viernes, 3 de septiembre de 2010

*LOS MONJES DE OCCIDENTE*


 p. EL CONDE DE MONTALEMBERT

Editó: Lic. Gabriel Pautasso

*(CARLOS FORBES, Conde de MONTALEMBERT, 1810-1870, Literato y político francés católico. Obras: Moines de Occident, Du catholicismo et du vandalismo dans l´art y Vie de Sainte Elisabeth de Hongrie. El adalid católico MONTALEMBERT y el liberal DUPIN se enfrentaron en las Cámaras. Véase: JEANJEAN, “Montalembert, l´Eglise et l´Empire Paris, 1913). En 1843 sólo había en las Cámaras un representante de la enseñanza libre, MONTALEMBERT; en 1846 eran ya  146 miembros. Pero en el campo político, después de votada la Ley Falloux, los católicos se dividieron en dos ramas: los católicos liberales, con MONTALEMBERT y FALLOUX, a quienes sostiene también DUPANLOUP; y los ultramontanos (sedevacantistas o tradicionalistas, como hoy), con LUIS VEUILLOT, MONSEÑOR PIE y Dom GUÉRANGER. Pero MONTALEMBERT va acentuando las ideas de la escuela libre, hasta llegar en el Congreso de Malinas de 1863 a la fórmula de LAMENNAIS, padre del modernismo, condenada por SS Beato PÍO IX: la Iglesia libre en el Estado libre. (DON GUÉRANGER, Essais sur le naturalisme contemporain, París, 1858; y KELLER, L´enclycle du 8 de diciembre 1864 et les principes de 1789, París, 1864)*   

 Capítulo IV:
*Servicios dados por los monjes a la ciencia, a la educación, a las letras y a la historia*

Traductor: Gabriel S. P. Pautasso

*CULTURA DE LAS LETRAS en los MONASTERIOS*
Abordaremos aquí un terreno mucho más explorado que el que hemos visto hasta ahora, y aprovecharemos para bregar lo más posible sobre la tarea que se nos ha impuesto. Los clamores empujados contra las órdenes religiosas durante siglos por la ignorancia, el odio, la codicia, han cesado gradualmente al menos en lo concerniente al aspecto literario y científico de la institución: no se elevan más que de esos bajos fondos, de donde los errores y las mentiras sobreviven largo tiempo aún después de haber sido abanderados por los que primero las habían acreditado. Los hombres, aun los más superficialmente instruidos en la ciencia de la historia, saben bien que hablar hoy de ignorancia en los monjes sería proclamar su propia ignorancia. Por otra parte, el eco de esas viejas calumnias repercuten aún, de cuando en las obras y en los cursos destinados a la juventud, puede ser útil de recordar aquí ciertos hechos irrefutables sobre la naturaleza y extensión de los servicios dados a las LETRAS y a la Instrucción Pública por la Orden monástica teniendo cuidado de no descender, en las búsquedas, del lado de la época de SAN GREGORIO VII e inmediatamente anterior a SAN BERNARDO.  
La nueva sociedad cristiana se había constituido a través de mil obstáculos y mil tormentas, se trataba de constituir también, gracias a los esfuerzos perseverantes de la Iglesia y de la milicia benedictina, la ciencia y la enseñaba que implicaba naturalmente esta civilización cristiana. Monjes ilustres como VEDA, ALCUINO, RABANO MAURO, habían trabajado sin descanso durante mucho tiempo y a lo largo del décimo siglo, sus herederos se dedicaron con tanto éxito como celo al cuidado de la EDUCACIÓN y al cultivo y cultura de las LETRAS cuya  destinataria descansaba en sus manos.

