viernes, 4 de noviembre de 2011

FÁTIMA, MARAVILLA DEL SIGLO XX (Segunda Parte)

*19 DE MARZO. FIESTA DE SAN JOSÉ, patrono de la Iglesia Universal.*


+ A LA MEMORIA DE JUAN CARLOS SÁNCHEZ. Editor de la página POLÍTICA y DESARROLLO.


Editó: Lic. Gabriel Pautasso

FÁTIMA Maravilla del siglo XX


P. Sr. Canónigo C. Barthas

*Traducción del Rdo. Dr. D. PÍ0 BOSCH VILÁ. Editorial Litúrgica española, Barcelona, 1955, 428 páginas. 1917-1955-2010: 93 años.

*El muy ilustre Sr. Dr. C. BARTHAS, Canónigo, Párroco de la Inmaculada Concepción de Toulouse, ha sido, en Francia, el esforzadísimo heraldo del mensaje de FÁTIMA y el primer divulgador de este profundo hecho de la historia contemporánea.
Como escogió la Virgen de la COVA DA IRIA, en 1917, a los tres pastorcillos de Aljustrel, FRANCISCO, JACINTA y LUCÍA para que fuesen el receptáculo de la gracia extraordinaria de conversión y de renovación espiritual de la Providencia reservaba a nuestros atribulados tiempos…
Decimoquinto Misterio: La coronación de Nuestra Señora en el Cielo

En la decimoquinta decena del Rosario, recordemos la coronación de Nuestra Señora en el Cielo, como Reina de los Ángeles y de los Santos.
Dios es el único rey cuyo reinado no tiene fin.
Cuando PILATOS preguntó si él era rey, el Señor respondió: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí (…) yo soy Rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad escucha mi voz”.
El reino de JESÚS es el reino de la verdad. Por lo tanto, si PILATOS no quiso esperar por la respuesta a la pregunta que él mismo le había hecho sobre lo que es la verdad, reconoció por lo menos, la acusación que los judíos habían hecho contra JESÚS de pretender la realeza; así que PILATOS mando escribir y fijar un letrero sobre la cruz con estas palabras “JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS” (Jn. 19, 19).
JESÚS nos habló muchas veces del Reino de Dios. A propósito del momento de Su irrupción en el tiempo dice: “La Ley y los Profetas llegan hasta JUAN; desde entonces se evangeliza el Reino de Dios y cada uno se esfuerza por él” (Lc. 16, 16). Pero no todos lo heredaran: “EL Hijo del Hombre enviará a sus ángeles y apartarán de su Reino a todos los que causan escándalo y obran la maldad, y los arrojarán en el horno de fuego. Allí será el llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. Quien tenga oídos, que oiga”. (Mt. 13, 41-43).
El Ángel, cuando anunció a MARÍA la encarnación del Verbo divino, le dijo: “concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre JESÚS. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob, y su Reino no tendrá fin” (Lc. 1. 31-33). Dios es el único rey eterno, el Hijo se hace hombre y nace para reabrir a la humanidad el acceso al reino eterno de Dios: “¡Yo soy rey! Para esto nace y para esto he venido al mundo” (Jn. 18, 37), y Su reinado no tendrá fin.
Al engendrar al Hijo del Altísimo, rey eterno con el Padre y el Espíritu Santo es verdadera Madre de Dios y esposa del Espíritu Santo, habiendo concebido por Su intervención: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá Santo, será llamado Hijo de Dios”. (Lc. 1, 35).
Así MARÍA, en su cualidad de Madre de Dios y esposa del Espíritu Santo, es, digamos que casi con derecho, Reina. Por eso, Dios no podía dejar de elevarla al Cielo en cuerpo y alma, habiendo sido coronada como Reina de los ÁNGELES y de los SANTOS.
En el Apocalipsis, SAN JUAN nos dice que vio, en el Cielo, “Una mujer vestida de sol, la luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas” (Ap. 1,1). Nosotros creemos que MARÍA es esta mujer coronada por Dios.
Y la Iglesia celebra la Fiesta de la VIRGEN SANTA MARÍA REINA, en el día 22 de agosto. ¡Con toda la Iglesia, la veneramos y proclamamos Reina del Cielo y de la tierra! Diariamente, la saludamos, invocamos y cantamos con estas palabras: “¡DIOS TE SALVE, REINA Y MADRE DE MISERICORDIA, VIDA, DULZURA Y ESPERANZA NUESTRA, DIOS TE SALVE!”
¡AVE MARÍA!

