Se estima en 140.000 el número de francmasones en Francia, es decir, un 0,2 por ciento de la población. En cada obediencia existen, al menos, tres estructuras paralelas de naturaleza diferente.
Por Maurice Caillet
Mi testimonio ha dado ya una idea, pero me parece útil recordar ciertas verdades. Oficialmente, la masonería es una asociación filantrópica que, en su forma “especulativa”, apareció a principios del siglo XVIII. La obediencia son federaciones de logias, de las que existen una o varias en cada ciudad de cierta importancia. Se estima en 140.000 el número de francmasones en Francia, es decir, un 0,2 por ciento de la población. En cada obediencia existen, al menos, tres estructuras paralelas de naturaleza diferente.
Una estructura que se puede calificar de democrática, que agrupa los talleres o logias azules o de Sn Juan, responsable de la gestión de los tres primeros grados: Aprendiz, Compañero y Maestro. Oficiales y Venerables que dirigen los trabajos de la logia, delegados en el Convento, miembros del Consejo de la Orden, Gran Maestre y sus adjuntos (que dirigen la obediencia), son elegidos y no pueden ser reelegidos y no pueden ser reelegidos más allá de dos o tres años. Estas logias de base se declaran como asociación, según la ley de 1901, en las prefecturas, y las obediencias aparecen con frecuencia en la primera página de los períodos semanales, con fotografía del Gran Mestre incluida, como si no existiera secreto alguno. En este nivel, hay una Constitución, unos estatutos e, incluso, una justicia masónica, cuya existencia podría criticarse, pero que está legalmente encargada de resolver los conflictos entre masones.
Una segunda estructura, iniciática, es mucho menos conocida, si no ignorada, por los profanos, es decir, los no iniciados – entre otros, los poderes públicos – y, curiosamente, ¡hasta por algunos iniciados! Se trata de los talleres de perfeccionamiento, compartimentados en cuatro niveles estancos que van del 4º al 33º grado, según ciertos ritos (por ejemplo el Rito Escocés Antiguo Aceptado, en el que yo fui iniciado), o al 26º, al 6º o al 7º según otros ritos. No hay comunicación entre los talleres superiores y los inferiores. El paso de un nivel a otro se hace por cooptación, y la gestión de esta pirámide corresponde a un colegio de grandes iniciados, desconocidos para los masones de base y aún más para la prensa, que preside un Gran Comendador elegido de por vida. Señalemos, de paso, la afirmación realizada en julio de 1889 por un Gran Comendador (norte) americano, ALBERT PIKE, citado por Lozac´hmeur en En Hijo de la Viuda: “LUCIFER, EL DIOS DE LA LUZ y DEL BIEN, lucha por la humanidad contra Adonai, dios de la oscuridad y del mal”. Más discreto, OSWALD WIRTH, gran iniciado e iniciador, escribió en el Libro del Compañero: “LA SERPIENTE INICIADORA DE LA DESOBEDIENCIA, DE LA INSUBORDINACIÓN Y DE LA REBELIÓN, FUE MALDECIDA POR LOS ANTIGUOS TEÓCRATAS, PERO OCUPABA UN LUGAR DE HONOR ENTRE LOS INICIADOS”. Y mucho se ha escrito sobre el carácter mimético, si no blasfemo, de la Cena que constituye la iniciación al grado 18º, que yo he vivido”. Los iniciados de grado superior se reúnen en la cámara alta, y asisten igualmente a las tenidas de base, pero con condecoraciones y delantales de Maestros. De forma que, salvo excepciones, los masones de los tres primeros grados desconocen su condición y no saben que sus hechos y sus gestos son objeto de una evaluación con vistas a un “aumento de salario”, es decir, una iniciación en los grados superiores.
La tercera estructura ni siquiera tiene un estatuto oficial en las obediencias, y algunos grandes maestros han intentado hacerla desaparecer. Se trata de las fraternales, que agrupan a masones en función de sus profesiones o de sus intereses, lo cual, según un antiguo Gran Maestre, ALAIN BAUER, abre la puerta a toda clase de compromisos y de corrupciones, sobre todo porque en ellas se reúnen masones pertenecientes a obediencias diferentes, que no dudan en lanzarse públicamente anatemas como el de constituir un “masonería irregular”. Es el caso, en Francia, de la Gran Logia Nacional Francesa, que por lado condena, en un totum revolutum, al Gran Oriente de Francia,, a Le Droit Humain (mixta) y a la Gran Logia Femenina, mientras por otro sus miembros se reúnen en las fraternales organizadas por esas mismas obediencias. En Francia hay hasta unas fraternal, Los Amigos de Cambaceres, que agrupa a masones gays o lesbianas. Numerosos escándalos han manchado a estas fraternales, hasta el punto de que algunos masones, descorazonados, han creado una página web (http:// www.hiram.be) para denunciarles. El más conocido de estos escándalos fue objeto del proceso Elf-Aquinate, en el cual casi todos sus protagonistas eran masones y terminaron en la cárcel.
En fin, siete Maestros pueden constituir una logia “salvaje”, que no tiene que rendir cuentas a nadie y donde con frecuencia se practica la magia: a mí me propusieron formar parte de una de ellas, sin que la incorporación llegara a concretarse. Existen, igualmente, clubs específicamente masónicos, como el Club de los Cincuenta, donde se integran cincuenta de los masones más influyentes de cada gran ciudad de Francia, que se reúnen en los mejores restaurantes y no en la logia. Sin olvidar a los “masones durmientes”, que han salido de su logia pero que siguen defendiendo en su vida profesional o política los principios masónicos, y que se mantienen en las redes y en las fraternales.
