viernes, 16 de julio de 2010

LA ARETÉ DE LOS ATLETAS



DATOS EDUCATIVOS: PÍNDARO, El POETA DE LOS JUEGOS

Editó: Lic. Gabriel Pautasso


• Píndaro (522-441ª.JC), de Tebas, idolatrado, aun en vida, por los griegos, solicitado por reyes y ciudades, apellidado de “divino”. Cuando, mas de cien anos después de su muerte, ALEJANDRO MAGNO arrasó Tebas, mandó respetar la casa del poeta. Cultivó todas variedades del lirismo coral, pero solo se conservan sus “epinicios” u odas triunfales. Se dividen en Olímpicas, Piticas, Nemeas e Ístmicas, según celebren victorias atléticas logradas en OLIMPIA, DELFOS, NEMEA, o el ISTMO de Corintio. Cada oda contiene tres elementos: un elogio del vencedor, una narración mítica, y consejos morales y se cantaba o bien en el campo de deportes o al retorno del vencedor a su patria.


Las concepciones religiosas llegan con PINDARO a su máxima elevación y dignidad. El entusiasmo lirico se manifiesta en el por una noble fiereza que le inspira la conciencia de su genio, y por el cual se considera a sí mismo como igual de los reyes, a quienes con noble autoridad. Su estilo audaz, su imaginación brillante, sus abstracciones y genial sutileza, hace difícil su comprensión, como el mismo reconocía altivamente: “MIS FLECHAS IMPETUOSAS TIENEN UNA VOZ QUE PERCIBE EL INTELIGENTE Y NO ENTIENDE EL VULGAR”.

La fama de PINDARO, INMENSA DURANTE SU VIDA, AUN SE AGRANDO DESPUES DE MUERTO. El poeta romano HORACIO, que ni osaba imitarle, le compara  un “TORRENTE ARREBATADOR QUE SE PRECIPITA DE LAS MONTAÑAS”.
  
EL POETA DE LOS JUEGOS: PÍNDARO

Los griegos fueron los primeros en conceder importancia y significación a los juegos, difundidos en todas sus variadas especies por todo el territorio de la HÉLADE: torneos atléticos, carrera a caballo, a pie, en barca, con antorchas, torneos musicales, danzas, a veces, sobre pieles aceitadas para probar increíbles destrezas de equilibrio; juegos de tal variedad que su enumeración sería interminable.

Los grandes juegos – eran cuatro y se celebraban en fechas determinadas – revestían tal importacia que mientras duraban se proclamaba la tregua de los dioses de modo que toda Grecia pudiese enviar sin temor sus delegaciones. (Tregua Sagrada). Allí “jóvenes de gloriosos miembros” (PÍNDARO, Nemeas, Obras Completas, Ed. Garnier, París, s.f. y TUCÍDIDES, La Guerra del Peloponeso, 2 vol. Editorial Iberia.). Esto es de PÍNDARO, el poeta que celebró la areté de los atletas – se esforzaba por lograr un honor deseado en Grecia como ningún otro. Los generales triunfantes hubieran cedido el paso a los vencedores olímpicos. De generales triunfantes a los mariscales de la derrota. Muchos ejemplos. La corona de OLIVOS se colocaba a la altura del premio otorgado a los grandes trágicos: ESQUILO, SÓFOCLES y EURÍPIDES

