viernes, 5 de noviembre de 2010

LAS HEREJÍAS

*1. LAS HEREJÍAS y Los revolucionarios del mundo, 1953. 2. Europa a fines del siglo XII, 1960. 3. Atlas Histórico Mundial, 1970. 4. INOCENCIO III, 1960. 5. SAN BERNARDO DE CLARAVAL, 1960. 6. SANTO TOMÁS DE ÁQUINO, 1960.*

Editó: Lic. Gabriel Pautasso

*“LAS IGLESIAS SON VISTAS COMO SINAGOGAS y EL SANTUARIO YA NO ES SANTO”. SAN BERNARDO de CLARAVAL, Epístola 241*

*La herejía ALBIGENSE, cuyo propósito de destruir la Iglesia Católica, en el caso de haber tenido  éxito, habría corrompido y demolido toda la estructura social de Europa, había surgido en la parte de sur de Francia, que  se llamó SEGUNDA JUDEA porque su población judía era sumamente numerosa e influyente. “Si se conociese bien la verdad – dice LEWIS BROWNE -, probablemente se sabría que los instruidos judíos de Provenza eran en gran parte responsables de la existencia de esta secta de librepensadores. Las doctrinas que los judíos habían estado esparciendo por el país durante años, no podían menos de minar el poder de la Iglesia. Fue para hacer frente a las cuestiones promovidas por los albigenses o CÁTAROS para lo que se estableció en un principio la INQUISICIÓN.*
*Estos sectarios eran maniqueos pesimistas que enseñaban que la vida era una cosa diabólica, siendo una creación del diablo y no de Dios; que el matrimonio, por lo tanto, era una cosa endemoniada, ya que propagaba la vida, y que una mujer embarazada estaba poseída por el demonio. Enseñando y practicando el suicidio como dogma, frecuentemente se ahogaban morir de hambre, llegando al extremo de matar criaturas. Tales ideas y prácticas suponía una sería amenaza para la Iglesia y el Estado. Y como los tribunales ordinarios del Estado no podían poner término al peligro, el papa GREGORIO IX, uno de los estadistas más grandes de todos los tiempos, permitió el establecimiento de los tribunales de la Inquisición, en los cuales los domínicos, bien versados en teología, resolvían si las opiniones de los acusados eran o no contrarias a las enseñanzas de Cristo y su Iglesia y si pertenecían al peculiarmente siniestro y antisocial grupo de los cátaros”.

*WILLIAM THOMAS WALSH (W. T. WALSH, “Isabel la Cruzada”, 4ª edición, Espasa-Calpe, Madrid, 1963, 212 p. en p. 89-90 ). *


*CAUSAS y CLASES DE HEREJÍAS *

*“Quien pueda conocer la historia de los judíos, comenzará quizá a comprender la historia del mundo”. W. T. W. cap. XIV, p. 89. *

Además de las causas generales que concurren a la formación de errores en materia de fe, varios motivos produjeron en esta época diversas herejías en Occidente:

1)         Los restos de antiguos errores no extirpados y las frecuentes con comunicaciones con los orientales. 2) El empeño fanático y torpe de simplificar y de quitarla todo elemento exterior, transformándola en una institución interna sin jerarquía, Ordenes religiosas y demás Congregaciones eclesiásticas. 3) El espíritu “democrática”, que en este tiempo adquiere ostensible preponderancia. 4) Las tendencias centralizadoras de la época. 5) La aversión con que se miraba la riqueza y el lujo que desplegaban los eclesiásticos en algunos países. 6) Las tendencias especulativas que se cultivan en los nuevos centros de cultura intelectual y la influencia de los infieles, en particular, de la filosofía arábiga.
2)         Podemos distinguir tres clases principales de herejías: 1) partidos fanáticos, arrastrados unas veces por grosera exaltación, que sólo atendía a las cosas presentes, y otras por un espíritu de oposición profética afín al montanismo; 2) errores racionalistas y panteísticas; 3) tendencias maniqueas y hebreo-ebionitas. (Ver Diario Pampero nº 86 La Concepción ebionita de ERNESTO CARDENAL MARTÍNEZ. Del Ebionismo a la Teología de la Liberación. 1º de noviembre de 2009).
3)         En medio del gran triunfo de la Iglesia se repitió la serie de herejías que surgieron en el período apostólico de la Historia de la Iglesia en numerosos catedráticos. 

I.         *Partidos Fanáticos *
II.       
*FANÁTICOS SIN CULTURA*

*Tanchelmo. Manasés. Impugnadores de los Sacramentos.*

El fanático demagogo TANCHELMO de Brabante, que recorrió procesionalmente los Países Bajos (1115-1124) acompañado de una turba de ignorantes seducidos de T., enseñaba que debían mirarse con menosprecio lo misma las iglesias que a sus ministros los clérigos, el Sacramento del altar que el precepto de los diezmos; decía de sí que era hijo de Dios en razón de la plenitud del Espíritu Santo que había recibido, y además se tenía por el desposado o prometido de la Santísima Virgen; celebraba suntuosos banquetes, se hacía rodear de numerosos guaras y sedujo a muchas personas, especialmente mujeres, algunas de las cuales llevaran su fanatismo de entregarle sus hijas. Tuvo desde luego numerosos partidarios que le profesan cierta veneración; y aunque se le encerró en una prisión, continuó la propaganda de sus ideas hasta que fue asesinado en 1224.
Su contemporáneo el herrero MANASÉS fundó una hermandad en la que se cometían repugnantes excesos, y de la que formaban parte una mujer que representaba a la Santísima Virgen y 12 hombres representantes de los 12 apósteles. Se adhieren el clérigo EVERMACHER, que dirigió furiosos ataques al clero y a los Sacramentos, produciendo espantosa confusión en la diócesis de Utrecht.
Se levantaron también impugnadores de los santos Sacramentos, algunos de los cuales afirmaban que cualquier seglar podía consagrar y administrarlos todos. Otro herejes enseñaban lo siguiente: que la Iglesia, por haberse secularizado, había perdido la facultad de administrar los Sacramentos, como los Pontífices habían perdido su potestad; sólo reconocían la validez del bautismo administrado a los adultos por la Iglesia, y la del matrimonio celebrado entre célibes, no las segundas nupcias; negaban la intercesión de los Santos, la existencia del purgatorio, la existencia del ayuno. Con éstos ofrecen similar actitud  los herejes de Périgueux, que no admitían la Misa, ni la Eucaristía, ni el culto de la cruz y de las imágenes, y se dice que practicaban la magia.

EÓN. Siguiendo las huellas de TANCHELMO recorrió hasta 1148 EÓN o EUDÓN de Estella la Bretaña y la Gascuña, predicando que él era el hijo de Dios, fundador de un gran reino, el juez de vivos y muertos. Le acompañaba siempre numeroso séquito, que dividía en las dos categorías de ángeles y de apóstoles, designándolos con nombres alegóricos (sabiduría, juicio, etc.,); al mismo tiempo que gastaba en francachelas con sus secuaces los bienes robados a las iglesias y conventos, predicaba que la Iglesia no debe poseer riquezas. El Sínodo diocesano de Reims, donde se consagraba a los reyes de Francia, le mandó encerrar como loco, muriendo al poco tiempo en prisión. Algunos de sus obstinados secuaces perecieron después en la hoguera.

*PETROBUSIANOS. ENRICIANOS*

El Presbítero PEDRO de BRUYS recorrió también el Mediodía de Francia (1114) levantando al pueblo con sus locas predicaciones. Sus principales enseñanzas eran: 1) No debe bautizarse a los niños antes del uso de razón. 2) No se deben construir iglesias, y es preciso derribar las existentes; se puede adorar y dar culto a Dios lo mismo en un establo que en un templo. 3) Hay que destruir las cruces, porque el instrumento de la muerte de Jesús no puede ser sino objeto de menosprecio y escarnio. 4) En la Misa no se ofrece el cuerpo de Cristo; lo que hay allí no tiene valor alguno, y a Dios no se le puede ofrecer nada. 5) Las ofrendas, oraciones y limosnas que los vivos ofrecen por los muertos, no les aprovechan a éstos para nada.
Los secuaces de esta doctrina o petrobusianos, maltrataban a los eclesiásticos, pretendían obligar a los monjes a contraer  matrimonio, prohibían el canto de la Iglesia, re-bautizaban a los que habían recibido el bautismo antes del uso de la razón y comían carne todos los viernes. PEDRO DE BRUYS fue arrojado por el pueblo enfurecido a la hoguera, que él mismo estaba preparando con un montón de crucifijos en un Viernes Santo a fin de cocer en ella carne. 
La secta continuó, poniéndose a la cabeza el diácono cisterciense ENRIQUE de Lausana, que ya había provocado en Mans con sus violentas predicaciones una persecución contra el clero y había tratado también de producir un cambio completo en la constitución de la familia y la sociedad. Entregado en manos del Arzobispo de Arlés (1135), fue condenado a prisión como fautor de la herejía. Obtenida la libertad, se trasladó a las comarcas de ALBY y de TOLOSA, donde poderosos magnates fomentaban el movimiento anti-eclesiástico con el propósito de sacudir a un mismo tiempo el yugo de la autoridad de la Iglesia y de la potestad civil. SAN BERNARDO le declaró enérgica oposición, y por mandato de EUGENIO III recorrió las expresadas, donde con su elocuencia y milagros obtuvo brillantes resultados. ENRIQUE volvió a ser encerrado en una prisión, donde le sobrevino la muerte. Los ENRICIANOS jamás frecuentaban los templos ni los Sacramentos, menospreciaban la autoridad de los Obispos y pretendían fundar sus doctrinas en pasajes de la Biblia. 

