martes, 6 de noviembre de 2012

LA POSTMODERNIDAD TAMBIÉN TIENE SU QUILIASMO


Fin de siglo 2000. Félix Duque.
Posmoderno. Rafael Gómez Pérez.

Editó: Lic. Gabriel Pautasso

Frente al prudente contemporizador AGUSTIN – no en vano nombrado Padre de la Iglesia – podemos pues llamar MILENARISTAS (siendo obviamente MILLENIUM la traducción latina de CHILIASMÔS) a las sectas basadas en la dispensación (lo que implica repudio – pasivo o activo – del orden sociopolítico existente), el rapto (lo cual implica sentirse “elegido” frente a los otros, los réprobos), y naturalmente el quiliasmo: el reino aquí, en la tierra, de mil años, antes de la batalla definitiva. Por el contrario, habría reservar la ESCATOLOGÍA (o saber de las últimas cosas) para SAN AGUSTÍN y demás defensores del orden eclesiástico y por ende colaboradores de lo  político y sus SPLENDIDA VITIA. Rasgos comunes a los milenaristas serían la creencia en la salvación COLECTIVA, en cuanto de grupo, y no meramente individual – una salvación además, en la tierra, a la que volverían triunfantes desde el cielo, con CRISTO a la cabeza -; la creencia en una catástrofe INMINENTE, y absolutamente imprevista (aunque muchos grupos se esforzarán después por profetizar en año fatal), la cual sería además TOTAL (frente a la renovación apocatástica, siempre vista con recelo como un resto de paganismo: el gran ciclo cósmico en el que creen TOM CRUISE y BILL CLINTON); y en fin, la creencia en una destrucción cumplida por agentes sobrenaturales.
Desde luego, siempre ha habido levantamientos de tipo milenaristas en Occidente, coincidentes por lo demás con situaciones de hambruna o plaga que hacían sospechar la cercanía del fin (al menos, de su propio fin): conflictos que además mostraban a las claras la incapacidad de las autoridades responsables para regular las relaciones entre la sociedad y los poderes cósmicos (o dicho más crudamente: se ansía que el cielo caiga literalmente sobre la cabeza cuando la tierra no funciona). Así, podemos recordar al efecto los levantamientos de campesinos ingleses en la gran peste de 1381, la de los TABORISTAS, al principio de la rebelión husita en Bohemia, entre 1419 y 1421, la rebelión de THOMAS MÜNTZER (GUÍA DE LOS ELEGIDOS), en la guerra campesina de 1525 (dramatizada admirablemente por SARTRE en Le diable et le bon Dieu); o en fin los ANABAPTISTAS radicales de Münster, levantados contra los estadículos de Westfalia en manos de eclesiásticos que ostentaban simultáneamente el poder político y el religioso (una jaula de hierro colgada de la catedral de Münster “conmemora” todavía las hazañas de los anabaptitas). MUTATIS MUTANDI, esas sectas se levantaron – en vano – contra el doble poder establecido por las mismas razones de necesidad y miseria que lo hacen hoy los activistas islámicos de Al Fatal.
Por el contrario, las actuales SECTAS DEL OCASO PRESENTAN POR LO COMÚN RASGOS TÍPICAMENTE POSTMODERNOS, absolutamente incomparables con los movimientos citados, los cuales habrían sido el fermento de las revoluciones laicas posteriores. La primera y más sobresaliente característica de esta nueva oleada es que sus miembros provienen de CLASES ALTAS o relativamente acomodadas, y que sus fundadores tienen titulación universitaria, fundamentalmente técnica (suelen ser ingenieros en electrónica o informática), pero sin formación humanística. La razón de este “ascenso” en la jerarquía social seguramente se explica en función de la segunda característica : todos estos grupos muestran un ferviente y combatiente ANTICOMUNISMO (pues el marxismo podría ser considerado, si se quiere, como la prolongación laica de la idea de le la conversión universal, ecuménica); son pues personas que no necesitan, en primer lugar, preocuparse por el sustento diario y que, en segundo lugar, trasladan su elitismo de clase al del grupo de elegidos dignos de salvación (piénsese en actores como JOHN TRAVOLTA o TOM CRUISE, miembros de la secta Moon). En tercer lugar, todos ellos ejercitan lo que podríamos llamar PARANOIA EXEGÉTICA: entienden que la Biblia ha sido manipulada, no sólo en provecho de unos pocos, sino directamente contra ellos, y que sólo ellos son depositarios de la verdad contenida en los libros sagrados. El cuarto rasgo común es la entrega absoluta (en cuerpo, alma, y fortuna) a una personalidad TAUMATÚRGICA, a un gurú carismático que les guía por el buen sendero (lo cual implica en correspondencia una desconfianza no menos absoluta hacia las instituciones, sean estatales o religiosas. También podemos citar como característica el impulso a constituirse en sectas cada vez más cerradas mediante una dialéctica que desemboca en una espiral de violencia: cuanto más hacen lo posible por desgajarse de la sociedad en que, contra su voluntad, se ven inmersos esos grupos, tanto más se ven reprimidos por las autoridades, lo cual les confirma que están en el buen camino, clausurándose todavía más, lo cual hace que se dispare contra ellos la represión política, que a su vez permite un estrechamiento aún más fuerte de los lazos, y así hasta que, o bien resultan totalmente destruidos (como en la Secta Davidiana, con su reciente matanza de Waco, en 1995) o bien buscan paulatinamente un aflojamiento de sus pretensiones sectarias, hasta acomodarse en la sociedad y convertirse así en iglesia más o menos reconocida: el caso más notorio al respecto es el de los MORMONES y de los ADVENTISTAS, cuyos miembros son tenidos ya por personas “honorables”, algo estrafalarias; y es digno de mención que esa acomodación vaya acompañada por un incremento de prosélitos entre las clases bajas (las cuales buscan en la secta más un apoyo solidario negado por la sociedad o por las instituciones políticas que en el Reino de los Mil Años o la participación en Harmagedón).   