Se recibía al vencedor con agasajos, procesiones y sacrificios; y los poetas más grandes escribían de buen grado loas en su honor. TUCÍDIDES, el breve y severo TUCÍDIDES, el de “un logro para siempre”, historiador del funesto de la caída del imperio talasocrático de ATENAS, interrumpe en cierta oportunidad su relato histórico para narrar detalladamente la victoria de uno de las personajes en los juegos olímpicos. Si no supiéramos nada más de esto de los griegos, si  ignoráramos del todo su genio artístico y su literatura arquetípica, su magnífico amor por los juegos, bastaría para comprender su modo de vida y su punto de vista. Pueblos miserables, pueblos fatigados no pueden permitirse el lujo de los juegos. Nada parecido a los juegos olímpicos es imaginable en EGIPTO o en BABILONIA o en PERSIA, en suma, de ORIENTE. La vida de los egipcios se despliega minuciosamente ante nuestra vista en las pinturas murales. Si la alegría de los juegos hubiese formado parte de la vida egipcia, de algún modo lo sabríamos. Pero los egipcios no jugaban. “SOLÓN, SOLÓN, vosotros los griegos sois todos unos NIÑOS”. (PLATÓN, Timeo, cap. I, 22, 1963, p. 126), decía un sacerdote egipcio al gran legislador ateniense.
Poseían vigor físico, espíritu y TIEMPO PARA LA ALEGRÍA. El testimonio de los juegos es concluyente. Y cuando GRECIA, la eterna Hélade, murió y su solución del gran enigma fue enterrada con sus estatuas, el juego DESAPARECIÓ del mundo. Los juegos romanos, brutales y sangrientos, ninguna relación guardaban con el espíritu y sentido del juego. Los juegos romanos ocupaban un puesto importante en la vida romana; pero, como se ha señalado frecuentemente los griegos jugaban; los romanos se limitaban a CONTEMPLAR los juegos. PLINIO se pregunta cómo es posible que se divierta un hombre sensato admirando el funesto círculo de las luchas. Éste era el efecto o la causa de la brutalidad de dichas competiciones. Durante los juegos por ANQUISES, Padre de ENEAS, en la ENEIDA de VIRGILIO, padre de OCCIDENTE en la expresión feliz de TEODORO HAECKER, el desafiante arroja a la arena su cesto, reforzado con hierro y plomo y salpicado de sesos y sangre.
Un epigrama romano de tiempos de NERÓN, decía:
“Este vencedor, honrado con la corona de olivo,
  Tuvo antes ojos, cejas, nariz, dientes y orejas”.

Los juegos romanos habían sido heredados de Oriente y no de Grecia. Los juegos murieron cuando Grecia murió y pasaron muchas centurias antes de su resurrección. Gozar de la vida, descubrir una hermosa posada, señalaba el espíritu griego distinguiéndole de toda la historia anterior. La alegría de la vida resplandece en todo lo que nos queda de Grecia. Los griegos eran conscientes, terriblemente conscientes de la incertidumbre de la vida y la inminencia de la muerte. Insisten enfáticamente sobre la brevedad y el fracaso de todos los esfuerzos, el veloz tránsito de Tololo que es alegre, hermoso, y digno de vivenciarse.
Para PÍNDARO, la VIDA NO ES SINO,

“EL SUEÑO DE UNA SOMBRA”.
(PÍNDARO, Pítica, VII. P. 135)

Pero nunca, ni siquiera en sus peores momentos, perdieron su amor por la vida. Siempre fue para ellos el mundo, el cosmos, una hermosa región, y la vida en él un motivo de alegría, de fecundo juego. “EJERCICIO DE PODERES VITALES SOBRE UNA LÍNEA DE ARETÉ, EN UNA VIDA QUE PERMITE SU DESARROLLO”; así  definían antiguamente los griegos LA FELICIDAD. Sólo una poderosa energía vital puede realizar esta concepción. Amaban las narraciones tradicionales, especialmente los LIBROS HOMÉRICOS, esa verdadera revelación natural. “ANTIGUO TESTAMENTO NATURAL COMO LO HA LLAMADO MAGISTRALMENTE EL RUSO BOULGAKOFF AL HELENISMO,  ya que los griegos nos dan testimonio de una gracia divina. HESÍODO nos ha legado esta revelación de las MUSAS en su TEOGONÍA, para él, para todo griego, y también para todo occidental cristiano y para todo americano, descendiente de los indios comechingones de las Sierras PAMPEANAS, el acceso del hombre al mundo divino es obra de un acto de INSPIRACIÓN que revela al hombre su estirpe CELESTE (del Cielo) – su raíz zoológica - , y su capacidad de recibir lo trascendente y lo divino. El umbral  lo franquean las MUSAS, hijas de ZEUS y la MEMORIA, profieren la música, de allí MUSAS, de la interioridad paterna, celebrantes de la armonía divinas y recordadoras de la misma, que el CANTO, a los hombres. Ellas se aparecen al pastor de BEOCIA y entregándole una rama de laurel lo inspiran, cargan su ser con un soplo nuevo y transfigurador que le ordenan cantar himnos de alabanza a “LOS QUE SIEMPRE SON” (DIOSES), señalándole su vocación de poeta y haciéndolo por ende, más humano, porque más divino. De allí que ESQUILO nos deje en LAS SUPLICANTES:
“PADRE, Creador, poderoso Dios,
Artífice supremo que dio forma al hombre con su mano
Antigua es su sabiduría; que obra a través de las cosas guiándolas hacia el puerto seguro, por fin…
Hecho y palabra son una misma cosa
Para ejecutar al punto los fines
Concebidos en el profundo secreto de su espíritu”. 
(ESQUILO, Las suplicantes, pág. 592).