*ARNOLDISTAS. CAPUCIATOS*

ARNOLDO, o ARNALDO de Brescia,  además de sus errores tocante a  los bienes temporales de la Iglesia, probablemente enseñó otras doctrinas heréticas, en particular, sobre el bautismo de los niños y el sacramento de la Eucaristía. Los ARNOLDISTAS eran ya casi en esta época los representantes del partido que aspira a la completa separación de la Iglesia y del Estado, y fueron contados en el número de los herejes por LUCIO III por sostener la teoría de que un eclesiástico rico no puede alcanzar la bienaventuranza; que los clérigos disolutos y de ideas mundanas no son sacerdotes ni Obispos y que el robo de los bienes de la Iglesia, no sólo está permitido, sino que es una obra buena.
En Francia se levantaron algunos fanáticos predicando completa igualdad y libertad para todos, principalmente en Auxerre y en Bourges. Se les dio el nombre de capuciatos DE LAS CAPUCHAS que Usaban, y en 1186 tuvo que salir a campaña contra ellos el obispo de Auxerre. 

*WALDENSES*

WALDENSES o POBRES DE LYON fueron en un principio simples cismáticos o rebeldes, que por hacer la oposición a los Prelados atribuían a los seglares el derecho de explicar la Escritura y el ministerio de la predicación, por más que después cayesen en otros muchos errores. Fue fundador de la secta PEDRO DE VAUX (WALDO, WALDUS), rico ciudadano de Lyon (Francia), que, profundamente afecto por la repentina muerte de un pariente (1170), repartió su fortuna en los pobres; y habiéndose agregado algunos ilusos, empezó a hacer con ellos, según su punto de vista, vida verdaderamente apostólica y a predicar el Evangelio a los pobres. A fin de estudiar la Sagrada Escritura encomendó la traducción de los Evangelios y otros libros bíblicos en lengua vulgar a dos sacerdotes.
La constante lectura de estos escritos le afirmó más y más en el propósito de restablecer la perfección evangélica, para lo cual fundó una Congregación religiosa, que se dedicó a difundir por todas partes la doctrina del Maestros. Esta enseñanza, dada por seglares sin instrucción, no podía menos de conducir a los fieles a muchos errores, por cuya razón el Arzobispo JUAN DE LYÓN prohibió a WALDO y sus secuaces la predicación y explicación de la Sagrada Escritura. Pero ellos, creyendo su vocación venida de Dios, persistieron en sus propósitos bajo el pretexto de que antes debe obedecerse a Dios que a los hombres. Desobedecieron las indicaciones del Papa ALEJANDRO III, y fueron excomulgados por el Papa LUCIO III (1184), juntamente  con otros herejes, porque ejercían el ministerio de la predicación sin estas autorizados por la Iglesia, nombrándolos de humiliatas, leonistas, pobres de Lyón, etc. Se propagaron desde la Francia meridional a la Italia superior, y se extendieron por Alemania y España, de donde les expulsó ALFONSO II de Aragón. WALDO  huyó, según parece, de Francia y murió en Bohemia (Europa central). Sus secuaces continuaron celebrando sus conventículos, abolieron todas las ceremonias del culto fuera de la Misa y de la predicación, y toda la tradición de la Iglesia.
El Papa INOCENCIO III calificó de buena en sí misma la aspiración  para adquirir conocimiento de la Sagrada Escritura para acrecentar la piedad por medio de este estudio; pero condenó los conventículos, de los que excluían a todo el que no perteneciese a la secta, la usurpación del ministerio de la predicación, el menosprecio de la autoridad eclesiástica y la arrogancia con que hombres ignorantes pretendían escudriñar las profundidades de la palabra de Dios. Trató de transformar en católica su congregación herética, en cuyo noble propósito le apoyaron algunos eclesiásticos del Mediodía de Francia. Con el mismo objeto confirmó la Asociación de los POBRES CATÓLICOS, que se proponía atraer a los waldenses al seno de la Iglesia, y le otorgó diferentes privilegios. Pero aunque esta asociación trabajo con positivo resultado en diversos puntos, no pudo triunfar de los sectarios, la mayor parte de los cuales permanecieron adheridos a sus heréticas opiniones.
Por este tiempo se habían introducido entre ellos otros muchos errores. Explicaban la Biblia al pie de la letra, consideraban toda mentira como pecado mortal, admitían en gran parte los errores de los  CÁTAROS, y se dividían en perfectos e imperfectos. Contribuyeron a aumentar los progresos de la secta la indiferencia con que muchos eclesiásticos miraban la enseñanza del pueblo, la abolición de los diezmos y demás impuestos del culto y clero, el descontento del pueblo y el celo con que los sectarios procuraban adquirir prosélitos en todas partes.
 
Y más todavía: …Los estedingos. Luciferianos. La secta de Hall. JOAQUÍN y los joaquinistas. Apocalípticos franciscanos. Los guillermistas. Los apostólicos.  Errores racionalistas y panteístas. LAS SECTAS DEL ESPÍRITU LIBRE. Propagación de la secta. SIMÓN de TOURNAY. El maestro ECKHART. Racionalistas VARIOS. Errores acerca de la Eucaristía. Errores acerca de la Santísima Trinidad. Dudas relativas a la Resurrección. Errores maniqueos y judaicos. Los passagios. 

*INOCENCIO III y las GUERRAS DE LOS ALBIGENSES *
Ya el III Concilio lateranense, que tuvo lugar en 1179, promulgó severos edictos contra los herejes, que fueron, a la postre, tan ineficaces con la primera Cruzada emprendida de 1181. Sólo durante el reinado de INOCENCIO III (1191-1216), cuya personalidad sobresaliente ha atraído la atención de tantos historiadores adversos, se arremetió contra el poder de la secta y la estrecha unión con sarracenos, destinado a sojuzgar Occidente. 
INOCENCIO III reconoció que la secta sólo podría ser combatía con probabilidades de éxito, cuando la Iglesia y sus dignatarios no causaran ningún escándalo que pudiera serles reprochado y esgrimido como arma contra ellos. Atacó los abusos con energía férrea y llevó a cabo numerosas disposiciones de reforma. Ello le hizo sostener una lucha encarnizada con el Emperador romano-germánico por la cuestión de las investiduras, decidido como estaba a liberar la Iglesia de las influencias seculares, que siempre tienden a la corrupción, como nos muestra el ejemplo de las Iglesias bizantina y rusa. Y no fue culpa suya si los éxitos alcanzados se perdieron uno a uno con sus sucesores y si la Iglesia mostró de nuevo en el siglo XV el triste espectáculo de ruina.
Intentó en primer lugar un acercamiento por medios pacíficos a los herejes y mostró un alto grado de paciencia con el poderoso conde RAIMUNDO VI  de TOULOUSE, cuya versatilidad, cuando no doblez, tanto influjo en todo el curso de la lucha. Sólo cuando la soberbia de los herejes fue tan lejos que se atrevieron a asesinar al legado pontificio PIERRE de CASTELNAU, convocó el Papa a la Cruzada.
Siguió una lucha sangrienta y horrible, que pronto rebasó el punto de vista exclusivamente religioso para dejar paso a la codicia y al ansia de poder. Como generalísimo o comandante en jefe de la Cruzada fue nombrado SIMÓN DE MONTFORT, pues otros barones rehusaron enriquecer sus patrimonios con las tierras arrebatadas a los herejes. Ésta fue, empero, el único rasgo caballeresco en toda la historia de la guerra con los ALBIGENSES. Luego semejó en todo a una lucha racial, que tratara de lograr únicamente el completo aniquilamiento del vencido. Una clara demostración de ello lo dio el estatuto matrimonial promulgado por SIMÓN DE MONTFORT el 1º de diciembre de 1212. Ninguna hembra noble con castillo podía, según él, por espacio de diez años y sin el consentimiento de SIMÓN contraer matrimonio con un noble del Mediodía de Francia. El casamiento con los del NORTE quedaba autorizado sin ningún requisito especial.
La guerra prosiguió con variadas alternativas para ambos partidos hasta 1229, en cuyo año fue concertada la PAZ DE MEAUX con RAIMUNDO VII, hijo de RAIMUNDO VI de Toulouse.  El conde fue obligado a una penitencia y sus dominios pasaron en parte a poder del rey de Francia. En esta última fase de la guerra tomó parte también Inglaterra, que había concertado una alianza con el conde de Toulouse.
Los herejes huyeron en bandadas hacia Italia e incluso hacía Bosnia, y sólo la fortaleza de MONTSEGUR resistió hasta el año 1244. A pesar de todo, después de esa fecha siguió viviendo clandestinamente la secta hasta el punto de que aun en 1335 se tienen seguras noticias sobre la existencia de cátaros en el sur de Francia. 

