Fin de siglo 2000. Félix Duque.
Posmoderno. Rafael Gómez Pérez.
Editó: Lic.
Gabriel Pautasso
Frente al prudente contemporizador AGUSTIN –
no en vano nombrado Padre de la Iglesia – podemos pues llamar MILENARISTAS
(siendo obviamente MILLENIUM la traducción latina de CHILIASMÔS) a las sectas
basadas en la dispensación (lo que implica repudio – pasivo o activo – del
orden sociopolítico existente), el rapto (lo cual implica sentirse “elegido” frente
a los otros, los réprobos), y naturalmente el quiliasmo: el reino aquí, en la
tierra, de mil años, antes de la batalla definitiva. Por el contrario, habría
reservar la ESCATOLOGÍA (o saber de las últimas cosas) para SAN AGUSTÍN y demás
defensores del orden eclesiástico y por ende colaboradores de lo político y sus SPLENDIDA VITIA. Rasgos
comunes a los milenaristas serían la creencia en la salvación COLECTIVA, en
cuanto de grupo, y no meramente individual – una salvación además, en la
tierra, a la que volverían triunfantes desde el cielo, con CRISTO a la cabeza
-; la creencia en una catástrofe INMINENTE, y absolutamente imprevista (aunque
muchos grupos se esforzarán después por profetizar en año fatal), la cual sería
además TOTAL (frente a la renovación apocatástica, siempre vista con recelo
como un resto de paganismo: el gran ciclo cósmico en el que creen TOM CRUISE y
BILL CLINTON); y en fin, la creencia en una destrucción cumplida por agentes
sobrenaturales.
Desde luego, siempre ha habido levantamientos
de tipo milenaristas en Occidente, coincidentes por lo demás con situaciones de
hambruna o plaga que hacían sospechar la cercanía del fin (al menos, de su
propio fin): conflictos que además mostraban a las claras la incapacidad de las
autoridades responsables para regular las relaciones entre la sociedad y los
poderes cósmicos (o dicho más crudamente: se ansía que el cielo caiga
literalmente sobre la cabeza cuando la tierra no funciona). Así, podemos
recordar al efecto los levantamientos de campesinos ingleses en la gran peste
de 1381, la de los TABORISTAS, al principio de la rebelión husita en Bohemia,
entre 1419 y 1421, la rebelión de THOMAS MÜNTZER (GUÍA DE LOS ELEGIDOS), en la
guerra campesina de 1525 (dramatizada admirablemente por SARTRE en Le diable et
le bon Dieu); o en fin los ANABAPTISTAS radicales de Münster, levantados contra
los estadículos de Westfalia en manos de eclesiásticos que ostentaban
simultáneamente el poder político y el religioso (una jaula de hierro colgada
de la catedral de Münster “conmemora” todavía las hazañas de los anabaptitas).
MUTATIS MUTANDI, esas sectas se levantaron – en vano – contra el doble poder
establecido por las mismas razones de necesidad y miseria que lo hacen hoy los
activistas islámicos de Al Fatal.
Por el contrario, las actuales SECTAS DEL
OCASO PRESENTAN POR LO COMÚN RASGOS TÍPICAMENTE POSTMODERNOS,
absolutamente incomparables con los movimientos citados, los cuales habrían
sido el fermento de las revoluciones laicas posteriores. La primera y más
sobresaliente característica de esta nueva oleada es que sus miembros provienen
de CLASES ALTAS o relativamente acomodadas, y que sus fundadores tienen
titulación universitaria, fundamentalmente técnica (suelen ser ingenieros en
electrónica o informática), pero sin formación humanística. La razón de este
“ascenso” en la jerarquía social seguramente se explica en función de la
segunda característica : todos estos grupos muestran un ferviente y combatiente
ANTICOMUNISMO (pues el marxismo podría ser considerado, si se quiere,
como la prolongación laica de la idea de le la conversión universal,
ecuménica); son pues personas que no necesitan, en primer lugar, preocuparse
por el sustento diario y que, en segundo lugar, trasladan su elitismo de clase
al del grupo de elegidos dignos de salvación (piénsese en actores como JOHN
TRAVOLTA o TOM CRUISE, miembros de la secta Moon). En tercer lugar, todos ellos
ejercitan lo que podríamos llamar PARANOIA EXEGÉTICA: entienden
que la Biblia ha sido manipulada, no sólo en provecho de unos pocos, sino
directamente contra ellos, y que sólo ellos son depositarios de la verdad
contenida en los libros sagrados. El cuarto rasgo común es la entrega absoluta
(en cuerpo, alma, y fortuna) a una personalidad TAUMATÚRGICA, a un gurú
carismático que les guía por el buen sendero (lo cual implica en
correspondencia una desconfianza no menos absoluta hacia las instituciones,
sean estatales o religiosas. También podemos citar como característica el
impulso a constituirse en sectas cada vez más cerradas mediante una dialéctica
que desemboca en una espiral de violencia: cuanto más hacen lo posible por
desgajarse de la sociedad en que, contra su voluntad, se ven inmersos esos
