El presente trabajo es obra de DOM FRANÇOIS PLAINE, monje benedictino de la abadía de Ligugé, Francia, y fue publicado en Revue des Questions Historiques, año de 1873, tomo I, págs. 145-164.
Por Dom François Plaine, OSB
El historiador judío y racionalista SALOMON REINACH considera este artículo “decisivo” para el esclarecimiento de la cuestión (vid. Salomon Reinach, Apolo, Historia general de las artes plásticas, José Ruiz Editor, Madrid 1916, 3ª ed., pág. 136).
También JOSÉ ORTEGA y GASSET se basó en el estudio de DOM PLAINE para su tesis doctoral sobre “los legendarios terrores del Año mil” (Imprenta El Liberal, Madrid 1909, Biblioteca Nacional V, cª 400, nº 9), donde corrobora la falsedad de dicho mito.
“HE AQUÍ EL INFIERNO Y EL ÁNGEL QUE CIERRA LA PUERTA”, REZA LA SIMPLE Y CONCISA NSCRIPCIÓN EN FRANCÉS ANTIGUO, SOBRE ESTA TERRIBLE VISIÓN DE LA BOCA DEL INFIERNO: ICI EST ENFERS E LI ANGELS KI ENFERME LES PORTES. Fue pintada en Inglaterra a mediados del siglo XII.
UNO de los muchos dardos envenados que ha lanzado la crítica moderna contra la Edad Media es aquél según el cual, al acercarse el año 1000 de nuestra era cristiana, los cristianos fueron presa de un auténtico y generalizado miedo colectivo y supersticioso ante una supuesta inminencia del Juicio Final. Se pretende ahora poner una fecha del año 2010 así desautorizar el la postura racional y el espíritu sobrenatural de la Cristiandad.
Pero ya hace más de un siglo que el monje benedictino FRANÇOIS PLAINE demostró la falsedad de esa tesis, en un trabajo que incluso el historiador SALOMÓN REINACH, judío y racionalista y el no muy ortodoxo filósofo español ORTEGA y GASSET consideraron decisivo y esclarecedor.
Al acercarnos al comienzo del Tercer Milenio, no estará de más que nos preguntemos qué hay de verdad en dicho mito, LOS SUPUESTOS TERRORES DEL AÑO 1000, y como vivieron realmente nuestros antepasados las últimas horas del siglo X…
INTRODUCCIÓN
Uno de los hechos más generalmente admitidos en el mundo (hablo de quienes leen) es que la creencia en una consumación próxima y final de todas las cosas preocupaba y horrorizaba enormemente a los espíritus al aproximarse el año 1000 de la Encarnación.
En efecto, dicha opinión se halla recogida, desde hace unos tres siglos, no sólo en multitud de obras de literatura y novelas (escritos donde el error, como todos sabemos, se encuentra muy a menudo junto a la verdad), sino incluso en gran número de obras, absolutamente serias, de arte, de ciencia, erudición e historia.
(Entre otras: BARONIUS, Annales ecclesiastici, ad annales 1001, nº 1 et seq.; Histoire litteraire de la France, t. VI, prefacio, pág. 11 ; Histoire de l´Eglise gallicane, ed. Eb 12 t., VII, pág. 206 : CAUMONT, Abécédaire d ´Árchéolgie, pág. 42 ; L´Ercalopier, Préface sur la ouvrage de Theóphile, pág. 1 ; AMPÈRE, Histoire littéraire de la France,T. III, pág. 273 ss.).
Algunos escritores partidarios a ultranza de esta idea la han empujado a límites tan extremos, que han llegado a extraer las más desfavorables conclusiones obre el estado intelectual y social de toda una porción de la familia humana. Se siente uno espantado”, nos dice uno de estos últimos, SISMONI, “De la chute de l´Empire Romain, París 1845, t. II, págs. 397-398), “ANTE el estado de desorganización al cual la creencia en la proximidad del fin del mundo debió arrojar a la sociedad. La totalidad de los hombres se encontraba en el estado de ánimo debió de un condenado que ha recibido su sentencia. Todo trabajo del cuerpo o del espíritu quedaba sin objeto”.
MICHELET se hace eco del autor de la Historia de la caída del Imperio romano, y nos dice a su vez: “aquel pobre mundo del siglo se encontraba sin esperanzas después de tanta ruina”. Luego, desarrollando su pensamiento y sin temor a contradictorio, admite que, sin embargo, aquella generación conservaba en el fondo de su corazón en el fondo del corazón un poco esperanza. Pero ¡ay…! ¡Qué esperanza! Dejémosle de nuevo la palabra: “el cautivo”, nos dice, “esperaba en su negro calabozo, el siervo sobre el surco, el monje entre las abstinencias del claustro (…) (tenían todos) la terrible esperanza del JUICIO FINAL”.
Podría añadir algunas pinceladas a este cuadro ya tan sombrío tomando nuevas citas de otros historiadores-novelistas de nuestra época, pero ¿para qué continuar sobre el mismo tema? Más vale abordar sobre el terreno el objeto del presente trabajo, y averiguar de buena fe qué debe pensarse de aquel PAVOR o MIEDO general que se imputa a la generación de la segunda mitad del siglo X. Los hombres de aquella época, ¿fueron o no sus víctimas? En otros términos: esta opinión sobre los terrores supersticiosos del año 1000, ¿tiene algún fundamento sólido en el testimonio de los autores coetáneos? ¿Descansa en algún documento digno de ser tomado en consideración, o bien esta creencia sólo se habría propagado en una época muy posterior al hecho mismo, por ejemplo hacia el siglo XVI? ¿No tendría por base conjeturas engañosas e hipótesis irreales?
Tal es la cuestión sobre la cual intentaré extender alguna vez remontándome a las fuentes, es decir, a los escritores y documentos de la época.