*LOS CÁTAROS y LOS ALBIGENSES*

LOS CÁTAROS EN OCCIDENTE (ver mapas 1, 2, 3)
*Desde Oriente se propagaron los bogomilos por Occidente bajo diferentes denominaciones, como bulgari, publicani, gazzari, patarenos, y más especialmente CÁTAROS. En el siglo XIII toman la denominación de ALBIGENSES, de la villa de ALBY, en el Languedoc; pero este nombre era más bien un título colectivo, con el que se designaba a todos los herejes que residían en las provincias meridionales de Francia, incluso waldenses. Los cátaros admitían un dualismo absoluto perfectamente definido, con dos seres supremos eternos y dos creaciones correspondientes. Hacían alarde de profesar un gran desprecio del mundo sensible; no buscaban el origen del mundo en el Dios de bondad de quien procede el Nuevo Testamento, sino en el principio del mal, autor del Antiguo, “Príncipe de este mundo”.  Cada uno de los dos principios tiene un mundo que rige y gobierna con independencia del otro. Suponen que el príncipe de las tinieblas ha seducido e inducido a prevaricación a la tercera parte de las almas celestiales, por cuya razón se les designó por habitación cuerpos materiales, y de ese modo cayeron en el pecado que proviene precisamente de la materia. Mas en razón a ser de naturaleza divina era necesaria su liberación, que fue obrada efectivamente por el Hijo de Dios, JESUCRISTO, e cual vino a la tierra revestido de un cuerpo celestial, pasó por la oreja de MARÍA, que era un ángel en figura de mujer, y regreso al cielo con su cuerpo celestial después de haber sufrido una pasión aparente.
Hubo un partido de cátaros que no reconocida a JESUCRISTO como personaje histórico, sino como un ser ideal que sólo bajó a este mundo de una manera espiritual y residió en el cuerpo de SAN PABLO. Todos ellos tenían por necedad y locura los dogmas de la Encarnación, de la creación del mundo visible por el Dios supremo, de la resurrección de la carne y hasta el de la inmortalidad personal. Último fin del hombre era, según ellos, la reunión de las almas celestes, ya liberadas, con los cuerpos que habían dejado en el cielo y con sus espíritus celestiales o ángeles tutelares, con los cuales habían estado unidos antes.
La moral catarena imponía la obligación de vivir en lo posible alejado de la materia; por consiguiente, prohibían la posesión de bienes terrenales, la guerra y el asesinato, el uso de alimentos animales, y muy particularmente el comercio y la relación matrimonial. Así es que su ascética era puramente externa y sólo contenía preceptos prohibitivos. Pero estaban obligados a la observancia de estas prescripciones los perfecti los perfectos, que formaban la clase superior que ya había recibido el CONSUELO (CONSOLAMENTUM), es decir, el bautismo  espiritual, que se administraba, después de tres días de ayunos y penitencias, mediante la imposición de las manos, acompañada de la recitación del Padrenuestro. Estos eran tenidos por buenos cristianos. Amigos de Dios, en suma, perfecti; se les ceñía el cuerpo con un cinturón, de donde les envía el calificativo de vestiti, y desde entonces quedaban obligados a observar una vida estrecha y de rigor. Se alimentaban únicamente de pan, pescados y frutas; ayunaban con frecuencia, y renunciaban a la posesión de bienes y al trato con la familia, y en general vivían en medio de constantes privaciones. Pero la gran mayoría de la secta se componía de simples creyentes que no renunciaban al mundo ni a la familia, poseían bienes de fortuna, estaban autorizados para hacer la guerra, sólo contraían la obligación de auxiliar a los perfecti, perfectos y recibir el CONSOLAMENTUM,  en el lecho de muerte. Los que recobraban la salud solían condenarse a morir a fin de no caer nuevamente en el pecado. 
Además de los fieles, existía la clase inferior de los principiantes, auditores o catecúmenos. Los prepósitos de las feligresías debían pertenecer al grado de los perfectos; de esta manera se formó una especie de jerarquía semejante a la de los MANIQUEOS, lo que no obstaba para que combatiesen con verdadera saña la jerarquía católica. Conservaron la dignidad de Obispos; sobre éstos estaban los MAGISTRI en número de setenta y dos, y a la cabeza de todos el Paoa catareno.
Los cátaros calificaban de embuste y engaño todo cuanto se practicaba en la Iglesia católica, particularmente los Sacramentos. Celebraban el culto divino en cualquier lugar que les ofreciese condiciones de seguridad y sosiego, sin ornamentación de ninguna clase, sin imágenes y cruces. El CONSOLAMENTUM hacía las veces de la penitencia o confesión, pero los creyentes que se habían hecho reos de pecados graves debían confesarlos durante el mes ante el Obispo, en tanto que los demás sólo hacían una confesión común. Aunque con diferente significación en algunas, habían conservado las fiestas de la Iglesia. Pentecostés, por ejemplo, era para ellos la fiesta de la fundación de la Iglesia catarena. Se vanagloriaban de la pureza de las costumbres; pero si bien es cierto que sus perfectos hacían al exterior una vida austera, los simples creyentes se entregaban a repugnantes excesos, y tenían por lícitas la mentira y la hipocresía. Desplegaban el mayor celo para difundir sus doctrinas; se deslizaban en las familias, aun con peligro de sus vidas, como lo consiguieron en el Mediodía de Francia, donde ganaron a la mayor parte de la aristocracia.
Estos fanáticos fueron para la sociedad humana una peste horrible, pues pusieron en conmoción todo el orden social y amenazaban la existencia de la misma iglesia católica romana. En la primera mitad del siglo XII aparecen ya en gran número de poblaciones de FRANCIA, luego en COLONIA, MILÁN, TRÉVERIS, en SUIZA, en SUABIA y en BAVIERA. En INGLATERRA se presentaron, pero no tardaron en ser exterminados. En ninguna parte se propagaron tanto como en el MEDIODÍA DE FRANCIA y LOMBARDÍA, norte de ITALIA.
El Papa ALEJANDRO instó al rey LUIS VII para que adoptase medidas severas y eficaces contra los herejes, y muchos conductos se pidieron duros castigos para los fanáticos sectarios, que con sin igual osadía saqueaban las casas del Señor, cometían horribles sacrilegios y vergonzosos crímenes y desafiaban la cólera de los católicos, y se reclamó su exterminio por los medios que autorizaba la legislación vigente, ya que se trataba de una revolución peligrosísima, tanto para la Iglesia como para el Estado.
Después, procedimientos empleados contra los herejes. Resoluciones de los Sínodos. Cruzadas. Trabajos de INOCENCIO III y guerras contra Albigenses. El Instituto de la INQUISICIÓN: en FRANCIA, ITALIA y ESPAÑA se organizó la Inquisición bajo bases que le permitieron desplegar una actividad extraordinaria. Muchos inquisidores murieron asesinados como sucedió en Como (Italia, 1252) con SAN PEDRO MÁRTIR. Con el tiempo se establecen reglas fijas para la más acertada resolución de los procesos, se distinguían diferentes clases de culpables y sospechosos, y se establecieron las penitencias y castigos para cada uno.
Se aplican al CRÍMEN DE HEREJÍA las mismas disposiciones que regían para el de lesa majestad. A todo el mundo incumbía el deber de delatar al culpable; se empleaban en uno y otro caso el potro o la tortura, se permitía a los testigos guardar silencio cuando sus declaraciones podían acarrearles algún peligro, y los contumaces sufrían la pena de muerte en la hoguera. En la ejecución de ésta sólo tomaba parte la autoridad civil. Lo mismo en la Iglesia que el Estado, era admitido sin contradicción el principio de que la herejía debía considerarse como el delito más grave, por más que su aplicación no fuese tan uniforme de las leyes penales vigentes, y en general, del concepto del derecho que a la sazón predominase. (Cfr. CARDENAL HERGENRÖTHER, Compendio de la Historia de la Iglesia, tomo II, Madrid, sin año).

