Hace dos siglos y un poco subía al pontificado el monje franciscano GANGANELLI, CLEMENTE XIV en la historia de la Iglesia, cuyo gobierno se extiende hasta 1774, y cuya sospechosa muerte ilustra al parecer las tremendas fuerzas desatadas por su política y su gestión sacra.
Curioso destino el de este nombre pontificio: CLEMENTE V abolió la orden de los Templarios; CLEMENTE VIII repristinar a los jesuitas, sobre quienes promulgó documentos importantes; CLEMENTE XI, el papa de la bula Unigenitus contra los jansenistas, abrió quizá el período moderno de la controversia doctrinal – y de la dialéctica – entre “tradicionalistas” y “progresistas”; CLEMENTE XIII, amigo de los jesuitas, moduló hacia una posición como la de CLEMENTE VIII, y hubiera terminado quizá por abolirlos; en fin, CLEMENTE XIV, cuya figura y cuya significación cabal resulta totalmente ignorada – o vilipendiada – por acción de la propaganda jesuita o projesuita, cierra esta serie de los “clementes”, con su trágica y dolorosa muerte.
¿Habrá alguno de los pontífices futuros que se atreva a reivindicar para sí este nombre ilustre, después del acto imperativo de CLEMENTE XIV y después de la tremenda confabulación contra su personalidad y su obra? La reflexión se impone no sólo como mera fantasía, sino como indagación de la situación actual en la Iglesia e incluso de un pseudo papa que se hace llamar precisamente Clemente XV, al parecer un apóstata francés que erige cardenales y diócesis, y que significa de todos modos una llaga en el espectáculo del desorden romano. ¿Es esta aparición de un pseudo Clemente XV un anticipado desprestigio que sale de las logias esotéricas, de las logias judeo-jesuitas, o es mera irreverencia, burla y menosprecio?
La situación de la Iglesia por otro lado, descripta con caracteres en el libro del P. LOUIS BOUYER, La décomposición du catholicisme, París, 1968, no presenta alternativa que un ejercicio de la sabiduría y la autoridad en coherencia con la Tradición. Tal fue precisamente el carácter de CLEMENTE XIV, en la cúspide del racionalismo iluminista, en el asomo de la gran erosión de la Iglesia por las fuerzas combinadas de todas las logias, en el comienzo de la revolución moderna. Desde este punto de vista sigue abierta la gran cuestión que planta aquel pontificado de la segunda mitad del siglo XVIII, a saber: ¿la abolición de la Compañía de Jesús favoreció o retardó la ruta y el ritmo de la revolución anti-crística, en qué sentido debe entenderse la negativa o la afirmativa?
Hemos analizado estas cuestiones en incontables y memorables diálogos de la Hostería, junto al fervor de su vino en muchas tardes y días no lejanos. Fruto de esa labor esclarecedora fue la edición del Breve Dominus ac Redemptor, de cuyo texto y significación ningún argentino se ha ocupado, menos entre “nacionales”. Fuera de Argentina sí, en Chile por ejemplo. Incluso los jesuitas de la revista Mensaje, que han destilado el característico insulto de su sinagoga.
Sin repetir pues – ya que no es éste el lugar apropiado – la documentación y los argumentos que pueden estudiarse en la edición citada (La Plata, 1966) es preciso subrayar en este segundo centenario dos premisas fundamentales.
La primera se enuncia así: la Compañía de Jesús dirige la revolución moderna, no desde el instante de su alianza con poderes y sectas revolucionarias de la Iglesia y del mundo occidental. Esa conducción tiene tres etapas: 1) anulación del nexo con la Tradición fontal de los Padres y con carácter mistagógico de la Fe crística; 2) rabinización o judaización de la Iglesia en su teología, su moral, su doctrina, su culto, etc.; 3) alianza ostensible con el mundo moderno en un intento de cambiar definitivamente la fisonomía de la Iglesia. Estamos en el desarrollo virulento y violento de la tercera etapa, y sus horizontes preludian al parecer la manifestación del verdadero espíritu de la Compañía de Jesús, ministerio de la sinarquía esotérica.