A nadie escapará la importancia del asunto. Sin duda es algo muy grave acusar así a una generación entera de haber sido víctima del error y de la superstición. Un corazón generoso no podía suscribir deliberadamente la condena de quienes, después de todo, son sus antepasados, a menos que las pruebas sobre las que descansara la acusación estuviesen revestidas de una autoridad irrecusable.
¿Qué hay de ello en el asunto que nos ocupa? ¿Cuál es el lenguaje, cuáles los sentimientos de lo escritores coetáneos en relación con los pretendidos terrores del año 1000?
En segundo lugar: los argumentos de los partidarios de dich opinión, ¿pueden resistir el examen de una crítica leal?
Finalmente: el estudio particular y detallado de ese año milésimo, tan memorable en los fastos de la Humanidad, ¿da lugar a la duda y la incertidumbre acerca de la situación moral e intelectual de los hombres que ocupaban entonces la escena del mundo?
Tales son los problemas que voy a intentar resolver uno tras otro, y cuya solución parcial me atrevo a esperar no deje ninguna duda acerca del modo de resover la cuestión general misma.
Por de pronto debo decir que la creencia en los terrores del año 1000 tiene en contra su propia novedad. No es que haya nacido ayer: puede remontarse hasta comienzos del siglo XVI; pero no más allá. En efecto, ni HERMANN CONTRACT (1054) Chronica, apud Pertz et Migne, ni SIGEBERT DE GEMBLOUX (1095) , ibídem, ni VINCENT DE BEAUVAIS (1270), Speculum quadraplex : historiale, t. IV, lib. XXIV, cap. 107., el primer enciclopedista, ni el mismo ROLLEVINCK (1480), Fasciculus temporum, col. 1483, por no citar otros cien nombres, hicieron mención de esos terrores supersticiosos de finales del siglo X. Es necesario llegar a TRITHEIM, Annales Hirsaugienses, t. I, pág. 143, año 1000: Homines metuebant instare diem novissimun, al menos que yo conozca, para ver expresada esa creencia. Ahora bien, cinco siglos separan a este autor del año 1000. Parece más de lo necesario para dudar legítimamente sobre la veracidad de su aserto.
TESTIMONIOS CONTEMPORÁNEOS
LIBELLUS DE ANTECHRISTO
Si nos adentramos más en el siglo X, nos encontramos con el LIBELLUS DE ANTECHRISTO, compuesto hacia el 954. Los partidarios de los terrores del año 1000 pretenden, desde hace más de un siglo, hacer de él un arma a favor de su opinión; pero a pesar del respeto que profeso hacia unos escritores justamente estimados, me refiero a los autores del siglo del tomo VI de la Histoire littéraire de la France, prefacio, siglos XIII y XIV, diré claramente que ese opúsculo no ha sido escrito con el propósito que se le atribuye a su autor. En efecto, en modo alguno tiene por objeto dicho libro destruir una pretendía creencia popular que consideraría inminente la venida del Anticristo. No hay ninguna duda posible a este respecto, porque el autor, ADSON, Abad de Montiérender (Mons. DERVENSE) en Champagne, se explica bastante categóricamente acerca de este punto, ya sea en el prefacio, ya en el cuerpo de la obra, para que no se le atribuyan intenciones distintas a las que enuncia él mismo. Él declara a GERBERGA, reina de Francia (a quien dedica su libro), que su único objeto es satisfacer el vivo deseo que ella le había expresado de meditar sobre las Escrituras. En consecuencia va a hablarle de un punto bastante oscuro de nuestra fe, a saber: del ANTICRISTO, de su impiedad, y de las características que permitirán reconocerle fácilmente cuando aparezca. ADSONIS lib. De Antichristo, apud MIGNE, t. CI, col. 1291. “Quia pium Studium, domina Mater, Baetis Scripturas audite et frequenter loqui de nostro Redemmtore sive etiam scire de Antichristi impiedate et persecutione necnon et poteste ejus et generatione – volui aliqua vobis scribere de Antichristo », etc.
Prosigue en el mismo tono y desarrolla su pensamiento sin proponerse jamás instruir a las muchedumbres, sino solamente a una persona privada, sin adoptar en manera alguna los vuelos de un polemista que quiere destruir un error fuertemente enraizado, sino contentándose con una sencilla exposición doctrinal exenta de toda discusión.
Sus últimas palabras advierten a la piadosa reina de que sólo Dios conoce la hora del juicio final. “Arbitror quod nullus sit qui sciat quantum temporis existat inter Antichristum et Judicium, sed in dispensatione Dei manet, qui judicabit saeculum, ea hora qua praeficit esse judicandum ante saecula ». Ibid., c. 1298. Era la ocasión perfecta para combatir a cara descubierta la creencia errónea del pueblo y de sus falsos doctores, ya que éstos últimos, pretendiendo audazmente haber penetrado en los secretos del Altísimo, osaban adelantar que en el año 1000 tendría lugar la ruina y la consumación final de final de todas las cosas. Si nuestro autor se guardo bien de hacerlo, ¿no estamos obligados a concluir que esa pretendía creencia popular no es más que un mito, o por lo menos no tenía ningún adepto en Champagne y en las provincias vecinas en que el Abad de Montiérender disertaba tan elocuentemente sobre el Anticristo y sobre los males que había de causar en el mundo?
De este modo los argumentos de nuestros adversarios se vuelven contra ellos mismos y sirven para abrir brecha en su sistema histórico.
EL MUNDO A FINALES DEL SIGLO X
Sin embargo, tal vez no sea inútil seguir insistiendo para hacer ver que todos los datos generales que nos proporciona la historia en relación con los últimos años del siglo X deponen en nuestro favor y dan un categórico mentís a la afirmación cuya falsedad hay que probar.