RECAPITULANDO:
SAN BERNARDO, a su vez, comentando su reciente visita al Languedoc, se lamenta que allí: “LAS IGLESIAS SON VISTAS COMO SINAGOGAS, Y EL SANTUARIO DEL SEÑOR YA NO ES SANTO”. (San Bernardo, Epístolas 241).
La obra monumental del Judaísmo Sefardita, que lo es  la Enciclopedia Judaica Castellana, refiriéndose a las regiones más afectadas por las HEREJÍAS, dice textualmente: “Durante los siglos XI, XII, y XIII, las regiones más afectadas por la herejía, el mediodía de Francia y el Norte de ITALIA “gozaban de prosperidad material y espiritual sin paralelo en el mundo cristiano y sólo comparable al florecimiento cultural de la ESPAÑA mora. Era allí donde la Iglesia Romana, presa de la corrupción, y el clero cada vez mundano, suscitaban indudable hostilidad que compartían todas las capas de la población. Por otra parte, esos países albergaban comunidades judías numerosas, ricas y respetadas por los gobernantes y por el pueblo…y una atmósfera de mutua tolerancia que Europa no volvió a conocer hasta los días de la Ilustración (Siglo XVIII). Los JUDÍOS, admitidos a los puestos públicos, empleados en la administración de tierras y municipios, prominentes en las academias y escuelas, convivían amistosamente con los gentiles, quienes frecuentemente compartían su mesa e incluso la celebración de su sábado. Los rabinos, médicos, sabios, banqueros, comerciantes y agricultores judíos, mantenían relaciones estrechas con sus  colegas cristianos y sufrían unos y otros influjos culturales recíprocos. Nada más natural pues,  que los judíos, en libre posesión de la BIBLIA original, imprimieran poderoso impulso a los movimientos antipapistas, unidos, no obstante todas sus divergencias de doctrina, en la lucha contra la falsificación y desfiguración del cristianismo primitivo por la Iglesia. (Enciclopedia Judaica Castellana, tomo III, vocablo Cristianismo).
Es curioso percibir como entiendan los judíos la tolerancia mutua entre hebreos y cristianos, que según dicen, imperaba en estas zonas de gran influencia israelita, sólo en forma comparable a la de los tiempos de la Ilustración. Es preciso notar, que así como la fraternidad-diálogo judeocristiano y la tolerancia mutua degeneraron en aquellos  tiempos en un poderoso impulso a los movimientos anti-papistas, en sangrientas revoluciones y en asesinatos de cristianos, también la época de la Ilustración, anterior a la Revolución Francesa, fue el preludio de las grandes matanzas (genocidio) de católicos, clérigos y seglares, realizadas por masones jacobinos controladas por el Judaísmo. Y es que los hebreos emplean la pretendida tolerancia o convivencia pacífica, como han dado en llamarle ahora, como un simple medio que les dé libertad de acción para dominar a los cristianos y aniquilar sus instituciones políticas y religiosas. La espantosa REVOLUCIÓN, no sólo contra la Iglesia, sino contra todo el orden social existente, que pudo organizarse y crecer al amparo de esta pretendía tolerancia en los siglos XIII y XIII, demostró claramente lo que para los hebreos significan estos atractivos e iluminados postulados. 
El escritor, Doctor EZEQUIEL TEYSSIER, basándose entre otras fuentes en el “MANUAL MASÓNIVO” de CONDORCET, nos describe la inmensa trascendencia de la gran revolución de los ALBIGENSES, diciendo: “FORMARON una agrupación enorme que contaba con burgueses, soldados y hasta personajes de altísima importancia como el Rey de Aragón, el Conde de Tolosa, el Conde de Foix, el Vizconde de Bezieres y Carcasona…Alcanzó en lo político gran fuerza al aparecer en público. Sus teorías, eran teológico, el DUALISMO MORAL; y en social, la anarquía. Esto acontecía en el siglo XIII. La Santa Sede y los tronos pronto se enteraron de este asunto…Al verse descubiertos y creyéndose suficientemente poderosos, dieron el grito de rebelión, formando una revolución que deja empeña a la de 1792 y que tenía como cuartel general a ALBI, DE DONDE VIENE EL NOMBRE DE ALBIGENSES. Su arma era el terror y la comunidad de bienes, la independencia del hombre de toda autoridad suprema, odio a las instituciones sociales y principalmente a la Iglesia”.
“Comunicaban sus secretos solamente a individuos asegurados  por largas y grandes pruebas, e imponían la obligación de guardarlos hasta de sus familiares. Sus jefes era desconocidos de la multitud, lo mismo que los signos de reconocimiento (contraseña) en la manera de hablar y de entenderse”. (CONDORCET. Manual Maçonique). 
“LOS ALBIGENSES protegidos – dice el Doctor EZEQUIEL TEYSSIER – magnates poderosísimos, incendiaban, asolaban, perpetraban por todas partes crímenes sin número ni semejanza. Organizados en ejércitos de cien mil hombres, entraban a saco a las ciudades destrozando especialmente a los templos y los monasterios. Ningún crimen dejó de serles familiar ni deleitosos. Los pueblos era “presa del terror”. Así terminó la convivencia o coexistencia pacífica entre judíos y cristianos del sur de Francia. Para apagar esta gigantescas revolución, que amenazaba hundir a toda la CRISTIANDAD, fue necesario la implantación de la INQUISICIÓN PONTIFICIA y la organización de una gran cruzada por el PAPA INOCENCIO III, que reunió un ejército de los más poderosos hasta entonces conocidos, con medio millón de soldados, que después de sangrienta y larga logró aplastar ya a la revolución; éste en sus sectores más revolucionarios, aspiraba ya a la implantación de la comunidad de bienes, es decir, el comunismo. ¡DEUS VULT!

