domingo, 11 de octubre de 2009

El capitalismo, como fenómeno cultural

Por el Pbro. Patricio Astorquiza

• NO ES FÁCIL HACER VATICINIOS DE CORTO O MEDIANO PLAZO ACERCA DEL CAPITALISMO. SU COINDENCIA CON EL SOCIALISMO “DEMÓCRATICO” PARECE CADA VEZ MAYOR. ES LÓGICO QUE ASÍ SEA, PORQUE AMBOS PERSIGUEN EL MISMO FIN: LA SOCIEDAD DE BIENESTAR. AMBOS POSEEN UN TALANTE BURGUÉS Y UNA ASPÌRACIÓN A LA BURGUESÍA UNIVERSAL. YA HAN DEJADO DE CREER EN LA FELICIDAD, PERO HAN ENCONTRADO UN NUEVO NOMBRE AL PLACER. AHORA SE LLAMA “CALIDAD DE VIDA”. NO TIENEN, DE MOMENTO, CONTRINCANTE SERIO CONTRA TIENEN LUCHAR. PERO NO ES ÉSTE EL FIN DE LA HISTORIA.*

• EL ESPECTACULAR DERRUMBAMIENTO DE MUCHOS REGÍMENES MARXISTAS, ALREDEDOR DE 1989 PARECE SER, A PRIMERA VISTA, UN TRIUNFO DEL CAPITALISMO; PERO PUEDE SER EL COMIENZO DE SU RUINA PORQUE LO PRIVA DE UNA FALSA MÍSTICA QUE LO RODEABA MIENTRAS EL MARXISMO ERA UN PELIGRO INMINENTE (…).

• MIENTRAS SE SIGUE EN TODA SU VIRULENCIA EL MARXISMO ANTITEÍSTA, PERSEGUIDOR ACTIVO DE LA RELIGIÓN, SE ASOCIABA AL CAPITALISMO CON LA TOLERANCIA Y EL RESPETO HACIA LAS CREENCIAS RELIGIOSAS. AL AMAINAR ESTA AGRESIVIDAD MARXISTA, SALDRÁ CADA VEZ MÁS A LA SUPERFICIE EL EFECTO ANTORRELIGIOSO Y SECULARIZANTE DEL CAPITALISMO, QUIZÁS MÁS DAÑINO A LA LARGA QUE QUE LAS PERSECUCIONES ATEAS DECLARADAS.

Nuestros pensamientos suelen verse reforzados por una implícita ley de contrastes: se esclarecen cuando tienen un contrario al que se les puede oponer. Algo de esto h sucedido con el capitalismo; se ha creído tener una idea clara de él, mientras se le haya podido oponer al socialismo marxista. Ante un marxismo práctico que nacionaliza la propiedad, priva de la libre representación, atropella muchos DERECHOS HUMANOS, limita al máximo el ejercicio de la libertad, el capitalismo aparecía revestido de todas las propiedades contrarias, las tuviese o no. Porque esta misma ley de contrastes suele distorsionar las realidades, haciendo de lo opuesto algo contradictorio; en otras palabras, cuando dos nociones o visiones se oponen en algunos aspectos, se supone que se oponen también en todas las demás.
Uno de los principales argumentos de fondo en la encíclica CENTESIMUS ANNUS podría formularse así: el verdadero enemigo del marxismo es el cristianismo. El espectacular derrumbamiento de muchos regímenes marxistas alrededor de 1989 parece ser, a primera vista, un triunfo del capitalismo; pero puede ser el comienzo de su ruina, porque lo priva de una falsa mística que lo rodeaba mientras el marxismo era un peligro inminente. La verdadera fuerza de Occidente (¿dónde está Occidente?, preguntamos), que podía vencer al marxismo, siempre fue el cristianismo. El capitalismo, como tal, carece de la energía moral para oponerse a una visión agresiva de la vid social, como es el marxismo, o como podrán ser otros sistemas ideológicas todavía por inventar o resucitar del pasado. Una vez superada la primera impresión causada por la caída de los regímenes marxistas, comenzará a hacerse cada vez más notoria la inmensa concordancia entre el capitalismo y el marxismo en los puntos esenciales de la vida; particularmente en el más importante y definitorio que es la relación con Dios.