grupos, tanto más se ven reprimidos por las autoridades, lo cual les confirma
que están en el buen camino, clausurándose todavía más, lo cual hace que se
dispare contra ellos la represión política, que a su vez permite un
estrechamiento aún más fuerte de los lazos, y así hasta que, o bien resultan
totalmente destruidos (como en la Secta Davidiana, con su reciente matanza de
Waco, en 1995) o bien buscan paulatinamente un aflojamiento de sus pretensiones
sectarias, hasta acomodarse en la sociedad y convertirse así en iglesia más o
menos reconocida: el caso más notorio al respecto es el de los MORMONES y de
los ADVENTISTAS, cuyos miembros son tenidos ya por personas “honorables”, algo
estrafalarias; y es digno de mención que esa acomodación vaya acompañada por un
incremento de prosélitos entre las clases bajas (las cuales buscan en la secta
más un apoyo solidario negado por la sociedad o por las instituciones políticas
que en el Reino de los Mil Años o la participación en Harmagedón).
Por último, es significativo que el lugar de
origen de casi estas sectas sea Norteamérica, y que proceden por lo común de
ramificaciones de confesiones protestantes. Es obvio que el férreo catolicismo
“monárquico” (sólo el Papa puede poseer una personalidad carismática, en cuanto
ungido por el Espíritu Santo; y más después de la invalidad, decretada en el
Concilio Vaticano I), no permite sectas en su seno: o bien las prohíbe
fulminantemente, o bien acaba por llamarlas al orden al acogerlas como órdenes,
una vez dulcificadas y sometidas a la autoridad papal (baste pensar en los
franciscanos o en los carmelitas descalzos). Hay con todo algunas aparentes
excepciones, como veremos enseguida. Por el contrario, la falta de estructura
jerárquica del protestantismo y la incitación a la lectura de la Biblia
facilita la proliferación de grupos, cada uno de los cuales se cree depositario
exclusivo de la verdad (de modo que, como suele ocurrir también entre los
grupúsculos resultantes del naufragio del marxismo, las demás sectas acaban
siendo más odiadas que la sociedad o iglesia dominante en su territorio).
Pero hay además un esencial rasgo diferencial,
casi diríamos un criterio de demarcación entre las sectas actuales y los
antiguos movimientos milenaristas; a pesar de que muchas de ellas tuvieron
rigen en el siglo XIX, la fantástica proliferación actual y su radicalización se
debe a una reacción formidable contra la MODERNIDAD, de modo que también
ellas debieran considerarse con justicia
como POSTMODERNAS; y en
efecto, son ellas las que con el postmodernismo de corte afrancesado – para
ellas, NIHILISMO puro, claro está – se reparten el campo actual de las
creencias “anormales”. Es más: quizá habría que llamarlas HIPERPOSTMODERNAS,
ya que, surgidas a finales de los años setenta (como ocurrió también en
Israel y el Islam), tienen Por enemigo común al pensamiento y la vida moderna,
y por rival directo al postmodernismo, de cuya inercia y derrotismo pretenden
huir. De modo que MODERNIDAD,
POSTMODERNISMO y MILENARISMO constituirían una serie cronológica de
actitudes vitales (más que de reflexión teórica), con evidentes escaramuzas,
entrecruzamientos y vaivenes. La razón es obvia: LAS SECTAS DEL OCASO
entienden – de manera bastante plausible, por lo demás – que la vida moderna,
con su tolerancia y pluralidad (una pluralidad que, paradójicamente, permite la
existencia de esas mismas sectas que la combaten) ha producido un DESARME
mora, dando al traste con todas las leyes divinas y humanas, como se aprecia en
la permisividad del aborto (verdadera bestia negra de las sectas, aunque
también de la iglesia católica), de la diferencia de razas (ahí están los
movimientos americanos de la Christian Identity , cuyos miembros aseguran ser
los verdaderos israelitas y por tanto el pueblo primogénito y dilecto de Dios,
mientras que los judíos serían literalmente abortos de la coyunda del
Diablo-Serpiente con EVA), de la pornografía, de la homosexualidad: en suma, de
tdo aquello que aterroriza al buen burgués, sobre todo si es WASP (WHITE
ANGLO-SAXON PROTESTANT). Y creen además que el postmodernismo es el
resultado natural de ese desarme, con todas esas “locuras” de que no existen el
fundamento, el origen, la realidad, ni desde luego Dios. En suma: que no existe
la Verdad. Todo ello, mezclado con el temor a verse rebasados en su propio país
por la explosión de población entre emigrantes de raza “no caucásica”, como los
negros, chicanos o hispanos en general (entre los alemanes proliferan en cambio
sectas neopaganas de sabor netamente hitleriano, dirigidas obviamente contra
lod turcos), con el terror al SIDA (originado, ya se “sabe” por la coyunda de
negros africanos con monos) y el terror a las crisis energéticas, en manos del PETROL-ISLAM.