*LOS ESTUDIOS SON PRESCRIPTOS POR TODAS LAS REGLAS MONÁSTICOS*
No queriendo seguir a los MABILLON y los ZIEGELBAUER en la demostración irrecusable que ellos han hecho de los inmensos trabajos literarios y científicos de su Orden, nosotros nos limitaremos a recordar que, a partir de la caída del Imperio Romano en el V siglo, fue gracias a los monjes que la ciencia, el estudio y la educación pudieron ser resguardados de las devastaciones que convenían a una sociedad católica y militante. Todas las reglas acordaban autorizar o prescribir el ESTUDIO a los religiosos. La más vieja de todas, aquella de SAN PACOMIO, es terminante sobre este punto. Ella exigía que todos los religiosos supiesen leer y escribir. En cuanto un monje se presentaba fuera de estas condiciones se le ponía al momento un alfabeto entre las manos. La Regla de SAN BENITO dejaba a cada religioso cuatro horas por día para la lectura, es decir, para el estudio. CASIODORO, contemporáneo y émulo de gran SAN BENITO, había hecho de su vasta abadía en Viviers, desde Calabria una verdadera academia. Había hecho, para el uso de los niños que él educaba, un tratado especial donde él los preparaba en el estudio retórico, aritmética, dialéctica, música, geometría, astronomía, es decir, sobre las siete artes liberales. La Dialéctica era enseñaba por él mismo y también por su colaborador DENIS, el PEQUEÑO. Este monje, escita de nacimiento, explicaba el griego a primera vista y lo traducía al latín con igual facilidad.  
En la misma época, pero en otro extremo de Europa, el Abate MAGLIORE, en la isla de JERSEY, presidía la educación de los niños de la raza noble que el hagiógrafo representa yendo a recitar sus lecciones en voz alta, en medio de las rocas castigadas por las olas, para no turbar la siesta de sus profesores.
La célebre regla escrita alrededor de un siglo después de la de SAN BENITO por un desconocido solitario que se hacía llamar el MAESTRO, porque se lo encontraba sin rival; esta regla obligaba a los monjes a liberarse del estudio de las letras recién a los cincuenta años. Las Reglas de SAN AURELIANO y SAN FERREOL hacían universal a esta obligación; y las Reglas de GRIMLAICUS identificaban la profesión de solitario (Eremita) con la de Doctor.
La tradición monástica estuvo siempre sobre este punto, completamente de acuerdo con la Regla. En Oriente como en Occidente, la cultura literaria, sin estar de derecho inseparablemente ligada a la profesión religiosa devino, en hecho, de uso constante y como una distinción especial, en la mayoría de los monasterios. En los fondos de los desiertos de TABENNE y de NITRIE es estudio de la Escritura Santa y de los Padres estaba colocada por los solitarios (Emerita) de la THEBAIDE en el mismo rango que la penitencia y la oración. Este fue así en todos los países donde se propagó la orden benedictina.
Mientras más renombradas eran las abadías por las ciencias de sus religiosos, eran más reconocidos y veneradas en la Iglesia. El olvido de las letras como se expresa un monje historiador, fue siempre señalado como una causa de decadencia, y el restablecimiento de los estudios era un punto esencial en todas las reformas de la Iglesia. El duque TASSILON de Baviera, refiriéndose a las fundaciones de sus ancestros,  estaba entonces perfectamente autorizado a calificarlos de monasterios de estudios. No puede citarse una abadía célebre por el nombre y santidad de sus religiosos, que no lo sea al mismo tiempo por la enseñanza de las letras.
Nosotros lo dijimos otra vez y no sería suficiente volver a repetir, FULDA, CORBIE, FERRIÈRES, ANINNAE, MARMOUTIER, CROYLAND, FLEURY, LE BEC, fueron hogares de luces, centros de vida intelectual, como no se vio en el mundo. Estas santas casas, y otras también rivalizaban, la mayoría de las veces con esta ilustre abadía de LERINS, que MABILLON definió tan justamente: “UNA ACADEMIA DE VIRTUD y DE CIENCIA, ABIERTA A TODAS LAS NACIONES DEL MUNDO”. EL MONTE CASSINO, metrópoli de la orden monástica reivindicaba noblemente la primacía por la fecundidad y la permanencia de sus trabajos intelectuales que asombran la erudición moderna, después hecho la gloria de hombres tales como PAUL DIACRE, amigo y corresponsal de CARLOMAGNO; el abate BERTHAIRE, francés de nacimiento, médico al mismo tiempo que monje y martirizado por los sarracenos (islámicos) en año 889; el abate FRÉDÉRIC, el arzobispo ALPHANO y el abate DIDIER, cuyos gustos literarios no impedían control entre los campeones más intrépidos de la libertad de la Iglesia, y los colaboradores más activos de GREGORIO VII.  

