lunes, 11 de abril de 2011

*El problema del Judaísmo ante el Concilio Vaticano II*

Los judíos rechazan a Cristo, piedra angular establecida por Dios (Mt. 21, 42; Hech. 4, 11; I Pedr. 2, 7).

Editó: Lic. Gabriel Pautasso

El Salvador llega a ser para ellos piedra de escándalo, ocasión de caída (EIS PTODIN), como lo había predicho SIMEÓN (Lc. 2, 34), a partir del momento en que “tropiezan, rebelándose (apeithountes) a la palabra; tal era ciertamente su destino” (I Pedr. 2, 7). Pues bien, en castigo a su incredulidad (apistia, Rom. 11, 23), y a su desobediencia rebelde (apeitheia, Rom. 11. 30), que ha llegado a ser permanente y, podría decirse, se ha consolidado como una “situación” (cf. I Tim. 1, 13), los judíos llegan a ser casi por antonomasia “los caídos” (Rom. 11,22), “LOS REBELDES” (Rom. 15, 3; Is. 65, 1), y su status recibe el nombre de “caída” (paraptoma, Rom. 11, 11, 12).  
Israel ha rechazado (apotheo, Hech. 13, 46) la Palabra de Dios, juzgándose a sí mismo indigno de la vida eterna, llegando a ser de este modo, “réprobo en materia de fe” (Cf. II Tim. 3, 8). Pues bien, como pena del talión, caerán en un estado de reprobación (ih apavoli, Rom. 11, 55) por parte de Dios, y de amputación del tronco de buen olivo (Rom. 11, 17).  
Oficialmente, Israel ha juzgado como un “escándalo” la Cruz de CRISTO (I Cor. 1, 23); por consiguiente, se ha colocado a sí mismo en la categoría de “lo que van a su perdición” (I Cor. 1, 18).  Ha rechazado oficialmente el Evangelio y se ha convertido de este modo en objeto de la enemistad de Dios (Cf. Rom. 11, 28). Esta cólera de Dios, que es privación de la vida eterna y carga para los incrédulos y rebeldes (Jn. 3, 36); Ef. 5, 6; Col. 3, 6), desde el punto de vista histórico está lista para caer sobre Israel desde el tiempo de SAN PABLO (I Tes. 2, 16); teológicamente, durará en tanto que los  judíos “permanezcan en la incredulidad” (ti apistia, Rom. 11, 23) ya que sólo aquel Jesús al que no quieren aceptar es capaz de salvar de la cólera de Dios (Rom. 5, 9).
Conclusión: los elementos que acabamos de espigar en las Sagradas Escrituras legitiman, según nuestro parecer, la denominación que se acostumbra dar al judaísmo – tomado como religión – de “reprobado por Dios”.
Por su propia falta, Israel ha sido incapaz de responder a su vocación y a su elección; no ha realizado, salvo en una parte insignificante, la misión original que la Providencia le había confiado. Como raza, los judíos habían sido “separados” por Dios para dar un origen carnal al Mesías y para entrar los primeros en la Iglesia, llevando a ella el depósito de la Revelación recibida. El Mesías, nuevo Adán, debía en efecto tener conexión con el primer Adán por vía de generación humana,  a través de David, Jacob, Isaac y Abraham. Una vez alcanzado este fin etnológico con el nacimiento de Jesús de la Virgen María, “de la casa de David” (Lc. 1, 27), el pueblo de Israel volvía a ser igual a todos los demás de la tierra. Le quedaba, por el contrario, realizar el fin religioso de su elección; y es justamente en este punto en el que Israel fallo voluntariamente.
El hecho de que SAN PABLO considere aún a Israel (por lo menos hasta su época) como amado por Dios “con arreglo a la elección… a causa de los Patriarcas (Rom. 11, 28). (F. PRAT (La teología di S,. Paolo, traducción de la 7ª ed. francesa, Turín, 1928, vol. II, pág. 213) comenta: “Colectivamente y como nación, los judíos son a la vez detestados y queridos por Dios: detestados a causa del Evangelio que no quisieron abrazar; y, sin embargo, amados a causa de la elección graciosa de la que una vez fueron objeto, y por ser ellos de la línea de los patriarcas. Si se objeta que la elección teocrática es anulada en todos sus efectos por la incredulidad presente en Israel, PABLO responde que “Dios no se responde de los dones concedidos”. Israel es entonces, desde dos puntos de vista, digno del amor y del odio; ahora sufre los efectos del odio que lo excluye del reino mesiánico; experimentará más tarde los efectos del amor, cuando entre en masa en el seno de la Iglesia”. No anula ni la justicia ni la autenticidad de la cólera de Dios, que llega a servirse de la reprobación de los judíos para facilitar la entrada de los gentiles en la  Iglesia, y de la entrada de los gentiles para abreviar de reprobación de un pueblo que Dios no quiere destruir para siempre”.  
En el fin de los tiempos, la masa de los judíos se salvará: esta afirmación de SAN PABLO forma parte esencial de la esperanza. Pero ya no estamos en el plan providencial de los origines; hemos caído en otro. Dios no se arrepiente de sus dones (cf. Rom. 11, 29), es decir, por Su parte siguen siendo siempre tales; pero para aquellos que los rechazan o no los utilizan en el tiempo conveniente, se transforman en títulos de condenación. 

*MONSEÑOR LUIGI MARIA CARLI*

Palestra del Clero
(15 de febrero de 1965, págs. 185-203)
Cuadernos Fides. Nº 21, Madrid, Revista Sí Sí, no no.  

Edito: gabrielsppautasso@yahoo.com.ar DIARIO PAMPERO Cordubensis nº 203.  INSTITUTO  EREMITA URBANUS. Córdoba de la Nueva  Andalucía, 7 de abril del  Año del Señor de 2009. MARTES SANTO. Sopla el Pampero.  ¡VIVA LA PATRIA! ¡LAUS DEO TRINITARIO!¡VIVA HISPANOAMÉRICA!  gspp.
Reimpreso: 21 de marzo de 2011.  El problema del judaísmo ante el Concilio Vaticano II.

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