PÍNDARO ES EL ÚLTIMO POETA DE LA ARISTOCRACIA GRIEGA y el poeta más grande después de HOMERO. El ideal aristocrático, aquel de “NOBLEZA y areté” según WERNER JÄEGER, que conformó tan poderosamente el genio griego, se manifiesta ostensiblemente en su canto de alabanza. Era aristócrata por linaje y pos sus convicciones, nació a fines del siglos VI a. JC. Cuando perecía la aristocracia griega. La primera democracia estaba por anunciarse. PÍNDARO era el sustentador de una causa perdida, posición que suscita muchas simpatías románticas. El hombre que lucha por una causa nueva no recibe este tributo: se alza contra la tenaz resistencia que siempre despierta el nacimiento de algo nuevo. Sin embargo, es más envidiable que el hombre que trata de rechazar la marea incipiente; y esta última posición fue la que asumió PÍNDARO. Para juzgarlo es menester considerar cuál era el ideal que produjo el credo aristocrático. Se fundaba sobre una concepción completamente diferente de la que originó la TIRANÍA. Pero el caso de la aristocracia era diferente. En el caso de la aristocracia era diferente. En el credo aristocrático, el poder debía ser ejercido por quienes estuviesen inmunizados contra las contra las tentaciones que acechaban, de un lado, a quienes luchaban por sobrevivir. Los jefes del mundo, los únicos capaces de guiarlo desinteresadamente, debían ser elegidos de una clase elevada sobre el nivel común de generación en generación, no por ambiciones egoístas, sino por el NACIMIENTO; una clase cuya TRADICIÓN y EDUCACIÓN superasen los apetitos egoístas y la servicial MEDIOCRIDAD que sujetaban a otros hombres. Su posición no dependía de la RIQUEZA. La sangre corría con una distinción especial tanto por las venas del NOBLE pobre como por las del rico, y la sucesión no eran un una pura cuestión de DINERO. Así, absolutamente seguros, libres de las ansiedades y preocupaciones personales que a la larga distraen a los hombres, podían ver claramente desde su inmanencia lo que no podían ver los inferiores y dirigir con mano hábil a la estirpe helénica. ARISTOCRACIA no significaba comodidad. Su nivel no era accesible para el hombre ordinario, obligado a luchar por su pan cotidiano. El aristócrata no debía mentir, salvo en el amor, y en la guerra; debía mantener su PALABRA, no tomar ventaja sobre otro, ser engañado antes que engañar. Su valor y cortesía debían ser siempre perfectos; debía mostrar cierta magnificencia en su conducta, la liberalidad que medios le permitieron y debía, fundamentalmente, sentirse orgullosos de vivir de acuerdo con estas severas normas. Los aristócratas se sometían tan orgullosa y voluntariado a la formal disciplina del soldado. Alto era su privilegiado y grande también su responsabilidad. La carga del gobierno sobre ellos; debían dirigir y proteger a quienes carecían  de privilegios. La nobleza del nacimiento debía sustentarse debía sustentarse sobre la nobleza de la conducta. Éste era el credo de la nobleza helénica de los tiempos de HOMERO (siglo IX a. JC). PÍNDARO creía que los grandes usarían su poder en beneficio de los demás. Sus poemas expresan perfectamente y por última vez en la literatura griega la conciencia de sí misma de la antigua aristocracia griega, la convicción de su propio valor moral y religioso. La estatua del discóbolo, el auriga de DELFOS, el joven efebo del friso del PARTENÓN y la poesía de PINDARO, demuestran la culminación y el final de la aristocracia y su gran ideal: PERFECCION FÍSICA QUE EVOCA MISTERIOSAMENTE PERFECCIÓN ESPIRITUAL.
