Sociedad comunista y sociedad opulenta tienen un único proyecto: LA EXTINCIÓN DE LA RELIGIÓN.
La “Sollicitudo rei socialis” propone la solidaridad.
¿Tiene sentido hablar de doctrina social de la Iglesia?
Por Augusto del Noce
Muchos, incluso entre los católicos, piensan que se trata de una iniciativa que empezó bajo LEÓN XIII en 1891 pero que se ha demostrado inadecuada, tanto que hoy debería ser silenciosamente abandonada. La Iglesia, se dice, tiene la misión de predicar y de practicar la caridad, no de dar consejos a la creación y la distribución de riquezas, asumiendo funciones que forman el campo propio de los políticos y de los economistas. De opinión distinta es, en cambio, JUAN PABLO II, y diría que la reciente “Preocupación Social” que es a la “POPULORUM PROGRESSIO” de PABLO VI lo que la “Laborem exercens” es a la “RERUM NOVARUM” de LEÓN XIII, lo ha reafirmado en el sentido del primado de la ética (parágrafos 43; 56; 57; 63).
*PRIMADO DE LA MORAL. Pero es necesario cuidarse muy bien de entenderlo como una exhortación edificante, cuando por el contrario es una constatación realista, verificada, de la situación mundial presente, vista en su globalidad, incluyendo el Tercer Mundo y todas las fojas del subdesarrollo.
Efectivamente, si consideramos la historia de las últimas de las últimas décadas, comprendemos cómo este primado ha sido olvidado o, más aún, para hablar con mayor rigor, negado en todo el mundo, tanto en el Este como en el Oeste; en los países del Este en forma de una licuación de la ética en la política, en Occidente en la subordinación de la ética a la economía. En una confianza en la técnica que se ha revelado falaz; hablo, naturalmente, no de la técnica en sí sino de la técnica vista como separada de la ética.
*Si recorremos la historia nos damos cuenta de que hemos llegado al punto conclusivo de un progreso que tuvo inicio en los últimos del seiscientos con la hipótesis de la “CIUDAD DE LOS ATEOS” pronunciado por uno de los iniciadores del iluminismo, PIERRE BAYLE. Fue él, que personalmente no era para nada ateo, el que enunció esta hipótesis: considerada que una ciudad, plenamente ordenada, de forma que las exigencias de todos estuvieran satisfechas, formada por ateos, sería posible. Hoy, si se mira bien, esta ciudad de los ateos se ha realizado: en los países comunistas más o menos declaradamente, pero también en las sociedades liberal-democráticas occidentales, donde es verdad que la fe religiosa es libre pero, en el sentido en que muy habitualmente es entendida, como un surplus respecto de un mundo social que podría organizarse sin referencia Dios.
EL LAICISMO y DOS CARAS
Llamaremos laicismo a esta hipótesis de “LA CIUDAD DE LOS ATEOS” distinguiendo en ella las dos versiones: la COMUNISTA y la SOCIEDAD LLAMADA OPULENTA. Ambas miran a la extinción de la religión: rápida o incluso forzada en las sociedades del ESTE; manteniendo las formas de la libertad, sin ninguna imposición y sin ninguna apariencia de persecución, en el Occidente.
¿Por qué hablo de la extinción no coaccionada de la religión que ocurriría en las sociedades occidentales? Naturalmente ustedes habrán oído hablar de secularización, de descristianización, etc.; se trata de palabras que están en boca de todos.
¿Qué significan para Occidente? La separación entre un mundo de acá, que se gobierna según sus propias reglas, rigurosamente autosuficiente, y un mundo de allá, cuyo pensamiento encuentra refugio en una interioridad tan profunda que algún psicólogo ha hablado de religión invisible; realidad en la cual es lícito creer, pero sin que esto incida en la autonomía de la ciudad secular.
Ahora bien, el Este y el Oeste tienen esto en común: ambos han aceptado la posibilidad de la “CIUDAD DE LOS ATEOS”. En este sentido la Encíclica ha criticado el capitalismo liberal no menos que el socialismo soviético; esto sorprendió, e hizo hablar de una errónea equidistancia en la que el Papa se habría colocado respecto a los dos modelos.
