jueves, 21 de mayo de 2009

Constantino IX (1449-1453). Sitio y toma de Constantinopla por los turcos


En la noche del 28 al 29 de mayo de 1453, entre una y dos de la madrugada, a una señal convenida, se desencadenó el ataque por tres lados simultáneamente, el tercer y último ataque.

El asalto turco alcanzó una violencia inaudita en la puerta de San Román, donde peleaba el emperador. Para colmo de males, JUAN GIUSTINIANI, uno de los principales defensores, fue gravemente herido y tuvo que abandonar su puesto de combate, siendo trasladado a un bajel que se hizo a la vela para Quíos. El herido murió a poco, quizá en el viaje. Aún se vé su tumba en Quíos, si bien ha desaparecido el epitafio latino que recordaba su mérito. “Tal es la tumba del famoso GIOVANNI GIUSTIANI, cuya herida fue causa inmediata de la caída de Constantinopla” dice el historiador F. M. HASLUCK.
La partida y muerte de GUASTINIANI eran una perdida irreparable para los sitiados. En los muros se abrían cada vez más brechas. El Emperador, CONSTANTINO IX (1449-1453), combatiendo heroicamente como un soldado raso, cayó en la lucha. No poseemos informes precisos sobre su muerte, a la que no asistió ninguno de los historiadores del asedio, y esa muerte fue pronto rodeada de una leyenda o mito que contribuyó a obscurecer el hecho histórico.
Muerto CONSTANTINO, los turcos entraron a mano armada en la ciudadm, donde causaron estragos terribles. Muchos griegos se refugiaron en Santa Sofía, esperando hallar seguridad en el templo. Pero los turcos, derribando las puertas, injuriaron y acuchillaron a los refugiados, sin distinción de sexo ni edad. El mismo día de la TOMA DE CONSTANTINOPLA, o acaso al siguiente, MAHOMET entró solemnemente en Santa Sofía, para dar gracias al dios del Islam. Luego se instaló en el palacio de Blanquerna, residencia de los basileos.
Las fuentes coinciden en afirmar que el saqueo de ciudad, de acuerdo con la promesa hecha por MAHOMET a sus soldados, duró tres días con sus noches. La población sufrió implacables matanzas. Las iglesias, empezando por Santa Sofía, así como los conventos, fueron ultrajados y despojados, y las casas particulares puestas a saco. En aquellos días fatales muchas obras maestras del espíritu humano se perdieron irreparablemente. Muchos libros fueron quemados, pisoteados, o destruídos, y otros se vendieron a bajo precio. Según el testimonio del historiador DUCAS, una inmensa cantidad de obras, apiladas en carretas, fueron dispersas por Oriente y Occidente. Por una pieza de oro se daban docenas de libros de ARISTÓTELES y PLATÓN, tratados religiosos, etc. Arrancóse de los Evangelios ricamente ornados sus partes de plata y oro, y los Evangelios en sí fueron en sí quemados o malbaratados. Se prendió fuego a todas las santas imágines y los turcos cocinaron sus guisos en esas hogueras, dice DUCAS, cap. XLII, p. 312. Y nosotros decimos, como en Berlín en mayo de 1945, los soldados bolcheviques de la Mongolia, cocinaron sus guisos… No obstante, algunos entre F. I. USPENSKI opinan que “los turcos, en 1453, obraron con más mansedumbre y humanidad que los cruzados que tomaron Constantinopla en 1204”. (USPENSKI, Origen y desarrollo de la cuestión de Oriente).
Una tradición cristiana popular refiere que al entrar los turcos en Santa Sofía estaba celebrándose en el templo un Servicio religioso. El sacerdote que oficiaba y tenía en la mano los objetos litúrgicos, viendo a los musulmanes irrumpir en la Iglesia, penetro en el muro del Altar de Santa Sabiduría, QUE SE ABRIÓ ANTE ÉL, Y DESAPARECIÓ. Cuando CONSTANTINOPLA vuelva a manos de los cristianos, el sacerdote saldrá del muro y continuará el Oficio… (A. A. VASILIEV, Historia del Imperio Bizantino, Tomo Segundo, Iberia-Joaquín GIL Ed. Barcelona, 1946, p. 307-308).

“¡Oh, ciudad, ciudad, cabeza de todas las ciudades! ¡Oh ciudad, ciudad, centro de las cuatro partes del mundo! ¡Oh, ciudad, ciudad, orgullo de los cristianos y espanto de los bárbaros! ¡Oh, ciudad, ciudad, segundo paraíso puesto en Occidente, rica en plantas de toda especie que se curvan bajo el peso de los frutos espirituales! ¿Dónde esta tu belleza, paraíso? ¿Dónde la fuerza, bienhechora del espíritu y de la carne, de tus gracias espirituales? ¿Dónde los cuerpos de los apósteles de mi Señor? ¿Dónde las reliquias de los mártires? ¿Dónde las cenizas del gran CONSTANTINO y de otros emperadores?

(DUCAS, capítulo, XLI, p. 306).
Domingo 5º después de Pascua.

Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
DIARIO PAMPERO Cordubensis
Instituto Eremita Urbanus

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