Cada poema de PÍNDARO es tributo a esta conjunción. Los juegos concernían a los aristócratas. Sólo ellos poseían riqueza suficiente y suficiente tiempo libre para someterse a la estricta disciplina del ATLETA, sólo a cambio de una corona de olivo silvestre. En tiempos de PÍNDARO, la burguesía comenzaba a tomar parte en los juegos, pero no había nacido aún el profesionalismo. Casi todos sus poemas eran cantos llamados ODAS en honor del vencedor de uno de los cuatro juegos principales: los PÍTICOS celebrados cerca de DELFOS, los ISTMICOS, en CORINTO, los NEMEOS en ARGÓLIDA y los gloriosos olímpicos de OLIMPIA. ODAS triunfales escritas de un modo singular. No se parecen a ningún otro poema de batallas o de aventuras. Quien no los ha leído esperaría que describiesen la estremecedora  escena de los carros a lo largo, a los ágiles pies corriendo ante la multitud sin aliento, o el esplendor de dos cuerpos jóvenes esforzados en la tensión de la lucha. No se jugaba por un premio despreciable. La victoria significa la gloria vitalicia, para siempre. La excitación del momento junto a la extrema belleza del espectáculo parecerían proporcionar un tema digno de inspiración de cualquier poeta. Pero PÍNDARO despreciaba todo esto. Apenas se refiere al torneo, al certamen, a la lucha en sí, no describe sus incidentes. Nunca estuvo presente en los juegos. Canta al vencedor y desdeña mencionar la victoria. Su atención se fija sobre el joven héroe pero no sobre su HAZAÑA. Ve en él la representación del NOBLE, verdadero IDEAL de la humanidad. Lo ve como una figura mítica, ofreciendo al dios en cuyo honor se celebra el juego, el homenaje de una victoria obtenida por el esfuerzo del cuerpo y del espíritu. PÍNDARO glorificaba a aquel que había levantado en alto las TRADICIONES del pasado heroico sobre las que descansaban las esperanzas del mundo. Todas sus ODAS narran la historia de un antiguo héroe con solemnidad y magnificencia. Recuerden al vencedor del presente los hechos que cumplieron hombres del pasado, para mostrar lo que pueden ser los hombres de edades futuras. PÍNDARO muestra al vencedor presente un MODELO sobre el cual conformarse, haciéndose digno de la augusta compañía del noble muerto. PÍNDARO sabía que su DESTINO y su MISIÓN consistía en emplear sus dotes musicales. Era el maestro designado por la divinidad olímpica para proclamar de gloria de pertértico dorado y para exhortar a todos los hombres noblemente a vivir sus propias vidas a la luz de aquélla gloria. En los poemas que dedicó a HIERÓN EL MAGNIFICO, tirano de Siracusa, Sicilia, le aconsejaba, “LLEGA A SER LO QUE ERES REALMENTE”. (EDITH HAMILTON, El esplendor de Grecia, Ediciones Peuser, Buenos Aires, 1946. p. 102-118).
Se limita a mostrarle su verdadero yo, a advertirle para que no descienda de ese nivel.
“QUE TU LENGUA SEA VERAZ – DECÍA LA ANTIGUA TRADICION –
ARISTOCRÁTICA EN ARMONÍA CON LA DIVINIDAD,
Y SOPORTA EL YUGO QUE DIOS TE HA IMPUESTO”.
(EDITH HAMILTON, op. Cit., p.109).
Escribía sus poemas a pedido, pero escribirlos era asunto suyo. Estaba completamente seguro de su propia superioridad. Declara que es “UN AGUILA ELEVÁNDOSE HACIA EL SOL”, mientras que otros poetas “GRAZNAN COMO CUERVOS”, o “SE CEBAN EN LO BAJO PARLERAS CORNEJAS”; “UN DARDO DE ALABANZA QUE NO YERRA EL BLANCO”; “UNA ANTORCHA, UNA LLAMA, UNA FIERA SAETA”; “UN CUBILETE DE ORO LLENO DE VINO ESPUMOSO”.  (PÍNDARO, Oda, II, v. III).
“ABRASERÉ LA AMADA CIUDAD CON MI ARDIENTE CANTO.
A TODAS LAS REGIONES DE LA TIERRA LLEGARÁ MI PALABRA,
MÁS RAUDA QUE EL NOBLE CABALLO O LA ALADA NAVE”.  (IDEM, Oda IX).

