lunes, 23 de agosto de 2010

*INSTITUCIONES ROMANAS: LA DISOLUCIÓN DEL GOBIERNO REPUBLICANO*

Con anterioridad a las leyes de LICINIO, las diferencias sociales y políticas existentes entre la población pertenecían al dominio del Derecho. Desde entonces se desarrollaron otras parecidas, pero basadas en el poder de clase.


Editó: Lic. Gabriel Pautasso

Las familias romanas que, merced a su fortuna, podían soportar los gastos inherentes a los cargos públicos, se unieron, formando así una nueva nobleza, sin hacer distinción alguna entre las familias de origen patricio y las oriundas de plebeyos. Todo aquel que asumía el cargo de edil curul era admitido en esta aristocracia de dignidades (nobilitas);
sin embargo, en defensa de los interesados creados, se procuraba celosamente reservar dichas plazas para los miembros de familias senatoriales, con el fin de no aumentar demasiado este círculo cerrado con el ingreso de nuevos ricos (homines novi). Este nuevo partido se denominaba orgullosamente a sí mismo, “los buenos ciudadanos” (optimates).
Simultáneamente con el poder autoritario de la magistratura política desarrollábase la preponderancia del dinero. La gente comprendida en el censo de los caballeros representaba entonces la alta finanza. Ellos se encargaban de la mayor parte de las transacciones de la Hacienda, ya que mediante una cantidad prorrata arrendaban los ingresos o se comprometían a satisfacer ciertos gastos. Pero, debido a su rapacidad, sufrían tanto los contribuyentes, sobremanera en las provincias, como se resentían los servicios realizados por el Estado. Del otro lado, el régimen capitalista en las grandes propiedades empezaba a arruinar la agricultura en las regiones próximas a la campiña romana. El pequeño labrador ya no podía mantenerse en el campo ni como arrendatario ni como bracero libre, puesto que los enjambres siempre crecientes de esclavos producían un trabajo más económico. Como consecuencia de la situación imperante, los proletarios afluían a la capital donde vivían a expensas de ricos protectores, a los que recompensaban con sus votos en las elecciones y promociones; así iban también en aumento las distribuciones de trigo y el número de los juegos públicos. LAS PALABRAS DE PLINIO, cuando dice que los latifundios habían arruinado a ITALIA, se aplicaban tanto a la sociedad como al territorio. (Véase, NEURATH, OTTOHEINRICH SIEVEKING, Historia de la Economía, I, traducción de MANUEL SÁNCHEZ SARTO, Antigüedad y Edad Media, Cap. VI, VII, VIII, Colección Labor, nº 64-65, Barcelona, 2ª edición, 1930, ¡80 años de sabiduría!).
Fueron otra vez los tribunos de la plebe o tribunos populares quien reconcentraron los ataques de la multitud contra la autoridad oficial y la plutocracia. Mientras perduraban las guerras en el extranjero y la prudencia aconsejaba mantener la concordia, las luchas intestinas proseguían sin llegar a excesos de rencor. Los resultados más palpables conseguidos por las clases inferiores fueron el reconocimiento incondicional de las decisiones tomadas por las asambleas de las tribus plebeyas como obligatorias para todo el pueblo (ley de HORTENSIO); una reorganización de las centurias que inició el quebranto de la preponderancia de la ya muy reducida primera clase del censo, y la implantación de las votaciones secretas en las asambleas populares. Abolida ya la bárbara legislación sobre las deudas, la depauperación creciente de las grandes masas fue impedida gracias a la continua mejora de la Hacienda pública; además, se la remediaba, según los casos, por medidas extraordinarias, de modo que se puede considerar la época que media entre 367 y la tentativa revolucionaria de los GRACOS como un período de paz interna.
Desde la conquista de Corinto la situación de ROMA como gran potencia dominadora resultaba aseguraba. La cuestión social, cada vez más aguda, exigía imperiosamente una solución desde que la mayoría del pueblo romano, que se encontraba en condiciones difíciles para la lucha por la vida, hubo adquirido la conciencia de su poder y valer político. El caciquismo de los nobles y de los capitalistas se hacía a la larga insostenible, resultando una fuerte oposición democrática que procuraba derribar al gobierno del Senado. Pero, al llevar las ideas democráticas a la práctica y al conceder absolutamente a todos los ciudadanos una participación por igual en la posesión soberana de ROMA, la REPÚBLICA debía forzosamente hundirse. Un pequeño Estado gobernado de un modo democrático no se halla en condiciones para mantener las riendas del poder universal. Era, pues, necesario hallar una sola voluntad capaz de dominar a la vez a los senadores y al proletariado. Pero ni un reyezuelo de ROMA y del LACIO podía asumir semejante esta posesión predominante; era imprescindible que la ITALIA entera formase la base para el IMPERIO mundial. Y por esta razón vemos a los perspicaces directores de la democracia, en abierta oposición a la masa mezquina, constituirse en campeones de los confederados itálicos, para defender sus anhelos hacia una igualdad política con el cantón director.
