, sin saber cómo, en una especie de justificación del hombre mismo. De ello se tiene ante todo una percepción estética; DOSTOIEVSKI, no da la espalda con repugnancia y desprecio a ningún ser humano, por muy brutal, malvado y ciego que puede ser. Al contrario, como una madre que con la fuerza de su amor de su amor materno intuye el alma viva incluso del hijo criminal y depravado, DOSTOIEVSKI, frente a la condena general, se pone de parte del espíritu humano con toda su debilidad, que el mismo supo describir tan lúcidamente.
Frente a una opinión pública moralista, DOSTOIEVSKI se convierte en abogado de sus héroes de sus héroes descarriados, bestiales, ciegos, exasperados y rebeldes. Esto se debe a que el escritor ruso siente la profundidad ontológica de los lados oscuros e irracionales del alma humana; siente en ellas inmediatamente un cierto valor, el indicio, confuso y confuso, de algo auténticamente grande, como es grande toda realidad última, auténtica. De por sí ya es extraordinario que la presencia de cada posible mal del hombre – como el odio, el egoísmo, la vanidad, la envidia y, en buena parte, hasta la libido – para DOSTOIEVSKI no es prueba de la falta de un alma, sino que también allí reconoce un origen espiritual, el signo de una particular tensión en la vida espiritual. Este mal brota, según el escritor, del sentimiento de la dignidad humana aplastada, es una venganza ciega por la dignidad personal ofendida, o bien un intento – aunque sea absurdo y destructivo – de reconstruir los derechos violados. Esta sugestiva suposición, que recuerda tanto el amoralismo – pero que, gracias a la importancia central del concepto de culpa no llega nunca a confundirse con éste – reclama al pensamiento audaz de JACOB BOHME sobre el origen divino de lo que en el mundo caído es el mal.
En definitiva, esa profundidad irracional e inconcebible del espíritu humano, que no entra en ninguna norma general del bien y de la razón, y que es fuente de toda la maldad ciega y rebelde que anida en el hombre, según DOSTOIEVSKI, es al mismo tiempo el único lugar donde puede acontecer el encuentro entre el hombre llega a participar de las sabias fuerzas del bien, del amor y de la iluminación. Esta profundidad – que es la esencia misma de la personalidad humana – es, en su raíz, el misterioso principio al que DOSTOIEVSKI llana “el milagro de la libertad” en un borrador para “Los Hermanos KARAMASOV”. Es más, se trata de la misma “voluntad humana pequeña y estúpida”, a la que se refiere el hombre del subsuelo, cuando habla del bien supremo y absoluto. A través de este principio pasa el único camino que lleva al hombre hacia Dios: otro camino, más racional y seguro, menos problemático, no se da. Se trata, en realidad, de la “puerta estrecha”, flanqueada por todas partes por los abismos del pecado, de la locura, y del mal. Al parecer, DOSTOIEVSKI pensaba incluso que la iluminación espiritual, la adquisición de los dones de la gracia, son absolutamente imposibles sin la experiencia del pecado y del mal. En todo caso, nos ofrece la confirmación, sorprende por su verdad, de la afirmación evangélica, según la cual en el cielo hay más alegría por un pecador que se convierte que por noventa y nuevo justos.
Esto es lo que constituye el humanismo de DOSTOIEVSKI, que abre una vía de salida a la crisis de todo el humanismo precedente. La solución propuesta por el escritor ruso en última instancia es extraordinariamente sino simple, como es simple todo lo que es auténticamente genial.
El valor del hombre, su bienestar, su derecho a ser respetado no se fundan sobre una ficticia PERFECCIÓN moral o intelectual, ni sobre el hecho de que sea “racional”, “bueno” y tenga un “alma bella”, sino simplemente en la profundidad, en el valor ontológico de toda personalidad humana. Esta profundidad se sitúa “más allá” del bien y del mal, de la racionalidad y la insensatez, la generosidad y la mezquindad, la belleza y la deformidad; es algo más profundo, más originario y más intacto que todas estas definiciones. El hombre está hecho a imagen de Dios, no por razón ni por su bondad, sino porque las oscuras raíces del ser – a semejanza de Dios mismo – son misteriosas, insondables, infinitas, abismales, ricas de una fuerza de creatividad que supera la razón; “el sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado” (Mc 2, 77). Todos los criterios, incluidos los más ideales: el bien, la justicia, y la razón, se oscurecen frente a la grandeza de la realidad ontológica del ser humano. Esta es la humanidad profunda de la que habla la visión moral de DOSTOIEVSKI. Se podría decir, en última instancia, que DOSTOIEVSKI fue el primero en reconocer el verdadero y auténtico humanismo: precisamente porque se trata de un HUMANISMO CRISTIANO que en cada hombre, aún el más degenerado y vil, ve la imagen divina. En todas las formas precedentes de humanismo (humanismo renacentista, humanismo ilustrado, humanismo romántico, el humanismo naturalista, humanismo idealista, el humanismo marxista…), el hombre tenía que ser embellecido y engalanado para poder convertirse en objeto de adoración. Para venerar al hombre se necesitada olvidar su realidad brutal y pesada, para sumergirse en cómodas ilusiones. El humanismo de DOSTOIEVSKI, por el contrario, soporta cualquier impacto con la realidad verdadera: nada en el mundo puede turbarlo. Se puede afirmar sin exageración que nos encontramos frente a una de las mayores conquistas espirituales de la conciencia humana. En nuestra época violenta, que contempla el ofuscamiento progresivo de la imagen del hombre, y cuando corremos el riesgo de que el desprecio por el hombre destruya las bases de toda vida en común, la fe en el hombre puede encontrar sólo solidez si se asume la actitud que encarnó DOSTOIEVSKI. El humanismo morirá definitivamente, o resurgirá bajo la forma nueva y antigua a la vez del humanismo cristiano, revelado al hombre contemporáneamente por DOSTOIEVSKI. (AyL). Domingo 27 de febrero de 1994, págs. E 1-9. El Mercurio. Santiago de Chile.

El último pensador ruso a consideración será a través de “La Fisonomía de Vladimiro Solovief”


Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
DIARIO PAMPERO Cordubensis nº 300
Instituto Eremita Urbanus

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