jueves, 26 de enero de 2012

CONFESIONES DE UN HEREJE

SERGUE FILIPPINI, “CONFESIONES DE UN HEREJE”. Los últimos días de GIORDIANO BRUNO. Narrativa histórica. Emecé Barcelona. 1990, p. 334. Para ti, para ti sólo, un último verso: ENTRE EL FUEGO DEL AMOR, MUERO EN EL INFORTUNIO.

Editó: Lic. Gabriel Pautasso

¡LA TORMENTA! ¿No ha sido ése, desde siempre, mi elemento? Vuelvo a ver a NAPOLES,  el monasterio: ya entonces era preciso saber hacer oír. Los asnos eran dueños de la situación. Yo era joven y no veía a mi alrededor más que corrupción, vulgaridad, ignorancia y crueldad, las cuatro hermanas mefíticas instaladas en cada peldaño de la jerarquía. Quien deseara existir debía empezar por imponerse con las palabras. DIOS sabe que desde entonces nunca he vacilado en tomar la palabra, así lo he hecho toda mi vida, haciendo de la necesidad virtud…Venganza implacable del destino, al final debe escuchar mi sentencia con un freno de madera en la boca, arrodillado, con la cabeza gacha, entre dos guardias. El notorio ADRIANO leía el texto a toda voz que podía:
… así mandamos que seas degradado y expulsado de nuestra Santa Madre Iglesia, por haberte mostrado indigno de su misericordia; y que seas entregado al brazo secular, en la persona del gobernador de ROMA aquí presente, a fin de que él te castigue atemperando, tanto como le sea posible y por nuestra benévola petición, los rigores de la ley. Además condenamos y censuramos todos tus libros por contener errores y herejías, y ordenamos que sean quemados en la plaza de SAN PEDRO, al pie de las escaleras, y como tales incluidos en el índice de obras prohibidas… AMÉN. 

El freno me impedía tragar y sin duda el obispo encargado de la antedicha misión –un pobre idiota de ojos espantados- recordará durante mucho tiempo haber degradado, no al campeón de una verdad insospechada, sino a una especie, sino de forzado, rojo de cólera y sucio de baba. Cuando mandé al diablo de un puñetazo los instrumentos sacerdotales (y recibí a cambio otra tanda de golpes), exigió a los guardias que me sujetaran las manos y, mientras recitaba sus fórmulas precipitadamente, me bendijo al tiempo que me cortaba con torpeza las uñas del pulgar y el índice, con aire asustado, como si fueran garras y no uñas. El ritual se había consumado. No asistí a la degradación del hermano CIPRIANO, pues RIETI ordenó a sus hombres que me devolvieran sin más trámite al calabozo. Un criado de MADRUZZI les indicó una puerta trasera, que permitiría evitar la muchedumbre. Atravesamos un patio majestuoso, cinco o seis callejuelas por el viento de las montañas, y el grupo que formábamos, un puñado de esbirros descontentos arrastrando a un infeliz medio asfixiado, desembocó en una avenida más amplia donde, a orillas del TÍBER, se levantaba TOR de NONA, mi nueva, mi última cárcel.

DIARIO PAMPERO CORDUBENSIS
INSTITUTO EREMITA URBANUS
Córdoba de la Nueva Andalucía, a 17 de enero del Año del Señor de 2012. SAN ANTONIO, Abad. Sopla el Pampero. ¡VIVA LA PATRIA! ¡LAUS DEO TRINITARIO! ¡VIVA HISPANOAMÉRICA! ¡O TEMPORA, O MORES! Gspp*

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