La máquina legislativa estaba en pleno funcionamiento, pero cada triunfo de la oposición deshacía siempre lo que el partido anterior acababa de construir, muchas veces mediante una opresión brutal de la forma constitucional. Así la ley del primer GRACO puso en vigor un nuevo reparto de terrenos del Estado, concedidos en arrendamiento hereditario, pero poco después el permiso de enajenar aquellos bienes exterminó por completo la naciente clase de los labradores libres así creada, y, finalmente, se decretó que el terreno del Estado figuraría como propiedad libre de impuestos, mientras se procuraba indemnizar al proletariado urbano por distribuciones gratuitas de víveres. Las reformas políticas de GRACO el MENOR tuvieron, en cambio, mayor estabilidad que las sociales. Debido a la ampliación del derecho de apelación, el ejercicio de la magistratura quedó constreñido al fuero de guerra (militae); en los caballeros halló el Senado un poderoso rival a causa de los de los nuevos privilegios, especialmente el cargo del jurado permanente que les fue concedido, de manera que, por lo menos durante algún tiempo, estas clases coaligadas se convirtieron en rivales y el pueblo intervenía mucho más en las atribuciones del Senado, que había osado en tiempos anteriores.
Con cortos intervalos se sucedieron la revolución y la reacción. En la sangrienta guerra de los confederados, los ítalos conquistaron el derecho de ciudadanía, pero al propio tiempo LUCIO CORNELIO SILA restauró en Roma la autoridad senatorial con todos sus privilegios. Cuando tras cruentas luchas hubo reprimido un conato de contra-revolución democrática, promulgó como dictador, una nueva constitución conservadora “para la reorganización del Estado”, con la que corregía muchos abusos, pero restringía a la vez duramente muchas antiguas libertades.
Todos los itálicos desde el sur del Rubicón y Macra eran reconocidos como ciudadanos romanos. La soberanía del pueblo continuaba existiendo, pero suprimiéronse las distribuciones de trigo a los proletarios.
De hecho, el Senado volvió a ser el factor decisivo en el Estado, con merma del poder de los magistrados y de los caballeros. En ITALIA, el Consulado y la Pretura quedaban restringidos a su año de su de función oficial, medida en virtud de la cual se les retiró efectivamente el mando del ejército; pero los excónsules y expretores se encargaban del gobierno de las provincias durante el año siguiente. SILA AMPLIÓ HASTA OCHO EL NÚMERO DE LOS PRETORES y les confío al mismo tiempo la dirección de los tribunales criminales permanentes. Despojó a la censura del derecho de nombrar senadores y ordenó la admisión en el Senado, cuyo número había aumentado a veinte. Por el contrario, SILA procedió con la mayor desconsideración contra los tribunos del pueblo. En lo sucesivo ninguno de ellos podía aspirar a dignidades más elevadas; coartó su derecho de veto castigos para los casos de abuso por oposición de la minoría y asimismo limitó su facultad de presentar proposiciones a las tribus, que sujetaba a la aprobación previa del Senado. – En el terreno social, SILA encumbró el prestigio del Senado, arrebatando a los caballeros las funciones de jurado y devolviendo este influyente cargo a los senadores. Por último, desechó el sistema de recaudación tributaria, tan explotado por los nobles, reemplazándolo por el pago directo de las provincias al Estado.
SILA conceptuaba su tarea tan sólo como una misión política, sin preocuparse en lo más mínimo de la cuestión económica, un error en que incurre la mayoría de las dictaduras militares. – El proletariado, cada vez más numeroso debido a las manumisiones en masa y las expropiaciones en gran escala, pasó por una situación mucho más precaria que nunca, y en su consecuencia, el tinglado tan laboriosamente edificado se tambaleaba ya en vida del autor. El cónsul LÉPIDO volvió a introducir las distribuciones de trigo, el cónsul COTA devolvió a los tribunos el acceso a las altas dignidades de la carrera política y, por fin, los antiguos partidarios de SILA, CN. POMPEYO y M. CRASO, restituyeron el tribunado en su antigua potestad e irresponsabilidad. Las plazas de jurados se repartieron entre senadores, caballeros y tribunos del erario, estos últimos como hombres de confianza de las tribus. El único objeto de sus reformas era conquistarse una preponderante situación personal; particularmente POMPEYO aspiraba entonces a ser el sucesor de SILA. Se mostraba primero como jefe del partido democrático, para buscar más tarde un refugio en la autoridad del Senado, al ver que no era de talla para hacer frente a CÉSAR, su genial adversario. En semejantes lances es imposible hablar de un desarrollo ulterior de la Constitución. Fue solamente la reorganización monárquica la que, basándose en la transformación económica, creó un nuevo concepto constitucional.