Por último, es significativo que el lugar de origen de casi estas sectas sea Norteamérica, y que proceden por lo común de ramificaciones de confesiones protestantes. Es obvio que el férreo catolicismo “monárquico” (sólo el Papa puede poseer una personalidad carismática, en cuanto ungido por el Espíritu Santo; y más después de la invalidad, decretada en el Concilio Vaticano I), no permite sectas en su seno: o bien las prohíbe fulminantemente, o bien acaba por llamarlas al orden al acogerlas como órdenes, una vez dulcificadas y sometidas a la autoridad papal (baste pensar en los franciscanos o en los carmelitas descalzos). Hay con todo algunas aparentes excepciones, como veremos enseguida. Por el contrario, la falta de estructura jerárquica del protestantismo y la incitación a la lectura de la Biblia facilita la proliferación de grupos, cada uno de los cuales se cree depositario exclusivo de la verdad (de modo que, como suele ocurrir también entre los grupúsculos resultantes del naufragio del marxismo, las demás sectas acaban siendo más odiadas que la sociedad o iglesia dominante en su territorio).
Pero hay además un esencial rasgo diferencial, casi diríamos un criterio de demarcación entre las sectas actuales y los antiguos movimientos milenaristas; a pesar de que muchas de ellas tuvieron rigen en el siglo XIX, la fantástica proliferación actual y su radicalización se debe a una reacción formidable contra la MODERNIDAD, de modo que también ellas debieran considerarse  con justicia como POSTMODERNAS; y en efecto, son ellas las que con el postmodernismo de corte afrancesado – para ellas, NIHILISMO puro, claro está – se reparten el campo actual de las creencias “anormales”. Es más: quizá habría que llamarlas HIPERPOSTMODERNAS, ya que, surgidas a finales de los años setenta (como ocurrió también en Israel y el Islam), tienen Por enemigo común al pensamiento y la vida moderna, y por rival directo al postmodernismo, de cuya inercia y derrotismo pretenden huir.  De modo que MODERNIDAD, POSTMODERNISMO y MILENARISMO constituirían una serie cronológica de actitudes vitales (más que de reflexión teórica), con evidentes escaramuzas, entrecruzamientos y vaivenes. La razón es obvia: LAS SECTAS DEL OCASO entienden – de manera bastante plausible, por lo demás – que la vida moderna, con su tolerancia y pluralidad (una pluralidad que, paradójicamente, permite la existencia de esas mismas sectas que la combaten) ha producido un DESARME mora, dando al traste con todas las leyes divinas y humanas, como se aprecia en la permisividad del aborto (verdadera bestia negra de las sectas, aunque también de la iglesia católica), de la diferencia de razas (ahí están los movimientos americanos de la Christian Identity , cuyos miembros aseguran ser los verdaderos israelitas y por tanto el pueblo primogénito y dilecto de Dios, mientras que los judíos serían literalmente abortos de la coyunda del Diablo-Serpiente con EVA), de la pornografía, de la homosexualidad: en suma, de tdo aquello que aterroriza al buen burgués, sobre todo si es WASP (WHITE ANGLO-SAXON PROTESTANT). Y creen además que el postmodernismo es el resultado natural de ese desarme, con todas esas “locuras” de que no existen el fundamento, el origen, la realidad, ni desde luego Dios. En suma: que no existe la Verdad. Todo ello, mezclado con el temor a verse rebasados en su propio país por la explosión de población entre emigrantes de raza “no caucásica”, como los negros, chicanos o hispanos en general (entre los alemanes proliferan en cambio sectas neopaganas de sabor netamente hitleriano, dirigidas obviamente contra lod turcos), con el terror al SIDA (originado, ya se “sabe” por la coyunda de negros africanos con monos) y el terror a las crisis energéticas, en manos del PETROL-ISLAM. Atrás queda el miedo a la guerra nuclear, que contra lo que podría creerse apenas si ha influido en el nacimiento de sectas o en la radicalización de las ya existentes (es claro que el peligro real de un conflicto bélico entre las dos grandes potencias no dejaba sitio a elucrubraciones fantásticas sobre  la intervención de potencias sobrenaturales. Por decirlo de manera expresiva y cruda: muchas de las sectas actuales, y la radicalización apocalíptica de las antiguas, son hijas también, aunque RENEGADAS, DE LOS MOVIMIENTOS DE París, Frankfurt y Berkeley de mayo de 1968, que echaron a pique tanto de la permisividad “socialista” o al menos liberal del WELFARE-STATE como la capacidad de captación de masas por parte del comunismo.  

EL SUAVE PERFUME DEL MILENARISMO CATÓLICO

Además del fortalecimiento del OPUS DEI, favorecido por JUAN PABLO II para atajar el peligroso crecimiento de la teología de la liberación en Latinoamérica, en particular, y la radicalización en esas tierras de la Compañía de Jesús, nos encontramos en el campo católico con la fulminante expansión de un movimiento de base que, si nacido en los años cincuenta bajo los auspicios de Don LUIGI GIUSSANI (perteneciente al obispado de Milán) como GOIVENTÚ STUDENTESCA, sólo al final de los años setenta coincidiendo con el advenimiento del Papa WOJTYLA) ha tomado inusitada fuerza – no sólo en Italia, sino en España y otros países europeos – bajo el nombre de COMUNIONE E LIBERAZIONE. Su estructura laxa, casi glanglionar, y su apoyo tácito por parte de los cardenales LUSTIGIER (+ 2006) y RATZINGER (el Gran Inquisidor actual), diferencian al movimiento de las sectas al uso. Sin embargo, su carácter semisecreto (como ocurre con el OPUS DEI, demasiado “seglar” para el gusto de los CIELLENI, como son jocosamente llamados): a pesar de la alusión jocosa (los “Cielitos”), el mote tiene su fundamento in re: esta formado por la pronunciación en italiano de letras iniciales: “C” (que e pronuncia chi) y “L”(la letra el), el más la terminan –igni (como parigini, “parisinos”). O sea: Chi-El-ini. , como son jocosamente llamados), su ardiente anticomunismo, su separación tajante entre sociedad cristiana (de nuevo, la CIVITAS DEI y la sociedad secular (como ocurre con las sectas citadas de Israel de Israel y el Islam), su lucha declarada contra la modernidad ilustrada y contra su hijo degenerado: el Concilio Vaticano II y su AGGIORNAMENTO; su repudio al orden  establecido y su afán por recristinizar la modernidad para hacerla digna del ESCHATÓN, en lugar de pretender modernizar al cristianismo – como lo hiciera JUAN XXIII o ahora el Cardenal MONTINI, obispo de Milán – los hacen desde luego acreedores a formar parte principal de las sectas del ocaso: de las sectas POSTMODERNAS, a su pesar. A COMUNIONE e LIBERAZIONE se acercan además otros movimientos como la COMPAGNIA DELLE OPERE (fundada en 1986), que intentan revitalizar el cristianismo “desde arriba”, o el MOVIMENTO POPOLARE (1979), que intenta lo mismo desde abajo, comiéndole el terreno a un Partido Comunista Italiano en retirada y en transformación “rosácea”. Añádense a la lista los MEMORES DOMINI (laicos que consagran su vida a Dios y se obligan a castidad perpetua y a dar testimonio de su fe en el mundo) y los movimientos carismáticos de los PENTECOSTALES, que afirman verse asistidos directamente por el Espíritu Santo, con trances y todo, y tendremos un buen panorama de lo que podríamos “sectas” católicas. Con todo, tres rasgos las distinguen de las sectas americanas (digamos, las sectas por antonomasia): a pesar de toda su rebeldía, son toleradas por el Papado, cuya primacía y autoridad no discuten; 2) su milenarismo es tibio: el suficiente para recordar al mundo que el reino del cristiano no es de este mundo; y 3) son poco dadas a la violencia (a menos que entendamos por tal manifestación vocingleras contra el aborto, la eutanasia, etc.).

EL GENUINO SABOR NORTEAMERICANO DEL FUNDAMENTALISMO

Mucho más radical es el FUNDAMENTALISMO norteamericano. En puridad, sólo a las sectas nacidas en suelo norteamericano y al calor de la permisividad liberal y protestante les correspondería ese título, dado irreflexivamente en cambio a los movimientos sectarios judíos e islámicos. El origen del término (y del concepto) tiene un sabor genuinamente norteamericano: entre 1910 y 1915 apareció en Chicago (capital de la Masonería en USA) una obra monumental llamada THE FUNDAMENTALS, que contenía numerosos artículos de teólogos protestantes rechazando todo compromiso con la modernidad y con el liberalismo protestante (los CELLINI harían lo propio muchos años después contra el catolicismo “abierto”). Se calcula que de la obra (reimpresa recientemente) se han repartido gratuitamente más de tres millones de ejemplares. Su amplia difusión y sus características abonan desde luego la idea de que las actuales sectas tienen allí  UNO de sus orígenes. Los fundamentalistas defendían en efecto la verdad LITERAL de la Biblia, la divinidad de JESUCRISTO y la salvación del alma en virtud de la vida, muerte y resurrección corporal de CRISTO, propugnaban un apostolado activo y proselitista – con el método de “puertas a puerta”, tan conocido hoy gracias a los Testigos de Jehová -, y además presentaban un profundo pesimismo cultural y político, fomentando en consecuencia un cerrado ELITISMO (que prometía la salvación sólo los elegidos, frente al carácter ecuménico del cristianismo oficial). La Gran Depresión de 1929 sería para ellos un signo de la decadencia divina, de la consiguiente cólera divina y, por ende, de la cercanía del DIES IRAE.

Sin embargo, los fundamentalistas no han sido los únicos ancestros de las sectas (aunque sí han dado a éstas un fundamento teórico: quizá el único que de verdad tienen). Para que surgieran con toda fuerza hubo de esperar a los años sesenta, con la GLOBALIZACIÓN, - al menos en Norteamérica de la televisión, lo que permitió la aparición de figuras tan pintorescas como BILLY GRAHAM, ORAL ROBERTS (que introducía en sus shows curaciones milagrosas, exorcismos y hacía que los participantes tuvieran el don de lenguas: para eso se trataba de un movimiento PENTECOSTAL, sólo de que del lado evangélico), JIM BACKER (que fundara la Heritage USA, una suerte de Disneylandia cristiana: THAT´A ENTERTAIMENT¡), o el más peligroso y efectivo JERRY FALWELL, con su MORAL MAJORITY, que encabeza la cruzada contra la destrucción de la familia, el humanismo ateo, el aborto, la homosexualidad, la pornografía y todos los demás males modernos. Ni qué decir tiene que todas estas figuras – creadoras de una curiosa secta “virtual”, alimentada de donaciones y de spots publicitarios – están a la extrema derecha del exiguo arco político norteamericano.    
Con todo, las verdaderas sectas milenaristas hicieron violenta irrupción en el campo norteamericano (extendiéndose después a Europa) sólo cuando el fundamentalismo y el proselitismo mediático se combinaron extraña pero vigorosamente con ese movimiento difuso llamado NEW AGE, transido de orientalismo 8budismo zen, ritos tántricos – de los que tanto sabe FERNANDO SÁNCHEZ DRAGÓ – mundo celta y germánico), de drogas (recuérdese la otrora famosa LSD) y de astrología judiciaria. Pues en efecto, la Nueva Edad habría comenzado cuando el Sol se levanta en la “casa” de Acuario, en el equinoccio de Primavera (quizá alguien recuerde la canción ACQUARIUS, del musical HAIR¡ , en el que se mezclaron todas estas cosas con el sexo –hoy, pudibundo – y con la protesta por la Guerra de Viet-nam). El cóctel resultante constituía un asalto en toda regla al universo mecánico newtoniano, y prometía un verdadero “salto metafísico” de la conciencia. Ancestros de esta actitud vital (apenas puede hablarse aquí de “movimiento”) son WILLIAM BLAKE (revitalizado por JIM MORRISON y sus Doors) y la THEOSOPHILCAL SOCIETY de HELENA BLAVATSKY, con sus best-sellers: ISIS UNVEILED (1877), y sobre todo THE SECRET DOCTRINE (1888), en donde se amalgamaban mal que bien doctrinas gnósticas, hinduistas y budistas con un cristianismo Light y personificado en un blanco y afeminado JESÚS (ya se sabe: JESUS SAVES¡; y luego se le hará nacer en Cachemira, en aras de un sincretismo que no tiene que enviar de la PRISCA THEOLOGIA neoplatónica de MARSILIO FICINO sino su escasa enjundia teórica). Las doctrinas de BLAVASTSKY acabarían combinando muy bien con el fanatismo milenarista, al importar de la India (¡y de un supuesto DARWIN) la idea de que la evolución racial culminaba en la raza aria, por un lado, y la pesimista creencia de que hoy nos encontramos al final de la KALIYUGA, la edad de hierro degenerada (como en HESIODO) que habría de ser destruida en una formidable catástrofe, tras la cual llegaría por fin el ansiado renacimiento espiritual.  

Toda esta mezcolanza de fundamentalismo protestante, de pesimismo cultural antimoderno, de racismo y de orientalismo, de milenarismo en fin, junto con la poderosa industria mediática, dará lugar a lo que podemos considerar el MANIFIESTO postmoderno de los años setenta, la matriz de las sectas actuales: la obra de HAL LINDSEY, THE LATE GREAT PLANET EARTH (1970), que aumentaba la eficacia de tan extraño sincretismo con una ristra de sucesivas catástrofes, hasta culminar en el HARMAGEDÓN. De la obra se han vendido más millones de ejemplares, lo que cuenta de su influencia.

El dilema de las sectas: o Iglesia o Muerte.

…Algunas razones para morir…o matar…

…¿Cuál es la lógica de estas sectas, al parecer decidir a anticipar por todos los medios el fin del mundo? Seguramente tienen a la base una lógica terrorífica … y fascinante: el odio al tiempo, a la descomposición y a la corrupción genera como reacción una admiración fanática por la eternidad y la PUREZA; el miedo a la propia muerte, y la visión del sufrimiento y la muerte de los demás, engendra igualmente – como en el BUDA – el deseo de apartarse del mundo. Es como una fantástica negación de la propia CARNALIDAD (la mayoría de las sectas predican la castidad, o bien una sexualidad “sagrada”, ademada a los ritmos tántricos que ponen al hombre en conexión con la armonía del universo).
El sectario está convencido, como MARX y ENGELS en el Manifiesto Comunista (1848), de que “todo lo sólido se desvanece en el aire”. Y está bien así: está bien que exista el mal, y que se expanda por toda la tierra, piensa el milenarista. PORQUE SON NECESARIOS CULPABLES PARA QUE HAYA SALVACIÓN. De modo que él ve en ese pecado que es su carne y su sangre, sus instintos y sus pasiones, una FELIX CULPA, porque ahora, si reniega de sí, tiene ocasión de ser redimido por Alguien superior a él. Y sólo si él muere primero al mundo habrá salvación para él. Y sólo si los demás se niegan a esa “primera muerte” tendrá sentido la condena eterna de los réprobos, los cuales, después de todo, no se sienten tan mal en el mundo. De ahí el retiro a haciendas aisladas, a casa de oración o a “monasterios”, como hemos visto en el caso de AUM SHINRIKYO, a fin de esperar el ansiado final de esta era podrida, que habrá de ser seguida por un mundo maravillosamente limpio de toda falta: “Y ví un cielo nuevo y una tierra nueva”, reza el APOCALIPSIS (21,1). Por fin, en esa “Nueva Jerusalén” se restablecerá el Paraíso: “la residencia de Dios con los hombres” (21,3). Y lo más importante: “ya no habrá muerte, ni llanto, ni queja, ni pena; porque desapareció lo de antes”. (21, 4). De modo que “el que está sentado en el trono” dijo: “Mirad todo lo hago de nuevo”. (21,5). Pero para alcanzar ese estadio de dicha inefable, para oder vivir por siempre en esa ciudad “de oro puro, semejante al diamante” (21, 18), hay que pasar primero por la experiencia del HARMAGEDÓN, y echar a Satanás y a los suyos (es decir, a todos aquellos que no son la “Novia”: el Pueblo ELEGIDO) AL “LAGO DE FUEGO” (20,25). La contraposición no puede ser, justamente, más cristalina: el diamante, transparente e inmutable en su rígida geometría frente al fuego omnidestructor, que acaba devorándose a sí mismo. Sólo que si a SAN JUAN le hubieron sido dictadas, no solamente tan estupendas (y peligrosas) visiones del fin del mundo, sino también algunos rudimentos de física (como los tenía, al parecer en vano, DAVID KORESH), habría debido saber que el diamante no es sino carbón comprimido, purificado por el fuego. Y por ende, que no es de portar en sí el secreto de su propia muerte, por todas partes anunciada.  

Al contrario de los grupos terroristas, cuya lógica se nutre de un ansia inversa: del deseo de ligarse a la tierra-madre, como si fuera él un vegetal clavado en ella – como si fuera un literalmente AUTÓCTONO, nacido de la tierra - , las sectas milenaristas (especialmente en su vertiente apocalíptica) viven del miedo a la muerte: un miedo que toma posesión del adepto, incapaz de hacer frente a su propia libertad (por eso necesita de un gurú, de un guía espiritual) y a su propia mortalidad. Se engendra así un odio a la vida (siempre teñida de dolor, de sufrimiento y de muerte) que conduce a la negación de la vida ajena, y aun de la propia, convencido como está el adepto de que esa vida impura no es la verdadera, de que existe otra detrás, al otro lado del tiempo y de la historia. Pero, al contrario del budista o al místico, su creencia necesita de un grupo que confirme esa verdad, de la misma manera que precisa forjar un enemigo para explicarse por qué no acontece de una vez la Promesa. El sectario apocalíptico ANTICIPA  el fin del mundo en la entrega total al grupo (todos ellos cambian de nombre: como los carmelitas o los franciscanos, por lo demás), para sentirse al fin ELEGIDO, salvado de la condenación eterna. Es la ley del PUNTO FINAL: el final del mundo, el final definitivo de la historia.
¿Por qué, en fin, este deseo histérico de acabar con el tiempo? Porque en el fondo, cada uno de nosotros está convencido – como ha mostrado, según hemos visto, BAUDRILLARD – del carácter ARTIFICIAL del tiempo y la historia. Ambos son “invenciones”, apariencias hasta cierto útiles para la vida. Contamos el tiempo por revoluciones astronómicas (lo que no  deja de ser una convención; otros pueblos lo contaban por lunas; podría contarse incluso por nuestras pulsaciones, lo que no dejaría de ser poético). Y lo hacemos a partir de un hecho significativo que, por definición, NO SE HA DADO EN EL TIEMPO, (el año “0” no existe en el cómputo histórico occidental: se pasa del -1 al 1). Contamos la historia religando sucesos con ese hecho que nunca ocurrió, o relacionándolo con un límite que tampoco sucederá jamás (por definición; el Ángel tiene razón al decir que “ya no habrá tiempo”; el fin del mundo no pertenece al tiempo, sino a la eternidad). Si olvidamos ese origen (en la vida cotidiana, ¿quién cae en la cuenta de que 1789 significa: tantos años después de nacimiento de Cristo?) y ese límite final, la historia se esfuma y todo se hace chato, irrelevante: matamos el tiempo – el nuestro, propio y exclusivo – en el tiempo en general (no tiene sentido hablar, según la supuesta idea moderna del progreso, de perfectibilidad ilimitada: los propios términos entregan una CONTRADICTI O IN ADJECTO, pues lo aparente de límite no puede ser perfecto, o sea, acabado, descansando en sí mismo). Pero si intentamos, por contra, aferrar ese límite – como lo ansía e milenarista -  entonces matamos el tiempo en general y, con él, nuestro tiempo íntimo, personal. Porque “ya no habrá más tiempo” significa que tampoco lo habrá para mí (claro que si “yo” he dejado ya de serlo, para entregarme totalmente a un guía o a un DIOS, ¿qué me importa eso?

POSMODERNO

El fin de siglo empezó relativamente pronto: cuando se liquido la, en parte, frustrada revolución de los sesenta. Y precisamente coincidiendo con esa liquidación aparecieron las primeras teorizaciones que pueden ser encuadradas dentro de lo posmoderno, filosóficamente hablando. No hay que quedar limitado por la polémica estéril de si  POSMODERNO es o no el título adecuado. Sea cual sea el rótulo, la realidad es ésa.
Muchos de los filósofos que caben en esa dirección no admiten una fundamentación única, normativa y última de la realidad.  Ese es el distintivo. Hasta los años sesenta, el esquema clásico de la metafísica – el sentido del ser – estaba vigente. Los años sesenta quieren una revolución para cambiar la sociedad y el hombre: un nuevo modelo social, un hombre nuevo. Los posmodernos abandonan esas pretensiones. Algunos autores, como GIANNI VATTIMO, se apoyan en NIETTZSCHE y en HEIDEGGER; del primero toman en serio el anuncio de la “muerte de Dios”; del segundo toman, cambiándolo, el “olvido del ser”. HEIDEGGER se quejaba de que toda la filosofía de Occidente había sido un olvido del ser; él se sitúa en la aurora de una posible nueva época, a la escucha del ser. Los posmodernos italianos piensan, en cambio, que el ser está bien olvidado. De ser hace falta lo mínimo: una ontología mínima, por eso, el pensamiento ha de ser débil, también lo mínimo.
Los posmodernos buscan, como siempre ha hecho la filosofía, una explicación a lo las cosas son, porque, naturalmente, no tienen poder para crearlas. Es cierto que la filosofía, desde el siglo XVII, ha transitado los caminos de la inmanencia, es decir, de la convicción de que las cosas son lo que son para la experiencia humana.  No se trata de construir una nueva metafísica contra a antigua, no se trata de emanciparse de nada, sino de antigua, no se trata emanciparse de nada, sino de dar valor a las apariencias, a las formas simbólicas, a todas las artes, a todas las máscaras. Como escriben algunos, “a debilidad del pensamiento en relación al mundo y, por consiguiente, a la sociedad, representa probablemente un único aspecto del impasse en que el pensamiento ha desembocado al final de su aventura metafísica”.  

FÉLIX DUQUE, “Postmodernismo y Apocalipsis. Entre la promiscuidad y la transgresión”, Jorge B. Ed. Buenos Aires, 1999. 159 pp.

RAFAEL GÓMEZ PÉREZ, “Cómo entender este fin de siglo”, Ed. Del Drac, Barcelona, 1988, 164 pp.



DIARIO PAMPERO Cordubensis
INSTITUTO EREMITA URBANUS
Córdoba de la Nueva Andalucía, 2 de noviembre del Año del Señor de 2012. Conmemoración de los Fieles Difuntos. A la memoria del SEÑOR D. JUAN CARLOS SÁNCHEZ, Política y Desarrollo.
Sopla el Pampero. ¡VIVA LA PATRIA! ¡LAUS DEO TRINITARIO! ¡VIVA HISPANOAMÉRICA! LIBRE, JUSTA y SOBERANA EN LA REVOLUCIÓN NACIONALISTA y JUSTICIALISTA. Gspp*

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