• MAURICE CAILLET nació en BURDEOS (Francia) en 1933 de padres agnósticos, que no le bautizaron. Se licenció en Medicina y ejerció como cirujano en la ciudad bretona de Rennes. Especializado en Ginecología y Urología, practicó abortos y esterilizaciones antes y después de que gozasen de amparo legal. Ateo por convicción y miembro del Partido Socialista Francés, llegó a alcanzar cargos de relevancia en la Administración sanitaria. En 1969, al poco de divorciarse, ingresó en la Masonería, en la cual permaneció quince años, que cambiaron su vida.*
Mientras que todos conocemos a SAN PEDRO, Primer Obispo de Roma, a quien JESÚS confió su Iglesia, los orígenes de la masonería especulativa son discutidos. Sin embargo, muchos historiadores admiten que es el resultado de la transformación y la fusión de cuatro grandes logias de la masonería operativa (constructores de catedrales) en Londres, en el año 1717, impulsada por dos pastores, JAMES ANDERSON, presbiteriano, y JEAN THÉOFILE DÉSAGUILIERS, anglicano, secretamente influidos por ISAAC NEWTON, físico de reconocido prestigio pero notorio hereje, practicante de la alquimia, admirador del adivino NOSTRADAMUS…y de los filósofos denominados de las Luces (ilustrados), lo cual es cuando menos contradictorio.
Por lo demás, las Constituciones fundadoras, llamadas de ANDERSON (1723). Mencionan a Dios una sola vez y en un comienzo de capítulo, pero nunca aluden a la Santísima Trinidad, el pecado, la salvación, la Resurrección, la Ascensión, Pentecostés ni la venida del Espíritu Santo. En Francia, la masonería aparece ya en 1725, entre otros lugares, en Burdeos, con el filósofo MONTESQUIEU. Sus miembros, nobles, grandes burgueses, incluso eclesiásticos, son galicanos, es decir opuestos a la preeminencia del obispo de Roma, el Papa, sobre los demás obispos. Lo prueba el hecho de que la primera de que la primera condena de CLEMENTE XII contra la masonería, en 1738, no fuera jamás aplicada en Francia.
En cualquier caso, la masonería, sea operativa o especulativa, es un resurgimiento de la gnosis, herejía ya condenada por SAN IRENEO en el siglo II. La gnosis trata siempre de pervertir la verdadera fe cristiana mediante la introducción de filosofías y de símbolos paganos.
El cristianismo está fundado sobre el kerigma, es decir, el anuncio de la muerte y de la resurrección del Señor por testigos oculares entre los cuales se encuentra el apóstol SAN JUAN. Los fundamentos de la masonería son fábulas, mitos, como el de HIRÁM como mito central. HIRAM, arquitecto del Templo de Salomón, que habría sido asesinado por tres malos Compañeros, lo cual no reposa sobre ninguna prueba escrita, ni histórica, ni más ni menos que la pretendida trasmisión por SAN JUAN de una enseñanza secreta de JESÚS a las órdenes iniciáticas sucesivas, pasando por los Templarios…y olvidando el hecho de que entre los Apóstoles y esas órdenes transcurrió cerca de un milenio.
Además, el propio JESÚS dijo ante el Sanedrín: “He hablado abiertamente al mundo, he enseñado siempre en las sinagogas y en el templo…y no he dicho nada en secreto” (Juan 18, 20). Como tampoco es verosímil la hipótesis de una trasmisión de los ritos iniciáticos desde la Antigüedad egipcia hasta los masones modernos, hipótesis del masón y brillante novelista CHRISTIAN JACQ.
En cuanto a los principios, son completamente opuestos. El cristianismo es una religión revelada por el mismo Dios, primero a MOISÉS, luego a JESÚS y por JESÚS, el Mesías. Comporta un determinado número de verdades reveladas o dogmas, incluidos en el Credo, que un católico bien formado no puede poner en duda sin renegar de su fe. La masonería, en todas sus obediencias, propone una filosofía humanista, preocupada ante todo del hombre y consagrada a la búsqueda de la verdad, aun afirmando que ésta es inaccesible. Rechaza todo dogma y sostiene el relativismo, que coloca a todas las religiones en un mismo plano, mientras que desde 1723, en las Constituciones de ANDERSON, ella se erige a sí misma en un plano superior, como “centro de unión”. De ahí se deduce un relativismo moral: ninguna norma moral tiene en sí misma un origen divino y, en consecuencia, definitivo, intangible. Su moral evoluciona en función del consenso de las sociedades, lo cual revela el naturalismo denunciado por el papa LEÓN XIII quien, al calificar a la masonería como secta, definió así esta actitud filosófica: “EN TODAS LAS COSAS, LA NATURALEZA O LA RAZÓN HUMANA DEBE SER DUEÑA Y SEÑORA”. El antiguo senador CAILLEVET, conocido masón y tenaz partidario de la eutanasia antigua, ha escrito: “No hay moral universal que tenga un fundamento divino; la moral, siendo esencialmente contingente, evoluciona. No es trascendental. Lo que es verdad hoy, será falso mañana”. En otras palabras, y esto es válido para todas las obediencias masónicas, se trata de la independencia del hombre con respecto a Dios. Es la ciudad terrestre de SAN AGUSTÍN: “EL AMOR DE SÍ MISMO HASTA EL DESPRECIO DE DIOS”. Es también el rechazo a todo fenómeno sobrenatural: teofanías, apariciones, milagros.