“En valle dorado de APOLO construiré una residencia de canciones. Ninguna lluvia invernal que penetre hasta lo más lejano del mar en alas de bien, ningún huracán azotado por el temporal, la derribará, sino que el pórtico glorioso proclamará a la luz pura la victoria”. (Idem., Pítica, Oda VI).

PÍNDARO afirma en sus Odas que el PODER de escribirlas proviene de Dios. Es tan imposible adquirirla como es posible a los villanos (habitantes de las villas) la sangre noble. ¿Puede APRENDERSE LA ARETÉ? SOCRATES preguntará esto mismo después, pero ya había formulado la misma interrogación PÍNDARO. Su respuesta decía que no.

“LA GLORIA INNATA HACE PODEROSOS A LOS HOMBRES; PERO AQUEL QUE APRENDE POR LA ENSEÑANZA ES UN SER DÉBIL Y VACILANTE”. (IDEM., V. III).
Los aristócratas no mentían, y su pluma nunca se desvió de la estricta VERDAD al glorificar ningún triunfo, pero no más allá. Como él mismo afirma, no contaría “UNA HISTORIA ADORNADA DE MENTIRAS CONTRA DE LA VERDAD”. (IDEM,  Oda I). Sólo era alabado lo digno de alabanza.

“Creo ahora – dice – que las dulces palabras de HOMERO exaltan la historia de ODISEO hasta más allá de los hechos, y mediante estas falsedades la alada habilidad de HOMERO provoca un misterioso hechizo. Su arte nos engaña…Pero nadie que me haya examinado puede sostener que no hablo con palabras RECTAS”. (IDEM., v. VII).

“Puedo atravesar cordialmente la vida, sin tolerar glorias aparentemente bellas pero falsas”, y en otra Oda:
“FORJA TU LENGUA EN EL YUNQUE DE LA VERDAD Y LO QUE DE ELLA VUELVA, AUNQUE SEA UNA CHISPA SERÁ PONDERABLE”. (IDEM., v. V).

De cualquier modo, de acuerdo con la tradición aristocrática preferían no decir la verdad si era desagradable u ofensiva para el sentimiento delicado.

“CREEDME – escribía – NO CUALQUIER VERDAD ES BUENA PARA MOSTRAR SU ROSTRO DESNUDO”.  
Agrega:
“A LO QUE NO TIENE LA GRACIA DE DIOS, CONVIENE MEJOR EL SILENCIO”. (IDEM., Oda, IX).