Atrás queda el miedo a la guerra nuclear, que contra lo que podría creerse
apenas si ha influido en el nacimiento de sectas o en la radicalización de las
ya existentes (es claro que el peligro real de un conflicto bélico entre las
dos grandes potencias no dejaba sitio a elucrubraciones fantásticas sobre la intervención de potencias sobrenaturales.
Por decirlo de manera expresiva y cruda: muchas de las sectas actuales, y la
radicalización apocalíptica de las antiguas, son hijas también, aunque RENEGADAS,
DE LOS MOVIMIENTOS DE París, Frankfurt y Berkeley de mayo de 1968, que echaron
a pique tanto de la permisividad “socialista” o al menos liberal del
WELFARE-STATE como la capacidad de captación de masas por parte del comunismo.
EL
SUAVE PERFUME DEL MILENARISMO CATÓLICO
Además del fortalecimiento del OPUS DEI,
favorecido por JUAN PABLO II para atajar el peligroso crecimiento de la
teología de la liberación en Latinoamérica, en particular, y la radicalización
en esas tierras de la Compañía de Jesús, nos encontramos en el campo católico
con la fulminante expansión de un movimiento de base que, si nacido en los años
cincuenta bajo los auspicios de Don LUIGI GIUSSANI (perteneciente al obispado
de Milán) como GOIVENTÚ STUDENTESCA, sólo al final de los años setenta
coincidiendo con el advenimiento del Papa WOJTYLA) ha tomado inusitada fuerza –
no sólo en Italia, sino en España y otros países europeos – bajo el nombre de COMUNIONE
E LIBERAZIONE. Su estructura laxa, casi glanglionar, y su apoyo tácito por
parte de los cardenales LUSTIGIER (+ 2006) y RATZINGER (el Gran
Inquisidor actual), diferencian al movimiento de las sectas al uso. Sin
embargo, su carácter semisecreto (como ocurre con el OPUS DEI, demasiado
“seglar” para el gusto de los CIELLENI, como son jocosamente llamados):
a pesar de la alusión jocosa (los “Cielitos”), el mote tiene su fundamento in
re: esta formado por la pronunciación en italiano de letras iniciales: “C”
(que e pronuncia chi) y “L”(la letra el), el más la terminan –igni (como
parigini, “parisinos”). O sea: Chi-El-ini. , como son jocosamente
llamados), su ardiente anticomunismo, su separación tajante entre sociedad
cristiana (de nuevo, la CIVITAS DEI y la sociedad secular (como ocurre
con las sectas citadas de Israel de Israel y el Islam), su lucha declarada
contra la modernidad ilustrada y contra su hijo degenerado: el Concilio
Vaticano II y su AGGIORNAMENTO; su repudio al orden establecido y su afán por recristinizar la
modernidad para hacerla digna del ESCHATÓN, en lugar de pretender modernizar al cristianismo – como lo
hiciera JUAN XXIII o ahora el Cardenal MONTINI, obispo de Milán – los hacen
desde luego acreedores a formar parte principal de las sectas del ocaso: de las
sectas POSTMODERNAS, a su pesar. A COMUNIONE e LIBERAZIONE se
acercan además otros movimientos como la COMPAGNIA DELLE OPERE (fundada
en 1986), que intentan revitalizar el cristianismo “desde arriba”, o el MOVIMENTO
POPOLARE (1979), que intenta lo mismo desde abajo, comiéndole el terreno a
un Partido Comunista Italiano en retirada y en transformación “rosácea”.