25 de marzo de 1997: Con la ayuda de Dios y para hacer Su voluntad, he terminado, en este día. El humilde trabajo de explicación y presentación de los Llamamientos del Mensaje de FÁTIMA, para que sea ella la que lo presente al Señor y Le suplique que sea para su Gloria y para el bien de las almas y de Su Gloria y para el bien de las almas y de Su Iglesia.
¡AVE MARÍA!

HERMANA MARÍA LUCIA DE JESÚS y del CORAZÓN INMACULADO. (I. C. D.)
HERMANA LUCÍA, “Llamadas del Mensaje de Fátima”: Apelos da Mensagem de Fátima. CARMELO de Coimbra y Santuario de Fátima. Edición: Secretario dos Pastorinhos, Apartado 6 Rua de S. Pedro 9, 2496-908. Fátima – Portugal, traducido por JOSÉ LUIS SECADESMONTOTO. 303 pp.

EL MENSAJE DE FÁTIMA (1)


EVOCACIÓN DEL EVANGELIO
En el misterio de Fátima, de aspectos tan distintos y tan preciosos, hay que notar dos puntos principales: los prodigios (visiones y milagros) y el mensaje. Lo que al principio llama más la atención son los prodigios verdaderamente únicos en la Historia; pero lo que más hemos de tener en cuenta son las enseñanzas, las advertencias de nuestra Madre del Cielo, su mensaje (o que quero, lo que quiero), cuyos prodigios no son más que la orquestación destinada a llamar nuestra atención sobre ellos.
Después de la muerte de JUAN, el último apóstol, quedó cerrada la Revelación. Así, pues, MARÍA no enseña a los pastorcillos de Aljustrel un nuevo Evangelio; por su mediación, Ella recuerda al mundo, que lo había olvidado, el eterno Mensaje de su Hijo.
Es prematuro pretender hacer una exposición completa de este Mensaje, ya que Su Eminencia el cardenal CEREJEIRA afirma que “Fátima no ha dicho aún al mundo su última palabra”. El “misterio” sigue “desarrollándose” y contiene ciertos elementos que la Providencia no ha manifestado todavía. (1)
Algunas personas, espantadas ante tantas maravillosas apariciones de Nuestra Señora realizadas en este siglo de positivismo realista, quizás se sienten escandalizadas al ver que MARÍA visita tan a menudo la tierra.
Pero Ella viene porque nos ama y porque, en propia medida de su amor, teme siempre por sus hijos, especialmente cuando el peligro que les amenaza es evidente e inminente. MARÍA teme porque ve que sus hijos de la tierra se apartan cada día más de los caminos de salvación: ve que las almas se pierden y caen en el infierno, y ve asimismo que los pueblos, aun los que conocen la ley del amor de su Hijo, se oponen entre sí en luchas mortíferas. Viene, pues, según la expresión de Su Eminencia el cardenal CEREJEIRA, a llamarnos “como con un grito angustiado de madre que ve abrirse ante sus hijos abismos insondables”.
Particularmente en FÁTIMA, cada una de sus palabras, de sus actitudes, es como un eco de sus palabras, de sus actitudes, es como un eco de las más severas máximas del Evangelio y también de las acuciantes advertencias de los Soberanos Pontífices.
El mal, esencial que padece el mundo moderno, es el olvido de las realidades eternas: vivimos cada vez en el tiempo presente y por el tiempo presente. Si el Evangelio pudo revolucionar al mundo, es porque fue esencialmente una explosión de eternalismo en el temporalismo judío y pagano. Desde este punto de vista, la máxima palabra del Redentor es el “Quid prodest?...De qué sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?”
MARÍA estimó particularmente oportuno recordar esta palabra evangélica a los tiempos actuales, en que las cosas del más allá no tienen el menor lugar en la prensa, en las conversaciones, en la literatura corriente y, en consecuencia, en las preocupaciones reales de los cristianos.
La VIRGEN DE FÁTIMA habla a los pastorcillos, no de sus rebaños o de su porvenir en la tierra, sino del cielo, de su salvación, de la salvación de sus compañeros muertos, de la suerte eterna de los pecadores.
Al objeto de darles como una visión anticipada del cielo, adonde les invita, Ella les da, en su primera aparición, la sensación de la Presencia divina por medio de esta luz misteriosa que les penetra hasta el fondo de su alma. La terrible visión del infierno, en la tercera aparición, parece efectuada para movernos a composición hacia las pobres almas que el pecado arrastra hacia ese abismo de fuego y, también, para inspirarnos un saludable temor a los castigos divinos. (Véase, DIARIO PAMPERO CORDUBENSIS, nº 352 16 de Febrero, “La visión del Infierno” y “Anticipación de Fátima”, del 18 de febrero de 2010. Están relacionados: DIARIO PAMPERO CORDUBENSIS nº 352 y nº 355, primera y última parte).