Esta línea de pensamiento lleva consigo una implicación escondida: el convencimiento de que el capitalismo no es un sistema económico, sino un sistema CULTURAL. O mejor dicho, un sistema CULTURAL revestido de ropajes económicos prestados. Si esta proposición es válida, habría que decir que los años asociados con la gestión y crecimiento del capitalismo coinciden con los años en que se ha intentado más seriamente alterar la cultura cristiana occidental, en sus mismas raíces. En la medida en que este intento haya tenido éxito, se podrá hablar de una “cultura capitalista”, mucho más que de un régimen capitalista, o de una economía capitalista. En este terreno sería fácil quedarse sólo en un juego de palabras. Se podría, por lo mismo, argumentar que desde el punto de vista cristiano, quizás calcen mejor otras calificaciones tales como “CULTURAL RACIONALISTA”, “CULTURAL LIBERAL”, o simplemente “secularismo”. Al porfiar sobre la conveniencia del término “capitalista”, no se pueden desconocer las alternativas, y simplemente se insiste en que el racionalismo, el liberalismo y el secularismo, a la larga, han ido perdiendo su imagen idealizada original y han terminado como era de esperar: en una búsqueda del YO, a través del ÉXITO MATERIAL.

KARL MARX, no era un buen economista, pero sí era un incisivo observador de la sociedad. Captó en el capitalismo su esencia, la carencia de un ALMA: la capacidad, en otras palabras, de vaciar a las personas. El resto del análisis marxista puede ser todo lo inexacto y pomposo, o engorroso que se quiera. Pero le pareció tener al capitalismo dentro de su campo de tiro, y que valía la pena dispararle. Equivoco la puntería y la munición. Pensó incluso que la presa caería por sí sola, que no se sostendría indefinidamente, y en eso probablemente tenía razón. Como lo tenía al pensar que, detrás de una aparente estructuración económica, el capitalismo representaba un conjunto de estructuras, un modo falsificado de ver la vida, la felicidad, la belleza, la justicia, la verdad y la autoridad. En otras palabras, se trata de una CULTURA BURGUESA, que abarca todos los campos de la vida. Insistamos en que MARX yerra notoriamente al desestimar, a su vez, la existencia y prioridad de los valores trascendentes sobre los valores económicos. No pudo derrotar al capitalismo porque él mismo se dejó embaucar por la prioridad de lo económico, que estaba en la base del planteamiento capitalista.