UN MUNDO DE DESIGUALDADES
Estamos ya a más de veinte años de la Encíclica “POPULORUM PROGRESSIO” del papa PABLO VI, a la que se enlaza la presente; más de cuarenta años después de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial. El progreso técnico ha sido enorme, como no lo ha conocido ningún otro período de la historia; pero a éste no ha correspondido de ninguna manera a un progreso social equivalente; es más, se está ampliando cada vez más el foso que separa la parte rica de la parte pobre de la humanidad (parágrafo 16). Es fácil aducir ejemplos. En el Tercer Mundo se sigue muriendo de hambre. Y el “se sigue”, creo que sea un eufemismo: dejo de lado el empeoramiento de las situaciones y sus responsabilidades.
Veamos en el mundo “desarrollado”, y considerando la situación de los viejos, asimilada, en grandísima parte, a la de los pobres.
En un tiempo la vejez era considerada sinónimo de sabiduría; el viejo, el abuelo, era aquel que había transmitido los valores permanentes al padre, y éste, aquel que los transmitía al hijo. Nada de esto permanece hoy. El viejo es aquel que es superado por este río del progreso que corre con una velocidad cada vez mayor. Es aquel que está destinado a desaparecer, y cuanto más rápido cumpla esta tarea, mejor.
En estos días he leído en los diarios una noticia que me erizado. Se refería a Suecia. Estábamos acostumbrados a considerarlo el país en el que la pobreza había desaparecido gracias a la asistencia, vista como una TÉCNICA y llevada a nivel de PERFECCIÓN. Y ahora nos enteramos de que en los hospitales los viejo son abandonados a su suerte, privados de aquellas curas para ellos el Estado asistencial no tiene dinero. Vale el principio según el cual “se les ruega desaparecer” aunque no son obligados a ello por la fuerza. “Hagan las cosas rápido, para ustedes no queremos usar curas que prolonguen la vida”. Es decir, el principio de la eutanasia para lo cual ya hay propaganda y la batalla puede ser llevada hasta sus más estrictas consecuencias. Es decir, límite de edad fijado por la ley, y estaría resuelto el problema de las pensiones (beneficios).
Pero, aún sin llegar a este extremo, e todo Occidente y sobre todo en el país más democrático, los Estados Unidos, las desigualdades son más que evidentes.
Se dirá que siempre existieron o, más aún, que hoy existiría un gran progreso porque existe la posibilidad, que antes no existía, para el que parte de cero, de llegar a los niveles más elevados. Y sin embargo las desigualdades de hoy hacen sufrir más; es verdad que un tiempo estaba el que nacía señor y el que nacía pobre siervo; sin embargo entre ellos, en línea de principio, pero a menudo también de hecho, subsistía una SOLIDARIDAD.
Efectivamente todos estaban unidos en el respeto por los Mandamientos; es verdad que se podía violarlos y esto era más posible para el señor que para el siervo; sin embargo, el que los desobedecía incurría en la pública deploración.
En cambio hoy se puede decir que vale el principio general “están los que lo no logran” sin ninguna contemplación por principios superiores que no sean aquellos que no sean aquellos que no se refieran a las puras técnicas de la coexistencia; es decir, en ausencia de leyes morales universalmente válidas viene a menos el principio de la solidaridad.
Y JUSTAMENTE es sobre este tema de la solidaridad donde la Encíclica insiste particularmente, como una palabra de la que sólo hoy, en razón de su falta, se puede entender plenamente el sentido.
La solidaridad es la especificación de la ética en relación al desarrollo. Los términos de paz, solidaridad y desarrollo están inseparablemente ligados (parágrafo 53).
DOS BLOQUES, DOS IMPERIOS
Agrego, además, que el mundo presente se muestra dividido en dos bloques, uno guiado por la idea del colectivismo y otro por la idea del individualismo; y como ambas ideas son inconciliables sucedió que los dos bloques sucedió que los dos bloques se transformaron en dos imperios.
Y como la ley de los imperios es la expansión, la paz no puede fundarse más que sobre aquello que justamente ha sido llamado el “equilibrio de las impotencias”.
Este estado de cosas significa el fracaso de la idea de que es suficiente la TÉCNICA para salvar al hombre; es decir, el fracaso de la idea sobre la que fundado del orden social mundial de la posguerra.