En la Iglesia Católica las enseñanzas son accesibles a todos: Catecismo de la Iglesia Católica, actas de los concilios, encíclicas dirigidas en el encabezamiento a los obispos pero divulgados urbi et orbi…
La masonería parte de una formación esotérica, secreta y sólo impartida a los iniciados en función de su grado, cuya finalidad es revelar progresivamente los misterios que esconderían los dirigentes de la religión exotérica, que sería la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Uno se pregunta por qué entonces las iglesias ortodoxas y protestantes esconden esos mismos misterios, cuando también han combatido durante mucho tiempo a la Iglesia Católica. Todos los rituales juegan, a los ojos de los iniciados, con el señuelo del conocimiento de una pretendida Tradición Primordial prehistórica y de una Luz que, en el mejor de los casos, consistiría en un mejor conocimiento de sí mismo por parte del iniciado, en esa especie de psicodrama que son las iniciaciones, pero que en ningún caso sería la Luz de la Transfiguración del Señor en el Monte Tabor o la de los santos transfigurados, como SERAFÍN DE SAROV, a quien venera la Iglesia Ortodoxa.
Para un cristiano, Dios es ser personal, tres Personas en Uno, un Dios-Persona que entraña una relación de amor con la criatura humana; los teólogos denominan esta concepción como teísmo. Para un masón, el concepto mismo de Dios es especial, y eso si es que se le menciona, como en las obediencias llamadas espiritualistas. En el mejor de los casos, es el Gran Arquitecto del Universo, un Dios abstracto, pero solamente una especie de “Creador-maestro relojero”, como lo designa el pastor DÉSAGULIERS, uno de los fundadores de la masonería especulativa y, más tarde, el célebre VOLTAIRE, iniciado a una edad avanzada. Para los teólogos, se trata de deísmo, por oposición al teísmo de las religiones monoteístas. A este Gran Arquitecto se le reza, si me permite la expresión, para que no intervenga en los asuntos de los hombres, y ni siquiera se le cita en las Constituciones de ANDERSON.
En cuanto a la escatología, en el cristianismo el fin último es la vida eterna concebida por la gracia, en una adoración y una alabanza eternas, en un cara a cara amoroso con el Señor. Hemos visto, a propósito del padre DESBROSSE, que en la masonería es “el paso al Oriente Eterno” que escapa, como el Gran Arquitecto, a toda definición o descripción –salvo en el respeto de los iniciados hacia sus difuntos– y se produce al sheol de los judíos.
Para el cristiano, la salvación consiste en encaminarse hacia la santidad, en la imitación de JESUCRISTO, la humildad y la caridad, para entrar en el Reino de los Cielos. Por el contrario, el concepto de salvación no existe en la masonería salvo en el plano de lo terrenal: es el elitismo de las sucesivas iniciaciones, aunque éstas puedan considerarse pertenecientes al ámbito del animismo, según RENÉ GUÉNON, gran iniciado, y MIRCEA ELIADE, gran especialista en religiones. Es, también, la búsqueda de un bien que no se especifica en ninguna parte… puesto que la moral evoluciona en la sinceridad, la cual, en todos sabemos, no es sinónimo de la verdad. El masón es un hombre que se hace sí mismo, es decir, por sí mismo y con la ayuda de sus hermanos, pero sin la gracia divina: algo que recuerda el pelagianismo, combatido ya por SAN AGUSTÍN.
Para el católico, se impone el respeto a los creyentes de otras religiones, con la tolerancia debida a las personas que no han sido todavía iluminadas por el Espíritu Santo, pero también en la preservación minuciosa de la doctrina de la Iglesia, transmitida por los Apósteles y a sus sucesores: ése es el verdadero espíritu de los encuentros de ASÍS, iniciados por el Papa JUAN PABLO II. En la masonería, la relación con las religiones es muy ambigua. En principio, los masones proclaman con firmeza una tolerancia especial hacia todas las creencias e ideologías, con un gusto muy marcado por e sincretismo, es decir, una coordinación poco coherente de las diferentes doctrinas espirituales: es la eterna gnosis, subversión de la fe verdadera, un empobrecimiento de la sal de la tierra. Por otra parte, la vida en las logias, que ha sido la mía durante quince años, revela una animosidad particular contra la autoridad papal y contra los dogmas de la Iglesia Católica.
La relación con el cuerpo y con el placer opone de manera especial a católicos y masones. Sin el menor puritanismo y lejos de los cátaros y los jansenistas, el catolicismo enseña que el cuerpo y los sentidos deben someterse a la conciencia y a la ley moral, y subordinarse a un amor verdadero y duradero. Lo cual implica un cierto autodominio y un respeto absoluto por la vida. Los masones reivindican desde hace mucho tiempo, y lo han obtenido en buena medida en Francia, LA LIBERTAD SEXUAL TOTAL ENTRE ADULTOS. Esta valoración del PLACER, este HEDONISMO, ha llevado a la masonería a preparar y a promover en Francia todas las leyes que favorecen el LIBERTINAJE SEXUAL, EL DIVORCIO, LA CONTRACEPCIÓN QUÍMICA, y MECÁNICA, EL ABORTO, el célebre PACS (pacto civil de solidaridad, una unión civil entre personas heterosexuales u homosexuales), la manipulación de embriones y, pronto, la despenalización de las drogas blancas, así como la legalización de la eutanasia activa. “Es todo el concepto de familia lo que está derrumbándose”, según el pronóstico del doctor PIERRE SIMON, antiguo Gran Maestre de la Gran Logia de Francia, en su libroDe la vie avanti toute autre chose, aparecido en 1979 (Ed. Mazarine), y que fue retirado de las librerías a instancias de las autoridades masónicas de la época (¡1979!), por desvelar con excesiva claridad las intenciones de la masonería.