Esto es lo que voy a mostrar en un rápido resumen acerca del estado religioso, político y artístico del mundo al final del siglo X. Podrá verse que ni la realeza, ni el pueblo, ni el clero ni la nobleza se hallaban sumidos, en vísperas del año 1000, en ese abatimiento, marasmo e inacción que se les ha atribuido con tanta complacencia.
En marzo de 999, tan sólo algunos meses antes del término fatal, un Pontífice lleno de juventud (GREGORIO V), que prometía largos y gloriosos días, moría a l edad de 27 años. ¿Acaso pudo el terror ante la cercanía del fin del mundo impedir que el clero y el pueblo romano le diesen en el acto un sucesor? De ninguna manera: no más de lo que pudo disuadir al anciano pastor de las montañas de la Auvernia (GERBERTO DE AURILLAC, SILVESTRE II) de subir con paso firme las gradas del primer trono del mundo. BARONIUS, Annales Ecclesiastici, ad ann. 999, nº 1 et seq.
A su vez, el emperador de Alemania, OTÓN III, temía tan poco la proximidad de la consumación general de todas las cosas, que escogía precisamente ese año tan temido para fundar el reino de Polonia y erigir una metrópoli eclesiástica con cuatro obispados sufragáneos. Ibid., nº XII.
A pocos pasos de allí y siempre en la misma fecha, el piadoso SAN ESTEBAN DE HUNGRÍA no tenía otros sentimientos, ni seguía una conducta diferente. También él organizaba sus provincias, las dotaba de una legislación, y fundaba obispados y monasterios, cosas todas que, en mi opinión, suponen cierto trabajo del cuerpo y del espíritu, aunque desagrade a SISMONDI. BARONIUS, Annales, Ad ann. 1002, nº XI, etc. Acta SS., t. I, sept., pág. 497 et seq.
Si subimos un poco hacia el norte, encontramos a ADALBERTO DE PRAGA (970-997) Acta SS. O.S.B., saec. V, pág. 821 et seq. y a BONIFACIO ibid., saec. VI, pars prima, pág. 71, y sus compañeros, quienes al precio de mil fatigas o incluso de su sangre, trataban de iluminar con las luces de la fe las naciones de las márgenes del Vístula y de Niemen , aún asentados en las tinieblas de una grosera idolatría. La obra avanzaba con lentitud , y si estos generosos misioneros hubiesen podido suponer que el mundo no le quedaban ya más que algunos años de existencia, sin duda se habrían ahorrado trabajos inútiles.
Por la misma época, las regiones septentrionales de Europa, que después de SIETE SIGLOS no cesaban de verter oleadas de bárbaros sobre el antiguo mundo romano, se preparaban para concluir aquella era de invasiones con la conquista de Inglaterra. SUENON DE DINAMARCA había llevado a cabo varias incursiones victoriosas en las tierras ocupadas por lo anglosajones, y consideraba la posibilidad de un último y más formidable ataque. Era la víspera del año 1000; pero al cobarde rey ETHELREDO ni se le pasaba por la cabeza que el estruendoso sonido de las trompetas de los ángeles fuese a ponerle pronto fuera del alcance de los soberanos de la tierra. Al contrario, recurría más que nunca a sus armas favoritas, la corrupción y la tradición, para desembarazarse de su terrible enemigo. Cfr. BARONIUS: ad ann. 983, n. XXIV. Acta SS., ad diem 19 apr., Vita S. ELPHEGI, t. II, april., pág. 633 et seq.
En España los cristianos continuaban su lucha heroica, y ya tres veces secular, contra los invasores de su patria. Los terrores del año 1000 no habían desesperado a nadie; ese mismo año dos nuevos reyes, intrépidos y valientes, ceñían la corona. Eran SANCHO EL MAYOR de Navarra y ALFONSO V en Asturias y LEÓN. Art de vérifier les dates, edición de 1783, t. I, págs. 739 y 741.
En Constantinopla la dignidad imperial era muy precaria ; sin embargo no faltaban ambiciosos que la desean , incluso al aproximarse el año 1000. Ibid., I, pág. 432.
Todavía podemos señalar aquí que nunca se ha supuesto, y ni siquiera lo han hecho nuestros adversarios, que los historiadores bizantinos conociesen la fábula de los terrores del año 1000. Otro tanto hay que decir de los narradores, por otro lado tan amigos de todo lo maravilloso y extraordinario.
Pero ya he dicho bastante para poner de manifiesto que, en las proximidades del año 1000, los pretendidos terrores ante la consumación final no habían ni enervado el coraje, ni ahogado la ambición, ni aniquilado la actividad humana. En una palabra, los hombres eran los mismos que en cualquier otra época de la historia, y en diversos aspectos la faz del mundo político y religioso no difería sensiblemente de la del siglo XIX.
Tampoco imaginemos que la proximidad del año 1000 impidió a los obispos de la Iglesia Católica mantener sus acostumbradas reuniones, tan importantes para el mantenimiento de la pureza de la fe y las costumbres; nada sería más contrario a la verdad. Los concilios son numerosos en los diez años que preceden inmediatamente al año 1000; más numerosos, si no me equivoco, que en muchas otras épocas. Cfr. Collectiones Conciliorum, ad ann. 990-1000.
Debe resaltarse además que en esas asambleas, cuyo objeto primordial es extirpar el ERROR y la SUPERSTICIÓN del campo de la Iglesia, jamás se ocuparon de la creencia popular de que se trata en estas páginas, prueba manifiesta de que esa opinión no formaba entonces un partido ni una secta, ni causaba ningún daño serio a las almas.
¿Será necesario todavía mencionar las numerosas fundaciones de monasterios y la construcción de múltiples iglesias y basílicas que caracterizan la segunda mitad del siglo X? Uno de los historiadores más eruditos. Digno alumno de la École des Chartes, han censado hasta 112 monasterios construidos o reparados en el espacio de tiempo comprendido entre los años 950 y 1000. Vid. En Annaire historique de la Société de France, año 1838, la lista de los monasterios con la fecha de su fundación. Este trabajo es obra de MAS-LATRIE.