Siguiendo el camino de la simple técnica el desarrollo se deforma en un superdesarrollo. Es decir, que la técnica fuera de algo que sea superior a ella, no garantiza por sí mismo el desarrollo. La Encíclica afirma que, cuando aquella es separada de la ética, sus consecuencias no son moralmente neutras sino inmorales, porque en el horizonte del economismo puro el sujeto individual no puede ver n el otro más que un competidor y solamente un competidor.
*Y ahora tratemos de resumir todo lo que se ha dicho en tres fórmulas sintéticas.*
1. El Desarrollo pensado como fundado solamente sobre la ética lleva a los dos opuestos equívocos del superdesarrollo y del subdesarrollo.
2. 2. Los dos materialismos, llevando a dos imperialismo inconciliables introdujeron, a través del comercio de armas, su propio conflicto en el Tercer Mundo, la mayor y más desconocida de las víctimas. Desde de la terminación de la guerra hasta hoy en los distintos conflictos locales, dependientes en último análisis de la antitesis entre ellos, hubo, por lo menos, diez millones de muertos.
3. Sí, por consiguiente, la realidad social está dominada por “estructura de pecado”, entonces el compromiso social político de los hombres se hace parte de la esencia misma del cristianismo; forma parte del contenido de la conversión y el Papa agrega que la conversión no es realmente tal sino es también “conversión hacia la superación de los obstáculos morales y políticos para el desarrollo”.
4. Este principio es la verdadera, absoluta novedad de la Encíclica.
5. Todo cristiano debe, por lo tanto, sentirse responsable del mundo. De la moralidad que todavía sigue siendo entendida en un sentido individual se debe pasar a una moral entendida en sentido solidario.
6. De esta manera se denuncia en esta Encíclica un deber moral, consiguiente a la fe religiosa, que es nuevo; ciertamente ya virtualmente presente en la doctrina tradicional, sin embargo hasta hoy jamás afirmado con tanta claridad. (1º mayo de 1988. Revista “ESQUIU”, p. 33-35).
GRATIAS AGAMUS DOMINO DEO NOSTRO!
gabrielsppautasso@yahoo.com.ar
DIARIO PAMPERO Cordubensis Nº 327
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La “Sollicitudo rei socialis” propone la solidaridad.
¿Tiene sentido hablar de doctrina social de la Iglesia?
Por Augusto del Noce
Muchos, incluso entre los católicos, piensan que se trata de una iniciativa que empezó bajo LEÓN XIII en 1891 pero que se ha demostrado inadecuada, tanto que hoy debería ser silenciosamente abandonada. La Iglesia, se dice, tiene la misión de predicar y de practicar la caridad, no de dar consejos a la creación y la distribución de riquezas, asumiendo funciones que forman el campo propio de los políticos y de los economistas. De opinión distinta es, en cambio, JUAN PABLO II, y diría que la reciente “Preocupación Social” que es a la “POPULORUM PROGRESSIO” de PABLO VI lo que la “Laborem exercens” es a la “RERUM NOVARUM” de LEÓN XIII, lo ha reafirmado en el sentido del primado de la ética (parágrafos 43; 56; 57; 63).
*PRIMADO DE LA MORAL. Pero es necesario cuidarse muy bien de entenderlo como una exhortación edificante, cuando por el contrario es una constatación realista, verificada, de la situación mundial presente, vista en su globalidad, incluyendo el Tercer Mundo y todas las fojas del subdesarrollo.
Efectivamente, si consideramos la historia de las últimas de las últimas décadas, comprendemos cómo este primado ha sido olvidado o, más aún, para hablar con mayor rigor, negado en todo el mundo, tanto en el Este como en el Oeste; en los países del Este en forma de una licuación de la ética en la política, en Occidente en la subordinación de la ética a la economía. En una confianza en la técnica que se ha revelado falaz; hablo, naturalmente, no de la técnica en sí sino de la técnica vista como separada de la ética.