*V. LOS JUDIOS EN LA EDAD MEDIA*

1.         *Orígenes del antisemitismo*
Las relaciones entre judíos y cristianos han sufrido muy diversas vicisitudes a lo largo de la Historia. Si en la Edad Antigua existía un judaísmo anticristiano, en cambio en la Edad Media, sin desaparecer aquél, puede hablarse más bien, al menos en determinados casos, de un cristianismo popular antijudío.
Ya los antiguos emperadores cristianos, como se ve en el código de TEODOSIO y en el de JUSTINIANO, trataron de restringir los
derechos de los judíos en materia de propiedad, de sucesión y en sus relaciones sociales. Análogas restricciones hallamos en los concilios de Francia merovingia y de la España visigoda. Porque en estas naciones se tomaban medidas violentas contra los hebreos, coaccionándolos tal vez a la conversión, el papa GREGORIO I, hacia el año 600, expidió un decreto por el que prohibía terminantemente tales violencias, aunque por otra parte inculcaba la separación de judíos y cristianos. Siguieron a este decreto otras muchas letras pontificias, en que los papas protegían a los judíos, al par que les garantizaban la libertad de conciencia y los derechos civiles. Básica en este sentido fue la bula Sicut iudaeis, de CALIXTO II, confirmada por EUGENIO III, por CELESTINO III y especialmente CLEMENTE III y por GREGORIO IX. (J. BONSIRVEN, Sur les ruines du Temple, París, 1928, p. 26. Sobre los medios y maneras con que la Iglesia trataba de convertir a los judíos, véase P. BROWE, Die PÄPSE UND DIE IUDENMISSION IM MITTELALTER, Roma, 1924). 
Si este último papa en la compilación de las Decretales dio nueva fuerza a las antiguas disposiciones, que restringían los derechos de los judíos, no lo hizo sino con el fin de proteger a los cristianos.
Desde el siglo XII, los judíos debían habitar separados de los cristianos en un barrio de los suburbios, que  se decía en España judería y en otras naciones ghetto. Para que la distinción fuera más clara y se consiguientemente se pudieran evitar con más facilidad el trato mutuo y los noviazgos entre personas de una y otra religión, se les obligaba, máxime desde el IV Concilio de LETRÁN, a llevar en el traje un distintivo un distintivo consistente en un gorro puntiagudo y una franja amarilla o roja cosida al vestido. Prohibíaseles el cohabitar con mujeres cristianas en calidad de mancebas (el matrimonio era nulo) o como criadas, a fin de evitar a éstas el peligro de apostatar; así como el comprar o vender esclavos cristianos y el forzar a nadie a la circuncisión. No podían desempeñar cargos oficiales, si bien esta ley fue violada frecuentemente por voluntad de los mismos reyes. Lo mismo se diga de la prohibición que tenían los cristianos de consultar a los médicos o cirujanos judíos, a no ser en caso de necesidad. El culto judaico no podía celebrarse en público, ni era lícito construir nuevas sinagogas donde no las hubiese, pero sí restaurar las existentes. GREGORIO IX y HONORIO IV mandaron recoger los libros del TALMUD, por el odio que respira y las horrendas calumnias que contienen contra CRISTO y el cristianismo. 
Se ha dicho que los judíos, no pudiendo comprar tierras y así hacerse propietarios, tuvieron que dedicarse al comercio, a los negocios de dinero, al agiotaje; esto no es exacto. Lo que el régimen feudal y corporativo les impedía era llegar a ser grandes propietarios; pero SANTO TOMÁS pensaba que los judíos deberían trabajar en cualquier oficio honesto, y FEDERICO II en 1237 les tuvo que imponer el trabajo agrícola.
En general gozaron hasta el siglo XIII del favor de los monarcas, con particulares privilegios y exenciones.
En Alemania, desde mediados del siglo XIII, al frente de la tesorería imperial solía estar un judío, y los de su raza y religión disfrutaban de la protección del emperador. En Inglaterra la charta iudaeorum ponía sus personas y propiedades bajo el amparo del rey. En 1205 reconvenía INOCENCIO III a ALFONSO VIII de Castilla, porque parecía amar a la Sinagoga más que a la Iglesia. 

*2. USURA y otros crímenes

Con todo, el pueblo los aborrecía y en muchas ocasiones se levantó contra ellos y derramó su sangre. Estas persecuciones cruentas tenían por causa unas veces la religión, otras la irritación popular contra la usura, y también la venganza  de ciertos crímenes cometidos por aquellos.
La caza feroz contra los judíos comenzó en los momentos de mayor exaltación de las CRUZADAS. Así vemos que ocurren grandes matanzas en las regiones del Rhin y del Mosela hacia 1190, cuando la primera Cruzada. Otro tanto acontece en Alemania, con ocasión de la segunda en 1146, y en Inglaterra durante la tercera, en 1190, y en Francia al tiempo de la cuarta, en 1198.
Pero el motivo más frecuente de las persecuciones solía ser económico. Eran los judíos, con los templarios y LOMBARDOS los banqueros de Europa.  Todo el dinero iba a parar a sus manos, y ejercían la USURA de modo escandaloso, arruinando a los que se veían obligados a acudir a ellos. La Iglesia prohibía a los cristianos, como usurario, cualquier préstamo a interés; a los judíos, en cambio, se les toleraba el ejercicio de la usura, y eran los mismos papas y los príncipes los que los que les demandaban empréstitos (préstamos). A las bolsas de los judíos, repletas de oro, tenían que acudir los que,  en la precisión de hacer una compra, no tenían dinero, y los que, como RODRIGO DIEZ DE VIVAR, necesitaban seiscientos marcos para pagar el sueldo a sus mesnadas.
Ya era mucho que FELIPE AUGUSTO les concediese en 1206 cobrar el 43 %; pero sabemos que rara vez se contentaban con eso, sino que exigían el 52, el 86, el 174 %; y lo más sorprende y escandaloso es que un estatuto de Francia les permitía el 170 %, mientras OTTOCAR de Bohemia les daba omnímoda libertad de prestar al interés que quisiesen. En Castilla ALFONSO EL SABIO, por su “Carta pragmática” de 10 de marzo de 1253, les prohibió prestar con lucro superior a “tres por cuatro”. Lo mismo se decía en el fuero de Briviesca. (F. CANTERA, La Usura judía  en Castilla: La Ciencia Tomista 43, 1931 p. 15. Es interesante la variedad de derechos y costumbres en villas y ciudades del mismo reino, según los particulares. T. MUÑOZ y ROMERO, Colección de fueros municipales y cartas pueblas de Castilla, León, Corona de Aragón y Navarra, Madrid 1847. Véase también M. VALDECILLO ÁVILA, Los judíos de Castilla en la Alta Media Media: “Cuadernos de Historia de España”, Buenos Aires, 1950, XIV 17-110).
A la terrible odiosidad que engendraban tan exorbitantes usuras en crímenes en los pobres esquilmados, añadíase de cuando a cuando el rumor de crímenes espantosos, perpetrados por aquellos mismos judíos que chupaban la sangre del pueblo. La mayoría de las veces tal rumor era falso, pero el vulgo es crédulo y fácil en tomar venganza.
En tiempos de peste y epidemia no era raro que las multitudes exasperadas se levantasen contra los judíos, acusándolos de haber envenenada las fuentes públicas. Tan horrendo crimen nunca lo cometieron  los judíos, pero se daba un motivo para sospechar de ellos, y era que, aconsejados por sus médicos, se abstenían en estas ocasiones de beber en norias, balsas y cisternas, buscando sólo el agua corriente.
Con más fundamento se les acusaba otras veces de mofarse de la religión cristiana, de profanar sacrílegamente las hostias consagradas, de asesinar del Jueves Santo a algún niño cristiano, en sustitución del cordero pascual, o de crucificarlo el Viernes Santo en burla y escarnio de la muerte de CRISTO. (Sobre el “asesinato ritual” y la historicidad de algunos casos, véase F. VERNET, JUIFS et CHRÉTIENS: Dict. D´Apolog. P. 1704). 
Envueltos  siempre en una niebla de misterio, con fama bien aprobada de usureros y aun de sacrílegos y criminales, no es extraño que los descendientes de aquellos que crucificaron a Cristo excitasen la imaginación popular y pasasen a los ojos de los cristianos como gente maldita, provocando en determinados casos matanzas y fechorías, que la justicia y la caridad condenan. Y fueron los papas los que alzaron   más alto su voz de protesta contra tales iniquidades, cometidas en nombre de la religión. (S. GRASYZEL, ARÁBIGO-ESPAÑOLA.
El antijudaísmo va creciendo desde el siglo XII. En 1209 los judíos son expulsados de Inglaterra y sus bienes confiscados. Lo mismo ocurre en Francia en 1306, reinando FELIPE el HERMOSO, codiciosos de sus riquezas. Austria y Baviera también los consideran como indeseables desde 1298. Alemania los va desterrando de una y otra ciudad durante el siglo XIV. Donde son acogidos favorablemente es en España, principalmente Cataluña y Aragón; en las tierras, con especialidad en el condado de VENAISSIN o AVIGNON, y por supuesto en los países sometidos al ISLAM. 

