Islamización y suicidio del mundo cristiano.
A los moros que se despacha así para Europa se les exhorta expresamente a no ser gravosos con los centros islámicos, de los que no deben impetrar ni siquiera la satisfacción de las necesidades más elementales…
Recibimos y publicamos
“Estimada redacción:
Soy un católico de “mediana edad” comprometido desde hace muchos años en el voluntariado cristiano, sobre todo en relación con los extranjeros denominados “extracomunitarios”. Precisamente fue en este servicio donde vine en conocimiento, por desgracia, de cosas que me turbaron, en particular tocante a la inmigración islámica. No puedo dejar de pensar en la loca propuesta de aquél párroco italiano que, hace tiempo, invitó a sus feligreses a invocar a ALÁ en vez de nuestro Dios.
Hace tiempo que algunos ayudados por nosotros y “regularizados” (ex “clandestinos”) se convirtieron, por la gracia de Dios, a la fe cristiana. Como efecto de esta conversión se sintieron libres de revelar algunos manejos realizados entre bastidores que me conmovieron profundamente. Procuré aquí sintetizar lo más importante.
Tras los imparables flujos de inmigrantes clandestinos del norte de África, Oriente Medio, etc., está la presión de imanes radicales, que incitan a los islamitas, a sus predicaciones, a “colonizar” las tierras cristianas. Buena parte de los miles de dólares que cada “clandestino” paga (para viajar en pateras, barcas, etc., termina en fondos especiales de dólares consagrados a la difusión del Islam. Todo musulmán tiene la obligación de efectuar donativos pro-Islam. Se provee a menudo de costosos teléfonos móviles a los tripulantes “clandestinos” para que emiten SOS cerca de las costas italianas y europeas (con números grabados en la memoria de los aparatos). Se engrosa adrede el número de pasajeros con mujeres preñadas y niños para inspirar lástima a los cristianos.
A los moros que se despacha así para Europa se les exhorta expresamente a no ser gravosos con los centros islámicos, de los que no deben impetrar ni siquiera la satisfacción de las necesidades más elementales, se garantiza de ese modo que las enormes sumas invertidas (sobre todo por parte de Arabia Saudita) en la ISLAMIZACIÓN se gasten efectivamente en beneficio del Islam. De ahí que los agarenos en cuestión deban dirigirse a CARITAS para comer, vestirse, etc. Está claro que ésta es ni más ni menos que una táctica para “desangrar” a los cristianos privándoles de recursos.
Se les exhorta asimismo a formar nuevas comunidades islámicas y solicitar de autoridades locales la concesión de lugares de culto para emplearlos como mezquitas (y centros de cultura islámica). A fin de obtener esto se aconseja la ocupación de calles y plazas los viernes, días de plegaria para los moros: en éxito está asegurado con una masa de “fieles” prostrados en oración y ocupando el espacio público. O bien se les exhorta a conseguir que los curas y obispos católicos a la espera de una mezquita. La cesión de iglesias cristianas o locales parroquiales, sobre todo si se hallan despojados temporalmente de símbolos cristianos (cruces, imágenes sagradas, tabernáculos, etc.), es vista como un signo claro de la promesa de ALÁ de someter a los infieles. Saben que las leyes italianas (y las europeas en general) están de su parte. Y deben reproducirse, multiplicarse en número, para tener derechos; deben impugnar la presencia de símbolos cristianos en las escuelas, edificios públicos, etc.; deben reivindicar el derecho a la oración de los viernes, a las fiestas islámicas y a los alimentos islámicos (p. ej., en los colegios, etc.); en pocas palabras: han de penetrar en el tejido cristiano para ISLAMIZARLO, o privarlo de alguna manera, y cada vez más, de sus motivaciones religiosas.
¡Y pensar que la gran financiadora de mezquitas y centros islámicos es ARABIA SAUDITA. “custodio” celoso de LA MECA e inspiradora del radicalismo islámico wahabita! En su casa defiende la específica (y única) identidad islámica, pero en la casa de los demás reivindica derechos y demuele el cristianismo desde dentro, favorecida por los mismos cristianos. ¿No es éste un SUICIDIO colectivo de la Europa cristiana o, al menos, de lo que quede de ella?
Doy gracias a Dios por haberme abierto los ojos. Por desgracia, el catolicismo es hoy rehén del irenismo postconciliar y del mundialismo que todo lo disuelve.
Se me olvidaba decir que a los “inmigrantes” islámicos se les exhorta también a no mezclarse con los “infieles” como no sea para conquistarlos (p. ej., mediante matrimonios “mixtos”).
¡Que la Virgen santísima y Nuestro Señor Jesucristo nos despierten!
En Cristo.
En el Vº Domingo después de Pascua.