El mismo día les enseña – y nos enseña – una breve oración, muy sencilla. Todas sus palabras son una evocación de nuestras postrimerías y del Más Allá. Repetida muchas veces al día, entre cada una de las decenas del rosario, tiene que anclar profundamente en nuestro espíritu estas grandes realidades y determinar graves resoluciones. MARÍA emplea con nosotros el método de IGNACIO DE LOYOLA repitiéndole a FRANCISCO de XAVIER: “¡de qué le sirve al hombre…?” hasta la total conversión de su compatriota y amigo. Igualmente, al llamar tan pronto cerca de su trono celestial a dos de los tres pequeños videntes, MARÍA nos demuestra el poco valor que Ella atribuye, para los que ama, a los bienes de esta vida. De esta forma nos repite lo que había dicho antes a BERNADETTE: “Quiero hacerte feliz; pero no en este mundo, sino en el otro”.
Tal fue el ardiente deseo de FRANCISCO y de JACINTO, el cielo ha de ser la idea central de los cristianos, y lo pueden alcanzar según la doctrina del Maestro haciéndose “semejantes a los niños”… Esta “pequeña vida” de la infancia, popularizada con el ejemplo y los escritos de SANTA TERESITA DE LISIEUX, Nuestra Señora de Fátima nos la recuerda escogiendo por intérpretes, por embajadores, por amigos a tres de estos niños que JESÚS se complacía en tener junto a sí y presentarlos como MODELO a sus discípulos.
Por “nosotros”, pobres pecadores”
Lo que parece ser el esencial objetivo de las maternales advertencias de Nuestra Señora, es darnos ánimo para la lucha contra el pecado que atrae el castigo sobre los hombres: el infierno para las almas individuales, la guerra para las naciones a las que la justicia divina no puede esperar en el Más allá.
Los tres Evangelios sinópticos caracterizan los principios de la predicación de Nuestro Señor, diciendo que predicaba la penitencia (en griego “metanoia”, o sea arrepentimiento).
La penitencia, en el sentido del Evangelio y la Teología, es un acto de justicia mediante el cual el pecador, al recordar con dolor y confusión que ha ofendido a DIOS, se esfuerza en reparar este ultraje y reconquistar la gracia divina. “Si no hacéis penitencia – decía el Redentor -, moriréis”. Su divina Madre empleo igual lenguaje en LA SALETTE y en LOURDES. En Fátima repite el mismo llamamiento, con particular insistencia. Parecería incluso que su Inmaculado Corazón tuviese como única preocupación apartar a los hombres del camino del pecado, decidirlos a luchar con todas sus fuerzas contra este terrible azote, único enemigo de su felicidad y de su salvación.
La palabra “pecado” parece que haya desaparecido de los labios humanos y la noción que encierra se olvida, se borra, se atenúa. MARÍA quiere avivar el sentimiento del pecado, inspirarnos un profundo horror, manifestamos sus daños. ¡Cuántas veces esta palabra, en Fátima, ha venido a nuestros labios! Hemos recordado su declaración final: “¡Es necesario que los hombres se corrijan y pidan perdón de sus pecados, que no ofendan más a Nuestro Señor, ya demasiadas veces ofendido!”.
En su cuaderno de recuerdos, la hermana MARÍA LUCÍA DEL INMACULADO CORAZÓN añade aquí unas observaciones que nos dirige a todos nosotros: “En esta aparición, las palabras que quedaron más profundamente grabadas en mi corazón fueron aquellas en las cuales Nuestra Señora del Cielo suplicaba a los hombres no causasen más penas a Nuestro Señor, ya demasiados veces ofendido. ¡Qué amorosa queja y que súplica contienen! ¡Oh, cómo querría yo que tales palabras resonasen por el mundo entero y que todos los hijos de la Madre celestial escuchasen su voz!”.
Esta suprema declaración no era más que el llamamiento, el resumen de las anteriores confidencias de la Señora a los pequeños videntes.
Principalmente en la tercera aparición, Ella había manifestado a sus pequeños confidentes las tristes consecuencias del pecado: aquí, en el mundo, la guerra, síntesis de todos los males; en la otra vida, el fuego del infierno. La oración que les enseñó aquel día, y que han de intercalar en el rosario, empieza con un acto de penitencia: “¡Oh, Jesús mío!, perdónanos”.
Repasemos el relato de las apariciones y en todas partes encontraremos siempre esta idea del pecado que parece obsesionar al inmaculado Corazón de nuestra Madre. Y la pequeña JACINTA que “tanto le gustaba pensar” en todo lo que le había dicho la Señora de la Luz, demostró haber comprendido perfectamente las enseñanzas de su celestial Maestra cuando, en su lecho de enferma, decía: “Se cometen muchos y muy graves pecados en el mundo… Si los hombres supiesen qué es la eternidad, harían todo lo posible para cambiar de vida… Los hombres se pierden porque no piensan bastante en la muerte de Nuestro Señor y no hacen penitencia”.
La hermana LUCÍA concreta, además, muchas veces que la “penitencia” pedida por MARÍA consiste esencialmente en los sacrificios que se imponen mediante la estricta observancia de los mandamientos de Dios.
Echar de nuestra vida personal el pecado, he aquí la lección esencial de Fátima, el ardiente deseo del Inmaculado Corazón de nuestra Madre Celestial.