*MONJES DESTACADOS POR SU ARDOR LITERARIO DESDE SAN PACOMIO HASTA SAN ANSELMO.
Es irrefutable que, desde SAN PACOMIO y SAN BASILIO hasta los contemporáneos de SAN  ANSELMO y SAN BERNARDO, casi todos los monjes eminentes se distinguieron por amor de las santas letras y por celo por la educación.
Al apoyo de esta aserción, debe ser suficiente citar un pequeño número de nombres brillantes tales como CASIODORO, DENYS EL PEQUEÑO, SAN BENITO DE NURSIA, HRABAN MAURO, ALCUIN, LOUP DE FERRÈIRES, GERBERT y todos LOS ABATES DE CLUNY, desde SAN ODÓN hasta PEDRO EL VENERABLE. Todos se mostraban fieles al precepto de SAN JERÓNIMO escribiendo a su discípulo; “Tened siempre un libro en la mano o bajo los ojos”, y al ejemplo de BEDA el VENERABLE, que decía haber amado siempre el escribir, el aprender o el enseñar.
En cada monasterio se había establecido sucesivamente, una biblioteca, grandes salas de trabajo donde, para aumentar el número el número de libros, hábiles calígrafos transcribían manuscritos y por fin escuelas abiertas a todos aquellos que tenían o vocación para las ciencias.
En MONTERIENDER, LORSCH, CORVEY, FULDA, SAINT-GALL, REICHENAU, NONENTULE, MONTE-CASSINO, WEARMOUTH, SAINT-ALBAN, CROYLAN, existían célebres bibliotecas.
En SAINT-MICHEL de LUNEBOURG, había dos, una para el abate y otra para los monjes. En otras abadías, como en la de HIRSCHAU, el mismo abate tenía su lugar en el SCRIPTORIUM DONDE OTROS MUCHOS SE OCUPABAN DE LAS TRANSCRIPCIONES. En SAINT-RIQUIER, los libros, comprados a altos precios o las más preciosas joyas del monasterios. “He aquí – decía el cronista de la abadía – haciendo, con un ingenuo orgullo, la cuenta de los volúmenes que ella encerraba, he aquí las riquezas del claustro, he aquí cómo nosotros cumplimos el excelente precepto: “AMAD LA CIENCIA DE LAS ESCRITURAS y NO AMÉIS MÁS LOS VICIOS”.  