Añádense a la lista los MEMORES DOMINI (laicos que consagran su vida a
Dios y se obligan a castidad perpetua y a dar testimonio de su fe en el mundo)
y los movimientos carismáticos de los PENTECOSTALES, que afirman verse
asistidos directamente por el Espíritu Santo, con trances y todo, y tendremos
un buen panorama de lo que podríamos “sectas” católicas. Con todo, tres rasgos
las distinguen de las sectas americanas (digamos, las sectas por antonomasia):
a pesar de toda su rebeldía, son toleradas por el Papado, cuya primacía y
autoridad no discuten; 2) su milenarismo es tibio: el suficiente para recordar
al mundo que el reino del cristiano no es de este mundo; y 3) son poco dadas a
la violencia (a menos que entendamos por tal manifestación vocingleras contra
el aborto, la eutanasia, etc.).
EL
GENUINO SABOR NORTEAMERICANO DEL FUNDAMENTALISMO
Mucho más radical es el FUNDAMENTALISMO norteamericano.
En puridad, sólo a las sectas nacidas en suelo norteamericano y al calor de la
permisividad liberal y protestante les correspondería ese título, dado
irreflexivamente en cambio a los movimientos sectarios judíos e islámicos. El
origen del término (y del concepto) tiene un sabor genuinamente norteamericano:
entre 1910 y 1915 apareció en Chicago (capital de la Masonería en USA) una obra
monumental llamada THE FUNDAMENTALS, que contenía numerosos artículos de
teólogos protestantes rechazando todo compromiso con la modernidad y con el
liberalismo protestante (los CELLINI harían lo propio muchos años
después contra el catolicismo “abierto”). Se calcula que de la obra (reimpresa
recientemente) se han repartido gratuitamente más de tres millones de
ejemplares. Su amplia difusión y sus características abonan desde luego la idea
de que las actuales sectas tienen allí UNO
de sus orígenes. Los fundamentalistas defendían en efecto la verdad LITERAL
de la Biblia, la divinidad de JESUCRISTO y la salvación del alma en virtud de
la vida, muerte y resurrección corporal de CRISTO, propugnaban un apostolado
activo y proselitista – con el método de “puertas a puerta”, tan conocido hoy
gracias a los Testigos de Jehová -, y además presentaban un profundo pesimismo
cultural y político, fomentando en consecuencia un cerrado ELITISMO (que
prometía la salvación sólo los elegidos, frente al carácter ecuménico del
cristianismo oficial). La Gran Depresión de 1929 sería para ellos un signo de
la decadencia divina, de la consiguiente cólera divina y, por ende, de la
cercanía del DIES IRAE.
Sin embargo, los fundamentalistas no han sido
los únicos ancestros de las sectas (aunque sí han dado a éstas un fundamento
teórico: quizá el único que de verdad tienen). Para que surgieran con toda
fuerza hubo de esperar a los años sesenta, con la GLOBALIZACIÓN, - al
menos en Norteamérica de la televisión, lo que permitió la aparición de figuras
tan pintorescas como BILLY GRAHAM, ORAL ROBERTS (que introducía en sus shows
curaciones milagrosas, exorcismos y hacía que los participantes tuvieran el don
de lenguas: para eso se trataba de un movimiento PENTECOSTAL, sólo de
que del lado evangélico), JIM BACKER (que fundara la Heritage USA, una
suerte de Disneylandia cristiana: THAT´A ENTERTAIMENT¡), o el más
peligroso y efectivo JERRY FALWELL, con su MORAL MAJORITY, que encabeza la
cruzada contra la destrucción de la familia, el humanismo ateo, el aborto, la
homosexualidad, la pornografía y todos los demás males modernos. Ni qué decir
tiene que todas estas figuras – creadoras de una curiosa secta “virtual”,
alimentada de donaciones y de spots publicitarios – están a la extrema derecha
del exiguo arco político norteamericano.