La segunda premisa se formula del siguiente modo: el intento de CLEMENTE XIV, fue recuperar, positivamente, la vigencia de la más alta espiritual y de la doctrina más segura, y en este sentido se parece en algunos rasgos a SAN PÍO X. Y por otro lado, su intento pretendió también promover una renovación de los vínculos entre los dos poderes, sin la presencia de la nefasta Compañía de Jesús, que había corrompido la conducción política de la cristiandad; y en esto se parece a BENEDICTO XIV, uno de sus más clarividentes predecesores. En cuanto a lo primero, lo mismo que PÍO X en tiempos más recientes, fracasó rotundamente; en cuanto a lo segundo, la contumacia y la soberbia jesuítica, su ancestral rabinismo, les permitió capitalizar su exilio aliándose con las potencias revolucionarias, entonces en plena gestación y consolidación. De aquí nade el entrañamiento de la Sociedad de Jesús en la historia moderna y contemporánea, de aquí emerge su fisonomía equívoca y ambivalente, tal como se percibe con mayor claridad en los últimos treinta o cuarenta años.
La respuesta a la pregunta anteriormente formulada debe atender en consecuencia a estas dos premisas, pues de otra manera no abarcaría la complejidad que implica el Breve Clementino, el acto de la supuesta “restauración” de una entidad abolida a perpetuidad y la actual ubicación de la Compañía de Jesús, entitativamente falsa, pero de todos modos en la avanzada de la destrucción total de la Iglesia.
CLEMENTE XIV sin embardo nos ofrece, junto con BENEDICTO XIV un magnífico motivo de estudio, que debe revertirse a la coyuntura actual conciliarista, ecuménica, anticrística. En esta coyuntura, el rabinismo de la Compañía de Jesús – que le viene como decimos de su pasado más remoto, se transparenta en esta “iglesia monoficista y ecuménica”, cuya instauración intenta consolidar la Societas Jesu con todos los poderes de su organización y con toda la coerción de su vasta influencia en el clero y en la sociedad civil. Ni los Estados ni la Iglesia otra salida, en este sentido, que la que ya se dio en la historia: abolición de la institución, en la línea de CARLOS III y CLEMENTE XIV.
En estos dos siglos de dramáticos acontecimientos, la figura del monje GANGANELLI cobra ciertos rasgos proféticos, que difícilmente pueden tolerar los projesuítas; rasgos que nos explican, hasta cierto punto, su muerte, pero que al mismo tiempo nos ilustran sobre las consecuencias tremendas de una llaga que corroe a la Iglesia desde 1774, que se hace cáncer en 1814, y que hoy domina la totalidad del organismo romano. En estas circunstancias tenebrosas, los que guardamos sin embargo la fe en la santidad de la Iglesia esperamos el CLEMENTE XV, que equilibre el curso de la historia, y que haga ostensible el castigo que merecen los corruptores de la cristiandad.
Socialismo y jesuitismo
El socialismo moderno quiere crear la forma laica del jesuitismo: cada individuo convertido en instrumento incondicional. Pero el fin, el para qué, todavía no se ha descubierto.
F. Nietzsche, O. Comp. Vol. IX, pág, 28. Ed. Aguilar, Madrid.
“El destino del hombre en la tierra esta descripto por el verbo latino tueri. ¿Qué significa tueor? Afirma que tiene dos acepciones fundamentales:
- regir, preservar, administrar (el globo terrestre).
- mirar, contemplar (la tierra).
“Cuando se ha perdido la religión, nada queda a los pueblos para vivir en sociedad, ni escudo para defenderse, ni medio para aconsejarse, ni planta para agarrarse, ni forma para existir en el mundo”.