*Si recorremos la historia nos damos cuenta de que hemos llegado al punto conclusivo de un progreso que tuvo inicio en los últimos del seiscientos con la hipótesis de la “CIUDAD DE LOS ATEOS” pronunciado por uno de los iniciadores del iluminismo, PIERRE BAYLE. Fue él, que personalmente no era para nada ateo, el que enunció esta hipótesis: considerada que una ciudad, plenamente ordenada, de forma que las exigencias de todos estuvieran satisfechas, formada por ateos, sería posible. Hoy, si se mira bien, esta ciudad de los ateos se ha realizado: en los países comunistas más o menos declaradamente, pero también en las sociedades liberal-democráticas occidentales, donde es verdad que la fe religiosa es libre pero, en el sentido en que muy habitualmente es entendida, como un surplus respecto de un mundo social que podría organizarse sin referencia Dios.
EL LAICISMO y DOS CARAS
Llamaremos laicismo a esta hipótesis de “LA CIUDAD DE LOS ATEOS” distinguiendo en ella las dos versiones: la COMUNISTA y la SOCIEDAD LLAMADA OPULENTA. Ambas miran a la extinción de la religión: rápida o incluso forzada en las sociedades del ESTE; manteniendo las formas de la libertad, sin ninguna imposición y sin ninguna apariencia de persecución, en el Occidente.
¿Por qué hablo de la extinción no coaccionada de la religión que ocurriría en las sociedades occidentales? Naturalmente ustedes habrán oído hablar de secularización, de descristianización, etc.; se trata de palabras que están en boca de todos.
¿Qué significan para Occidente? La separación entre un mundo de acá, que se gobierna según sus propias reglas, rigurosamente autosuficiente, y un mundo de allá, cuyo pensamiento encuentra refugio en una interioridad tan profunda que algún psicólogo ha hablado de religión invisible; realidad en la cual es lícito creer, pero sin que esto incida en la autonomía de la ciudad secular.
Ahora bien, el Este y el Oeste tienen esto en común: ambos han aceptado la posibilidad de la “CIUDAD DE LOS ATEOS”. En este sentido la Encíclica ha criticado el capitalismo liberal no menos que el socialismo soviético; esto sorprendió, e hizo hablar de una errónea equidistancia en la que el Papa se habría colocado respecto a los dos modelos.
UN MUNDO DE DESIGUALDADES
Estamos ya a más de veinte años de la Encíclica “POPULORUM PROGRESSIO” del papa PABLO VI, a la que se enlaza la presente; más de cuarenta años después de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial. El progreso técnico ha sido enorme, como no lo ha conocido ningún otro período de la historia; pero a éste no ha correspondido de ninguna manera a un progreso social equivalente; es más, se está ampliando cada vez más el foso que separa la parte rica de la parte pobre de la humanidad (parágrafo 16). Es fácil aducir ejemplos. En el Tercer Mundo se sigue muriendo de hambre. Y el “se sigue”, creo que sea un eufemismo: dejo de lado el empeoramiento de las situaciones y sus responsabilidades.
Veamos en el mundo “desarrollado”, y considerando la situación de los viejos, asimilada, en grandísima parte, a la de los pobres.
En un tiempo la vejez era considerada sinónimo de sabiduría; el viejo, el abuelo, era aquel que había transmitido los valores permanentes al padre, y éste, aquel que los transmitía al hijo. Nada de esto permanece hoy. El viejo es aquel que es superado por este río del progreso que corre con una velocidad cada vez mayor. Es aquel que está destinado a desaparecer, y cuanto más rápido cumpla esta tarea, mejor.
En estos días he leído en los diarios una noticia que me erizado. Se refería a Suecia. Estábamos acostumbrados a considerarlo el país en el que la pobreza había desaparecido gracias a la asistencia, vista como una TÉCNICA y llevada a nivel de PERFECCIÓN. Y ahora nos enteramos de que en los hospitales los viejo son abandonados a su suerte, privados de aquellas curas para ellos el Estado asistencial no tiene dinero. Vale el principio según el cual “se les ruega desaparecer” aunque no son obligados a ello por la fuerza. “Hagan las cosas rápido, para ustedes no queremos usar curas que prolonguen la vida”. Es decir, el principio de la eutanasia para lo cual ya hay propaganda y la batalla puede ser llevada hasta sus más estrictas consecuencias. Es decir, límite de edad fijado por la ley, y estaría resuelto el problema de las pensiones (beneficios).