PÍNDARO es cauto y cuidadoso. “Permanecer dentro de los límites seguros”, aconsejaba. “Los aristócratas no deben pretender más de lo que tienen sino guardar lo que ya poseen. Los previene solemnemente no sólo contra la ambición sino inclusive la aspiración. Es peligrosa; tienta a los hombres a abandonar los antiguos caminos y preferir los desconocidos. Conténtate, le dice el vencedor de los juegos. No busques nada más. Los PODERES DEL HOMBRE están limitados por su mortalidad. Es locura pensar que pueda trascender a ella”. 

“NO TE ESFUERCES POR LLEGAR A SER DIOS. LAS COSAS DE LOS MORTALES CONVIENEN A LA MORTALIDAD”. (IDEM., Oda V).

“NO DESEES LA VIDA DE LOS INMORTALES, PERO APROVÉCHATE DE QUE TIENES Y LO QUE PUEDES”. “DIOS ME CONCEDA – ruega – PRETENDER AQUELLO QUE ME ES POSIBLE ALCANZAR”. (IDEM., Pítica, IX).

La victoria olímpica es la cumbre de la perfección humana, de eso que siguiendo a WERNER JÄEGER, se llama ARETÉ, LA EXCELENCIA HUMANA, como es también en cierto sentido el esplendor, la dignidad y el alejamiento de todo lo VULGAR de la corte nobiliar de un gran príncipe, como HIERÓN DE SIRACUSA. Una vez alcanzada esta cumbre sólo resta defenderla, conservarla inviolada, reservada para siempre para nobles.
Para PÍNDARO sólo el pasado es seguro, y el breve momento presente. Nada distingue especialmente este punto de vista; no es profundo, ni hondamente melancólico, ni punzante patético. Y concluye:

“BREVE ES EL TIEMPO DE LA ALEGRÍA PARA LOS MORTALES Y BREVE LA ECLOSIÓN DE LA FLOR QUE CAE LUEGO A TIERRA MARCHITA POR UN TORVO HADO.
¡COSAS DE UN DÍA!
LO QUE SOMOS Y LO QUE NO SOMOS.
EL HOMBRE ES EL SUEÑO DE UNA SOMBRA”. (IDEM., Pítica, VIII).

Por último, también para PINDARO van juntas las dos cualidades más importantes que es capaz de poseer el hombre: LA SABIDURÍA (SOPHIA) y LA EXCELENCIA HUMANA (ARETÉ). (WILHELM, NESTLE, Historia del espíritu griego, Editorial Ariel, Barcelona, 1975, p. 90). 

Ni una ni otra pueden conseguirse por aprendizaje o ejercicio, sino que sin innatas en el hombre aristocrático como un don de la divinidad. LA ARETÉ consiste en PÍNDARO en la “KALOKAGATHÍA”, el ideal de esa educación antigua (PAIDEIA) sigue siendo de orden ético: una palabra lo sintetiza una palabra: “KALOKAGATHÍA”, “EL HECHO DE SER UN HOMBRE BELLO y BUENO”. “BUENO”, “KALOS”, es la belleza física. En esta época antigua, el “KALÓSKAGATHÓS”, no cabe la menor duda, es antes que NADA, un DEPORTISTA

KALOKAGATHIA  que conlleva la PIEDAD y es la nobleza del hombre, que se manifiesta en la belleza, la fuerza y el dominio de sí mismo. 

FUENTE: Gabriel S. P. Pautasso, “El concepto de Areté y los juegos de la Sociedad Homérica”. P. 353-363, tomo III, 1er Congreso Internacional de Ciencias del Deporte, Córdoba Argentina Sede científica del Mundial “78”, realizado en el Pabellón Argentina, de la Ciudad Universitaria, Córdoba, mayo de 1978, publicado 1981.

EDITÓ: gabrielsppautasso@yahoo.com.ar  DIARIO PAMPERO CORDUBENSIS e INSTITUTO EMERITA URBANUS. Córdoba de la Nueva Andalucía, junio 2010. SOPLA EL PAMPERO. ¡VIVA LA PATRIA! ¡LAUS DEO TRINITARIO! ¡VIVA HISPANOAMÉRICA! Gratias agamus Domino Deo nostro! gspp.

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