*ORIGEN DE LA DIGNIDAD IMPERIAL*
La Monarquía penetró en ROMA bajo un nombre supuesto. Eran precisos tanteos para poder encontrar una fórmula que diera una fórmula que diera satisfacción a las necesidades que por doquiera se sentían de un poder supremo, permanente y armónico, sin violentar demasiado la antigua constitucional republicana.
Después de su victoria sobre todos sus competidores, CÉSAR OCTOVIANO EMPUÑÓ EL PODER, PRIMERAMENT COMO COMISARIO EXTRAORDINARIO PARA RESTABLCER LA CONSTITUCIÓN; cuatro años más tarde consideraba su tarea como terminada y declaraba que el antiguo régimen del Senado, pueblo y magistrados estaba nuevamente consolidado. El Senado le otorgó el título de AUGUSTUS, es decir, “digno de veneración”, y le transfirió – por diez años – el poder proconsular en todas las provincias donde se necesitaba sostener un ejército. Debido a ello, CÉSAR O. disponía realmente de la única fuerza organizaba que había a la sazón en el IMPERIO y dirigía los asuntos romanos e itálicos sin que el pueblo se atreviera a oponerse a su prolongada ocupación de la dignidad consular, ni su colega osara discutir sus actos oficiales.

En el año 23 a. J. C. CÉSAR renunció también a su reelección como cónsul. Tampoco quiso aceptar nuevas dignidades, pero justificó desde entonces sus intervenciones en la política por la tribunicia potestad con que ya desde hace mucho tiempo le habían investido. Si hasta entonces se había servido de dicho poder únicamente para su seguridad y protección personal, en adelante, se apoyaba sobre todo en los poderes plenipotenciarios inmanentes a dichas función.

El Emperador y el Senado se repartían el gobierno. El poder imperial era un cargo extra-ordinario concebido a un ciudadano; su existencia se debía finalmente a una costumbre, pero no perduraba con arreglo a los preceptos de la Constitución. La ficción de la continuidad republicana iba desvaneciéndose muy paulatinamente, al paso que las gestiones del Senado venían a parar siempre en mayor dependencia de la voluntad imperial. Fue solamente la reorganización efectuada bajo DIOCLECIANO la que se sobrepuso a todos los antiguos miramientos y consideraciones, representando a la Monarquía en su forma más avanzada tal como la heredaron y desarrollaron los BIZANTINOS, greco-romanos, convertida en símbolo proverbial de esta forma de gobierno.

*LA TRADICIÓN*
Sólo disponemos de fuentes contemporáneas de alguna consideración desde los tiempos de la última guerra civil romana. Por lo tanto, los orígenes de la constitución política de ROMA se hallan para nosotros envueltos en las mismas tinieblas que los principios de su historia externa. Bien es verdad que más tarde se contaban muchos detalles referentes a la fundación de la ciudad, a las expediciones guerreras de sus reyes, a sus estatutos, tanto políticos como religiosos y jurídicos; pero todo ello, incluía la mayoría de los nombres de sus reyes, son ficciones de épocas posteriores, cuyo único objeto era tratar de enaltecer las instituciones ya entonces existentes, dándoles un carácter antiquísimo gracias a aquellos motos-leyendas.
Mientras los mitos griegos representaban en su mayor parte reminiscencias idealizadas de la infancia de aquel pueblo, entrañando siempre un núcleo de datos históricos dignos de fe y nos remontan por una TRADICIÓN ininterrumpida hasta aquel lejano pasado, las fábulas romanas sobre aquellos antiguos tiempos, en cambio, hállanse separadas de los verdaderos acontecimientos por grandes abismos de la memoria, imposibles de llenar con recuerdos, y se observa que toda aquella trama es meramente un tejido de patrañas. Los escasos hechos seguros que se pueden relatar referentes a las primitivas instituciones romanas, han sido obtenidos mediante deducciones de costumbres, que subsistían en tiempos posteriores, puesto que múltiples formalidades tan sólo se logran explicar como supervivencias de otras anteriores, caídas ya en desuso. Para la arqueología de las instituciones romanas es de una importancia capital la aparición de dos hombres, cuyas investigaciones han proyectado una luz intensa, especialmente sobre la vida pública de los romanos. Estos son eruditos y sabios son BARTOLDO JORGE NIEBUHR (1776-1831) y TEODORO MOMMSEN (1817-1903).

































    
*EDITÓ: gabrielsppautasso@yahoo.com.ar Levantando la puntería desde el bunker, SOPLA EL PAMPERO, por HISPANOAMÉRICA con RUBEN DARÍO y SAN MARTÍN con ARGENTINA, CHILE Y PERÚ, hermanos. gspp. *

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