Tenemos, por último, que oponer el carácter universal de la religión católica, que espera la conversión y la salvación de todos los hombres, frente al universalismo masónico que aspira al gobierno mundial – a cargo de iniciados, naturalmente -, proyecto sostenido de manera soterrada por múltiples organizaciones internacionales que pilotean masones: Trilateral, Bilderberg, Bnai-Berith.
El católico no debe dejarse seducir ni engañar por los ideales masónicos, que son los principios de nuestra República Francesa (libertad, igualdad, fraternidad): no tienen el mismo sentido en el espíritu de un cristiano que en el de un masón.
Para un cristiano, la libertad es un medio, un instrumento que de Dios concede al hombre para que se dirija hacia el bien y hacia el amor, ambos definidos por las enseñanzas evangélicas que precisan los Diez Mandamientos. Para un masón, se trata de un objetivo sin fin preciso, llamado a derribar todos los tabúes y todas las prohibiciones de la moral judeocristiana tradicional. En 1992, ante la Academia de Ciencias Morales y Políticas de Francia, el entonces cardenal RATZINGER afirmó: “UNA LIBERTAD CUYO ÚNICO CONTENIDO FUERA LA POSIBILIDAD DE SACIAR LAS PROPIAS NECESIDADES, NO SERÍA UNA LIBERTAD HUMANA: QUEDARÍA EN EL ÁMBITO ANIMAL”.
La igualdad, para los cristianos, reside en el hecho de que somos todos hijos de un mismo Padre, hermanos y hermanas de JESÚS. Para un masón – lo hemos visto en mi testimonio – es una simple afirmación de principios, una ilusión, puesto que distingue entre profanos e iniciados, y, a la vez, diferencia a los masones entre ellos, a través de los diversos grados, treinta y tres en algunos ritos…Sin hablar de la separación entre hombres y mujeres, que existe en las diferentes obediencias, ya sean regulares o irregulares.
La fraternidad cristiana es universal y se expresa, desde hace muchos siglos, en numerosas organizaciones caritativas y humanitarias en todo el planeta. La fraternidad de los masones se limita o se concentra en el círculo restringido de los iniciados y de su familia. No hay comparación posible.
La primera condena pontificia de la pertenencia de los católicos a la masonería data de 1783 y se debe a CLEMENTE XII. Desde entonces, numerosos papas han confirmado este punto de vista. Tras el Concilio Vaticano II y el nuevo Código de Derecho Canónigo, publicado en 1983 las obediencias espiritualistas o pretendidamente “crísticas” se valieron del hecho que este Código no condenaba de manera explícita a la masonería, para justificar la doble pertenencia a ella y a la Iglesia. Pero la Congregación para la Doctrina de la Fe, con el hoy Papa BENEDICTO XVI como prefecto, a través de la Declaración del 26 de noviembre de 1983 aprobada por JUAN PABLO II, confirmó que el juicio negativo de la Iglesia sobre la ASOCIACIONES MASÓNICAS no ha cambiado, porque:
Sus principios se han considerado siempre irreconciliables con la doctrina de la Iglesia. Los fieles que pertenecen a las asociaciones masónicas se encuentran en estado de pecado grave y no pueden acceder a la Santa Comunión. Las autoridades eclesiásticas locales (los obispos) no tienen competencia para pronunciarse sobre la naturaleza de las asociaciones masónicas mediante un juicio que implique la derogación en esta declaración.
De esta decisión se desprende que el hecho de querer ser, a la vez, católico y francmasón, no sólo constituye un absurdo en el plano de la lógica, sino que es además una herejía.
En febrero de 1936, durante su primer encuentro en Chateauuneuf de Galaure, MARTHE ROBIN, gran mística de la que ya se ha abierto la causa de beatificación, declaró al padre FINET que “entre los errores que nos harían zozobrar se encontraban el comunismo, el laicismo, y la francmasonería” (en RAYMOND PERRET, Prends ma vie, Seigneur, p. 139). El comunismo no tiene ya mucho porvenir. Oremos pues por la conversión de los masones, que, con frecuencia de buena fe, están en el error y en las tinieblas, y creen haber recibido la Luz. La sinceridad de algunos no puede ponerse en duda, aun cuando persistan en el error. Tras la aparición de mi primer libro, Del secreto de las logias a la luz de CRISTO, uno de mis antiguos hermanos, iniciado en el grado 33, me escribió: “Me alegra que hayas encontrado la Luz que yo busco desde hace tanto tiempo”. A pesar de esto, continua sendo masón. Oremos para que todos reconozcan que la Luz que ilumina a cada persona es JESÚS, CRISTO, que no acepta compromiso alguno con Lucifer.