POR LOS DEMÁS PECADORES
Cuando MARÍA habla a sus pequeños confidentes, no les habla jamás de sus propios pecados, pues Ella les había escogido a causa de su inocencia y de su pureza; les pide que rueguen por la conversión de los pecadores y se sacrifiquen en expiación de todas las faltas. En la medida en que nuestras almas hayan conservado la pureza o vuelto a ella, de igual manera los llamamientos del Inmaculado Corazón a favor de los pecadores, se dirigen a todos nosotros, pues en esta misma medida nuestras oraciones y sacrificios pueden serles útiles.
Para corresponder a sus deseos, no basta con echar el pecado de nuestras almas; Ella quiere, además, colaborando a la Redención de su divino Hijo. Tomemos para nosotros estas palabras de Nuestra Señora en su primer aparición: “¿Queréis ofreceros a Dios en vuestros sacrificios y aceptar voluntariamente todos los sufrimientos que Él quiera enviaros, en acto de reparación por los pecados que ofenden a su Divina Majestad? ¿QUERÉIS SUFRIR POR LA CONVERSIÓN DE LOS PECADORES, EN REPARACIÓN DE LAS BLASFEMIAS, COMO TAMBIÉN DE TODAS LAS OFENSAS CONTRA EL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA?”. Y respondamos con igual generosidad que los inocentes pastorcillos.
En todas las audiencias que la Señora les concedió, les recordó este deber de caridad para con los pecadores, particularmente en la cuarta: “Rezad y haced sacrificios por los pecadores, pues muchas almas van al infierno porque no hay nadie que se sacrifique y rece por ellos”.
¡Felices los tres benditos niños, los pastorcillos de Aljustrel, que tan bien respondieron a los deseos de su celestial Visitante, obteniendo así, con sus oraciones tan fervorosas y sus heroicas penitencias, la conversión de tantos pecadores!
Por PECADO entendemos casi exclusivamente el pecado personal, individual, y era bastante difícil para los niños llegar a entender la noción de pecado COLECTIVO, SOCIAL, NACIONAL, PÚBLICO. Y, sin embargo, en las palabras de JACINTA, conservadas por su abnegada enfermera, encontramos esta noción. La niña había comprendido que Nuestra Señora quería que ella expiase, también, los pecados colectivos, modas inmodestas, laicismo perseguidor, leyes contra la santidad del matrimonio.
Es también igualmente necesario expiar y echar de la tierra los pecados públicos que tienen por nombre pornografía de la prensa y del cine, nacionalismo agresivo, comunismo ateo, abuso de cierto capitalismo, etc. Esta clase de pecados se deben más a un estado de ánimo colectivo que a desfallecimientos individuales, y, como éstos, reclaman reparación. ¿No se refiere JACINTO a estos deplorables desvíos cuando se lamenta de los graves pecados que se cometen “en el mundo?” En todo caso, ellos provocan, igualmente, la cólera de Dios y atraen sus castigos sobre las naciones.