Con todo, las verdaderas sectas milenaristas
hicieron violenta irrupción en el campo norteamericano (extendiéndose después a
Europa) sólo cuando el fundamentalismo y el proselitismo mediático se
combinaron extraña pero vigorosamente con ese movimiento difuso llamado NEW
AGE, transido de orientalismo 8budismo zen, ritos tántricos – de los que
tanto sabe FERNANDO SÁNCHEZ DRAGÓ – mundo celta y germánico), de drogas
(recuérdese la otrora famosa LSD) y de astrología judiciaria. Pues en efecto,
la Nueva Edad habría comenzado cuando el Sol se levanta en la “casa” de
Acuario, en el equinoccio de Primavera (quizá alguien recuerde la canción ACQUARIUS,
del musical HAIR¡ , en el que se mezclaron todas estas cosas con el sexo
–hoy, pudibundo – y con la protesta por la Guerra de Viet-nam). El cóctel
resultante constituía un asalto en toda regla al universo mecánico newtoniano,
y prometía un verdadero “salto metafísico” de la conciencia. Ancestros de esta
actitud vital (apenas puede hablarse aquí de “movimiento”) son WILLIAM BLAKE
(revitalizado por JIM MORRISON y sus Doors) y la THEOSOPHILCAL SOCIETY
de HELENA BLAVATSKY, con sus best-sellers: ISIS
UNVEILED (1877), y sobre todo THE
SECRET DOCTRINE (1888), en donde se amalgamaban mal que bien doctrinas
gnósticas, hinduistas y budistas con un cristianismo Light y personificado en un blanco y afeminado JESÚS (ya se sabe: JESUS
SAVES¡; y luego se le hará nacer en Cachemira, en aras de un sincretismo
que no tiene que enviar de la PRISCA THEOLOGIA neoplatónica de MARSILIO
FICINO sino su escasa enjundia teórica). Las doctrinas de BLAVASTSKY acabarían
combinando muy bien con el fanatismo milenarista, al importar de la India (¡y
de un supuesto DARWIN) la idea de que la evolución racial culminaba en la raza
aria, por un lado, y la pesimista creencia de que hoy nos encontramos al final
de la KALIYUGA, la edad de hierro degenerada (como en HESIODO) que
habría de ser destruida en una formidable catástrofe, tras la cual llegaría por
fin el ansiado renacimiento espiritual.
Toda esta mezcolanza de fundamentalismo
protestante, de pesimismo cultural antimoderno, de racismo y de orientalismo,
de milenarismo en fin, junto con la poderosa industria mediática, dará lugar a
lo que podemos considerar el MANIFIESTO postmoderno de los años setenta,
la matriz de las sectas actuales: la obra de HAL LINDSEY, THE LATE GREAT
PLANET EARTH (1970), que aumentaba la eficacia de tan extraño sincretismo
con una ristra de sucesivas catástrofes, hasta culminar en el HARMAGEDÓN. De la
obra se han vendido más millones de ejemplares, lo que cuenta de su influencia.
El dilema de las sectas: o Iglesia o Muerte.
…Algunas razones para morir…o matar…
…¿Cuál es la lógica de estas sectas, al
parecer decidir a anticipar por todos los medios el fin del mundo? Seguramente
tienen a la base una lógica terrorífica … y fascinante: el odio al tiempo, a la
descomposición y a la corrupción genera como reacción una admiración fanática
por la eternidad y la PUREZA; el miedo a la propia muerte, y la visión del
sufrimiento y la muerte de los demás, engendra igualmente – como en el BUDA –
el deseo de apartarse del mundo. Es como una fantástica negación de la propia
CARNALIDAD (la mayoría de las sectas predican la castidad, o bien una
sexualidad “sagrada”, ademada a los ritmos tántricos que ponen al hombre en
conexión con la armonía del universo).