El camuflaje que consiguió engañar a MARX, también consigue hoy día engañar a la mayoría de las personas. Es la insistencia del capitalismo en presentarse como paladín, y en cierto modo creador, de las instituciones económicas libres. Hemos pretendido, además, indicar los aspectos en que la versión capitalista de cada una de ellas deforma uno u otro aspecto de estas instituciones. Para resumir el origen de estas deformaciones, podríamos formular un principio capitalista de fondo que parodia una frase del Evangelio: “BUSCAD EN PRIMER LUGAR EL ÉXITO ECONÓMICO, Y LO DEMÁS SE OS DARÁ POR AÑADIDURA”. La frase no es injusta; lo sería si se pretendiera que la postura capitalista excluye “lo demás” . No lo hace; pero lo difumina suficientemente como para hacerlo palidecer. O mejor dicho, se le remueve al limbo de los “ideales”, una semirrealidad flexible y manipulable, que incluye los ideales políticos, religiosos, estéticos, etc. A TODOS LES FALTARÍA SOLIDEZ Y CONSISTENCIA, COMPARADOS CON LOS CONTUNDENTES RESULTADOS DE LAS ESTADÍSTICAS ECONÓMICAS. Por eso, la defensa del derecho a enriquecerse, y de las instituciones que lo garanticen y promueven, no es considera por el CAPITALISMO o el NEOLIBERISMO como un “ideal”, sino como un principio de lucha. En el fondo, todo ideal ha adquirido para el economicismo un cierto carácter de sentimentalismo y, (como la “Devotio Moderna”, decimos nosotros), de intrínseca debilidad. Los ideales, así concebidos, son tolerado; más aún, son el objeto de una nueva ciencia de la persuasión, que permite manipularlos en dosis adecuadas a través de los medios de comunicación y de la publicidad comercial. Esta actitud es responsable, a la vez, de la peculiar noción de tolerancia, propia de la CULTURA CAPITALISTA.
Cuando se dice que el capitalismo es un fenómeno cultural, se quiere decir que es capaz de crear formas estables y universales de pensar y de sentir. Acabamos de formular, como primer síntoma, la prioridad de lo económico que relativiza y relega a segundo lugar al resto de la realidad. El siguiente síntoma de la mentalidad capitalista es el celo por la propia libertad. Quizás sea interesante anotar que este concepto de libertad, al ser vaciado de finalidad, adquiere un tinte predominantemente negativo; pasa a ser antes que nada una “alergia” a toda intromisión en la conducción autónoma de la propia existencia, entendida como capacidad de determinar por sí mismo los fines y medios de un proyecto de vida. Una cultura fundada sobre una tal mentalidad es como un edificio de altura construido sobre arnas movedizas; podrá caer cualquier día, y para cualquier lado. De momento, el edificio se sostiene con el apoyo del DISFRUTE MATERIAL producido por el BIENESTAR. Así se ha conseguido el binomio básico del capitalismo CULTURAL: el DERECHO A DISFRUTAR, que fundamenta la autodefinición del bien y del mal. Lo que aparece, cara al grueso al grueso público, como una defensa de la libre iniciativa económica, y de la libertad de elecciones económicas, es sólo la máscara de este libertinaje destructor que hunde sus caminos en la yugular misma de la CULTURA del Occidente cristiano.
Nos estamos moviendo en un plan bastante distante del acostumbrado vocerío politizante. Lo lógico, con esos otros parámetros, hubiese sido asociar la “mentalidad capitalista” con la explotación de los muchos por los pocos, siendo estos pocos los poseedores del capital. No hay duda de que, como consecuencia del SUBJETIVISMO CAPITALISTA, se han producido y se producen estos abusos de justicia conmutativa y disfrutativa. Pero no pertenecen necesariamente a la esencia de la CULTURA CAPITALISTA; son corregibles, o susceptibles de paliativos, a nivel estructural. Conviene también hacer notar que algunos autores, economistas generalmente, hablan de la CRISIS DEL CAPITALISMO en términos económicos. Sus opiniones son, desde luego, respetables, pero no vienen demasiado a cuento en un ANÁLISIS CULTURAL. Es difícil que el CAPITALISMO se derrumbe por razones puramente económicas. A nuestro entender, sus muletas económicas son extraídas en gran parte de la espontaneidad humana y, por tanto, se trata de estructuras e instituciones sanas y con gran capacidad de evolución y de adaptación. El problema no son, pues, las muletas económicas, sino la cojera interna del sistema.

*QUISIERAMOS AGREGAR SÓLO UN COMPONENTE ESENCIAL MÁS A LA CULTURA CAPITALISTA.

Se trata de la necesidad del Éxito. Todos los seres humanos, en cualquier sistema cultural, valoramos el ÉXITO de nuestros planes. Pero el capitalismo se sostiene sobre de la base de un éxito alternativo; su esencia es de un sustituto. Nació como fruto de un provocado desengaño con otra forma de vivir. Desde sus inicios, ofreció reemplazar siglos de esfuerzo aparentemente infructuosos en pos de “abstracciones” como el bien, la verdad, la belleza, el cielo, por la concreción de los resultados “prácticos” más bienes de consumo básico; más edificios, más fábricas, más tiendas, más bienes suntuarios; más salud, más entretenimiento. “Todo esto te daré si de hinojos me adorares” (Satanás). Estos productos de desarrollo ya venían por razones de índole técnicas. El truco estaba, y está, en hacerlos aparecer como fruto de un alejamiento de las prioridades religiosas, manteniendo siempre la amenaza de que desaparecerían el día en que la humanidad se oriente, una vez más, hacia la vida contemplativa. Ahora bien, este mismo truco conlleva la necesidad, en la CULTURA CAPITALISTA, de una permanente exhibición de los ÉXITOS obtenidos, y la complacencia provocada y colectiva en esos resultados. Sin el cacareo, el sistema no se sostiene. No se trata de un desarrollo cualquiera, de ese desarrollo sin adjetivos que tiene pensado DIOS. Nos enfrentamos en realidad a una engreída torre de babel.

Pbro. PATRICIO ASTORQUIZA

(Extraído: Diario El Mercurio de Santiago de Chile, Domingo 20 de febrero de 1994, E 11, “El Capitalismo como fenómeno cultural”).


Editó Gabriel Pautasso
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
DIARIO PAMPERO Cordubensis
Instituto Eremita Urbanus

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