Puede asegurarse, no obstante, que la lista está lejos de ser completa, puesto que solamente el rey de Inglaterra, EDGARDO (959-975), le atribuye cincuenta el testimonio de sus biógrafos.
Podría hacerse un trabajo análogo sobre la construcción d iglesias, pero sería más difícil y ni siquiera se ha intentado. No pudiendo emprenderlo aquí, me contentaré con enumerar algunos acontecimientos concretos relativos precisamente a esos años que, según nuestros contradictores, serían de espanto y de pánico, a esos años fatales entre todos los años.
Fu entonces cuando se llevó a cabo, según los documentos públicos, la reconstrucción y segunda dedicación de las catedrales de ORLÉANS y de SENLIS, de las iglesias abaciales de MONT-MAJEUR, cerca de ARLÉS, de MONTIER-EN-DER (Champagne), y de SAINT VINCENT-DU-MANS, por no hablar más que de Francia y citar meramente los nombres más conocido.
¿Bo es esto suficiente para constatar que los terrores del año 1000, por muy supersticiosos y universales que se los suponga, no habían ni entorpecido todos los brazos, ni encadenado todos los brazos ni encadenado todos los pies ni detenido “todo trabajo del cuerpo del cuerpo o del espíritu”?.
¿No resulta así manifiesto que en el siglo X existió más de un artista y más de un arquitecto, pese a lo que se vaya podido decir sobre los obstáculos con que habría entorpecido el desenvolvimiento del arte?
En cuanto a las bellas artes y la ciencia, sería sin duda temerario aseverar que estaban muy desarrolladas en el año 1000. Sin embargo, GERBERT en Francia, DUNSTAN en Inglaterra, BRUNNON de Colonia en Alemania, creaban escuela y habían hecho discípulos, algunos muy distinguidos. Sus nombres honran, indiscutiblemente, la segunda mitad del siglo X, y tal vez le aseguran un rango muy superior al que merecen otras épocas en la serie de las edades literarias.
ADEMÁS, otras cien causas particulares, como el debilitamiento del poder real, la anarquía política, las invasiones de los normandos y sus depredaciones de todo género…¿no nos explican suficiente la decadencia intelectual de los siglos IX y X? ¿Qué necesidad hay, por consiguiente, para explicarla, de recurrir a la creencia en los terrores supersticiosos del siglo X, del año X?
CONCLUSIÓN
Pero ya es tiempo de concluir este trabajo, emprendido para reivindicar el honor de la IGLESIA, o más bien el de nuestros antepasados, el de la raza humana. Los ataques partían de un lugar elevado: tenían su apoyo en espíritus a los que no es frecuente sorprender en algún fallo. Por ello era necesario, para responder de una manera victoriosa, desarrollar algunos puntos y multiplicar las pruebas y los testimonios. He procurado cumplir esa misión en la medida de mis débiles fuerzas. Pero y se ha visto: el silencio de los autores coetáneos sobre un hecho de tal importancia, la poca solidez de los argumentos para apuntalar es opinión, el tener de los documentos públicos y toda la información que conservamos acerca del estado del mundo en aquella época memorable, son otras tantas razones que militan a favor de nuestra tesis, y no parecen dejar lugar a la duda ni a la incertidumbre.
Permítaseme concluir este trabajo diciendo que sería contrario a la VERDAD HISTÓRICA continuar hablando de una supuesta confusión generalizada, de un supuesto PÁNICO UNIVERSAL producido en el producido en el mundo y la Iglesia por la proximidad del año 1000. Sería tan injusto como ultrajante para la dignidad humana, continuar suponiendo que los hombres de la segunda mitad del siglo X, no teniendo otra esperanza que “la terrible esperanza del JUICIO FINAL”, languidecían miserablemente en el marasmo y la inacción, y habían abandonado “todo trabajo del cuerpo y del espíritu”.
En una palabra, los terrores del año 1000 no son ni más ni menos que un MITO; y la crítica racionalista de nuestros días, en lugar de divertirse creando MITOS fantásticos para darse luego el placer de combatirlos, haría mucho mejor en aplicar las fuerzas de su inteligencia a derribar errores tan graves como éste, contra el cual mi mano inexperta acaba de lanzar algunos dardos.
DOM FRANÇOIS PLAINE, O.S.B.
Fuente: Dom François Plaine, « Los supuestos terrores del año mil », Cuadernos Fides, nº 2, Madrid. 22 PÁGS.*
LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI
“Y VÍ Y CONTEMPLE UN CABALLO PÁLIDO, Y EL NOMBRE DEL QUE LO MONTABA ERA MUERTE. EL TRIUNFO DE LA MUERTE, PROCEDENTE DE UN ANTIGUO HOSPITAL DE PALERMO, FUE PINTADO HACIA 1445, PERO EL ARTISTA ES DESCONOCIDO. EL CABALLO AÚN CONSERVA SU CRIN Y SU COLA ONDEANTE, Y TODAVÍA SE ADHIEREN VESTIGIOS DE CARNE A SU CUERPO (LA LENGUA Y LAS ENCÍAS PERMANECEN INTACTAS, EL RESTO DE LA CABEZA ES UNA CALAVERA SIN OJOS). LA MUERTE DISPARA SUS FLECHAS NO SOBRE LOS QUE LA ESPERAN – LOS POBRES, LOS INVÁLIDOS Y LOS VIEJOS, AGRUPADOS A LA IZQUIERDA – SINO SOBRE AQUELLOS QUE SE HALLAN EN LA FLOR DE LA JUVENTUD Y LA FELICIDAD, ATAVIADOS CON VISTOSOS ROPAJES Y ESCUCHANDO MÚSICA JUNTO A UNA FUENTE. BAJO LOS CASCOS DEL CABALLO YACEN LOS QUE HAN SIDO ALCANZADOS: CABALLEROS, DAMAS, OBISPOS, PAPAS Y FRAILES.
Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
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Por Dom François Plaine, OSB
El historiador judío y racionalista SALOMON REINACH considera este artículo “decisivo” para el esclarecimiento de la cuestión (vid. Salomon Reinach, Apolo, Historia general de las artes plásticas, José Ruiz Editor, Madrid 1916, 3ª ed., pág. 136).
También JOSÉ ORTEGA y GASSET se basó en el estudio de DOM PLAINE para su tesis doctoral sobre “los legendarios terrores del Año mil” (Imprenta El Liberal, Madrid 1909, Biblioteca Nacional V, cª 400, nº 9), donde corrobora la falsedad de dicho mito.
“HE AQUÍ EL INFIERNO Y EL ÁNGEL QUE CIERRA LA PUERTA”, REZA LA SIMPLE Y CONCISA NSCRIPCIÓN EN FRANCÉS ANTIGUO, SOBRE ESTA TERRIBLE VISIÓN DE LA BOCA DEL INFIERNO: ICI EST ENFERS E LI ANGELS KI ENFERME LES PORTES. Fue pintada en Inglaterra a mediados del siglo XII.
UNO de los muchos dardos envenados que ha lanzado la crítica moderna contra la Edad Media es aquél según el cual, al acercarse el año 1000 de nuestra era cristiana, los cristianos fueron presa de un auténtico y generalizado miedo colectivo y supersticioso ante una supuesta inminencia del Juicio Final. Se pretende ahora poner una fecha del año 2010 así desautorizar el la postura racional y el espíritu sobrenatural de la Cristiandad.
Pero ya hace más de un siglo que el monje benedictino FRANÇOIS PLAINE demostró la falsedad de esa tesis, en un trabajo que incluso el historiador SALOMÓN REINACH, judío y racionalista y el no muy ortodoxo filósofo español ORTEGA y GASSET consideraron decisivo y esclarecedor.
Al acercarnos al comienzo del Tercer Milenio, no estará de más que nos preguntemos qué hay de verdad en dicho mito, LOS SUPUESTOS TERRORES DEL AÑO 1000, y como vivieron realmente nuestros antepasados las últimas horas del siglo X…
INTRODUCCIÓN
Uno de los hechos más generalmente admitidos en el mundo (hablo de quienes leen) es que la creencia en una consumación próxima y final de todas las cosas preocupaba y horrorizaba enormemente a los espíritus al aproximarse el año 1000 de la Encarnación.
En efecto, dicha opinión se halla recogida, desde hace unos tres siglos, no sólo en multitud de obras de literatura y novelas (escritos donde el error, como todos sabemos, se encuentra muy a menudo junto a la verdad), sino incluso en gran número de obras, absolutamente serias, de arte, de ciencia, erudición e historia.
(Entre otras: BARONIUS, Annales ecclesiastici, ad annales 1001, nº 1 et seq.; Histoire litteraire de la France, t. VI, prefacio, pág. 11 ; Histoire de l´Eglise gallicane, ed. Eb 12 t., VII, pág. 206 : CAUMONT, Abécédaire d ´Árchéolgie, pág. 42 ; L´Ercalopier, Préface sur la ouvrage de Theóphile, pág. 1 ; AMPÈRE, Histoire littéraire de la France,T. III, pág. 273 ss.).
Algunos escritores partidarios a ultranza de esta idea la han empujado a límites tan extremos, que han llegado a extraer las más desfavorables conclusiones obre el estado intelectual y social de toda una porción de la familia humana. Se siente uno espantado”, nos dice uno de estos últimos, SISMONI, “De la chute de l´Empire Romain, París 1845, t. II, págs. 397-398), “ANTE el estado de desorganización al cual la creencia en la proximidad del fin del mundo debió arrojar a la sociedad. La totalidad de los hombres se encontraba en el estado de ánimo debió de un condenado que ha recibido su sentencia. Todo trabajo del cuerpo o del espíritu quedaba sin objeto”.
MICHELET se hace eco del autor de la Historia de la caída del Imperio romano, y nos dice a su vez: “aquel pobre mundo del siglo se encontraba sin esperanzas después de tanta ruina”. Luego, desarrollando su pensamiento y sin temor a contradictorio, admite que, sin embargo, aquella generación conservaba en el fondo de su corazón en el fondo del corazón un poco esperanza. Pero ¡ay…! ¡Qué esperanza! Dejémosle de nuevo la palabra: “el cautivo”, nos dice, “esperaba en su negro calabozo, el siervo sobre el surco, el monje entre las abstinencias del claustro (…) (tenían todos) la terrible esperanza del JUICIO FINAL”.
Podría añadir algunas pinceladas a este cuadro ya tan sombrío tomando nuevas citas de otros historiadores-novelistas de nuestra época, pero ¿para qué continuar sobre el mismo tema? Más vale abordar sobre el terreno el objeto del presente trabajo, y averiguar de buena fe qué debe pensarse de aquel PAVOR o MIEDO general que se imputa a la generación de la segunda mitad del siglo X. Los hombres de aquella época, ¿fueron o no sus víctimas? En otros términos: esta opinión sobre los terrores supersticiosos del año 1000, ¿tiene algún fundamento sólido en el testimonio de los autores coetáneos? ¿Descansa en algún documento digno de ser tomado en consideración, o bien esta creencia sólo se habría propagado en una época muy posterior al hecho mismo, por ejemplo hacia el siglo XVI? ¿No tendría por base conjeturas engañosas e hipótesis irreales?
Tal es la cuestión sobre la cual intentaré extender alguna vez remontándome a las fuentes, es decir, a los escritores y documentos de la época.
