Uno de los conceptos más ignorados y deformados en los tiempos modernos es sin duda alguna en los tiempos modernos el que expresa la esencia de la Cultura. No es por causalidad que esto ocurre.
Muy frecuentemente los enemigos de la Verdad son más lúcidos para advertir los pilares en los que la civilización tradicional se sostiene que quienes buenamente viven conforme a aquélla. Si se coincide en que la Cultura es la proyección de la acción del hombre sobre las cosas y sobre su propio espíritu conforme al Orden Natural captado por su inteligencia y al Orden Sobrenatural al que accede merced a la Gracia Divina, se comprenderá que la Cultura es la esencia de la civilización y, por ello, un blanco principal para las fuerzas revolucionarias.
Es que la CULTURA es la misma antítesis de la SUBVERSIÓN. En la Cultura el hombre transforma la naturaleza conforme al Orden Natural y Divino. Adecúa a la verdad su inteligencia para hacerse más sabio (Ciencia), su voluntad para hacerse más bueno (Moral), y las cosas para hacerles más bellas y más útiles (Arte y Técnica). Y ese constante cultivo de su principio ser y de la naturaleza tiene como fin la Gloria Dei. (Sobre el tema ver de Mons. OCTAVIO N. DERISI: Esencia y Vida de la persona humana, Eudeba, Bs. As., 1979, pág. 49 y ss).
En la acción subversiva, en cambio, el hombre se transforma y deforma sí mismo y a las cosas para adecuarlas a una inversión satánica del Orden en pos de la cual trata de forzar la Historia con una persistencia dogmática.
Puesto que la Cultura es un orden jerárquico en el que las cosas se subordinan a la acción, la acción a la voluntad, la voluntad a la inteligencia y la inteligencia a la Verdad, fácil resulta comprender que el primer objetivo subversivo es separar la inteligencia de la Verdad. Este objetivo revolucionario sólo puede ser llevado a cabo atacando a las instituciones que ponen la Verdad al alcance de la inteligencia: la Iglesia, la escuela, la Universidad.
La Enseñanza laica, COMO PRETENSIÓN ORGANIZADA, ES UN INVENTO RELATIVAMENTE MODERNO. Si bien es obvio que tiene su antecedente esencial en el pecado de ADÁN, constituye el resultado directo de un proceso histórico que desde el Renacimiento hasta nuestros días se ha empeñado crecientemente en desligar a las Ciencias, a la Moral, al Arte y a la Técnica de su Primer Principio y su Último Fin. Antes de ello, jamás una civilización tradicional, cristiana o no, hubiera concebido una actividad del conocimiento escindida de lo trascendente.
La verdad es que se comprendía que “… la religión no es una cosa restringida y considerablemente limitada que ocupa un lugar aparte y que carece de influencia sobre el resto de los órdenes como es en la actualidad para los occidentales (o al menos para aquellos que todavía consienten en admitir una religión), por el contrario, en las referidas civilizaciones, la religión penetraba en toda la existencia del ser humano, o mejor dicho, todo cuanto constituye dicha existencia y particularmente la vida social se encontraba englobado en su ámbito de tal que, en realidad, no podía existir nada “profano”…”. (RENÉ GUENÓN: El reino de la cantidad y los signos de los tiempos, Ed. Ayuso, Madrid, 1976, págs. 64-65).
Un simple repaso a la historia de las antiguas culturas (griega, romana, judía, las orientales y, por supuesto, la cristiana de la antigüedad y el medioevo) basta para advertir y observar que ninguna de ellas consideró a la enseñanza de las ciencias o de las artes y oficios, la racional técnica, más que como simples peldaños para ascender en el ser hacia una realidad eterna y divina de la cual el hombre estaba llamado a participar.
El LAICISMO es una doctrina criminal, porque separa al hombre de su Último Fin privándole así de la Vida Eterna.
La Enseñanza Laica fue concebida para llevarse especialmente a cabo contra la enseñanza cristiana, como no podría ser de otra manera conforme a la “lógica” de la subversión, que es una inversión del Orden considerado en su expresión máxima. “Porque, como la educación consiste esencialmente en la formación del hombre tal cual debe ser y debe portarse en esta vida terrena para conseguir el fin sublime para el cual ha sido creado, es evidente que así como no puede existir educación verdadera que no esté totalmente ordenada hacia este fin último, así también en el orden presente de la Providencia, es decir, después que Dios se nos ha revelado en su unigénito Hijo, único que es camino, verdad y vida, no puede existir otra completa y perfecta educación que la educación cristiana”. (S.S. PÍO XI (1923-1938): Divini illius Magistri; Sobre la educación cristiana de la juventud- 31 de diciembre de 1930).