El sectario está convencido, como MARX y
ENGELS en el Manifiesto Comunista (1848), de que “todo lo sólido se desvanece
en el aire”. Y está bien así: está bien que exista el mal, y que se expanda por
toda la tierra, piensa el milenarista. PORQUE SON NECESARIOS CULPABLES PARA QUE
HAYA SALVACIÓN. De modo que él ve en ese pecado que es su carne y su sangre,
sus instintos y sus pasiones, una FELIX CULPA, porque ahora, si reniega de sí,
tiene ocasión de ser redimido por Alguien superior a él. Y sólo si él muere primero
al mundo habrá salvación para él. Y sólo si los demás se niegan a esa “primera
muerte” tendrá sentido la condena eterna de los réprobos, los cuales, después
de todo, no se sienten tan mal en el mundo. De ahí el retiro a haciendas
aisladas, a casa de oración o a “monasterios”, como hemos visto en el caso de
AUM SHINRIKYO, a fin de esperar el ansiado final de esta era podrida, que habrá
de ser seguida por un mundo maravillosamente limpio de toda falta: “Y ví un
cielo nuevo y una tierra nueva”, reza el APOCALIPSIS (21,1). Por fin, en esa
“Nueva Jerusalén” se restablecerá el Paraíso: “la residencia de Dios con los
hombres” (21,3). Y lo más importante: “ya no habrá muerte, ni llanto, ni queja,
ni pena; porque desapareció lo de antes”. (21, 4). De modo que “el que está
sentado en el trono” dijo: “Mirad todo lo hago de nuevo”. (21,5). Pero para
alcanzar ese estadio de dicha inefable, para oder vivir por siempre en esa
ciudad “de oro puro, semejante al diamante” (21, 18), hay que pasar primero por
la experiencia del HARMAGEDÓN, y echar a Satanás y a los suyos (es decir, a
todos aquellos que no son la “Novia”: el Pueblo ELEGIDO) AL “LAGO DE FUEGO”
(20,25). La contraposición no puede ser, justamente, más cristalina: el
diamante, transparente e inmutable en su rígida geometría frente al fuego
omnidestructor, que acaba devorándose a sí mismo. Sólo que si a SAN JUAN le
hubieron sido dictadas, no solamente tan estupendas (y peligrosas) visiones del
fin del mundo, sino también algunos rudimentos de física (como los tenía, al
parecer en vano, DAVID KORESH), habría debido saber que el diamante no es sino
carbón comprimido, purificado por el fuego. Y por ende, que no es de portar en
sí el secreto de su propia muerte, por todas partes anunciada.
Al contrario de los grupos terroristas, cuya
lógica se nutre de un ansia inversa: del deseo de ligarse a la tierra-madre,
como si fuera él un vegetal clavado en ella – como si fuera un literalmente
AUTÓCTONO, nacido de la tierra - , las sectas milenaristas (especialmente en su
vertiente apocalíptica) viven del miedo a la muerte: un miedo que toma posesión
del adepto, incapaz de hacer frente a su propia libertad (por eso necesita de
un gurú, de un guía espiritual) y a su propia mortalidad. Se engendra así un
odio a la vida (siempre teñida de dolor, de sufrimiento y de muerte) que
conduce a la negación de la vida ajena, y aun de la propia, convencido como
está el adepto de que esa vida impura no es la verdadera, de que existe otra
detrás, al otro lado del tiempo y de la historia. Pero, al contrario del
budista o al místico, su creencia necesita de un grupo que confirme esa verdad,
de la misma manera que precisa forjar un enemigo para explicarse por qué no
acontece de una vez la Promesa. El sectario apocalíptico ANTICIPA el fin del mundo en la entrega total al grupo
(todos ellos cambian de nombre: como los carmelitas o los franciscanos, por lo
demás), para sentirse al fin ELEGIDO, salvado de la condenación eterna. Es la
ley del PUNTO FINAL: el final del mundo, el final definitivo de la historia.
¿Por qué, en fin, este deseo histérico de
acabar con el tiempo? Porque en el fondo, cada uno de nosotros está convencido
– como ha mostrado, según hemos visto, BAUDRILLARD – del carácter ARTIFICIAL
del tiempo y la historia. Ambos son “invenciones”, apariencias hasta cierto
útiles para la vida. Contamos el tiempo por revoluciones astronómicas (lo que
no deja de ser una convención; otros
pueblos lo contaban por lunas; podría contarse incluso por nuestras pulsaciones,
lo que no dejaría de ser poético). Y lo hacemos a partir de un hecho
significativo que, por definición, NO SE HA DADO EN EL TIEMPO, (el año “0” no
existe en el cómputo histórico occidental: se pasa del -1 al 1). Contamos la
historia religando sucesos con ese hecho que nunca ocurrió, o relacionándolo
con un límite que tampoco sucederá jamás (por definición; el Ángel tiene razón
al decir que “ya no habrá tiempo”; el fin del mundo no pertenece al tiempo,
sino a la eternidad). Si olvidamos ese origen (en la vida cotidiana, ¿quién cae
en la cuenta de que 1789 significa: tantos años después de nacimiento de
Cristo?) y ese límite final, la historia se esfuma y todo se hace chato,
irrelevante: matamos el tiempo – el nuestro, propio y exclusivo – en el tiempo
en general (no tiene sentido hablar, según la supuesta idea moderna del
progreso, de perfectibilidad ilimitada: los propios términos entregan una
CONTRADICTI O IN ADJECTO, pues lo aparente de límite no puede ser perfecto, o
sea, acabado, descansando en sí mismo). Pero si intentamos, por contra, aferrar
ese límite – como lo ansía e milenarista - entonces matamos el tiempo en general y, con
él, nuestro tiempo íntimo, personal. Porque “ya no habrá más tiempo” significa
que tampoco lo habrá para mí (claro que si “yo” he dejado ya de serlo, para
entregarme totalmente a un guía o a un DIOS, ¿qué me importa eso?