*¿QUÉ ES LA FRANCMASONERÍA? P. 169-180. Palabras de MAURICE CAILLET. Su obra « YO FUI MASÓN » Madrid, 2008, Libros Libres. Traducción José María Ballester Esquivias, 2ª Edición, noviembre de 2008.*
Desde EL MISTERIO DE LA MASONERIA del Cardenal JOSÉ MARÍA CARO RODRIGUEZ (1926-1951) al “YO FUI MASÓN” de MAURICE CAILLET, perseguido por la Fe Católica (2008)…
Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
DIARIO PAMPERO Cordubensis nº 298
Instituto Eremita Urbanus
IR a la portada de IEU Blog
Por Maurice Caillet
Mi testimonio ha dado ya una idea, pero me parece útil recordar ciertas verdades. Oficialmente, la masonería es una asociación filantrópica que, en su forma “especulativa”, apareció a principios del siglo XVIII. La obediencia son federaciones de logias, de las que existen una o varias en cada ciudad de cierta importancia. Se estima en 140.000 el número de francmasones en Francia, es decir, un 0,2 por ciento de la población. En cada obediencia existen, al menos, tres estructuras paralelas de naturaleza diferente.
Una estructura que se puede calificar de democrática, que agrupa los talleres o logias azules o de Sn Juan, responsable de la gestión de los tres primeros grados: Aprendiz, Compañero y Maestro. Oficiales y Venerables que dirigen los trabajos de la logia, delegados en el Convento, miembros del Consejo de la Orden, Gran Maestre y sus adjuntos (que dirigen la obediencia), son elegidos y no pueden ser reelegidos y no pueden ser reelegidos más allá de dos o tres años. Estas logias de base se declaran como asociación, según la ley de 1901, en las prefecturas, y las obediencias aparecen con frecuencia en la primera página de los períodos semanales, con fotografía del Gran Mestre incluida, como si no existiera secreto alguno. En este nivel, hay una Constitución, unos estatutos e, incluso, una justicia masónica, cuya existencia podría criticarse, pero que está legalmente encargada de resolver los conflictos entre masones.
Una segunda estructura, iniciática, es mucho menos conocida, si no ignorada, por los profanos, es decir, los no iniciados – entre otros, los poderes públicos – y, curiosamente, ¡hasta por algunos iniciados! Se trata de los talleres de perfeccionamiento, compartimentados en cuatro niveles estancos que van del 4º al 33º grado, según ciertos ritos (por ejemplo el Rito Escocés Antiguo Aceptado, en el que yo fui iniciado), o al 26º, al 6º o al 7º según otros ritos. No hay comunicación entre los talleres superiores y los inferiores. El paso de un nivel a otro se hace por cooptación, y la gestión de esta pirámide corresponde a un colegio de grandes iniciados, desconocidos para los masones de base y aún más para la prensa, que preside un Gran Comendador elegido de por vida. Señalemos, de paso, la afirmación realizada en julio de 1889 por un Gran Comendador (norte) americano, ALBERT PIKE, citado por Lozac´hmeur en En Hijo de la Viuda: “LUCIFER, EL DIOS DE LA LUZ y DEL BIEN, lucha por la humanidad contra Adonai, dios de la oscuridad y del mal”. Más discreto, OSWALD WIRTH, gran iniciado e iniciador, escribió en el Libro del Compañero: “LA SERPIENTE INICIADORA DE LA DESOBEDIENCIA, DE LA INSUBORDINACIÓN Y DE LA REBELIÓN, FUE MALDECIDA POR LOS ANTIGUOS TEÓCRATAS, PERO OCUPABA UN LUGAR DE HONOR ENTRE LOS INICIADOS”. Y mucho se ha escrito sobre el carácter mimético, si no blasfemo, de la Cena que constituye la iniciación al grado 18º, que yo he vivido”. Los iniciados de grado superior se reúnen en la cámara alta, y asisten igualmente a las tenidas de base, pero con condecoraciones y delantales de Maestros. De forma que, salvo excepciones, los masones de los tres primeros grados desconocen su condición y no saben que sus hechos y sus gestos son objeto de una evaluación con vistas a un “aumento de salario”, es decir, una iniciación en los grados superiores.
La tercera estructura ni siquiera tiene un estatuto oficial en las obediencias, y algunos grandes maestros han intentado hacerla desaparecer. Se trata de las fraternales, que agrupan a masones en función de sus profesiones o de sus intereses, lo cual, según un antiguo Gran Maestre, ALAIN BAUER, abre la puerta a toda clase de compromisos y de corrupciones, sobre todo porque en ellas se reúnen masones pertenecientes a obediencias diferentes, que no dudan en lanzarse públicamente anatemas como el de constituir un “masonería irregular”. Es el caso, en Francia, de la Gran Logia Nacional Francesa, que por lado condena, en un totum revolutum, al Gran Oriente de Francia,, a Le Droit Humain (mixta) y a la Gran Logia Femenina, mientras por otro sus miembros se reúnen en las fraternales organizadas por esas mismas obediencias. En Francia hay hasta unas fraternal, Los Amigos de Cambaceres, que agrupa a masones gays o lesbianas. Numerosos escándalos han manchado a estas fraternales, hasta el punto de que algunos masones, descorazonados, han creado una página web (http:// www.hiram.be) para denunciarles. El más conocido de estos escándalos fue objeto del proceso Elf-Aquinate, en el cual casi todos sus protagonistas eran masones y terminaron en la cárcel.
En fin, siete Maestros pueden constituir una logia “salvaje”, que no tiene que rendir cuentas a nadie y donde con frecuencia se practica la magia: a mí me propusieron formar parte de una de ellas, sin que la incorporación llegara a concretarse. Existen, igualmente, clubs específicamente masónicos, como el Club de los Cincuenta, donde se integran cincuenta de los masones más influyentes de cada gran ciudad de Francia, que se reúnen en los mejores restaurantes y no en la logia. Sin olvidar a los “masones durmientes”, que han salido de su logia pero que siguen defendiendo en su vida profesional o política los principios masónicos, y que se mantienen en las redes y en las fraternales.