A nadie escapará la importancia del asunto. Sin duda es algo muy grave acusar así a una generación entera de haber sido víctima del error y de la superstición. Un corazón generoso no podía suscribir deliberadamente la condena de quienes, después de todo, son sus antepasados, a menos que las pruebas sobre las que descansara la acusación estuviesen revestidas de una autoridad irrecusable.
¿Qué hay de ello en el asunto que nos ocupa? ¿Cuál es el lenguaje, cuáles los sentimientos de lo escritores coetáneos en relación con los pretendidos terrores del año 1000?
En segundo lugar: los argumentos de los partidarios de dich opinión, ¿pueden resistir el examen de una crítica leal?
Finalmente: el estudio particular y detallado de ese año milésimo, tan memorable en los fastos de la Humanidad, ¿da lugar a la duda y la incertidumbre acerca de la situación moral e intelectual de los hombres que ocupaban entonces la escena del mundo?
Tales son los problemas que voy a intentar resolver uno tras otro, y cuya solución parcial me atrevo a esperar no deje ninguna duda acerca del modo de resover la cuestión general misma.
Por de pronto debo decir que la creencia en los terrores del año 1000 tiene en contra su propia novedad. No es que haya nacido ayer: puede remontarse hasta comienzos del siglo XVI; pero no más allá. En efecto, ni HERMANN CONTRACT (1054) Chronica, apud Pertz et Migne, ni SIGEBERT DE GEMBLOUX (1095) , ibídem, ni VINCENT DE BEAUVAIS (1270), Speculum quadraplex : historiale, t. IV, lib. XXIV, cap. 107., el primer enciclopedista, ni el mismo ROLLEVINCK (1480), Fasciculus temporum, col. 1483, por no citar otros cien nombres, hicieron mención de esos terrores supersticiosos de finales del siglo X. Es necesario llegar a TRITHEIM, Annales Hirsaugienses, t. I, pág. 143, año 1000: Homines metuebant instare diem novissimun, al menos que yo conozca, para ver expresada esa creencia. Ahora bien, cinco siglos separan a este autor del año 1000. Parece más de lo necesario para dudar legítimamente sobre la veracidad de su aserto.
TESTIMONIOS CONTEMPORÁNEOS
LIBELLUS DE ANTECHRISTO
Si nos adentramos más en el siglo X, nos encontramos con el LIBELLUS DE ANTECHRISTO, compuesto hacia el 954. Los partidarios de los terrores del año 1000 pretenden, desde hace más de un siglo, hacer de él un arma a favor de su opinión; pero a pesar del respeto que profeso hacia unos escritores justamente estimados, me refiero a los autores del siglo del tomo VI de la Histoire littéraire de la France, prefacio, siglos XIII y XIV, diré claramente que ese opúsculo no ha sido escrito con el propósito que se le atribuye a su autor. En efecto, en modo alguno tiene por objeto dicho libro destruir una pretendía creencia popular que consideraría inminente la venida del Anticristo. No hay ninguna duda posible a este respecto, porque el autor, ADSON, Abad de Montiérender (Mons. DERVENSE) en Champagne, se explica bastante categóricamente acerca de este punto, ya sea en el prefacio, ya en el cuerpo de la obra, para que no se le atribuyan intenciones distintas a las que enuncia él mismo. Él declara a GERBERGA, reina de Francia (a quien dedica su libro), que su único objeto es satisfacer el vivo deseo que ella le había expresado de meditar sobre las Escrituras. En consecuencia va a hablarle de un punto bastante oscuro de nuestra fe, a saber: del ANTICRISTO, de su impiedad, y de las características que permitirán reconocerle fácilmente cuando aparezca. ADSONIS lib. De Antichristo, apud MIGNE, t. CI, col. 1291. “Quia pium Studium, domina Mater, Baetis Scripturas audite et frequenter loqui de nostro Redemmtore sive etiam scire de Antichristi impiedate et persecutione necnon et poteste ejus et generatione – volui aliqua vobis scribere de Antichristo », etc.
Prosigue en el mismo tono y desarrolla su pensamiento sin proponerse jamás instruir a las muchedumbres, sino solamente a una persona privada, sin adoptar en manera alguna los vuelos de un polemista que quiere destruir un error fuertemente enraizado, sino contentándose con una sencilla exposición doctrinal exenta de toda discusión.
Sus últimas palabras advierten a la piadosa reina de que sólo Dios conoce la hora del juicio final. “Arbitror quod nullus sit qui sciat quantum temporis existat inter Antichristum et Judicium, sed in dispensatione Dei manet, qui judicabit saeculum, ea hora qua praeficit esse judicandum ante saecula ». Ibid., c. 1298. Era la ocasión perfecta para combatir a cara descubierta la creencia errónea del pueblo y de sus falsos doctores, ya que éstos últimos, pretendiendo audazmente haber penetrado en los secretos del Altísimo, osaban adelantar que en el año 1000 tendría lugar la ruina y la consumación final de final de todas las cosas. Si nuestro autor se guardo bien de hacerlo, ¿no estamos obligados a concluir que esa pretendía creencia popular no es más que un mito, o por lo menos no tenía ningún adepto en Champagne y en las provincias vecinas en que el Abad de Montiérender disertaba tan elocuentemente sobre el Anticristo y sobre los males que había de causar en el mundo?
De este modo los argumentos de nuestros adversarios se vuelven contra ellos mismos y sirven para abrir brecha en su sistema histórico.
EL MUNDO A FINALES DEL SIGLO X
Sin embargo, tal vez no sea inútil seguir insistiendo para hacer ver que todos los datos generales que nos proporciona la historia en relación con los últimos años del siglo X deponen en nuestro favor y dan un categórico mentís a la afirmación cuya falsedad hay que probar.
Esto es lo que voy a mostrar en un rápido resumen acerca del estado religioso, político y artístico del mundo al final del siglo X. Podrá verse que ni la realeza, ni el pueblo, ni el clero ni la nobleza se hallaban sumidos, en vísperas del año 1000, en ese abatimiento, marasmo e inacción que se les ha atribuido con tanta complacencia.