POSMODERNO
El fin de siglo empezó relativamente pronto:
cuando se liquido la, en parte, frustrada revolución de los sesenta. Y
precisamente coincidiendo con esa liquidación aparecieron las primeras
teorizaciones que pueden ser encuadradas dentro de lo posmoderno,
filosóficamente hablando. No hay que quedar limitado por la polémica estéril de
si POSMODERNO es o no el título
adecuado. Sea cual sea el rótulo, la realidad es ésa.
Muchos de los filósofos que caben en esa
dirección no admiten una fundamentación única, normativa y última de la
realidad. Ese es el distintivo. Hasta
los años sesenta, el esquema clásico de la metafísica – el sentido del ser –
estaba vigente. Los años sesenta quieren una revolución para cambiar la
sociedad y el hombre: un nuevo modelo social, un hombre nuevo. Los posmodernos
abandonan esas pretensiones. Algunos autores, como GIANNI VATTIMO, se apoyan en
NIETTZSCHE y en HEIDEGGER; del primero toman en serio el anuncio de la “muerte
de Dios”; del segundo toman, cambiándolo, el “olvido del ser”. HEIDEGGER se
quejaba de que toda la filosofía de Occidente había sido un olvido del ser; él
se sitúa en la aurora de una posible nueva época, a la escucha del ser. Los
posmodernos italianos piensan, en cambio, que el ser está bien olvidado. De ser
hace falta lo mínimo: una ontología mínima, por eso, el pensamiento ha de ser
débil, también lo mínimo.
Los posmodernos buscan, como siempre ha hecho
la filosofía, una explicación a lo las cosas son, porque, naturalmente, no
tienen poder para crearlas. Es cierto que la filosofía, desde el siglo XVII, ha
transitado los caminos de la inmanencia, es decir, de la convicción de que las
cosas son lo que son para la experiencia humana. No se trata de construir una nueva metafísica
contra a antigua, no se trata de emanciparse de nada, sino de antigua, no se
trata emanciparse de nada, sino de dar valor a las apariencias, a las formas
simbólicas, a todas las artes, a todas las máscaras. Como escriben algunos, “a
debilidad del pensamiento en relación al mundo y, por consiguiente, a la
sociedad, representa probablemente un único aspecto del impasse en que el
pensamiento ha desembocado al final de su aventura metafísica”.
FÉLIX DUQUE, “Postmodernismo y Apocalipsis.
Entre la promiscuidad y la transgresión”, Jorge B. Ed. Buenos Aires, 1999. 159
pp.
RAFAEL GÓMEZ PÉREZ, “Cómo entender este fin de
siglo”, Ed. Del Drac, Barcelona, 1988, 164 pp.
*Editó: gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
DIARIO
PAMPERO Cordubensis
INSTITUTO
EREMITA URBANUS
Córdoba
de la Nueva Andalucía, 2 de noviembre del Año del Señor de 2012. Conmemoración
de los Fieles Difuntos. A la memoria del SEÑOR D. JUAN CARLOS SÁNCHEZ, Política
y Desarrollo.
Sopla
el Pampero. ¡VIVA LA PATRIA! ¡LAUS DEO TRINITARIO! ¡VIVA HISPANOAMÉRICA! LIBRE,
JUSTA y SOBERANA EN LA REVOLUCIÓN NACIONALISTA y JUSTICIALISTA. Gspp*
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