“Hay en la vida humana muchas desgracias posibles. Una de ellas – no la mayor, tampoco la más pequeña – ES NO SABER LATÍN. Buena tema éste para meditar a la hora de planificar la enseñanza”, señala el catedrático de la Universidad Complutense de Madrid. *
Editó: Lic. Gabriel Pautasso
Hace un tiempo acudí en Madrid a las oficinas de la sociedad médica SANITAS ,y , al decir que pertenecía a SÁNITAS – acentuando naturalmente la primera “a” -, la gentil señorita de la ventanilla acercó amablemente su carita hacia a mí, para hablarme bajo y no son sonrojarme ante el público con tono materna: “SANITAS señor, se dice sanitas”, y acentuada la “i” con la firmeza de quien está diciendo algo obvio. Yo no pude evitar el sonreírme, y ella muy digna quiso saber la causa de mi extraña reacción. “Me parece gracia – le indiqué – que haya matado durante media vida a aprender latín y ahora no sepa decir a derechas el nombre de algo tan elemental como salud”.
Cuando uno oye y lee a brillantes periodistas y a sesudos varones de la política y la ciencia decir y escribir, por ejemplo, “contra natura” –sin la “m” al final-, “urbi et orbe” –cambiando la “i” final por la “e”-, “manu militare” – insistiendo en el mismo error-, “mutatis mutandi” –comiéndose la “s” final-…, uno se sonroja y pide al cielo que si no se estudia, se lo olvide al menos del todo, y no se lo utilice para darles a los escritos o discursos un realce que de hecho viene a convertirse en un auténtico despropósito por el que se despeña el prestigio del que comete tales desafueros.
Puede tal vez alguien pensar – y así ha ocurrido incluso en las esferas dotadas de poder en cuanto a los planes de estudio nacionales – que el latín es una lengua muerta y debe ceder el paso al estudio de lenguas vivas de amplia circulación mundial y más útiles. Esta opinión es sumamente discutible en principio. Dejemos hoy este tema de lado. Es un hecho que la reducción del estudio del latín no se tradujo en un mayor conocimiento de las lenguas modernas. Todo hace sospechar que se trataba de simplificar, a toda costa, en virtud de criterios alicortos. Por vía de orientación, no está demás recordar que las naciones europeas más florecientes en materias científicas y técnicas son las que dedican más atención al estudio de las lenguas clásicas.
Somos un pueblo latino, y el desconocimiento del latín nos aleja de nuestras raíces. Preocupados por la dificultad que experimentan los extranjeros para aprender su endiablada fonética, los ingleses trataron seriamente en un congreso la cuestión de la conveniencia de simplificarla, sintonizándola con la escritura. Decidieron no alterar el estado actual de cosas, a fin de conservar la cercanía de la lengua a sus fuentes, que, como se sabe, son muy diversas. Los españoles tendremos a simplificar, por principio, sin reparar en las consecuencias de tal recurso facilón. Si la “p” de Psicología no se pronuncia, rápidamente surgen quienes proponen suprimirla de la escritura porque les parece que es un elemento superfluo. No se detienen a pensar que Psicología significa “tratado de la psiqué”, de todo relativo al “alma” humana, y Sicología, en cambio, equivale a “tratado de los higos”. No es precisamente lo mismo. LA “P” de Psicología es uno de los puentes que unen a las generaciones actuales con los antiguos griegos que pusieron las bases, sus fundamentos de nuestro conocimiento del hombre. Si desgajamos nuestro modo de hablar de los orígenes de nuestra cultura – que es todo cuanto el hombre realiza para vincularse a lo real y desarrollar su personalidad -, nuestra vida cultural quedará seriamente perjudicada. Poco tendrán que agradecernos las generaciones que reciban una lengua errática, desarraigada, entregada a los vaivenes y adulteraciones que provoca la falta de identidad PROPIA DE UN APÁTRIDA.
Al no saber latín ni griego, se desconocen las raíces de buen número de palabras castellanas de uso corriente y se empobrece rápidamente el léxico. Si se conocen las fuentes de nuestra lengua, muchas palabras se iluminan al sólo oírlas. Hace días se indicó en un programa de televisión que los españoles somos los más “ichtiófagos” del mundo. Aunque no se haya oído nunca tal palabra, resulta obvia si se sabe como se dice en griego pez y comer.