*3. LOS JUDÍOS ESPAÑOLES

Acaso en parte alguna encontraron tanta paz y seguridad como en la península Ibérica, lo mismo en el mediodía, dominado por los moros, que en el norte cristiano. Sabida es la notable participación de los judíos en la CIENCIA, ARTE y CULTURA ARÁBIGO – ESPAÑOLA. Recuérdese al cordobés MAIMÓNIDES (MOISÉS ben MAIMÓN, + 1204), uno los mayores filósofos de la Edad Media, y al no menos célebre malagueño AVICEBRON (YEHUDA ben GABIROL, + 1070);  al poeta ABUDHASSAN YEHUDA (1143) y a tantos otros que en las letras que en las letras y en las ciencias, especialmente en la medicina, dejaron un nombre ilustre.
Cuando en ANDALUCÍA los de raza hebrea fueron perseguidos por el fanatismo de ALMORÁVIDES y ALMOHADES, hallaron refugio y protección entre los cristianos de Aragón y Castilla. ALFONSO VI tenía por consejero al judío CIBELO, y por médico y administrador de sus ejércitos a ABÉN XALIB. Nada menos que 40.000 judíos luchaban en las haces de aquel monarca en la batalla de ZACALA. Consejero de ALFONSO VII y su almojarife  o recaudador era el poeta ABÉN EZRA. RAMON BERENGUER IV en 1149 concedió en Tortosa un sitio fortificado para que se estableciesen sesenta familias hebreas. La ALJAMA de ciertas ciudades tenía varias sinagogas, como la de Tudela de Navarro, de donde salió a explorar el mundo el célebre viajero BENJAMÍN de TUDELA (+ 1173). El rey SAN FERNANDO favoreció a los judíos, mereciendo que a su muerte el rabi SALOMÓN le hiciera honorífico epitafio, pero aún prosperaron más las aljamas españolas bajo ALFONSO EL SABIO, en cuya labor científica colaboraron varios hijos de ISRAEL. (Estas y otras noticias más concretas, en A. BALLESTEROS, Historia de España y su influencia en la Historia Universal t. 2. Barcelona, 1920 p. 46i-469-585-587-; t. 3 (1922) 453-457. 619-624; y en AMADOR DE LOS RÍOS, Historia social, política y religiosa de los judíos de ESPAÑA y PORTUGAL, 3 vols. Madrid 1875-76. Sobre los judíos léase el largo e interesante capítulo de AMÉRICO CASTRO, “ESPAÑA EN SU HISTORIA”, Buenos Aires, 1948, p. 470-586). 
No faltaron algunas percusiones populares: éstas fueron más duras y frecuentes en el siglo XIV. Con todo, es cierto que siempre el nombre de judío era infamante, y en el siglo XII atestigua el converso PEDRO ALFONSO, de Huesca, que solía decir la gente cuando juraba no hacer una cosa: “JUDÍO SERÉ YO SI HAGO SEMEJANTE COSA”. (“A CHRISTIANIS IURANDO DICITUR, CUM ALIQUID QUOD NOLUNT FACERE: IUDAEUS SIM EGO, SI FACIAM” (ML 157-578).
Las conversiones al cristianismo en España eran bastante frecuentes. La Iglesia, que los respetaba mientras permanecían fieles a la ley de MOÍSES, procedía severamente contra ellos, como contra herejes y apóstatas, si, después de convertidos al cristianismo, reincidían en su  antiguo ERROR. Y nunca dejó de haber apologetas y teólogos que defendiesen los dogmas católicos contra los prejuicios judíos y demostrasen la MESIANIDAD y DIVINIDAD DE JESUCRISTO. De los más notables fueron PEDRO ALFONSO (antes de la conversión, MOISÉS SEFARDÍ, + 1140), SAN MARTÍN DE LEÓN (+ 1203)  y RAMÓN MARTÍ (+ 1286). (Las obras de PEDRO ALFONSO, en ML 157-535-708; las de SAN MARTÍN, en ML 208 y 209. Abundante bibliografía en la tesis doctoral de A. VIÑAYO, SAN MARTÍN DE LEÓN Y SU APOLOGÉTICA ANTIJUDÍA, Madrid, 1948. 
El libro de N. LÓPEZ MARTÍNEZ, LOS JUDAIZANTES CASTELLANOS y LA INQUISICIÓN, Burgos, 1954, aunque se refiere al siglo XV, es útil para entender todo el problema de los judíos en España).

*VI. LA INQUISICIÓN MEDIEVAL*

La Iglesia tiene el deber de conservar intacto el depósito de la fe cristiana, de ser maestra de la verdad, de no permitir que la revelación divina se oscurezca o se falsee en la mente de los fieles; le asiste también el deber de atraer a sus hijos extraviados. Y esto ¿cómo? En primer término, por medios de persuasión y dulzura, por la predicación, la enseñanza, la amonestación, etc. ¿Qué estos medios no son bastantes eficaces, porque el súbdito se obstina en sus errores, inficionando con ellos a otros cristianos? Entonces la Iglesia apelará a las censuras, privándole de los bienes espirituales. La más grave de todas es la excomunión, que aparta al obstinado de la comunión de los santos, amputándole del cuerpo místico de Cristo y echándole del seno de la Iglesia. Cuando se pronuncia con especial solemnidad se llama anatema.
 
I.         *PODER COERCITIVO DE LA IGLESIA*

Que la Iglesia tiene también poder coercitivo (vis inderendae potestatem) para aplicar penas temporales a sus súbditos, lo afirma PIO IX en el Syllabus, proposición 24, y lo confirma el Código el Código de Derecho canónico en el canón 2214, • 1: “La Iglesia tiene derecho connatural y propio, independiente de toda autoridad humana, a castigar a los delincuentes súbditos suyos con penas tanto espirituales como también espirituales”. (Pero a continuación añade en el art. 2 esta advertencia del concilio de TRENTO: “Meninerint Episcopi aliique Ordinarii se pastores, non percusores esse, atque ita praeesse sibi subditis opportere, ut non in eis dominentur, sed illos tanquam filios et frates diligant”, etc. (Conc. Trid. Sess. 13 de reform. C. I). Sobre la potestad coactiva de la Iglesia, DENZINGER, Enchiridion symbol. n. 499 contra MARSILIO PATAVINO; n. 1504-1505 contra el sínodo PISTORIENSE; n. 1724 contra los modernos errores. Sobre el poder coercitivo de la Iglesia (y sobre la INQUISICIÓN) es interesante la polémica que se entabló entre el historiador católico, liberalizante, P. IMBART DE LA TOUR y el jesuita IVO DE LA BRIÈRE. Breves indicaciones en A. CHEREL, HISTOIRE DE L´IDÉE DE TOLERANCE (EN LA ANTIGÜETIDAD y EDAD MEDIA): “Rev. D´Histoire Egl. Fr. 27, 1941 129-164; 28 1942 9-50).
Muchos autores, con WERNZ-VIDAL y A. OTTAVIANI, lo entienden a la letra; porque la Iglesia, como sociedad perfecta, tiene que estar dotada por si divino Fundador de todo lo que es necesario para su conservación, y por tanto puede leyes y castigar a quien no las cumpla; otros, minimistas, en sentido condicional, por ejemplo: “Pagad esta multa, ni no queréis incurrir en excomunión o en otra censura de orden espiritual”. 
En el derecho o poder coercitivo de la Iglesia, ¿entra también el ius gladii? Teólogos y canonistas de los siglos XVI y XVII lo aseveraban comúnmente, siguiente a SANTO TOMÁS DE AQUINO. Los modernos, por lo general, lo niegan, como contrario al espíritu maternal de la Iglesia y no exigido explícitamente por ningún documento pontificio.
Pero si a la Iglesia no le incumbe el aplicar la última pena, posee por lo menos el derecho de reclamar el concurso del brazo secular, o del Estado, exigiéndole poner los medios coercitivos eficaces para impedir que el error y la herejía cundan y se propaguen entre los fieles. Esto es lo que hizo en la EDAD MEDIA. Otras penas temporales, más moderadas, tampoco las empleó por sí antes de 1148, en que el concilio de REIMS mandó encarcelar al hereje EÓN DE STELLA. Más tarde INOCENCIO III, en el concilio IV de LETRÁN, dictó con los albigenses la confiscación de los bienes, y ALEJANDO IV, extendió semejante medida aun a los herejes ya difuntos.