En la vida de toda sociedad hay dos instituciones que tienen una importancia capital: la familia y la enseñanza. De cómo sean ambas depende la formación de las generaciones futuras, y depende, por tanto, la sociedad del mañana. Son dos puntos en los que el cristiano debe luchar sin tregua, especialmente en los tiempos actuales en que están siendo violentamente atacados desde muchos lados, y en los que la desorientación que reina, hace que muchos no conozcan apenas la verdad católica en torno a temas tan importantes.
Para reformar la sociedad, hay que formar primero a quienes la integran. La Enseñanza es, por tanto, uno de los puntos básicos del esfuerzo por cristianizar la sociedad, por santifificarla. Es evidente que, gracias a la campaña de descristianización de la sociedad hoy en boga, esta peligrando la fe de muchos, en dimensiones masivas. En este aspecto, es urgente librar bien la batalla por la LIBERTAD DE LA ENSEÑANZA.
Ante la escalada marxista en el terreno de la cultura no cabe una actitud pasiva. Hay que poner los medios para impedir que la maniobra marxista pueda tener éxito, y la urgencia de la situación ha de llevar a frustrarla en sus mismos comienzos. No son tiempos para dejarse atontar por temas, para dejarse enredar por tácticas envolventes que hay que desenmascarar ante la opinión pública. Y en terreno de la enseñanza la tarea es más urgente.
Para imponer el laicismo, la Revolución no podía contar, obviamente, con la familia ni con la Iglesia, sujetos activos primordiales de la educación y la cultura. Debía hacerlo a través de una entidad despersonalizada, neutro en sus afectos, mediato al hombre argentino, con poder para coaccionar: el Estado.
Y así, el liberalismo del “dejad hacer, dejad pasar”, que en tantas materias y temas sostiene la prescindencia absoluta del Estado y la libertad sin límites y irresponsable, impuso en el mundo de hoy la enseñanza estatista. ¿Qué explicación coherente podrá dar a ello más que su radical anti- cristianismo? El liberalismo es estatista. Lo es por muchas razones, de las cuales ésta la más evidente. La enseñanza laica es el lugar común en el cual se dan cita todas las fuerzas de la subversión y de la revolución: los liberales de hoy, ya viejos y aburguesados, acusados de reaccionarios por sus jóvenes hijos; los marxistas, que siguen mostrando en este punto los dientes ponzoñosos en su identidad. Ni que hablar del comunismo, para el que la enseñanza estatizada es la piedra angular de su sistema, si no preguntar al autor de “Los cuadernos de la cárcel”.
La enseñanza laica es la mejor preparación para el estado comunista o para comunista o aspirante a la socialdemocracia latinoamericana, que adiestra a la niñez y a la juventud a través de su infernal máquina burocrática, contra los derechos de Dios, de la Iglesia y de la familia.
La enseñanza laica y estatista entra a nuestra tierra con el Gran Masón DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO Q. y sus secuaces. Muchas fueron las voces que se levantaron contra ella. Nada valió para estos adoradores del número, la opinión casi unánime del pueblo argentino.
La Educación es, ante todo, obra de la familia y de la Iglesia: Madre y Maestra. (Ver Divini Illius Magistri de S. S. PÍO XI, de ilustre memoria).
Recomendamos: Gabriel Pautasso: El principio de la subversión cultural en la educación contemporánea: el concepto de revolución, el laicismo contemporáneo y la conquista de la cultura según A. Gramsci. Córdoba, 1982.
Diario Pampero nº 43 Cordubensis
Instituto Emerita Urbanus
Córdoba, a 28 de agosto de Penthecostés del año del Señor de 2008.
Día de San Agustín de Hipona, Obispo, Confesor y Doctor, el Águila de la Iglesia Universal.
VOLVER a la portada del blog del Instituto Eremita Urbanus
¿El Papa, es Papa?
Hace 1 mes