En marzo de 999, tan sólo algunos meses antes del término fatal, un Pontífice lleno de juventud (GREGORIO V), que prometía largos y gloriosos días, moría a l edad de 27 años. ¿Acaso pudo el terror ante la cercanía del fin del mundo impedir que el clero y el pueblo romano le diesen en el acto un sucesor? De ninguna manera: no más de lo que pudo disuadir al anciano pastor de las montañas de la Auvernia (GERBERTO DE AURILLAC, SILVESTRE II) de subir con paso firme las gradas del primer trono del mundo. BARONIUS, Annales Ecclesiastici, ad ann. 999, nº 1 et seq.
A su vez, el emperador de Alemania, OTÓN III, temía tan poco la proximidad de la consumación general de todas las cosas, que escogía precisamente ese año tan temido para fundar el reino de Polonia y erigir una metrópoli eclesiástica con cuatro obispados sufragáneos. Ibid., nº XII.
A pocos pasos de allí y siempre en la misma fecha, el piadoso SAN ESTEBAN DE HUNGRÍA no tenía otros sentimientos, ni seguía una conducta diferente. También él organizaba sus provincias, las dotaba de una legislación, y fundaba obispados y monasterios, cosas todas que, en mi opinión, suponen cierto trabajo del cuerpo y del espíritu, aunque desagrade a SISMONDI. BARONIUS, Annales, Ad ann. 1002, nº XI, etc. Acta SS., t. I, sept., pág. 497 et seq.
Si subimos un poco hacia el norte, encontramos a ADALBERTO DE PRAGA (970-997) Acta SS. O.S.B., saec. V, pág. 821 et seq. y a BONIFACIO ibid., saec. VI, pars prima, pág. 71, y sus compañeros, quienes al precio de mil fatigas o incluso de su sangre, trataban de iluminar con las luces de la fe las naciones de las márgenes del Vístula y de Niemen , aún asentados en las tinieblas de una grosera idolatría. La obra avanzaba con lentitud , y si estos generosos misioneros hubiesen podido suponer que el mundo no le quedaban ya más que algunos años de existencia, sin duda se habrían ahorrado trabajos inútiles.
Por la misma época, las regiones septentrionales de Europa, que después de SIETE SIGLOS no cesaban de verter oleadas de bárbaros sobre el antiguo mundo romano, se preparaban para concluir aquella era de invasiones con la conquista de Inglaterra. SUENON DE DINAMARCA había llevado a cabo varias incursiones victoriosas en las tierras ocupadas por lo anglosajones, y consideraba la posibilidad de un último y más formidable ataque. Era la víspera del año 1000; pero al cobarde rey ETHELREDO ni se le pasaba por la cabeza que el estruendoso sonido de las trompetas de los ángeles fuese a ponerle pronto fuera del alcance de los soberanos de la tierra. Al contrario, recurría más que nunca a sus armas favoritas, la corrupción y la tradición, para desembarazarse de su terrible enemigo. Cfr. BARONIUS: ad ann. 983, n. XXIV. Acta SS., ad diem 19 apr., Vita S. ELPHEGI, t. II, april., pág. 633 et seq.
En España los cristianos continuaban su lucha heroica, y ya tres veces secular, contra los invasores de su patria. Los terrores del año 1000 no habían desesperado a nadie; ese mismo año dos nuevos reyes, intrépidos y valientes, ceñían la corona. Eran SANCHO EL MAYOR de Navarra y ALFONSO V en Asturias y LEÓN. Art de vérifier les dates, edición de 1783, t. I, págs. 739 y 741.
En Constantinopla la dignidad imperial era muy precaria ; sin embargo no faltaban ambiciosos que la desean , incluso al aproximarse el año 1000. Ibid., I, pág. 432.
Todavía podemos señalar aquí que nunca se ha supuesto, y ni siquiera lo han hecho nuestros adversarios, que los historiadores bizantinos conociesen la fábula de los terrores del año 1000. Otro tanto hay que decir de los narradores, por otro lado tan amigos de todo lo maravilloso y extraordinario.
Pero ya he dicho bastante para poner de manifiesto que, en las proximidades del año 1000, los pretendidos terrores ante la consumación final no habían ni enervado el coraje, ni ahogado la ambición, ni aniquilado la actividad humana. En una palabra, los hombres eran los mismos que en cualquier otra época de la historia, y en diversos aspectos la faz del mundo político y religioso no difería sensiblemente de la del siglo XIX.
Tampoco imaginemos que la proximidad del año 1000 impidió a los obispos de la Iglesia Católica mantener sus acostumbradas reuniones, tan importantes para el mantenimiento de la pureza de la fe y las costumbres; nada sería más contrario a la verdad. Los concilios son numerosos en los diez años que preceden inmediatamente al año 1000; más numerosos, si no me equivoco, que en muchas otras épocas. Cfr. Collectiones Conciliorum, ad ann. 990-1000.
Debe resaltarse además que en esas asambleas, cuyo objeto primordial es extirpar el ERROR y la SUPERSTICIÓN del campo de la Iglesia, jamás se ocuparon de la creencia popular de que se trata en estas páginas, prueba manifiesta de que esa opinión no formaba entonces un partido ni una secta, ni causaba ningún daño serio a las almas.
¿Será necesario todavía mencionar las numerosas fundaciones de monasterios y la construcción de múltiples iglesias y basílicas que caracterizan la segunda mitad del siglo X? Uno de los historiadores más eruditos. Digno alumno de la École des Chartes, han censado hasta 112 monasterios construidos o reparados en el espacio de tiempo comprendido entre los años 950 y 1000. Vid. En Annaire historique de la Société de France, año 1838, la lista de los monasterios con la fecha de su fundación. Este trabajo es obra de MAS-LATRIE.