*2. LA IGLESIA y EL CASTIGO DE LOS HEREJES
Norma fue de la Iglesia antigua valerse solamente de las censuras o penas o penas espirituales. DECÍA LACTANCIO a principios del siglo IV: “La religión no puede imponerse por la fuerza; no hay que proceder con malor, sino con palabra”. “Verbis melius Quam verberibus agendum est”. (Divin. Instit, 5,20: ML 6, 613). Todo el capítulo es interesante por el espíritu de libertad que proclama, aunque se refiere propiamente a los PAGANOS, NO A LOS HEREJES.
Conocido el caso de PRISCILIANO, CONDENADO a muerte por el  Emperador MÁXIMO, a instancias de los obispos HIDACIO e ITACIO (385). Tanto SAN AMBROSIO y SAN MARTÍN DE TOURS como el papa SAN SIRICIO protestaron indignados contra semejante pena capital, no porque en absoluto reprobasen la ley romana ni la sentencia imperial, sino porque no les parecía bien que la Iglesia, por medio de los obispos – y en este caso apasionados – tomase parte activa en una condenación a muerte.
En cuanto a SAN AGUSTÍN, consta que al principio se horrorizaba de los suplicios decretados por el emperador contra los DONATISTAS; más luego se retractó su primera opinión, cuando se persuadió que aquellos enemigos de la unidad de la Iglesia y de la paz social sólo con graves castigos podrían retractarse.
Pero admitiendo la justicia de la PENA DE MUERTE, hizo todo lo posible por que no se aplicase. Así recomienda la lenidad cristiana al procónsul DONATO: “Potestatem occidendi te habere obliviscaris, et petotionem nostram non obliviscaris” (Epist. 100: ML, 33, 366). Lo mismo el tribuno MARCELO (Epist. 113: ML 33, 509-510). Cf. Epist. 93: ML 33, 321, 347, etc. La evolución del concepto y la práctica de la potestas coactiva en los papas puede verse en el trabajo de STICKLER, citado en los c. 9 y 10.
Y SAN LEÓN MAGNO, en carta a SANTO TORIBIO DE ASTORGA, establece el principio de que el cerramiento de sangre repugna a la Iglesia, pero que el suplicio corporal, aplicado severamente por la ley civil, puede ser buen remedio para lo espiritual.
En Oriente SAN JUAN CRISÓSTOMO decía que la Iglesia no puede matar a los herejes, aunque sí reprimirlos, quitarles la libertad de hablar y disolver sus reuniones. (In Matth, homil.: MG 58, 477).
El Concilio XI de TOLEDO (año 675) en su canon 6 prohíbe bajo rigurosas penas “a aquellos que deben administrar los sacramentos del Señor, ACTUAR en un juicio e imponer directa o indirectamente a cualquier persona una mutilación corporal. El mismo INOCENCIO III, tan celoso perseguidor de los herejes, era ENEMIGO de que La Iglesia intercediese eficazmente para que en la condenación quedase a salvo la vida del reo, lo cual se introdujo en el Derecho común y debía observarlo todo juez eclesiástico que entregaba al brazo secular a un reo convicto y obstinado. (La decretal NOVIMUS dice: “Et sic intelligitur tradi curiae saeculari, efficaciter intendere, ut citra mortis pecuculum circa eum sentencia moderetur” 8Corpus iuris canonici l. 5 tit. 40, c. 27: ed. FREIDBERG, Leipzig, 1922, col. 924). Las fórmulas con que se hacían pueden verse en G. GUI, PRACTICA INQUISITIONIS, ed. DOUAIS, p. 127-128. 133-136, y N. EYMERICH, DIRECTORIUM INQUISITORIUM p. 515-519. Se dirá: “Pero esto era mera fórmula, ya que más de una vez los papas amenazaron con la excomunión a los jueces que rehusasen aplicar la última pena a un HEREJE”. Ciertamente, no sabemos lo que hubiera ocurrido en el caso de una negativa del juez.  Lo más probable es que se le habría acusado de connivencia con los HEREJES. Por eso no es exacto decir que todo lo que había de severidad y terror en el tribunal de la INQUISICIÓN se debía al Estado, y todo lo que había de clemencia pertenecía a la Iglesia, como lo afirmaba J. DE MAISTRE, Lettres à un gentilhomme russe sur l`Inquisition espagnole: “Ouevres complètes” t. 3 Lyón, 1889 p. 125;  y F. J. RODRIGO, HISTORIA VERDADERA DE LA INQUISICIÓN  Madrid, 1876 I, 176. Si la sentencia era justa y legal, ni el Estado ni la Iglesia tienen por qué declinar su responsabilidad). 
En el primer milenio a la Iglesia se inclinó a la benignidad en el trato de los HEREJES. El año 800 abjuró – no sabemos si con sinceridad – FELIX DE URGEL sus errores adopcionistas en el concilio de Aquisgrán. Esto bastó para que fuera restituido a su sede episcopal, sin mayor castigo. Medio siglo más tarde los concilios de MAGUNCIA (848) y de QUIERCY (849) declararon al monje GODESCALDO incurso en la herejía predestinacionista. GODESCALCO no se retractó y hubo de de sujetarse a las penas temporales de la flagelación y de la cárcel. Pero HINCMARO, presidente del concilio de Quiercy, declaró que la pena de los azotes se le imponía “secumdum regulam Sancti Benedicti”, que señala ese castigo a los monjes incorregibles y rebeldes. La prisión fue la de un monasterio. Y NÓTESE de paso que la prisión, como castigo o expiación de un crimen, es una medida relativamente mitigada y suave, como que es de origen monacal y eclesiástico; el Derecho romano no le conocía.
La voz tradicional resuena todavía en ALEJANDRO III 8+ 1073), que amonesta al arzobispo de NARBONA: “Noverit prudentia vestra, quod leges tam ecclesiástico quam saeculares effusionem humani sanguinis prohibent”. (MANSI, Concilia, 19, 980).
Hasta el siglo XII no piensan los papas en que la herejía tiene que ser reprimida por la FUERZA. Es entonces cuando, alarmado por la invasión de predicadores ambulantes, que sembraban la revolución religiosa y a veces también la revolución social (política), mandaban a los príncipes y reyes que procuren el exterminio de las SECTAS.
Así vemos que CALIXTO II en el concilio de TOULOUSE (1119), CAMON 3, e INOCENCIO II en el de LETRÁN (1139), CANON 23, no contentos con excomulgar a los HEREJES, como hasta entonces se había hecho, encargan su represión al Estado: “per potestades exteras coercere praecipimus”, represión que probilísimamente se refería tan sólo al destierro o a la cárcel, de ningún modo a la pena de muerte, y más suavemente.
EUGENIO III, en el concilio de REIMS (1148), influido quizá por su MAESTRO SAN BERNARDO, se contenta con que los reyes no den asilo a los herejes. ALEJANDRO III, en 1162, dice que más vale PECAR por exceso de benignidad que de severidad. (Carta a ENRIQUE, arzobispo de REIMS, refiriéndose al rey de Francia 8ML 200-187).
Al año siguiente, en el concilio de TOURS (1163), vista la perversidad de los ALBIGENSES, permite a los príncipes católicos que los cojan presos, si pueden, y los priven de sus bienes. Y lo mismo viene a decir en el concilio LATERANENSE III (1179), concediendo además indulgencias a los que tomen las armas para oponerse virilmente a tantas ruinas y calamidades con que los CÁTAROS, PATARINOS y otros perturbadores del orden público oprimen al pueblo cristiano.
En esta línea de rigor siguieron avanzando los Romanos Pontífices, impulsados, como se ve, no por prejuicios dogmáticos, sino el peligro social de aquellos instantes y más de una vez contra sus propios sentimientos. 
No fue ésta la única causa del cambio de actitud de la Iglesia respecto de los herejes. Intervino también, y de una manera decisiva, el ejemplo de la POTESTAD CIVIL. 