*PRINCIPALES CENTRO DE ESTUDIOS EN EL UNDÉCIMO SIGLO (11º SIGLOS).
Si deseáramos enumerar los principales centros de estudios en este siglo, sería necesario nombrar casi todas las abadías de la cual hemos citado los fundadores, ya que la mayor parte de ellos formaban, desde entonces, vastas casas de estudio, no menos frecuentadas por los niños de siervos y pobres de la nobleza y de hombres libres. Desde mediados del siglo precedente, un concilio en MAYENCE había ordenado que todos los niños fuesen conducidos, ya a escuelas de monasterios, ya aquellos de sus sacerdotes, para aprender allí los rudimentos de la fe y la oración dominical en su lengua materna. No era únicamente a los futuros habitantes del claustro, sino a todos los niños cristianos en general en general que los monjes abrían sus puertas y acordaban los beneficios de la educación. También la historia considera al monasterio como una escuela cuya importancia varía con el convento, donde las ciencias y las letras profanas son enseñadas, al igual que la teología, y donde se estudia, al mismo tiempo el latín, el hebreo, el griego y el árabe. Entre las más renombradas escuelas, se citaba, en el extranjero, y en el primer rango a: MONTE-CASSINO, SAINT-MAXIMIN DE TREVES, SAINT-ALBAN DE MAYENCE, PRUM, FULDA, SAINT-GALL, HIRSCHAU, GENDERSHEIM,  donde la religiosa HROSVITHA componía sus célebres dramas; REICHENAU donde SAM WOLFGANG se prepara ser el apóstol de HUNGRÍA; en  FRANCIA: FLEURY, GORZE, CORBIE, SAINT-DENIS, SAINT-DENIS, SAINT-MARTIN DE TOURS, SAINT-BENIGNA DE DIJOS, SAINT-GERMAN DE PRÉS, LUXEUIL bajos abates ADSON y CONSTANCE, AURILLAC donde se forma el futuro papa GERBERT, y sobre todo SAINT-REMUY de REIMS, donde FLODOARD y RICHER escribieron los Anales de sus países y de su  siglo. La renombrada abadía de FLEURY se extendida a lo lejos, y los monjes que allí se formaban en la ciencia y en piedad cerca de la tumba de SAN BENITO, habían creado un foco de luz donde se iluminarían más tarde, los futuros regeneradores de los estudios y de la regularidad monástica en INGLATERRA.
SAN PIERRE DE GAND estuvo a la altura de FLEURY: los religiosos de estas grandes casas declaraban que allí encontraban reunido el reposo, la felicidad, el estudio, el brillo de su orden y la salud. Todos santos abades, todos los monjes llegados a obispos y cuyos nombres resuenan en los anales contemporáneos, velaban con una solicitud infatigable a la cultura de las letras en sus monasterios; las cualidades que determinaban la elección de los superiores, particularmente el saber personal, ocupaban los primeros rangos entre las virtudes más meritorias: el gobierno de las escuelas parecía una rama esencial del gobierno de las almas.
Este celo fecundo de los monjes por la ciencia no se centraba en el reciente de los monasterios: ellos estaban en palacios de reyes de ALEMANIA y FRANCIA atendiendo las escuelas. Los obispos salidos de la Orden Monástica CONTINUABAN EN SU DIÓCESIS, la práctica de la enseñanza pública. Cuando un religioso célebre por su saber, como GERBERTO, abría una escuela, un ejército de discípulos se estrujaban cerca de él, y su renombre excitaba a lo lejos la emulación de los concurrentes. Por otra parte, sea que los monjes llevasen fuera el teatro de su enseñanza científica, sea que los laicos de todos los rangos fuesen a recoger los tesoros al seno de las abadías, el resultado era el mismo. Cuando se recorre la muy importante historia del monje RICHER, recientemente reencontraba, o bien los admirables dramas de la religiosa HROSWITHA y si se dice que las producciones de los monasterios del décimo siglo no indican un desarrollo de la cultura intelectual, todo se hace incompatible con la idea de la ciega ignorancia de los modernos ha vuelto popular sobre la noche de la Edad Media, al menos, el mundo cristiano no se equivocaba en ello; él iba a buscar, con calma y confianza, al abrigo de las abadías benedictinas, esta fuerte educación de las razas occidentales; que volvieron posible todas las maravillas de la fe, del coraje, del fervor y de la humildad, por la cual EUROPA fue iluminada, desde el undécimo siglo hasta el décimo quinto siglo desde SAN GREGORIO VII hasta JUANA DE ARCO.