Pero, aún sin llegar a este extremo, e todo Occidente y sobre todo en el país más democrático, los Estados Unidos, las desigualdades son más que evidentes.
Se dirá que siempre existieron o, más aún, que hoy existiría un gran progreso porque existe la posibilidad, que antes no existía, para el que parte de cero, de llegar a los niveles más elevados. Y sin embargo las desigualdades de hoy hacen sufrir más; es verdad que un tiempo estaba el que nacía señor y el que nacía pobre siervo; sin embargo entre ellos, en línea de principio, pero a menudo también de hecho, subsistía una SOLIDARIDAD.
Efectivamente todos estaban unidos en el respeto por los Mandamientos; es verdad que se podía violarlos y esto era más posible para el señor que para el siervo; sin embargo, el que los desobedecía incurría en la pública deploración.
En cambio hoy se puede decir que vale el principio general “están los que lo no logran” sin ninguna contemplación por principios superiores que no sean aquellos que no sean aquellos que no se refieran a las puras técnicas de la coexistencia; es decir, en ausencia de leyes morales universalmente válidas viene a menos el principio de la solidaridad.
Y JUSTAMENTE es sobre este tema de la solidaridad donde la Encíclica insiste particularmente, como una palabra de la que sólo hoy, en razón de su falta, se puede entender plenamente el sentido.
La solidaridad es la especificación de la ética en relación al desarrollo. Los términos de paz, solidaridad y desarrollo están inseparablemente ligados (parágrafo 53).
DOS BLOQUES, DOS IMPERIOS
Agrego, además, que el mundo presente se muestra dividido en dos bloques, uno guiado por la idea del colectivismo y otro por la idea del individualismo; y como ambas ideas son inconciliables sucedió que los dos bloques sucedió que los dos bloques se transformaron en dos imperios.
Y como la ley de los imperios es la expansión, la paz no puede fundarse más que sobre aquello que justamente ha sido llamado el “equilibrio de las impotencias”.
Este estado de cosas significa el fracaso de la idea de que es suficiente la TÉCNICA para salvar al hombre; es decir, el fracaso de la idea sobre la que fundado del orden social mundial de la posguerra.
Siguiendo el camino de la simple técnica el desarrollo se deforma en un superdesarrollo. Es decir, que la técnica fuera de algo que sea superior a ella, no garantiza por sí mismo el desarrollo. La Encíclica afirma que, cuando aquella es separada de la ética, sus consecuencias no son moralmente neutras sino inmorales, porque en el horizonte del economismo puro el sujeto individual no puede ver n el otro más que un competidor y solamente un competidor.
*Y ahora tratemos de resumir todo lo que se ha dicho en tres fórmulas sintéticas.*
1. El Desarrollo pensado como fundado solamente sobre la ética lleva a los dos opuestos equívocos del superdesarrollo y del subdesarrollo.
2. 2. Los dos materialismos, llevando a dos imperialismo inconciliables introdujeron, a través del comercio de armas, su propio conflicto en el Tercer Mundo, la mayor y más desconocida de las víctimas. Desde de la terminación de la guerra hasta hoy en los distintos conflictos locales, dependientes en último análisis de la antitesis entre ellos, hubo, por lo menos, diez millones de muertos.
3. Sí, por consiguiente, la realidad social está dominada por “estructura de pecado”, entonces el compromiso social político de los hombres se hace parte de la esencia misma del cristianismo; forma parte del contenido de la conversión y el Papa agrega que la conversión no es realmente tal sino es también “conversión hacia la superación de los obstáculos morales y políticos para el desarrollo”.
4. Este principio es la verdadera, absoluta novedad de la Encíclica.
5. Todo cristiano debe, por lo tanto, sentirse responsable del mundo. De la moralidad que todavía sigue siendo entendida en un sentido individual se debe pasar a una moral entendida en sentido solidario.
6. De esta manera se denuncia en esta Encíclica un deber moral, consiguiente a la fe religiosa, que es nuevo; ciertamente ya virtualmente presente en la doctrina tradicional, sin embargo hasta hoy jamás afirmado con tanta claridad. (1º mayo de 1988. Revista “ESQUIU”, p. 33-35).
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