P. gspp.
Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
DIARIO PAMPERO Cordubensis Nº 259
Instituto Eremita Urbanus
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A los moros que se despacha así para Europa se les exhorta expresamente a no ser gravosos con los centros islámicos, de los que no deben impetrar ni siquiera la satisfacción de las necesidades más elementales…
Recibimos y publicamos
“Estimada redacción:
Soy un católico de “mediana edad” comprometido desde hace muchos años en el voluntariado cristiano, sobre todo en relación con los extranjeros denominados “extracomunitarios”. Precisamente fue en este servicio donde vine en conocimiento, por desgracia, de cosas que me turbaron, en particular tocante a la inmigración islámica. No puedo dejar de pensar en la loca propuesta de aquél párroco italiano que, hace tiempo, invitó a sus feligreses a invocar a ALÁ en vez de nuestro Dios.
Hace tiempo que algunos ayudados por nosotros y “regularizados” (ex “clandestinos”) se convirtieron, por la gracia de Dios, a la fe cristiana. Como efecto de esta conversión se sintieron libres de revelar algunos manejos realizados entre bastidores que me conmovieron profundamente. Procuré aquí sintetizar lo más importante.
Tras los imparables flujos de inmigrantes clandestinos del norte de África, Oriente Medio, etc., está la presión de imanes radicales, que incitan a los islamitas, a sus predicaciones, a “colonizar” las tierras cristianas. Buena parte de los miles de dólares que cada “clandestino” paga (para viajar en pateras, barcas, etc., termina en fondos especiales de dólares consagrados a la difusión del Islam. Todo musulmán tiene la obligación de efectuar donativos pro-Islam. Se provee a menudo de costosos teléfonos móviles a los tripulantes “clandestinos” para que emiten SOS cerca de las costas italianas y europeas (con números grabados en la memoria de los aparatos). Se engrosa adrede el número de pasajeros con mujeres preñadas y niños para inspirar lástima a los cristianos.
A los moros que se despacha así para Europa se les exhorta expresamente a no ser gravosos con los centros islámicos, de los que no deben impetrar ni siquiera la satisfacción de las necesidades más elementales, se garantiza de ese modo que las enormes sumas invertidas (sobre todo por parte de Arabia Saudita) en la ISLAMIZACIÓN se gasten efectivamente en beneficio del Islam. De ahí que los agarenos en cuestión deban dirigirse a CARITAS para comer, vestirse, etc. Está claro que ésta es ni más ni menos que una táctica para “desangrar” a los cristianos privándoles de recursos.
Se les exhorta asimismo a formar nuevas comunidades islámicas y solicitar de autoridades locales la concesión de lugares de culto para emplearlos como mezquitas (y centros de cultura islámica). A fin de obtener esto se aconseja la ocupación de calles y plazas los viernes, días de plegaria para los moros: en éxito está asegurado con una masa de “fieles” prostrados en oración y ocupando el espacio público. O bien se les exhorta a conseguir que los curas y obispos católicos a la espera de una mezquita. La cesión de iglesias cristianas o locales parroquiales, sobre todo si se hallan despojados temporalmente de símbolos cristianos (cruces, imágenes sagradas, tabernáculos, etc.), es vista como un signo claro de la promesa de ALÁ de someter a los infieles. Saben que las leyes italianas (y las europeas en general) están de su parte. Y deben reproducirse, multiplicarse en número, para tener derechos; deben impugnar la presencia de símbolos cristianos en las escuelas, edificios públicos, etc.; deben reivindicar el derecho a la oración de los viernes, a las fiestas islámicas y a los alimentos islámicos (p. ej., en los colegios, etc.); en pocas palabras: han de penetrar en el tejido cristiano para ISLAMIZARLO, o privarlo de alguna manera, y cada vez más, de sus motivaciones religiosas.
¡Y pensar que la gran financiadora de mezquitas y centros islámicos es ARABIA SAUDITA. “custodio” celoso de LA MECA e inspiradora del radicalismo islámico wahabita! En su casa defiende la específica (y única) identidad islámica, pero en la casa de los demás reivindica derechos y demuele el cristianismo desde dentro, favorecida por los mismos cristianos. ¿No es éste un SUICIDIO colectivo de la Europa cristiana o, al menos, de lo que quede de ella?
Doy gracias a Dios por haberme abierto los ojos. Por desgracia, el catolicismo es hoy rehén del irenismo postconciliar y del mundialismo que todo lo disuelve.
Se me olvidaba decir que a los “inmigrantes” islámicos se les exhorta también a no mezclarse con los “infieles” como no sea para conquistarlos (p. ej., mediante matrimonios “mixtos”).
¡Que la Virgen santísima y Nuestro Señor Jesucristo nos despierten!
En Cristo.
En el Vº Domingo después de Pascua.
P. gspp.
Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
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