JUAN BAUTISTA VICO
(Extractado de: revista Hostería Volante, Año XI, nº 23, mayo de 1969, La Plata. El Bodeguero, p. 1 a 3).
Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
DIARIO PAMPERO Cordubensis Nº 233
Instituto Eremita Urbanus
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Curioso destino el de este nombre pontificio: CLEMENTE V abolió la orden de los Templarios; CLEMENTE VIII repristinar a los jesuitas, sobre quienes promulgó documentos importantes; CLEMENTE XI, el papa de la bula Unigenitus contra los jansenistas, abrió quizá el período moderno de la controversia doctrinal – y de la dialéctica – entre “tradicionalistas” y “progresistas”; CLEMENTE XIII, amigo de los jesuitas, moduló hacia una posición como la de CLEMENTE VIII, y hubiera terminado quizá por abolirlos; en fin, CLEMENTE XIV, cuya figura y cuya significación cabal resulta totalmente ignorada – o vilipendiada – por acción de la propaganda jesuita o projesuita, cierra esta serie de los “clementes”, con su trágica y dolorosa muerte.
¿Habrá alguno de los pontífices futuros que se atreva a reivindicar para sí este nombre ilustre, después del acto imperativo de CLEMENTE XIV y después de la tremenda confabulación contra su personalidad y su obra? La reflexión se impone no sólo como mera fantasía, sino como indagación de la situación actual en la Iglesia e incluso de un pseudo papa que se hace llamar precisamente Clemente XV, al parecer un apóstata francés que erige cardenales y diócesis, y que significa de todos modos una llaga en el espectáculo del desorden romano. ¿Es esta aparición de un pseudo Clemente XV un anticipado desprestigio que sale de las logias esotéricas, de las logias judeo-jesuitas, o es mera irreverencia, burla y menosprecio?
La situación de la Iglesia por otro lado, descripta con caracteres en el libro del P. LOUIS BOUYER, La décomposición du catholicisme, París, 1968, no presenta alternativa que un ejercicio de la sabiduría y la autoridad en coherencia con la Tradición. Tal fue precisamente el carácter de CLEMENTE XIV, en la cúspide del racionalismo iluminista, en el asomo de la gran erosión de la Iglesia por las fuerzas combinadas de todas las logias, en el comienzo de la revolución moderna. Desde este punto de vista sigue abierta la gran cuestión que planta aquel pontificado de la segunda mitad del siglo XVIII, a saber: ¿la abolición de la Compañía de Jesús favoreció o retardó la ruta y el ritmo de la revolución anti-crística, en qué sentido debe entenderse la negativa o la afirmativa?
Hemos analizado estas cuestiones en incontables y memorables diálogos de la Hostería, junto al fervor de su vino en muchas tardes y días no lejanos. Fruto de esa labor esclarecedora fue la edición del Breve Dominus ac Redemptor, de cuyo texto y significación ningún argentino se ha ocupado, menos entre “nacionales”. Fuera de Argentina sí, en Chile por ejemplo. Incluso los jesuitas de la revista Mensaje, que han destilado el característico insulto de su sinagoga.
Sin repetir pues – ya que no es éste el lugar apropiado – la documentación y los argumentos que pueden estudiarse en la edición citada (La Plata, 1966) es preciso subrayar en este segundo centenario dos premisas fundamentales.
La primera se enuncia así: la Compañía de Jesús dirige la revolución moderna, no desde el instante de su alianza con poderes y sectas revolucionarias de la Iglesia y del mundo occidental. Esa conducción tiene tres etapas: 1) anulación del nexo con la Tradición fontal de los Padres y con carácter mistagógico de la Fe crística; 2) rabinización o judaización de la Iglesia en su teología, su moral, su doctrina, su culto, etc.; 3) alianza ostensible con el mundo moderno en un intento de cambiar definitivamente la fisonomía de la Iglesia. Estamos en el desarrollo virulento y violento de la tercera etapa, y sus horizontes preludian al parecer la manifestación del verdadero espíritu de la Compañía de Jesús, ministerio de la sinarquía esotérica.