*4. ORÍGENES de la INQUISICIÓN

No cabe duda que el rigorismo de los príncipes influyó poco a poco en las decisiones pontificias. El arzobispo de REIMS, ENRIQUE, era hermano de LUIS VII de FRANCIA y no estaba de acuerdo con el papa en la benignidad y blandura que éste le aconsejaba respecto de los herejes de su diócesis. Habló de ello con el rey, y éste escribió en 1162 a ALEJANDRO III pidiéndole que dejase las manos libres al arzobispo para acabar en Flandes con la peste de la herejía MANIQUEA. El papa, que, obligado a huir de Roma y de Italia, se había refugiado en los dominios de LUIS VII, pensó que convenía tomar en consideración los deseos del monarca, y en el concilio que convocó en TOURS (1163) se trató de “LA HEREJÍA MANIQUEA, QUE SE HA EXTENDIDO COMO UN CÁNCER” por la Gascuña y otras provincias. Allí se dictaron medidas enérgicas contra los herejes, encargando a los príncipes seculares que, una vez descubiertos los ALBIGENSES, sean aprisionados y castigados con la confiscación de sus bienes. Y en el concilio III de LETRÁN (1179), después de fulminar el anatema eclesiástico contra los CÁTAROS, trata de otros herejes PELIGROSOS de Brabante y del sur de Francia, “de Bravantionibus et Aragonensibus, Navariis, Bascolis, Cotorellis e Triaverdinis”, que cometen barbaridades contra los cristianos, sin respetar iglesias y monasterios, sin perdonar a viudas, pupilos, ancianos y niños, devastándolo todo, a la manera de los sarracenos. Contra éstos el predica la guerra con honores e indulgencias de cruzada.
Un paso de verdadera importancia se dio en el convenio o dieta de VERONA (1184) por parte del papa LUCIO III y del emperador FEREDICO I BARBARROJA. Este último, entre las alabanzas de los suyos, que enaltecían su celo por la fe, se puso de pie, y, extendiendo sus manos hacia los cuatro puntos cardinales, arrojó al suelo su guante con gesto de amenaza contra todos los HEREJES.
De acuerdo con el emperador, el papa promulgó la constitución AD abolendam, anatematizando a los cátaros y patarinos, a los humillados o pobres de Lyón, a los passaginos, josefinos y arnaldistas, y dejándolos al arbitrio de la potestad secular para los castigase con la pena correspondiente (animaadversio debita). No mencionaba la pena de muerte. La animadversio debita contra un hereje un hereje no era todavía el último suplicio, como lo será más tarde; lo legal entonces era el destierro y la confiscación de los bienes.
Y a continuación, “por consejo de los obispos y por sugestión del emperador”, ordena el papa que todos los arzobispos y obispos, por sí o por medio del arcediano, visiten las parroquias sospechosas una o dos veces al año, y en ellas escojan tres o más testigos de buena conciencia, que, bajo juramento, denuncien a los herejes ocultos. Si se descubre alguno, exíjasele la retractación, y si se negare a ello los condes, barones y demás autoridades y concejos en su error, sea castigado por el obispo. Ayúdenle a éste los condes, barones y demás autoridades y concejos de las autoridades, so pena de excomunión y entredicho. A los obispos se les concede plena autoridad en materia de herejía, lo mismo que si fuesen legados apostólicos. Este severo edicto fue insertado en los decretales.
No se puede afirmar que ésta sea la carta constitutiva de la INQUISICIÓN MEDIEVAL. Manda, sí, buscar, indagar, averiguar si hay herejes para castigarlos, y eso de una manera organizaba y sistemática, pero no instituye ningún tribunal. Lo más que puede decirse es que aquí se organiza y perfeccionamiento la INQUISICIÓN episcopal, ya existente desde antiguo, pues siempre fue el OBISPO, dentro de su diócesis, el juez ordinario en materia de HEREJÍA.
Esta INQUISICIÓN episcopal recibe un último retoque de detalle bajo INOCENCIO III en el concilio de AVIGNON de 1209 y bajo HONORIO III en el concilio de NARBONA de 1227 (HEFELE-LECLERCQ, Histoire des conciles t. 5, 1283-1984,1454). En el Lateranense de 1215 no se hizo más que urgir los decretos del de TOURS y de VERANO        .
Con esto los obispos avivan su celo en la búsqueda y pesquisa de los HEREJES, más no pueden cumplir satisfactoriamente su oficio. Por eso INOCENCIO III SE VE OBLIGADO DELEGADOS APOSTÓLICOS, que actúen como INQUISIDORES en determinadas circunstancias; por ejemplo, a PEDRO de CASTELNAU CON OTROS CISTERCIENTES, y al mismo Santo Domingo, de quien escribe BERNARDO GUI que “con autoridad del legado de la Santa Sede ejerció el oficio de INQUISIDOR in partibus tolosanis”. Erraría, sin embargo, quien le llamase el primer INQUISIDOR. LA VERDADERA INQUISICIÓN PONTIFICIA no estaba creada aún.
Su creador fue GREGORIO IX, y como fecha fundacional debe señalarse el año 1231.

Fuente: GARCÍA-VILLOSLADA, RICARDO (+), Historia de la Iglesia Católica, t. II. Edad Media. La Cristiandad en el mundo europeo y feudal (800-1303). BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS. Madrid, 2009. p. 714 y ss.

*SAN BERNARDO: EL HOMBRE QUE TRANSFORMÓ EUROPA*
Reformador de la orden del Cister, consejero de un papa, árbitro de los reyes, solitario, jefe espiritual de la cristiandad de occidente, predicador, teólogo y poeta, músico, constructor, “el último de los Padres de la Iglesia” y de los primeros escritores franceses: SAN BERNARDO es a la vez inagotable y el tormento de sus glosadores; a quienes supera en todas partes. Como revancha, le tratan como un vestigio de los tiempos heroicos, como una efigie de museo, en una palabra, si no existiese, dando por entendido que entre él y nosotros se interpone el espacio sanitario de nuestra erudición. SAN BERNARDO se ha convertido en un objeto de curiosidad de los sabios. Los que le escuchaban en vivo le seguían a CLARAVAL o tomaban la cruz; los que hoy le leen saben dominarse mejor, pero esto no impide en absoluto la admiración: “Este gran santo, escribe ETIENNE GILSON,  AL PRINCIPIO ASUSTA, PERO CUANTO MÁS SE LE CONOCE, MÁS SE LE AMA, PORQUE SIEMPRE DICE LA VERDAD”. (E. GILSON, en Saint Bernard homme d´Eglise, Paris-La Pierre-Qui-Vire, 1953). Uno  se preguntará cómo puede haber un santo que no siempre diga la verdad y cuál sería nuestro interés en ocuparnos de él.
Justificando el sobrenombre de “último de los Padres” que le otorgó MABILLON, LOUIS MORERI hace notar que “trata los dogmas al modo de los antiguos, sin seguir el método de los escolásticos y de las controversias de su tiempo…su ciencia no era una erudición curiosa, sino una doctrina útil para la salvación”. (LOUIS MORERI, Dictionnaire…París, 1759). Que si la verdad no es un concepto, sino un nombre de Cristo, “decirla siempre”, es para un santo la menor de las cosas.
GUILLERMO de SAINT-THIERRY, que, sin que lo supiese BERNARDO, había comenzado su biografía, se proponía no tanto contar su vida, como mostrar “LA VIDA INVISIBLE DE CRISTO, QUE VIVÍA y HABLABA A TRAVÉS DE ÉL”(Guilermo de Saint-Thierry, Vita prima, I, prólogo). Este punto de vista, en definitiva el único útil, nos permite horadar las diversas pantallas que entre él y nosotros tienden la superstición de la cronología o la idolatría de la Historia. Antes de ser un hombre del siglo XII, lo que al fin de cuentas no nos interesa, SAN BERNARDO es un hombre de la eternidad y, como recordaba un historiador alemán (LOEPOLD von RANKE), “TODAS LAS ÉPOCAS SON EQUIDISTANTES DE DIOS”.
No hemos tenido otra intención que la de dejar BERNARDO a BERNARDO, multiplicando lo más posible las citas de sus obras, traduciendo lo más cercano posible el texto latino, corriendo el riesgo de la torpeza. GUILLERMO de SAINT THIERRY murió antes de terminar su obra, la última palabra que escribió fue HUMILITAS; no es posible soñar una lección mejor, ni más propia de BERNARDO, para todos los exégetas posteriores.
“Anna Christi 1091, Urbani Papae IV, Henrici IV imperatoris 35, Philippi I Galliarum regis 31, natus est BERNARDUS in castro Fontanis appelato, prope Divionem in Burgundia, patre TESCELINO SORO, domino de Fontanis, matre ALETHA BERNARDI domina Montis- Barrensis filia”.
La precisión notarial del latín de Don MABILLON da a los pretendientes hagiógrafos una útil lección de sobriedad literaria. “El año de Cristo 1091, del reinado de URBANO IV, de ENRIQUE IV emperador 35, de FELIPE I, rey de Francia 31, nació en el castillo de Fontaine-les-Dijon en Borgoña, BERNARDO, hijo de TESCELIN el Ahumado, Señor de Fontaine y de ALETH, hija de BERNARDO, conde de Montbard.
La sabiduría participa del misterio de la esperanza, puesto que es el símbolo heráldico, y es lo que pide la Iglesia, “es decir, el alma que ama a Dios” (Ecclesia, seu anima diligens Deus…”, 29º Sermón sobre el Cantar de los Cantares, 7), cuando invoca al Espíritu Santo, “pues, escribe BERNARDO, es un espíritu de sabiduría y de inteligencia, Spiritus sapientiae et intelectos, que del mismo modo que la abeja aporta la cera y la miel, todo lo contiene y de ella proviene la luz de la ciencia y se desprende el sabor de la gracia. (8º Sermón sobre el Cantar de los Cantares, 6).

SANCTE MARIA IN ARA COELI!
*Fuente: PHILIPPE BARTHELET, SAN BERNARDO – El hombre que transformó Europa”.  Ediciones Palabra, Madrid, 2001, 255 p.


DIARIO PAMPERO Cordubensis Nº 369
INSTITUTO EMERITA URBANUS.
Córdoba de la Nueva Andalucía
Sopla el Pampero. ¡VIVA LA PATRIA! ¡LAUS DEO TRINITARIO! ¡VIVA HISPANOAMÉRICA! Gratias agamus Domino Deo nostro! gspp.*

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