Puede asegurarse, no obstante, que la lista está lejos de ser completa, puesto que solamente el rey de Inglaterra, EDGARDO (959-975), le atribuye cincuenta el testimonio de sus biógrafos.
Podría hacerse un trabajo análogo sobre la construcción d iglesias, pero sería más difícil y ni siquiera se ha intentado. No pudiendo emprenderlo aquí, me contentaré con enumerar algunos acontecimientos concretos relativos precisamente a esos años que, según nuestros contradictores, serían de espanto y de pánico, a esos años fatales entre todos los años.
Fu entonces cuando se llevó a cabo, según los documentos públicos, la reconstrucción y segunda dedicación de las catedrales de ORLÉANS y de SENLIS, de las iglesias abaciales de MONT-MAJEUR, cerca de ARLÉS, de MONTIER-EN-DER (Champagne), y de SAINT VINCENT-DU-MANS, por no hablar más que de Francia y citar meramente los nombres más conocido.
¿Bo es esto suficiente para constatar que los terrores del año 1000, por muy supersticiosos y universales que se los suponga, no habían ni entorpecido todos los brazos, ni encadenado todos los brazos ni encadenado todos los pies ni detenido “todo trabajo del cuerpo del cuerpo o del espíritu”?.
¿No resulta así manifiesto que en el siglo X existió más de un artista y más de un arquitecto, pese a lo que se vaya podido decir sobre los obstáculos con que habría entorpecido el desenvolvimiento del arte?
En cuanto a las bellas artes y la ciencia, sería sin duda temerario aseverar que estaban muy desarrolladas en el año 1000. Sin embargo, GERBERT en Francia, DUNSTAN en Inglaterra, BRUNNON de Colonia en Alemania, creaban escuela y habían hecho discípulos, algunos muy distinguidos. Sus nombres honran, indiscutiblemente, la segunda mitad del siglo X, y tal vez le aseguran un rango muy superior al que merecen otras épocas en la serie de las edades literarias.
ADEMÁS, otras cien causas particulares, como el debilitamiento del poder real, la anarquía política, las invasiones de los normandos y sus depredaciones de todo género…¿no nos explican suficiente la decadencia intelectual de los siglos IX y X? ¿Qué necesidad hay, por consiguiente, para explicarla, de recurrir a la creencia en los terrores supersticiosos del siglo X, del año X?
CONCLUSIÓN
Pero ya es tiempo de concluir este trabajo, emprendido para reivindicar el honor de la IGLESIA, o más bien el de nuestros antepasados, el de la raza humana. Los ataques partían de un lugar elevado: tenían su apoyo en espíritus a los que no es frecuente sorprender en algún fallo. Por ello era necesario, para responder de una manera victoriosa, desarrollar algunos puntos y multiplicar las pruebas y los testimonios. He procurado cumplir esa misión en la medida de mis débiles fuerzas. Pero y se ha visto: el silencio de los autores coetáneos sobre un hecho de tal importancia, la poca solidez de los argumentos para apuntalar es opinión, el tener de los documentos públicos y toda la información que conservamos acerca del estado del mundo en aquella época memorable, son otras tantas razones que militan a favor de nuestra tesis, y no parecen dejar lugar a la duda ni a la incertidumbre.
Permítaseme concluir este trabajo diciendo que sería contrario a la VERDAD HISTÓRICA continuar hablando de una supuesta confusión generalizada, de un supuesto PÁNICO UNIVERSAL producido en el producido en el mundo y la Iglesia por la proximidad del año 1000. Sería tan injusto como ultrajante para la dignidad humana, continuar suponiendo que los hombres de la segunda mitad del siglo X, no teniendo otra esperanza que “la terrible esperanza del JUICIO FINAL”, languidecían miserablemente en el marasmo y la inacción, y habían abandonado “todo trabajo del cuerpo y del espíritu”.
En una palabra, los terrores del año 1000 no son ni más ni menos que un MITO; y la crítica racionalista de nuestros días, en lugar de divertirse creando MITOS fantásticos para darse luego el placer de combatirlos, haría mucho mejor en aplicar las fuerzas de su inteligencia a derribar errores tan graves como éste, contra el cual mi mano inexperta acaba de lanzar algunos dardos.
DOM FRANÇOIS PLAINE, O.S.B.
Fuente: Dom François Plaine, « Los supuestos terrores del año mil », Cuadernos Fides, nº 2, Madrid. 22 PÁGS.*
LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI
“Y VÍ Y CONTEMPLE UN CABALLO PÁLIDO, Y EL NOMBRE DEL QUE LO MONTABA ERA MUERTE. EL TRIUNFO DE LA MUERTE, PROCEDENTE DE UN ANTIGUO HOSPITAL DE PALERMO, FUE PINTADO HACIA 1445, PERO EL ARTISTA ES DESCONOCIDO. EL CABALLO AÚN CONSERVA SU CRIN Y SU COLA ONDEANTE, Y TODAVÍA SE ADHIEREN VESTIGIOS DE CARNE A SU CUERPO (LA LENGUA Y LAS ENCÍAS PERMANECEN INTACTAS, EL RESTO DE LA CABEZA ES UNA CALAVERA SIN OJOS). LA MUERTE DISPARA SUS FLECHAS NO SOBRE LOS QUE LA ESPERAN – LOS POBRES, LOS INVÁLIDOS Y LOS VIEJOS, AGRUPADOS A LA IZQUIERDA – SINO SOBRE AQUELLOS QUE SE HALLAN EN LA FLOR DE LA JUVENTUD Y LA FELICIDAD, ATAVIADOS CON VISTOSOS ROPAJES Y ESCUCHANDO MÚSICA JUNTO A UNA FUENTE. BAJO LOS CASCOS DEL CABALLO YACEN LOS QUE HAN SIDO ALCANZADOS: CABALLEROS, DAMAS, OBISPOS, PAPAS Y FRAILES.
Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
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