¿QUIEREN DE VERDAD LOS RESPONSABLES DE LA EDUCACIÓN QUE FLOREZCA EN ÉSTE LA VERDADERA CULTURA ? SUMERJAN A LOS JÓVENES EN ESAS FUENTES DE BUEN PENSAR, DE PRECISA EXPRESIÓN, DE HONDO ANÁLISIS DE LA BELLEZA , DE CERTERA FORMULACIÓN DE LEYES Y PRINCIPIOS QUE SON LOS ESCRITOS GRIEGOS Y LATINOS Y DE LAS CULTURAS INSPIRADAS POR ELLOS.
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La ignorancia del latín y del griego deja a los hispanohablantes desvalidos a la hora de crear neologismos, porque el castellano no cuenta entre sus muchas y excelentes cualidades con la de ser flexible en orden a la creación de nuevos vocablos. Este desvalimiento va a obligar –ya lo está haciendo- a los hispanohablantes a acudir en tropel a las lenguas extranjeras en busca de préstamos difícilmente integrables en nuestra lengua. La asimilación de elementos extraños realizada por falta de conocimiento de la propia lengua no puede sino dar lugar a un resultado híbrido y a la pérdida consiguiente de identidad.
En todos los rincones de la cultura – arte, historia, derecho, filosofía, teología…- tropiezan constantemente los hispanos con el latín. No es fácil adivinar cómo puede hacerse una investigación medianamente seria sin contar con cierto conocimiento de la lengua madre. Pero no sólo en la anti-planicie de la cultura se echa de menos este conocimiento. También en la vida diaria se camina a ciegas, en buena medida, cuando se ignora el latín. “Siste Viator”: “Párate caminante”; así comienza una inscripción grabada en la puerta de entrada a la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense. Su mensaje es profundamente emotivo, pero, al estar expresado en latín, permanece mudo para cuantos, debido a planes de estudio poco afortunados, ven reducidos su horizonte cultural. Monumentos, sepulcros, monedas…multitud de elementos de nuestra cultura pierden su carácter expresivo y elocuente ante quienes se han alejado de sus raíces. Si se va al puente de Alcántara, cerca de Portugal, y no sabe latín, uno no se entera de lo que allí plasmaron en lenguaje bien preciso quienes erigieron una de las obras más impresionantes de la humanidad.
El latín no sólo dio origen al castellano; está incrustado en sus estructuras como algo natural. Un hispanohablante que ignora el latín navega por un mar cuyo fondo desconoce. En cualquier campo que se mueva tendrá que mantenerse a menudo en un plano superficial, y su labor carecerá de la radicalidad que hubiera podido tener. Saber tocar un instrumento musical es algo magnífico, pero el carecer de tal arte no disminuye nuestra talla de hispanos en cuanto tales. El no saber latín afecta, en cambio, a nuestra base cultural, nos des-vincula de nuestro humus nutricio –HUMUS-, que bella palabra latina- y nos desnutre.
Hay en la vida humana muchas desgracias posibles. Una de ellas –no la mayor, tampoco la más pequeña- es no saber latín. Buen tema éste para meditar a la hora de planificar la enseñanza.
LAS LENGUAS “MUERTAS” están muy vivas
Parece que corren vientos contrarios al aprendizaje del latín y del griego. Tanto peor para la cultura. Pensar y hablar en lengua castellana y desconocer las lenguas de que ésta parte y se nutre significa actuar en el vacío, moverse a ciegas, sin seguridad alguna.
Intentar estudiar literatura española, francesa, italiana… sin saber latín. Se queda uno fuera de los procesos que dieron origen a estas lenguas. Se adentra uno gozoso en la Historia del Arte y se encanta de visitar monumentos; pero pronto, si no sabe latín, encuentra barreras infranqueables cuando quiere hacer algo tan sencillo como inscripciones.
NO ES FÁCIL ADIVINAR CÓMO PUEDE HACERSE UNA INVESTIGACIÓN MEDIANAMENTE SERIA EN CUALQUIER CAMPO DEL SABER SIN CONTAR CON CIERTO CONOCIMIENTO DE LA LENGUA MADRE.
Encanta a uno profundizar en la Filosofía y en la Historia. ¿Se puede hacer algo serio en estas interesantes materias sin poder leer textos en latín y griego? Se quiere precisar el significado de la palabra “HUMILDAD”. Si se sabe que se deriva del término latino “HUMUS” (TIERRA) has progresado ya mucho en la investigación. De lo contrario. Se hallará uno bastante perplejo.
Para ir lo hondo de las palabras castellanas hay que penetrar en su origen griego o latino. Digo, por ejemplo, entusiasmo, y me sumerjo en la concepción griega del amor, del ascenso a lo divino, es decir, a lo perfecto. Si uno es incapaz de descomponer esta palabra y adivinar su articulación interna, ¿puede captar toda su inmensa riqueza y su correlativa hermosura? Obviamente, no.
Las lenguas clásicas NO ESTÁN MUERTAS; viven directamente en los textos y de forma mediata, en las lenguas ROMANCES. Lo grave es que quienes las desconocen, lo pierden porque no hacen la experiencia de acceder a los mundos que ellas abren. ¡Cuántos jóvenes manifiestan que les encantan las melodías GREGORIANAS, pero no saben latín! No pueden ni barruntar en qué medida se incrementaría su agrado si pudieran captar la profunda armonía que se da en esta forma entre TEXTO y MELODÍA.
No olvidemos que el lenguaje es vehículo viviente de la creatividad.
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*NO ESTÁ DE MÁS RECORDAR QUE LAS NACIONES EUROPEAS MÁS FLORECIENTES EN MATERIAS CIENTÍFICAS Y TECNICAS SON LAS QUE DEDICAN MÁS ATENCIÓN AL ESTUDIO DE LAS LENGUAS CLÁSICAS. *
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Los reformadores de los planes de estudio no debieran olvidar todo esto. Afirman, a veces, que debe darse prevalencia a lo actual sobre lo antiguo, entendido como algo ya pasado. Pero esto supone ignorar cuanto nos dice hoy la filosofía de la historia. Merced a ella sabemos que, para ser creativos en el presente, debemos asumir activamente las posibilidades que cada generación del pasado ha ido entregando a las siguientes. Esa entrega se dice en latín TRADITIO. La TRADICIÓN no es un peso muerto que gravita sobre los hombres del presente; es un motivo impulsor de su actividad creadora. Si no acogemos creadoramente la TRADICIÓN NO PODEMOS CONFIGURAR EL FUTURO.
¿Quieren de verdad los responsables de la EDUCACIÓN del pueblo que florezca en éste la verdadera CULTURA? Sumerjan a los jóvenes en esas fuentes de buen pensar, de precisa expresión, de hondo análisis de la belleza, de certera formulación de leyes y principios QUE SON LOS ESCRITOS GRIEGOS Y LATINOS DE LOS LLAMADOS TIEMPOS CLÁSICOS Y DE LAS CULTURAS INSPIRADAS POR ELLOS: PATRÍSTICA, EDAD MEDIA ALTA Y BAJA, RENACIMIENTO…
Esta inmersión en los textos clásicos debe hacerse de forma adecuada si se quiere despertar entusiasmo y no aversión. Leer a SÓFOCLES y a VIRGILIO en los textos originales es un placer cuando uno tiene afición a la buena LITERATURA y lee con soltura el griego y el latín. De lo contrario, supone un tormento. No debe ser impuesto a los estudiantes que sólo desean leer los escritos neo-testamentarios, los SANTOS PADRES y los pensadores MEDIEVALES. Aquí procede otro nivel de exigencia y otra orientación de la enseñanza.
Estúdiese bien el método adecuado para enseñar latín y griego a los estudiantes de las diferentes disciplinas. Y luego apliquéselo con toda decisión. Será la forma de asentar en tierra firme y buena el árbol del saber. Sin ese asiento, no habrá sino diletantismo superficial.
Por ALFONSO LÓPEZ QUINTAS
*EDITÓ: gabrielsppautasso@yahoo.com.ar DIARIO PAMPERO Cordubensis. INSTITUTO EMERITA URBANUS. Córdoba de la Nueva Andalucía , 4 de abril del Año del 2011. TRADITIO: GRECIA y ROMA. Sopla el Pampero. ¡VIVA LA PATRIA ! ¡LAUS DEO TRINITARIO! ¡VIVA HISPANOAMÉRICA! ¡Ave maría purísima! GSPP.
1 comentario:
No estoy de acuerdo en principio con esta propuesta.
Para expresarse en en el idioma que sea, y en particular en el nativo, sólo es necesario conocer ese idioma, y no tanto su ortografía, sino su sintaxis y expresividad. Un texto sin signos de puntuación y sin mayúsculas, como suele encontrarse hoy día, es difícil de comprender, y revela la confusión mental de quien lo escribió. Esto nada tiene que ver con el origen latino o griego de las palabras, muy secundario para el propósito de comunicarse.
Si se acepta esta propuesta, estaremos mirando el pasado y no el futuro, y descuidando el presente. Hay cosas mucho más importantes que enseñar.
Para comprobar la influencia nefasta del pasado, baste recordar, como ha sido difundida por Internet, la anécdota de cómo el tamaño de los impulsores de cohetes espaciales ha sido predeterminado por la medida del culo de los caballos en la antigua Roma.
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