martes, 16 de diciembre de 2008

Imitación de la Santísima Virgen


Bajo el modelo de la Imitación de Jesucristo, obra escrita por un sacerdote francés y traducida al español. Novísima Edición. “Unius vita omnium disciplina”. S. AMBR., de Virg. 1.2.

Librería de la Vda de CH. BOURET París - México año 1896 (sic) propiedad del Editor. 323 págs.

Libro I: En el se consideran la vida y las virtudes de la Santísima Virgen, desde su Inmaculada Concepción hasta el nacimiento de su Divino Hijo en Belén.

Capítulo 1: Imitación de las virtudes de la Santísima Vírgen.

¡Bienaventurados lo que no se apartan de los caminos que yo les he señalado! ¡Dichosos aquel que escucha lo que yo le digo por medio de los ejemplos que le dado! (Prov. VIII, 52, 34).

La Iglesia, poniendo estas palabras en los labios de María, nos exhorta a estudiar la conducta que esta Reina de los Santos observó sobre la tierra, y a imitar lo que nosotros admiramos en ella.
¡Dichoso en efecto el que imita a María; pues imitándola, imita a Jesús, Rey y primer modelo de todas las virtudes.
La vida de esta Virgen es una lección universal. En ella se aprende cómo es necesario conducirse en la prosperidad y en la adversidad, en la súplica y en trabajo, en los honores y en las humillaciones.
Nosotros no arribaremos jamás a la perfección que daba a todas sus acciones; pero aquel será más perfecto que menos se separe de ella.
O vosotros lo que hacéis profesión de servir a María, ¿queréis conformaros con este modelo excelente? Pues imitad, en cuanto este de vuestra parte, la vivacidad de su fe, la prontitud de su obediencia, la profundidad de su humildad, las atenciones de su fidelidad, la pureza de sus intenciones y la generosidad de su amor.
¿Quién de vosotros, ayudado del socorro divino, el que precisamente se debe implorar, no podrá proponerse seguir, a ejemplo suyo, la práctica de estas diferentes virtudes?
Sin esta imitación vuestro amor para con ella es bien tibio, y no debéis esperar pruebas muy señaladas de su protección.
¿Es verdad que todos los días rezáis algunas oraciones en su honor; que lleváis por otra parte alguna señal exterior de vuestra devoción? Y que sois individuo de algunas de estas congregaciones que se han consagrado más particularmente. Todo esto no hay duda que la obligará a pedir para vosotros gracias de salud.
Pero si con todo esto, vuestra devoción no se extiende jamás hasta la imitación de sus virtudes, vuestra devoción no os salvará.
Los Filisteos poseyeron el Arca del Señor, y además la enriquecieron con sus dones; y sin embargo no fue para ellos un recurso de bendiciones, porque no dejaron de amar sus ídolos.
¡O Reina de las Virtudes! ¿No será justo, si se os ama, que se haga por Vos a lo menos lo que se hace por los amigos que se pretenden tener en este mundo? ¿Se procura revertirse de su propio carácter, y tomar sus mismas inclinaciones?
De esta conformidad nace la unión de los corazones, y no hay de ninguna manera amistad donde no hay semejanza.
Vuestro corazón tan humilde, tan casto, tan sometido a las órdenes de Dios, y tan ardiente por sus intereses, ¿uniría acaso sus afectos a un corazón voluptuoso y soberbio, que se halla sin resignación en la voluntad de Dios, y sin celo por su gloria?
Si vosotros me amáis, nos decís, Señora, aun con más justo título con el Apóstol, sed mis imitadores como yo le he sido de Jesús (Cor. IV, 16). Si sois mis hijos, revestíos del espíritu de vuestra Madre.
El espíritu de los hijos de María debe ser como el de su Madre, un espíritu de caridad, un espíritu de paz, un espíritu de mortificación, y un espíritu de temor y amor de Dios.
¡O Virgen Santa! Yo pondré en adelante sobre todas las cosas mi devoción hacia Vos, en imitar vuestras virtudes.
Este es el más perfecto homenaje que os puedo prestar: esta es la más grande señal de amor que os puedo dar.

Editó Gabriel Pautasso
Instituto Eremita Urbanus


VOLVER a la portada de IEU

No hay comentarios: