domingo, 23 de septiembre de 2012

*CARTA SOBRE “EL CRISTIANISMO y LOS NUEVOS TIEMPOS”*


  
Por Christopher Dawson - Traducción de José Coronel Urteche. Editorial Zig – Zag. s/fecha - Versión Diario Pampero nº 4. LA SODOMÍA.

Edito: Lic. Gabriel Pautasso

 “En la serena y digna majestad de sus sacros lugares he pedido que las Musas inspiren nuestra obra y, por todos, he reafirmado la decisión irrevocable de luchar hasta el fin por la perduración de ese mundo pleno de luz, armonía y belleza donde reine el espíritu de la Grecia Eterna”.

*Visión 1: ruina de la Iglesia católica


Visión 2: triunfo de la Iglesia contra las sectas


Visión 3: reconquista mariana.*


*CRISTIANISMO y SEXO *

La Civilización occidental pasa ahora por una crisis esencialmente diferente de cuanto había experimentado hasta aquí. En el pasado, otras sociedades cambiaron sus instituciones sociales o sus creencias religiosas influidas por fuerzas externas o por el desenvolvimiento interno de su propio desarrollo. Pero ninguna, como la nuestra, se ha enfrentado conscientemente a la perspectiva de un cambio fundamental de las creencias e instituciones en que se basa todo el edificio de la vida social. Antes, tras la acción consciente de las clases directoras, la vida diaria de la mayoría continuaba lo mismo. Para los antiguos estadistas, pensar en alterar las relaciones sociales y morales básicas era como querer cambiar el curso de las estaciones. Pero en el mundo moderno, al contrario, no hay un solo aspecto de la vida social o de la vida moral al que no afecte el cambio general que está operándose. La civilización está siendo arrancada del suelo de la naturaleza y la tradición en que ha estado enraizada, para ser reconstituida en una nueva organización tan artificial y mecánica como una fábrica moderna.
En Europa occidental, no obstante, las tradiciones de la antigua cultura, aunque muy debilitadas, son lo bastante fuertes todavía para impedir la culminación de ese proceso. Donde ha tenido mayor éxito y donde mejor puede estudiarse es en los territorios que se hallan fuera de la tradición local de nuestra civilización, en Rusia por un lado y en Norteamérica por otro.
En ambas aparece el mismo culto a la máquina y la misma tendencia a subordinar a la actividad económica todas las otras fases de la vida humana. En ambas el individuo está sometido a una presión implacable que produce un tipo standardizado de civilización de masas. Y, finalmente, vemos que en ambas sociedades la familia está dejando de ser una unidad social fija y está apareciendo un nuevo tipo de moralidad, basada sobre relaciones sexuales completamente emancipadas de las antiguas restricciones sociales. Aunque Norteamérica no ha ido en esto tan lejos como Rusia, donde el matrimonio es ya un simple convenio voluntario suspendible a petición de cualquiera de las partes, sin embargo, ha hecho ya el divorcio demasiado fácil, y hay quienes piensan, como el Juez LINDSEY, que la institución del “matrimonio de compañía” o de ensayos se hace necesaria para regularizar algo las relaciones sexuales de la generación que se viene levantando. De todos los síntomas de cambio que he mencionado, esta quiebra de la moralidad tradicional es, sin duda, el más importante, porque envuelve un profundo cambio biológico en la vida de la sociedad. Una sociedad puede sufrir una transformación considerable en sus condiciones económicas y conservar no obstante su continuidad vital; pero si alguna unidad social fundamental, como la familia, pierde su coherencia y asume una forma nueva, aquella continuidad desaparece y asume una forma nueva, aquella continuidad desaparece y nace un nuevo organismo social. No todos los abogados de la nueva moral admiten eso. HAVELOCK ELLIS ha llegado hasta sostener que las nuevas tendencias pueden “purificar y fortificar, más bien que debilitar, la institución de la familia”. Así escribe: “La mayor facilidad del divorcio ayuda a la formación de las más satisfactorias uniones. La mayor libertad entre los sexos antes del matrimonio, aunque a veces haya llegado a la licencia, es no solamente benéfica en sí misma, sino también la preparación apropiada para una unión más íntima.
La sociedad europea del pasado, como toda otra sociedad fuerte y sana, ha descansado siempre sobre esta base. Sin embargo, es incompatible con la mecanización completa de la vida social, que es el rasgo característico del nuevo tipo de civilización. Porque si la unidad social primaria es un grupo biológico natural defendido por las más fuertes sanciones morales y religiosas, la sociedad no puede transformarse en puro mecanismo, ni la organización económica puede absorber la vida toda del ciudadano. Y si el matrimonio se ve convertido en un convenio temporal para satisfacción del apetito sexual y para mutua compañía, la cual no tiende a crear una unidad social permanente, es claro que la familia pierde su importancia social y económica y que el Estado ocupará su lugar como guarda y educador de los hijos.
La sociedad dejará de consistir en un cierto número de organismos, cada uno de los cuales tiene su limitada autonomía, y se convertida en una sola gran unidad, que controlará la vida entera del ciudadano individual, desde la cuna hasta la sepultura.  
Todo eso ha cambiado ahora. El ataque a la tradición ha derivado hacia la esfera de la moral, y ya los hombres no creen posible deshacerse de las doctrinas religiosas del Cristianismo y al mismo tiempo conservar intactas las tradiciones sociales y morales de la civilización europea. Tenemos que escoger entre dos ideales contradictorios: por un lado, el de la moral tradicional cristiana, cuya expresión más completa es el catolicismo, y por otro, el ideal de una moral puramente hedonista, que implica libertad sin restricciones en l relaciones sexuales y la reorganización del matrimonio y de la familia conforme al molde de la nueva legislación rusa.
Aun SAN AGUSTÍN, quien ciertamente desenvuelve los aspectos ascéticos y antinaturales de la moral cristiana hasta sus últimas consecuencias, está lejos de ser el maniático sexual maniqueo que tantos modernos se imaginan. Su actitud fundamental respecto  al sexo es extraordinariamente racional y y hasta científica. “Lo que es el alimentado para la conservación del individuo – escribe –son las relaciones sexuales para la conservación de la especie”. De ahí que en cuanto el apetito sexual va dirigido a su verdadero fin es tan sano y tan bueno como el deseo del alimento. Pero, por otra parte, cualquier intento del individuo encaminado sólo al placer que deriva de la satisfacción de su apetito sexual, separándolo de sus fines sociales, es esencialmente inmoral. Y puesto que el fin del sexo es social, requiere un órgano social apropiado para su cometido. Este órgano es la familia, la unión de hombre y mujer, “que es el primer eslabón de la sociedad humana”. Sin embargo, SAN AGUSTÍN enseña que la institución del matrimonio no se basa únicamente en el cumplimiento de su función primaria, la procreación. Si así fuera, un matrimonio sin hijos no tendría por qué ser permanente. Pero el matrimonio tiene un “bien secundario”, “la fuerza de la amistad que radica en el carácter esencialmente social de la naturaleza humana. La unión de varón y mujer no sólo es necesaria para la procreación de hijos, sino también para mutuo auxilio y para que cuando el ardor de la juventud haya pasado, esté aún vivo en toda su fuerza el orden de la caridad entre marido y mujer”. En otras palabras, el matrimonio tiene tanto un fundamento espiritual como uno físico, y la unión de estos dos principios, ambos sociales y naturales, es la que determina el carácter de la familia y da origen a toda moral sexual.
Así, pues, la resistencia que el catolicismo opone al hedonismo e individualismo de la nueva moralidad no descansa sobre un sistema irracional de TABÚ, sino que se funda sobre una base sólida de principios biológicos y sociológicos. Condena el uso de anticonceptivos como una tentativa antinatural de divorciar la actividad sexual de su función biológica; prohíbe las relaciones sexuales irregulares porque implican la separación del sexo de su propio órgano social, y se opone al divorcio y al matrimonio de los divorciados porque destruyen la permanencia del vínculo matrimonial y rompen así la organización de la familia como unidad sociológica primaria.  
Y, por las mismas razones, la Iglesia mantiene los derechos originales e inalienables de la familia contra la pretensión de invadirlos que se arroga el Estado moderno. LEÓN XIII escribe: “Ninguna ley humana puede abolir el derecho natural y original del matrimonio ordenado por la autoridad de Dios desde el principio…Por ende tenemos familia, la sociedad del hogar humano, una sociedad limitada en cuanto el número, pero no que no por eso deja de ser una verdadera sociedad anterior a toda forma de estado o nación, investida con derechos propios, completamente independiente de la comunidad civil”.  
De ahí que, como LEÓN XIII lo señala en otro lugar en su encíclica sobre el matrimonio, el que el Estado altere las leyes fundamentales que rigen el matrimonio y la vida familiar conduce en último término a la ruina de la sociedad misma. No hay duda de que el Estado ganará poder y prestigio a medida que decline la familia, pero Estado y sociedad no son la misma cosa. De hecho, a menudo sucede que cuando el Estado es más omnipotente y universal en sus pretensiones, es cuando la sociedad está muriendo, como lo vemos en la última época del Impero Romano. Mientras la energía vital de la sociedad declinaba, la maquinaria de la administración burocrática se hacía y más complicaba, hasta que el infeliz provinciano se consideraba a menudo dichoso de abandonar su hogar y refugiarse en el desierto (SAN PABLO TEBANO), o entre los bárbaros (como SAN BENITO DE NURSIA) para escapar a la intolerable opresión ejercida por los omnipresentes agentes de la burocracia.
En nuestros días tenemos razón para preguntarnos si nuestra civilización no se halla amenazada por un peligro semejante, debido a la absorción de la vida total del hombre por el orden artificial de la burocracia y del industrialismo. La introducción del nuevo código moral quitaría el último obstáculo para la completa mecanización de la sociedad y llevaría a la supresión final de la familia independiente por el Estado. Ninguna organización gubernamental pude suplir las reservas naturales de vitalidad de que dependen la salud social. Si la teoría católica de la sociedad es verdadera, la supresión de la familia no significa progreso, sino la muerte de la sociedad, el fin de nuestra época y la desaparición de la civilización europea. 
Hemos visto que la actitud católica tradicional ante el matrimonio y la moral es esencialmente social y que le da todo su valor a la primordial significación biológica del sexo y a la importancia sociológica de la familia. Los partidarios de la nueva moralidad, por el contrario, se muestran en su mayoría singularmente indiferentes a los aspectos biológicos y sociológicos del problema. Basan su propaganda en una filosofía de hedonismo superficial y apelan a los ideales románticos de amor apasionado y libertad emocional. De hecho, la nueva moralidad consiste para ellos únicamente en emancipar al sexo de toda restricción social.  
La civilización occidental está amenazada hoy día con la pérdida de su libertad y de su carácter humano. Está en peligro de sustituir con un mecanismo muerto una cultura viva. El hedonismo no puede ayudarla, ni siquiera el racionalismo. Sólo puede salvarse por una renovación de la vida. Y esto es imposible sin amor, porque el amor es la fuente de la vida, tanto física como espiritual. Pero si se divorcia el deseo físico de su principio espiritual y se convierte en fin de sí mismo, deja de ser amor y ya no da vida. Degenera en estéril lujuria. Sólo cuando la fe lo espiritualiza se convierte en amor vivificante y participa del misterio de la creación. Amor exige fe, como vida exige amor. La pérdida de la fe significa, en último término, no sólo des-orden y dolor moral, sino la pérdida de la vitalidad social y la consunción de la vida física. (p. 131- 196).  

*Apéndice sobre SODOMITAS*  VERSIÓN por Mons. JUAN STRAUBINGER. Santa Biblia, t. I, Club de Lectores, Buenos Aires, 1948-1991, p. 40. (Ni putos, ni gay, sólo SODOMITAS).  

*Véase DIARIO PAMPERO nº 4: La legitimación de la sodomía, pecado de nuestra época.* 13 de enero de 2009, siempre vigente…

*Citas: LA CORRUPCIÓN DE SODOMA, ver Génesis, c. XVIII, v. 3-28.
Los Padres de la Iglesia alaban la hospitalidad del santo patriarca ABRAHÁN que trata a los tres desconocidos como si fuesen sus hermanos. ABRAHÁN no encomendaba el servir a sus siervos y criados, disminuyendo de tal modo el bien que hacía (por ejercerlo por manos ajenas), sino que él mismo servía a la humanidad necesitada, juntamente con su mujer, como si en esto hubiera encontrado  un gran cosecha. Él mismo lavaba los pies de los peregrinos, y él mismo traía sobre sus propios hombros un ternero gordo de la manada. Cuando los huéspedes estaban comiendo, él les servía en pie, como uno de sus criados y, sin comer él, ponía en la mesa los manjares que SARA había guisado con sus propias manos” (SAN JERÓNIMO, Carta a Pamaquio). 
*Mi Señor: ABRAHÁN. San PEDRO se refiere a este pasaje en su primera Epístola (3, 6), donde dice que la MUJER, siendo más débil por voluntad de Dios, debe ser  respetuosa y obediente  al marido “como SARA que obedecía a ABRAHÁN y lo llamaba Señor”, y que es por este camino por donde ella llegará a ganar al marido (I PEDRO 3, 1). También San PABLO recalca la voluntad divina de que la mujer tenga un papel subordinado en lo que se refiere al marido. “Quiero que sepáis, exhorta el gran apóstol de los Gentiles, que como Cristo es la cabeza de todo varón, así el varón es cabeza de la mujer” (I Cor. 11, 3). “El varón es la imagen y gloria de Dios, más la mujer es la gloria del varón; que no fue el varón formado de la mujer, sino la mujer del varón” (I Cor. 11, 7 s.). Los primeros cristianos, y aún las mujeres de la Edad Media, conocían estas sabias normas dictadas por los apóstoles y las observaban. Así, por ejemplo, ISABEL de CASTILLA, reina y heredera del trono de Castilla, llamaba a su marido “mi Señor”, aunque le era igual en dignidad. Hoy día se hablaba de la “emancipación de la mujer”, pero no en provecho de su dignidad. Comprendan las mujeres cristianas que la felicidad de la mujer no consiste en la “emancipación de la mujer” de las leyes naturales y divinas, pero sepan también los maridos que,  en el matrimonio cristiano, ellos son los representantes de Cristo y que deben por lo tanto deben amar a sus mujeres “como Cristo amó a la Iglesia” (Efesio, 5, 25), tratándola “con toda discreción” (I Pedro 3, 1).  

*El pecado de Sodoma consistió en la perversión del orden de la naturaleza, vicio que se llama SODOMÍA (ver Gen. 19, 4 ss). El diálogo entre Dios y ABRAHÁN enseña como Dios detiene su ira por amor e intercesión de los santos; muestra, además, la asombrosa llaneza de Dios en su trato con los hombres, y la rectitud de corazón del  patriarca. “Diálogo bellísimo, dice BOVER-CANTERA, en que no se sabe qué admirar más, si la generosidad de Dios al escuchar la oración de su siervo y perdonar al respetuoso y la confianza humilde de aquel santo varón, que recibió el título de “amigo de Dios” por antonomasia.

*LA SODOMÍA*

No vamos a entrar en el tema de la sodomía, en el cual las opiniones teológicas secundaron la propensión del espíritu del siglo a romper la secular fidelidad de la legislación al derecho natural, introducción en toda en Europa (y ahora también en América), introduciendo en toda Europa la legitimidad de las relaciones homosexuales. Bastará señalar también aquí la negación de las esencias, en particular de la estructura natural y moralmente inviolable del acto sexual. Se sostiene que heterofilia y hemofilia son solamente dos modalidades de una idéntica dimensión sexual, siendo su diferenciación una consecuencia de influencias meramente sociales. De este modo la sodomía (condenada severamente por la filosofía, las costumbres y la disciplina de la Iglesia) deja de ser una perversión para convertirse en una expresión de la sexualidad, y desaparece del elenco de pecados que claman venganza al cielo, que incluye el homicidio voluntario, la opresión y la negación del salario del trabajador. Se superan las diferencias naturales con una sofística del amor, considerado capaz de instaurar una comunión espiritual de personas más allá de las normas naturales y con ultraje de las prohibiciones morales. En la Iglesia holandesa el escándalo pasó de las disquisiciones teológicas a la praxis, y tuvieron lugar celebraciones litúrgicas de unión de homosexuales e incluso una Missa pro homophilis que “Notitiae”, órgano de la Comisión  para la ejecución de la reforma de los ritos, se encontró en la obligación de deplorar (marzo 1970, p. 102).  (p. 289 de ROMANO AMERIO, “Iota Unum” (Iota unum non praeterit, “Ni un ápice de la Ley pasará” Mat. 5, 18). Criterio Libros, Madrid, 2003, 516 pags,)

*FUNDADORES DE NUEVAS FAMILIAS*  p. PAPA PÍO XII, 24 de mayo de 1939.

  • “Nos sentimos verdaderamente contentos y profundamente conmovidos al ver que habéis venido a Nos, queridos ESPOSOS, después que en la bendición nupcial habéis santificado y consagrado vuestro afecto, y habéis depositado a los pies del altar la promesa de una vida cada vez más intentadamente cristiana. Porque de ahora en adelante debéis sentiros doblemente obligados a vivir como verdaderos cristianos: Dios quiere que los esposos sean cónyuges cristianos y padres cristianos.
  • Hasta ayer habéis sido hijos de familia sujetos a los deberes propios de los hijos: pero desde el instante de vuestro matrimonio habéis venido a ser FUNDADORES de NUEVAS FAMILIAS: de tantas familias cuanto son las parejas de esposos que nos rodean.
  • Nuevas familias destinadas a alimentar la sociedad civil con buenos ciudadanos, que procuren solícitamente a la sociedad misma aquella salvación y aquella seguridad de las que quizás nunca se ha sentido tan necesitada como ahora: destinadas igualmente a alimentar la Iglesia de JESUCRISTO, porque es de las nuevas familias de donde la Iglesia espera nuevos hijos de Dios, obedientes a sus santas leyes: destinadas, en fin, a preparar nuevos ciudadanos para la patria celeste, cuando termine esta vida temporal.  
  • Pero todos estos grandes bienes, que en el nuevo estado de vida estáis llamados a producir, solamente podréis prometéroslos si vivís como esposos y padres cristianos. Vivir cristianamente en el matrimonio significa cumplir con fidelidad, además de todos los deberes comunes a todo cristiano y a todo hijo de la Iglesia Católica, las obligaciones propias del estado conyugal.  
  • El Apóstol SAN PABLO, escribiendo a los primeros esposos cristianos de ÉFESO en Asia Menor griega, ponía de relieve sus mutuos DEBERES y les exhortaba enérgicamente de este modo: Esposas, estad sujetas a vuestros maridos, como al Señor, porque el marido es cabeza de la Iglesia”. Ef. V, 22-23. “Esposos, amad a vuestras mujeres, como Cristo AMÓ a la Iglesia y dio su vida por ella” Ef. V, 25. “Y vosotros, oh padres”, continuaba el Apóstol, “no provocáis la ira a vuestros hijos: educadlos en la DISCIPLINA y en la ENSEÑANZAS DEL SEÑOR”. Ef. V, 4. Dios se ha hecho fiador de todo esto, elevando el matrimonio cristiano a símbolo permanente de la unión indisoluble de Cristo y de la Iglesia, y por ello podíamos afirmar que la familia cristiana, es garantía de santidad. Bajo este benéfico influjo SACRAMENTAL, como bajo un rocío de la Providencia, crecen los hijos a semejanza de los renuevos de olivo en torno a la mesa doméstica. Reinan allí el amor y el respeto mutuo, los hijos son esperados y recibidos como DONES DE DIOS y como sagrados depósitos que hay que custodiar con temeroso cuidado: si entran allí el dolor y la prueba, no llevan la desesperación o la rebeldía, sino la confianza serena que, a la vez que atenúa el inevitable sufrimiento, hace de él un medio providencial de purificación y de mérito. “ECCE SIC BENEDICETUR HOMO, QUI TIMET DOMINUM” Salmo CXXVII. (ASÍ será bendecido el hombre que teme al Señor).

*NOTICIA SOBRE EL AUTOR*

CHRISTOPHER DAWSON: está comprendida prácticamente toda su obra como escritor; durante este período expuso, tanto en libros como artículos periodísticos, una concepción de la historia mundial que, en cuanto a amplitud y perspectiva, está al nivel de producción de SPENGLER, NORTHROP y TOYNBEE. La gravitación de su pensamiento como filósofo de la historia y de la cultura ha quedado oscurecida por el hecho de que la mayoría de sus libros fueron dedicados específicamente a la realización de de dos tareas principales: 1º Trazar el desarrollo histórico de la cultura occidental y 2ª analizar las causas de la crisis mundial contemporánea. Véase Dinámica de la Historia, The Dinamics of World History, Emece Editores, Buenos Aires, 1962, 409 p.


 *EDITÓ: gabrielsppautasso@yahoo.com.ar DIARIO PAMPERO Cordubensis e INSTITUTO EMERITA URBANUS. Córdoba de la Nueva Andalucía, a 25 de junio del Año del Señor de 2010. Fiesta de SAN GUILLERMO ABAD. Sopla el Pampero. ¡VIVA LA PATRIA! ¡LAUS DEO TRINITARIO! ¡VIVA HISPANOAMÉRICA! Gratias agamus Domino Deo nostro! gspp.*

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