• MAURICE CAILLET nació en BURDEOS (Francia) en 1933 de padres agnósticos, que no le bautizaron. Se licenció en Medicina y ejerció como cirujano en la ciudad bretona de Rennes. Especializado en Ginecología y Urología, practicó abortos y esterilizaciones antes y después de que gozasen de amparo legal. Ateo por convicción y miembro del Partido Socialista Francés, llegó a alcanzar cargos de relevancia en la Administración sanitaria. En 1969, al poco de divorciarse, ingresó en la Masonería, en la cual permaneció quince años, que cambiaron su vida.*
Mientras que todos conocemos a SAN PEDRO, Primer Obispo de Roma, a quien JESÚS confió su Iglesia, los orígenes de la masonería especulativa son discutidos. Sin embargo, muchos historiadores admiten que es el resultado de la transformación y la fusión de cuatro grandes logias de la masonería operativa (constructores de catedrales) en Londres, en el año 1717, impulsada por dos pastores, JAMES ANDERSON, presbiteriano, y JEAN THÉOFILE DÉSAGUILIERS, anglicano, secretamente influidos por ISAAC NEWTON, físico de reconocido prestigio pero notorio hereje, practicante de la alquimia, admirador del adivino NOSTRADAMUS…y de los filósofos denominados de las Luces (ilustrados), lo cual es cuando menos contradictorio.
Por lo demás, las Constituciones fundadoras, llamadas de ANDERSON (1723). Mencionan a Dios una sola vez y en un comienzo de capítulo, pero nunca aluden a la Santísima Trinidad, el pecado, la salvación, la Resurrección, la Ascensión, Pentecostés ni la venida del Espíritu Santo. En Francia, la masonería aparece ya en 1725, entre otros lugares, en Burdeos, con el filósofo MONTESQUIEU. Sus miembros, nobles, grandes burgueses, incluso eclesiásticos, son galicanos, es decir opuestos a la preeminencia del obispo de Roma, el Papa, sobre los demás obispos. Lo prueba el hecho de que la primera de que la primera condena de CLEMENTE XII contra la masonería, en 1738, no fuera jamás aplicada en Francia.
En cualquier caso, la masonería, sea operativa o especulativa, es un resurgimiento de la gnosis, herejía ya condenada por SAN IRENEO en el siglo II. La gnosis trata siempre de pervertir la verdadera fe cristiana mediante la introducción de filosofías y de símbolos paganos.
El cristianismo está fundado sobre el kerigma, es decir, el anuncio de la muerte y de la resurrección del Señor por testigos oculares entre los cuales se encuentra el apóstol SAN JUAN. Los fundamentos de la masonería son fábulas, mitos, como el de HIRÁM como mito central. HIRAM, arquitecto del Templo de Salomón, que habría sido asesinado por tres malos Compañeros, lo cual no reposa sobre ninguna prueba escrita, ni histórica, ni más ni menos que la pretendida trasmisión por SAN JUAN de una enseñanza secreta de JESÚS a las órdenes iniciáticas sucesivas, pasando por los Templarios…y olvidando el hecho de que entre los Apóstoles y esas órdenes transcurrió cerca de un milenio.
Además, el propio JESÚS dijo ante el Sanedrín: “He hablado abiertamente al mundo, he enseñado siempre en las sinagogas y en el templo…y no he dicho nada en secreto” (Juan 18, 20). Como tampoco es verosímil la hipótesis de una trasmisión de los ritos iniciáticos desde la Antigüedad egipcia hasta los masones modernos, hipótesis del masón y brillante novelista CHRISTIAN JACQ.
En cuanto a los principios, son completamente opuestos. El cristianismo es una religión revelada por el mismo Dios, primero a MOISÉS, luego a JESÚS y por JESÚS, el Mesías. Comporta un determinado número de verdades reveladas o dogmas, incluidos en el Credo, que un católico bien formado no puede poner en duda sin renegar de su fe. La masonería, en todas sus obediencias, propone una filosofía humanista, preocupada ante todo del hombre y consagrada a la búsqueda de la verdad, aun afirmando que ésta es inaccesible. Rechaza todo dogma y sostiene el relativismo, que coloca a todas las religiones en un mismo plano, mientras que desde 1723, en las Constituciones de ANDERSON, ella se erige a sí misma en un plano superior, como “centro de unión”. De ahí se deduce un relativismo moral: ninguna norma moral tiene en sí misma un origen divino y, en consecuencia, definitivo, intangible. Su moral evoluciona en función del consenso de las sociedades, lo cual revela el naturalismo denunciado por el papa LEÓN XIII quien, al calificar a la masonería como secta, definió así esta actitud filosófica: “EN TODAS LAS COSAS, LA NATURALEZA O LA RAZÓN HUMANA DEBE SER DUEÑA Y SEÑORA”. El antiguo senador CAILLEVET, conocido masón y tenaz partidario de la eutanasia antigua, ha escrito: “No hay moral universal que tenga un fundamento divino; la moral, siendo esencialmente contingente, evoluciona. No es trascendental. Lo que es verdad hoy, será falso mañana”. En otras palabras, y esto es válido para todas las obediencias masónicas, se trata de la independencia del hombre con respecto a Dios. Es la ciudad terrestre de SAN AGUSTÍN: “EL AMOR DE SÍ MISMO HASTA EL DESPRECIO DE DIOS”. Es también el rechazo a todo fenómeno sobrenatural: teofanías, apariciones, milagros.