EL ROSARIO, SALVACIÓN DEL MUNDO
En Fátima, MARÍA unió de manera muy estrecha el espíritu de penitencia con el rezo del Santo Rosario. Al recomendarnos esta devoción, nos conduce de nuevo al Evangelio. El padrenuestro, que decimos cinco veces por rosario, ¿no es el resumen más hermoso de las enseñanzas del sermón de la Montaña, de las más hermosas máximas del divino Maestro?
Y, por otra parte, la meditación de los quince misterios del Rosario, donde sintetiza toda la economía de la Redención (excepto el ministerio público del Redentor), proporciona al alma fiel la ocasión de meditar el Evangelio y de dar ánimos para la práctica de todas las virtudes que enseña. ¿Hay algo más eficaz para encaminarnos al bien que la meditación de los ejemplos de JESÚS y de su Madre?
Esta es la razón principal por la cual los santos y los Papas han recomendado siempre esta devoción. No podemos en este lugar intentar de sus escritos sobre este particular, por ser muchos y muy importantes. LEÓN XIII, renovando y comentando las enseñanzas de GREGORIO XVI y de PÍO IX, ¿no publicó él solo doce Encíclicas, a más de otros muchos documentos sobre el rosario?
ENCÍCLICAS de 1883, 1884, 1885, 1889, 1891, 1892, 1894, 1885, 1896, 1898; un Breve en 1883; Carta al cardenal vicario en 1886; Carta a los obispos de Italia en 1887; Carta apostólica con motivo de la consagración de la basílica del Rosario en Lourdes en 1901. La institución del mes del rosario es de 1883.
El Papa SAN PÍO X, en su testamento, dice: “La oración del Rosario es de todas la más hermosa, la más rica en gracias y la que más conmueve al Corazón de la Madre de Dios… si queréis que la paz reine en vuestras casas, rezad en común el Rosario”.
En cuanto a PÍO XII, entre otros documentos, nos bastará remitir el lector a la tan hermosa alocución pronunciada en su audiencia pública de 6 de octubre de 1941. Es un himno de alabanzas a las glorias del Rosario; el Soberano Pontífice demuestra que es la oración por excelencia de la FAMILIA, porque conviene perfectamente a los jóvenes esposos, a los hijos, a la joven, al joven, a la madre de familia, a los ancianos, al moribundo y, en fin, a toda FAMILIA ENTERA REUNIDA.
Al darse el título de “NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO”, la Virgen de FÁTIMA ha confirmado y ha subrayado todas las enseñanzas de los Soberanos Pontífices sobre la importancia y la eficacia del Santo Rosario.
En los hechos de Fátima, otros muy distintos motivos han llamado nuestra atención sobre el Rosario.
MARÍA se presenta a los pastorcillos cuando acaban de rezar devotamente el Rosario, al parecer para recompensarles. Ella sostiene en su mano derecha la cadena de un magnífico Rosario. Sobre todo, no deja en cada visita, de recomendar esta oración a sus pequeños amigos.
Ya en su primera aparición, promete la salvación eterna a FRANCISCO, recordándole que debe rezar el Rosario. En esta visita y en las siguientes, la Señora recomienda, sin desmayo, a los niños el Rosario cotidiano y ellos se esfuerzan por introducir en sus casas esta costumbre y propagarla “por el mundo entero”. Todas las veces que LUCÍA elevaba a la Visión las súplicas de gracias pedidas por los asistentes, la respuesta era siempre que la gracia sería concedida si la persona interesada rezaba bien el Rosario.
El pueblo lo había comprendido así, pues en la COVA DE IRIA, antes y durante las apariciones, todo el mundo rezaba el Rosario. Y cuando se preguntaba a los primeros testigos de qué se trataba, contestaban: “Es una santa del cielo que pide que se rece el Rosario”.

Por último, el día 13 de octubre de 1917, MARÍA, resumiendo su mensaje, dijo: “YO SOY NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO…YO DESEO…QUE SIGÁIS REZANDO EL ROSARIO TODOS LOS DÍAS”.
¿Puede la Virgen decirnos con más claridad que el Rosario, que antes salvó al mundo de la herejía albigense (los Cátaros) y de la invasión musulmana, puede en nuestros días salvarnos de los peligros, aún más temibles, que entrañan el comunismo ateo y la amenaza de una guerra universal y atómica?
Su Santidad PÍO XII reconoció esta insistencia de MARÍA cuando, en su carta Saeculo exeunte octavo de 1940, habla del rosario, “tan recomendado por NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA”.

*EDITÓ: gabrielsppautasso@yahoo.com.ar DIARIO PAMPERO Cordubensis e INSTITUTO EREMITA URBANUS, Córdoba de Nueva Andalucía, 27 de febrero del Año del Señor de 2010. Cuaresma. Sopla el Pampero. ¡VIVA LA PATRIA! ¡LAUS DEO TRINITARIO! ¡VIVA HISPANOAMÉRICA!
GRATIAS AGAMUS DOMINO DEO NOSTRO! gspp. *


*CUANDO VEÁIS UNA NOCHE ILUMINADA POR UNA LUZ DESCONOCIDA*

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