*DESDE EL SCRIPTORIO, NOTA y SITUACIÓN SEGÚN DEL EDITOR.*

*LA VIDA y el ESPÍRITU de los MONASTERIOS*
Los cimientos de la vida monástica fueron echados primeramente en la ITALIA de los Ostrogodos, por algunos cristianos romanos. SAN AGUSTÍN, CASIODORO, “EL ÚLTIMO ESTADISTA ROMANO”, y más especialmente SAN BENITO DE NURSIA, fueron sus fundadores. Un cristianismo genuinamente romano distinguió a la BENEDICTI REGULA, que vino a ser el tipo clásico de todas las reglas monásticas que surgieron posteriormente. Hasta la disposición del claustro – patio cuadrangular rodeado de columnas – recordaba la villa romana, y el hábito monacal no es sino ligera modificación de las elegantes vestiduras de los antiguos romanos. Una moral inequívocamente romana, práctica y social, fue asimismo el alma de la vida benedictina. La santidad había tomada hasta entonces la forma del ascetismo contemplativo y exagerado de los anacoretas (Emerita), o de la desmoralizadora de los monjes vagabundos e ignorantes. La Regla benedictina, por el contrario, encerró a los monjes en el interior de los muros del claustrum y los organizó en forma de pequeño Estado regido por un superior, Estado en que todos eran todos eran servidores de la comunidad y donde la vida estaba minuciosamente regulada.
Al amparo de un moderado ascetismo, que tenía en cuenta la salud del cuerpo tanto como la del alma, los monjes se consagraron por entero al SERVICIO DIVINO y al trabajo (ORA et LABORA), viviendo a un tiempo mismo, como cumplía a cristianos romanos, para el Cielo y para la Tierra. En los monasterios se implantó la agricultura romana, la técnica y las artes de ROMA, se cultivo su literatura (amor por las letras o letrado), así la de los Padres de la Iglesia como la de los clásicos; los monasterios se impusieron la tarea de conservar el lustre de la heredada en las épocas de disolución y tinieblas (La Edad Oscura). En Monte Cassino estudiaba PABLO DIÁCONO, el sabio longobardo, y al escribir la historia de su pueblo se sentía continuador de la historia romana de EUTROPIO. Discípulo de SAN BENITO, fue el gran SAN GREGORIO, quien con sus facultades dominadoras, verdaderamente ROMANAS, organizó la Iglesia Católica, FIJÓ LOS DOGMAS y fue maestro y curó almas. Y TAMBIÉN CORO UNÍSONICO llamado Canto Gregoriano. Su voluntad de hierro fue igualmente la que puso en marcha el movimiento monacal y le señaló un lugar fijo e independiente dentro de la Iglesia.
Desde los tiempos de SAN BENITO hasta los de SAN FRANCISCO DE ASÍS…

*SAN BERNARDO, Abad de Claraval * fiesta 20 de agosto de 2010*
*FR. JUSTO PÉREZ DE URBEL, “Semblanzas benedictinas”, Benedictino de Silos, Editorial Voluntad, tomo I, Santos, Madrid, 1925.  San Bernardo, Abad de Claraval, (1091-1153), p. 309, 318.

Un autor de su tiempo nos dice que entre sus poesías juveniles había muchas del género erótico, que BERNARDO leía primero entre sus amigos, y dedicaba después a las damas. Estas diversiones, tan ordinarias en los castillos medioevales, no pudieron llenar su alma generosa, que en vano buscaba en ellas la tranquilidad del espíritu; llegó a convencerse de que, si bien pueden engañar las aspiraciones de un corazón pobre y rastrero, el que es noble y elevado y busca una gloria más maciza y una inmortalidad más segura, no puede hallar en ellas descanso y alegría que no sean momentáneos y tornadizos: su ojo perspicaz y certero llegó a ver que en el fondo de aquellas fiestas bulliciosas no había más que

Dolores con semblante de placeres
Placeres con raíces de dolores.

Pero otro ideal había ido creciendo en su corazón y habíase apoderado fuertemente de él.
Este ideal era un ideal de penitencia, de soledad, de humildad, de vida retirada allí en aquel monasterio del CÍSTER que se levantaba solicitarlo una leguas al sur de su castillo, cuya observancia le había hecho estremecerse de horror en los primeros días de su adolescencia, y había acabado por halagarle y presentársele como la única fuente donde podría beber a grandes sorbos el vino de la felicidad.


*VALDEMAR VEDEL, “Ideales de la Edad Media”, IV: La Vida Monástica, Traducción del danés por JAIME RUIZ MANET, Editorial Labor, Barcelona, 1931, p. 7-21

Y,

CONDE DE MONTALEMBERT, “MONJES DE OCCIDENTE”, tomo VI, Capítulo IV: Servicios dados por los monjes a la ciencia, a la educación, a las letras y a la historia. Traductor: Lic. Gabriel S. P. Pautasso.

*EDITÓ: gabrielsppautasso@yahoo.com.ar DIARIO PAMPERO Cordubensis nº 127 INSTITUTO EMERITA URBANUS, Córdoba de la Nueva Andalucía, 28 de agosto del Año del Señor de 2010. En la fiesta de SAN AGUSTIN de Hipona, OBISPO, CONFESOR y DOCTOR. Es el verdadero padre de la Teología católica y es el más genial de los Doctores de la Iglesia Latina. Sopla el Pampero. ¡VIVA LA PATRIA! ¡LAUS DEO TRINITARIO! ¡VIVA HISPANOAMÉRICA! Gratias agamus Domino Deo nostro! gspp.*

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