En la Iglesia Católica las enseñanzas son accesibles a todos: Catecismo de la Iglesia Católica, actas de los concilios, encíclicas dirigidas en el encabezamiento a los obispos pero divulgados urbi et orbi…
La masonería parte de una formación esotérica, secreta y sólo impartida a los iniciados en función de su grado, cuya finalidad es revelar progresivamente los misterios que esconderían los dirigentes de la religión exotérica, que sería la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Uno se pregunta por qué entonces las iglesias ortodoxas y protestantes esconden esos mismos misterios, cuando también han combatido durante mucho tiempo a la Iglesia Católica. Todos los rituales juegan, a los ojos de los iniciados, con el señuelo del conocimiento de una pretendida Tradición Primordial prehistórica y de una Luz que, en el mejor de los casos, consistiría en un mejor conocimiento de sí mismo por parte del iniciado, en esa especie de psicodrama que son las iniciaciones, pero que en ningún caso sería la Luz de la Transfiguración del Señor en el Monte Tabor o la de los santos transfigurados, como SERAFÍN DE SAROV, a quien venera la Iglesia Ortodoxa.
Para un cristiano, Dios es ser personal, tres Personas en Uno, un Dios-Persona que entraña una relación de amor con la criatura humana; los teólogos denominan esta concepción como teísmo. Para un masón, el concepto mismo de Dios es especial, y eso si es que se le menciona, como en las obediencias llamadas espiritualistas. En el mejor de los casos, es el Gran Arquitecto del Universo, un Dios abstracto, pero solamente una especie de “Creador-maestro relojero”, como lo designa el pastor DÉSAGULIERS, uno de los fundadores de la masonería especulativa y, más tarde, el célebre VOLTAIRE, iniciado a una edad avanzada. Para los teólogos, se trata de deísmo, por oposición al teísmo de las religiones monoteístas. A este Gran Arquitecto se le reza, si me permite la expresión, para que no intervenga en los asuntos de los hombres, y ni siquiera se le cita en las Constituciones de ANDERSON.
En cuanto a la escatología, en el cristianismo el fin último es la vida eterna concebida por la gracia, en una adoración y una alabanza eternas, en un cara a cara amoroso con el Señor. Hemos visto, a propósito del padre DESBROSSE, que en la masonería es “el paso al Oriente Eterno” que escapa, como el Gran Arquitecto, a toda definición o descripción –salvo en el respeto de los iniciados hacia sus difuntos– y se produce al sheol de los judíos.
Para el cristiano, la salvación consiste en encaminarse hacia la santidad, en la imitación de JESUCRISTO, la humildad y la caridad, para entrar en el Reino de los Cielos. Por el contrario, el concepto de salvación no existe en la masonería salvo en el plano de lo terrenal: es el elitismo de las sucesivas iniciaciones, aunque éstas puedan considerarse pertenecientes al ámbito del animismo, según RENÉ GUÉNON, gran iniciado, y MIRCEA ELIADE, gran especialista en religiones. Es, también, la búsqueda de un bien que no se especifica en ninguna parte… puesto que la moral evoluciona en la sinceridad, la cual, en todos sabemos, no es sinónimo de la verdad. El masón es un hombre que se hace sí mismo, es decir, por sí mismo y con la ayuda de sus hermanos, pero sin la gracia divina: algo que recuerda el pelagianismo, combatido ya por SAN AGUSTÍN.
Para el católico, se impone el respeto a los creyentes de otras religiones, con la tolerancia debida a las personas que no han sido todavía iluminadas por el Espíritu Santo, pero también en la preservación minuciosa de la doctrina de la Iglesia, transmitida por los Apósteles y a sus sucesores: ése es el verdadero espíritu de los encuentros de ASÍS, iniciados por el Papa JUAN PABLO II. En la masonería, la relación con las religiones es muy ambigua. En principio, los masones proclaman con firmeza una tolerancia especial hacia todas las creencias e ideologías, con un gusto muy marcado por e sincretismo, es decir, una coordinación poco coherente de las diferentes doctrinas espirituales: es la eterna gnosis, subversión de la fe verdadera, un empobrecimiento de la sal de la tierra. Por otra parte, la vida en las logias, que ha sido la mía durante quince años, revela una animosidad particular contra la autoridad papal y contra los dogmas de la Iglesia Católica.
La relación con el cuerpo y con el placer opone de manera especial a católicos y masones. Sin el menor puritanismo y lejos de los cátaros y los jansenistas, el catolicismo enseña que el cuerpo y los sentidos deben someterse a la conciencia y a la ley moral, y subordinarse a un amor verdadero y duradero. Lo cual implica un cierto autodominio y un respeto absoluto por la vida. Los masones reivindican desde hace mucho tiempo, y lo han obtenido en buena medida en Francia, LA LIBERTAD SEXUAL TOTAL ENTRE ADULTOS. Esta valoración del PLACER, este HEDONISMO, ha llevado a la masonería a preparar y a promover en Francia todas las leyes que favorecen el LIBERTINAJE SEXUAL, EL DIVORCIO, LA CONTRACEPCIÓN QUÍMICA, y MECÁNICA, EL ABORTO, el célebre PACS (pacto civil de solidaridad, una unión civil entre personas heterosexuales u homosexuales), la manipulación de embriones y, pronto, la despenalización de las drogas blancas, así como la legalización de la eutanasia activa. “Es todo el concepto de familia lo que está derrumbándose”, según el pronóstico del doctor PIERRE SIMON, antiguo Gran Maestre de la Gran Logia de Francia, en su libroDe la vie avanti toute autre chose, aparecido en 1979 (Ed. Mazarine), y que fue retirado de las librerías a instancias de las autoridades masónicas de la época (¡1979!), por desvelar con excesiva claridad las intenciones de la masonería.