La segunda premisa se formula del siguiente modo: el intento de CLEMENTE XIV, fue recuperar, positivamente, la vigencia de la más alta espiritual y de la doctrina más segura, y en este sentido se parece en algunos rasgos a SAN PÍO X. Y por otro lado, su intento pretendió también promover una renovación de los vínculos entre los dos poderes, sin la presencia de la nefasta Compañía de Jesús, que había corrompido la conducción política de la cristiandad; y en esto se parece a BENEDICTO XIV, uno de sus más clarividentes predecesores. En cuanto a lo primero, lo mismo que PÍO X en tiempos más recientes, fracasó rotundamente; en cuanto a lo segundo, la contumacia y la soberbia jesuítica, su ancestral rabinismo, les permitió capitalizar su exilio aliándose con las potencias revolucionarias, entonces en plena gestación y consolidación. De aquí nade el entrañamiento de la Sociedad de Jesús en la historia moderna y contemporánea, de aquí emerge su fisonomía equívoca y ambivalente, tal como se percibe con mayor claridad en los últimos treinta o cuarenta años.
La respuesta a la pregunta anteriormente formulada debe atender en consecuencia a estas dos premisas, pues de otra manera no abarcaría la complejidad que implica el Breve Clementino, el acto de la supuesta “restauración” de una entidad abolida a perpetuidad y la actual ubicación de la Compañía de Jesús, entitativamente falsa, pero de todos modos en la avanzada de la destrucción total de la Iglesia.
CLEMENTE XIV sin embardo nos ofrece, junto con BENEDICTO XIV un magnífico motivo de estudio, que debe revertirse a la coyuntura actual conciliarista, ecuménica, anticrística. En esta coyuntura, el rabinismo de la Compañía de Jesús – que le viene como decimos de su pasado más remoto, se transparenta en esta “iglesia monoficista y ecuménica”, cuya instauración intenta consolidar la Societas Jesu con todos los poderes de su organización y con toda la coerción de su vasta influencia en el clero y en la sociedad civil. Ni los Estados ni la Iglesia otra salida, en este sentido, que la que ya se dio en la historia: abolición de la institución, en la línea de CARLOS III y CLEMENTE XIV.
En estos dos siglos de dramáticos acontecimientos, la figura del monje GANGANELLI cobra ciertos rasgos proféticos, que difícilmente pueden tolerar los projesuítas; rasgos que nos explican, hasta cierto punto, su muerte, pero que al mismo tiempo nos ilustran sobre las consecuencias tremendas de una llaga que corroe a la Iglesia desde 1774, que se hace cáncer en 1814, y que hoy domina la totalidad del organismo romano. En estas circunstancias tenebrosas, los que guardamos sin embargo la fe en la santidad de la Iglesia esperamos el CLEMENTE XV, que equilibre el curso de la historia, y que haga ostensible el castigo que merecen los corruptores de la cristiandad.
Socialismo y jesuitismo
El socialismo moderno quiere crear la forma laica del jesuitismo: cada individuo convertido en instrumento incondicional. Pero el fin, el para qué, todavía no se ha descubierto.
F. Nietzsche, O. Comp. Vol. IX, pág, 28. Ed. Aguilar, Madrid.
“El destino del hombre en la tierra esta descripto por el verbo latino tueri. ¿Qué significa tueor? Afirma que tiene dos acepciones fundamentales:
- regir, preservar, administrar (el globo terrestre).
- mirar, contemplar (la tierra).
“Cuando se ha perdido la religión, nada queda a los pueblos para vivir en sociedad, ni escudo para defenderse, ni medio para aconsejarse, ni planta para agarrarse, ni forma para existir en el mundo”.
JUAN BAUTISTA VICO
(Extractado de: revista Hostería Volante, Año XI, nº 23, mayo de 1969, La Plata. El Bodeguero, p. 1 a 3).
Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
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