Tenemos, por último, que oponer el carácter universal de la religión católica, que espera la conversión y la salvación de todos los hombres, frente al universalismo masónico que aspira al gobierno mundial – a cargo de iniciados, naturalmente -, proyecto sostenido de manera soterrada por múltiples organizaciones internacionales que pilotean masones: Trilateral, Bilderberg, Bnai-Berith.
El católico no debe dejarse seducir ni engañar por los ideales masónicos, que son los principios de nuestra República Francesa (libertad, igualdad, fraternidad): no tienen el mismo sentido en el espíritu de un cristiano que en el de un masón.
Para un cristiano, la libertad es un medio, un instrumento que de Dios concede al hombre para que se dirija hacia el bien y hacia el amor, ambos definidos por las enseñanzas evangélicas que precisan los Diez Mandamientos. Para un masón, se trata de un objetivo sin fin preciso, llamado a derribar todos los tabúes y todas las prohibiciones de la moral judeocristiana tradicional. En 1992, ante la Academia de Ciencias Morales y Políticas de Francia, el entonces cardenal RATZINGER afirmó: “UNA LIBERTAD CUYO ÚNICO CONTENIDO FUERA LA POSIBILIDAD DE SACIAR LAS PROPIAS NECESIDADES, NO SERÍA UNA LIBERTAD HUMANA: QUEDARÍA EN EL ÁMBITO ANIMAL”.
La igualdad, para los cristianos, reside en el hecho de que somos todos hijos de un mismo Padre, hermanos y hermanas de JESÚS. Para un masón – lo hemos visto en mi testimonio – es una simple afirmación de principios, una ilusión, puesto que distingue entre profanos e iniciados, y, a la vez, diferencia a los masones entre ellos, a través de los diversos grados, treinta y tres en algunos ritos…Sin hablar de la separación entre hombres y mujeres, que existe en las diferentes obediencias, ya sean regulares o irregulares.
La fraternidad cristiana es universal y se expresa, desde hace muchos siglos, en numerosas organizaciones caritativas y humanitarias en todo el planeta. La fraternidad de los masones se limita o se concentra en el círculo restringido de los iniciados y de su familia. No hay comparación posible.
La primera condena pontificia de la pertenencia de los católicos a la masonería data de 1783 y se debe a CLEMENTE XII. Desde entonces, numerosos papas han confirmado este punto de vista. Tras el Concilio Vaticano II y el nuevo Código de Derecho Canónigo, publicado en 1983 las obediencias espiritualistas o pretendidamente “crísticas” se valieron del hecho que este Código no condenaba de manera explícita a la masonería, para justificar la doble pertenencia a ella y a la Iglesia. Pero la Congregación para la Doctrina de la Fe, con el hoy Papa BENEDICTO XVI como prefecto, a través de la Declaración del 26 de noviembre de 1983 aprobada por JUAN PABLO II, confirmó que el juicio negativo de la Iglesia sobre la ASOCIACIONES MASÓNICAS no ha cambiado, porque:
Sus principios se han considerado siempre irreconciliables con la doctrina de la Iglesia. Los fieles que pertenecen a las asociaciones masónicas se encuentran en estado de pecado grave y no pueden acceder a la Santa Comunión. Las autoridades eclesiásticas locales (los obispos) no tienen competencia para pronunciarse sobre la naturaleza de las asociaciones masónicas mediante un juicio que implique la derogación en esta declaración.
De esta decisión se desprende que el hecho de querer ser, a la vez, católico y francmasón, no sólo constituye un absurdo en el plano de la lógica, sino que es además una herejía.
En febrero de 1936, durante su primer encuentro en Chateauuneuf de Galaure, MARTHE ROBIN, gran mística de la que ya se ha abierto la causa de beatificación, declaró al padre FINET que “entre los errores que nos harían zozobrar se encontraban el comunismo, el laicismo, y la francmasonería” (en RAYMOND PERRET, Prends ma vie, Seigneur, p. 139). El comunismo no tiene ya mucho porvenir. Oremos pues por la conversión de los masones, que, con frecuencia de buena fe, están en el error y en las tinieblas, y creen haber recibido la Luz. La sinceridad de algunos no puede ponerse en duda, aun cuando persistan en el error. Tras la aparición de mi primer libro, Del secreto de las logias a la luz de CRISTO, uno de mis antiguos hermanos, iniciado en el grado 33, me escribió: “Me alegra que hayas encontrado la Luz que yo busco desde hace tanto tiempo”. A pesar de esto, continua sendo masón. Oremos para que todos reconozcan que la Luz que ilumina a cada persona es JESÚS, CRISTO, que no acepta compromiso alguno con Lucifer.
*¿QUÉ ES LA FRANCMASONERÍA? P. 169-180. Palabras de MAURICE CAILLET. Su obra « YO FUI MASÓN » Madrid, 2008, Libros Libres. Traducción José María Ballester Esquivias, 2ª Edición, noviembre de 2008.*
Desde EL MISTERIO DE LA MASONERIA del Cardenal JOSÉ MARÍA CARO RODRIGUEZ (1926-1951) al “YO FUI MASÓN” de MAURICE CAILLET, perseguido por la Fe Católica (2008)…
Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
DIARIO PAMPERO Cordubensis nº 298
Instituto Eremita Urbanus
IR a la portada de IEU Blog
No hay comentarios:
Publicar un comentario